jueves, 18 de junio de 2015

DISCOS ORGÁNICOS: JIM O'ROURKE_SIMPLE SONGS/DRAG CITY_2015






El hombre de los dedos largos esta sentado en el sofá. Frente a él, una gran pantalla apagada. Se levanta de tanto en tanto, pero casi siempre sin apenas susurrar, no se le siente, solo hay que escuchar. La enciende puntualmente bien temprano solo para oír el parte del tiempo: Tempestades en el Pacífico, vientos alisios en los archipiélagos, calima en las planicies... O ver las incidencias del tráfico en las avenidas y circunvalaciones de la gran ciudad. El agitador estruendo del colapso, y el desfile de sus conciudadanos por las líneas de producción con nombre de celebridades.

Desde su bunker de Tokio, todo lo maneja desde su atril sin tener que socializar demasiado. Son dedos largos, ágiles y ociosos solo cuando lo precisa; esta vez desde hacía seis años. Jim O Rourke, convirtiendo a ese joven Irlandés de vivos ojos claros, en un tipo esquivo tras su poblada barba y su gorro de Rey Pescador: Graba, y desaparece tal como vino; sin demasiado ruido. Sus discos no aparecen en las aplicaciones streaming más populares, y su discografía tan variopinta y “difícil”, como inabarcable.

Son pocas las veces que escribo, sobre un disco todavía humeante en la bandeja de recomendaciones mensuales del blog. Pero esta vez, y aun con la certeza de ser poco docto en la carrera de este inquieto alquimista musical. Su último trabajo de una serie bien larga de formulaciones, quimicefas y experimentos sonoros varios -SIMPLE SONGS- Me ha entrado en vena fulminando cualquier atisbo de escapatoria. Una emboscada en toda regla como diríamos.
Un disco largamente meditado tras un dilatado silencio. Lo suficiente para que, si había alguien que lo esperase en el chaflán de al lado, haya marchado por impaciencia. Y que sin embargo, ejerce de un magnético reclamo caleidoscópico, sobre los que como yo, poco o nada han profundizado en las diabluras de este atípico ex Sonic Youth.


Su título suena a chiste fácil, o no. Si lo comparamos de una banda, con su faceta más experimental, cinéfila o corporativa. O si por el contrario, nos invita a husmear en otros más accesibles como: Eureka/1999, o Insignificance/2001; (o todo lo que ha publicado bajo el paraguas de Drag City, su faceta más pop). Pues bien, Simple Songs no es exactamente ni una cosa ni otra. Dedos largos Jimmy se ha rodeado de músicos locales -en este caso Japoneses- con la serie de prejuicios y sospechas que esto pueda acarrear. Y nos ha dejado de nuevas ahí, perdidos entre la espesura selvática de sus composiciones.
Habrá quien considere lícito armarse con un machete bien afilado, para adentrarse entre madreselvas, lianas y Marapuamas. Sin embargo, entre bocado y bocado de revitalizante afrodisíaco. Son batería y piano quien como tambores parlantes, marcaran de ahora en adelante el compás de casi todo el disco. Aquí es donde Yamamoto Tatsuhisa a la batería y Ishibashi Eiko al piano, se convierten en el eje argumental de la obra; hasta nueve músicos acompañan a Rourke. Y no crean que es un mero ejercicio de autocomplacencia donde músico, productor y titiritero, mueven los hilos a su antojo y chim púm, no. Aquí, aun sabiendo del exhausto control que ejerce el autor sobre la idea de su obra y como tiene que sonar. Es dejar girar el disco, y desde el primer acorde empezar a transpirar efluvios con mucha mucha alma.
Discos como este, que como un ente orgánico parecen estar dotados de vida propia; al margen de la que el artista le da. De esos a los que uno le puede pegar la oreja cientos de veces, y cada escucha sentirlos mutar y tomar su propio camino; como la yedra remontando las tapias.

Simple Songs tiene mucho de eso. Sobretodo porque emana una impronta Jazzística de ultramar por los cuatro costados; aunque de manera totalmente libre. En “Friends for Benefits” se nota claramente o en “That Weekend” también, incluso cuando de repente parece virar hacia el progresivo de los 70. Después están los arreglos instrumentales que son una delicia, tan exóticos como exquisitos.
Puede ser tan raro como excitante para algunos. Para mi lo segundo. Porque me encanta no seguir un camino previsible en los discos que escucho. Me vienen así de repente a la cabeza Jethro Tull, esa parte de varieté que nos dieron en sus momentos más memorables los Beatles cuando suena luminosa “Half Life Crisis”, Blue Nile y si se quiere es destello de cantautor a lo Randy Newman. Son muchas cosas las que se me viene a la cabeza, pero simplificando y buscando un claro entre tanta parábola, a mi me suena a Art Rock. Entendiendo el Art Rock como algo que abarca muchos estilos, pero que yo entiendo como una filosofía.
Algo que me llama especialmente la atención. Y que quizás resida tan solo, en esa magistral forma de orquestar tantas capas sonoras sin que ninguna quede pisoteada o se sofoquen las unas a las otras.

