Llega la calor, que no el verano, pues esto de los disparos térmicos a las parietales ya no es cuestión solo de estaciones. Y que mejor manera de recuperar una sección “remanguillé” de los inicios blogueros, que con Killing Joke; calentita como el asfalto candente de mi portal.
Los Conciertos de Sofá & Copita son lo máxime de la pereza y holgazanería. Sí amigos, hace mucho calor en la calle, y de rebote en casa. Si alguien ha de salir por obligación para ganarse la perras o hacer un recado, bien aventurado sea. Si tenéis la suerte de tener algún sistema paliativo contra el calor, mal rayo os parta. Y por el contrario, si sois como yo, de los que usáis la táctica de los mamíferos hibernantes para reducir el consumo de energía, y en este caso el consiguiente sudor. ¿para que jugársela habiendo un sofá, un ventilador, una pantalla y una copita, verdad?
Pues ahí están los Londinenses Killing Joke de: Requiem, Love like Blood, Eighties, Money is not our god, Chesboards... Para volver a poner en hora el reloj, y recordar a olvidadizos y desconocedores, lo mucho que deben algunas filigranas de ahora a bandas como Killing Joke, Chameleons, Comsat Angels, Sound, Echo & the Bunnymen, Teardrop Explodes, Psychedelic Furs y una larga lista. Y valga decir que ya no es cuestión de lo mucho que hayan podido inspirar bandas del pasado a bandas del presente. Sobretodo cuando algunos dirán la mucha distancia que los separan, lo que ha cambiado la vida, los contextos sociales y las personas; no los culpo. La esencia no, ni han cambiado los cuatro compases de Buddy Holly y Chuck Berry, ni el Punk emergió de la nada y desde luego, la música de ahora no ha dejado de inspirarse en la misma fórmula mágica del Rock&roll para continuar creciendo.
Por eso siguen habiendo canciones mágicas, sonidos por descubrir, y bandas como Killing Joke. Que sobre un escenario y 36 años más tarde, siguen tensando las cuerdas y musculando sus melodías. Porque eran eso, los hermanos chungos, cachas, broncas y políticamente incorrectos, encargados del trabajo sucio en la escena oscurilla de los 80. Vean vean... http://concert.arte.tv/fr/killing-joke-au-hellfest
Variedades: Garnacha
tinta, Syrah, Tempranillo, fermentadas por separado
Precio aprox. 9 euros
A veces,
cuando la punta del dedo gordo asoma al precipicio. Y con el vértigo
se engarrotan nudillos, falanges y tendones a la baranda, para así
asir lo físico y tangible. Son los recuerdos, los que a menudo te
conectan mejor con el presente.
Cruzo los
pies, apoyo los codos y mientras la ligereza de la brisa nocturna,
tan solo rota por: Petardos, cohetes, y el plomizo olor a pólvora me
erizan el bello. Sigo sin poder parar de inventariar recuerdos del
pasado.
Algunos me
cuesta datarlos: El día que descubrí la música, que escuché mi
primera canción de The Smiths, o cuando de verdad sentí por
primera vez el enamoramiento; por ejemplo. A otros sin embargo, les
podría poner fecha y hora: Esa primera botella de vino, la segunda
copa, volver a repetir... Recuerdo esa noche casi como si hubiera
sucedido ayer. Veintipocos años mal cumplidos, una cena en el Vía
di Parma de Badalona, los canelones de espinacas gratinados con queso
azul que devorábamos como plato único . Y un camarero centinela sin
parar de llenar las copas de un clarete Navarrico. Suficientes para
un presupuesto tan escaso, como bien invertido.
Son esas
pequeñeces las que nos enseñaron a amar, a dar por bueno lo
sencillo e inmediato. Baluartes de nuestra esencia inquebrantable a
monas vestidas de seda, a carmines corridos ni caretas sin goma que
valgan. Expediciones sin mapas, brújula o cursillos acelerados de
espabilado; pura intuición sin miedo al fracaso. De allí salieron
algunos pioneros, o por lo menos ignorantes inconformistas con mucha
iniciativa. Un buscar con empeño en vertederos o rastros de desecho,
para abonar y fecundar el interés. El interés ¿hace falta
más para nutrirnos? No, no creo que uno necesite mucho más que eso
para cultivarse. Podré escuchar miles de canciones, observar con
disimulo lo inadvertido y sí, infiltrarse allí donde más detestas
para sopesar y escoger aquello que te subvierte.
No es
cuestión de gustos, de hábitos o de aceptación general. Solo hay
plegar las orejas y escuchar el estertor entre el rum rum interno.
Esa especie de crujido, pálpito con sudoración y excitación
espontánea que sucede, cuando el mucho observar da sus frutos. Un
grado mínimo de locura? Pues también; no digo que no. La locura
llevada a cabo con intención también tiene su qué.
