lunes, 18 de septiembre de 2017

THE BLACK WATCH_THE GOSPEL ACCORDING TO JOHN/2017: EL EVANGELIO MÁS ESPERADO



En los primeros coletazos de este convulso 2017. Donde ya fueran unos veteranos como The Bats los que sentaran cátedra. Abanderando el regreso de algunas de las bandas más recónditas de éste, nuestro universo sonoro con fecha de caducidad.
Es más que evidente que a falta de revulsivos de buena y nueva savia amargante. No es que las tortas sean suficientes. Pero seguramente serán las que (por suerte), salven un año falto de discos donde mojar pan, rebañar y chuparse los dedos.

Debería quizás, haber arrancado el final del estío con un escrito rememorando mis andaduras por las tierras Itálicas. De intensa licenciatura en Grappas, posos de café y cremosas texturas de helados.
Porque doy fe, que en quince días, me he propuesto y aplicado en no dejar una comida sin su correspondiente espresso, espirituoso y helado final; como postre. Cuneo, Orbieto, Tarquinia, Roma, Montalcino, Montefiascone, Bologna, Mantova y Ravenna, han sido las cómplices.


Pero sin más rodeos que dar, que los 3600 Km aprox. recorridos. Es ahora y antes de incorporarme a mi sustento laboral, cuando no quiero dejar pasar un instante más para escribir sobre uno de esos regresos cosecha de los 90 con nueva y reluciente añada, que más me ha emocionado en lo que llevamos de 2017.
Los veteranos Californianos The Blackwatch tienen nuevo disco; de los veinte que ya llevan a sus espaldas desde el 88. Pese a esa longeva trayectoria, la banda de John Andrew Fredrick; tras la huida de su vocalista Steven Schayer a The Chills en el 2008. Sigue siendo uno de los tesoros más injustamente escondidos de la escena Poprock americana.
Es más que probable que algún malpensado crea que su discografía no merece mucho más que eso: La de la curiosidad por ser uno de esos productos neutros, que no han sido lo bastante alternativos para llamar la atención del moderneo, ni lo suficientemente solemnes y de culto como para por lo menos ser parte de las citas recurrentes e influyentes. De esos hay muchos: Habitantes del limbo musical poco promocionable: The Church, Lloyd Cole, Dream Syndicate, Go Betweens, Diesel Park West, The Clean o The Soft Boys.


Para beber de estas anomalías ya estamos los bichos raros. Un poco hartos de los gestos predecibles y del recurso fácil.
Pese a la rareza de su abandono, y aunque admito que no había vuelto a escribir una línea desde aquel LED ZEPPELIN FIVE del 2011, que me los descubrió. Y no porque su posteriores tres discos hayan desmerecido en absoluto. THE GOSPEL ACCORDING TO JOHN me parece de una concreción tan absoluta y determinante, que puede que en él esté la esencia de casi 30 años de su carrera.

Concentrado y condensado de ese espíritu psicodélico discreto, y con todavía el alma inicial Powerpopera que le viene de casta Californiana. Este trabajo lleva con sigo una rabia dulce que hasta podría encamar a The Church con los Chameleons más accesibles.
Porque no me dirán que “Whence”; con quien despega este disco. No atesora la misma bendita hermosura que aquel virginal OF SKINS AND HEART del cuarteto de las antípodas.
Esos medios tiempos abrasivos que no llegan a manosear la distorsión, sino que la acarician. Que no plegan su guiño a la psicodelia en detrimento de la melodía cristalina; incluso que equilibran con precisión quirúrgica esa sensación de dulce amargura. Y que elevan “Way Strange World” al súmmum frágil de unos Bunnymen directos, y fieles a LA CANCIÓN.
En “The All-right side of Just OK” reluce la afilada producción de Rob Campanella (Brian Jonestown Massacre); quien los ha dotado en esta ocasión de un sonido más contemporáneo y oscuro. Pero es en “A Story” donde podemos ver a unos Black Watch más reconocibles. Claramente alejados de sus anteriores trabajos de sonido más marcadamente Powerpopero, pero igualmente fieles a su idea de tejer armonías. Si bien es cierto que este trabajo las guitarras destacan por sus rasgos cortantes y abruptos.

Jealosy” y “Oscillating Redux” retoman con clarividencia los dejes característicos que tanto me recuerdan a Kilbey y sus muchachos. Aunque seguramente la incorporación del nuevo guitarrista Andy Craighton sean la razón más clara para que la banda de los Angeles, suene esta vez tan contundente y demoledora.
Orange Kicks” ataca desde abajo, siendo uno de los cortes de altos vuelos igual que su cierre con la mastodóntica “Satellite”. Y sin dudarlo un instante, las pruebas más claras de que estamos ante uno de los álbumes del año. Discos como este, que no se andan con rodeos sino que exploran con intensidad inaudita las múltiples vertientes de la Psicodelia, del Rock americano. Y el sinfín de posibilidades dan los géneros, siempre y cuando sean las canciones las jefas del asunto.

No es cuestión ya de calidad, sino de sustancia. Y porque no, la excusa perfecta para adentrarse en la amplia, rica, imperecedera y maravillosamente prolífica discografía de esta estupenda banda.

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