jueves, 12 de marzo de 2015

Encuentros catatónicos en.... DE MENCIA, Y EL HOMBRE/VINO TRANQUILO



Sucedió así, fácil y sencillo, de repente. Como esos encuentros inesperados que lo abordan a uno de renuncio y sin coartada posible a pie de calle.
Nos pasamos la vida meditando y sopesando tal o cual ensayo, acierto o quien sabe si pruebas fallidas. Temerosos cuanto más dudamos, y excitados cuan más carnal es el arrebato: bajo fondo que nos anuda el intestino, fervor que sacude las entrañas y relinche cardíaco. Nos gusta subirnos en marcha, saltar las barreras y soltar el pesado lastre del orden. Lanzar una y otra vez las agendas al río para cazar al vuelo las ocasiones, que son pocas, de conocer en persona a aquellos soñadores que trabajan en silencio con proyectos tan personales e idealistas como el de Nacho León.
Demencia de Autor es la mejor forma posible de bautizar una aventura, que por si sola. Ya es suficiente, para contagiarnos aquella osadía infantil que se desangró camino de nuestra madurez, y que a toda costa intentamos recuperar. Y aunque la recomposición del orden natural de las cosas, tras la vuelta al trabajo después de 15 meses, me haya obligado volver a calcular la elasticidad del tiempo y las prioridades. Después de casi ya un mes de aquella noche&nacho y sus botellas en casa, va siendo hora que la criatura vea la luz.

La semana del pasado 19 de Febrero se dieron todas las condiciones, para que se produjese tan ansiado encuentro: Que Nacho León estuviese promocionando su nuevo alumbramiento -Pyjama- de la mano de su distribuidor en Barcelona, Viteri Winery aka Israel. Que surgiese un hueco de la intensa agenda... Y claro, las ganas de compartir esos momentos que te hacen cómplice de esa chispa mágica, que son las intimidades de la elaboración.
Y Nacho nos cuenta...: con el ritmo sereno y sosegado de un metrónomo que nos marca la cadencia templada, tranquila. Como la de esos niños absortos que asisten a una de esas historias de mayores, al abrigo de la noche y frente a la candela de una lumbre. Son ese tipo de relatos desmigajados entre lo biográfico, personal y emocional. De alguien que salió de su Valladolid natal en busca de nuevos horizontes vínicos, de aprendizajes en bodegas Riojanas a sueldo, atento y presto en silencio. Hasta que en un momento poco exacto de su vida se cruzó el Bierzo en su camino y decidió ser él, el único dueño de su destino.

DEMENCIA DE AUTOR es una bodega/proyecto realmente joven, con 8 o 9 años escasos de vida. Un proyecto construido e imaginado desde cero echando a volar castillos en el aire; como esas cosas en las que solo cree uno mismo.
Nacho nos habla de campos abandonados. De unos procesos sociales abrasivos que nos alejan de la tierra, buscando quizás en fórmulas mágicas y efímeras la solución al abandono rural y consiguiente reconversión de la industria, en futuros todavía más inciertos. Posiblemente porque estamos demandando a gritos un cambio de sistema de subsistencia más libre, sincero y natural. Y en este punto, bodegas como Demencia entre muchos otros jóvenes viticultores de aires quijotescos. Son parte importante de esa revolución silenciosa dispuesta a desmontar los obsoletos paradigmas a la hora de elaborar grandes vinos, con uvas históricamente denostadas.
Son proyectos que desde hace una década aprox. han marcado un punto de inflexión en el tanto y cuando de los métodos de elaboración y producción en nuestro país, y lo más importante: la recuperación de algunas de zonas únicas, abandonadas a su suerte, o el intenso trabajo desde cero para dar la importancia que se merece la viña, y no tanto las obsoletas D.O . Una vuelta al punto de partida o mirada atrás para recoger aquel paquete de se nos cayó por el camino hace un ni te cuento de años. A los orígenes, a la simpleza o a los cuatro acordes perfectos que dan con la melodía única e irrepetible. Así que sin perder el hilo de las explicaciones que nos dio aquella noche uno. Que en su lucidez reflexiva y casi oriental de su forma de ver con sus ojos el Bierzo, nos contó el porqué de ese idilio que mantiene. 

Por pena, pero más por orgullo y demencia que por compasión. Nacho  & Co. decidieron invertir sus ahorros e ir comprando algunos microcultivos: Pequeñas parcelas, minúsculas, fruto de la idiosincrasia familiar de antaño, en la que se solían repartir las tierras de padres e hijos de manera tan equitativa que a día de hoy, El Bierzo, está prácticamente hecho de pequeños retales. Muchos de ellos a la deriva. Porque seamos francos, la juventud no está por la labor de dedicar sus vidas a levantar un cultivo diezmado por años de pesticidas, malas praxis, poco rentables y exigentes en cuanto a dedicación.
Una decisión idealista y alocada a simple vista, pero llena de fundamento si se ve esas tierras Leonesas con los mismos ojos que Nacho: Desde la perspectiva que da la configuración única e inigualable de sus campos y sus viñas.
Una de las pocas zonas de España donde se conserva el mayor número de viñas viejas, cada una de una madre, sexagenarias, de retorcidas, emperifolladas y otras con más belleza interior que atractivas curvas. Caprichosas cuando intentamos seducir sus tesoros más preciados; los pámpanos con sus racimos. Exigentes con el tiempo y el momento exacto de recolección; si se quiere tener en buena dote el frescor de sus bayas: Ni pronto, ni tarde para que el líquido preciado se desnude pleno de frescor, fruta y piedra.
Que bebamos de su vientre, y cerrando los ojos podamos leer en el bajo relieve del paladar lo que pasó aquel año: Los recuerdos probablemente, de instantáneas citas bajo la mirada atenta de la luna, vigilante de oscuros hermetismos y de aquellos carnosos labios de arándanos y grosella, con su fragancia a tocador a kohl.


La mejor manera de tomar el pulso a las constantes vitales de este ejercicio de creatividad inconformista; después de aquella primera botella tres años atrás (la de su segunda añada 2007). Es por tanto, pasar a la acción y cogerla por la cintura para sacar a bailar los encantos de sus vinos.
Un primer PYJAMA de entrada y con la inercia que da la tertulia de pie en barra. Un vino extraído de Mencías más jóvenes quizás o simplemente distintas por composiciones de tierra y orientación. Y que nos acerca al verdadero significado de Demencia, como un vino que habla con franqueza del origen alimenticio y del vino de pueblo. Que nos acerca al verdadero objetivo del vino; el del diálogo. En este caso, Pyjama ejerce de contrapunto, de bisagra entre el vino base y el trabajo de selección con el que encontrar la dignidad del vino de copas, de poteo y picoteo. El de cháchara y el de la justicia hacia vinos más inmediatos y directos como lo es también el CACHICÁN (otro invento inconscientemente maravilloso de este colectivo, e instigado por su socio Bruno Arias).
En Pyjama encontramos motivos suficientes para adentrarnos en la espesura de la Mencía. De su singular hábitat y propiedades exigentes de su cultivo, y el resultado asombroso cuando se la trata con mimo y cierto grado de locura. Del trabajo minucioso de la cata de cada barrica, de cada viñedo y de cada zona nace esta selección que por características concretas no entra dentro de la complejidad de su hermano mayor, Demencia. Sin embargo han dado con la clave, o con el complemento ideal con el que darle sentido a su filosofía.
Un tinto directo al paladar, sin esa carga de extracción y volatilidad de su hermano mayor. Con un primer golpe a flores (violetas, geranios). Al tiempo que van apareciendo tostados, pan, brasas candentes conforme se acomoda a la copa tras mecerse con el movimiento. Al rato una ligera oxidación, pero no una oxidación como defecto, sino como un cambio natural. En los vinos de Nacho León el error no condiciona el resultado, sino que lo hace franco, cercano y apetecible. En sus vinos habla la fruta sin filtros ni disfraces, hay que entenderlos así: vinos vivos, transformistas y elásticos.
El ataque en boca tiene esa misma franqueza, sin aristas que enmascaren el verdadero carácter fresco y frutal de la Mencía. Pero a su vez si mantienen cierta complejidad, toda ella muy transparente y adictiva. Con taninos muy pulidos y con una acidez nada agresiva, que va de cabeza al final del paladar y que limpia la boca para ser todavía más delicioso y refrescante. Detalles ahora de cacao, sutilmente mineral, con un final ligeramente amargante que recuerda a la piel y la carne de las ciruelas.
Una Mencía redonda que armoniza en desenfado y cierto misterio, de aquellos que te invitan a analizarla llevado por cierto grado de incosciencia.

