jueves, 21 de marzo de 2013

XAVI MOYANO_ MANUAL DE CONFECCIÓN PARA UNA CIUDAD COLLAGE / 2013.Produktiva Records





Adoro levantarme temprano los primeros días de Primavera: Ver que a las siete ya se cuela la luz del día por cualquier resquicio de las persianas, oler en el patio de luces el café recién hecho. Desperezarte y darte las primeras garfadas con agua fresca, y abrir la galería para observar como la gente se pone en marcha con la intermitencia de los minutos: Los laboriosos madrugadores, los servicios de limpieza, las madres, los niños...
Las canciones y el autor que nos ocupan, tienen un efecto catalizador parecido; con total certeza, el colchón musical idóneo para organizarse un día cualquiera.

Xavi Moyano se puso manos a la obra en este duro mundo de la música de supervivencia hace seis años, con su banda embrionaria POLISCOPIA; quizás porque la rutina de su labor docente como profesor de Historia en Institutos, necesitaba de otro tipo de historias más identitarias. Aquellas que nos forman desde dentro con  las vivencias, los desamores, y las cúspides existencialistas de nuestro día a día. Aquellas a las que se les pone música y acaban por recitarse mientras nos merendamos el tiempo en un acto de autodeterminación continuo y cotidiano.
Si su aventura en clave de banda llegó a un punto de inflexión trascendental, su reciente aventura en solitario no hace más que reafirmar la dirección de sus composiciones. Una decisión que surge desde las verdaderas tripas de la vida, de la lucha por ocupar un lugar digno y sobretodo de un camino que llevó Xavi a dejar su tierra, Gandía, y a establecerse en el Raval de Barcelona para compaginar la supervivencia en el maltratado mundo educativo con la de cantautor redentor. Todo eso se cita en los nueve cortes de este proyecto autofinanciado, donde brillan con una luz propia una producción e instrumentación exquisita a cargo de Albert Jordá.



En cualquier caso, son las letras las que acaban por empujarnos al universo de XAVI MOYANO, y a su particular forma de construir la dualidad que rige música, letras, y el juego de éstas últimas dan para confeccionarnos nuestro collage personal. Desde su single más directo y optimista, “Por mi parte me parece bien”, hasta la más oscura y reptante “Desmaquíllate”, una de mis preferidas. 

El disco mantiene un fulgor de road movie del que se pueden extrapolar viajes de largo recorrido, viajes a pie de calle, viajes mentales propios del “Pasley Underground” o del Nuevo Rock Americano; como refleja por ejemplo “Yo también pasaba por allí”, una pieza clave que refleja toda esa sensación de viaje continuo ya sea físico o imaginario.

Pero desde luego la virtud innata de este trabajo es principalmente su efecto desencadenante de infinitos contextos, para el que como yo ve creciendo el disco en cada escucha. Puede que por la ausencia de estructuras y estribillos predecibles, por su indisciplinada falsa apariencia de música de autor, o porque simplemente es un disco donde las canciones salen a flote con tanta naturalidad como rasgos propios atesoran: Las eléctricas “Las Narcopijas de Mestalla”, o “La mujer Vapuleada” que rompen con la equívoca idea de que es otro de tantos trabajos acústicos en solitario. 


¡Viva Portugal!” como una de las más preciosas y emotivas del disco, en la que se nos encomienda a la revolución pacífica y cultural. “Tu prefieres no saber” biográfica exposición de aquellos satélites que nos intentan moldear, y el impulso irracional por seguir nuestro camino. O “Este es mi grito”, que con la cadencia de una procesión ensalza todo aquello que mejor se plasma en la obra con pausado, pero determinante paso : Canciones medicinales y curativas para un día cualquiera de nuestra vida que desprenden ese perfume reflexivo de quien ordena su vida pasada a base de inconformidad y la pone a disposición del oyente.
 



Bajo el paraguas del Pop de orfebrería, transpirando lecciones Dylanianas. Adoptando para si la postura de otros cómplices coetáneos como Fernando Alfaro, Antonio Luque, Nacho Vegas, Refree o el mismo Joaquín Pascual, como una nueva especie de contadores de historias al margen del Mainstrean. O más lejanos en tiempo e influencias conceptuales, que de género como serían las de Rolling Stones, The Modern Lovers, Bob Dylan, Wilco, Eels, o el joven Neil Young. 

