domingo, 27 de marzo de 2016

CRUCES, CRUCIFICADOS y TESOROS ENTERRADOS




El pasado Miércoles (último y esperado día de trabajo antes de las vacaciones de la santa semana). Todo cuadró/aba, para aprovechar coyunturas y ganas #claro; escapada incluida a Barna. Darnos homenaje japogastronómico sin demasiados aspavientos. Y su respectiva vuelta de rigor por alguna tienda de discos, con el objetivo de comprar aquello -que por distancia- (es lo que tiene vivir en el quinto coño de la urbe; también lo bueno). Que uno no puede hacerlo, todo lo asiduamente que debiera.
Compras pendientes, que siempre las hay -Vinilos o cd's según presupuesto- de aquellos álbumes que definitivamente sabes que tienen/deben ocupar un sitio en tu estantería; los que te gustan de verdad entre tanta y tanta música.

Por estas casualidades de la vida, la comida nos llevó al MAJIDE: Un Japo que tiene su segundo local en la calle Tallers (la calle de la tiendas de discos por excelencia). Y por esas mismas casualidades, circunstancias, destino, porque tenia que pasar y punto, o vete tu a saber porqué...
Coincidimos con las liquidación de DISCOS CASTELLÓ: Mítica tienda de discos de Barcelona que echaba el cierre, como otras tantas que lo han hecho en esa zona de un tiempo aquí.
Una pena sí. Perder un espacio cultural (porque lo es), igual que lo fueron las librerías del centro, el videoclub Vergara es una auténtica lástima; para llorar. Parece que no nos damos cuenta que además de perder parte de nuestra historia y pasado, también dejamos atrás en un avance sin retorno, un modo de vida en el que se daba y recibía como moneda de cambio. Había una comunicación y un trabajo visible que daba vida al pequeño comercio de Barcelona y a sus calles (els botiguers).

La caída de Castelló no es más dramática que la de otras tiendas años atrás. Quizás más tangible porque ella ya se suma a 5 o 6 (Discos Jesus, kEBRA Discos, EDDISON, la que estaba enfrente de Kebra (que ya no recuerdo su nombre), CD DROME, 7 Pulgadas, Riff Raff... y alguna más que se me escapa.
Castelló no era la mejor ni mucho menos, y no quiere decir que les tuviera aversión o me dé menos pena su cierre. Pero era la más cara, poderosa y si me dejan decirlo, aburguesada.
En años no hizo ni el más mínimo esfuerzo por adaptar el negocio a los tiempos: Apostar por la especialización, la música de calidad o minoritaria, alguna oferta para mover stock, no sé. Puede que en mi desconocimiento esté diciendo una gilipollez. Pero muy pocas veces en los 45 años que tengo y los 800 referencias que poseo entre vinilos y cd's, compré en Castelló. Como digo, los más caros con diferencia. Incomodísimo para encontrar un artista (raro) a un precio tentador. Podían pasar años, y los precios permanecían inamovibles. Podías encontrar discos, con todo mi respeto, de una calidad patética abultando sus estanterías, y no encontrar artistas de obligada inclusión...
En fin, no es que me alegre, pero creo que su cierre es la consecuencia más clara de aferrarse a un negocio, desde el modelo cómodo, inmovilista, elitista, y algo caduco. Me apenó más el cierre de KEBRA, DISCOS JESUS, o CD DROME: luchadores contra corriente, que apostaban por algo que nadie hacía en su tiempo (música diferente). DISCOS REVOLVER, WAH WAH y algún EDDISON'S aguantan. Aun no siendo ni la sombra de lo que fueron, apuestan por la calidad del producto y la dedicación al cliente (el poco que queda)

Así que bueno. Me compré el vinilo de COURTNEY BARNETT (mi disco favorito del pasado año). Y aunque no albergaba ninguna esperanza después de que la semana pasada se hicieran largas colas ante Castelló; por aquello de la liquidación, ofertas y el ansia... sí, el ansia), me acerqué por chafardear.
Evidentemente quedaba un 5% de todo lo que había en la tienda: Ni rastro de vinilos y por supuesto, de grandes y clásicos discos... habían arrasado con todo. Mucho disco que uno no sabe ni a que mente perversa y descerebrada del almacén se le había ocurrido pedir... en fin. Que gustos hay para todo y muy respetable, quien soy yo para juzgar la música que escucha cada uno (gustos/colores). Lo que quedaba tenía pinta de no venderse en 30 vidas, y eso que estaba a un 70% de descuento.

