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sábado, 23 de enero de 2021

LUCE, de Julius Onah_2019: Y EL RAZONABLE MARGEN DE LA DUDA

 


Magnífica manera de resarcirse, la de este joven director estadounidense de origen nigeriano. Con el inteligente enfoque que le ha dado, a un tema tan delicado como es: El de los dramas familiares y sociales en el ámbito de la educación. Y la manera que tiene la sociedad actual, de diseñar lo -en teoría- correctamente y moralmente aceptable.

No solo por la riqueza de variantes. Sino por el grado de suspense que rodea a esta fabulosa adaptación a la gran pantalla.
Chapeau!!

 

A Julius Onah lo conoceréis por The Cloverfield Paradox: Un encargo de Netflix para perpetuar aquella idea que se gestó en 2008 con Monstruoso (bastante prescindible, por cierto). Y que tras la que para mí es, la mejor idea con Calle Cloverfield en 2016: Un ingenioso y minimalista scifi de bajo presupuesto, y excelente potencial de intriga con apenas John Goodman y Mary Elizabeth sobre un decorado.

 

No es que le vayamos a tener en cuenta el nefasto resultado al pobre Julius. Pero la última, de esta especie de franquicia mal llevada; pues la relación entre cada película no hay por donde cogerla. Es el peor lastre que puede arrastrar un joven director; si es que sois de los que os veis las pelis siguiendo el legado de los mismos.
Que no es mi caso, pues yo me vi Calle Cloverfield sin tener ni idea de la relación con Monstruoso; ya os lo advierto. Aunque admito sí haber tenido la mala idea de ver Cloverfield Paradox a sabiendas que sería un mojón. Pero con ese punto de masoquismo de que: - Sabes que no es buena idea hacer una continuación de una genialidad como Calle Cloverfield 10; más que nada porque la propia genialidad es desligarse de la franquicia.
- ¿Qué coño tendrá que ver Paradox con la anterior? nada.
Además, es muy muy mala y ya lo intuía, joder.
Pero vaya, no sé porque narices os cuento esto ya que como os decía: Yo no soy de los que veo las pelis por sus directores y antecedentes. Y es justamente lo que me ha pasado con Luce.
Que os lo cuento, pero a modo informativo y ya está, ¡¡hala!!

 

 


 

A lo que iba:
Luce no tiene absolutamente nada que ver con lo anteriormente citado.
Aquí, es como si Julius Onah hubiera vuelto a nacer.
Y en un mano a mano con J.C Lee (autor de la obra de teatro), han tenido a bien proporcionarnos una película de aquellas que disfrutas plenamente, sin pararte a pensar en lo esquelético de las sinopsis o etiquetas de género; que la verdad, lastran la verdadera grandeza de la cinta.
Con lo cual, también os digo que ese cúmulo de circunstancias no ayuda demasiado para animarse a verla, y es casi un milagro de espeleólogo dar con ella. Salvo el premio en Sundance que le dieron en 2019.

 

Se describe como un drama social y de adolescencia. Pero en realidad, lo fantástico de Luce es que se destapa como un universo poliédrico de matices, ambiguas personalidades, enigmas existenciales, aristas a doquier, y un montón de dudas sin contestar. Que el propio espectador se encargará de experimentar. Y que desvelará prejuicios propios y ajenos, conforme avanza la cinta.

 

Luce es aquel hijo modélico que toda madre querría tener: Estudiante brillante, compañero modélico, excelente deportista, sociable y simpático, y con una oratoria y desparpajo acojonante. Vamos una prenda de chaval, para unos padres (Naomi Watts y Tim Roth) de carácter progre y culto que lo adoptaron con 7 años, de Eritrea (véase guerra civil y niños soldado etc).
Hasta ahí, todo perfecto; incluso tan sospechosamente perfecto, que uno podría suponer una desgracia al caer.
Pero tranquilos los tiros no van por ahí. Pese a que a los 15 minutos la historia da un giro, cuando su profesora (Octavia Spencer) se preocupa por el cariz de un trabajo sobre Frantz Fanon (un líder de guerrillas apólogo de la violencia), y la coincidencia del hallazgo de unos fuegos artificiales prohibidos en su taquilla.
Algo aparentemente sin importancia y puramente fortuito, que nos podría hacer pensar que es otra película de tantas sobre problemas con adolescentes, y de mimbres raciales.