Pongamos
como ejemplo una tarde cualquiera en un centro comercial; allí donde
solo vas por pura necesidad, o por vicio.
Agarras el
carro con fuerza y te pones tus mejores galas de Hércules Poirot. -
Oh las ofertas!! - Uy los productos raros e innombrables!! la
gente!!, observas a la gente y hasta construyes tu propia historia;
que sin guión no hay película. Espartanos a la carga!!, a ver quien
mejor zizaguea entre carros, palets, estantes y niños barítonos.
Vaya por
delante, que no seré yo quien aconseje ahora hacer todas las compras
en una gran superficie. Pero supongo, que como hijo de toda madre,
pocos seremos los que estamos exentos de aprovechar los tentadores
precios de los productos de primera necesidad que allí se dan:
Leche, agua, bebidas refrescantes, productos de limpieza... etc etc
etc. Y el vino, por lo menos ese vino de diario en el que no queremos
dejarnos nuestro presupuesto. En ese caso tan peliagudo, yo soy de
los que tiene la suerte de vivir en un barrio donde hay prácticamente
de todo: Pequeños comercios donde se mima la calidad y el cliente,
mercados de barrio, y la tienda por excelencia donde compro el 99%
del vino que consumo; ya sean económicos o para una ocasión
especial. Pero... quien no se ha resistido a la tentación de
escudriñar los bastos pasillos de vino en busca del sorpresón,
ahora que tanto se ha popularizado. Y conste, que “popularizarse”,
nunca es sinónimo de apostar por pequeños productores (auténticos,
con terruño y transgresores). Por lo general, en la música, la
alimentación, gastronomía o cultura. El público mayoritario no se
complica y tira por lo conocido, estandarizado, y económico, sin
mirar demasiado si ese precio se corresponde con la verdadera
calidad. O por lo menos, si la relación calidad/precio nos
corresponde con algo de excitante descubrimiento.
Muchos son
los que dicen aquello de: - Es que ha mi lo que me gustan son los
vinos suavitos, o.. - Soy más de cerveza, el vino no me va,
incluso... - Yo solo escucho lo que ponen en la radio.
Diantres!! no es que te guste aquello o lo otro, es que te dejas
cebar sin más resistencia. ¿comodidad? pues no digo que no. Pero
aun por comodidad -que es muy respetable- experimentar aunque solo
sea una mijilla por aprovechar los sentidos que nos ha dado la madre
naturaleza, no está de más. Para sentirnos vivos sin más. Y
cuidao!! no me vale la excusa de: “no tengo tiempo o, es que no
entiendo”, que sin experimento no hay entendimiento.
Empezaré
por Alcampo que es donde voy más a menudo por variedad y precios. Ni
me llevo comisión ni le proceso demasiado amor, tan solo es que me
dan la oportunidad de elegir que ya es mucho, y es de los más
baratos. Lo de Mercadona ya es un caso perdido; su baza es el precio,
pero compras lo que ellos quieren. Carrefour tuvo mejores tiempos,
ahora manipulan productos por marcas que es un contento.
Eroski/Caprabo/Corte Inglés/Esclat/Lidl/ por este orden, tienen
algún tesoro escondido pero no suelen prodigarse más que lo justo.
En Alcampo
sin embargo, de un tiempo para acá la cosa ha mejorado
sensiblemente. Por lo menos lo que es en vino, hay una amplia oferta
y entre tanta botella clónica e industrializada se suelen encontrar
algunos tesoros imperdibles. Es el caso de este tinto reserva de
Calatayud. Resultado de una ampliación de estantería aprovechando
las arrolladoras tendencias. Algo por cierto, nos guste o no, siempre
se le puede sacar partido.
Yo soy de
los que mantienen la teoría, de que en estos sitios tan amplios y
poco controlados, existe la figura del INFILTRADO. Aquel tipo
vocacional relegado al anonimato, que filtra joyitas entre tanta
inmundidad. Ya sea en tiendas de discos, grandes almacenes o
supermercados; el top, os lo juro existe. Como si no, hemos dado con
grandes obras maestras de la música entre discos de la Pantoja, la
Década Prodigiosa o Rocío Jurado?? Pues con el vino u otras muchas
cosas pasa lo mismo, lo mantengo!!
Este vino de
9 euros aprox. es un claro ejemplo. Últimas existencias rezaba en
un cartelito de amarillo a sus pies; le estaban dando ya la
extremaunción vamos. Primero analizamos el contra etiquetaje de la
botella en cuestión, no sea que sea de una bodega industrial, un
embotellado para la superficie, o sus típicas descripciones placebo
digan mucho y signifiquen poco; como es de costumbre. Que sea un D.O
Calatayud en un sitio como Alcampo ya es buena señal, ya que las D.O
pequeñas son casi inexistentes para las grandes cadenas (Calatayud,
Conca de Barberá, Terra Alta, Ribera de Guadiana, Cigalés etc.).