Pero mira tú la ventaja que ha de tener ser raro de cojones. Que bueno, yo no pienso lo mismo. Yo lo que no entiendo, es como con toda la gente que somos en Barcelona y lo heterogénea en gustos musicales y sabiduría. No halla nadie que aprecie el valor de dos discos descatalogados de APPLIANCE, el mejor álbum del exMonochrome Set: SACARLET'S WELL, y el Machineries of Joys de BRITISH SEA HORSES (una de las mejores bandas “postpunk” que ha dado UK estos tres últimos lustros) por 17 euros. Esto ya de mi cosecha y tirando de pasión desatada y defensa por lo paria; musicalmente hablando.
Está claro que jamás en la vida habría entrado en Castelló a buscar esos discos; que su calidad lo vale con o sin descuento. Eso si, me parece una aberración encontrarlos 15 años después de su edición (los de Appliance en concreto), y sabiendo que eso ya no se va a vender ni a tiros. Marcados a 17euros y pico, y 15 respectivamente. El Gatekeeper de Scarlet Wells que tiene 8 años y también sabes que a estas altura nadie sabe que la inspiradora extensión de Monochrome Set, son esta interesante banda, solo valga 10 euros y no se venda. Y que uno de los mejores discos de British Sea Power se siga esperando vender tres años más tarde por 15 euros; seguramente el precio con el que salió a la venta en su día.
No sé, creo que es tener poca perspectiva. Y poca gana de vender cosas que merece la pena defender por raras que parezcan (que no lo son). Apostar sólo por lo ampuloso y llamativo, y hundirse aferrado a ello...
Los tiempos corren, y si no los sigues y te adaptas al entorno, te extingues. Sea culpa de la poca “cultura” cultural, y de la ignorancia por el esfuerzo que cuesta crear algo, que tenga la gente.

Lo que me lleva a una reflexión:
Tenemos Internet, par y mil de miles de festivales especializados, parece que ahora hay púbico (cuando hace 28 años éramos cuatro cabras descarriadas clamando en el desierto). Parece que la gente conoce, aunque sea por el nombre, ciertos grupos que en tu época no conocía ni el tato...
Y sin embargo, hay como un vacío existencial. Un limbo casi transparente, translúcido e invisible que no es que no se conozca, es que no existe en las hemerotecas. Creemos que internet lo cubre y escanea todo pero no (por suerte), solo lo verdaderamente multitudinario y masificado. Todavía hay cosas por conocer, descubrir y reivindicar. Y no va a venir nadie a llevarnos de la manita, ni hay un mesías sobre el que recae el poder sobre lo bueno, lo malo y lo aconsejable. 
Lo cual... me debería entristecer... pero me reconforta. Pues no hay mejor empresa en la vida que la de no conocer y buscar a la vez. Contra la cantidad: La calidad y la variedad. Muévete y busca tu propio camino zagal!!

jueves, 24 de marzo de 2016

CONTERNO_ BARBERA D'ALBA (CASCINA FRANCIA/2012)... NOCHES QUE SALEN AL PASO




Azienda Vitivinicola Giacomo Conterno
Monforte D'Alba
Pago de Cascina Francia
Graduación: 14%
Uva: Barbera del Pago de Cascina Francia 100%
20 meses en bota
Precio: 35 euros aprox.
94 puntos parker

Anoche nos ventilamos una última botella de dos de Giacomo Conterno que traje de Alba. Son esos momentos que salen al tu paso, se interponen y de los que sabes cual ha de ser la elección, el momento. No necesita solemnidades ni fastos. Básicamente porque son los buenos y los que usan el resorte de la amistad y la compañía para comunicarnos, querernos y hablar. Hablamos tan poco... ¿no es cierto?

Con la primera aluciné sin llegar a tocar el cielo (por eso siempre hay que comprar dos): Acariciar a tientas, por un pasillo laaaargo y estrecho. Usar el tacto, los sentidos y ver como te pierdes en un laberinto de señales equívocas. Te vuelves a encontrar, ordenas recuerdos, memoria y afinas la puntería.
Pero casi siempre es la segunda, la rotunda y la que te hace dilucidar.
Una Barbera que da al traste con la idea que el tanino ha de ser abrasivo, astringente. Que sus vinos cortan tendones y solo quieren comidas potentes para plantarles cara. CASCINA FRANCIA no. Es fina, elegante, perfumada de bayas, yogur griego con fresas y moras; muy láctica y silvestre a la vez.