 

El giro de la historia en realidad no es tal. Sólo que los primeros 15 minutos son un preámbulo, y lo que sigue: El incidente que permite al director y guionista desarrollar un laberíntico juego de dualidades. Y una serie de incógnitas sin ánimo de ser despejadas, sino de generar un debate bastante controvertido a la par que complejo.
Digamos, que Luce es en realidad un thriller psicológico que escapa de la temática de un thriller tradicional.
No pretende asustar ni esperar un desenlace con culpables, víctimas, o juicios morales. Pero pone en tela de juicio, muchas de las lagunas de nuestra sociedad actual y lo inesperado que es el ser humano cuando se le somete a condicionantes.
Todo ello apoyado en una banda sonora a cargo de Geoff Barrow (Portishead), y Ben Salisbury (exMachina, Aniquilación, Fuego Cruzado, La Licencia para Matar de Black Mirror). De una tensión y oscuridad ideal en el desarrollo de la historia.


 

Una película que de cualquier otra manera, debería haber sido un fracaso por lo ambicioso del tema que toca. Pero que es resuelto con un tacto exquisito y maquiavélico por parte de Julius Onah y J.C Lee. Además de disfrutar de un Kelvin Harrison Jr. (Monsters and Men, Llega la noche, Personal Assintant) pletórico en la interpretación. Un reparto magníficamente explotado con ágiles diálogos. Y hora cuarenta de película, repleta de infinidad de variables con las que platearse serias y desquiciantes dudas.

Una maravilla vamos. Relativamente fácil de visualizar en versión original decentemente subtitulada, y en los canales habituales. Que gustosamente os facilitaré si tenéis algún problema.

domingo, 18 de octubre de 2020

EL PLAN de Polo Menárguez_2019: PLANES, CABRAS, Y CABRITOS

 



Siendo testigos de cera de todo lo acontecido este 2020:

Con el elemento pasional y liberador de acudir a teatros, cines, exposiciones, conciertos… y en general. A todo medicinal acto de presenciar el arte desde primera línea de fuego.
Bajo el mínimo de la hibernación más extrema y desnutrida.


Posiblemente estemos asistiendo sin apenas ser conscientes.
A la conquista definitiva de las televisiones de pago. Como un troyano parásito, que acabará convirtiendo los escasos brillos creativos y plastificados; entre un sinfín de productos intrascendentes y de entretenimiento inmediato. En el placebo perfecto, para que nuestra reclusión y falta de emociones acabe siendo la medicina paliativa idónea.


Por suerte. Y rebuscando con ahínco, y la perseverancia del explorador empírico. Todavía se puede uno sorprender de la capacidad de supervivencia que tiene el cine español, y lo inspiradora que puede llegar a ser la falta de autoestima latente del ser humano.
Porque si bien la ciencia ficción parece ser el único camino para extrapolar nuestras desdichas, y no caer en la reflexión profunda.
Yo me quedo con la maravillosa y laberíntica complejidad humana. A la hora de abordar las infinitas texturas y el cromatismo multicolor que dan las existencias más comunes, intrascendentes, y anónimas. Para desarrollar tramas, y luego, recrearnos en nuestra complejidad.


Entiendo que muchos prefieran imaginar mundos imposibles y heróicos, menos traumáticos (teniendo en cuenta que la comedia ni está, ni se la espera). Pero… ahora que la realidad supera a toda ficción. ¿que hay de sentir como propias las miserias ajenas? Así, en la distancia y como espectador. Como si de una experiencia terapéutica se tratara y sin el resquemor de sentir como “demasiado” propias, las miserias ajenas.



EL PLAN de Polo Menárguez y basada en la obra de Ignasi Vidal. Traslada la puesta en escena mínima del teatro de guerrilla a la pantalla. Sin el más mínimo intento de convertir una obra, en un producto visual artificioso o consumible de multisalas; algunos se lo reprochan para penalizarla, ay la virgen!!.
Y a mi, esa hora y cuarto escasa. Me resulta lo más parecido a un día en mi parque temático preferido, sin colas, bullicios, ni ahijados cojoneros pidiendo más que la boca un fraile. El sumun vamos!!


