Han pasado
diez años desde aquel, ese primer encuentro del 94. Y echa uno la
vista sobre el hombro, y parece haber sido un suspiro: un breve
espacio, sucinto, lacónico y concreto en tiempo. Sumergidos en
manteca para sacar lustre a las líneas de expresión y brillo a esas
canas que ya despuntan en el alba, pura rebeldía la suya. ¿Han
cambiado tanto las cosas desde aquella noche de media entrada?¿acaso
no entendíamos por entonces los mensajes cifrados cuando ya se
barruntaba el BritPop eurodiscotequero? ¿o será que con los años,
más solos, precisamos de más templanza y melancolía?
Mientras
muchos de los presentes quemábamos cartuchos a lo largo de este
decenio. Por fortuna, la banda de Dean Wareham se han conservado
frescos como el rocío de la mañana, como si durante todo este
tiempo hubiesen permanecido ahí, jugando en la playa con cubos y
palas. Volviendo a desenterrar de la arena diez años después, igual
que las Chelonioideas, en una especie de ciclo renacentista.
Para recordarnos a olvidadizos, oportunistas y melómanos. Que si
bien la carrera de esta banda Neoyorkina pasó por los excelsamente
felices 90 como un ángel pasajero, para salvar a desapegados y
displicentes con más pena que gloria.
Es ahora con
los pecados expirados, cuando su alargada sombra se cobra aquello que
la mayoría no supo ver: Un repertorio de aquellos por los que el
tiempo pasa, para hacerlo todavía más grande. Con esos arranques
inciertos, susurrantes, discretos y hasta esquivos, a los que hay que
dejar aire como a las cometas para que cojan vuelo. Y con toda una
feligresía boquiabierta en un puro acto de contrición.
Así que con
lo puesto y tras un mes florido de tentadores conciertos, teniendo en
cuenta lo aciago que me prometía este final de Abril. Al final, va a
ser que el destino tiene para uno algún tipo de premio: regalos
imprevistos para disfrutar de lo que se presenta, con espontaneidad.
Para que el menda vaya ya escarmentando con eso de planificar a largo
plazo; con lo gratificante que es acometer lo que se presenta con un
chasquido de dedos.
La sala
Bikini no la pisaba desde hace unos cuantos años -cinco
concretamente- aunque debería remontarme más atrás, cuando lo
hacía asiduamente quince años atrás. Allí sucedieron entre los
90 y la disipación del cambio de milenio, algunos de mis mejores
recuerdos: De sonido envidiable, tamaño ideal para conciertos
domésticos, y como único inconveniente la distancia; allí donde
dios perdió la parca. Stereolab, Cast, Auteurs, Deus, Dodgy,
Luna, Chameleons, Pavement, Jack, Hefner... grandes noches las
que me deparó, una de los locales con mejor acústica de Barcelona.
Luna no fueron menos, y si hace diez años ya sonaron tremendos, el
del pasado Jueves fue pura Bendición.
Con las
nueve y media pasadas, como alma que lleva el diablo, allí me planté
en solitario con el pito en el culo. Y es que el tráfico de la
Diagonal encorsetado él, nos privó de poder ver al completo, el set
de FLOWERS; los teloneros. Una banda Escocesa que deambula
entre el TweePop de mimbres frágiles, y las atmósferas etéreas de
Pale Saints o Cranes. Dos canciones, las suficientes, y el aval de
acompañar en esta maratoniana gira con diez citas. Bastaron para
abrirme el apetito y seguir atentamente el último lanzamiento de
esta joven banda: “Do What you Want to, It's What you should
You”, producido por Bernard Butler.
A tiempo
para ganarnos un rinconcito en las primeras filas junto a algún
conocido (Pin&Pon Dj's), que montaban guardia desde tempraneras
horas. Cerveza en mano y poco más, expectante por volver a revivir
uno de los repertorios más injustamente escondidos de los 90. Porque
estoy seguro que aquel temario tan incomprendido, en tiempos donde
se estaba del lado de los ganadores, o de los perdedores; sin
medianías posibles. Quizás no fueron lo suficientemente “indies”
para captar la atención de la masa enfervorizada, ni unos puristas
en su lado más velvetiano. Y creo de veras que esa es una de su
magia: la de juguetear con la Psicodelia, el ArtiPop, o el Poprock
más ambiental sin acabar de ser nada concretamente. Luna, igual que
Galaxie 500, forjaron un estilo genuino de hacer canciones. Y caer
en la telaraña de sus sonido, supongo que solo es cuestión de
dejarse atrapar. No sé, posiblemente ahora estemos más preparados
para digerir algunas músicas; bien sea por la difusión que ofrece
internet, por edad o por simple cultura musical.
El caso es
que una vez encima del escenario. La banda Neoyorkina, desde el
minuto cero ya irradiaba una conexión inverosímil sobre el público.
La magia de acometer un extenso repertorio sin rendir cuentas de
promociones, giras de presentación u obligaciones, planeaba sobre
las cabezas desde el primer punteo de “Slide”. Como
chiquillos con sus cachivaches nuevos, sobre la arena, en la orilla
tal y como vinieron al mundo, se antojaban felices a más no poder;
sobretodo Sean Eden, que lo tenía justo delante. Construyendo
arpegios milimétricos y sin embargo tan libres, agarraba Sean el
mástil como si de un amante se tratase y los castillos se construían
solos.
Empezaron a
caer incorruptibles bellezas de la talla de “Chinatown”,
“Sideshow by the Seashore”, “Malibu Love Nest”;
esta última con una hermosura desconocida. Se podía ver planear la
sombra eterna de Lou Reed en una ofrenda idónea, y algunos ya
flotábamos con ellos. Hubo rosas rojas de Sant Jordi para Britta
Phillips en los aledaños de una preciosa “This Time Around”.
Y sobre los cánticos a coro de la sala, para un oportuno cumpleaños
hacia el tímido Lee Wall, “Tracy I Love You” -el único
tema que sonó de sus Pup Tent/1997- acabó por llenar cada rincón
de Bikini, de estiradas notas inalcanzables. Para entonces la
velocidad de crucero de un exultante Sean Dean ya era ingobernable:
aspavientos, pelos desarrapados, mordiscos de guitarra, aullidos …
y yo, yo en estado de vegetación emocional.
Tiñeron de
soleado ocaso una noche mágica entrando con determinación a su
repertorio más delicado: “Cindy Tastes of Barbecue”,
“Going Home” mientras el imperecedero de Lou se paseaba
por la platea silbando “Lost in Space”; la hacía suya.
Como un masaje en el parietal con el que acometer el final de la
semana, la banda de Dean Wareham desplegó un manto de encajes y
guitarras propias de sinfonía sideral. No es que sonaran bien, es
que si en algún momento alguien no comprendió la belleza íntima de
sus canciones: Su forma de crear acordes que se arremolinan como
vórtices, esa especie de psicodelia mullida y mimosa, algo que no
acaba de ceñirse a ningún género concreto y que solo se debería
definir como belleza infinita. Seguramente ahora mismo, se estará
perdiendo uno de los legados más imperdibles de los 90, fuera de
acotamientos generacionales.
Sean Dean,
además de dar sabias lecciones de como crear un diálogo distendido
y brillante entre cuerdas, platos y graves ondulosos. Se marcó un
“Still At Home” a las voces, como para proclamar a los
cuatro vientos la grandiosidad de un subestimado Rendezvous/2004; con
una voz además envidiable. También cayeron inesperadas joyas como
“Superfreaky Memories”. De aquellas que lastimosamente, el
tiempo ha engullido en su garganta oscura de pantagruel generacional.
Dejándose hacia el final retrepar sobre algunas facetas menos
conocidas como “Bewitched” o “Friendly Advice”;
un final extraño. Rematado con “23 Minutes in Brussels”,
una de mis favoritas de uno de mis discos insignia.
Algunos
esperábamos, no lo niego, un fin de noche con “Bobby Peru”,
“Math Wiz” o “Slash your Tires”, quien sabe si
un “Bonnie & Clyde”; aunque sé que jamás me sonaría
igual sin Letitia Sadier a las voces. Lo harían mucho mejor, regate,
centro y remate de cabeza por la escuadra. La cita soplaría las
velas con dos versiones que dicen mucho de por donde van los tiros de
Luna: “Ride Into the Sun” de la Velvet Underground, y
“Indian Summer” de Beat Happening... maestros incluso en
el guiño.
Fue algo
curioso, como un momento, nota o detalle envasado al vacío ¿sabes
como cuando presientes tan álgido el momento, que no deseas marchar
del lugar del crimen? Pues eso. Allí quedó por un momento detenida
en pura instantánea, por melancolía, el gentío implorando una
cerveza más. O porque sabes que otra vez volverán ocupar ese
minúsculo espacio en tu escasa memoria, tan solo activado por
estímulos del pasado. Quien sabe.
