Mostrando entradas con la etiqueta Folk. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Folk. Mostrar todas las entradas

jueves, 19 de septiembre de 2019

BENJAMIN BENEDICT_TRUANT_2019 Antes de que se me olvide…

 


Y engrane plato grande y a rodar de aquí una semana, cuando lo más probable es que pierda la cabeza en esos mismos frascos de cristal que Fernando.
Dicho de otra manera. Empiece a trabajar.

Me gustaría volver sobre mis pasos; y no os penséis que es un intento vano por invertir el tiempo y empezar de nuevo. Ya me gustaría. No.
Pero sí para recobrar el hilo que dejé días antes de plegar. Ya que prácticamente, en estas tres semanas no he vuelto a escuchar ni una sola novedad de este año que llevamos a cuestas. Dedicado íntegramente a meter en 4 cd’s, toda esa música sin preferencia alguna, que decoraría los 4000 kms que he hecho este verano en coche por Francia, Italia… y más Italia:

Valles, lagos sin horizonte, líneas continuas y discontinuas que delimitaban carriles, carreteras e intersecciones. Tapices de viñas perfectamente alineadas y elevadas sobre la tierra que las sustenta; como conejos de las praderas que otean.
La infinidad de tonalidades que puede tener el verde según le da el sol. La diversidad casi inclasificable de humanos, rasgos y hábitos que pueblan los rincones. O incluso el peso de la historia sobre la altiva trascendencia que nos otorgamos los mismos e insignificantes humanos.
Yo, casi podría resumir todo eso y mucho más que me dejo: En la inmensidad y serenidad de las aguas en abundancia. En lo intimidatorio y a la vez protector que puede ser el silencio de la noche. Las viejas casas, o el que debería ser nuestro justo depredador: EL REINO ANIMAL (el único al que le rindo pleitesía y ante el que postro).

Todo lo demás son solo datos que almacenamos como estímulos, y que según el caso, la capacidad, o el interés. Conservamos durante más o menos tiempo. O ya se convierte en un recuerdo con el rebomborio que cada uno le quiera dar, según lo traumático o simbólico que a uno le resulte. Vaya usted a saber.
En mi caso.
Es el de los pocos cabos a los que asirme, cuando este ardiente verano no hacía más que extenuarme con el agónico paso del tiempo.
No llegaban las vacaciones ni a tiros.



Todo el mundo colgando sus instantáneas, historias, localizaciones y odas al “qué bien estoy (pero QUÉ bien estoy) de vacaciones”; con hasta esa melodía de megafonía de estación/aeropuerto de fondo. Lo juro!!
Y yo (por fin) atado al que posiblemente, es el primer disco de este año, que me ha robado verdaderamente el corazón: BENJAMIN BENECICT aka (Ben Rubinstein), y su TRUANT (2019_Sugarcoat Records.

Que lo admito. Me pilló a traición en un momento muy blandito de mi vida: Sin rumbo, desamparao, acalorao, y sin vida ociosa con la que ahogar mis penas. Que en julio esta muy sola la ciudad.


Creo que lo descubrí de pura casualidad en primavera; espera que miro en Playlist de Spotify. Ves, pues no, fue el 24 de Junio; para esto y para la memoria difusa va muy bien el puñetero Spoti.
Cayendo de inmediato en su tercer corte: “Tell me If you’re Lonely”. Y esa maldita inercia por escuchar los tres primeros cortes con más o menos atención, y pasando de puntillas por el resto.

Un tema que divaga entre la psicodelia oriental y el trote krautrockero, pero con ese aire de Pop decadente que a tantos ya se les dio tan bien, y que a ti. Te hace arquear las cejas, y poco más.
Rebobinamos… Y sin embargo. “I Spy” te baja la lívido a mínimos. Cuando lo último que quieres en plena resaca de verbena San Juanera, es rajarte las venas pensando en los dos largos meses que te quedan hasta vacaciones.
Y ahí se quedó aparcado hasta un mes más tarde.

TRUANT no es ese simple disco de posado que me embelesó, añorando a CHERRY GHOST, I AM KLOOT, THE CZARS o a la lágrima fácil de ROY ORBISON. Hay más cosas y sin orden ritual aparente.
Y aunque esa primera impronta de Pop gregoriano, sea lo que prevalece en la panorámica. Truant es un disco que se mimetiza, igual sin un sentido claro y un poco inconexo si se quiere. Pero con una dulzura licorosa vocal arrebatadora, que lo hace totalmente encantador e irresistible.

Remonta “Ain’t Easy” con Pop de pura cepa y un texto que pisa descalzo sobre las irregularidades de la realidad cotidiana; sintiendo lo que duele hasta que el pie se hace callo, pero siempre sintiendo. La susodicha Tell me If you’re Lonely”.
Y hasta “The Way You Talk to Waiters”, que empasta a trazo grueso y rugosidad llena de matices una poética oda a la persona: la amada, venerada, y etérea figura de quien se añora.