Xavi Moyano ha conseguido con su nimio sueldo recortado de profesor interino, la incontestable ayuda de buenos músicos y mejores amigos y sobretodo con un gran dosis de ilusión y pasión;un disco que se hace querer, convirtiéndose en inseparable compañero de viaje tal y como gana con cada escucha.


 ESCUCHA Y DESCARGA EL DISCO DE FORMA LIBRE:
  

 

lunes, 18 de marzo de 2013

No mires a los ojos de la gente... EL PAIS DEL MIEDO_ ISAAC ROSA Seix Barral_2008








Que la vida pasa como un vendaval sin tan siquiera dar tiempo a carraspear, es una conclusión ha la que he llegado yo solito y sin ayuda: Tan fugaz e impaciente que nunca da pie a la decisión meditada, tan cruel e injusta que te abandona sin dejarte hacer cuentas ni inventarios, tan infiel y ordinaria que se larga con el primer adolescente que se le insinúa. Puta vida!!, como suele decirse en arrebato de maldición.

Recuerdo con cierta añoranza aquellos años de adolescencia aislacionista en los que el que los minutos se consumían lenta y gradualmente sin que la soledad diera signos de aburrimiento, aquellos en los que libros y la música eran mi mejor compañía. Dos complementos a la relación humana casi indispensables, incluso me atrevería a decir de manera egoísta que casi vitales para masticar, saborear y deglutir la vida prolongando hasta altas horas la digestión plomiza del recogimiento.
Las imágenes solo alcanzaban su plenitud estáticas e impresas en papel, detenidas ahí junto a los textos de forma indefinida, sin que aquellas que se movían de manera fugaz en la pantalla tuvieran la más mínima relevancia. Supongo en la vagancia de los recuerdos, que la tecnología de entonces emulaba con maestría a la de Julio Verne; dejando que aquellos inventos del diablo precisaran de un piloto para ilustrar al curioso, y ajustar las manijas del engendro.

Con todo esto, son casi quince los años que han pasado sin que mis manos asieran un libro; los justos para descubrir que tengo un ojo vago y la vista cansada. Pensando incluso que los avances me querían tentar a descubrir las bondades de un Ebook en el aumento de las fuentes, pero no.
Después de tanto tiempo y aunque sea para enriquecer mi prosa oxidada, he vuelto a coger un libro de aquellos en los que puedes usar tu nariz de punto, y embriagarte con ese inconfundible olor a imprenta. Algo que reservaba para una época indeterminada de retiro, donde poder disponer de eso que tanto nos excusa, el tiempo; y que me despertó el señor Sulo Resmes con su incondicional oferta literaria, aludiendo a mi santa mujer y a su avidez por devorar letras.
Puras falacias sí, para que engañarnos si en el fondo siempre he regalado lo que verdaderamente yo deseaba leerme a toda costa. Solo puedo decir en mi favor misericordioso que lo hice con la sana idea de abrir nuevas rutas. Consiguiendo con ello recuperar no solo la afición por juntar letras, si no de leer las de otros bastante más lúcidos que el aprendiz aquí de cuerpo presente.


Un libro de edición de bolsillo (no soy muy manías en el arte del encuadernado, si no es que le faltan letras por la economía del formato), con una narrativa excitante y adictiva; perfecta para uno que como yo, le pierden los nervios y la concentración en disertaciones profundas.
Isaac Rosa es un autor de relativa juventud, sus 39 años le han dado para fraguarse en las columnas del diario PÚBLICO una trayectoria hasta el momento brillante e incisiva. Y la novela que nos ocupa es la quinta de seis que ha escrito desde que en 1999 se lanzara a la aventura de la narrativa. En el tiempo bien aprovechado por éste, colabora en tono reflexivo en la cadena Ser y colabora con numerosas publicaciones en internet. Auténtico suicida a la hora de escarbar más allá de la mera sintaxis gramatical de nuestra sociedad actual; Isaac siempre se ha caracterizado por dar un paso más y arañar en aspectos que por cotidianos, parecen estar exentos de un tratamiento literario de ficción realista. LA CIUDAD DEL MIEDO es sin lugar a dudas su ejemplo más audaz para convertir la situación más común, en un angustioso y apasionante relato de terror y suspense.