El bajo bosque es a tocar, el musgo, los helechos y hasta la brisa matinal en las lomas de Treiso te despeinan. En boca está la personalidad inquebrantable de las Barberas de Serralugna, ligeramente mineral, con madera húmeda y un poco de ahumado. Esos sarmientos que usamos un buen día de sol para curarnos por dentro y fuera. Para santificarnos padre y señor nuestro, amén. Milimétrica y con tanta alma e identidad.
Nos habla de sus paisajes, sabe a Piamonte, te susurra al oído suavemente. Te posee y adormece... y da por bueno subir al cielo o caer hasta el infierno; que uno nunca sabe si es el perdón o el pecado el que más nos satisface.
SALUT!!

lunes, 21 de marzo de 2016

21 EDICIÓN DEL MINIFESTIVAL DE MÚSICA INDEPENDIENTE DE BARCELONA... ESAS ALMAS DESCARRIADAS QUE BUSCAMOS CONSUELO




Cruzar la ciudad de Barcelona en una fría noche de Marzo tiene su encanto. Inconcebible para los que solo se mueven con tacatá y de la mano, a aquellos actos multitudinarios fardones y catedralicios. Los que nos desplazamos por vocación emocional y nostálgica, nos pasa al contrario; un poco como los pioneros del lejano oeste:
Las travesías tienen de inconvenientes, lo que de particulares e indistintas, las motivaciones personales de cada individuo allí presente.
Son esas irregularidades que escapan del control de calidad de la cadena de montaje, y que te enamoran: esa falange más larga y desproporcionada, esa naturalidad para llevar la vida, y esa pasión desatada que siempre escondes en el doble fondo, para compartir sólo para los comunes; que no son muchos... y nos llaman raros.
El Minifestival de Música Independiente de Barcelona, al igual que IndiePopFest de Madrid. Recogen cada año con esmero, dedicación y buen gusto, aquello que algunos despreciaron por minoritario y escuálido. Y podrán creer que cada año nos sorprenden? Para que algunos crean que la exquisitez no esta en las manos de los damnificados.


En una tarde/noche longitudinal de Sábado dicharachero. Me dejé caer desde el Vallés Occidental hasta el Llobregat circunvalado entre luces de posición, zizagueos y peregrinajes a la gran urbe. Nosotros nos íbamos más lejos: allí donde se pierden de vista las vallas.
No es que este muy lejos, si tenemos en cuenta que Barcelona se cruza en media hora. Pero para los que nos hemos criado en la periferia, tiene parte de encanto escapar de lo de siempre; no todo tiene porque suceder en la capital. De echo, los de entonces ya crecimos con esa idea de que lo verdaderamente merecedor ha de costar. En los 80/90, gustarte el indiepop era sinónimo de no existir, de ser transparente, y demasiado ambiguos para ser catalogados ¿era eso ser “indie” acaso?


Eso sí, en un Sábado atareado al segundo. La satisfacción de emplearlos en cosas realmente gratificantes: Cocinar para mi señora madre octogenaria larga, bebernos mano a mano una copichuela de vino ante un plato de lentejas. O echar un café en el bar de enfrente en mi viejo barrio Badalonés para chafar luego la oreja en mi habitación de soltero. Son ese tipo de cosas que hago cada sábado y que me teletransportan a años luz de juventudes lampiñas. Y salidas en busca antros perdidos donde escuchar buena música.
Así que trashumar hasta el Prat del Llobregat, para escuchar aquello mismo que buscaba con 19 años. Es como volver a rememorar décadas aventureras, en las que éramos pocos los que clamábamos en el desierto algo, entre lo exclusivo y personal. Esas canciones que parecían haber sido compuestas para nosotros, nuestra intimidad y nuestra atormentada o incomprendida fragilidad: POP de hilado fino, melodías quebradizas y factura tan simple como efectiva.
Por mucho que me pese haberme perdido a Kinsale, Ex-Cèntric, Her Little Donkey, Die Katapult, Alexandre Lacaze, o los Suecos Star Horse. Cuando los quehaceres han sido empleados en tan reconfortante empresa; incluido el bocata de pollo con queso que atendí en el bar del otro lado de la calle. Pues que queréis que os diga, benditos sean; con todos mis respetos. Que uno llega donde llega.


De todos modos, visto lo sucedido en la flamante como coqueta sala LA CAPSA (recién remodelada). Solo puedo postrarme ante semejante alarde de imaginación, buen gusto y como decía mi madre: Saber darle tres bocados a un cañamón. O lo que es lo mismo. Gestionar tan nimios recursos, y poner cada año el listón entre lo inigualable y selecto.
Por desgracia, pocos son los que se atreven a montar un festival de género, y superarse cada año.
Y es una pena, vamos, que los 13 euros que costaba la entrada atraiga a bandas de tanta calidad con los tiempos que corren, y el público siga siendo tan llorón y caprichoso. Ni imaginarme quiero, el caché que cobran estos artistas, cuando otros se dejan una semanada en un macrofestival.



