Hay una luna
en creciente allí colgada en el horizonte, difusa por esos elíseos
cirros que anuncian el inminente frío invernal. Y un manto sonoro
igual que los cobertores peludos. Que invitan a meter la cabeza hasta
el asfixia para inflamarse por combustión.
Para cuando
estas líneas se publiquen, y en vistas de que mi hibernación no es
más que un síntoma más que evidente de la compota de ideas
necesaria para que aflore el pensamiento. La Luna ya estará en
menguante y la cama todavía sin hacer (la mama, las piernas, el yo y
el tú, la contemplación...) Y más etcéteras que se unen al goteo
discontinuo de mis publicaciones y sus razones; eso sí, al final más
fieles que puntuales.
También sin
apenas renunciar a la obligación de soportar este frío, ya amigo y
listos? Ya!! También el querer acurrucarnos en las canciones de Dan
Bejar, pasados ya los casi camino de las dos semanas.
La excusa
perfecta sería el calorcito de bellú de su temario. La llama que
como la fogata atizada ha convertido esta gira del KEN; o por lo
menos como la hizo sonar en la ciudad condal. En algo que dista
relativamente a la sensación sonora que nos dan sus discos en
estudio: Introspección, delicadeza, fragilidad, recogimiento o
también ese viajar por un instante a alguna época pasada de nuestra
juventud.
Todo ello
agitado en cocktelera pero sin frivolidades vermuteras y más nadando
en whiskeycerveza. Para que gloriosamente apareciera el Dan Bejar de
los histrionismos corporativos de New Pornographers, o el que daba
por lo menos, esa mueca menos coral y más sabrosa a las canciones
que llevaban su firma en el combo Canadiense. Que vaya por dios!! es
la que precisamente a mi más me gusta; sin despreciar los guiños de
Pop satén que tienen sus discos propios, por supuesto.
Y cual
debería ser el objetivo si no, cuando uno decide echar su suerte en
un concierto?:
Que te guste
el artista? Las canciones calentitas que viene a presentar? El fichar
y hacer muesca para contarle a nuestros nietos frente a la
catalítica, lo mucho que molábamos?
No lo
cuestiono pero... si DESTROYER tiene un plus en alza que cotiza en
directo, son los fabulosos músicos que le acompañan. Algo además,
que no tendría sentido si fuera de otra manera (que la hay). Pero
oigan, DESTROYER no mola solo por las historias que te cuenta Dan,
ese fastuoso halo cosmopolita y sofisticado sin excedentes de su Pop
de biblioteca y si me apuras el ramalazo de Funkysoul pulcro a los
Blue Nile; no.
Lo hace y
mucho, esa idea de que si todo suena en su disco con intención
(tempo, metales, cuerdas y teclados), enriqueciendo cuanto más se
escucha. Es inequívoco que la cuestión sería llevarlo al
escenario; que no es fácil.
En fin, que
ver sobre el escenario a siete músicos más el protagonista, sonar
como un piano de cola afinado, es... Lo más parecido a levitar
amigos.
Enumeraría
unas cuantas bandas que lo han conseguido: Luna, Tindersticks,
Delines, Bill Callahan o Riley Walker; alguno más seguro. Pero pocos
que se tomen de manera tan seria, intensa e intencionada un directo
con el mensaje que más o menos quiere transmitir. Podríamos creer
que en el Primavera Sound de hace dos años fue igual, pero no
chavales.
Si hay un
antes, tiene que haber un después. Porque una gira ha de ser por
narices la mesa de disección y prueba de equivalencias de un disco o
repertorio. Allí fue todo más maduro, sensual y panorámico si se
quiere. Y curiosamente, ahora que su nuevo y flamante disco nos
parece llevar a una escena más oscura, satinada y sintética. Su
directo eleva la intensidad electrificada y nos convierte la dulzura
y melancolía de sus canciones, en una especie de burbujeante cocido:
El caldo que
bien podría ser esa base donde trompetas, saxo y teclados hacen de
medio e identidad. Donde la chacina salta y corretea: ahora algo que
se parece al funk negro, pop de libro y una infinidad de referencias
solubles a la grasienta parafina hidratante que Dan Garbancero
convierte e ilustra en su propia seratina. Esa droga que a unos
cuantos nos ha hecho revivir ese otro Pop de aires Bossanova jazzy,
pero que en el fondo confluyen tantas y tantas cosas. Diríamos que
esos metales usados como un efecto, y la voz de Dan. Hacen de
diluyente y sea cual sea la evocación, todo acaba sonando a
DESTROYER; parecido pero distinto. Igualito que esa cucharada de
guisado caliente que nos sacia el hambre y culmina nuestro paladar.