Que en ella se hable de meloláctica, de la evolución del vino en
sus 8 años de botella, o que sea de una Cooperativa local ya es
suficiente para jugársela y probar. Al fin y al cabo por ese precio
no perdemos demasiado, más barato ya es peligroso.
La verdad es
que compré una primera, y la experiencia fue tan gratificante, que
compré una segunda y una tercera; aunque este última bajara el
listón y su acidez fuera indomable. Muy buena extracción pese a
estar algo cerrado, alcohólico y excesivamente ácido al principio.
Cuando se agita en la copa y coge aire la verdad es que destaca muy
buenas maneras: Caramelo y fruta negra madura, algo de barniz, un
resquicio final de brasas, mineral, tinta... una nariz muy rica y
disfrutable si señor. En boca se vuelve amable poco a poco cuando se
oxigena, con lo que no le viene de más abrirlo con bastante
antelación o decantarlo; que el vino coja aire y se abra. La
temperatura, insisto, en estos días de 30 o 35 grados. Jamás
beberlo a temperatura ambiente, usar una cubitera o jugar con una
funda de estas de gel para que no se alcoholice. Refrescarlo un pelo
en la nevera, que se yo, que el vino esté fresco al tacto sin que
sea frío exagerado.
Boca con
buen recorrido algo árida pero muy deliciosa, se bebe fácil: Cacaos
amargos, algo de tabaco fresco y todo con un tono largo y balsámico.
La verdad es que teniendo en cuenta que está en su hipotético
declive según marca la bodega. Su atractivo precio por debajo de su
media, que suele ser de 10 a 12 euros, lo hace toda una tentación
con más vida que la que se pronostica.
No son
muchos los tesoros que se encuentran por sus estanterías, teniendo
en cuenta lo basto e inabarcable de Riojas resultones, Ribera de
Duero, Somontanos y Penedés, que tanto saturan y poco arriesgan.
Pero si es verdad que en un rango de precios accesibles, puedes
encontrar un buen puñado con una verdadera garantía de calidad,
terruño y buen oficio. Yo por ejemplo (opinión 100% personal),
suelo ser fiel comprador de Condado de Haza Crianza. Un tinto
de Ribera de Duero extensión de Pesquera, que desde la primera añada
que probara hace diez años no hace más que evolucionar a mejor: Muy
buena extracción, mineral, ligeramente herbáceo, con buena fruta, y
con un frescor la mar de crujiente y versátil. Es un vino que
combina con casi todo, adictivo en el día a día y la mar de
resultón en una buena comida. Además sus 9 euros lo hacen
imbatible.
También
tenemos al delfín de Emilio Moro, Finca Resalso, por escasos
6 euros. Con una juventud nerviosa, pinzante y jugetona, menos
imponente que C. de Haza pero perfectamente complementarios. Los
vinos básicos de Borsao de Campo de Borja, hipereconómicos
pero sin rival en su rango de precios; Tres Picos es otra historia.
De Palacios
Remondo se suele encontrar La Montesa ligeramente más caro, y
es una pena que no se hayan decantado por La Vendimia;
bastante más económico. Pero este, es un Rioja diferente como el
Remelluri, más concentrado, mineral y especiado; toda la idea de
Priorat llevada a cabo con Riojas jóvenes. Un Montsant como Bruberry
con nervio, personalidad austera y mucha fruta roja crocante por 12
euretes. En fin, haberlos haylos, no es fácil lo admito. Hay que
desarrollar un instinto detectivesco para escudriñar y separar grano
de paja, pero que hay cosas ricas, auténticas y diferentes por
precios que dejarían a los Faustinos, Paternina, Raimat, o Marqués
de Cáceres por los suelos. Ahí van unos cuantos: Los Juan Gil,
Monopole Viura, Atrium de Torres, Pintia, Coto de Hayas, Laus
sobretodo en Gewutztraminer, o el Azpilicueta.
Lo dicho, yo
siempre recomendaré hacer las compras de vino en tiendas
especializadas. Básicamente porque creo firmemente en el criterio
seleccionador de un pequeño comerciante. En su apuesta de riesgo por
pequeñas bodegas y D.O poco conocidas con mejores RCP. Porque soy
romántico y sinceramente un barrio no tiene vida sin sus pequeñas
tiendas, colmados y fruterías. Porque es ahí donde se da el
verdadero status quo comerciante del pueblo Mediterráneo. Y sin él,
perdemos nuestra identidad y el trato humano, cercano y franco con
nuestros semejantes.