Fue un
concierto grande sí. Entonces es cuando agradezco estar en la otra
punta del mundo, allí solo, sin nadie con el que cruzar mirada para
dar fe del momento; por egoísta que suene.
Pero si algo
que me encanta, es volver a casa al volante, cruzar la ciudad: con
sus luces, su silencio, toda esa gente que no sabes donde va, y la
música todavía revoloteando, mientras el pitillo te, y se consume
entre los dedos. Alargando al máximo la cita, como cuando el amor te
aprieta la garganta.
Abril, que
bonito y lindo abril. Yo nací en el mes de abril amigos, sí poca
broma. Y debe ser por eso, que cuando se acerca este mes ahí
estratégico él, después de un arranque de año con el abstemio
ayuno que posterga Febrero y Marzo. Pues eso, para que engañarnos,
uno se crea expectativas. Espera que ahí se concentre la alegría y
la felicidad, la explosión de colores y el radiante sol proyectando
en el ventanal. Ese rayo descompuesto en mil colores, o que la mota
de polvo haga cling en tu mejilla; todo perfecto, sí como en
las pelis.
Las manos
ociosas vuelan a una velocidad mayor que la mente, que tropieza. Se
hacen encajes de bolillos, tiran líneas y marcan las casillas del
calendario charranquero: Ahora tiro la piedra, que voy y salto, que
soplo la tormenta de polvo pináceo que cubre cualquier superficie
horizontal; y sigo... Y es que pese a que siempre o casi, hay un algo
que intenta sodomizar nuestros planes absolutos por pasiva o por
activa, imposible no sucumbir al azote Primaveral. La naturaleza
está cachonda amigos, es así. Y nosotros pobrecicos míos, ahí
andamos, debatiendo entre toboganes hormonales, encantamientos y
ebulliciones plasmáticas. Es así, LA JODIENDA NO TIENE ENMIENDA,
tanto si somos de los que cupulamos conciertos como conejos o si es
el destino el que nos pone mirando -en este caso hacia Teruel.
De momento,
y haciendo las cuentas casi de cabeza, ya me han jodido el concierto
del 29 de MORRISSEY; tonto de mi que creía que venía a verme
por mi cumpleaños... En vista de que el trabajo me envía a tierras
Turolenses. Cuanto más miro la última quincena de Abril, más son
los conciertos que veo me perderé.
Este
multiorgásmico mes es lo más parecido a las bacanales romanas. Si
es que son las aguas y nieves mil de este invierno, las que han
puesto a la naturaleza perraca, y a las pruebas me remito:
TWILIGHT
SAD en Barcelona y Madrid. JAYHAWKS haciendo la ruta
gastronómica por las Españas; estos no me los pierdo si así se
hunda el mundo!!. MORRYSSEY que se ha empeñado en fenecer
sobre un escenario. THE JAZZ BUTCHER conspirando en el 16
toneladas de Valencia para desgracia mía (concierto recomendado para
cualquier mortal que así se considere). O el kilométrico
reencuentro que con el que nos deleitaran LUNA, en una gira
diez años después que los traerá en la segunda quincena por 14
ciudades.
Y para
rematar, ROBYN HITCHCOCK de vuelta por casa dando lecciones de
sabiduría musical por Cádiz, Valencia, Madrid y Barcelona. Eso sin
contar con los que ya colgó nuestro colega Johnny en su estación
espacial (Willie Nile, Wilco Johson o The Godfathers). Hala,
ya se puede uno rajar las venas en canal.
De momento,
y a la espera que un rayo Tesla cambie el curso de los
acontecimientos; la esperanza es lo último que se pierde no?. Yo por
si las moscas, ya puedo dormir como un bendito, ya sabéis: echando
párpados abajo como estores, flotando a la deriva y soñando con los
ecos todavía recientes de los setlive de Twilight Sad y The
Jayhawks. Lo que se dice pájaro en mano, vaya.
THE
TWILIGHT SAD/ Sala Be Cool (Barcelona) 13/04/2015
Este pasado
Lunes empezamos fuerte, y fueron los Escoceses con su cuarto álbum
en siete años de carrera. Los que se presentaron por primera vez en
escrupulosa gira; sin contar su visita del pasado Primavera Sound.
Lo hicieron
en la sala Be Cool como enésimo obstáculo ya, desde que hace de
esto cinco años descubriera, a lo que supone: Una de las pocas
bandas de la actualidad con la mirada puesta en el postpunk de los
80, capaces de seducirme sin tener por ello que rememorarme a
psicofonías del pasado. Vamos, hablando sin ambages. Quizás los
únicos que han logrado tributar sin pasar el arroz, evolucionar sin
desbravarse y mantenerse ahí, en un segundo plano fieles a su
sonido, con una de las trayectorias más humildes y honestas, de todo
ese refrito revival que tanto acaba por empacharme.
Sus dos
últimos trabajos han conseguido permanecer en constante ascenso,
como algunos top10 de consecutivos años. Y si tuviese que hacer
recuento de todas las bandas que han avivado mi llamita del Rock
oscuro y mis años mozos, no son más de 4 o 5 en las que albergo
algo de excitante esperanza. Twilight Sad son uno de ellos. Sus
discos no intentan vender su alma al diablo para captar adeptos,
sobre el escenario viven el acto del directo de manera magistralmente
generosa. Y lo hacen en manos de su lider -James Grahan- de una forma
tan inocente e impulsiva, que convencen.
Más todavía
cuando ese Lunes 13 de Abril, tenía todas las pintas de un mal sueño
fruto de un maleficio: Casi confundo el día, también la sala, y mi
medio de transporte se empeñó en sabotear mi chakra. Pero amigos
míos, cuanto más se tuercen y retuercen las cosas, cuando estás
apunto de arrojar la toalla y clamas al cielo – dios mio!!
porqué a mi!! Más satisfactorio es salir a flote, y saborear
esa pequeña concesión del destino, esa pequeña victoria.
Al igual que
la poco agradecida carrera de estos muchachos de la Escocia profunda.
Cuantos más obstáculos y sinsabores, más gratificantes son las
recompensas. La sala no ayudó. Una Be Cool que intenta revivir ese
pedigrí noventero de las viejas y eclécticas salas de la zona alta
de Barcelona (Starlets, Standard...) Que aunque no se llenó ni mucho
menos, acabó asfixiando las posibilidades de la banda: Un escenario
al mismo nivel casi de la platea, poca visibilidad, el techo del
escenario que parecía querer engullir al grupo, y los cuatro
reporteros más dicharacheros del barrio empeñados en robarle el
alma con cada instantánea, móvil XXL en ristre y brazo en alto. Una
costumbre que odio con toda mi alma cada día más. ¿De veras que es
necesario inmortalizar el momento cumbre con un vídeo o 1500 fotos
por segundo, en vez conservarlo en la memoria o en la retina? O se
trata simplemente de proclamar – yo estuve allí!! mira cuantas
fotos que tengo!! En fin, debe ser que envejezco.
Pese a toda
esa serie de pequeños inconvenientes, no os creáis, la experiencia
fue todo un pulso reivindicativo. Y es que este trío ampliado a
quinteto, saben lo que es sufrir el más absoluto ostracismo. Vaya
por delante lo bien escogidos que están sus últimos dos trabajos y
el tino de su anterior productor Andy Watherall, para las cualidades
técnicas del grupo. Y es que su último “Nobody Wants to be
Here and nobody wants to leave” lució por todo lo alto, justo
ahora que casi nadie se acordaba ya de ellos. Una obra donde
convergen su faceta más melódica y su pasado atmosférico y
abrasivo, para concluir en un equilibrio abrumador: La disposición
idónea de sus diez cortes, el desarrollo de la trama en base al
patrón de “Sick”; pese a ser una de las canciones que más
eché de menos en su temario de presentación. Un disco en
definitiva, que aun careciendo de cualquier tipo de Single con el que
captar a públicos dóciles, consigue dar el empaque necesario a las
obras en peligro de extinción: discos que se sienten, entienden y
digieren en todo su conjunto.
Sin titubear
fueron directamente al grano; dos de las canciones más absorbentes
de su último trabajo: “There's a Girl in The Corner” y
“Last January”, los dos temas que abren su último disco.
Se deslizaron hasta su debut del 2007, con su primer single “That
Summer, At Home I had Become The Invisible Boy”. O aquel
segundo disco que los colocó en el mapa musical del 2009, con “I
Became a Prostitute” como bandera o “Seven Years of
Letters”. Se coló “Drown So I can Watch” y se
detuvieron en “Alphabet”; un tema de encanto marciano
perteneciente a su anterior trabajo. Se podrían haber ceñido a su
último y efectivo disco, pero prefirieron dar un paseo por toda su
discografía. No la más efectiva, sino aquella que hace de Twilight
Sad una banda distinta.