Después pasamos a palabras mayores con su estandarte; DEMENCIA en sus añadas 2008 (casi agotadas) y su más reciente 2009. Un juego de trileros para ver de verdad como dos vinos pueden preservar su identidad y ser tan distintos entre si.
Nos ganó el pulso su añada más reposada y tranquila, la 2008; pese a ser una cosecha complicada. Tiene un empaque casi magistral, seductor, una concentración maravillosa y de puro elixir. Que lo hace a uno meditar con tal de no dar fin a tan buenas sensaciones: una concentración que tizna copa y paredes, que deja huella y el grabado de su inexistente clarificación. Nariz de inicio secante, a estancia antigua de sábanas recién lavadas y almidonadas. A polvos de tocador y carmín con cierta feminidad, imponente e intimidatoria. Sin embargo y pese a esa feria de aromas balsámicos, intensos y turbadores. Su ataque en boca es sedoso, con un tanino tan bien integrado en la profundidad de su paso que es puro masaje. Su acidez es rica, nerviosa, e invita a seguir bebiendo. Hay frutas negras, algo de tabaco y regaliz, estimulante y reconstituyente.
Se notan y mucho los bazuqueos con respecto a su última añada recién comercializada, la 2009. Con un ataque mucho más directo al fondo del palatar y mucho más tranquilo, sereno. En nariz de inicio es más volátil y tarda un poco más en abrirse que su compañero. Bastante más mineral con recuerdos a café verde, puede que algo de mentolados y verdura cocida. Sin duda muy distinto al 2008 e incluso a ese 2007 que me desvirgó. Se ve claramente un claro cambio de concepto en la vinificación, y diría que hay un antes y un después respecto a sus primeras añadas; ni mejor ni peor, diferente.

Esta 2009 tiene cualidades de fondista, con bastante menos extracción que su antecesor y eso se nota mucho en su paso en boca. Más longitudinal, fino, armónico, y me atrevería a decir que mejor preparado para una larga guarda. Esto quizás tenga algún inconveniente si carecemos de la paciencia que necesita este vino para extraer todas sus cualidades, pero creo que con los años en botella nos dará grandes satisfacciones. Claro que esto a veces no se entiende, me refiero a esos cambios tan manifiestos y a esa demanda de espera, de botella o de guarda que algunos no estamos dispuestos a tener. De echo las primeras opiniones del Demencia 2008 allá por el 2012 fueron diversas y encontradas, lo cual me confirma como decía Nacho que es un vino que necesita tiempo y botella; algo realmente complicado en producciones tan pequeñas y alternativas como DEMENCIA DE AUTOR.
DEMENCIA es una apuesta de riesgo un tanto experimental, si así se la quiere definir. Exige entender la idea del proyecto: el ensayo y el error no como un defecto, sino como una virtud de un proyecto vivo y en constante progreso. Una idea sobre la elaboración del vino, su franqueza, del ejercicio del mismo al expresar, de las sensaciones que produce y sin intervención alguna: exfoliantes, renovadoras y fieles a las historias anónimas y ancestrales.
Puede que esos progresos a veces no sean entendidos por aquellos que buscan vinos fiables. A veces poco fieles con los cambios naturales de las plantas, la climatología de cada año y su distinta ubicación; en demasiadas ocasiones conservadores, inmovilistas y acomodados. Sin embargo, si sois de los que entendéis los disfrutes de la vida, como un ejercicio para experimentar y avivar las ascuas de la curiosidad, digamos que infantil. DEMENCIA es la bodega o colectivo que mejor lo representan y lo llevan a cabo sin presiones comerciales.


Todo esto aunque pueda parecer una filosofía suicida. Nos lleva a un terreno o a un estado etéreo, imperceptible por el que descubrir a los nuevos impulsores de otro nuevo modelo de viticultura. La que tiene que ejercer de auténticos ideólogos. La del cambio hacia nuevos escenarios con los que cambiar nuestra percepción del vino, los pequeños productores y su importancia en la evolución/involución de nuestra cultura de consumo. Ellos son los verdaderos artífices, y a cambio solo piden abrir nuestra mente y sentidos.
 
Tanto como el colofón fin de fiesta que culminó con CARABALLAS: Un Verdejo que Israel (Viteri Winery) -otro demente que se encarga de distribuir junto a Demencia y otros vinos “distintos”- y que puso por cuenta propia. Todo ello con un mismo fin: volver a tener frente a frente a uno de los Verdejos de tierras Vallisoletanas más sorprendentes, evolutivos y auténticos que he tenido el gusto de probar. Nada que ver con esos verdejos con sabor a colonia Nenuco, que está ahogando de éxito el consejo regulador de Rueda a productores capaces e inundando estanterías en grandes superficies. A base de permitir sobrexplotaciones, precios ruinosos y la consiguiente desbandada de la D.O de aquellos que pelean por un Verdejo con terruño.
Ya lo hice hace dos años cuando nos conocimos en una degustación de Cristina Guillén en 2012, creo. Aquella tarde cayó en mis manos su preciosa botella, entre lo elegante y austero diseño: sin inventos ni parafernialias, puro cultivo ecológico vigía. En aquel tiempo todavía joven ya apuntaba maneras. Un año más tarde cuando probé la misma añada con dos años de botella, crecía exponencialmente, que gustazo de evolución!! Pero la noche de autos, para limpiar el gaznate de taninos y ambrosías, que mejor que los restos de la batalla del 2011. Ojo, que se dice rápido un blanco ecológico con tres años y pico de botella. Un verdejo sin crianza ni trabajo de lías que debería venirse abajo con el tiempo... pues no!!
FINCA CARABALLAS en esos tres años tiene la elegancia arrabalera de una dama forjada a base de currito. Era muy prometedor por entonces: toques herbáceos con buena acidez, longitud, pequeños apuntes de mineral, de sal gorda, pero con el frescor floral de su juventud. Pero volver a dar con él, con el tiempo que da no tener una distribución masiva; por suerte. Hace que el reencuentro sea aun más efusivo. Más todavía cuando se demuestra para incrédulos, impacientes, y amantes de la velocidad, que el tiempo juega a nuestro favor. Saber esperar y guardar aquello que por limitaciones productivas y de negocio sostenible no se puede envejecer en bodega. Y descubrir un vinazo que combina en exotismo, el paso largo amable, aterciopelado, y ese carácter varietal que podría echarle un pulso a Borgoñas o vinos que duplican el precio del mismo.
Con una nariz impresionante a hinojos y hierva fresca con fondo frutal a orejones o paraguayos. Con reminiscencias exóticas a coco, a mango... turbador. En boca es delicioso y sabroso, combina a la perfección una ligera untuosidad con su acidez luminosa. Preserva intactas esas cualidades de ligera salinidad y mineral muy bien integradas en esa boca amplia, larga de las que llena el alma sin empalagar; muy al contrario, engancha. Da otra imagen menos típica, ligera y aguada de los Verdejos actuales, y contiene un marcado carácter de terruño; puede que el del auténtico Verdejo. Algo que por cierto, lo dignifica y mucho; sobretodo porque su vinificación es de lo más natural y veraz que podamos encontrar en el mercado.