Las grandes
superficies las inventaron los Franceses; que entre todas las más
grandes de la historia que inventaron, esta la peor de largo. Y si
bien es cierto que en su territorio se respeta más el terroir y las
D.O de sus vinos. La mayoría son elaborados y etiquetados en
exclusiva por bodegas de confianza, para grandes cadenas; algo que a
mi no me da demasiada confianza.
Lo dicho amig@s. Que la chispa de la vida se puede
encontrar en los resquicios más insignificantes de la misma. Que los
que crecimos en un lugar donde los medios eran inexistentes, y la
imaginación era la mejor herramienta. Sabemos que la abundancia y el
acceso no equivale ni sustituye el esfuerzo de conseguirlo. Y lo que
cuesta, siempre estimula y reconforta más aun.
Y sobretodo,
que el disfrutar de una saludable copa de vino no está peleada con
presupuestos, ajustados o manirrotos. Lo mejor, lo que a uno le gusta
y siempre avanzado e investigando, que retirarse es de cobardes.
El hombre de
los dedos largos esta sentado en el sofá. Frente a él, una gran
pantalla apagada. Se levanta de tanto en tanto, pero casi siempre
sin apenas susurrar, no se le siente, solo hay que escuchar. La
enciende puntualmente bien temprano solo para oír el parte del
tiempo: Tempestades en el Pacífico, vientos alisios en los
archipiélagos, calima en las planicies... O ver las incidencias del
tráfico en las avenidas y circunvalaciones de la gran ciudad. El
agitador estruendo del colapso, y el desfile de sus conciudadanos por
las líneas de producción con nombre de celebridades.
Desde su
bunker de Tokio, todo lo maneja desde su atril sin tener que
socializar demasiado. Son dedos largos, ágiles y ociosos solo cuando
lo precisa; esta vez desde hacía seis años. Jim O Rourke,
convirtiendo a ese joven Irlandés de vivos ojos claros, en un tipo
esquivo tras su poblada barba y su gorro de Rey Pescador: Graba, y
desaparece tal como vino; sin demasiado ruido. Sus discos no aparecen
en las aplicaciones streaming más populares, y su discografía tan
variopinta y “difícil”, como inabarcable.
Son pocas
las veces que escribo, sobre un disco todavía humeante en la bandeja
de recomendaciones mensuales del blog. Pero esta vez, y aun con la
certeza de ser poco docto en la carrera de este inquieto alquimista
musical. Su último trabajo de una serie bien larga de formulaciones,
quimicefas y experimentos sonoros varios -SIMPLE SONGS- Me
ha entrado en vena fulminando cualquier atisbo de escapatoria. Una
emboscada en toda regla como diríamos.
Un disco
largamente meditado tras un dilatado silencio. Lo suficiente para
que, si había alguien que lo esperase en el chaflán de al lado,
haya marchado por impaciencia. Y que sin embargo, ejerce de un
magnético reclamo caleidoscópico, sobre los que como yo, poco o
nada han profundizado en las diabluras de este atípico ex Sonic
Youth.
Su título
suena a chiste fácil, o no. Si lo comparamos de una banda, con su
faceta más experimental, cinéfila o corporativa. O si por el
contrario, nos invita a husmear en otros más accesibles como:
Eureka/1999, o Insignificance/2001; (o todo lo que ha
publicado bajo el paraguas de Drag City, su faceta más pop). Pues
bien, Simple Songs no es exactamente ni una cosa ni otra. Dedos
largos Jimmy se ha rodeado de músicos locales -en este caso
Japoneses- con la serie de prejuicios y sospechas que esto pueda
acarrear. Y nos ha dejado de nuevas ahí, perdidos entre la espesura
selvática de sus composiciones.
Habrá quien
considere lícito armarse con un machete bien afilado, para
adentrarse entre madreselvas, lianas y Marapuamas. Sin embargo, entre
bocado y bocado de revitalizante afrodisíaco. Son batería y piano
quien como tambores parlantes, marcaran de ahora en adelante el
compás de casi todo el disco. Aquí es donde Yamamoto Tatsuhisa
a la batería y Ishibashi Eiko al piano, se convierten en el
eje argumental de la obra; hasta nueve músicos acompañan a Rourke.
Y no crean que es un mero ejercicio de autocomplacencia donde músico,
productor y titiritero, mueven los hilos a su antojo y chim púm, no.
Aquí, aun sabiendo del exhausto control que ejerce el autor sobre
la idea de su obra y como tiene que sonar. Es dejar girar el disco, y
desde el primer acorde empezar a transpirar efluvios con mucha mucha
alma.
Discos como
este, que como un ente orgánico parecen estar dotados de vida
propia; al margen de la que el artista le da. De esos a los que uno
le puede pegar la oreja cientos de veces, y cada escucha sentirlos
mutar y tomar su propio camino; como la yedra remontando las tapias.