Sonó por
fin “It Never Was The Same”; uno de los cortes más
emotivos de su último trabajo. “I Could Give You All That You
Don't Want”, single por antonomasia de este mismo. Para volver
a reincidir en su pasado más áspero y decadente con canciones de
sus dos primeros inicios; discos ellos tan diferentes a lo último
que nos han entregado (pequeñas joyas que se muestran ahora con el
tiempo, como pequeños milagros del shoegazing krautrockero):
“Reflection of the Television”, “Nil” o un
cierre insólito con “And She Would Darken The Memory”;
con dos narices!!
Poniendo
tierra de por medio con la otoñal “Could Days from the
Birthhouse”, o “Wrong Car”; Ep que hacía de puente
entre sus dos primeros e idealistas trabajos, y su actual sonido más
melódico y orgánico.
Una noche de
Lunes, zapatillas afelpadas y leche con galletas, que atrajo hasta el
rincón más recóndito de Barcelona a un buen puñado de seguidores.
Nunca lo suficientes, para el lujo que es oír en la actualidad a
esta banda en directo, y en un reducto como la Be Cool. Sobretodo si
tenemos en cuenta los precios populares del evento, 14 euretes, y el
echo de arrancar una semana intensa con final feliz donde se sumaron
el regreso a mi ciudad de Jayhawks y un brillante Sábado de
cultura/gastronomía y excelente compañía.
Allí se
puso el broche tendiendo almas al sol primaveral que lució como
nunca en EL XIRINGUITO DE L'AIGUA: Un rincón en la parte alta de
Barcelona, donde Albert Marimon eleva la importancia de la tapa y la
terraza al sustento primordial de nuestra existencia. En este planeta
hostil por el que paseamos cuatro días, como resume Jordi F. nuestro
instigador más revoltoso, lo importante es el concepte cirera:
Uno estira de otro, y muestra cosas a otro... y así cosas y cosas...
THE
JAYHAWKS en: LA SALA BARTS AL ABRIGO DEL FESTIVAL DE LA GUITARRA
14/04/2105
A estas
alturas y después de que hace poco menos de un año (nueve meses
exactamente) pasearan sus coplas por la sala Apolo. Poco más se
puede decir de la banda de Minessota que no se resuma en adjetivos
siempre emocionantes. Cuando en esa ocasión arrastrara a un
compañero de trabajo, a mi mujer y a mi mismo después de
reengancharme a su discografía, con una de esas bengalas/señales
que se nos lanzan por pura mancomunidad melómana. Los describía
como hacedores de melodías curativas, medicinales si se quieren,
canciones que curan el alma, cicatrizan el espíritu y apuntalan los
estados de ánimo bajos; lo dice Smile claramente.
Jesus “The Cierzo Man” era todavía más clarividente, y cito: la
de Gary Louris , y suscribo tus palabras en el sentido de que
Jayhawks se le escapa o le queda pequeña la etiqueta de alt country
o nuevo rock americano o americana o tantas inventadas como recurso
para vender lo que es tan sólo música con amor y respeto por las
raíces, aunque unos hayan arriesgado más que otros.
Música con
amor, suena lindo ¿no es cierto? Las armonías vocales, las de sus
guitarras cuando se ponen fieras o se disponen como hilos que se
entretejen, el bajo vacilón de Marc Perlman o el tesoro mejor
guardado tras los bombos de Tim O'Reagan y su cristalina voz en
“Tampa to Tulsa”.
En todo su conjunto o por separado, igual que sus distintas
vertientes: desde la más eléctrica como la más Folk, pasando por
ese Poprock soleado de ascensión eterno. Todo un repertorio al que
se entra arrastrado por inmediatez de “Tellspin”,
“Save It for a Rainy Day”,
“Angelyne” o “I'm
Gonna Make you Love Me”; con la que
abrieron el concierto. Y que te engarza a una de las más grandes
discografías ocultas de nuestros días.
Se habla de
las bondades de la dieta sana y equilibrada. Pero nadie menciona este
puñado de canciones, que debería incluirse por prescripción en el
vademecun de todo matasanos.
Jayhawks nos
volvieron a visitar, justo cuando los ecos del pasado año empezaban
a desfigurarse ya a la vuelta de la esquina. Ese manojo de canciones
que como el espliego me sanó allí donde más me dolía, volvió a
surgir efecto. Esta vez arrastrado con un gusto inmenso por otros,
que como yo en su día, vieron el destello al otro lado de la cima. Y
no podéis imaginar el inmenso placer que supone compartir y
contagiar, cuando uno disfruta de algo, lo que sea. Gozar, henchir el
corazón, cruzar miradas y explicar aquellas cosas donde las palabras
salen mudas. La música tiene ese encanto y poco entiende de perfiles
y retratos robot, es así, mágica.
Ese Cd que
grabé como un vicio enfermizo el mío de explicarme en clave de
corchea, y que como las esporas polinizadoras acabaron llegando a
buen puerto; aunque esos fenómenos, serían estériles sin un
receptor al otro lado. Por lo tanto despegar la semana, por nefastos
que pudiesen ser los augurios, con los compañeros de cata y con
Xavi a la cabeza.
De verdad,
no hay cosa más placentera que empujar y dejarse arrastrar en un
acto de pura inconsciencia. Quien sabe si de otra forma no hubiera
pospuesto ese concierto para otros tiempos de gloria. Volver a
recuperar esos sonidos que en una mente de niño como la mía,
necesitan de repetición. Observar como causan efecto en otros, o en
ti mismo de forma diferente cuando se escuchan por segunda vez.
Es así
cuando canciones de retaguardia como “Settled Down Like Rain”;
una de mis preferidas de aquella noche. “Until you Came Along”,
“Bad Time”, “Ain't no End”, o como la joyita
vaporosa “Sixteen Down”; uno de esos temas que uno no
espera oír cuando hay tantos ganchos efectivos se agradecen sí.
Observar desde lo alto de los anfiteatros de la sala BARTS (antigua
STUDIO 54), el balanceo acompasado de la platea como el oleaje, en
una perspectiva multidimensional casi alucinógena.
Sí amigos,
volvió a ser una noche grande como todas las que estuvieran
dispuestos a darnos. Arropado de la gente que quieres, disfrutando de
algo que sabes te hará soltar el lastre de tanta inmundicia, y salir
con una sonrisa de oreja no tiene precio, lo digo de verdad. A veces
resulta tan sencillo ser feliz por un instante con tan poco, y con la
de vueltas raras que le damos a la vida para procurárnosla; la
felicidad.
Al final la
cosa reviste en poco más que buena compañía y el hilo conductor
que ejerce el triángulo perfecto: comer/amar y cantar. Los finales
felices acaban llegando sin buscarlos, vaya si lo sé.
Sin datos ya
ni testigos aculares a los que preguntarle. Hace un año tras unas
largas y agónicas reformas en casa después de regresar del
hospital. Con ese olor a roble lituano, a desorden y polvo. Tan
intenso y sofocante era, que tuve que abrir de par en par puertas y
ventanas.
Pese a que
la visión panorámica de aquel Noviembre fuera fría y húmeda,
desde los ventanales de la novena. Era una sensación curiosa y
extraña al 50%, inédita hasta el momento. Como si todo se hubiese
alineado confabulado y conchabado para darme un pescozón – Eh!!
tiu que todavía existe el cariño!! Regresar de nuevo a tu piso
cambiado y patas arriba; esa mismísima ilustración de quien le da
la vuelta a la vida como un anorak reversible. Y que todo comience a
girar de nuevo, cuando sin apenas tuétano, uno solo puede limitarse
a ojear como un testigo mudo entre tantos enseres de los que ya ni
tenías noticia.
Fue entonces
cuando de forma inevitable y con los discos, cedeses, revistas,
musicassettes y recuerdos amontonados: profanados y exhumados; sí
esa sería la expresión. La de cosas que uno es capaz de guardar en
70 metros cuadrados, sin posibilidad alguna de revisar; salvo en el
caso de que la falta de espacio y el reordenamiento te pongan un
ultimátum: doble o nada, piedra/papel/o tijera, pellizco o
pinchazo, truco o trato, susto o muerte... podría seguir hasta
rayar lo absurdo...
En fin, a
veces esas experiencias traumáticas ejercen una presión sobre
cierto músculo atrofiado, pellizcan este o aquel nervio en desuso y
te empujan a hacer cosas antes ya oxidadas. Algo así como si en ese
coma inducido te reprogramaran y te trasplantasen nuevos componentes.