Así pues, tras achucharnos entre espías, bañarnos de fuera para adentro y alargar la velada hasta la madrugada. Disfrutar de la cercanía que da el diálogo de quien ve los vinos desde la perspectiva del origen y el destino incierto pero fiel. Y descorchar contrabandos personales, como el Barolo PIRA del 2004 que allí se coló y la fiesta se plantó (vino para todos y algo de comer).
 Solo me quedó darle un abrazo y dos besazos; acto surgido desde la inconsciencia demente. Eh!! pero sincera. Nos hacen falta muchos Nachos León para aparcar la premura y la impaciencia. Que la velocidad sin control solo deja una estela borrosa; con lo hermoso que queda el paisaje inmóvil, silencioso y paciente.
SALUT & VINOS!!


lunes, 2 de marzo de 2015

25 AÑOS DE MINIFESTIVAL DE MÚSICA INDEPENDENT DE BARCELONA Espai Jove Les Basses (Barri D'Horta Barcelona) 28/02/2015


 























Que gran manera de empaquetar y ponerle el lazo a este lacónico mes de Febrero. Tan corto y veloz él, que a algunos casi no nos ha dado todavía tiempo de digerir nuestro regreso a la “normalidad”: Los días alargan, la luz empieza a querernos, a templarnos y nosotros que nos sabemos de sangre caliente y amantes como las polillas de la luz, nos venimos arriba; que le vamos a hacer.


Anoche el Espai Jove Les Basses era más o menos eso, un hervidero de humanidad. Un de los festivales de pequeño formato más longevos del país cumplía veinte años, y su primera noche de madurez merecía estar allí sí o sí aunque untado en árnica y con paños de calendula fuese; que la vuelta al cole ha tenido tanto de euforia como de dolores musculares.
Así que nos plantamos en solitario este pasado Sábado en las inmediaciones de la Barcelona guapa, barrios de balcones, visores y miradores de la ciudad más secreta. Un centro cívico que recuerda a aquellas aventureras iniciativas que se generaban en los 90, cuando todavía adolescentes nos apuntábamos a un bombardeo sin casco ni cinturones. Allí se respira eso vaya que si, concordia, caliu y familia. Que aunque desperdigada que esta ya la familia de cuarentones alternativos, estas iniciativas mantienen aun muy viva la llama del “indie” más auténtico.
Un cartel esta vez de lo más heterogéneo que nos encomendó, no solo a descubrir nuevos y viejos sonidos. Sino a reencontrarme con otros tantos compañeros de viaje que por cuestiones de obligaciones y edad, uno ve ya menos que al cometa Halley. Echar una cervecitas, charrar en la entrada mientras nos damos al vicio y al otro; el de contar anécdotas, reflexiones de puretas y compartir mil y una sensaciones. Que joder!! si es que al final es de eso de lo que se trata; sobretodo yo, que hablo hasta con mi sombra.


Sobre las nueve muy muy pasadas, que fue cuando me pude escapar a celebrar la noche más templada de este “Mad February”. Ya cenados con la cara lavá y recién peinao para allá que nos fuimos a eso, a volver disfrutar de la esencia de la música. Aquella que nada entiende de modas ni corrientes sonoras, la que juguetea con pasados, presentes y futuros que giran en espiral como bucles, y la que nos hace disfrutar de sentirnos fantásticamente viejos.
Con un lleno más que aceptable, la calidez que da la familia y uno más, discos para comprar, bebida y bocatas a precios populares (13 euros la entrada y birras a 2) ¿se puede pedir más?¿a que no? Bueno sí, que la música acompañe. Y eso amigos, sabemos los que les seguimos la pista desde hace tiempo, nunca fallan. Remitiéndome a las bandas que han traído basta: Trash Can Sinatras, Darren Hayman, Luke Haynes, Damien Jurado, Dakota Suite, Antonio Arias, Clientele, Cranes, Cecilia Ann o los Primitives de hace dos años que me volvieron a reenganchar. 
 

Entré por desgracia con los Vigueses LINDA GUILALA ya empezados, y digo lástima porque los pocos temas de ellos que escuché, sonaron como los propios ángeles. Pero es que a estas alturas de función y todavía asimilando mi actual situación, me cuesta cuadrar horarios y organizarme. Lo confieso, tengo un desorden metal importante.
Como decía, la banda Gallega lucieron sobre el escenario un sonido tan pulido, panorámico, de aquellos que llenan las grietas y desconches de las paredes, que quedé boquiabierto. Ahí se demuestra que el aspecto técnico de salas y equipos técnicos a veces afecten. Pero cuando la maquina está engrasada y funciona todo fluye, quien sabe si es porque tras esa apariencia de banda novel se encuentran un 50% de Juniper Moon. Además apoyados en un salto cualitativo importante que han dado con XERISTAR; publicado el pasado año. Un Ep de seis canciones donde alguna nueva incorporación y sobretodo el intensivo trabajo en el estudio Kaiju, ha conseguido que suenen tan compactos como lo hace “No me veis”; todo un latigazo de Pop que araña. O “Haciendo Daño” y “Sábados de Tormenta”, de esas pequeñas joyas que hace de las noches largas y festivas, un amanecer perfecto, definitivo. Saben además fundir el Pop con Noise y atmósferas vaporosas, que no densas. Así que no les pierdan la pista, porque estoy seguro que el día que publiquen un largo darán que hablar.

Sobre las diez y después de compartir cervezas, historietas y futuras celebraciones con mi gran amigo Luis, al que veo menos de lo que quisiera. Subieron sobre el escenario la multitudinaria banda Galesa THE SCHOOL, arropados por violines, vientos y en conjunto con esa esencia heredada de Belle & Sebastian o Camera Obscura; solo que bastantes más azucarados.

No era una de las ofertas que más me atraían pero bueno, nunca esta de más ver de primera mano aquello a lo que uno hipotéticamente no se aviene. He de decir que no sé si por su origen totalmente armónico, pero la verdad es que sonaron cojonudos. Admito que el timbre de voz de Liz Hunt y ese Pop de fruta escarchada que te cala los dientes hasta la raíz, no es de mi devoción; uno tiene más querencia por sótanos, filos y sedimentos. Pero se dejaron querer y puede que fueran una de las bandas que más fieles arrastró y más discos firmó; curioso porque solo tienen dos y fue “Let it sleep” el único tema que antaño me llamó la atención de ellos. La cosa es que las canciones mejoraron lo presente y sobre el escenario tienen más tablas de lo que cabe esperar. Que en definitiva es lo que le da “peso” a una banda al margen de que te puedan gustar más o menos.

Lo que de verdad no puedo negar, es que parte grande de que al final decidiera acudir a la edición de este año -al margen de que sé que veo a un montón de gente querida- es la presencia en el cartel de dos bandas a las que me apetecía enormemente ver: Una eran THE CLOSE LOBSTERS, y huelga decir los motivos si se quiere entender de verdad el porqué del Pop en la actualidad. Si así fuera, de perdidos al río sería dejar escapar la oportunidad de escuchar en la actualidad, bandas como ellos, Orchids, Jasmine Minks, Felt, The Bats o Comet Gain. Que por así decirlo forjaron el sonido de club de bajo fondo que une Pop/Punk y el Dunedin Sound anglosajón.
Y la otra claro, volver a ver sobre un escenario a MICHEL CLOUD DUO. Desde aquella actuación con Dominique A de hace dos años, que tan buen sabor de boca me dejó. De este dúo Francés (exs Diabologun & Experience), al que con una guitarra, una batería y manojo de samples les basta y les sobra para crear verdaderas tormentas.