Los franceses AUTOUR DE LUCIE, la joven y desenfadada banda Londinense DESPERATE JOURNALIST con su flamante debut. Y dos pesos pesados de los que has pasado vidas enteras, esperando verlos por estos lares: La escocesa EMMA POLLOCK (líder de THE DELGADOS), y THE POPGUNS. Estos últimos, como una de esas bandas fetiche, que mantuvieron viva la llama del tweepop trotón durante la década de los 90.
Dieciocho años más tarde han regresado con un disco bajo el brazo. De aquellos que rubrican su accidentada carrera, en una especie de doctorado, que recoge la culminación del Pop casi perfecto. Evidentemente la escena más multitudinaria ya no está por valorar lo que significa hacer melodías redondas y sencillas. Pero sí, los que andamos huérfanos de algo que no sea lo típicamente impuesto por modas y tendencias.
El Pop nunca pasará de moda por más que se le reste importancia, básicamente por que igual que el Rock&roll, son parte esencial de la música.


AUTOUR DE LUCIE se difuminaron igual que lo hicieron tantas bandas delicadas, emocionales y silenciosas a principios del 2000. Diez años más tarde, el dúo formado por Valérie Leulliot y el guitarra Olivier Durand han vuelto a grabar ese mismo pop; ahora vestido de electrónica hedonista.
Un disco del que dieron cuenta con la preciosa “Détache” y la noctámbula “Cheval étincelle”. Y que completaron con un fondo de armario repleto de temazos, que ahora, años más tarde. Suenan como salvadoras balizas, cuando se ha perdido el gusto por lo sencillo y delicado. Será por eso que “Je Reviens” me sonó como los ángeles, “OK Caos” pespunteó ese pasado más desnudo, con el actual. Y “Qu'avons-nous fait” casi veinte años después, volvió a sonar tremenda. Un set que se hizo breve por lo ajustado de la oferta, pero suficiente para certificar el buen estado de la banda y su repertorio.




Perfecto anticipo para dar cuenta de DESPERATE JOURNALIST. Un cuarteto mixto que vino el pasado año a recuperar, ese medio tiempo entre Savages y el Pop guitarrero heredero de aquel buscado Stellar de Smitten, The Organ, e incluso de los primeros U2. Eso que hizo que muchos confundieran antaño, donde acaba el pop y empezaba el rock o el postpunk.
La joven e impetuosa Jo Bevan, al igual que lo hicieran otras carismáticas féminas, es el pilar de la banda; además de un Rob Hardy a la guitarra multifuncional soberbio. Su repertorio los avala, plagado de posibles singles igual que aquel pop glaMuroso del debut de Suede. Principalmente porque la chica tiene una facilidad pasmosa igual que lo hiciera Brett Anderson, para hacer del falsete, lirismo, y de su cristalina voz, el contrapunto ideal a las guitarras arañantes.

Sonaron cojonudos, intensos y tan o más efectivos que su homónimo disco. Despertaron los primeros bailoteos de un público mandroso, que solo lograron levantar una buena tropa de curtidos británicos que allí se dieron también cita. Y la atención hipnótica hacia una preciosa joven, que atesora esa emocional rabia que solo se da en las bandas pequeñas que suben desde abajo sin el aval de los grandes medios.
El repertorio se basta para funcionar engrasado y perfectamente conectado con el aquel pasado de Pop cristalino de guitarras. Suena tal y como lo hacían Echobelly, e incluso inspirador por esas innegables influencias de The Smiths. Y sencillamente lo es porque no está contaminado por tendencias, y abarca una parcela que ahora no toca... cosa de las modas supongo.
Con lo poco que me gusta achacar a modas, las enfermizas tendencias.




Mereció la pena la espera y un cartel final sin desperdicio alguno. Repasando los discos en solitario de la escocesa EMMA POLLOCK, se me abrió un apetito voraz que pedía café a garrafas.
La estratégica situación de LA CAPSA, con su bar restaurante y todo; hasta la parada del metro justo enfrente. Lo que digo yo ser más “apañao” que una maleta grande. Hizo por mi, más que la humanidad por el fin del mundo. Era como un cargar las pilas esperando la presencia de la ex líder de THE DELGADOS: Aquella banda que como tantas que pasan y han pasado por este particular festival, cuesta ubicar en un contexto exacto. Bandas que cimentaron su grandeza en ese limbo musical difícil de etiquetar, que las hace con los años, el mejor vocabulario para entender el verdadero significado de la independencia.
Desde su omnipresente “Coming in from the Cold” hasta nuestros días. Una carrera en solitario surtida de un sinfín de colaboraciones. Con tantas ramificaciones, como pausada es su producción musical repleta de surcos profundos y laberínticas influencias.