Simple Songs
tiene mucho de eso. Sobretodo porque emana una impronta Jazzística
de ultramar por los cuatro costados; aunque de manera totalmente
libre. En “Friends for Benefits” se nota claramente o en
“That Weekend” también, incluso cuando de repente parece
virar hacia el progresivo de los 70. Después están los arreglos
instrumentales que son una delicia, tan exóticos como exquisitos.
Puede ser
tan raro como excitante para algunos. Para mi lo segundo. Porque me
encanta no seguir un camino previsible en los discos que escucho. Me
vienen así de repente a la cabeza Jethro Tull, esa parte de varieté
que nos dieron en sus momentos más memorables los Beatles cuando
suena luminosa “Half Life Crisis”, Blue Nile y si se
quiere es destello de cantautor a lo Randy Newman. Son muchas cosas
las que se me viene a la cabeza, pero simplificando y buscando un
claro entre tanta parábola, a mi me suena a Art Rock. Entendiendo el
Art Rock como algo que abarca muchos estilos, pero que yo entiendo
como una filosofía.
Algo que me
llama especialmente la atención. Y que quizás resida tan solo, en
esa magistral forma de orquestar tantas capas sonoras sin que ninguna
quede pisoteada o se sofoquen las unas a las otras.
Así sucede
por pura magia. O simplemente, porque Jim O'Rourke es un genio capaz
de dominar el tiempo, el mensaje de sus obras como capítulos, o
pequeñas sinfonías de bolsillo. La épica comedida de “Hotel
Blue” por ejemplo, que ejerce un efecto de largo suspiro tan
terriblemente melancólica. O cuando se detiene a desentrañar sus
propios misterios; en la bucólica “These Hands” habla de
cosas muy reales.
Vuelve a
levantar el vuelo con “Last Year” de Jazz voluble y
contorsionista. Las cuerdas de los violines suenan y se retuercen con
los platillos, el piano entra en el momento preciso... y revienta;
genial. Suena “End of the Road” como un pequeño ocaso y
su tarde en deceso, para que suenen los arreglos de cuerdas más
sublimes que he escuchado en largo tiempo. Para acabar con júbilo
“All Your Love” y maldecir lo corto e infeccioso que se
hacen los ocho cortes de este disco.
Una obra
mayúscula para saborear a pequeños sorbos, dejarse llevar por las
mareas cambiantes, que desde la penumbra maneja este hombre. Y
zambullirse de cabeza en los remolinos que cual Nereidas, tejen de
manera tan reconfortante el elenco de músicos que acompañan a este
Irlandés errante. Un disco imprescindible e irrepetible.
Cualquiera
diría que son ya seis los años que han pasado desde aquel 3 de
Junio del 2009. Un miércoles de Junio a la noche, cuando a
trompicones, tímida y torpemente el que aquí firma, asomó la
cabeza y echó a nadar allende los mares: Dos desde la última
conmemoración, ya sabéis, no soy muy fiel con las celebraciones;
más cuando hay poco que celebrar. Y con el almanaque con una
alopecia galopante, a punto de darme la extremaunción.
Siento el
aliento de las mortajas tras mi cogote resoplando una anunciación;
no se cual. Si es la vista cansada que hace mella con los binóculos
al retortero, teniendo en cuenta que ya nací cansado. Ni tampoco si
esta desgana que se apropia de mi, es por distracción o simple
vagancia congénita.
El caso es
que este año toca. Y no preguntéis porqué. Digo yo que será por
coger carrerilla o por salir al monte en busca de esa criatura, que
cual cabra debe estar pastoreando allá en las cumbres.
Recuerdo
vagamente entre brumas y divagaciones que hace dos años #Jó, dos
años en barbecho que no es poco. Prosigo...
Dos años
cuando de repente me agarré a los mofletes rechonchos de mi retoño
y dije: - Míralo que hermoso!! y yo que cuando eché a rodar
este invento, pretendía separar intimidades de lecciones musicales y
que se yo, adecentar un espacio por el que campar como un fantasma
bajo su haraposa sábana. Y perdonen por la insistencia, pero eso fue
poco menos que un trauma para un servidor.
Así que
esta pasada mañana , salí con los pantalones del pijama en la goma
floja: Allí donde tórax y extremidades se desentienden por una
cordillera montañosa y gelatinosa; llamémosle lorza. Esa que en
tiempos a, lucía erótico pubis y que ahora asoman simas tan
profundas como agujeros negros o glaciares en caída libre.