En todo ese
tiempo, casi año y medio, uno que ha tenido tiempo para malgastar a
espuertas. A deshecho bolsas, cajas y paquetes. A sonreído al volver
a encontrar esa carpeta llena de recortes de revista (Populares 1,
Rock Deluxe, Boogie, Les Inrocks y fanzines varios). Flyers,
postales de bandas, carteles de fiestas y sesiones, que hace que uno
no sepa si sentirse viejo, o creer haber dejado a sus espaldas un
gigantesco portón que separa lo de ahora de lo de antes. Lo de antes
como si perteneciese a otra época muy muy lejana ¿lo es tanto?
Apenas si han pasado quince años y parece que haya sido toda una
vida. Es como separar lo análogico de lo digital y ser incapaz de
recordar el olor al papel de biblioteca o el de la tinta que mancha
tus manos.
Volver a
revisar todos tus vinilos y cd's da para volver a revivir toda una
vida. Y es ahí donde aparece una escala, en el viaje hasta arriba.
Unos años los de FANTÁSTICO, tan breves como intensos. Un cubil
escondido entre las callejuelas del Gótico Barcelonés donde tomaron
forma, algo que se acerca bastante a la idea utópica que uno tiene
de un garito. Sobretodo cuando pateaba tierras yermas, mucho antes de
que el fenómeno BritPop estallase y pusiera de repente al “bicho
raro” en primera línea de fuego. O algo así parecía.
Ponerme así
de golpe a escribir sobre el fenómeno FANTÁSTICO me empuja quizás
a no ser imparcial. A dejar que sea la tripa y el corazón las que
hagan de tintero de la pluma, y a recordar.
El arranque
de Fantástico Club tuvo algo de accidental. Una idea mil veces
maquinada por el instigador Nacho; harto de trabajar a cuenta de... y
no sentirse dueño de sus propios designios. Saltar al vacío y
sentirse a gusto con esa caída libre, emocionante, peligrosa pero a
la vez excitante. A esa especie de empresa emocional se acabaron
uniendo que ya lo eran por amistad, algunas almas descarriadas que
pernoctaban sin destino fijo en busca de un hogar para las músicas
huérfanas. Sonidos que por paradójico que resulte ahora que todo se
sabe, pertenecían a otro tiempo.
Al margen de
músicas con nombres y apellidos, la idea de acceder a un lugar en el
cual su propia idiosincrasia era totalmente autodidacta, y con
absoluta libertad a la hora de plantarte ante una cabina y dar rienda
suelta a tu ingenio, era mágica. Fantástico era sobre todas las
cosas, un altavoz el que se daba protagonismo al público receptivo y
al carácter idealista de quien escucha para poner luego música.
Allí fue donde se pusieron a los mandos el pueblo llano del indie
más idealista, algunos ahora semiprofesionalizados, otros por puro
divertimento, muchos músicos que pinchaban sin caché... En su
mayoría gente que empezaba desde cero en el mundo de la selección
musical: Fuera mezclas, cuadres y encuadres. Arriba con las sesiones
donde primaba la canción como cordón umbilical, sin ajustarse si
había que llenar una pista, malcriar al oyente, o seguir el curso de
lo establecido.
Desde la
estética y diseño de la sala, los flyers; todo con ínfimos
recursos. La idea de dos Dj's residentes y toda una tropa que hacía
de la programación, un pica pica de caras noveles dispuestas a girar
la tortilla. Contemplar el error como algo lícito a la hora de
convertir la noche en algo excitante y desangrar estilos y géneros
incontables.
El mes de
Marzo del año 2008, tras ocho años de vida y después de conseguir
ser un club con D.O partiendo de cero. Expandir hasta el otro extremo
de la ciudad su estilo en THE SOUND CLUB. Y hacer de sus cabinas un
destino tentador para la mayoría de los músicos, profesionales y
neófitos de la escena alternativa nacional, con sesiones totalmente
altruistas sin condiciones. FANTÁSTICO CLUB dio por concluida su
aventura en una fiesta de clausura, cediendo el testigo nuevas
generaciones con energías renovadas.
Aquella
noche se inmortalizó en un DVD confeccionado para la ocasión,
maquinado principalmente por Dj Casty (Radio Pica) & Dj Fenix, y
muchos de los que nos sentimos directa o indirectamente ligados a tan
tremenda aventura: La remodelación de la mítica Fantástico de los
80, tardes de pintura/placas & runa, los primeros meses
organizando fiestas, publicidad y sesiones inverosímiles, los
primeros y sofocantes veranos sin aire acondicionado, el acoso de la
policía local con limitadores y presiones, la soledad de los
primeros meses entre colegas, el posterior ascenso y la
imaginación... muuucha imaginación. Un pequeño pedazo muy lejos
de ilustrar lo que ocurrió durante esos ocho años entre los
bastidores de cuatro esas paredes, pero una sincera concentración de
cariño y nostalgia con los agradecimientos de todos los que nos
sentimos cómplices. Se hizo una fiesta de despedida desbordante de
público y cariño despedida, una noche inolvidable con lágrimas de
felicidad expansiva. Y allí bajó el telón con la misma felicidad
con el que se alzó.
El próximo
Sábado día 11 de Abril, 15 años más tarde de su inauguración.
Nos daremos cita a los platos, algunos cómplices de aquella mágica
aventura, para intentar revivir otra de aquellas noches inolvidables.
En la que se consiguió durante un breve pero intensísimo tiempo,
algo que seguramente se habrá dado en otros rincones de la ciudad,
pero jamás con la misma libertad: Hacer de la música, la noche y la
amistad, un vehículo común entre clientela, Dj's e ideólogos.
Conseguir que de todo ese sueño juvenil sin medios, presupuesto ni
destino, germinaran unos lazos tan fuertes con la música sin
ataduras como lenguaje universal.
Y demostrar
que en la diversidad y la creatividad, está la mejor herramienta
para aprender, compartir y sentirnos cómplices de nuevos y
renovadores descubrimientos.
Estoy seguro
que la del próximo Sábado, será una noche no solo de reencuentros,
sino de futuros y maravillosos recuerdos. Estáis todos invitados!!
Apartir de las 23H. en Passatge Escudellers 3 junto a Plaça Reial Luis Le Nuit Dj, Dj Fenix, & Dj Casty, Homeless, Raúl Garcés y Dj MAC (el que firma)
Todo a su
debido tiempo, respondió mi subconsciente. A la interpelación de
las manillas del reloj esputó un aplazamiento, un dejarse llevar
por la corriente un: - “One moment please, que me acicalo”.
Mas por ayuno voluntario o simpático reflejo que por propio
propósito. Seis días recostado en la cama: apolillada, mohosa y
hasta maloliente. Y el solo rugido de sus tripas, que fueron las
capaces de tocar diana en el batallón y lograr, un sollozo.
En todo ese
tiempo tuvo sueños húmedos surcando piscinas olímpicas. Se vio en
romerías calle arriba de rodillas hacia la ermita en promesa,
virgensita mía que me quede como estoy!! Quieto, inmóvil...
parao. Dejando pasar el tiempo con un goteo incesante de segundos,
minutos, horas y días. Días que se hicieron semanas y que iban
camino de ser ya meses. Tiempo para desangrarse, vaciando con
silencios el jolgorio de la calle (el camión de la basura que
irrumpía en la noche, los niños al colegio los padres a los bares,
los vendedores de tarifas al ataque, y mi vecino hombre-lobo aullando
saetas). Él en cambio, se daba la vuelta, pegaba fuertemente la
oreja sobre la almohada y seguía el ritmo de sus latidos; acolchados
entre los sesos de su cráneo. A veces tan tenues y acompasados que
parecían querer detenerse. Otras se aceleraban como el traqueteo del
batidor de un telar, pero nunca lo suficiente para despertar el
mínimo solivianto.
La
sincronización de su mismo ser fue tan profunda y polirítmica;
como la de esas viejas máquinas de vapor. Que abriendo y cerrando
válvulas con forma de ventrículos y aurículas a ritmo tribal,
generaron una sinfonía parecida a la de Zun Zun Egui o Skylar
Espence: La sangre bombeaba a velocidad de vértigo, los poros de su
piel se abrieron como esporas en ebullición y una convulsión
recorrió su cuerpo, dando con una especie de baile de san vito sobre
el lecho.
Levantose y
corriera hacia el baño en un gesto instintivo por aliviarse de lo
pospuesto por tantos días de encamamiento. Y agarrándose como un
poseso en jarras a la taza del water; con la cara desencajada, las
vasos dilatados y un ritmo cardíaco, tal cual estuviese poseído en
cuerpo y alma por Keith Moon. Defecó una gloriosa Playlist; como se
suele decir en el argot de los melomaníacos, una buena mierda.