Hace unos años volví a coger su estela con un proyecto benéfico para psiquiátricos llamado THE FRUIT TREE FOUNDATION, con miembros de la escena alternativa escocesa (twilight sad, idewild, the birthday suite y frightened rabbit entre otros). Un trabajo de los pocos que acaban siendo disco de cabecera con el tiempo; y que aprovecho para recomendar encarecidamente. Me apetecía mucho verla, aun a sabiendas de que seguramente vendría armada solamente con su guitarra, y su voz; más que suficientes.
Tras el impulso anímico de Desperate Journalist, algunos podrían no entender la función de Emma, bajando el pulso a constantes de hibernación.
Pues amigos míos, fue uno de los instantes más mágicos de la noche.

Hecho el silencio, los teclados y bajo de David Mcaulay, y la presencia bajo el cenital de Emma Pollock. Consiguió detenerme la respiración y hacerme flotar sobre su voz de cristal líquido. De esos directos desnudos como los contados de Kirsteen Hersch, Lloyd Cole o Robert Forster.
Esa forma de ver las canciones tal y como vinieron al mundo: Sin colonias con las que hacerlas fáciles y dóciles, sin maquillaje ni vestidos para disimular sus curvas, defectos o virtudes.

Su último disco IN SEARCH OF HARPERFIELD, junto al primero y más enervado WATCH THE FIREWORKS/2007: Dos discos que completan una trilogía musical tranquila, digna de escudriñar en horizontal. Centraron un set breve por la intensidad emocional desplegada, dando una sonoridad particular a su temario. Confiriendo a su última entrega -marcada por la reciente muerte de su madre- una dulzura llena de aristas, rugosidades y formas increíblemente panorámicas. In Search Of Harperfield es un disco muy muy grande, que probablemente pasará en silencio y de puntillas por los medios y crítica especializada. Pero desde ya, y después de hacerme con él en el mercha del festival. Puedo asegurar que será uno de mis discos de este año. De los que se intuyen desde el primer acorde y pasaje, como esas obras que crecen y ganan en detalles y rincones escondidos por cada escucha que se les concede.
Son de los que se merecen una entrada completa, y una disección pormenorizada de cada canción. Sus ingredientes, como las de la artista, tienen una belleza rara que te atrapa tanto por sus rasgos marcados, como por su convincente sencillez.
Se codearon y se entremezclaron entre algunas gemas de su primer disco en solitario. “If Silence Means That much To You” o “The Optimist”, nos desplegaron un tono tan confortable como melancólico. Sonó al final, intercambiando acústica por bajo, “Old Ghost”: Vivo ejemplo del preciosismo de esta última entrega, junto a otras como “Clemency”, “Intermission” o “Dark Skies”. Esas canciones que dan a toda la obra un halo de Pop-folk de cámara tan agradable de escuchar.
Y me dejó al final una curiosa sensación de desahogo, como las que afloran cuando te hartas de sollozar como un desconsolado.

Al acabar nos dejó tiempo para consumir en el portal el último pitillo, mientras charlaba con unos igualmente apasionados asistentes. Esas pausas entre set y set, con tiempo para compartir vía público/músicos, todo el peso de sensaciones que uno necesita vomitar. No recuerdo los nombres -lo siento- me sucede lo mismo siempre: retengo tan poco en nombres, como guardo para el recuerdo (si pasaran por aquí, lo cual dudo, me encantaría que levantaran la mano).
Así que ya consumiéndose la noche hacia la una pasada de la madrugada. El plato fuerte para quienes nos sentimos tan solos en los 90, cuando intentábamos explicar a alguien las virtudes de esta grande, como insignificante banda de Brighton. 
 

THE POPGUNS tendrían el honor de echar el telón a tan increíble cartel, y trasladarnos por un instante a aquellos tiempos de Sarah Records, Creation, Cherry Red, de TweeKitty; de eso que ahora llaman C-86, y no es más que Pop orfebre de periferia. Ese que se hacía por el mero impulso de los 60 o por conservar esa inocencia maldita de adolescencia.

Wendy Morgan -su cantante- salió radiante de felicidad; sonrisa impertérrita. Y no es para menos. Con semejante disco bajo el brazo recién publicado, después de 18 años de silencio. Y blandiendo una forma tan envidiable sobre el escenario, como a la hora de componer Pop sin fecha de caducidad. Daba un poco lo mismo que nos deleitara con algunos clásicos como su cierre “Waiting for the Winter” o con la que abrieron, “Stay Alive”.
Tiraron de garra y un punto de Pop más rockero que saltarín; esa parte que siempre los unió con un pasado más caústico. “We Don't go Round there Anymore” es un claro ejemplo de atemporalidad y sonido americano.