Descalzo y a
tientas. Con las calles todavía desiertas en busca y captura del
indolente rorro. Trepé a las copas para otear el horizonte con más
lucidez, perspectiva, y caminé hasta la madrugada: Salí de la
ciudad, dejé a mis espaldas las luces y así en larga travesía
remontando riscos hacia zonas despobladas, altas y purificadas de
ruido, polución y calores de entrepierna que no se pasan con la
edad; como diría M.A Costas. Caminé hasta partirme el alma en
pedazos desportillados, de los que se pueden llevar en los bolsillos
y me perdí.
Cuando ya
dejaron de seguirme serenos y acreedores, al despuntar del alba, en
una explanada verde y diáfana. Allí di con él, tumbado boca arriba
mirando al cielo exhausto de saltar de piedra en piedra, entre
líquenes y arroyos: Llenaba los pulmones hasta simular apneas, y
exhalaba lenta e infinitamente. Bestia indómita que brega entre
otras alimañas sin catalogar: Pájaros con cresta y plumas de cuero,
ciervos con cornamentas de alambre, insectos voladores de fuzzers
preamplificados, incluso creo que algún ser humano en cueros...
Ese otro yo
parecía despojado de alguna pesada carga. El lastre, la
responsabilidad y la tensión por cumplir con los plazos había
desaparecido; así, como los ciclos que dan fin sin motivo alguno,
porque sí y punto.
Ahora me
preocupa bastante menos dar la talla, estar a la altura de las
circunstancias o hacerme el héroe. Y el cumplir seis, al lado de los
87 que cumplió mi señora madre hace una semana, hace que el
celebrar este se me antoje un chiste. Así que esta efeméride de
aniversario me llega por puro tropezón. Con los pies arrastras y las
suelas de los zapatos desgastadas. Cuando me canso paro, me siento,
dejo la mente en blanco y abrazo lo que llega sin apenas buscarlo. Es
una sensación nueva y necesaria, que digo necesaria, vitaminal!!
Llevo meses
desempolvando un montón de vinilos arrumbados en las estanterías
por falta de espacio/tiempo. Le he cambiado aguja y cápsula al viejo
giradiscos y como si jugara a piedra/papel/tijera o al de las sillas.
Voy sacando al fresco viejos discos, que ahora con el paso de los
años, lucen tan y tan contemporáneos, trascendentes y vigentes, que
casi he extraviado en la desmemoria las novedades: Mi capacidad de
almacenamiento es breve, limitado, y hace saltar constantemente el
final de carrera entrando en hard/reset a modo bucle #no retengo
chicos!!
Huelga decir
que a veces por la soledad dedicada a buscar a tientas la
inspiración. Los compañeros que uno va encontrando en el camino:
con los que comenta el tiempo, cuenta los pájaros o cataloga nubes
por formas, volumen o color. E incluso esa rara sensación al
acariciarme la nalga y comprobar estupefacto como voy perdiendo la
sensibilidad a lo largo y ancho de mi hermosa cicatriz. Que dicho sea
de paso, estoy valorando la posibilidad de bien instalarme una
cremallera o tatuarme el The Great Canyon of Colorao. Hace por
así decirlo, que los meses parezcan semanas de puente y pasen como
un rewind: Entre la moviola, las imágenes congeladas y el
minutero gira que te gira.
No sé si me
explico, como esa rara sensación de que todo sucede a cámara lenta,
pero que en realidad se escapa a tu control.
Y así, como
el que no quiere la cosa. Cuando uno va tomando conciencia de la
cantidad de viejas y anónimas canciones que acaban quedándose en el
trastero. Y se te queda esa cara de desangelao melancólico. Ese
volver a reordenar tu mente y ver que sucumbes al tiempo. Y que te da
por anotar en la libretucha de bolsillo (ideas, frases inconexas,
reflexiones sobre sonidos o paisajes... etc etc) A uno, no le queda
más remedio que dar constancia del echo; por si se olvida.
Una retahíla
de canciones que forman una idea del tiempo, la vejez y el paso de
ambos. Y entre las que se encuentran según mi criterio personal, algunas de las mayores joyazas anónimas musicales, por ejemplo: Mrs Green (una banda del desaparecido catálogo de Beserkley con un disco único, irrepetible y desaparecido total de la red, del que conservo el vinilo como preciado oro). Algunas de las bandas de pop australianas más injustamente ignoradas (The Clean, The Bats, The Chills, Sunnyboys...). Clásicos y eternos desconocidos que siguen ocupando mi altar musical (The New Dylans masajeantes, los eternos y fervecentes Rubinoos, o algunos signos claros del Poprock alternativo americano de los 90) Weird Summer, Trever Keith, Old Pike, The Wipers, o The Orange Rouguies .
Una celebración sí, aunque sea por proclamar a los cuatro
vientos que nos hacemos grandes y embebemos por tal magnitud. SÍ,
nos hacemos pequeños para menguar, a ver si el tiempo se olvida de
nosotros y volvemos a despertar niños chicos.