Los Escoceses comenzaron con algo de retraso tras superar algunos problemas técnicos con el ampli de Bob Burnett. Y claro, no fue hasta bien pasados los primeros veinte minutos, que la cosa no empezó a perder algún acople o chirrío en las guitarras. Lo cierto es que superados los primeros nervios o tensiones cuando el show, no empieza con buen pie. Fue sonar “Lets Make Some Plans” y todo volvió a su cauce, brutal, gigantesca de esas canciones que con su brillante riff llenan hasta el último rincón de una sala. “A Prophecy” o “Deep House” como medios tiempos que en su madurez parecen manejar con más soltura, brillaron con luz propia.
Pese a dar algunas señales de agotamiento, hay que admitir que quien tuvo retuvo. El nuevo tema que publicaron el pasado año “Now Time” encajó a la perfección con ese punto más dulcificado de su música. El caso es que en sus manos y sobretodo en las de su guitarra solista, cabalgan algunas de las melodías más inolvidables de los 80. Y aunque para los presentes, supongo que cuesta ubicar ese sonido en la actualidad sin ser capaz de viajar al pasado. Ese es el Pop a medio hacer, frágil, endeble si se quiere, que confeccionó el sonido de Sarah, Creation, Fire Records y todo ese montón de pequeños sellos que decoraron la década de los 80, mucho antes de que todo estallase. Melodías de maravillosas imperfecciones, que concentraban la esencia del Pop de entonces.

No sé, pero mientras escuchábamos aquellas canciones de Close Lobsters junto a viejos colegas de andanzas, era inevitable no viajar en el tiempo a aquellos años en los que los allí presentes aprendimos a amar la música. De cualquier forma ese corazoncito popero nunca se deja de perder, por muy mayores que seamos, y diferentes las músicas que acabemos escuchando con los años.
Y es que parte de ese efecto dejavú, de ese ataque de melancolía que a uno parece atacarle en festivales como este. La tiene ese perfume que desprende y que tanto recuerda a las iniciativas inocentes y fervorosas que se emprendían con cuatro colegas por aquellos años (fanzines, programas de radio, clubs, garitos, fiesta homenaje etc.). Más aun porque los asistentes que arrastra este evento, son parte de aquellos años, de aquellas historias.


Para acabar de redondear la noche hacia las once, cuando muchos de los presentes dieron la desbanda con las doce puestas en el horizonte. Hacían acto de presencia MICHEL CLOUP DUO, una de las sorpresas del festival, por una oferta quizás más alejada del Pop y con la mirada puesta en el Rock más primitivo y básico.

Lo hicieron ya hace un par de años con Notre Silence/2011. Un disco que cabalga entre la melodía, las atmósferas densas y cortantes y las catarsis de puro extasis Postrockero; si se le puede ajustar un término entendible. El caso es que este pasado año publicaron Minuit Dans Tes Bras totalmente autoproducido y en rojo satén. Un disco si se quiere más crudo y menos melódico que el anterior, que exige una predisposición más alta si se le quiere. Pero que equilibra perfectamente su actuales sets, donde no parecen ser tan esclavos de los loops y sampleados. Y se afianzan en ese discurso de Rock agresivo, rocoso y funambulista, en esencia, un juego entre la sacudida/el trance/y el sosiego.
Michel Cloup juega perfectamente a ese juego de poesía agresiva, experimental, esa sensación de vanguardia... pero en el fondo es Noise Rock de trazo grueso, dan una de cal y otra de arena: melodía, arañazo, caricia, espiritualidad, claros, oscuros... Sus directos elevan sus discos a un grado superior, o quien sabe si los hunden en la miseria. Porque ambos, Michel Cloup y Patrice Cartier a la batería, son una maquinaria de provocar sensaciones muy por encima de lo que te puede producir escuchar sus discos; ellos dos se bastan y sobran solitos.
Empezaron poniendo la noche en situación, despacio, sin prisa aun sabiendo que sus sets se hacen cortos, con “Nous Viellirons Esemble” y “J'ai peur de Nous”. Fueron subiendo la tensión con “Ma Vieille Cicatrice”, “Plusieurs fois cet après-midi”. Eclosionó como una leve flor de los vientos “Cette Colère” y tensaron el suspense con la mística “Minuit dans tes bras, pt2”. Hasta acabar con “Sortir Boire et Tomber”; por un momento me vino a la mente como un flechazo “All That Jazz” de los Echo & the Bunnymen, fíjate tú. Y poner el broche a la noche de toboganes y vacíos con la secante “Minuit dans tes bras, pt1"; eso sí, eché a faltar la tremenda "L'Enfant".
 
Ya en la calle haciendo el piti de rigor las opiniones unánimes, lo de Michel Cloup Duo es muy fuerte. Pura maquinaria básica, primitiva, hiriente, pero a la vez tan sugestivo mántrico. Consiguen su propósito, si es verdad como dice Michel, que la idea del proyecto era reducir el Rock en esencia a la mínima expresión, sin tener por ello que sacrificar el objetivo común: elevar. Lo consiguen, vaya si lo consiguen y es que Diabologum y Experience ya eran la bomba; las bandas junto a Deus, Beef, Manta Ray y Girls Against Boys que animaron aquellos floridos años. Y claro, una pena que su propuesta de momento trascienda tan poco, aunque a veces debe ser así; por un lado está lo que trasciende, por otro lo que transgrede. Dos capas freáticas que conviven en armonía, hijas de la misma madre, pero sin apenas conocerse ni rozarse.


El final de la noche lo pusieron la joven banda de Leeds, MANHATTAN LOVE SUICIDES; aguanté cuatro temas, sorry dos veces sorry. Que ojo, en estudio suena bárbaros, pero en directo van a ratos: Hay momentos que prometen, pero en general Caroline McCrystal se pierde bastante en el ciclón abrasivo a lo Psichocandy en directo. Total, que tampoco les di demasiada cancha, puede que por mi apatía o por mi falta de grado alcohólico. Otra vez será muchachos, SALUTEN!!

jueves, 19 de febrero de 2015

CAP#2: CUANDO LO LLAMAN POP DE GUITARRAS_(ANEXOS DEL AÑO QUE PASÓ)*2014




Lo daban ya por muerto. Y aunque sus constantes se hallaban intactas fruto del incansable trabajo de máquinas, bombas y válvulas. En la habitación se había hecho el silencio desde hace semanas, tan solo quebrado por rumor acompasado y rítmico de los bombeos: Aire, plasma y goteos que como la gota malaya, marcaban el minutero tortuoso de la descomposición anual. Ya nadie venía por allí, salvo los enfermeros para cambiarlo de posición, airear y perfumar la habitación.
Al 2014 el páter le estaba dando la extremaunción, cuando él -igual que una bella durmiente- seguía sin dejar de tener esos mismos sueños pálidos que lo desperezaron a principios de Enero. Ni tratamiento alguno que funcionase, reanimaciones o inyecciones de naxolona que provocaran el milagroso alzamiento al tercer día. Por muchas invocaciones en el velatorio; de aquellos que se aferraban con insistencia al filo del cambio anual. Los médicos y expertos ya habían firmado la defunción, e nventariado su historial de éxitos y fracasos, certificando su muerte.

Solo fue cuando de camino a la morgue por largos, angostos y fríos pasillos, el chirriar de las ruedas de la camilla produjo el sortilegio: ñiiiiic, ñaaaac, ñiiiiic, ñaaaac... sonaba, se repetía, y rebotaba contra las paredes metálicas y las pantallas de fluorescentes que se sucedían una tras otra.
Una evocación sonora electrificante, la que le recorrió el yaciente cuerpo, y se le movió un dedo gordo del pie. Sí, fue primero el dedo, después un músculo simpático del isquiotidial, los glúteos se apretaron tersos y firmes... Y justo cuando el celador se disponía a introducirlo en el nicho del depósito. Se incorporó como un vendaval, y ni el porrazo que se infringió en la cabeza con el soporte de acero de la deslizante camilla, le impidió saltar como u resorte y ponerse a bailar.
Sí amigos, el 2014 está vivito y coleando. Salió aquella mañana corriendo pasillo abajo en pelotas picadas, como alma que lleva el diablo. Y todavía lo siguen buscando sin poder archivar su historial ni hacerle una mala misa con la que ventilarlo. Dicen los enfermos y el turno de noche, que cuando se hace el silencio en las plantas y suenan los timbres de las habitaciones. Se oye un redoble de batería, dos guitarrazos y un alarido -yiaaaayo!!- más propio del Higway to Hell que de cualquier otro lamento imaginable.