Un tema inédito que sonó glorioso junto a “Because He Wanted To” de su primer Lp. Consiguiendo un punto álgido de la noche junto a “Still a World Away”. Entre fans de la banda venidos del reino unido que rebasaban la cincuentena, con mucha ganas de bailar. Y atónitos del lugar, que no están acostumbrados a estas expresiones tan naturales de fervor popero. Todo eso, dio a la noche esa magia sin límites de edad ni caducidad, que solo el IndiePop es capaz de mantener.
Las canciones de Popguns ejercieron de resorte, claro está. Su repertorio siempre incontestable: “Lovejunkye” que nos adelantaba hace dos años su regreso a los estudios. “Landslide” y esa conexión perfecta con los Wedding Present de George Best de los primeros 90. El gesto pese a tener un arsenal de temazos y el poco tiempo del set, para marcarse más inéditas como “Beaten Up Guitar”. Lo cual da idea de el momento creativo en el que están; más que nada porque las dos sonaron sobresalientes.
Sonaría hacia el final esa oda Poppunk llamada “Bye bye baby” de su SNOG del 91. Y se nos hizo tremendamente corto esas escasas nueve canciones, para los 25 años de espera; como es natural.


Pero al final, incluso puesto a quejarme por la ausencia de una de mis favoritas: “Second Time Around”. La sensación pletórica de volver a revivir tiempos veinteañeros, cuando no había “escena” tal (aunque en realidad nunca la haya habido propiamente dicha). Ni un público más o menos masivo para dedicarle ni radios, revistas, y mucho menos clubs.
De todas maneras -y alargando hasta el final esa nebulosa memorabílica- los que habíamos, removíamos cielo y tierra en busca de esos sonidos minoritarios. Era la unión que da la fuerza, y el poder de hacer las cosas con pocos medios. Más o menos como este meritorio Minifestival IndiePop de Barcelona: 21 ediciones picando piedra y haciendo... que no todo sea siempre igual. Larga vida!!



PD. La noche, de las pocas que son en Sábado, acabaría rindiendo homenaje a esas LAS NOCHES #cualquiera, que suelen ser las mejores y a celebrar. Con mi buen amigo y compañero de trincheras #Luis Le Nuit en Kotton Club. No pudo venir por asunto de sesiones, pero volvimos a casa juntos; como antaño.
Ni que sea para compartir detalles, pormenores de la noche y sus bestias, de lo que cuesta tirar para adelante, y que sea cerrando con un ilustrador MY WAY de FRANK SINATRA.
Hasta se me escapa la lagrimilla... tantas y pequeñas cosas que hacían grandes las noches y la amistad.
@SALUTE!!


sábado, 12 de marzo de 2016

MILES KUROSKY ECHÓ A VOLAR..... COMETAS (THE DESERT OF SHALLOW EFFECTS_2010)



Dicen que lo vieron volar por última vez cometas en las playas de Acapulco. Otros que se lo cruzaron en una avenida concurrida de Monterrey, vendiendo imágenes de la Virgen del Roble.
El caso es que fruto de mi osada imaginación o rebotando contra la cruda realidad, soy de los que prefiero dar aire a esas mismas fábulas que se alimentaban de Beulah; su antigua banda. Para trazar líneas más gruesas y visibles si se puede, en lo que hace de los recuerdos; vapores condensados y difusos.

Desde el júbilo de esas cosas buenas que se hacían esperar en “Emma Blowgun's Last Stand”. A la melancólica “Wipe Those Prints and Run” que cerraba su último álbum. Si tuviese que enumerar diez o veinte discos a los que he recurrido a lo largo de mi vida, para confirmar su grandeza y empacharme de la misma; uno sería The Coast is Never Clear. Y entendedme, no me refiero ni a obras maestras ni a discos ejemplares, sólo a aquellos que tú y yo sabemos: Obras con sus imperfecciones/virtudes, nacidas para dar eso que uno les pide y cuando/como lo necesita. Discos en definitiva, para que dan placer cuando más nos duelen.


Quince años son ya los que se cumplen de aquel THE COAST IS NEVER CLEAR/2001 con el que se me aparecieron: Un disco que debería ser de obligada escucha. Aunque solo sea para volver a meter la cabeza en ese Popfolk psicodélico que campó por los pliegues del nuevo milenio.
Jóvenes como éramos a la treintena tempranera, de planes, proyectos y bocetos. Los noventa habían quedado atrás y con ellos, esa sensación plomiza de que algo había cambiado. Y fíjate tú, que han tenido que pasar quince años para certificar la muerte de algo: un espíritu, el pulso de la espontaneidad o vete tú a a saber qué. YOKO/2003 ya nos contaba esa sensación de crecer, envejecer y hacer de la sabiduría una pócima que te marchita. Mirar al horizonte con la expresión fruncida creyendo que es el sol que te deslumbra, y que sea en verdad la solemnidad de la perspectiva la que nos ahueca las entrañas.