Así sucede por pura magia. O simplemente, porque Jim O'Rourke es un genio capaz de dominar el tiempo, el mensaje de sus obras como capítulos, o pequeñas sinfonías de bolsillo. La épica comedida de “Hotel Blue” por ejemplo, que ejerce un efecto de largo suspiro tan terriblemente melancólica. O cuando se detiene a desentrañar sus propios misterios; en la bucólica “These Hands” habla de cosas muy reales.
Vuelve a levantar el vuelo con “Last Year” de Jazz voluble y contorsionista. Las cuerdas de los violines suenan y se retuercen con los platillos, el piano entra en el momento preciso... y revienta; genial. Suena “End of the Road” como un pequeño ocaso y su tarde en deceso, para que suenen los arreglos de cuerdas más sublimes que he escuchado en largo tiempo. Para acabar con júbilo “All Your Love” y maldecir lo corto e infeccioso que se hacen los ocho cortes de este disco.
Una obra mayúscula para saborear a pequeños sorbos, dejarse llevar por las mareas cambiantes, que desde la penumbra maneja este hombre. Y zambullirse de cabeza en los remolinos que cual Nereidas, tejen de manera tan reconfortante el elenco de músicos que acompañan a este Irlandés errante. Un disco imprescindible e irrepetible.

domingo, 14 de junio de 2015

ANY_BESTIARIO: 6 AÑICOS PERDIDO EN EL MONTE...

Cualquiera diría que son ya seis los años que han pasado desde aquel 3 de Junio del 2009. Un miércoles de Junio a la noche, cuando a trompicones, tímida y torpemente el que aquí firma, asomó la cabeza y echó a nadar allende los mares: Dos desde la última conmemoración, ya sabéis, no soy muy fiel con las celebraciones; más cuando hay poco que celebrar. Y con el almanaque con una alopecia galopante, a punto de darme la extremaunción.
Siento el aliento de las mortajas tras mi cogote resoplando una anunciación; no se cual. Si es la vista cansada que hace mella con los binóculos al retortero, teniendo en cuenta que ya nací cansado. Ni tampoco si esta desgana que se apropia de mi, es por distracción o simple vagancia congénita.
El caso es que este año toca. Y no preguntéis porqué. Digo yo que será por coger carrerilla o por salir al monte en busca de esa criatura, que cual cabra debe estar pastoreando allá en las cumbres.



Recuerdo vagamente entre brumas y divagaciones que hace dos años #Jó, dos años en barbecho que no es poco. Prosigo...
Dos años cuando de repente me agarré a los mofletes rechonchos de mi retoño y dije: - Míralo que hermoso!! y yo que cuando eché a rodar este invento, pretendía separar intimidades de lecciones musicales y que se yo, adecentar un espacio por el que campar como un fantasma bajo su haraposa sábana. Y perdonen por la insistencia, pero eso fue poco menos que un trauma para un servidor.
Así que esta pasada mañana , salí con los pantalones del pijama en la goma floja: Allí donde tórax y extremidades se desentienden por una cordillera montañosa y gelatinosa; llamémosle lorza. Esa que en tiempos a, lucía erótico pubis y que ahora asoman simas tan profundas como agujeros negros o glaciares en caída libre.
Descalzo y a tientas. Con las calles todavía desiertas en busca y captura del indolente rorro. Trepé a las copas para otear el horizonte con más lucidez, perspectiva, y caminé hasta la madrugada: Salí de la ciudad, dejé a mis espaldas las luces y así en larga travesía remontando riscos hacia zonas despobladas, altas y purificadas de ruido, polución y calores de entrepierna que no se pasan con la edad; como diría M.A Costas. Caminé hasta partirme el alma en pedazos desportillados, de los que se pueden llevar en los bolsillos y me perdí.