Una novela ligera de fácil y adictiva lectura que rebusca en nuestro interior, para extraer aquello que disimulamos celosamente, el miedo y la cobardía. Un miedo que poco tiene que ver con el terror ficticio a lo desconocido; el suyo, el miedo del que Isaac Rosa nos habla es un miedo mucho más cotidiano, y que cohabita a diario con nosotros: Un miedo que implica, crea desasosiego, y produce una reacción en el lector de odio y autodefensa tan curioso como todo lo que se extrapola en esta historia tan particular y a la vez familiar.
Una historia descrita desde los pensamientos obsesivos de un personaje protagonista que se va descubriendo progresivamente y que acaba desencadenando en una narrativa que por momentos roza con lo esquizoide, provoca compasión y angustia, de la misma manera que acaba ilustrando un reflejo cruel y despiadado de nuestra sociedad: El rechazo, los peligrosos Status Quos, las apariencias, el aislamiento , o el miedo a no cumplir las expectativas depositadas en nuestra posición social. En realidad son aquellos miedos que van surgiendo y que nos modelan a todos , por la naturaleza de nuestra propia personalidad.


En realidad la verdadera virtud que hace de esta novela un relato apasionante, es la manera del moldear que tiene Isaac algo tan abstracto como el miedo. Primero desde la desconfianza y progresivamente desde la fobia aislacionista del cobarde propiamente dicho; las sensaciones que nos va provocando reaccionarias en algunos casos, en otras compasivas, y en general autobiográficas por ser algo que todos hemos experimentado en alguna ocasión.
Además de rebote consigue abrir un debate interior en el que nos podemos cuestionar con facilidad la naturaleza de nuestros temores particulares, el contexto de los miedos sociales según la categoría de las castas existentes, el ataque legítimo como autodefensa, o los numerosos errores que existen en el modelo de convivencia de nuestra actual civilización moderna. Algo que puede parecer una chorrada, pero que Isaac Rosa va esquivando con mucho tiento sin que la novela pierda la velocidad y la tensión del relato o la historia que toma como ejemplo. Consigue meternos en el personaje, familiarizarnos con los actores secundarios y hacernos sentir una extraña sensación de compasión y de odio ciertamente curiosa. Y es fácil que incluso al leer esta excitante historia nos sobrevengan momentos de verdadera ansiedad, de incertidumbre, de ternura compasiva, de rabia o de impaciencia al no saber hacia donde nos lleva el suspense de esta historia.
En definitiva, EL PAIS DEL MIEDO es una novela muy recomendable. Primero porque te engancha en el segundo párrafo, segundo porque transmite verdadero pavor, tercero porque sabe modular ese miedo del lector creando toboganes de sensaciones bien diferenciadas, te invita a la reflexión y te coloca en múltiples puntos de vista. Tiene también una tierna alegoría al cobarde que todos llevamos dentro y que nos empeñamos en hacer desaparecer como autodefensa, pero que surge periódicamente a lo largo de nuestra vida.
Y como no, todo esto lo consigue con una lírica rica y digerible, tejiendo una historia con principio y final pero nunca dando carpetazo a un tema que nos es común y con el que conviviremos de por vida.


martes, 12 de marzo de 2013

PATRICK WATSON 10/03/2013 23 Guitar Festival BCN Sala Luz de Gas



Me he vuelto a levantar con otra mañana soleada: Descorrer las cortinas, subir la persiana, y abrir la ventana para que aire templado que empuja caprichosamente el anticiclón de las Azores, entre por ellas e inunde el cerrado de la habitación con olores de Primavera; es como poco, uno de los mejores exfoliantes para el espíritu entumecido por las húmedas y gélidas pasadas semanas.
El aire sopla, ventila, atempera y remonta erizando el bello. Se oye el borboteo del agua en la perola esperando que los spaguettis se lancen sin rubor alguno, la cebolla cortada del sofrito perfuma la cocina para que a uno se le salten las lágrimas por tal conjunción de elementos , y la cerveza hidrata los resecos labios cuando en el salón resuenan cavernosos los acordes del misterioso “Just another ordinary Day/2003”. Estos primeros meses de 2013 nos han agasajado con tantos eventos que he tenido que jugarme a los chinos lo verdaderamente merecedor, difícil tarea si uno tiene por bueno todo le que se pueda descubrir, como si el fin de todo estuviera a la vuelta de la esquina.