Antonio de la Torre, Raúl Arévalo y Chema del Barco, nos deleitan con la esencia de la interpretación para regocijo del guionista. En una trama tan ambigua como la misma palabra - EL PLAN - puede sugerir.
Lo que para los adolescentes de hoy sería, EN PLAN… Thriller? Drama? Comedia? Enredo absurdo?
En plan, déjate llevar, aflójate el cinturón, y disfruta.
Tres vigilantes de seguridad (seguretas), en paro, desarmados por la vida y… expuestos como lo somos todo hijo/a de nuestra madre.


El destino del corto viaje está condicionado por la intriga del título; es cierto. Pero conforme avanza la película, acaba por ser meramente circunstancial y delega cualquier premisa en las angustias de cada uno de los protagonistas.
Todas ellas interconectadas y con detalles surrealistas que viran constantemente con sopapos de realidad. Pero que dan para escudriñar en aspectos muy distintos, y géneros que se entrelazan. Haciendo de la misma, una de las cintas más disfrutables que he visionado el presente año.



Ese tipo de películas de “segunda división”, donde la historia extrae lo mejor de los actores. Posiblemente, porque no se ciñe a las condiciones que el negocio del cine impone para que las películas de hoy no tengan término medio: O pretenciosas en exceso y forma. O más simples y prescindibles que el mecanismo de un botijo y la utilidad de un lápiz blanco.



domingo, 24 de mayo de 2020

ASAMBLEA de Álex Montoya: Y TRES HURRAS A LA PARTICIPACIÓN!!



Este pasado Domingo disfruté como un chuiquillo del último sainete de Álex Montoya; no desde el sentido peyorativo ni mucho menos, sino desde la concentración y levedad de los alumbres teatrales.
Una hora y cuarto, donde el modus operandi asambleario -tan arraigado a nuestra cultura colectiva- nos da para el muestreo de nuestras glorias y miserias, con forma de fauna humana. Y también de rebote, para hallar el qué de nuestra deriva más contemporánea.


Este director de guerrilla Valenciano bregado en par y mil de miles de cortos, a estirado la zancada hasta lo que se conoce como película, ensayo u ópera prima. Para llevar a la pantalla la obra teatral LA GENT; de Juli Disla y Jaume Pérez. Y hacer del inconveniente, imprevisto o desastre, una oportunidad para lidiar el cierre de salas y la pobreza del microcine, convirtiéndola en una oportunidad; magnifique!!
Basta ver su gran acogida de público en la plataforma FILMIN, además de sus premios en los festivales de Málaga, Rizoma y Alicante.


Pero digamos que la realidad de esta pequeña joya; premios, crítica y arribismos varios al margen. Es su ingenio para trasladar a la pantalla semejante y utópica idea, haciendo equilibrismo entre la comedia, lo abstracto y nuestro autoretrato social. Y a la vez, dejando tanto margen para que el espectador se genere su propio psique; tanto si es de manera autocrítica, como si en realidad somos de los que pensamos que: “Eso solo les pasa a los demás”.
En cualquier caso, ASAMBLEA, gravita magistralmente sobre unos actores en estado de gracia, disfrute y naturalidad del excelente guion de esta maravillosa obra. Y ese es su mayor logro sin duda, además de su vehículo mixto linguístico en catalán/castellano/valenciano, como verdadero hito de la pluralidad real.

Francesc Garrido, Cristina Plazas, Nacho Fresneda y Greta Fernández llevan el peso de la trama, y un objetivo que no halla jamás destino alguno. Con la magistral colaboración de Jordi Aguilar, Irene Anula, Lorena López, Marta Belenguer, Sergio Caballero, María Juan, Abdelatif Hwidar, Juan Mandli y Jorge Silvestre; por orden de protagonismo. Aunque sinceramente, la melé dialéctica del reparto roza por unanimidad la magia instantánea. O dicho de otra forma: La esencia más pura de la interpretación como eje del séptimo arte.
Tanto es así. Que poco importa el quiz de la cuestión o el misterio latente que consiguen, pese a que todo gira sobre un acuerdo colectivo inexistente. Que no hace más que sacudir el polvo del laberíntico ecosistema que representa el ser humano y… ¿su incapacidad de ponerse de acuerdo?

Ya digo. Al final, poco importa para que se reune esa gente, si se pondrán de acuerdo, si hay algo más que una pura relación interesada de los participantes, o si hay una subtrama apunto de estallar.
Porque la auténtica virtud de esta instalación, es la infinidad de vías para construir nuestro propio microcosmos que se desperdigan en una sola hora de cinta: Ágil, cambiante, absurda, y a la vez, de lógica académica. Y de improvisación maquiavélica, cuando se buscan los tres pies al gato sino es que los tiene, y todos vivimos en un engaño. Cuando la participación como paradigma, nos da vía libre.