Cuando ya dejaron de seguirme serenos y acreedores, al despuntar del alba, en una explanada verde y diáfana. Allí di con él, tumbado boca arriba mirando al cielo exhausto de saltar de piedra en piedra, entre líquenes y arroyos: Llenaba los pulmones hasta simular apneas, y exhalaba lenta e infinitamente. Bestia indómita que brega entre otras alimañas sin catalogar: Pájaros con cresta y plumas de cuero, ciervos con cornamentas de alambre, insectos voladores de fuzzers preamplificados, incluso creo que algún ser humano en cueros...
Ese otro yo parecía despojado de alguna pesada carga. El lastre, la responsabilidad y la tensión por cumplir con los plazos había desaparecido; así, como los ciclos que dan fin sin motivo alguno, porque sí y punto.
Ahora me preocupa bastante menos dar la talla, estar a la altura de las circunstancias o hacerme el héroe. Y el cumplir seis, al lado de los 87 que cumplió mi señora madre hace una semana, hace que el celebrar este se me antoje un chiste. Así que esta efeméride de aniversario me llega por puro tropezón. Con los pies arrastras y las suelas de los zapatos desgastadas. Cuando me canso paro, me siento, dejo la mente en blanco y abrazo lo que llega sin apenas buscarlo. Es una sensación nueva y necesaria, que digo necesaria, vitaminal!!
Llevo meses desempolvando un montón de vinilos arrumbados en las estanterías por falta de espacio/tiempo. Le he cambiado aguja y cápsula al viejo giradiscos y como si jugara a piedra/papel/tijera o al de las sillas. Voy sacando al fresco viejos discos, que ahora con el paso de los años, lucen tan y tan contemporáneos, trascendentes y vigentes, que casi he extraviado en la desmemoria las novedades: Mi capacidad de almacenamiento es breve, limitado, y hace saltar constantemente el final de carrera entrando en hard/reset a modo bucle #no retengo chicos!!


Huelga decir que a veces por la soledad dedicada a buscar a tientas la inspiración. Los compañeros que uno va encontrando en el camino: con los que comenta el tiempo, cuenta los pájaros o cataloga nubes por formas, volumen o color. E incluso esa rara sensación al acariciarme la nalga y comprobar estupefacto como voy perdiendo la sensibilidad a lo largo y ancho de mi hermosa cicatriz. Que dicho sea de paso, estoy valorando la posibilidad de bien instalarme una cremallera o tatuarme el The Great Canyon of Colorao. Hace por así decirlo, que los meses parezcan semanas de puente y pasen como un rewind: Entre la moviola, las imágenes congeladas y el minutero gira que te gira.
No sé si me explico, como esa rara sensación de que todo sucede a cámara lenta, pero que en realidad se escapa a tu control.
Y así, como el que no quiere la cosa. Cuando uno va tomando conciencia de la cantidad de viejas y anónimas canciones que acaban quedándose en el trastero. Y se te queda esa cara de desangelao melancólico. Ese volver a reordenar tu mente y ver que sucumbes al tiempo. Y que te da por anotar en la libretucha de bolsillo (ideas, frases inconexas, reflexiones sobre sonidos o paisajes... etc etc) A uno, no le queda más remedio que dar constancia del echo; por si se olvida.
Una retahíla de canciones que forman una idea del tiempo, la vejez y el paso de ambos. Y entre las que se encuentran según mi criterio personal, algunas de las mayores joyazas anónimas musicales, por ejemplo: Mrs Green (una banda del desaparecido catálogo de Beserkley con un disco único, irrepetible y desaparecido total de la red, del que conservo el vinilo como preciado oro). Algunas de las bandas de pop australianas más injustamente ignoradas (The Clean, The Bats, The Chills, Sunnyboys...). Clásicos y eternos desconocidos que siguen ocupando mi altar musical (The New Dylans masajeantes, los eternos y fervecentes Rubinoos, o algunos signos claros del Poprock alternativo americano de los 90) Weird Summer, Trever Keith, Old Pike, The Wipers, o The Orange Rouguies .

Una celebración sí, aunque sea por proclamar a los cuatro vientos que nos hacemos grandes y embebemos por tal magnitud. SÍ, nos hacemos pequeños para menguar, a ver si el tiempo se olvida de nosotros y volvemos a despertar niños chicos.
#Denle cuerda y que suene alto, en las antípodas, en las cavidades de Jaua-Sarisariñama o en Kalimantan. Allí, posiblemente encuentren a otros yos. No traten de cazarlos.