Pero hay un receso que vacía cualquier sensación de duda. Cuando Ben se desnuda como si fuera Johnny Mathis en Open Fire Three guitars, Bob Lind, Richie Valens… o el mismísimo Roy Orbison sin orquesta. Y sus canciones se alzan o sumergen en las profundidades del pasado; según se vea. Dotando a este maravilloso disco de otro aúrea bien distinto, y ya digo, desconcertante según sea la idea del viajero a la hora de pintar de turísticos sus destinos y paisajes.
Halo” y “Change your Mind”, son dos preciosidades que si por exigencias del guion no estuvieran, serían una especie de traición a esta aventura que inició el exPeggy Sue y The Mariners Children hace tres años.
Igual que la grandeza de “Culture War” y “Alone”: Dos de las gemas que se acomodan en la cara B de este magnífico álbum.
Y que disimulan textos que con la facilidad de quien canta a los sentimientos, ensartados en melodías brillantes y acertadas. Para que logre cautivar: Primero por su música y preciosa voz, y después por la honestidad de su lírica (el amor, la injusticia, la miseria o la nostalgia). Concentrada en “Baby’s Crying”, que como en un “Common People” en clave redentora, relata las realidades humanas a veces no demasiado cantables, si el oyente solo quiere evadirse.

Hacia el final, “Dreaming” es capaz de elevar ese sentido Fleet Foxes mucho más cercano y palpable, que el atractivo envoltorio que se le ha dado al Folk pastoral llena estadios. Quizás porque Benjamin Benedict no intenta en ningún momento mutilar el fin, a costa de justificar los medios y el alcance de su música.
Para mi,perfecto.
Y así, por lo que supongo. Cerrar el disco cagándose en la recontrapu..ta tan repetidamente, tiene cuanto menos, una sanadora exorcización de las mierdas que nos rodean, aunque sea como paliativo. “Motherfucker” se llama.
Hay mejor actitud con la que firmar un segundo disco? Lo dudo.

miércoles, 26 de marzo de 2014

NOISERV_ ALMOST VISIBLE ORCHESTRA(2013) *DETENIENDO EL TIEMPO




Me gustaría saber si en verdad es sano detener el tiempo. Si en ese amago de espera paciente a que todo vuelva a ser como uno desearía, el arte de darle a la pausa con la mente consigue nuestros propósitos: Sabernos magnánimos y concluyentes, dueños de nuestros designios, y pacientes. Verdaderamente pacientes para concentrar todas nuestras fuerzas en la espiritualidad curativa que propagan los Budistas.
Y es que acostumbrado uno como está a la velocidad del minutero, me cuesta horrores dar por buena esa filosofía. No desespero, pero noto que el tiempo va a toda velocidad y sin embargo no pasa nada.

En el 2011 caí sin a penas poder evitarlo en un universo de juguete, donde los crujidos nocturnos del mobiliario y de los cimientos, orquestaban una sinfonía secreta que cada noche me acunaba. Con el paso del tiempo pensé que sería un suceso aislado. Pero al cabo de dos años volvió a suceder.

El Lisboeta David Santos (aka Noiserv) volvió a invocar las naturalezas que creía muertas, con una melodía que sonó reincidente en el silencio más absoluto de la noche. Y cerré los ojos del alma por si los de la cara no fuesen suficientes para precipitarme en el vacío, sin miedo a caerme por una fuerza que me absorbía hacia el epicentro: De los pliegues de las sábanas, los pespuntes del colchón, y el entramado de fibras, acolchados... aún más adentro por debajo del somier y así hasta lo más hondo.
En un sueño profundo y continuado como las pedaladas de Guido Bontempi en la llanura Padana, suena “Bontempi”; el más expresivo y sinuoso de los finales posibles. Y nuestros sueños remontan el vuelo engranando uno a uno, cada corte de su pasado NOISERV. Así es como caí hace dos años en un continuo y sucesivo no parar de escuchar, uno tras otro, los cortes de su precioso primer gran trabajo.
Un disco que en realidad data del 2008, pero que volvió a ser publicado junto a su Ep “A day on the day of the days”. Y donde se pueden encontrar once magníficas formas para viajar al principio de nuestros días. Once fabulosos acertijos con olor a desván, que nos transportan a la vieja casona de los abuelos, donde nuestros recuerdos de niñez cobran forma de juguetes:
El viejo caballo de madera que en su continuo balancear nos llevaba a las praderas de Walnut Grove. La pianola polvorienta hecha de retales de madera, o el pequeño joyero musical donde la abuela guardaba sus baratijas, y en el que permanecíamos absortos viendo a la bailarina girar.


Noiserv tiene el extraño poder de fabular y juguetear con sus cachivaches abandonados, hasta tejer un universo tan frágil como envolvente. Con un caminar delicado y distraído se van uniendo las piezas, saltando de tintineo en tintineo como una Mariposa de flor en flor. Todo él es tan orgánico y natural que bien pudieran ser los sonidos más mundanos y cotidianos de nuestro día a día: La balsámica “Guarantee” que juega entre lo dramático y lo solemne. La sinuosa “307d (Mercedes Benz)”, o “Bullets on Parade” con ese crepitar viajero que nos invita a contemplar. O esa invitación a la fiesta nocturna del desván, que es “Welcome Party”; donde los juguetes se van despertando perezosos arropados por la calidez de la voz de David en “Consolation Prize”.