Vamos camino
de ventilarnos el primer trimestre del año, y por fin el parto de la
burra a dado a luz un fardo de canciones generoso y capaz de producir
la resurrección. Visto desde lo alto del techo, cualquiera diría
que no habría dios capaz de atizarme como una descarga eléctrica,
para ponerme manos a la obra.
Pero es que,
ya sea por vagancia, por simple distracción o porque todavía no he
encontrado suficientes motivos para seguir con el ritmo de otras
veces. La cosa es que después de un 2014 enfermizo y obsesivo a
partes iguales. Llegué a cumplir el objetivo marcado -volver a
recuperar la normalidad del trabajo/familia y estado de forma- eso
sí; aunque solo sea en forma de placebo. Y como quien llega a la
meta exhausto, me temo que he acabado desfondado y disfrutando de ver
pasar el tiempo sin la más mínima presión por cumplir ningún
objetivo.
Salí del
lavabo pálido, descompuesto, con el pijama por las rodillas y con
las canillas temblorosas. Me afiancé a una gran taza de Cola Cao, y
mojando galletas hasta los nudillos. Recobré algo de compostura
entre las cacofonías de mis tripas y bombeo percutivo de mi corazón.
Y con el nuevo trabajo de la policultural banda de Bristol sonando a
toda castaña en el salón, auné suficientes fuerzas para volver al
trabajo: Más de treinta canciones, repartidas entre restos del
pleamar de 2014, y esas cosas chulas que me motivan a la hora de
compartir (buenas nuevas, prometedores hallazgos y discos con chicha)
entre novedades y descubrimientos... ahí, ahí van.. Tres reseñas
que no más, para dar el empujoncito y el resto lo dejo ahí, a
disposición de vuestras ociosas manos. Que sé que tenéis el
arresto necesario para hurgar, descubrir y disfrutar.
ZUN
ZUN EGUI_SHACKLES GIFT (Bella Union)
Son una
banda de cromatismos culturales variados y variopintos procedente de
Bristol; como no podía ser de otra forma. Ahí, entre estibadores,
suburbios bulliciosos y ese cruce multicultural que se da en la
ciudad portuaria del sudoeste del Reino Unido. Fue donde el
guitarrista de origen Mauritano Kushal Gaya, y la Japonesa
Yushino Shigihara se conocieron y empezaron a tocar juntos en
el 2008 hasta formar la banda por la que se les conoce ahora. El
nombre viene inspirado por un viaje al país vasco del segundo. Y
aunque en ocasiones su polifónico sonido puede tener ciertas
reminiscencias al folklore vascuence, su sonido tiene un espectro
bastante más amplio y global; en lo que a la sonoridad puramente
tribal se refiere.
Hay quien
habla sobre sus influencias de la exótica, el free jazz y los
africanismos. Pero posiblemente como es mi caso, se conecte mejor a
su sonido vía Talking Heads, al new wave o al esoterismo de
Peter Gabriel. Por sonoridad vocal puede, o porque el destino
final de su temario se entrevé incierto, experimental y altamente
psicótico.
Lo cierto es
que si uno decide asomar la nariz a su último disco: El que más
amplio espectro abarca; de los dos que han publicado. Puede que como
yo, acabe dando gracias a dios por la existencia de bandas como esta.
Y no es que hayan descubierto ahora la sopa de ajo de la fusión, que
no es eso que no. Ni que sea yo ahora y desde siempre un fan
incondicional de los mestizajes sonoros; más bien al contrario:
fusiones las justas y si las hay, que sean con sustancia y química
natural. Ahora, lo que si es seguro, es que cuando cayó en mis manos
“African Tree”, me vinieron sin remisión los efluvios de
David Byrne and Co. Remembranzas indiscutibles de una de mis bandas
vigías de juventud; tanto de su lado experimental como la deriva
hacia la world music.
Zun Zun
Egui suenan desde el minuto cero a eso: a puro amalgama
noventero, por concepto, por formas y fusión bien entendida. Aunque
al final la solera que resulta de su escucha sea puro rock musculoso,
elástico y maleable. Y su irresistible despegue a lomos de “Rigid
Man”, “African Tree”, “Rubi”, o “I
want to you know” sea puro vendaval. El cómputo global de este
necesario y apasionado producto musical, acierta de pleno con esa
furia desbocada, en la diana de lo instintivo, primitivo y visceral.
Nos prepara
el terreno y la sala de despiece con percusiones dislocadas,
guitarras chirriantes y ejercicios vocales malditos pero contagiosos
(directos). Y una vez maniatados y en pleno espasmo, nos empuja en
caída libre hacia piruetas elípticas, hipnóticas, audaces a la
hora construir y entretejer auténticas terapias sonoras. Que
parecen querer desdemoniar algún tipo de maleficio espiritual. Y que
aterrizan en algunos de sus más suculentos platos en la segunda
mitad del disco, pese a requerir una escucha más exigente y
desinhibida:
“City
Thunder”, “The Sweetest Part of Life” o “Late
Bloomer”, son auténticos viajes desde lo más profundo de la
esencia musical primaria y hasta el multiverso. De lo mejor de este
exfoliante y tremendo ejercicio de plasticidad sonora. Y apuntando
alto en este inicio del 2015.
Pues bien,
si continuamos descolgándonos por la liana hasta lo más profundo.
Al epicentro de la vianda más primigenia de la música, o por así
llamarlo al rovell de l'ou: ese magma delicioso que corona una
suculenta yema de huevo frito con sus dos chorizos escoltándolo.
Posiblemente nos encontremos con el nuevo y flamante regreso de
JD
MCPHERSON_LET THE GOOD TIMES ROLL
El diablillo
de Oklahoma que nos dejó con la miel en los labios, y esa huella
dulce en los resquicios del paladar hace tres añacos; tan laaargos
como huérfanos. Ese mismo que nos atizó un cachete para que
despertásemos hace unas semanas del hipersueño con dos aperitivos:
“Bossy”, y la misma que titula el disco (Let The Good
Times Roll); algo así como “conserva el buen rollo de las
épocas”. Un tema que así, con chulería, es un calco al que
echaba a rodar su anterior y glorioso disco en “North Side Gal”,
pero con una primera impronta más contemporánea si se quiere.
Esa misma
que se paladea en cada uno de los surcos, bits o pistas de su nueva
entrega, y que hace que todo él suene como a más de ahora ¿me
explico? Seguro que no.
Si era ese
perfume a añejo y autenticidad el que inundaba las estancias de
aquel “Sings and Signifiers/2012”. Con Let The Good Times
Roll Jonathan David McP. insufla de un frescor mentolado cada uno de
sus cortes.
Debates
aparte sobre si este nuevo trabajo repite fórmulas sin apenas
modificar la estructura esencial. Si éstas suenan más dóciles y
acordes con unos tiempos, donde se echa mano de manera socorrida al
pasado (por estética, moda pasajera o pura impostura). O si el
revival a décadas postrimeras se agradece más por simpatía que por
estar a la altura de sus progenitores; en fin, el buscarle tres pies
al gato a algo que funciona sin más.
El caso es
que desteorizando sobre cualquier aspecto funcional del temario del
señor McPherson, y tratándose de Rock&Roll como fórmula
magistral de nuestra actual música moderna. Yo en lo personal, me
quedo la esencia de su música. Que no es otra que la osadía de
recoger el testigo del malogrado Nick Curran, y dotar de vigencia en
pleno siglo XXI algo tan indispensable como el Rock&roll, el R&B,
el rockabilly y otras muchas cosas que se agregan de manera
inteligente y sutil, a una inalterable perfecta receta. Todo eso es
lo que hace de su música, un ungüento curativo y medicinal para
grandes y pequeños ¿se puede sonar abigarrado al pasado sin caer en
el revival fácil y ramplón? ¿sacarle brillo al legado de Leiber &
Stoller o Eddie Cochran, y hacer que suenen imperecederos y a la vez
totalmente actuales?; está claro que sí. Basta enchufar el equipo,
darle chicha al ampli y dejar que “Its All Over but the
Shouting”, “Head Over Heels”, “You Must Have
Met Little Caroline” o “Mother of Lies” hagan su
trabajo.
Guitarras
que se te tiran al cuello, te magullan y despellejan. Metales que
invocan ciento y mil bailes satánicos. Contrabajos que que zumban
como abejorros repicando por baterías magnéticas, y pianolas a
punto de incendiarse. Si hermanos, el Rock&roll es esa enfermedad
medicinal sin cura que una vez inoculada te eleva como la Ayahuasca.
Sin acabar de averiguar si es peor el remedio, o la enfermedad.