Esas pequeñeces que todavía me hacen creer en el cine, como estímulo para la creatividad, el ingenio, y el divertimento.
Si tiene P.D y reflexión, mucho mejor.

martes, 31 de marzo de 2020

LA SOMBRA DEL PASADO/2018 de Florian Henckel Von Donnersmark: LA ÚNICA SALVACIÓN ES EL ARTE

 


Ha amanecido un día radiante; como anunciando las borrascas de la semana viniente. Sin embargo, todo encajaba en un estado natural de felicidad exultante y necesario.
He bajado a por mis hiervas que cada noche me infusionan como una tisana de adormidera. He charlado con la tendera a quien siempre se las compro, y ha acudido a mi, una repentina reflexión. De cómo las patologías cognitivas que ya arrastrábamos. Aparecen en estos momentos extraños de reclusión.
Unos – como es mi caso – observando (nos) y desempolvando ese curioso estado de paz que no nos invita - como dicen muchos -: Ha hacer todo aquello que habíamos aparcado por la cosa de la ansiedad cotidiana, las obligaciones y tareas del sistema.
Sino a recuperar un montón de detalles de nuestro pasado, olvidos o pequeñas cimas ilustradas y culturales que nos han formado tal y como ahora somos.

Otros parecen estar a merced del vaivén de la ansiendad que ya arrastraban, y que ponían a disposición del entretenimiento sedante: Ese que no estimula la reflexión, el debate o la perspectiva, y que te deja al ralentí sin más emoción que la queja constante, el no argumento y el confrontamiento con esos elementos a los que siempre les echas la culpa de tus desgracias. O el entrenimiento sin fin, por el mero hecho de desconectar de la realidad.

Se asoman al balcón y hacen de policía política. Salen a la calle engarrotados por sus mismas carencias de siempre, solo que ahora las ilustran en un virus, en la gente como dicen irresponsable y en sus miedos; de siempre.
Se ha confundido la prudencia y la templanza, con la psicosis y el terror que arrastramos a reinventarnos y fortalecernos. Porque si es verdad que la economía se va a la mierda o nuestra normalidad se tambalea. Nuestro reto real es saber extraer el humanismo que hemos ido perdiendo por el camino y sobretodo, la creatividad y la generosidad. Pero la de verdad eh?



Esta sobremesa le he quitado el polvo a ese dvd perdido de Memories of Murder del 2003. Y les he recordado ha mis hijos, que mucho antes que Parásitos nos recordara el Cine de riesgo. Bong Joon-Ho nos descubría esa otra Corea que tan poco tenía que ver con Oldboy y nuestras realidades occidentales.
También me ha recordado Oscar Avedaño (bajista de Siniestro Total) con esta misma reflexión, una de las escasas exquisiteces que pueblan ahora mismo Netflix: Más extraño que la Ficción. Reseñada por aquí hace ya diez años y que ha envejecido maravillosamente.

Y si ciertamente cuesta horrores encontrar películas con guiones arriesgados, o por lo menos creativos a la hora de construir historias. Tampoco son muchas las que le den ese sentido de antaño. Que dotaba al cine de la liturgia teatral, interpretativa o sensibilidad despojada de artilugios ficticios, efectos o frenetismo poco exigente.
Me refiero a esas otras películas de casi siempre factura europea, donde las historias son las verdaderas dueñas del ritmo. Y sumergen en el clímax al espectador, con todos aquellos elementos que el cine actual elude presuntamente, porque nos supone escasos de concentración, sensibilidad o atención. Impacientes por naturaleza; digo yo.


Es el caso de LA SOMBRA DEL PASADO; una de las cintas que más he disfrutado estos días de reclusión. Y que seguramente no tengáis mejor ocasión en la vida ni dispongáis de este preciado tiempo, para meteros entre pecho y espalda 3 horas de filme.
Dato éste, que ha hecho que la tuviera aparcada en el trastero más de seis meses. Y que ahora, conociéndome, no entiendo de la desconfianza cuando tantas satisfacciones me ha dado aquello que ha maltratado la crítica así, en general.
Supongo, y creo no equivocarme, porque la mayoría se centran en aspectos técnicos y teóricos. Y se olvidan totalmente que el cine es mucho más que un producto que pasa por un control de calidad, para valorar esas primeras y superfluas impresiones fallidas.