 01_BOB LIND_the times they are a changin'
02_PARKAY QUARTS_these boots
03_THE CHILLS_we blanket
04_THE BATS_daddy's highway

05_OLD PIKE_surface
06_TREVER KEITH_incomunicado
07_MAGNETIC FIELDS_the desperate things you made
08_STARFLYER 59_i drive a lot
09_THE NEW DYLANS_desmond
10_THE CLEAN_anything could happen
11_RUBINOOS_i want to be your boyfriend
12_SUNNYBOYS_i can't talk to you
13_ORANGE ROUGHIES_knuckle sandwich
14_THE HEAVY_how you like me now
15_MALAKAI_ladydown stay down
16_OLD CROW MEDICINE_tear it down
17_THE NEW PORNOGRAPHERS_don't destroy this night...
18_HOLM_last summer
19_THE KORGIS_if it's alright with you baby
20_NORMA TANEGA_a street that rhymes at 6am
21_MRS GREEN_hurry
22_THE WIPERS_yi came
23_WEIRD SUMMER_willow weeps

martes, 2 de junio de 2015

PONIÉNDOME EN RUTA CON KEVIN MORBY/HARLEN RIVER (2013)



He decidido reducir mi expresión al mínimo gesto: arquear las cejas cuando debería saludar efusivamente, y respirar bien hondo cuando intentan adelantarme por la derecha. Por más que avive la marcha, siempre hay alguien que quiere ir más deprisa. Y yo, yo he echado el ancla por siempre. No creáis que de forma premeditada, más diría yo como una consecuencia, que como un propósito.
Al principio me preocupé. Desde que por Marzo me puse a mis labores -que no son otras que sudar y flexionar las piernas más de lo que mi rodillas me permiten- no he logrado hilvanar un solo texto sin caer en la cabezada sempiterna. Veo como me rebasan esas novedades con forma de vehículos, y ya ni acelero el paso, para qué. Algunas me las encuentro en mi camino mientras miro las balconadas repletas de claveles en flor, y las piso como excrementos de chucho.


Encantado ando sometiendo mi cuerpo a continuos análisis hasta que algo me llama la atención; hay por suerte mierdas que huelen, bien a rosas o a wisteria. Destellos de luz a media tarde que salen a tu paso, y ahí está: la canción, el momento, la neuronas que se interconectan haciendo nudos marineros con la melodía y mis epiteliales revoltosas, bulliciosas ellas juntas y en melé.
Es como un estado, si señor. Ni es por estilo, cadencia o simpatía. Sino como un vaivén que te lleva un poco en volandas hacia donde solo sepa dios. Por supuesto siempre hay un culpable, nada es casual. No se te aparece la virgen a los pies de tu cama para anunciarte la llegada del mesías musical, o por inspiración divina. Las canciones como esporas volanderas en primavera, también tienen sus mensajeros, nuncios o trajineros. Y para el caso, el trabajo de debut de KEVIN MORBY (Harlen River/2013), y más concretamente “Wild Side (On the Places you'll Go)” hizo lo propio. 
 
La circunstancia de que esta pasada semana se estableciese la Primavera Musical en mi capitalina colindante. Que el ex y fundador de WOODS tocara ahí. Y que claro, quien aquí firma se haya quedado sin probar bocado de tan suculenta propuesta. Puede, que no digo es, uno, agudizando lo que es el oído y gusto medio a regañadientes, se tire como un bicho de presa sobre la primera tonadilla que le parta el corazón. Y fue así, como os lo cuento: El que intercedió entre la mirada perdida de borrego que se le queda a uno, cuando el blanco, es el que tinta neuronas y reflejos. Las bolsas, sí, las de los ojos. Esas que tanto pesan en horas de sueño perdidas, como en un lastre descomunal que doblega párpados, y un nombre/hombre #Genís (bloguero perdido en el tiempo).
Sí joder, hay que dar nombres leche!! bien sea porque aun despotricando, el Primavera Sound, casi siempre nos recurre a nombres con los que decorar balcones. Justo ahora que el sol ha establecido residencia.

Kevin se mete en mi cerebro

El de Kevin Morby me poseyó de camino a casa una de esas noches de Jueves, donde alcohol, tanino y magia nocturna hacen de las suyas.
De esos viajes hacia casa de no más de 20 minutos, nacen grandes discos. A partir de ahí, nunca vuelven a sonar lo mismo; y espero no sea este un efecto del alcohol. Pero lo siento, me puede el efecto de la noche, la ciudad con sus luces y el volante, a la hora de sumergirme hasta las orejas en un nuevo disco. No necesariamente de este año.
En lo que llevamos del mismo, todavía no hay novedad que me haya despertado la más mínima pasión desatada. Si que los hay para subsistir musicalmente hablando. Cosas que me permiten no desnutrirme de música y mantener las constantes en vilo. Pero solo eso, entretenimientos para matar el gusanillo. Mientras, todavía me dejo sorprender por trabajos pasados, como el de este joven Tejano afincado en Nueva York; la ciudad que nunca duerme.