#Denle
cuerda y que suene alto, en las antípodas, en las cavidades de
Jaua-Sarisariñama o en Kalimantan. Allí, posiblemente encuentren a
otros yos. No traten de cazarlos.
01_BOB LIND_the times they are a changin' 02_PARKAY QUARTS_these boots 03_THE CHILLS_we blanket 04_THE BATS_daddy's highway 05_OLD PIKE_surface 06_TREVER KEITH_incomunicado 07_MAGNETIC FIELDS_the desperate things you made 08_STARFLYER 59_i drive a lot 09_THE NEW DYLANS_desmond 10_THE CLEAN_anything could happen 11_RUBINOOS_i want to be your boyfriend 12_SUNNYBOYS_i can't talk to you 13_ORANGE ROUGHIES_knuckle sandwich 14_THE HEAVY_how you like me now 15_MALAKAI_ladydown stay down 16_OLD CROW MEDICINE_tear it down 17_THE NEW PORNOGRAPHERS_don't destroy this night... 18_HOLM_last summer 19_THE KORGIS_if it's alright with you baby 20_NORMA TANEGA_a street that rhymes at 6am 21_MRS GREEN_hurry 22_THE WIPERS_yi came 23_WEIRD SUMMER_willow weeps
He decidido
reducir mi expresión al mínimo gesto: arquear las cejas cuando
debería saludar efusivamente, y respirar bien hondo cuando intentan
adelantarme por la derecha. Por más que avive la marcha, siempre hay
alguien que quiere ir más deprisa. Y yo, yo he echado el ancla por
siempre. No creáis que de forma premeditada, más diría yo como una
consecuencia, que como un propósito.
Al principio
me preocupé. Desde que por Marzo me puse a mis labores -que no son
otras que sudar y flexionar las piernas más de lo que mi rodillas me
permiten- no he logrado hilvanar un solo texto sin caer en la
cabezada sempiterna. Veo como me rebasan esas novedades con forma de
vehículos, y ya ni acelero el paso, para qué. Algunas me las
encuentro en mi camino mientras miro las balconadas repletas de
claveles en flor, y las piso como excrementos de chucho.
Encantado
ando sometiendo mi cuerpo a continuos análisis hasta que algo me
llama la atención; hay por suerte mierdas que huelen, bien a rosas o
a wisteria. Destellos de luz a media tarde que salen a tu paso, y
ahí está: la canción, el momento, la neuronas que se interconectan
haciendo nudos marineros con la melodía y mis epiteliales
revoltosas, bulliciosas ellas juntas y en melé.
Es como un
estado, si señor. Ni es por estilo, cadencia o simpatía. Sino como
un vaivén que te lleva un poco en volandas hacia donde solo sepa
dios. Por supuesto siempre hay un culpable, nada es casual. No se te
aparece la virgen a los pies de tu cama para anunciarte la llegada
del mesías musical, o por inspiración divina. Las canciones como
esporas volanderas en primavera, también tienen sus mensajeros,
nuncios o trajineros. Y para el caso, el trabajo de debut de KEVIN
MORBY (Harlen River/2013), y más concretamente “Wild Side (On
the Places you'll Go)” hizo lo propio.
La
circunstancia de que esta pasada semana se estableciese la Primavera
Musical en mi capitalina colindante. Que el ex y fundador de WOODS
tocara ahí. Y que claro, quien aquí firma se haya quedado sin
probar bocado de tan suculenta propuesta. Puede, que no digo es, uno,
agudizando lo que es el oído y gusto medio a regañadientes, se tire
como un bicho de presa sobre la primera tonadilla que le parta el
corazón. Y fue así, como os lo cuento: El que intercedió entre la
mirada perdida de borrego que se le queda a uno, cuando el blanco, es
el que tinta neuronas y reflejos. Las bolsas, sí, las de los ojos.
Esas que tanto pesan en horas de sueño perdidas, como en un lastre
descomunal que doblega párpados, y un nombre/hombre #Genís
(bloguero perdido en el tiempo).
Sí joder,
hay que dar nombres leche!! bien sea porque aun despotricando, el
Primavera Sound, casi siempre nos recurre a nombres con los que
decorar balcones. Justo ahora que el sol ha establecido residencia.
Kevin se mete en mi cerebro
El de Kevin
Morby me poseyó de camino a casa una de esas noches de Jueves, donde
alcohol, tanino y magia nocturna hacen de las suyas.
De esos
viajes hacia casa de no más de 20 minutos, nacen grandes discos. A
partir de ahí, nunca vuelven a sonar lo mismo; y espero no sea este
un efecto del alcohol. Pero lo siento, me puede el efecto de la
noche, la ciudad con sus luces y el volante, a la hora de sumergirme
hasta las orejas en un nuevo disco. No necesariamente de este año.