Y acabando,
que el bronceador sol empieza a colarse por las rendijas. Y parece
ser tal que así. Que iluminados por el señor en días de santerío
y ganas de pecar, el bicho que descarriló el tren ya se me ha
metido. Me voy a despedir con una última recomendación así, de
carrerilla. El disco del mes de Marzo que se marcha. Una sugerencia
que hago cada mes en la cabecera del recibidor del blog, y de la que
nunca hablo.
Esta vez sí,
creo que la vuelta a casa de la que fuese una de mis bandas de
cabecera se lo merece. DOVES, o lo que es lo mismo, el 75% de la
banda Mancuniana, ya que están todos salvo Jimi Goodwin (vocalista);
está hasta el teclista Martin Rebelski. Por lo tanto podríamos
decir que tras el decepcionante disco de Jimi del pasado año , el
debut de-:
BLACK
RIVERS_DE TÍTULO HOMÓNIMO
podría ser
perfectamente la continuidad lógica de la banda, con los gemelos Jez
Williams y Andy Willians al mando de la nave.
Ya que si
bien el primer tema que se adelantó de manera gratuita en el 2015
-The Ship- me dejó totalmente intrigado con esos aires tan a
lo Third de Portishead (mecánico, amargo e incluso narcótico).
Tanto, que parecía esconder tras los gruesos cortinajes la
susurrante voz de Beth Gibbons.
Han pasado
los largos meses de invierno, y hace prácticamente un mes pudimos ver
por fin el estreno de su nuevo disco: de entrada bastante más
coherente que el de su líder y sin embargo totalmente despojado de
los clichés de su pasado.
Black Rivers
como banda y disco, todos a una, han conseguido algo bastante
complicado a día de hoy. Que es continuar una carrera sin someterse
al sonido de Doves y la hegemonía de Jimmi Godwin, y en cambio
conservar lo mejor de aquella banda: los discos con cuerpo y alma.
Discos que tras escucharlos y saborearlos con tranquilidad, pues no
suelen destacar por estridencias. Acaban ganando en presencia; ese
algo etéreo que hace que un puñado de canciones cobre ente y
personalidad. Si se analizan una por una veremos que son la mayoría
distintas entre si. Sin embargo unidas todas ellas por pequeños
filamentos que las hacen comunes. Igual que su anterior banda, Black
Rivers saben como nadie tejer un colchón de armonías escapistas, y
dejar que crujan los muelles del somier cuando deben.
Pese a que
la voz de Jez Williams no es para lanzar confetti (tampoco lo era la
de Jimi), la firmeza del disco es admirable; por producción o porque
a lo mejor eran ellos los artífices de esa genialidad.
Ponen el
contador a cero con “Diamond Days”, una dulzura de canción
bastante más pop que cualquier cosa que hubieran hecho en el pasado.
“The Forest” recuerda una barbaridad a la austera
psicodelia, y ya no digo la instrumental “Harbour Lights”:
Uno de esos sueños brumosos extraídos de Lost Souls/2000 junto a
“Voyager 1”; la joyaza del disco. Unos primeros 25 minutos
sembrados, que alcanzan el ecuador del disco con “Benyond the
Pines” como un pequeño suspiro. Hacia el final “Coral
Sea” y “Age of Innocence” se erigen como dos de las
grandes canciones de este fabuloso trabajo; sobretodo Coral Sea de
belleza y melancolía infinitas.
No es un
disco de gancho inmediato, aquí no hay singles rutilantes o
canciones rompepistas como tampoco lo había en la discografía de
Doves. Probablemente fuese esa, una de las razones por las que pese a
ser respetados en la escena como un trío de repertorio envidiable,
jamás llegaron a tener demasiado éxito. Sus discos acabaron por ser
más un estado, que un propio estilo o género. Se entraba a
trompicones y con desconfianza, y al cabo de las escuchas emergían
como obras más próximas a estados anímicos o materiales.
Lentos a la
hora de publicar, con una idiosincrasia y método de trabajo casi
hogareño. Conformaron un catálogo musical al lado de Elbow o I Am
Kloot en el sello Heavenly (garantía de calidad). Y de este disco
una vez interiorizado, escuchado y escudriñado hasta la
hegemonización, me parece sinceramente único en su especie; si lo
comparamos más que nada con lo que se publica en UK ahora, y bajo el
concepto y peso de álbum como palabra definitoria. Lleno de pequeños
detalles, inmaterial en la estructura, libre, sin complejos ni
intención de formar parte de los candiles del establishment
alternativo.
En fin, que
a resultas de este manojo de canciones con las que pasar una mañana
bien provechosa. Y con la encontrar esa excusa casi imprescindible
por nuestra innata afición por descubrir y sorprendernos. Al final
de ese vacío existencial con el que comencé el año; ahí, pensando
yo en mis cosas, con la mente vaciada y en plena desfragmentación.
El despertar
al cabo de los tres meses con las extremidades medio entumecidas y
dormidas, el reguero de baba cayendo en cascada desde la almohada, y
las tripas mordisqueando cualquier órgano que les pille a mano. Dan
por lo menos para agudizar los sentidos en busca de discos distintos,
de esos que nos dan otro ángulo visual sobre lo que ocurre a nuestro
alrededor, y que no siempre es lo mejor para una dieta musical
equilibrada.
Aparte de
estos tres artefactos sonoros escogidos por vete tu a saber la razón
o (sin)razón. Hay entre esta treintena de tonadillas recuerdos
todavía presentes del pasado año, de su invernales y brumosas
reminiscencias: El disco de HAPPYNESS y su nueva edición deluxe que
no me canso de reivindicar; de las pocas cosas que salvaría de un
naufragio preventivo. BLUSH RESPONSE, SOUNDS OF SPUTNIK. SLOWNESS o
LVL UP; todos ellos tremendos y cada vez más maravillosos cuando se
les dedica el tiempo a toro pasado. Y es que amigos míos, cada vez
descreo más de los acotamientos anuales que nos presionan, asfixian
y delimitan como a Truman Burbank.
Ya sabréis
por mi escasa fidelidad con las publicaciones, de mi mal administrado
tiempo libre. Los discos los escucho cuando el cuerpo me lo pide, que
es tarde, harto de guardar la tanda para coger la delantera. Que mis
criaturicas piden de comer oigan!! de lo sólido y de lo etéreo
(amor de padre). Eso sí, antes de desaparecer por un tiempo, no voy
a perder la oportunidad de dejarles tareas; las mismas que yo me
impongo.
No pierdan
de vista a estos nombres que les voy a relatar, porque lo que he oído
de ellos (o ellas) promete. Y si no al tiempo:
METZ y su
próximo disco (espero que menos machacón), HINDS, MITSKI, SPRING
KIG, COURTNEY BARNETT, ANDREW COMBS, o PITY SEX. Entre toda la fanega
y ½ de buenos discos con los que soportar la eclosión floral que
nos espera... El de DECEMBERISTS que oigan me gusta, por más que
renegara de su flojo comienzo. Del pétreo trabajo de WAVE PICTURES;
no los pude ver en directo y pude sin embargo salvarme de la excomulgación. El
de ya de una vez por todas aireada discografía de los Australianos
TWERPS; ya hablamos de sus bondades en el 2011 y me apunto un tanto.
O el de LA BIEN QUERIDA, más discreto y conceptual que el anterior
pero igual de bueno. Hay, y tomo aire que hiperventilo, mucha música
buena.
Solo una
cosa más, no se cierren puertas y ventanas con juicios intuitivos.
Déjense hacer, aflojen piernas y brazos y denle al PLAY(list). Que
hay poco que perder y mucho que ganar, en la vida, a veces, no hay
mejor remedio para el alma que dejarse llevar por la presunción de
querencia que por el miedo a lo desconocido.
TRACKS: 00- HAPPYNESS_Montreal Rock Band Somewhere 01-MATTHEW E. WHITE_Take Came My Baby 02-LA BIEN QUERIDA - Alta Tensión 03-SKYLAR SPENCE - Fiona Coyne 04-BLUSH RESPONSE - Telltale 05-BLACK RIVERS - Voyager 1 06-TITTLE FIGHT - Liars Love 07-MY MORNING JACKET - Big Decissions 08-GEOGRAPHER - The Guest 09-THE DECEMBERISTS - Mistral 10-COURTNEY BARNETT - Pedestrian At Best 11-METZ - Acetate 12-HINDS - Bamboo 13-SPRING KING - City 14-MITSKI - Townie 15-ZUN ZUN EGUI - African Tree 16-DENGUE FEVER - Still Waters Run Deep 17-PITY SEX - Acid Reflex 18-THE WAVE PICTURES - Fake Fox Fur Pillowcase 19-UNLIKELY FRIENDS - Golden Telephone 20-JD MCPHERSON - Head Over Heels 21-TWERPS - Shoulders 22-SOAK - Sea Creatures 23-ST. LENOX - I Still Dream of the 90's 24-SOUNDS OF SPUTNIK - New Born (Malcolm Holmes & OMD Rmx) 25-SLOWNESS - Anon (Part 2) 26-VIETCONG - Bunker Buster 27-DESPERATE JOURNALIST - Happening 28- ANDREW COMBS - Foolin' 29-LVL UP - I Feel Ok
Sucedió
así, fácil y sencillo, de repente. Como esos encuentros inesperados
que lo abordan a uno de renuncio y sin coartada posible a pie de
calle.