Dicho esto,
el asunto de narrar cada una de las canciones que sonaron, sería de
una gilipollez total. De echo ya me parece de una gilipollez total la
cosa de explicar un concierto canción por canción (yo el primero).
Cuando deberíamos de hablar de caer en ese mismo ostracismo del
autor, cuando entre estrofa y estrofa se agachaba a darle un trago al
whisky, y otro a la cerveza.
Yo en eso y
en mi estado perenne de flotación me identifico. Porque con 20 años,
ya vi el placer de combinar el chupito de Bourbon con la cerveza.
Después solo vendría la modulación instrumental, alternando los
ramalazos de puro Rock, el ahora voy y me tiro al postpunk The Cure
que ilumino con un flexo y acaba sonando a otra cosa.
Toboganes
uno detrás de otro que caían en simas, o subían a promontorios,
por ejemplo.... “Time Square”, “Chinatown”
o “A Light Travels Down the Catwalk”. Y será tan
estúpido como reconocer que me gustaron mis favoritas; ves? Ahora
bien, si solo vas a un concierto esperando escuchar eso que solo te
gusta del tipo. O esperas a que entre canción y canción te mire
fijamente a los ojos y te guiñe un ojo. O que se yo, que cuando se
agache a darle un trago a la cerveza te de la mano (A TI). Incluso
que venga mamao del backstage, y en el concierto solo beba agua
(normal). Ese ves, no es Dan Bejar.
DAN es ese
tío que flota con su música igual que lo deberías hacer tú. El
mismo que aunque empezara en la habitación de su casa componiendo
folk casero, soñaba cada noche con hacer un musical Bradway.
Pues bien,
su directo ahora mismo. Es ese Musical de Broadway hecho a un
cuarentón con herencias ochenteras, oscurillas y poperas de los 90's
pero de mente espatarrada: Un conjunto de músicos entrando y
saliendo de la canción con la precisión y poesía del Ballet de
Bolshoi. Y haciendo que la canción no se resienta acabando por ser
un caos; sino todo lo contrario. Todo fluye, todo confluye, todo
aporta, todo se convierte y crece sin límites porque las canciones
están pensadas para sobrevivir al tiempo.
Dan Bejar
por la valentía de creer y buscar algo. Y la de Josh Wells (el
batería), como el del genio en la sombra capaz de llevarlo a cabo en
la sombra (50% talentos). Por eso, solo por eso. “Rubies”
es eso: diamantes que en directo suenan como han de sonar. “Stay
Lost” esa canción que muchos componen pero ninguno hace
sonar como él. O la dulcísima “Hell” de la mano
de “Dream Lover” que la convierte en fuegos
artificiales. O ese magistral estilo para mantener la euforia y al
público, en un estado continuo de flotación y júbilo.
Si alguien
creía que KEN era el hermano menor y más superficial de POISON
SEASON, es porque no se imagina la idea de escuchar a ambos en
directo. De combinar esos tres últimos discos que lo han medio
puesto ahí, en un estado de reconocimiento, pese a poder casi llenar
tan solo la sala Bikini. Cuando quizás debería llegar a mucha más
gente. Y ver que se complementan e incluso igual que los muebles del
IKEA, se pueden combinar entre si con extraordinarios resultados.
Y aceptar
como tal y de una vez por todas que la sociedad (y consigo la música
y cualquier otra cosa), esta cada vez más vectorizada. ¿custión de
calidad? No señores. Cuestión de comodidad, confort, seguridad o
como se le quiera llamar. o de riesgo, emoción y aventura. Que cual
escoja el suyo.
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