En lo que
llevamos del mismo, todavía no hay novedad que me haya despertado la
más mínima pasión desatada. Si que los hay para subsistir
musicalmente hablando. Cosas que me permiten no desnutrirme de música
y mantener las constantes en vilo. Pero solo eso, entretenimientos
para matar el gusanillo. Mientras, todavía me dejo sorprender por
trabajos pasados, como el de este joven Tejano afincado en Nueva
York; la ciudad que nunca duerme.
Su trabajo
de debut, datado en el 2013, es de aquellos que destacan entre tanta
medianía, por su sinceridad ingénita.
Un debut el
suyo, que reunía en un manojo, todas las vivencias de un paisano en
la gran ciudad: Con toda esa melancolía que empapa cada una de las
canciones/boceto de este escueto trabajo (8 canciones como 8 soles).
Y que por raro que parezca. Tiene de manera fortuita y sintomática,
más conexiones con su ciudad natal que con cualquier decorado de la
gran metrópolis.
Salvo en la
oscura, críptica e hipnótica “Harlen River”; tercer
corte del disco. El resto de las composiciones se debaten entre la
añoranza y la ruptura con un pasado no muy lejano. Si nos ceñimos a
su despegue, “Miles, Miles, Miles”, seguramente y cerrando
los ojos podamos trasladarnos a los sesenta, con su amargura y
felicidad impostada. Algunos verán a Leonard Cohen ahí detrás.
Pero es evidente que tras esos ocho cortes hay algo mucho más
potente que una mera fachada. Esos rasgos que solo ocurren en
aquellos discos que se generan de manera espontánea, y como
consecuencia de una acción puramente redentora.
Con WOODS,
Kevin Morby llegó a publicar acompañando con su bajo cuatro
trabajos hasta el 2012. Los más desnudos, primitivos y seguramente
los más auténticos de su estirada carrera. Tienen más por
sintonía o filosofía, retirada con lo que hizo en este primer
trabajo en solitario; creo.
De aquellos
discos posiblemente ahora, no encontremos ni su sombra. Como tampoco
la encontraremos en la última entrega de Kevin. Donde ambición y
objetivos, pierden con ligereza, ese ingrediente secreto -llamémosle
X- Que hace que esas primeras ejecuciones nacieran verdaderas,
honestas, naturales y salvajes.
Si tuviera
que elegir. En ese proceso de mutación hacia el cantautor
contemporáneo solitario que se nos antoja ahora. Me quedaría sin
duda con los dos discos de The Babies: Ese puente colgante y
desvencijado con el divertimento como consigna, que le supuso conocer
a Justin Sullivan, Cassie Ramone (Vivian Girls) y su productor Rob
Barbato, en su inventiva vida. Y que así, de un plumazo, parieron
dos discos muy grandes entre el PopPunk y el PowerPop de aftersun.
A pesar de
caminos paralelos que se entrecruzan en cambios de vía, rotondas y
bulevares, Harlen River sabe como detener el tiempo. Pongamos por
caso Nueva York, o cualquier lugar recóndito donde se desangren
nuestros recuerdos. La perspectiva, el desenfoque o la lejanía está
ahí; miopía memorabílica en constante fluctuación.
Sabe poner
soles en lo alto del mirador cuando lo precisa, con la juguetona
““Wild Side (On the Places you'll Go)”; tan luminiscente
ella. Recostarse y coser pasado con presnte, en “If You Leave
and If You Marry” rodeando con halos iridiscentes el altivo
astro.
Y pellizcar
de parentescos nuestro recuerdo a veces pasajero, en ocasiones
placentero. Tremenda “Slow Train”, Nico, Lou, Dean...
Nombres que gustan por acento y rasgos marcados. Porque nos empujan a
estados de azules, como también lo hace “Sucker in the Void
(The Lone Mile)”. Una especie de tristeza masoquista que se
acentúa y cronifica con el paso de los años. Y que a los que
gustamos de esos estados de vejez marchita. Nos obliga a revivir y a
deshacer una y otra vez caminos, camas y oportunidades a menudo
perdidas.
Harlen River
es un disco que se disfruta a gusto, entornando los ojos quizás. Y
las canciones que lo componen, por supuesto, hacen bien de somier, de
muelle y de resorte. Todo, como un viaje temporal confortable y
evocador. Sus referencias musicales... (Lou Reed, Jonathan Richman,
Mountain Goats, Michael Hurley, Neil Young o Dylan, suficientes para
dedicarle un minuto.
Aquí tocan:
Kevin
Morby a las voces y las guitarras
Justin
Sullivan con las baquetas
Dan Lead
guitarras y slide
Will
Canzoneri bajo, órgano y xilófono
Tin
Presley con el bajo el Miles Miles y la armónica