Este pasado año volví a aplazar la frenética escucha de cajitas musicales, y en ese aplazamiento se quedó olvidado en un rincón “Almost Visible Orchestra/2013”. Otro capítulo más de la artesanía musical de NOISERV, y que como en una especie de redentora vuelta a los orígenes, la desnudez de su guitarra y la calidez de su voz volvió a pedir su parte de protagonismo.
Puede que estemos ante una de las injusticias más grandes del pasado año. Y por más que me pese no haber incluido este fabuloso brocado de sonidos, entre lo mejor de la pasada campaña. Escucharlo tras la vorágine vivida en mi interior a las puertas de la Navidad; es cuanto menos reconfortante y medicinal por partes iguales. Una sensación espléndida de paisajear con la mirada o como el volver a salir a caminar por el campo, y bajar al río para comprobar que todo sigue en su lugar: El curso, el lecho, sus habitantes y esa exuberante fragancia.
Todo el disco es como un trascurrir natural. Con una paz tan profunda que entrecorta la respiración.

La apariencia de las melodías de David tienen tal naturalidad y desnudez. Que se hace difícil imaginar que dentro de esas pequeñas muñecas Rusas, hay multitud de detalles, de capas, y de sonidos asociados a nuestros hábitos más mundanos: Casiotones de juguete e infinidad de colores, percusiones instintivas, crujidos, tics furtivos, xilofones abandonados, guitarras que mascullan... Y un universo que se columpia entre lo digital y lo analógico. Una paleta de notas musicales que no solo espera sonar como los mismísimos ángeles, si no que es capaz de generar paisajes e ilustrar estados de ánimo.
En ese viaje hacia los terrenos de las sensaciones holeográmicas, yo soy incapaz de evitar imaginarme aquel 30 de Octubre de 1999, en la capital Lisboeta. Un fin de semana que acudimos a ver a Morrissey, y de paso a disfrutar de dos de los mejores días de mi vida.
Las calles empinadas hacia el Castillo de San Jorge, sus viejos tranvías, los cafés junto a la estación de tren, o la inabarcable desembocadura del Río Tajo vista iluminada desde los ventanucos del avión. Y una hermandad de locos seguidores que se enamoraron de esa belleza destartalada de la capital Portugesa.
Por sus calles y en la sencillez de sus gentes se respiran aromas bohemios, mestizajes, e inspiradores paisajes. Y al cerrar los ojos y llegar al ocaso de “Don't say hi if you don't have time for a nice goodbye”, se puede masticar el recuerdo como un sentir dulce/amargo que evoca a Perry Blake en sus primeros escarceos.



Su último trabajo se podría describir, uniendo los largos títulos de sus canciones en una pirueta de abstracción. Sin embargo y aunque sus nuevas composiciones delimiten ligeramente ese primer sonido; donde todo parecía trascurrir como una banda sonora, tal y como lo hiciera en el 2011 con la BSO de "José & Pilar": Un documento visual y musical incalculable, donde la abrumadora sencillez de José Saramago nos transmite ese cariño tan tremendamente humano entre él y su compañera.
ALMOST VISIBLE ORCHESTRA/2013 nos muestra a un David Santos más cercano y menos etéreo. Sin ser ésto un inconveniente, pues su música tiene la virtud de poderse observar y vivir desde infinitos ángulos y prismas. Hay momentos en los que sobrevuela una ligera sensación de Folk orgánico ( “This is maybe the place were...”, “It's easy to be a Marathoner”, o “It's useless to think about something...”), con cierta apariencia de dramatismo y solemnidad. Y otras en las que vuelve a cobrar presencia esa inconfundible forma de fabular que nos remite a los universos de Jean-Pierre Jeunet: “I'm not afraid of what...”, “Life is like a fried egg, once perfect...”, o la delicada “I was trying to sleep when everyone...
Una minuciosa orquestación la que en las manos de David cobra una vida subliminal. Y que él entreteje, con una sensibilidad y maestría verdaderamente asombrosa, en este precioso disco.



Solo espero que alguna especie de buenaventura nos pueda seguir estimulando los sentidos, con este tipo de propuestas tan artesanales. Y si hay en algún lugar alguien, a quien se le ocurra la lúcida idea de escarbar en ese oculto mundo; por donde pasamos a diario sin apenas reparar en él. Estoy prácticamente convencido, de que hallará otro motivo más para dar gracias por todas las pequeñas cosas. Que hacen de la vida, un lugar lleno pequeños nanouniversos particulares a la vez que excitantes.
Algunos lo llaman locura y fantasía infantil (en tono despectivo), a mi me gusta llamarlo “el motor de nuestra existencia”.