Si crees que el director de LA VIDA DE LOS OTROS, pretende aquí abordar otro aspecto histórico e ideológico de Alemania. Te encontrarás con una película superflua, poco exigente en lo elemental e incluso ñoña.
Donde se narra la historia del pintor alemán Gerhard Richter a caballo entre su infancia y la trágica vida de su librepensadora tía, el nazismo, la Alemania Comunista y la actualidad. Pero donde ni tan siquiera es la propia vida del pintor la que modula el mensaje real de la cinta; que creo que elude cualquier juicio ideológico o moral a posta. Y donde realmente se quiere transmitir todo lo que significa, o debiera ser el arte en general como una filosofía intangible sin pautas ni retóricas.

Y admito hay cierto desequilibrio en las interpretaciones; de brillantes y también de tan pulcras que rozan lo mediocre. Que algunos saltos argumentales no tiene explicación ni criterio. Incluso que… se potencian momentos dramáticos o de pseudothriller sin demasiado acierto. Ahora:
Yo no soy de los que cuando se dispone a disfrutar de cualquier disciplina creativa (cine, música, literatura o artes plásticas etc). Se arremanga y saca la lupa y el látigo de fustigar, no. Si abro los poros y azuzo las zooxantelas, es para que los sentidos hagan su trabajo y la mente… La mente ya sacará sus propias conclusiones; o no: Que a veces y por lo general, lo que cuenta es el placer o la emoción que te provocan las cosas y chimpún!! Que no se pierda el instinto.
Y que luego surge un debate? Como aquí, que os lo explico y tal. Pues muy bien. Al fin y al cabo habrá que explicarlo para incentivar y esas cosas, aunque la mejor opción siempre es atreverse para sacar cada uno sus propias conclusiones.

Lo que si puedo garantizar es que LA SOMBRA DEL PASADO es una película que pese a su longitud, es realmente accesible. Muy disfrutable – incluso más de lo que uno puede sospechar – pese a que la temática/sinópsis puede parecer poco atractiva.
Y lo es, no porque como dicen las críticas oficiales sea: Superficial, cargada de clichés, sentimentalista y ramplona con personajes unidimensionales. Si no porque como ven, hay cine que se hace para el espectador, y otro que es la coartada perfecta para desacreditar la sensibilidad de los mismos.
Seguramente no sea ésta, una película para todos los públicos; o por lo menos para los que atiborren inmensas salas multicines. Pero es un mísero oasis en un secarral de exceso de efectivismo y nulo estímulo. Que arriesga en la forma poliédrica de exonerar al espectador discurriendo como un rio. Sin apenas alterar la opinión de quien la ve, con una sutilidad a mi entender maravillosa y poética. Es también un ensayo fantástico sobre el arte, la libertad y la naturaleza altamente inspirador. Me encanta esa manera poco convencional en la que los personajes no se pronuncian ni desvelan con claridad los sentimientos, todo tan teutón. Y a la vez con evocaciones al romanticismo gótico de James Yvori, y esas películas donde es más relevante lo que callan los personajes, que lo que nos muestran.
En fin… Creo que es una película que merece un visionado y que es un estimulante ejercicio de libertad personal. Ahora que los dilemas existenciales y sociales ponen a prueba nuestra sensibilidad y nuestra creatividad.
Háganse un favor y suerte lastre. Solo necesitan tres horas para si mismos ¿me van a poner excusas?

sábado, 22 de junio de 2019

LA TORTUGA ROJA & CASTAWAY ON THE MOON: SOLOS, EN SILENCIO Y LA FELICIDAD



Hay penículas para reír con contagiosa e hilarante melodía, para desangrarse llorando e incluso para poner el piloto automático y desconectar en pos de abrumadores efectos visuales e imágenes a toda velocidad.
Hay gustos, tantos como colores y tonalidades en la paleta; gustos para todo y tutti.
Y de eso, la industria del entretenimiento sabe un montón y nos tiene desde hace un montón, un plan preparado para alabar el: “una imagen vale más que mil palabras”; cierto?…. O no…

También hay placeres solitarios -además de la masturbación- para construir nuestro propio imaginario a capricho personal: Sin entrometidos, influencias externas o condiciones.
Para quienes matamos el tiempo juntando letras y soltando lastre; nuestra mejor aliada. LA SOLEDAD
La misma que te empuja en una hipotética hipérbole. Y adentrarte remo en mano al infinito mar, con una caña de sedal laaargo laaargo. Buscando en el lecho marino, todo aquello que otros extraviaron, ignoraron o no quisieron por desprecio.