Me he decidido por Patrick Watson y no por unos Yo la Tengo, Sr Chinarro, Soft Moon, Eels, o Beach House, por la sencilla razón de escoger algo distinto con lo que me topé hace escasos meses. De no ser así , seguramente su último disco “Adventures in Your Own Backyard” hubiera aparecido en algún lugar de mi lista de confortables escuchas del 2012, pero no fue así. No obstante al llegar hasta este Canadiense con aires de personaje inquieto, en momentos histriónico, y en su mayoría virtuoso de las melodías visuales; hubo algo que me conectó de inmediato a ese sonido al que difícilmente podemos calificar como estilo, si no simplemente dejar que aquello que escuchamos se nos muestre como visión o como una presencia decorativa de nuestra galopante imaginación.
Músicas que sirven para que uno pueda proyectar imágenes y situaciones, a la vez que disfrutar del masaje en nuestros oídos. Seguramente son estas situaciones que se dan en el más común de los mortales, pero en esta ocasión sin saber bien porqué las veo más acentuadas: Todas o casi todas las músicas posibles nos transmiten imágenes, recuerdos, o situaciones; pero hay algunas que acentúan esa creciente sensación de estar ante una fábula musicada, de ser un personaje de Lewis Carroll, o sencillamente escuchando la banda sonora más cotidiana posible.



Hacia muchos años que no acudía a un concierto en un Domingo de sopor y relax, sobretodo cuando el tiempo acompaña a lo que cada uno entiende por un Domingo con todas sus consonantes, sílabas y connotaciones. También ha sido mi bautismo en una sala legendaria como LUZ DE GAS, una situación y un lugar que se aviene poco a un músico como PATRICK WATSON, si nos orientamos por las coordenadas del “indie” maniatado.
Pero todo está cambiado por suerte a pasos agigantados: Nuestra percepción de la música alternativa, la limitación de las etiquetas, y sobretodo nuestra cada vez más amplia perspectiva en lo que se refiere a músicas que ya no se avienen a ningún género en concreto. Todo esto hace que el público con carácter más aventurero se abrace a músicos como Andrew Bird, Rufus Wraintwright, Bon Iver, o el que nos ocupa, el Canadiense de Montreal Patrick Watson.

Los 18 grados de temperatura que inusualmente templan la ciudad, hacen que en las inmediaciones del escenario bulla el público más tempranero en un caldo caluroso y pegajoso. Los que como yo no daban crédito al horario del concierto, las ocho de la tarde, nos hemos tenido que conformar con ocupar la segunda línea de tiro: Aquella que delimita el foso de Luz de Gas con el control de sonido y el cacharreo de la barra, un verdadero inconveniente si se tiene en cuenta la absorción que ejerce la música de este personajillo de vivaces ojos y semblante cómico, que es Patrick.
Un escenario sorteado por dos grandes filtros circulares alineados de forma tridimensional, que juegan un papel caleidoscópico y multidimensional; donde la proyecciones atraen a los presentes como polillas embelesadas. Un piano de cola digno para las inquietas manos del loco de Patrick, y el resto de músicos acurrucados; formando como a él le gusta, un pequeño cónclave de armonía y confort. Así suceden las actuaciones que este desmitificador de la solemnidad ha paseado por medio mundo desde que se publicara su primer trabajo “Just Another Ordinary Day”; la mejor manera de definir la forma con que ataca la música este hombre.

Los que hemos tenido la suerte de echarnos un tiento con aquel directo en Washington del pasado año, grabado por la NPR. Sabíamos con más o menos certeza como sucedían las cosas cuando Patrick Watson, Simon Angell, Mishka Stein, Robbie Kuster, Melanie Bélair, y Benjamin Raymond se suben al escenario. Sinceramente nada comparado con tenerlos a unos metros y ser espectador directo de la puesta en escena de toda su obra, porque aunque los primeros compases de esta gira nos abran el apetito de forma ordenada, con cuatro de los primeros temas de su último disco: “Lighthouse”, “Blackwind”, “Step out for a While”, y “Quiet Crowd” . Estos son tan solo un pequeño apéndice de una obra musical que funciona como un exoesqueleto en constante evolución, pasando por cada una de las fases posibles de la evolución e involución: Unidad unicelular en las acapelas a pecho descubierto, en forma de crisálida cuando sus temas comienzan lenta y pausadamente, o estallando como mariposas Monarcas cuando sus canciones levantan el vuelo y se convierten en un acto colectivo total.
De echo toda su obra parece formar parte de un universo tan amplio y volátil como lo puedan ser sus interpretaciones; con lo cual, es indiferente el papel que quiera asumir su último disco porque todo pertenece a un mismo mundo. Da lo mismo que gran parte de su última entrega se halla ideado en un apartamento usando los objetos más cotidianos para construir melodías, y necesite de unos socios adecuados, como si se acude a los estudios más consagrados para plasmar una sonoridad. Porque la idea de la experimentación que revolotea por la cabeza de este director de orquesta, nace de la complicidad y del puro divertimento.

