Ni muerto,
ni de parranda, ni de cañas; chévere cochévere. Chevere!! Pero
cierto amigos es, que si alguien debía patearnos el trasero y
sacarnos de nuestro agujero de muerto en vida, ese era Nathaniel y su
banda.
Un mes
después de nuestra última publicación. Y cuando un servidor mismo,
ya se daba por ahogado en la zozobra de la pereza, el ungüento
sudoroso y esa mirada al infinito de cánula veraniega. Ha tenido que
venir este tipo mitad personaje de dibujos animados y dispensador de
abrazos, a resucitarnos por pura descarga a pelo. Esas cosas que uno
hace sin saber muy bien porqué, pero que visualiza en su imaginario
fantabuloso como un puro acto de instinto salvador.
Ya hace
tiempo que mis actos no los mueve la lógica, lo racional y seguro.
Porque dios!! Si a estas alturas de la película, uno debe guiarse
por los laberintos de la música cogido de la baranda o con andador
¿de que íbamos a vivir si no es de abrirnos paso a hachazos entre
la maleza? No puedo jactarme de ser fiel seguidor de este personaje
de Missouri. Pero la escucha de su último y remozado nuevo disco en
un día de trabajo abrasador, es suficiente sinrazón para acudir en
la busca de su SoulRock de cítrico granizado.
De esto ya
han pasado días; muchos y hasta demasiados. Pero ya sabréis que de
un tiempo para acá ya no hay método ni lógica que maneje a este
blog tan difuso como inconstante. Tantos, que he tenido que tirarme
al monte de Amorebieta para recuperar la cosa esta de escribir sin
razón aparente; o sí.
Razón si la
hay, como la de hacer un crónica de mi último Primavera Sound, de
lo que escuché allí, y de lo revelador del reencuentro: Ver y oír
aquello que uno no predestina y ni siquiera acabas obedeciendo.
Como veis no
ha habido tal crónica. Se empezó, y de la misma manera que la
inicié se pudrió como un plátano al sol. Y es que son la ganas de
disfrutar de los momentos instantáneos las que se anteponen a la
estrategia de urdir un plan; no lo hay.
De esa misma
manera se gestó la idea de ir a ver a Nathaniel Rateliff. ¿Motivos?
Pues no, simple impulso veraniego.
Uno de esos
conciertos tan chulo y guapo como el curioso público de la sala
BARTS. Ya sin el ánimo crítico que me caracteriza con lo que uno
“en teoría”, debería encontrarse en un concierto de esta
índole. El flujo de las modas que lo llaman y que lleva de la mano a
la gente supongo. Yo. Yo soy de ambientes más cutres, temerarios y
de monstruo de feria.
Pero vamos
que aun mascullando, lo hago más por puro “voyeur” que por
importarme; que es poco o nada. La facultad de las especies para
sobrevivir, mimetizarse y adaptarse a ojos de los demás es más
divertido que enrocarse.
Arranque
trepidante como el de las pole de las motos el que imprimió
Nathaniel con “I Need Never get Old” y “Look It
Here”, quemando goma de salida. Dos canciones que ilustran a la
perfección de lo que va este larga duración con vuelta de tuerca
incluida, donde el amigo aparca su folk rocoso para que sea el Soul,
el Rhythm&blues, y esa base de rock impulsivo la que se sume a su
particular forma de entender la raíz, y escupirla.
Se puede
teorizar sobre la autoría, lo que uno puede creer que es más
auténtico según su bagaje en cuanto a los clásicos. O si me
apuran, qué mide lo comercial, popular o sucedáneo. Pero lo que es
incontestable, es que este invento con los The Night Sweats entra
como un tiro. Tanto en esa fórmula fácil de temas trotones como los
anteriormente citados, o el “Trying so Hard Not to Know”;
que sonó hacia el final. Y claro, su parte más de arrumaco con
ronroneo que tanto recuerda al Van Morrison más accesible con
“Wasting Time” a la cabeza; por ejemplo. Junto a “I've
Been Failing” fundiendo en blanco y negro.
En
cualquiera de sus formas: el gradual vozarrón que sale desde sus
pies puede con todo. Tiene ese brillo que te atrapa, y la banda:
Sobretodo en su parte rítmica. La misma compresión que un motor
bien ajustado.
Su último
disco se basta y se sobra para incendiar cualquier sala (una más
reducida hasta mejor).
Pero quedan
bastantes joyas en su discografía para dar pie a la investigación,
como la descomunal “Out On The Weekend”; con golpe de
efecto incluido. Esa “Parlour” que engarza a la perfección
con la balsámica “Mellow Out”... tutututútu...
Predecesoras en tiempo como “I Did It”, o el detalle final
con la versión del “The Shape I'm in” de The Band.
Se permitió
hasta la licencia de silenciar del batiburrillo, el deslizar James
Browniano, y el jolgorio que hace de sus conciertos. Para
enmudecernos y elevarnos con sólo su voz y el escurrir de sus
cuerdas, en esa versión a pelo del “I'd be Waiting”
Ese tipo de
cosas que suceden en mitad del tumulto, y te bajan bajo tierra. Allí
todo suena más acallado, ciego, y en esa ceguera la desnudez casi
siempre más preciosa.