Nos pasamos
la vida meditando y sopesando tal o cual ensayo, acierto o quien sabe
si pruebas fallidas. Temerosos cuanto más dudamos, y excitados cuan
más carnal es el arrebato: bajo fondo que nos anuda el intestino,
fervor que sacude las entrañas y relinche cardíaco. Nos gusta
subirnos en marcha, saltar las barreras y soltar el pesado lastre del
orden. Lanzar una y otra vez las agendas al río para cazar al vuelo
las ocasiones, que son pocas, de conocer en persona a aquellos
soñadores que trabajan en silencio con proyectos tan personales e
idealistas como el de Nacho León.
Demencia de
Autor es la mejor forma posible de bautizar una aventura, que por si
sola. Ya es suficiente, para contagiarnos aquella osadía infantil
que se desangró camino de nuestra madurez, y que a toda costa
intentamos recuperar. Y aunque la recomposición del orden natural de
las cosas, tras la vuelta al trabajo después de 15 meses, me haya
obligado volver a calcular la elasticidad del tiempo y las
prioridades. Después de casi ya un mes de aquella noche&nacho y
sus botellas en casa, va siendo hora que la criatura vea la luz.
La semana
del pasado 19 de Febrero se dieron todas las condiciones, para que se
produjese tan ansiado encuentro: Que Nacho León estuviese
promocionando su nuevo alumbramiento -Pyjama- de la mano de su
distribuidor en Barcelona, Viteri Winery aka Israel. Que
surgiese un hueco de la intensa agenda... Y claro, las ganas de
compartir esos momentos que te hacen cómplice de esa chispa mágica,
que son las intimidades de la elaboración.
Y Nacho nos
cuenta...: con el ritmo sereno y sosegado de un metrónomo que nos
marca la cadencia templada, tranquila. Como la de esos niños
absortos que asisten a una de esas historias de mayores, al abrigo de
la noche y frente a la candela de una lumbre. Son ese tipo de relatos
desmigajados entre lo biográfico, personal y emocional. De alguien
que salió de su Valladolid natal en busca de nuevos horizontes
vínicos, de aprendizajes en bodegas Riojanas a sueldo, atento y
presto en silencio. Hasta que en un momento poco exacto de su vida se
cruzó el Bierzo en su camino y decidió ser él, el único dueño de
su destino.
DEMENCIA DE
AUTOR es una bodega/proyecto realmente joven, con 8 o 9 años escasos
de vida. Un proyecto construido e imaginado desde cero echando a
volar castillos en el aire; como esas cosas en las que solo cree uno
mismo.
Nacho nos
habla de campos abandonados. De unos procesos sociales abrasivos que
nos alejan de la tierra, buscando quizás en fórmulas mágicas y
efímeras la solución al abandono rural y consiguiente reconversión
de la industria, en futuros todavía más inciertos. Posiblemente
porque estamos demandando a gritos un cambio de sistema de
subsistencia más libre, sincero y natural. Y en este punto, bodegas
como Demencia entre muchos otros jóvenes viticultores de aires
quijotescos. Son parte importante de esa revolución silenciosa
dispuesta a desmontar los obsoletos paradigmas a la hora de elaborar
grandes vinos, con uvas históricamente denostadas.
Son
proyectos que desde hace una década aprox. han marcado un punto de
inflexión en el tanto y cuando de los métodos de elaboración y
producción en nuestro país, y lo más importante: la recuperación
de algunas de zonas únicas, abandonadas a su suerte, o el intenso
trabajo desde cero para dar la importancia que se merece la viña, y
no tanto las obsoletas D.O . Una vuelta al punto de partida o mirada
atrás para recoger aquel paquete de se nos cayó por el camino hace
un ni te cuento de años. A los orígenes, a la simpleza o a los
cuatro acordes perfectos que dan con la melodía única e
irrepetible. Así que sin perder el hilo de las explicaciones que nos
dio aquella noche uno. Que en su lucidez reflexiva y casi oriental de
su forma de ver con sus ojos el Bierzo, nos contó el porqué de ese
idilio que mantiene.
Por pena,
pero más por orgullo y demencia que por compasión. Nacho & Co. decidieron
invertir sus ahorros e ir comprando algunos microcultivos: Pequeñas
parcelas, minúsculas, fruto de la idiosincrasia familiar de antaño,
en la que se solían repartir las tierras de padres e hijos de manera
tan equitativa que a día de hoy, El Bierzo, está prácticamente
hecho de pequeños retales. Muchos de ellos a la deriva. Porque
seamos francos, la juventud no está por la labor de dedicar sus
vidas a levantar un cultivo diezmado por años de pesticidas, malas
praxis, poco rentables y exigentes en cuanto a dedicación.
Una decisión
idealista y alocada a simple vista, pero llena de fundamento si se ve
esas tierras Leonesas con los mismos ojos que Nacho: Desde la
perspectiva que da la configuración única e inigualable de sus
campos y sus viñas.
Una de las
pocas zonas de España donde se conserva el mayor número de viñas
viejas, cada una de una madre, sexagenarias, de retorcidas,
emperifolladas y otras con más belleza interior que atractivas
curvas. Caprichosas cuando intentamos seducir sus tesoros más
preciados; los pámpanos con sus racimos. Exigentes con el tiempo y
el momento exacto de recolección; si se quiere tener en buena dote
el frescor de sus bayas: Ni pronto, ni tarde para que el líquido
preciado se desnude pleno de frescor, fruta y piedra.
Que bebamos
de su vientre, y cerrando los ojos podamos leer en el bajo relieve
del paladar lo que pasó aquel año: Los recuerdos probablemente, de
instantáneas citas bajo la mirada atenta de la luna, vigilante de
oscuros hermetismos y de aquellos carnosos labios de arándanos y
grosella, con su fragancia a tocador a kohl.
La mejor
manera de tomar el pulso a las constantes vitales de este ejercicio
de creatividad inconformista; después de aquella primera botella
tres años atrás (la de su segunda añada 2007). Es por tanto,
pasar a la acción y cogerla por la cintura para sacar a bailar los
encantos de sus vinos.
Un primer
PYJAMA de entrada y con la inercia que da la tertulia de pie en
barra. Un vino extraído de Mencías más jóvenes quizás o
simplemente distintas por composiciones de tierra y orientación. Y
que nos acerca al verdadero significado de Demencia, como un vino que
habla con franqueza del origen alimenticio y del vino de pueblo. Que
nos acerca al verdadero objetivo del vino; el del diálogo. En este
caso, Pyjama ejerce de contrapunto, de bisagra entre el vino base y
el trabajo de selección con el que encontrar la dignidad del vino de
copas, de poteo y picoteo. El de cháchara y el de la justicia hacia
vinos más inmediatos y directos como lo es también el CACHICÁN
(otro invento inconscientemente maravilloso de este colectivo, e
instigado por su socio Bruno Arias).
En Pyjama
encontramos motivos suficientes para adentrarnos en la espesura de la
Mencía. De su singular hábitat y propiedades exigentes de su
cultivo, y el resultado asombroso cuando se la trata con mimo y
cierto grado de locura. Del trabajo minucioso de la cata de cada
barrica, de cada viñedo y de cada zona nace esta selección que por
características concretas no entra dentro de la complejidad de su
hermano mayor, Demencia. Sin embargo han dado con la clave, o con el
complemento ideal con el que darle sentido a su filosofía.
Un tinto
directo al paladar, sin esa carga de extracción y volatilidad de su
hermano mayor. Con un primer golpe a flores (violetas, geranios). Al
tiempo que van apareciendo tostados, pan, brasas candentes conforme
se acomoda a la copa tras mecerse con el movimiento. Al rato una
ligera oxidación, pero no una oxidación como defecto, sino como un
cambio natural. En los vinos de Nacho León el error no condiciona el
resultado, sino que lo hace franco, cercano y apetecible. En sus
vinos habla la fruta sin filtros ni disfraces, hay que entenderlos
así: vinos vivos, transformistas y elásticos.