Me quedan horas para volver al tajo y estoy en pleno subidón de endorfinas: No sé si por el canguelo y la incertidumbre de volver a hacer “vida normal”. O porque son tantos y tan vigorosos los estímulos musicales de estos días, que no puedo por más que seguir soltando lastre. Sí, es así, igual para más adelante daré cuenta de lo que se ha publicado este 2015. Pero mientras tanto, hay tanta chicha que desmigar del pasado año, que no me puedo resistir a compartirla.
Puede que dejado llevar por la euforia, quien sabe. O porque la mayoría viene dada por ese ojo escrutador que tengo de: amigos, conocidos, o cualquier resquicio de infecciosa melodía con la que expandir la pandemia. Pero como la música es una de las mejores putas divinidades que nos ha dado el género humano. Y por más que todos queramos atribuirnos su patria potestad, su custodia o su jugosa herencia. Ella es libre, libre como lo es el boca/oreja, el correveidile, o las melodías que permanecen en suspensión.
La cosa está en que desde que diera inicio este escueto mes de Febrero, no hay un solo día que no me administre mi medicina. Apañao como una maleta grande y obediente como soy, cuando no son los LVL UP y su desaliñado trote socarrón, son los arañazos guitarreros de DESESPERATE JOURNALIST los que me provocan escalofríos en la espalda. Y cuando la duda me ataca, pues THE DELPHINES: Sus cosquilleantes guitarras , las cacofonías vocales que giran orbitando sobre la mia testa, o sus combulsos rítmos que me zarandean sin piedad.



LVL UP/HOODWIK'D (dbldblwhmmy records)_2014

A esta joven banda de Nueva York a la que llegué gracias a Marc Grau. Le debo el primer empujón con el que desempolvar algunas de mis más devotas aficiones musicales: aquellas que por determinados estados de ánimo, se acaban olvidando bajo el inevitable peso del estado letárgico invernal.

El suyo es un disco rebosante de esa misma idiosincrasia juvenil que se masca en las quince canciones de su primer largo: Un trabajo espontáneo, despreocupado en raros inventos con los que enmascarar su esencia natural, y con esa guasa de quien solo ejerce de mero vehículo emocional. Canciones que suenan tal y como deben; sin artificios ni disfraces. Además saben sin proponérselo (o así lo parece), bascular entre lo más inmediato del pop: el acaramelado, el pedregoso o el más profundo; sin parecer nada pretenciosos. Siempre con ese candor despreocupado de baja fidelidad y acuestas de esos bajos distorsionados o guitarras equilibristas que nos enseñaron Superchunk, Dinosaur Jr, Pavement o los Guided by Voices. Eso sí, pero con un brillo más popero y menos abigarrado.

Escuchando “I feel Ok”, “Ski Vacation” o “If Leave” se desprende ese evocador perfume setentero de las melodías poco cocinadas, frágiles... Rebobinamos hasta el inicio, y son “Angel from Space” o “Annie's a Witch” como pequeños extractos de no más de dos minutos, que nos inoculan la dosis adecuada; precisa, sintetizada y de rápida absorción. Pequeños aguijonazos que juguetean por nuestro flujo sanguíneo. Subidas y bajadas de presión, toboganes, montañas rusas... Hoodwink'd no aburre pese a la monotonal voz de Dave Benton. Y su historias de desengaños, perdedores y dilemas emocionales que tanto nos recuerdan a Wedding Present, y que emergen en “Total Loss” como caricias a contrapelo. O cuando despegando en perfectos hits “Soft Power”, vuelven a descender para recostarse perezosos en “I Feel Extra-natural”. Para volver a ascender con “Primordial Heat”; bocado en la yugular y desangre.
LVL UP carecen de la presión argumental con la que justificar ciertas actitudes ninguneadas por las tendencias, y se nota. Sus canciones ganan peso a cada escucha, avivan la llaman incandescente del Pop de guitarras: inmortal, desaliñado, rejuvenecedor, y primordial.



DESPERATE JOURNALIST/ÍDEM (Fierce Panda)

Alabado sea Pentecostés!! Con la de años que he pasado en ayuno de Pop guitarrero sustancioso!!.
No seré yo quien deje de reconocer, que a veces uno se deja llevar por esa búsqueda inconsciente de viejos ídolos: sonidos que te seducen por cierta familiaridad, porque te recuerdan a... o por aquello de no renunciar a pasados veinteañeros. Con lo pejiguera que llego a ser con los años, me jode tanto escuchar bandas que intentan emular malamente y sin personalidad, a sonidos enaltecidos de tu pasado. Como aquellas que lo esquivan o lo hacen, pero no lo admiten, e incluso lo quieren adulterar con experimentos gaseosos.

Pues mira tu por donde y tras tantos años de travesía por el desierto; salvo algún pequeño oasis en forma de Popguns, Allo Darlin', Eternal Summers... etc. Y algún que otro desengaño diluido. A tenido que ser en brazos de un viejo amigo, al que he maltratado y criticado con recomendaciones miles. Quien me ha recetado semejante banda Londinense.
Y mira que no hay peor afrenta que la de caer bajo los influjos de cómplices y colegas. Sobretodo para el que ejerce por tradición de buhonero musical; aunque nos cueste admitirlo #modo sarcasmo. Pero que narices!! -Pues no esta uno poco a gusto ahí retrepado observando con desconfianza, para que zas!! se acabe hipnotizado por efluvios tantas veces desdeñados.

A Desperate Journalist hay que escucharlos en la distancia de su impetuoso y estridente arranque: “Control” ya de entrada nos descubre unas guitarras contorsionadas de brillante factura. Su parada al rescoldo de los primeros U2 de Boy/October o porque no, al de los Diesel Park West en su segundo corte “O”. Hasta llegar a “Cristina”, uno de sus primeros avales que admito, pueden tener alguna sintonía y ciertos parentescos vocales con Morrissey y Savages; no lo niego. Aunque yo tenga más en mente a Gene o a The Organ cuando los escucho. De cualquier forma benditas sean todas esas referencias.
En cualquier caso no es hasta llegar a “Hesitate”, cuando al perder pistonada suenan mucho más orgánicos, líricos y si se quiere afables. Hablamos de Pop de guitarras energizantes. Latigazos que nos trasladan a un pasado de arreglos barrocos no exentos de oscuridad, y tan resplandecientes a la vez. Desesperate Journalist tienen ese algo que echo de menos en otras tantas bandas ahora.
Y es que que siendo discípulas de ese mismo sonido entre el Postpunk y el Pop chirriante. La mayoría inciden en los mismos referentes, olvidándose a veces de las canciones, del descaro a sonar sin miedo; y la cosa a veces cansa. Por dios, que no sé yo ese empeño de las corrientes modernas, de darle vueltas al tornillo en la misma dirección hasta pasarlo de rosca. ¿Tan difícil y pecaminoso es sacarle punta a las guitarras y hacer melodías de siempre? “Remainder”, “Heartbeats”, “Nothing” o “Happening” así lo acreditan. Quizás no hayan inventado nada, como se suele decir.
Pero ese saber estar con un pie en cada sitio: en el Poprock crudo de siempre, y en aquel Pop bien cincelado de románticos lirismos. Los enaltece y mucho.
Al final solo se trata de eso: de hacer buenas canciones que agiten y pongan en marcha los mecanismos adecuados para comenzar a moverse. Desperate Journalist lo tienen ¿y no me van a negar que además el nombre tiene su qué?

THE DELPHINES/HUSH (Gloss Records)

Y ya para finalizar, que se nos echa el tiempo encima. Me gustaría acabar recomendando en esta especie de tratamiento reconstituyente, para darme/daros esa dosis necesaria con la que soportar el devenir. A esta otra joven banda; esta vez desde Wisconsin (Milwakee).
The Delphines aterrizaron en mi reproductor hace ya casi un mes. Justo cuando al arrancar el año, un poco harto de las derivas malsanas con las que había acontecido mi 2014. Y necesitado de exprimir un año, que en mi sensación personal me ha parecido incompleto, cojo si se quiere... Cosas mías propias de los acontecimientos que me han marcado.
Algo supongo, que ha vosotros os trae un poco al pario. Pero como la inspiración, cuando no la hay, tiene ese mal vicio de asociar y disociar pajas personales. Y los vejestorios tenemos muchas y diversas, cambios de humor y claro, hipocondrías propias de la edad. Pues a mi, que me puede dar por cosas tan diversas, incompatibles entre si o a enfatizar ciertas manías persecutorias, me ha dado por el Pop. La filias de pajillero no se pueden remediar hijos míos.


