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domingo, 13 de diciembre de 2015

THE GODFATHERS en el ROCKSOUND de Barcelona O: EL ATAQUE A LA TRIPA HERNIADA_07/12/2105





Treinta años ya al recotín, de trocotó y tracatá. Tres decenios que nos han visto pasar de emocionables impúberes, a jóvenes trascendentales y ahora. De vuelta de nuevo en un efecto involucionante digno de una madurez hambrienta de conmemoraciones. Los hermanos Coyne & Co. (The Godfathers) me han dado esa otra oportunidad, siete meses después de su primer ágape primaveral.
Tiempos de rascar con saña en la herrumbre de nuestra memoria juvenil residual. Y de agarrarse de las crines y al galope, a cualquier oportunidad de revivir tiempos gloriosos; mal que pese a quienes se empeñan en enterrarlos en lo más hondo.




Allí por el ochenta y picos, mucho antes de que la afección “indie” se acuñase para dar cobijo a ovejas descarriadas. Y cuando entre el término más pretoriano del Rock y la a menudo pedante New Wave. Quedaban minúsculos e indefinibles espacios donde se agolpaba el verdor floreciente del extraradio: Limbos perdidos a mil, donde rock urbano, punk y barruntes del futuro, dieron caldos de cultivo inverosímiles.
Esos mismos que te hacían amar por igual The Smiths, Echo & the Bunnymen o a los Joy Division. Sin perder tus orígenes primarios de The Clash, The Cult, Killing Joke o estos mismos Godfathers; nexo comunicatívo entre el GarajePunk primario, y el destello plateado del postpunk más bailable. Seguramente también bastante más desprejuiciado, y mucho menos remilgado y caprichoso que el cabareteo de hoy en día. Donde el trazo grueso de una tiza delimita lo moderno, de lo pasado de moda.

Los Godfathers pertenecen a ese tiempo, pero además, ahora que se han recuperado ciertos sonidos más subterráneos. No estaría de más darnos una cura de humildad y descender al pozo, para entender porque aquí y ahora. Ya no por ser un simple ejercicio de nostalgia calzarse aquellas viejas botas Chelsea Marteen's, y la vieja camisa remendada. Sino porque avanzar sin dejar de echar la mirada atrás por si rezagados y desmemoriados, no solo es necesario; también vital.
Así pues regresar a ese RockSound que allende nos dio tantas noches de gloria. Y hacerlo con los tuyos, y otros que vinieron antes. Era poco más o menos, como invocar a una especie extinguida de las catacumbas, mortuorios y criptas soterradas. Allí como llamados por el grito de tu madre a la hora de merendar, nos juntamos casi todos. Por algo The Godfathers tuvieron la virtud de hermanar distintas generaciones, de distintos pelajes y conseguir que todos bailaran sin miedo a parecer lo que no se quiere ser.

REPORTERA DICHARACHERA MIRIAM

Un enjuto Peter Coyne con cara de estar peleado con medio mundo y dispuesto a regañarte por tanto tiempo -para variar-. Subió al entarimado del RockSound; no llega a escenario el palmo y medio que lo eleva del público. Acompañado por su hermano al bajo, y una banda que no deja ni un resquicio del antaño elástico y pétreo sonido de la banda original.
Sudaban las paredes, hacía una calor atípica y el día parecía estar escogido a dedo (prefestivo para quienes salimos menos que el cometa Halley). Sonó de entrada “Cause I Said So” -un tema que permanece pasados los años más vigente y fresco que nunca- y todo saltó por los aires; apuesta a caballo ganador.

Los años no han pasado en balde por la voz de Peter; más rocosa, abrasiva y mucho más punk que en su viril juventud. Pero cabalga a lomos de esas guitarras de Steve Critall y Mauro Venegas, que se estiran hacia el cielo y un bajo -el de Chris- del copón. Todo se ajusta, se engrasa y se ordena. Lo hacen sin miedo.
Actitud a borbotones, no la han perdido. Agarra el micro retorciéndole el pescuezo y te escupe a la cara: “This Dawn Nation”, “This is Your Live” y la nueva “Till my hearts Stops Beating” intercalada estratégicamente. Pocas bandas con la facultad de bombear como la de estos veteranos, en espacios reducidos. Atrincherados en un palmo de terreno y acorralados por el respetable, zafándose con “Just Because you are not Paranoid”, “Unreal World” tan tremenda como la recordábamos: eléctrica. O “Walking Talking with Johnny Cash Blues” rozando el hill blues, con “Believe in Yourself” fundiendo pasado y presente.
The Strangest Boy”, “When I coming Down” y el remate final del que que le da título a “Birth, School, Work, Death” pusieron en punto de ebullición la sala. Nos vinieron a la memoria otras tantas bandas que le rinden pleitesía a esa salvaje miscelania entre el HardRock y los sonidos oscuros. Y pudimos darnos un baño de innumerables referencias, en una sesión final de Luis Le Nuit: Pocos como él para tirar de repertorios escondidos, dando fe del legado que nos dejaron, bandas que ahora parecen pertenecer al pleistoceno musical.

REPORTERO DICHARACHERO XAVI C.

Se sudó y de lo lindo en una noche sin tregua. Se derramó mucho alcohol, y aunque solo fuera por el mero hecho de envasar al vacío un pequeño instante de los gloriosos 90. The Godfathers consiguieron con apenas cuatro acordes temerarios, movilizar a la vieja guardia: anónimos Yodas, que nos hicieron padawanes cuando 80's y 90's se solapaban.
Historias cabalísticas que pertenecen a un tiempo poco documentado. Donde era más grande el hambre por devorar nuevas y viejas músicas, que catalogar al personal por castas, tribu o estética.

Volver a cruzarse con aquellos que hicieron de la corta vida de clubs microbianos (A Saco Hospitalet, Nivel, Beat, Sala Garatje, Texaco, Toque BCN, Compliche, Depo, Sidecar, Locualo... y otros que no recuerdo); o su espíritu. Un periodo mucho más extenso en lo emocional, que en lo meramente físico y real.
Hace que la visita de bandas como Godfathers y el trabajo soterrado de estas pequeñas salas. Sean un saludable caldo de cultivo, para esa “otra” escena alternativa que sobrevive a modas, tendencias y mareas crueles.

En el fondo, todos deberíamos saber que la cuestión exitosa de las canciones, bandas o estilos. Solo se debe a la química de la música y al inabarcable catálogo de sonidos exóticos por descubrir.
Solo ellos saben que están por encima de modas, décadas, generaciones. Y esos elementos tan circunstanciales como somos los seres humanos, en el tiempo.

SALUDOS PENDENCIEROS!!