Tanto, que sobre el escenario Patrick Watson aparece y desaparece como un fantasma juguetón según lo demandan las circunstancias: Su magistral falsete funciona como un instrumento más, el piano cobra protagonismo puntualmente, y el resto de músicos hacen lo propio convirtiendo sus directos en un ser vivo cambiante e inquieto que se deja hacer. Es esta una de las ventajas más llamativas de su último disco: Quien da un protagonismo especial al Pop-Folk, en detrimento de la nocturnidad de sus primeros discos.
Su espectáculo sin embargo combina sin apenas disonancias su interés por la experimentación con sonidos caseros, la pasión por los Lumières, que aparecen en cortes nuevos como la fantasmagórica melodía de “The things you do”o “Where the Wild Things are”. Con destellos de su primera etapa en “Mary”, que sirven de nexo entre sus cuatro discos, a los que difícilmente se les puede atribuir un protagonismo clave; por mucho que halla sido con ADVENTURES IN YOUR OWN BACKYARD su disco más dulce, y con el que mejor se ha dado a conocer.

Parece asombroso ver como pueden combinar entre si cualquier tema de sus cuatro disco, aunque el concierto se apoyase principalmente en su último disco el que sonó casi al completo; y donde se alcanzaron momentos memorables cuando sonó la animada “Strange crocked Road”, o la que da título al disco en cuestión.
Puedes creer de igual forma que estas ante la banda sonora de un cuento de hadas. Pensar que aquello que escuchas es un Dub Balcánico de cámara como el cierre a cargo de un “Sleeping Beauty” (totalmente diferente a la del disco). O dejar pasar los días para que haga que tu subconsciente rememore todos y cada uno de los detalles que se esfumaron por la turbadora experiencia de oír pasajes, que van más allá del mero descubrimiento de su último disco. Sintiendo el irrefrenable deseo de zambullirte en la naturaleza onírica de sus composiciones: La poliédrica “Machinery of the heavens”, la íntima y delicada “Big Bird in a Small Cage” con el banjo y la voz de Maelanie como protagonistas. Sus canciones más directas y de índole Popera como “Luscious Life” que desataron la euforia de propios y extraños, o la vieja “Gealman” donde se mezcla cabaret y circo. Hasta la siempre desnuda “The Great Escape” en los bises finales.

La noche acabó con un público entregado, porque la mayoría de los allí presentes ya hacía tiempo que cayeron atrapados en la tela de araña de su música. Suponiendo la valentía que se necesita para aventurarse a un concierto para aquellos que todavía desconocen que en los silencios, pausas, y lentos desarrollos de la música de Patrick Watson se esconde la esencia de su encanto: Saber esperar con paciencia el momento por el que te dejas atrapar por la complicidad de su música.
Y ver que los principales encantos de este inquieto músico residen en gran medida, en el hierro que le quita a su magnífico virtuosismo a la hora de tejer atmósferas familiares. Siempre del lado del que quiere hacer a todos partícipes de la MÚSICA como motor que empuja, une, y confraterniza.

Sin duda uno de los conciertos, entre tantos que llevo a mis espaldas; que más he disfrutado en soledad, con un sonido más absorbente, y con un clímax más familiar. Para aquellos que quieran volver a revivir tan placenteros momentos, para quien quiera descubrirlo, o simplemente para los que quieran tener el concierto de Washington en su haber. Les dejo el enlace de Youtube para descargarlo con Jdownloader en HD.

Set List:

"Lighthouse"
"Blackwind"
"Step Out For A While"
"The Quiet Crowd"
"Words In The Fire"
"Into Giants"
"Strange Crooked Road"
"The Things You Do"
"Luscious Life"
"Big Bird In A Small Cage"
"Morning Sheets"
"Adventures In Your Own Backyard"
"Noisy Sunday"
"Beijing"
"Man Under The Sea"