Volver a colgar las coloridas y floreadas cortinas, con las que nos vestimos en aquellos primeros negros años del nuevo milenio. No tiene mayor fin, que el de aquel viejo amigo que se cruza en tu camino pasados los años para tomar unas pintas y reordenar el pasado.
Pues es así -casi de carambola- cuando recurro a ese disco del 2001 para pintar la cara a las tristezas. Y descubro con morriña unas tomas en directo de su gira del 2003 extraídas de su póstumo documental “A Good Band Is Easy To Kill”. Digamos que esa sin apenas dudar, es la mejor manera de alcanzar a entender, aislar el alma de la banda, y servirla en el desayuno. Si claro, eres de aquellos a los que nunca les acabó de cautivar la plurimultibanda de San Francisco.
Si al contrario, caíste con los ojos en blanco y la pechera abierta a los encantos de Gorkys Zigotic Mynci, Neutral Milk Hotel, Elf Power. E incluso a deudores de los omnipresentes Big Star. Volverlos a recuperar como yo, años más tarde, es lo más parecido a abonar y regar el corazón para que florezca de nuevo.

Ver lo increíblemente bien que sonaban esas canciones. Escarbar en el pasado hasta el presente. Y acudir estupefacto al eslabón perdido de aquella fugaz banda:
Miles Kurosky (su líder) publicó un último aliento siete años después de su disolución, y nadie se percató de su grandeza.
Por eso dicen (y lo creo a pies juntillas), que el tiempo pone a cada uno en su lugar. El caso de Miles Kurosky no es uno aislado de tantos que sucedieron en un plano tan secundario como invisible: Cadáveres que se resucitan con poco arreglo ya, para resarcirlos y reparar el abandono de uno mismo, y de su legado musical.
Discos que aparecen como un despertar tardío, desperezándose cuando la fiesta ya ha acabado, amanece y no ha quedado un alma para recoger el desconcierto. Que a lo mejor solo sirven para refrescarnos la memoria resacosa, y a inspirar ese pasaje glorioso de nuestro pasado; no lo dudo. Pero que queréis que os diga... Vale la pena imaginarse doce años atrás inmerso en la vorágine, cumpliendo el deseo palpitante de escuchar por primera y última vez los acordes perpetuos de “Don't forget to Breath” en directo. Solo por eso, ya compensa sestear en la nostalgia e indagar por las redes para darse de bruces con THE DESERT OF SHALLOW EFFECTS_2010. Desnudarlo, y descubrir que allí está gran parte de la esencia de esta efímera banda.


BEULAH




La banda de de San Francisco #combo si se quiere, con infinidad de sensibilidades. Acabó separándose tras YOKO: Un disco introspectivo, en el que un poco se disolvían los coloridos de sus impulsivos inicios. Como las acuarelas se corren, entremezclan y emborronan sobre una lámina satinada.
THE DESERT OF SHALLOW EFFECTS, pese a lo que muchos piensen de si Beulah debería haber dado un golpe de efecto, para ser dignos de mención y recuerdo. Igual es que solo fue una consecuencia prácticamente arbitraria del cruce entre Miles Kurowsky y Bill Swam. Esas cosas que pasan de casualidad, y que une a dos geniecillos por incompatibles y porosas que sean sus personalidades. Para que acabaran proyectándose como un conjunto de todas sus virtudes, la esencia y en definitiva...
La idea de aglutinar en un pensamiento entre lo bipolar, surrealista e idealista de Miles por pura magia; culpa o no de sus desajustes mentales:
Un universo curioso, tan cerca de la lucidez como de la locura. Capaz de traducir Pop, Folk, Psicodelía hasta algo de la lisergia de los 60/70 y convertirlo en pura armonía. Entre todo ese batiburrillo él, y la misma visionaria perfección del caos que tenía Brian Wilson.