Estas dos cintas en efecto, no son en absoluto de rutilante actualidad.
La primera: la Francesa LA TORTUGA ROJA.
Ya cuenta con tres años, y sinceramente. Me extraña una barbaridad que no se le haya hecho apenas mención en éste, nuestro mundo blogeril de formato casero; por lo menos que yo sepa.
Y la segunda: Coreana CASTAWAY IN THE MOON. Incluso con unos cuantos años más; diez, en concreto.



La primera la vi hace dos años y sinceramente ya sea por pereza. O porque cada vez me cuesta más ponerme a escribir sobre cine sin caer en las típicas exposiciones, tecnicismos o coletillas. Para acabar convirtiendo esto del placer cinéfago, en una materia con prospecto y bondades paliativas; que en serio, me aburre soberanamente.
Pero fue recuperar este último filme del Coreano Lee Hey-jun en una tarde modorrosa de invierno, alabada como comedia y mis ganas por poner el piloto automático… Que mi sorpresa por su inflexión a la hora de tratar la opresora debacle actual (esa que ya nos metieron con vaselina hace años y a la que ya estamos sojuzgadamente acostumbrados). Y ese punto de bizarrismo Coreano, tan omnipresente en sus maravillosas películas. Para exponer en clave de “comedia”, la desesperación humana, la soledad y una poesía de júbilo final.
Me ha hecho reconsiderar la conexión – aunque aparentemente antagónica en cuanto a estilos – perfectamente compatibles en alegatos humanistas, liberadores y reflexivos. De dos de las películas, que más me han emocionado últimamente.

Así que digo yo… Sería una injusticia que entre tanta serie y falta de chicha cinéfila; por lo menos a grandes rasgos. Que el avance del tiempo pierda en el olvido a semejantes joyas.

LA TORTUGA ROJA: Es para quienes crecimos enterrados entre pilas de cómics, tebeos e imaginativas ilustraciones. Lo más cercano a imaginar o visualizar en la gran pantalla, una historia de Frederik Peeters o Jean Giraud.
No solo porque sus ilustraciones en movimiento se apoyan en las texturas del lápiz y la tinta coloreada. O porque las mismas exploten la sensibilidad y la extraordinaria belleza de su paisajística y desoladora fotografía. Sino porque todo ese minimalismo gráfico, conecta con intrínseca naturalidad la tradición ilustradora francesa con los estudios Ghibili. Quienes la auspician, cuando se temía por su continuidad tras la muerte de su fundador Hayao Miyazaki.
Pero al margen de ese invisible tapiz visual que entreteje a clásicos como: La Tumba de las Luciérnagas, Mi Vecino Totoro o el Viaje de Chihiro. En el respeto originario de la animación hacia el papel. Es, la historia:
Que emerge como la verdadera y más mágica de las narrativas, donde la desolación, la fábula mágica, la naturaleza, el amor, y los ciclos de la vida. Se despliegan con una armonía casi Zen sobre una preciosa banda sonora y sin ni un solo diálogo.
Como una alegoría entre la ausencia de textos y las imágenes, y donde sin embargo. Esa misma historia es capaz de dar la plenitud que otras producciones animadas han sido incapaces de lograr sin un aparatoso despliegue de medios. Y que la historia gráfica tampoco es capaz de conseguir sin la complicidad del lector.
Aquí pues, es un todo. Un regalo para grandes y pequeños por su mensaje poético, por la libertad sin condiciones a la hora de que el espectador construya su propia moraleja o lección de vida. E ilimitada a la hora generar sensaciones, sí, sin un solo diálogo.
¿no es mágico?
Y en la que un náufrago a su suerte en una remota isla desierta. Descubre en el abandono más absoluto, su insignificancia y el abrumador susurro de la naturaleza. De su instinto superviviente, a la desesperación. De sus miedos, la resignación, la rabia, el consuelo… Y la exuberante poesía del silencio, cuando solo la música y las imágenes son capaces de transmitir tanto como la danza y la expresión de dos cuerpos.
En realidad esta película animada es como un viaje por la vida. Un alegato a la existencia, y la poca trascendencia del ser humano en el universo si se es engranaje y no conductor.