Al lío!! Hala, que con estas tres propuestas ya podemos planificar una posología febril o febreril. The Delphines tienen tres cosas que para lo que a mi respecta, resultan esenciales para disfrutar del buen Pop: Ese tufillo a Twee Pop (Talulah Gosh, Television Personalities, Aislers Sets... y un largo etcétera de bandas de esas que pican los dientes), lo mismo se manejan con las tonadillas saltarinas y garajeras que con las atmósferas ciertamente abrasivas. Y además tienen en su debut, diez cortes con los que difícilmente uno pueda aburrirse. ¿se puede pedir mucho más?
Nada de malabarismos, piruetas, trascendencias sin sentido o nada que no vaya encaminado a sacudir las células adormecidas del organismo. Todo velocidad, inmediatez y pura generación espontánea.

Desde el primer segundo de Hush se apuntan a letanías de conjura al New Wave. Es con “Carelless” o “Eat you Alive” donde más se presiente esa querencia hacia lo oscurillo. Pero lo más curioso es que cuando más y más velocidad van cogiendo cuesta abajo, venga a subir, plegar en las curvas y navegar por toda esa reverberación cacofónica que acompaña todo el disco. Más gusto le van cogiendo a los ritmos de reprís (Punk, garaje, surf), o en definitiva, a ese tono de acidez clohorídrica que acompaña -junto al Pop como bandera- todo el disco.

Hush”, el corte que da nombre al disco, es su muestra más plausible: todo él pura candela a lo Wedding Present. Con “Kentucky”, “Notches” o “Wasted Love”, le dan cera al Surf garajero más salvaje. Tienen hasta momentos en los que nos evocan a ese lado americano de carretera que ejecutaban Jesus & Mary Chain, en aquel Barded Wire Kisses o Darkland, con “Little Viking”. Y algunos que me tiene robado el corazón, tal cual "Pura ambrosía vamos. Un disco de aquellos que levanta el espíritu al más ofuscado, o así es en mi caso.

Música que impulsa, que te iza y despabila. La que hace de mis días grises otros luminosos y soleados. Y aunque odie ponerme ñoño y filosófico, reconozco que la música es la que modula mis estados de ánimo; tan variables como entretenidos cuando siempre siempre, te llevan a algo. Que igual peco de disparatado. Pero aunque incomparables en tiempo y envergadura, los podría poner desde ya en el mismo orden de necesidad, de sensaciones y de placer al escucharlos que aquellos amados acetatos de Frank and Walters, The Smiths, McCarthy, Primitives, Power of Dreams o Spearmint... y alguno más que se escapa. Siempre disfrutables y crocantes.

lunes, 9 de febrero de 2015

CAP#1: LAS CHINAS EN LOS ZAPATOS_(ANEXOS DEL AÑO QUE PASÓ) *2014





Si atendiésemos a la lógica del tiempo y su disfrute, el ponerle cuñas y barricadas al avance imparable de las agujas del reloj. Con toda probabilidad cambiaríamos esa insana costumbre de apresurarnos a hacer inventario del año con el calendario todavía por deshojar, ¿no os parece?
Y es que resulta imposible de digerir en ese acto bulímico por atiborrarse de músicas, disfrutes y sensaciones que pasan a vuelo de moscardón por nuestro sistema de almacenaje: Vuelo rasante, cinco o seis hostiazos contra nuestras paredes gelatinosas, para que luego salgan como alma que lleva el diablo por nuestro pabellón auditivo. ¿Cogiste algo? ¿la memoria residual, cuatro notas mal contadas, capaz quizás de tararearlas?... Y al cabo de las semanas ni el recuerdo tan siquiera. Demasiada información para un déficit de atención que arrastramos desde que los estímulos solo nos llegan a base de fogonazos. No sé, podríamos llamarla la lista de los deshechos, los perdurios del chichinabo, o los brillos que se perdieron bajo el confeti...

Porque no os penséis que los blogeros somos una raza especial que tiene superpoderes como el doctor Xavier, y escaneamos con nuestra mente toda la información de la red. O que estamos tocados por la gracia divina. No, todo lo que aquí se expone, forma parte del mecanismo de esa colectividad que es la red. Una cadena por la cual cada a uno a su manera absorbe, disfruta y comparte (los unos de los otros). No existe la exclusividad ni tal primicia, tan solo retroalimentación.
E aquí solo una parte de aquello que se quedó en el tintero, y que sigue sorprendiéndonos con el página y año. Es la magia de la música y del paso inexorable del tiempo. Todavía se siguen alumbrando grandes hallazgos del pasado: Los 60's, 70's, 80's... y lo que te rondaré morena, los dosmiles no son una excepción. Por ejemplo y sin ir más lejos, la otra mitad de Parquet Courts, el desdoblamiento, el Mr. Hyde, la bipolaridad musical o como demonios queramos llamarlo:

PARKAY QUARTS/CONTENT NAUSEA

Esa otra versión desarraigada de las exigencias comerciales, que hipotéticamente han llevado a facturar a su banda embrión, Parquet Courts, un tercer disco a mi gusto perezoso, tedioso y falto de esa mala baba del segundo. Y es que he de admitir que si su salto a la palestra, necesario en cuanto a cambios de registros en la música de hoy en día. Me proporcionó esa dosis precisa que uno necesita cuando todo le suena parecido y sin falta de riesgo.
Su último trabajo, aunque no han desviado apenas sus directrices tiene, no sé, mas que tener, le falta. Le falta explosión, esa anarquía inventiva cuando no tienes que rendir cuentas a nadie y claro... buenas canciones. Las de “Sunbathing Animal/2014” no es que sean malas, pero aflora cuando se escucha una sensación de vagancia, de poco esfuerzo y de cumplir con el trámite. Tan solo corregidas con contados latigazos como: “Ducking & Dodging”, “Always back in Town”, “Sunbathing Animal” y poco más. Pero oigan, que más que para echar pestes de este disco, cosa mía y de mi gusto (que de haberlos hay tantos como colores). Lo que yo venía aquí es precisamente a defender esa maravillosa dualidad de sus dos vertientes: La conocida y exitosa Parquet Courts, y la menos conocida y libre de condiciones, que es donde mejor parecen manejarse estos Neoyorquinos, Parkay Quarts.

Con CONTENT NAUSEA después de acometerlo con cierto desánimo tras su compadre, y teniendo en cuenta que el arranque del mismo; “Everyday in Starts”, no ayuda a disipar ciertas dudas. Cuando comienza el trote cochinero del segundo corte “Content Nausea” (puro vómito de punk callejero), la cosa cambia. Y es que amigos míos, no hay placer más placentero que toparse al cabo del tiempo con la cara familiar de alguien a quien conociste y casi no recuerdas. Content Nausea con ese título explícito, parece dar esquinazo a esa presunción de éxito encorsetado, y dispuestos a volver a poner el contador a cero.

Un reflujo velvetiano en toda regla que cabalga entre el New Wave despeinado y la baja fidelidad de aquellos trabajos que se graban a pelo y en un cuatro pistas. Sí, Austin Bown y Andrew Savage son capaces de grabar algo que suene aun todavía más improvisado y no por ello carente de brillantez. Un escupitajo inmediato con doce cortes que pasan como un vendaval; lo que ya es una prueba innegable de su calidad. Y es aquí cuando tienen cierto sentido esa bajada de revoluciones -epígrafe y revolcón- solo con escuchar ese deje Reed de “Slide Machine” es suficiente para quedar enganchado a la liria. O sino dedíquenle un solo minuto a “Pretty Machines” con esos aires de chirigota; la culpable principal de que descubriese los encantos de este fabuloso aperitivo meses después.
La versión del “These Boots” de Nancy Sinatra que decir, una puta genialidad. Entre bailes de san vito de ida y vuelta, “Insufferable”, “Psycho Structures” son de esas cosas que recuperan a trazos infantiles, bocetos con cuatro trazos mal hechos y tan tan geniales de aquellos primeros Parquet Courts. Y acabar con “Uncast Shadow of a Southern Myth”, otra de esas joyazas que hace de este pequeño invento, un pildorazo analéptico.

Bandas y tonadillas que nos llevan de flor en flor siguiendo las migajas que se quedaron bajo el sofá, entre los pliegues de los cojines o entre los molares. Pasados los meses, cuando ya ha pasado de largo toda la marabunta, uno solo tiene que ir a la caza de esos petardos mal encendidos o vanos, que olvidó la estruendosa muchedumbre. Una costumbre que de niño y junto coleguillas tan paupérrimos como uno mismo, dedicamos en la búsqueda y cacería de restos. Así es como uno topa con magistrales obras de la cavernaria historia musical, y descubre a los:
JAMES KING AND THE LONEWOLVES, por dar nombres

Una veterana banda Escocesa recién restaurada tras varios años de silencio entre fracasos y rencillas de sus miembros: Jake McKechan, James King... Que casi treinta años más tarde y tras enterrar el hacha de guerra. Se vuelven a reunir de la mano de Alan Mawn, para traernos esta maravillosa obra que permanecía oculta bajo el peso del ostracismo más absoluto.
Lost Songs of the Confederacy/2014/Stereogram tiene seguramente, todos los ingredientes para convertirse en uno de esos discos imperecederos. Un puñado de canciones -diez en total- que tiene la virtud de capturar prácticamente todas las bondades, de aquella música que sucedió en anteriores vidas. Esas mismas canciones que dieron con sus huesos en el olvido tras ser registradas junto John Cale. Tres décadas más tarde suenan tan frescas como el aliento mentolado.

Como son las cosas ¿no? Injustas por partes, y sin embargo deslumbrantes en el capricho de la industria. Abro la caja de los truenos, la enciendo una y otra vez, sonando incombustible y sigo preguntándome como es posible que esto haya pasado de puntillas. Batiendo la crema fundente de punks melódicos que nos aluden a Joey Ramone, a Sid Vicius, Johnny Thunders o a Nikki Sudden. Y que se amalgama con la Americana, el Pop ensortijado, R&B, o el Rock pétreo de mil referencias; nunca lo suficiente exactas para solucionar esa duda que te solivianta.
Quien sabe si ese puñado de canciones nacidas a finales de los 80, serían el pedernal que hubiese encendido la chispa del éxito de esta banda de Glasgow. Supongo que eso nunca lo sabremos, incluso la extraña inexistencia ahora que se ha publicado tantos años después, sin apenas haber inquietado en ese ¿lo mejor del 2014 puede?
Comienza el disco con “Fun Patrol”, un bluseo arrastrado con dos primeros acordes calcados al How soon is Now de The Smiths; nada más lejos. La garganta quebrada de Jack McKechan que se deshace y contorsiona, se funde en mil elipses de bajo hipnóticas, armónicas que arañan, serpenteante, asfixiante... Y por arte de magia aparece “Over The Side” para encaminarnos hacia la pura delicia, con uno de los riffs más increíbles que llevo escuchados en tiempo. Masajeante, maravillosa y brillante, evoca el Poprock australiano de los 70: The Bats, The Clean o The Chills, pero de rasgos más rockeros y con muchos más matices. Un tema directamente hermanado con el cerrojo que se echa en “A Step Away from Home”, pura ambrosía. Se suceden a fogonazos un montón de recuerdos, historias. Me vienen a la cabeza de golpe esos primeros The Church del Of Skins and Heart/1980, sin sonar exactamente a ellos, no sé, son tan solo efluvios quizás.

James King and The Lonewolves te hacen desenterrar un montón de remembranzas, referencias que revolotean por tu cabeza cuando los escuchas. Pero nadie como ellos para amasarlos todos, y sonar con esa imponente personalidad que corta la respiración. A veces suenan psicodélicos en “(Un)Happy Home”, rockanroleros en “While I can” o “Even Beatles Die”, incluso tremendamente melancólicos y dulzemente derrotados con “Bridgeton Summer” o “Texas Lullaby”. Pero sobre todo ese montón de asociaciones que hacemos al escucharlos, sobresale impertérrito ese espíritu Punk que impregna todo el disco. No ese Punk combativo y violento, sino el de unos músicos a quien los años les ha otorgado una especie de sabiduría circunspecta, a la hora de rediseñar esas antiguas canciones olvidadas.
Algo que se evidencia en esta especie de artefacto inoculante, y que actúa sin paliativos directamente sobre el alma. De esas cosas que te hacen reflexionar sobre la cantidad de buenas cosas que permanecen ahí, en el lecho marino, a la espera de la perseverancia y el rescate.


Cambiando radicalmente de escenario y localizaciones, establecemos el campamento base en tierras Californianas; San Francisco concretamente. Para dejarme caer en la maraña oscura, sugerente y crepuscular de dos bandas de allí, que curiosamente guardaba desde hace varios meses. Y que no ha sido hasta ahora, cuando he descubierto sus bondades. Quien sabe si los estados de ánimo variables y veletas son los culpables del azar, y de que sean unas cosas u otras las que nos cautiven.
Claro también es cierto que puede parecer extraño pasar de James King & The Lonewolves, Bryan Estepa o Paper Waves, a estas bandas más relacionadas con el oscurismo de PostPunk, Shoegaze , Dream Pop o como cojones se le quiera llamar. Pero es que fue esa la música que me amamantó a los 16 años, y no reniego en absoluto de ella. Es más, me parece complementaria y aun todavía defendible, sobretodo cuando hay tanta morralla que cribar. Que puede que haya quien crea que los géneros musicales pasan o no de moda, error total. Siempre que se sepa discernir y seleccionar aquello que hace de la abundancia destellos aislados de calidad: buenas canciones o esencia panorámica.

Hete aquí VANIISH/MEMORY WORK Y SLOWNESS/HOW TO KEEP FROM FALLING OFF A MOUNTAIN.

Dos bandas de San Francisco oscuras a rabiar, así, con bemoles. A estos se ve que las playas y el Sol de la costa Oeste se la trae al pairo, y bien que hacen. ¿porqué parecer algo que no se es leche??!! Sonar jodidamente tétricos sin recordar a los pedos de The Cure, Echo & The Bunnymen, Ride o a otras tantas buenas mierdas. Por el simple hecho de que en ese círculo vicioso donde la pescadilla se muerde la cola, lo único cierto, es que los discos han de ser buenos, y mejorar lo presente.
En los primeros como un apéndice de Soft Moon. Tenemos a una banda que por momentos recuerda al Pornography de los Cure (“Observatory Time”, “Fragment/fatige”), o por lo menos a esa tensión cortante y sugerente de aquella fabulosa época. Solo que ellos aun recordando a otros, suenan con una credibilidad casi hipnótica y metafísica. Digamos que nos quedamos con el concepto y la filosofía, sin cargar las tintas sobre lo traicionero que puede ser escuchar mucha música y pretender que se reinventen las genialidades del pasado: Tensos, equilibristas, ceremoniales, espaciales, planeadores y lo mejor, se han marcado once cortes que le dan un empaque al disco de la hostia.
Desde el inicio industrial de “In Images”, bestial. Pasando por “Kaleidoscoped”, “Search an Replace”, o “Observatory Time” como algunas de sus mejores vertientes, cuando agudizan el ingenio de la experimentación emulando a Bauhaus, o incluso a la evolución de New Order en el reminiscente Movement del 81. Sobretodo porque son capaces de crear un ambiente cerrado, por momentos tan inquietante como turbador. Y a la vez nunca llegar a pecar del exceso de su anterior banda (Soft Moon), porque aquí se columpian entre derivas barrocas, otras rozando lo siniestro, pero siempre con un puntito flotante y hasta de dulce venenoso.

Uno de los discos con más pedigrí, o por lo menos, de los pocos que me hacen creer que las bandas de ahora pueden emular a sus antepasados, sin por ello tener que sonar a malas copias, cansinos, repetitivos, y con canciones del montón.




Por otro lado SLOWNESS nos dan otra versión relacionada pero diametralmente distinta. Todo más reposado y escapista, con, diríamos, que cierto toque oriental que más que sugerir connotaciones folklóricas lo hace desde una apariencia casi meditativa: desde los Mavlevís, hasta la reflexión de los Yamabushi. Todo, para enseñarnos a como no caer desde una montaña: HOW TO KEEP FROM FALLING OFF A MOUNTAIN
 
Este cuarteto de San Francisco desarrolla su idea de espiral progresiva, en ocasiones rozando los tratados del Krautrok, girando de rasqui y en torno al Pop Psicodélico. Seguramente, porque la tremenda carga ambiental de la mayoría de sus cortes; que superan con creces la inmediatez del minutaje aconsejable para el Pop. Los acerca más a estados de elevación, levitación y puro alucine: desde los siete minutos de si inicio con “Mountain” o “Division” que en su ligereza me recuerdan a los momentos más coloristas de Stone Roses, Telescopes o The Dylans. Hasta cuando se meten incluso de pleno a crear melodías elípticas y desarrollarlas sin limites ni cortapisas, aunque no siempre de manera férrea.

Slowness pueden recordar levemente a bandas de ahora, que sin un rumbo claro intentan asociarse a los efectos lisérgicos del trance y la psicodelia. Ahora, lo que a mi me encanta de ellos y de su discurso, es que saben como nadie flirtear con un montón de ideas, sin decantarse con claridad con ninguna: ese rollito entre el rock progresivo y shoegaze de “Anon (part II)”, otras parecen estar más del lado de Mogwai y el PostRock “Anon (part III)” o cuando te arrastran hasta los fondos marinos con esas odas de sirena infinitas y hasta cierto punto etéreas. Ahí, es cuando de verdad se descubren como un proyecto radicalmente distinto a lo que abunda a cascoporro; como los montones de bragas 3x1 de los mercadillos.
Slowness van más allá, alejándose de un formato comercial, sin concesiones, conceptual si se quiere. Por eso puede que después de dejar pasar los meses, es ahora cuando encuentro tiempo para descubrir su genialidad casi suicida. Me gusta, si señor, hasta la señora de su portada.


Deberes estos, que me impongo porque la verdad ni tengo ganas ni me apetece obsesionarme con lo que nos deparará el 2015. Nostalgia si se quiere, o incertidumbre por lo que está por venir.
Seguiría escribiendo siseñoras & siseñores, bien lo sabe dios. Pero es a veces cuando más ansiedad me genera el ultimátum que me ha impuesto la directora provincial del (INSS) de Barcelona, a la que por otro lado me encantaría conocer en persona y que firma como Desamparados Saiz Ortiz; tócate las narices Mari Pili!! Ese tic tac tic tac parecido al de Pablo Inglesias que me martillea la cabeza, entre las ganas de que llegue y el canguelo. Produciéndome unas ganas irrefrenables de escribir y levantar muros de tochanas sin ton ni son.
Y bueno, es que quince meses de baja -algo insólito en mis 44 años- a producido unos efectos la mar de extraños en mi: impotencia, sumisión y resignación, desespero e euforia; esta última a ratos muy breves. Todo casi en ese mismo orden en modo de bucle, no sé. Una cosa que uno no sabe si achacar a las armas que desarrolla el instinto de uno, para colocarse caretas y hacerse el valiente, o es por pura impotencia. Pero vamos que no os voy a contar mis penas y lamentos. El 19 de este mes empiezo a currar en teoría y por imposición, y tengo ganas por extraño que parezca. No me puedo poner de cuclillas, pero eso... poco tiene que ver con lo que nos importa:
Descubrir un montón de discos lustrosos y sorpresivos en belleza, del 2014. Que al estar con el 2015 ya por la pantorrilla, resulta que superan con claridad las expectativas; ya sean los que pasamos por alto o lo que acabamos de descubrir. Y que producen sobre mí (no sé si también sobre vosotros), un efecto de dejavú narcolépsico que cambia radicalmente la idea que tenemos del pasado año.
El caso es que creo que este mes de Febrero y parte de Marzo, van a ser estos anexos de obras magnas los que me entretengan. Porque son bastantes, y no es cuestión de enladrillar esta bitácora con textos infumables.
Me distraen las más recientes novedades, pero la verdad es que no me preocupan demasiado... cuestión de prioridades supongo.

#SALU2 and TO BE CONTINUED...

lunes, 2 de febrero de 2015

JERSEY BOYS vs BOYHOOD/2014: EL FULGOR DE LAS HISTORIAS DE ANTES.





Sí, levantarme del butacón al acabar Jersey Boys y sentir esa misma sensación de plenitud; como cuando se disfruta de una buena comida. Ni copiosa ni siquiera lujosa. Solo la satisfacción entre lo nutritivo y lo saciable que te queda cuando aprieta el hambre y se cumple con el momento.
Y desde luego espero que sin dejarme llevar por cierta admiración al espigado Clint. Es puede, el único director en la actualidad, capaz de darle ese tono narrativo a las películas: Ese curioso momento inubicable en tiempo, que siempre me acaba sugiriendo al cine de antes. Ya sin esperar que nos sorprenda con una pirueta o un giro de 360 grados. Solo que nos cuente una vez más, otra historia como solo él sabe hacer.



Jersey Boys podría ser perfectamente una historia real o ficticia, que más da. Pues su ritmo tranquilo hasta la extenuación en algunos momentos de la cinta, se hace servir del perfume teatral de la obra. Da el protagonismo a las canciones, porque son el eje transmisor por el cual gira la historia y sus cuatro protagonistas. Y deja de lado las razones de peso que todo el mundo busca para dar fe a su veredicto.
Tampoco lo necesita, para que engañarnos. Clint Eastwood sabe como nadie jugar con la importancia de la música, la inocencia de sus protagonistas, y esa exhalación final de fervor juvenil. Eso a lo que nos agarramos los carcamales, puede. Pero que ya no se ve en el cine de ahora, buenas historias sin más.
Puede que otros muchos estén deseando que ocurra algo, que estalle de repente. Y que la película aporte algo mucho más relevante que el musical teatral en que se basa, o sobre la misma idiosincrática vida del grupo, FOUR SEASONS. No sé, siempre parece que estemos esperando algo, no se qué, pero algo que nos despierte del atontamiento intravenoso. Habremos perdido la capacidad por sorprendernos por las sencilleces, la magia de los personajes, las historias sin trama ni desenlace...; esto es sí, una pregunta #¿? 
 


Jersey Boys me ha encantado sí, así de claro y rotundo. Igual que Boyhood. Quizás porque los melomaníacos solo queremos eso, soñar con la inocencia del cine de antes, el cine de siempre.
Las dos tienen esa longitud excelsa con la que se cuenta una historia sin atajos, e incidiendo en el ritmo tranquilo. Con esos trucos que se descubren para que sea tu propia imaginación la que construya castillos aéreos. La que te recuerde como se imaginaba cuando todo era posible, cuando los pioneros eran gente sencilla de a pie.
Boyhood también tiene esa impronta de historia autobiográficas, en las que tu memoria te evocan a pasados heróicos, malditos y decadentemente memorables. Siempre haciendo equilibrismos con el abismo del drama a la derecha, y el de la tragicomedia a la izquierda. Acabas de verlas ambas y se te dibuja una sonrisa en la cara. Sientes la satisfacción de haber hecho un viaje a tu infancia, y ves que fascina de igual manera a tus hijos. Muy posiblemente porque en paternidades y ascensos hacia tu vejez, hay caminos que se entrecruzan y que nos devuelven la infancia perenne a ratos y en pequeñas dosis.
Dos películas memorables, si señor.