Es fácil que pongamos el reproductor en marcha. Y al escuchar “Notes from the Polish Underground”, nos vengan de golpe esa vaga idea del Folk fabulador entre lo de Jethro Tull y los Beatles. O cuando Gorkys Zigotic rubricaban “Bwyd Time” en el 95.
Y perdonad mi obsesión enfermiza. Pero entre el Folclore propio de la zona de origen (Gales, Escocia o California). Y lo que buenamente proyecte en su ejecución el artista en concreto. Hay un pequeño misterio que va más allá del rock que me fascina y obsesiona en lo particular.
Es un poco el contexto cultural que reclama protagonismo en algo tan banal y libertino como el Rock.
Beulah lo hacían, y Miles Kuroski lo acabó plasmando en este álbum. Esa obsesión enfermiza por la que cada crujido, cuerda, viento o ruidito, cuadrara como en un puzzle caleidoscópico. De echo, The Desert of Shallow Effect es como un parque de atracciones en el que cada canción es una excursión: Ni se ajusta a los patrones tal y como empieza, acaba o discurre, ni todo sucede según lo cabalmente previsible.


Mantiene la esencia de su antigua banda, puesto que en el disco como en una especie de reconciliación familiar, colaboran muchos de los miembros de Beulah. Se respira y transpira en “An Apple for an Apple” y “Dead Lenguage Blues” esa felicidad expansiva que tanto bebía de Beach Boys y el sonido Californiano por antonomasia. Pero con ellos todo ocurre de algún modo diferente, mantienen esa especie de libertad salvaje de fanfarria callejera, sin ataduras. Todo suena por la inspiración divina del momento; o así lo parece.
Es “I Can't Swim”... y pongamos que ese frescor mentolado del Pop de los 60. Se pusiera al servicio de alguien que sobre la marcha, es capaz de vertebrar el crisol de influencias de cada uno de los músicos; que eran muchas. Y traducirlo en un estilo propio e inconfundible de mil lenguas muertas y viperinas.

Escuchar “She Was my Dresden” tan delicada y dulce: oboes, trombones, tubas, armonios, los slides que se estiran como la melaza en un caluroso atardecer de Julio. Es lo más. Rugir de placer, igual que aquella gata que te ronroneaba cuando sesteabas en el camastro de casa vieja.
Con “West Memphis Skyline” ocurre lo mismo. Solo que igual que pasara con “Emma Blowgun's Last Stand”, desemboca en un festival luminiscente e infeccioso en ese momento que uno lo da todo ya por perdido y cree que lo han vuelto a dejar en la estacada: Melodías pluscuamperfectas que se recargolan y encajan al vuelo, estirándote hacia arriba.
A medio camino de nuestro bacheado comienzo, “Pink Lips, Black Lungs” marca el despegue: Violines, trompetas puestas al servicio de un Pop radiante. Que deja a la altura del betún, tantos experimentos que se hicieron en el reino unido, deudores de los 60/70 en los revivalistas dosmiles. Hasta la más desquiciada “The World won't Last the night”, sabe capturar la esencia del transformismo sin dejar margen al aliento con esos bongos velociraptors de fondo panorámico. Una canción que muta conforme avanza, igual que una muñeca rusa que se abre y cierra desperdigando

Si creíste en los primeros compases, que el trabajo en cuestión es un experimento sin rumbo. La segunda mitad es una prueba efervescente del universo raro y adictivo que lo compone; de largo mi parte preferida.
Sumergido de nuevo en campos de trigo altos como el cielo, si es “Housewives and Their Knives” la encargada de ejercer de refrigerio. Y rubricar con sus dos últimos cortes; a mi gusto los mejores y más desencorsetados. “Dog in the Burning Building” me parece una puta delicia sin pudor que valga. Un tema que recuerda a esa forma de entender rock&roll, blues y folk para traducirlo en un lenguaje puramente teatral que tenían Violent Fenmes o Madness, por ejemplo.

The Desert of Shallow Effect en definitiva, es un disco que merece la pena escucharlo sin ataduras pero a conciencia. Que hace grande la ya de por si creativa y hermosa como fugaz trayectoria de BEULAH. Una banda breve como aquellas cosas que suceden intensamente, reduciendo el tiempo en un momento.
Ese reducido set en directo que congregó a los pocos fieles que los seguían en su gira de 2003, titulado A GOOD BAND IS EASY TO KILL. Y que hace referencia a una de las canciones de la banda, y al juego de palabras para con la escritora Flannery O'Connor. Es como podéis imaginar, el culpable de este texto, el gratificante encuentro con el amigo recuerdo y su maldita manía por remontar para que todo coja aire. Y sobretodo, lo que hace que este disco brote como un último y agónico estertor. Simplemente para escucharlo, disfrutar de la excursión y la idea de ver a la banda en directo; a 13 años de su separación.
Aunque solo sea con esta entretenida selección de las tomas en directo, que gustosamente han subido los usuarios a Youtube. Y que he compilado en esta emocional playlist.
BEULAH en acción, con un sonido maravilloso y una ejecución para el recuerdo. SALUT!!
 BEULAH_LIVE 2003 and The End: