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sábado, 23 de abril de 2016

SYLVAIN SYLVAIN & THE TRASH COWBOYS/THE BLACK HALOS en la Sala Monasterio. 15/04/2016



Del interés por las cosas de la flora y su renovación al: -me da un poco lo mismo- si son los cerezos, o son los almendros, los que apuntan que la primavera ya esta aquí. 
Ese ceder el paso al tiempo para que vaya tirando... y ya lo alcanzaré. Hasta un dejarse cazar a traición y darse por presa con cierto consentimiento. En una semana en el que el digno trabajo, te veja hasta violarte.
El Viernes noche de la pasada semana tocaba revancha a las diez tocadas sí, o porque sí. Esos actos de afirmarse a uno mismo: que la modernez y el avance imparable de los tiempos, ni sabe del pasado, ni quiere dejar pruebas de razas extintas.

Y claro, cuando todos corren a apuntarse tantos. No hay mejor manera de autodeterminarse, que bajar al sótano e invocar al abuelo emparedado tras la caldera.
Esas reliquias de ánimas que imperturbables, se aparecen cada cierto tiempo para recordarnos, que nos debemos a cuatro citas mal contadas: El Rock&roll, los movimientos contraculturales de finales de los 60, y al Punk como arma arrojadiza... 
Todo lo demás, es puro mercantilismo para que creamos que año el cero, sucede cada cuatro; todo mentira. 
Tendría que venir el menudo guitarra de los alambristas New York Dolls #Sylvain Sylvain -ya sin las plataformas y con las gafas del cerca- para darnos un patada en los cojones, y ponernos firmes.
 
Eso sí, no obviaré que la tarde/noche de aquel caluroso Viernes llegaría a alcanzar tintes de un thriller de los Hnos. Cohen: entre lo cómico y surrealista. Todo, por esa brillante y recurrente idea reservar las entradas vía red social, la más que hipotética certeza de que no se llenaría la pequeña sala Monasterio del Port Olimpic y claro, la poca credibilidad que nos da -supongo- facebook a los que todavía vivimos en la era del vinilo, los garitos y el boca/oreja. Llámanos melómanos chapados a la antigua, pero las entradas se venden anticipadas, o tonto el último.
La cosa es que nos tuvieron casi una hora haciendo cola, para ver que tenían los cuatro nombres de las reservas escritas a boli, y allí fuera había una cola de “cal' deu”. Y la suerte es que la veteranía y el morro, son galones que solo se ganan criándose uno en un barrio. Entramos, que es lo importante. La pena, que se quedó bastante gente fuera y la mala gestión del aforo.
Historia a parte merece, el hambre que arreciábamos los allí presentes. Con los estómagos encogidos como mojinos, y las tripas bramando como una Gibson Les Poul Goldtop pasada de pedal y palanca.
 


Pero qué hay, que no cure la supervivencia y el cooperativismo; ná, de ná: Que ahora me arremango, que me como una especie de simulacro de Kebab para hacer eso que llaman “asiento para sembrar”. Y que no sea que por falta de comida, la bebida nos juegue una mala pasada.
Las risas también ayudaron. Esa carcajada de hiena tontorrona que a uno se le escapa, cuando la psicodelía interfiere en las conversaciones y en es la perspectiva la que se deja llevar el pos de lo absurdo; pa que forcejear... Y presentarse a escasos metros #porque todo ocurría ahí. Para ver en escena a THE BLACK HALOS: 
Una banda de PunkRock muy Americana de las que a mi personalmente me horrorizan, ya que me recuerdan a la BSO de Crazy Taxy y a Offspring. Y cierto. A partes de mi pasado que no quiero recordar.
 

Pero como digo, a veces, todo consiste y gira alrededor de la idea de teletransportarte y viajar como El Niñato en las tiras de M. Gallardo. Esa concepción del espacio/tiempo, donde uno se acomoda para vivir desde dentro lo que ocurre, porque todo lo demás son leyendas y artificios. Ese público del que ya ni se sabe, ni se escribe porque es esa versión sucia del pasado, estaba allí. Los mismos que rebuscaban pequeños antros en las medianías de Barcelona, el raval o la periferia. Y por suerte, todo lo que escapa a esos asquerosos patrones estéticos fundamentalistas sobre la modernez.
THE BLACK HALOS y su desproporcionado líder, eran como la confirmación fantasmagórica de los echos. Una parodia en si misma como la de nuestra propia existencia: comedia pura y dura para animar el cotarro. Que creo que era básicamente la misión de la banda de Vacouber, por la poca relación que guardaban con el exguitarrista de THE NEW YORK DOLLS.
 

Tampoco importaba mucho la verdad, yo disfruté como un enano. Pies y manos se movían al unísono tanto o más como los del propio Billy Hopeless. Y el respetable que abarrotó la pequeña sala del puerto se agitaba como solo sabe hacerlo una noche de buenas vibraciones.
Un set intenso y veloz que nos llevó al galope por los cánticos de los himnos más representativos del cuarteto canadiense: “No Tomorrow Girl”, “Ain't Nothing to do”, “Jane Doe” o “Bombs not Food”, siendo los más coreados los de su primer álbum.
Pero era evidente que la mayoría de la vieja guardia de Barcelona, estaba allí para ver a Sylvain Sylvain. Un tipo que se ha sabido ganar como nadie, desde las tripas de rock más arcano del agitador Nueva York de los 70, el respeto. Con una actitud desprejuiciada, libre y pasional, para quienes fueron los primeros pioneros del Glam Rock. Una banda, New York Dolls, en ocasiones poco comprendida y valorada. Cuando hicieron de la finura de los Rolling Stones, la vanguardia de la Velvet, y el punk más salvaje; un estilo único e inimitable. Que reivindicaba la voz de los suburbios no exento de glamour, pero sin la mojigatería del glam más estético. Ellos eran los verdaderos activistas de esa parte paria de la sociedad neoyorkina: putos, travestis, maricones y drogadisctos.
Ya lo dijo antes de comenzar el concierto: - Yo soy de New York y de español se pocas palabras, solo: Hijoputa, malnacido, pendejo y maricón. Y yo soy un maricón; con orgullo.
 


Estaba a punto de arrancar una noche para no olvidar, de hecho hubo quien esperaba ver la sesión desde el burladero. Pero fruto de un comienzo demoledor, se quedó pegado a las primeras filas, viendo deshacerse al señor Sylvain con la electricidad de “The Cops are Coming”. 66 años y una trayectoria en la retaguardia, que no le quitan lo bailao.
Los TRASH BOYS que le daban soporte no eran otros que: Sami Yaffa (Hanoi Rocks), Stevei Klasson (Johnny Thunders) y Chris Musto (Johnny Thunders). Tres auténticos maestros con tanta clase como las canciones que sonaron, y con mucha tela que cortar. De hecho seguramente, los tipos más capacitados para recuperar el temario de las muñecas de New York. Con esa elástica electricidad que hizo suya Sylvain, cuando lo que parecía simple Garaje se transformaba en muchas otras cosas: suciedad multicolor con chulería y elegancia.
Teenage News” y ese pedazo de rock&roll ramoniano que nos puso en órbita dese el minuto cero. Con “Emily” la velocidad de crucero en aumento, pasaje entregado, y la tripulación sonando igual que si nos hubieran abducido al GBGB.
 

 
A partir de ahí la cosa alcanzó niveles míticos. No solo por el repertorio que se nos venía encima. Sino porque Sylvain y banda, se lo pasan sobre el escenario mejor que cuatro adolescentes con siete vidas vividas. Van sobrados, te tiran abajo cualquier tipo de estereotipo, te renuevan por dentro mejor que el bífidus ese, y te enseñan sobretodo... cuanto le debemos a nuestro pasado.
Pills” (esa remozada versión de Bo Diddley) para ver lo bien que siguen sonando los temas de New York Dolls 45 años después; la edad que casi tengo yo, paradojas de la vida. La versión de “Femme Fatale” bestial, de las cosas que he escuchado en directo más emocionantes en años. Diferente a la original, arrastrada, sucia, pero a la vez tan extrañamente bella... “Great Big Kiss”, un pequeño homenaje a su ciudad natal con la hermosa “Leaving in New York”; canciones dignas de reivindicar.
Y como no, las míticas “Jet Boy”, “Trash” y “Personality Crisis”. Newyorkdollsizados todos y todas, rendidos a un buen rollo expansivo que se adueño de la noche. Muchas, muuuuuchas risas a costa de la felicidad que emana este tipo tan cercano y natural.
Y un final de esos de estar tan y tan a gusto. Que acabado el concierto y con esa especie de embrujo dominando todo lo que sucesivamente sonaría, allí nos quedamos.
Nos dieron las cuatro, bailamos con Sylvain en medio de la pista igual que aquel chaval de 20 años. Y lo cierto es que de este tipo de encuentros en la tercera fase, se desprenden químicas tan únicas y particulares, que hasta de la conversación más banal, surgen reflexiones ciertamente poéticas.
 

Sin demasiado alcohol; no crean que son siempre las sustancias las que nos inspiran. Sylvain no dejó mucho margen para escaparnos a la barra; ojipláticos que estábamos. Pudimos ver a casi todo lo más pintoresco, anómalo y auténtico de la noche barcelonesa; como solo un exDolls sabe reunirlos.
Y fue un final de velada con pocas ganas de regresar sin dejar antes constancia de lo bien que estábamos. Sin saber si es la edad la que te hace rebobinar una y otra vez esos pasajes No/olvidables: Ese apunte revelador, ese momento trascendente y reflexivo, una frase, una risa, un dato, un algo... Como queriendo dar fe, que la compañía aludida y lo vivido, son únicos.