Las dos cintas se dan la mano cuando nos presentan a dos seres humanos desprovistos, desesperados y solitarios. El siguiente sin la sensibilidad y aflicción del protagonista de La Tortuga Roja desde luego.
Pero con la misma ternura y piadosa empatía para con el espectador, lo juro.

CASTAWAY IN THE MOON nos presenta al típico inútil milenial, ahogado en la propia mierda del sistema: Endeudado, arruinado y dependiente de la tecnología al borde del suicidio (tan inútil que ni suicidarse sabe) . De una manera grotesca y esperpéntica, según los cánones culturales del cine coreano y asiático, así a lo bruto.
Pero no tan lejos del náufrago de La Tortuga Roja, por inverosímil que nos parezca. No amigos, no.
Uno podrá ser todo lo melodramático y poético que se quiera. Pero Kin Seong-Geun también tiene su drama personal, por muy materialista que nos parezca y carente de misericordia. Y poca broma con el suicidio en Corea, donde las tasas de suicidio de estudiantes y ejecutivos por las exigencias sociales son alarmantes.
Que la alegoría a la madre naturaleza de la gran tortuga es infinitamente más emotiva, que el anhelado sobre de Fideos Instantáneos con salsa de Judías de Kin; puede ser, no lo dudo.
Pero a la práctica, el ejercicio de crítica existencialista a la sociedad actual donde se dota al individuo de un poder infinito; siempre y cuando le sigas el rollo al sistema. Y la verdadera insignificancia del mismo ante la madre naturaleza y nuestro origen primitivo. Es exactamente igual, y nos lleva más o menos a las mismas conclusiones.

Pero al lío que me desvío.
Kin Seong-Geun no logra suicidarse y va a parar a un islote colindante a Seúl y sobre el río Han, a escasos metros de la ciudad. Pero ah problema!! el personaje en cuestión no tiene ni pajolera idea de nadar. Igual que yo hace escasos seis años; con lo que supondréis mi empatía y comprensión con el susodicho.
Así que el largometraje narra las peripecias de dicho lerdo en su afán por por escapar y/o sobrevivir rodeado de inmundicias y mierda varia que la corriente arrastra al islote desde la gran urbe. A lomos de un ritmo narrativo y odisea algo ridícula muy cercana a los Hnos Coen. Lo que de principio parece una chorrada de dimensiones simplonas, se acaba convirtiendo en una oda a la soledad y a nuestra propia realidad, por absurda que parezca.



Por el camino da tiempo a sentirnos identificados; tan poderosos y capaces como nos creemos. Pero a reconocernos ya, como víctimas reales de los prácticos interfaces amigables y apps que tan fácil nos hacen la vida. Donde es visible a diario, como la gente se va olvidando ya de hacer cosas con las manos y a usar su instinto para sobrevivir al día a día.
Aquí a risas a costa del inútil, condescendencia y al final cariño. Hay espejos en los que mirarnos y también un idilio amoroso invisible y en la distancia, con una Hikikomori. Que acaba siendo un alegato a la libertad y una reflexión al fin y al cabo, sobre la levedad del ser. O si se quiere, el verdadero origen de la felicidad lejos de muchos bienes materiales.
Suena utópico y superidealista, pero en el fondo es la única culminación hacia lo más parecido a la tan manoseada felicidad.
Que supongo que cada uno a lo suyo con SU felicidad; dios me libre. Pero que queréis que os diga.
Yo que crecí sin apenas lujos ni caprichos, de familia de campesinos y pastores. Cuando mi padre dejó las ovejas y se vino a Barcelona con sus 5 hijos sin saber leer ni escribir, para acabar dedicándose a hacer Barricas y criar Canarios. Lo poco y escaso es lo que más nos ha unido como hermanos. Buscar nuestra armonía con curiosidad infantil y sin ningún tipo de complejo ni vergüenza por ser ignorantes luego, curiosos.
Lo que más me place en la vida es darle la vuelta a las piedras que pisamos para ver que sucede ahí debajo. A aprovechar los sentidos de la naturaleza: Oler e interpretar, observar lo insignificante más que lo deslumbrante, escuchar el murmullo y no los gritos, tocar y herirte un poco si hace falta porque en la cura está la superación. Y absorber cual esponja marina para liberar y oxigenar.
No se si es la felicidad, pero si el vivir.