Su trabajo de debut, datado en el 2013, es de aquellos que destacan entre tanta medianía, por su sinceridad ingénita.
Un debut el suyo, que reunía en un manojo, todas las vivencias de un paisano en la gran ciudad: Con toda esa melancolía que empapa cada una de las canciones/boceto de este escueto trabajo (8 canciones como 8 soles). Y que por raro que parezca. Tiene de manera fortuita y sintomática, más conexiones con su ciudad natal que con cualquier decorado de la gran metrópolis.
Salvo en la oscura, críptica e hipnótica “Harlen River”; tercer corte del disco. El resto de las composiciones se debaten entre la añoranza y la ruptura con un pasado no muy lejano. Si nos ceñimos a su despegue, “Miles, Miles, Miles”, seguramente y cerrando los ojos podamos trasladarnos a los sesenta, con su amargura y felicidad impostada. Algunos verán a Leonard Cohen ahí detrás. Pero es evidente que tras esos ocho cortes hay algo mucho más potente que una mera fachada. Esos rasgos que solo ocurren en aquellos discos que se generan de manera espontánea, y como consecuencia de una acción puramente redentora.
Con WOODS, Kevin Morby llegó a publicar acompañando con su bajo cuatro trabajos hasta el 2012. Los más desnudos, primitivos y seguramente los más auténticos de su estirada carrera. Tienen más por sintonía o filosofía, retirada con lo que hizo en este primer trabajo en solitario; creo.
De aquellos discos posiblemente ahora, no encontremos ni su sombra. Como tampoco la encontraremos en la última entrega de Kevin. Donde ambición y objetivos, pierden con ligereza, ese ingrediente secreto -llamémosle X- Que hace que esas primeras ejecuciones nacieran verdaderas, honestas, naturales y salvajes.
Si tuviera que elegir. En ese proceso de mutación hacia el cantautor contemporáneo solitario que se nos antoja ahora. Me quedaría sin duda con los dos discos de The Babies: Ese puente colgante y desvencijado con el divertimento como consigna, que le supuso conocer a Justin Sullivan, Cassie Ramone (Vivian Girls) y su productor Rob Barbato, en su inventiva vida. Y que así, de un plumazo, parieron dos discos muy grandes entre el PopPunk y el PowerPop de aftersun.


A pesar de caminos paralelos que se entrecruzan en cambios de vía, rotondas y bulevares, Harlen River sabe como detener el tiempo. Pongamos por caso Nueva York, o cualquier lugar recóndito donde se desangren nuestros recuerdos. La perspectiva, el desenfoque o la lejanía está ahí; miopía memorabílica en constante fluctuación.
Sabe poner soles en lo alto del mirador cuando lo precisa, con la juguetona ““Wild Side (On the Places you'll Go)”; tan luminiscente ella. Recostarse y coser pasado con presnte, en “If You Leave and If You Marry” rodeando con halos iridiscentes el altivo astro.
Y pellizcar de parentescos nuestro recuerdo a veces pasajero, en ocasiones placentero. Tremenda “Slow Train”, Nico, Lou, Dean... Nombres que gustan por acento y rasgos marcados. Porque nos empujan a estados de azules, como también lo hace “Sucker in the Void (The Lone Mile)”. Una especie de tristeza masoquista que se acentúa y cronifica con el paso de los años. Y que a los que gustamos de esos estados de vejez marchita. Nos obliga a revivir y a deshacer una y otra vez caminos, camas y oportunidades a menudo perdidas.
Harlen River es un disco que se disfruta a gusto, entornando los ojos quizás. Y las canciones que lo componen, por supuesto, hacen bien de somier, de muelle y de resorte. Todo, como un viaje temporal confortable y evocador. Sus referencias musicales... (Lou Reed, Jonathan Richman, Mountain Goats, Michael Hurley, Neil Young o Dylan, suficientes para dedicarle un minuto.
Aquí tocan:
Kevin Morby a las voces y las guitarras
Justin Sullivan con las baquetas
Dan Lead guitarras y slide
Will Canzoneri bajo, órgano y xilófono
Tin Presley con el bajo el Miles Miles y la armónica
PLAY THE ALBUM!!