El ataque en
boca tiene esa misma franqueza, sin aristas que enmascaren el
verdadero carácter fresco y frutal de la Mencía. Pero a su vez si
mantienen cierta complejidad, toda ella muy transparente y adictiva.
Con taninos muy pulidos y con una acidez nada agresiva, que va de
cabeza al final del paladar y que limpia la boca para ser todavía
más delicioso y refrescante. Detalles ahora de cacao, sutilmente
mineral, con un final ligeramente amargante que recuerda a la piel y
la carne de las ciruelas.
Una Mencía
redonda que armoniza en desenfado y cierto misterio, de aquellos que
te invitan a analizarla llevado por cierto grado de incosciencia.
Después
pasamos a palabras mayores con su estandarte; DEMENCIA en sus añadas
2008 (casi agotadas) y su más reciente 2009. Un juego de trileros
para ver de verdad como dos vinos pueden preservar su identidad y ser
tan distintos entre si.
Nos ganó el
pulso su añada más reposada y tranquila, la 2008; pese a ser una
cosecha complicada. Tiene un empaque casi magistral, seductor, una
concentración maravillosa y de puro elixir. Que lo hace a uno
meditar con tal de no dar fin a tan buenas sensaciones: una
concentración que tizna copa y paredes, que deja huella y el grabado
de su inexistente clarificación. Nariz de inicio secante, a estancia
antigua de sábanas recién lavadas y almidonadas. A polvos de
tocador y carmín con cierta feminidad, imponente e intimidatoria.
Sin embargo y pese a esa feria de aromas balsámicos, intensos y
turbadores. Su ataque en boca es sedoso, con un tanino tan bien
integrado en la profundidad de su paso que es puro masaje. Su acidez
es rica, nerviosa, e invita a seguir bebiendo. Hay frutas negras,
algo de tabaco y regaliz, estimulante y reconstituyente.
Se notan y
mucho los bazuqueos con respecto a su última añada recién
comercializada, la 2009. Con un ataque mucho más directo al fondo
del palatar y mucho más tranquilo, sereno. En nariz de inicio es más
volátil y tarda un poco más en abrirse que su compañero. Bastante
más mineral con recuerdos a café verde, puede que algo de
mentolados y verdura cocida. Sin duda muy distinto al 2008 e incluso
a ese 2007 que me desvirgó. Se ve claramente un claro cambio de
concepto en la vinificación, y diría que hay un antes y un después
respecto a sus primeras añadas; ni mejor ni peor, diferente.
Esta 2009
tiene cualidades de fondista, con bastante menos extracción que su
antecesor y eso se nota mucho en su paso en boca. Más longitudinal,
fino, armónico, y me atrevería a decir que mejor preparado para una
larga guarda. Esto quizás tenga algún inconveniente si carecemos de
la paciencia que necesita este vino para extraer todas sus
cualidades, pero creo que con los años en botella nos dará grandes
satisfacciones. Claro que esto a veces no se entiende, me refiero a
esos cambios tan manifiestos y a esa demanda de espera, de botella o
de guarda que algunos no estamos dispuestos a tener. De echo las
primeras opiniones del Demencia 2008 allá por el 2012 fueron
diversas y encontradas, lo cual me confirma como decía Nacho que es
un vino que necesita tiempo y botella; algo realmente complicado en
producciones tan pequeñas y alternativas como DEMENCIA DE AUTOR.
DEMENCIA es
una apuesta de riesgo un tanto experimental, si así se la quiere
definir. Exige entender la idea del proyecto: el ensayo y el error no
como un defecto, sino como una virtud de un proyecto vivo y en
constante progreso. Una idea sobre la elaboración del vino, su
franqueza, del ejercicio del mismo al expresar, de las sensaciones
que produce y sin intervención alguna: exfoliantes, renovadoras y
fieles a las historias anónimas y ancestrales.
Puede que
esos progresos a veces no sean entendidos por aquellos que buscan
vinos fiables. A veces poco fieles con los cambios naturales de las
plantas, la climatología de cada año y su distinta ubicación; en
demasiadas ocasiones conservadores, inmovilistas y acomodados. Sin
embargo, si sois de los que entendéis los disfrutes de la vida, como
un ejercicio para experimentar y avivar las ascuas de la curiosidad,
digamos que infantil. DEMENCIA es la bodega o colectivo que mejor lo
representan y lo llevan a cabo sin presiones comerciales.
Todo esto
aunque pueda parecer una filosofía suicida. Nos lleva a un terreno o
a un estado etéreo, imperceptible por el que descubrir a los nuevos
impulsores de otro nuevo modelo de viticultura. La que tiene que
ejercer de auténticos ideólogos. La del cambio hacia nuevos
escenarios con los que cambiar nuestra percepción del vino, los
pequeños productores y su importancia en la evolución/involución
de nuestra cultura de consumo. Ellos son los verdaderos artífices, y
a cambio solo piden abrir nuestra mente y sentidos.
Tanto como
el colofón fin de fiesta que culminó con CARABALLAS: Un Verdejo que
Israel (Viteri Winery) -otro demente que se encarga de distribuir
junto a Demencia y otros vinos “distintos”- y que puso por cuenta
propia. Todo ello con un mismo fin: volver a tener frente a frente a
uno de los Verdejos de tierras Vallisoletanas más sorprendentes,
evolutivos y auténticos que he tenido el gusto de probar. Nada que
ver con esos verdejos con sabor a colonia Nenuco, que está ahogando
de éxito el consejo regulador de Rueda a productores capaces e
inundando estanterías en grandes superficies. A base de permitir
sobrexplotaciones, precios ruinosos y la consiguiente desbandada de
la D.O de aquellos que pelean por un Verdejo con terruño.
Ya lo hice
hace dos años cuando nos conocimos en una degustación de Cristina
Guillén en 2012, creo. Aquella tarde cayó en mis manos su preciosa
botella, entre lo elegante y austero diseño: sin inventos ni
parafernialias, puro cultivo ecológico vigía. En aquel tiempo
todavía joven ya apuntaba maneras. Un año más tarde cuando probé
la misma añada con dos años de botella, crecía exponencialmente,
que gustazo de evolución!! Pero la noche de autos, para limpiar el
gaznate de taninos y ambrosías, que mejor que los restos de la
batalla del 2011. Ojo, que se dice rápido un blanco ecológico con
tres años y pico de botella. Un verdejo sin crianza ni trabajo de
lías que debería venirse abajo con el tiempo... pues no!!
FINCA
CARABALLAS en esos tres años tiene la elegancia arrabalera de una
dama forjada a base de currito. Era muy prometedor por
entonces: toques herbáceos con buena acidez, longitud, pequeños
apuntes de mineral, de sal gorda, pero con el frescor floral de su
juventud. Pero volver a dar con él, con el tiempo que da no tener
una distribución masiva; por suerte. Hace que el reencuentro sea aun
más efusivo. Más todavía cuando se demuestra para incrédulos,
impacientes, y amantes de la velocidad, que el tiempo juega a nuestro
favor. Saber esperar y guardar aquello que por limitaciones
productivas y de negocio sostenible no se puede envejecer en bodega.
Y descubrir un vinazo que combina en exotismo, el paso largo amable,
aterciopelado, y ese carácter varietal que podría echarle un pulso
a Borgoñas o vinos que duplican el precio del mismo.
Con una
nariz impresionante a hinojos y hierva fresca con fondo frutal a
orejones o paraguayos. Con reminiscencias exóticas a coco, a
mango... turbador. En boca es delicioso y sabroso, combina a la
perfección una ligera untuosidad con su acidez luminosa. Preserva
intactas esas cualidades de ligera salinidad y mineral muy bien
integradas en esa boca amplia, larga de las que llena el alma sin
empalagar; muy al contrario, engancha. Da otra imagen menos típica,
ligera y aguada de los Verdejos actuales, y contiene un marcado
carácter de terruño; puede que el del auténtico Verdejo. Algo que
por cierto, lo dignifica y mucho; sobretodo porque su vinificación
es de lo más natural y veraz que podamos encontrar en el mercado.
Así pues,
tras achucharnos entre espías, bañarnos de fuera para adentro y
alargar la velada hasta la madrugada. Disfrutar de la cercanía que
da el diálogo de quien ve los vinos desde la perspectiva del origen
y el destino incierto pero fiel. Y descorchar contrabandos personales, como el Barolo PIRA del 2004 que allí se coló y la fiesta se plantó (vino para todos y algo de comer).
Solo me quedó darle un abrazo y dos
besazos; acto surgido desde la inconsciencia demente. Eh!! pero
sincera. Nos hacen falta muchos Nachos León para aparcar la premura
y la impaciencia. Que la velocidad sin control solo deja una estela
borrosa; con lo hermoso que queda el paisaje inmóvil, silencioso y
paciente.