martes, 10 de noviembre de 2015

EZRA FURMAN & THE BOYFRIENDS, Y ESA COSICA LLAMADA FELICIDAD/SALA SIDECAR 04/11/2015




felicidad.
(Del lat. felicĭtas, -ātis). 1. Estado de grata satisfacción espiritual y física. 2. Persona, situación, objeto o conjunto de ellos que contribuyen a hacer feliz. 3. Ausencia de inconvenientes o tropiezos.
Empeñados como estamos de buscarle a todo un significado, definición o explicación más o menos lógica. Con la felicidad fallamos y volvemos a fallar. Aunque teniendo en cuenta las últimas lindezas de la R.A.E y lo que hasta hace cuatro días definía como felicidad: Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien.
Está claro que un término tan subjetivo e intangible como la felicidad, el sentirse feliz o... creer que uno es feliz. Es tan variable y personal, como el ideal de belleza absoluta. Y claro, si ahí afuera no hay nadie en quien depositar tu incertidumbre ¿tendrá uno que salir a la calle a buscarse la tal felicidad?
Es evidente que no me obsesiona algo tan abstracto como la felicidad, ni el empeño premeditado de buscarla. Pero sí tengo muy claro que la música desde chico, es de esas cosas que me la proporcionan en más altas dosis. Desde que garabateaba tracklist de mis imaginarios discos en las contraportadas de los libros de texto del cole, hasta las mismas canciones de inglés inventado, pasando por los miembros de las bandas; extraídos de los créditos de la pelis de la tele. Desde entonces el pulso y las constantes de mi día a día desde que abro los ojos hasta que voy a dormir, son la música y todo lo que arrastra la misma. Ver una banda en vivo, seguramente sea la forma más expresiva, natural y comunicativa de interactuar con la misma y ponerte al plano/nivel del artista.
Y la música en vivo, claro está, es si se quiere. Esa parte íntima del autor que sin ni el mismo saberlo, pone al servicio del convaleciente y enfermizo oyente. Como ese mismo y viral medicamento para que, si bien no lo cure, por lo menos le palíe las recaídas de infelicidad y amargante realidad.


Como en las catacumbas que bajo el suelo raso se amontonan los osarios de feligreses y mártires de la causa.
En la sala Sidecar; si así se le puede llamar a ese diminuto refugio soterrado bajo los pies de una antaño temida Plaça Reial. Todavía, igual que algunos búnkers como el Jamboree o el Karma, se puede resistir al relumbre de esas preciosas terrazas plagadas de camareros pulcramente ataviados y cazadores de incautos turistas. Y casi se me van los días entre el desahogo y el suspiro largo de placer, cuando la semana que dejamos atrás me ha colmado de eso que decía, FELICIDAD.
La del Miércoles pasado después de casi necesitar cuatro días para digerir la de DRONES. Y lo que quedaba, rumiando el pasto de satisfacción; soy lento y estas cosas no me gusta tragarlas y defecarlas a la carrera. Me he pasado casi toda la semana reenganchado al mediador PERPETUAL MOTION PEOPLE. Con él me he resarcido de los casi siete años que separaban aquel demoledor “Inside The Human Body” de los Harpoons; su otra banda. Y lo repetiré miles de veces: entre sus inicios infructuosos con The Harpoons y su actual carrera, bastante más autosuficiente dista un abismo... o no. Lo que quiero decir es que no cambio ese disco por ninguno de los actuales con respeto, y por mucho que me encante el último. Lo aclaro, porque todo el mundo parece haberse olvidado de ese fabuloso disco.


Ese Miércoles puse todos los medios para que la noche, que se prometía como el reverso necesario a la lugubrez y tensión de The Drones. Se transformara en la distensión y luz allí abajo, en las tripas de Sidecar: Me abrí una botella de RÉ que guardaba de hace unos días de mi paso por Poblet; para ponerle una nota musical a la noche, antes de salir de casa ante un bocata de Jamón con Parmesano. Y salí buscando la tan ansiada felicidad. Su último disco así lo expresa por cada uno de sus puntos cardinales.
Me planté a las 21:00 en punto ante las puertas de Sidecar: Una cola discreta teniendo en cuenta que a esa hora ya debía estar a punto de empezar. Y todo indicaba que la cosa iba a ir con calma chicha #fuera prisas y angustias. Algunos feligreses pese a dar por echo que Ezra no iba a agotar entradas, y lo pequeño del garito que tampoco daba para pelearse por el mejor sitio, no se movían ni un milímetro.
Era gracioso incluso rozaba un punto el surrealismo: El ir y venir de plaza Real, sus restaurantes emperifollados; allí siempre es festivo. Y diez personas guardando sus posiciones en formación de a dos. Yo le pregunté a un miembro de la sala, respuesta: - uff va para largo, aun no ha llegado... Así que me pedí un Canadian con hielo y me salí a la terraza a beberlo con tranquilidad mientras devoraba un pitillo y observaba entre lo estupefacto y gracioso del tema. Fue llegando más gente, los minutos pasaban y el Whisky se consumía proyectando un filtro ámbar sobre la entrada. Cuando ya todo el mundo había entrado pasadas las nueve y media. Entonces, llegó Ezra Furman con paso tranquilo, una sonrisa socarrona y ataviado con un modelito de lo más chic.

Le di dos tragos. Cuando noté ya las sienes ablandarse a la mezcolanza del destilado, el tinto, y las cervezas a las que seguro no podría resistirme ahí abajo. Todavía pasaría un buen rato una vez dentro; casi media hora más con tiempo de echar un vistazo al merchandaising, a la gente (como me gusta escudriñar al personal, dios). Y a la gruta, que es como mejor se podría definir Sidecar: rincones donde antaño, cuando el Britpop empezaba a bramar, todavía se podían escuchar chirriar las guitarras y las armonías de los viejos somieres. Era un buen sitio para perderse en los 90, si señor; bastante más cutre que ahora, pero auténtico.


Echados a una banda; la de los lavabos y esa diminuta barra tan genialmente dispuesta. Sobre las diez y pico calculo, porque lo he de admitir, la verdad no sabría deciros a que hora empezó exactamente. Y es lo que tiene haber salido de casa con tiempo y agarrar una caravana de casi una hora, para después ver que llegas justo y te sobra una hora; son joder!! esas cosas que hacen mágica la vida
Allí salió Ezra Furman con el resto de la banda secundándolo, y el coscorrón en el quicio de la puerta de camerinos de rigor. El escenario es lo más parecido al del vídeo del Never Enough de los Cure. Ezra con esa sonrisa entre lo hilarante, inocente y pendenciero posaba para los flashes de mil y cientos móviles; menos de los que cabían en la platea. Pero yo creo que entre el calor y la defensa pretoriana de los que hicieron la fila con rigor, allí algo fecundó. Después Tim Sandusky (el saxo), maraca en mano, alucinando con el acolchado insonorizante del techo; que le rozaba el flequillo. El bajo a lo Höfner de Jorgen Jorgensen (jorge para los amigos) muy chulo; sonaba de la hostia. El resto con mención especial al bataca Sam Durkes, que le da un plus a las percusiones y yo, que por más que las busco en el disco no las encuentro, oigan. El caso es que en resumidas cuentas y después de que Ezra sobre el diminuto escenario, nos abriera el corazón hasta puntos de ternura, rabia y despecho. Se despachó a gusto porque rima; y ya está.


Si en su primera época con The Harpoons, era el acompañamiento y la puesta en escena lo que no estaba a la altura de las circunstancias y posibilidades de sus primeros discos. Ahora en solitario o con sus compinches The Boyfriends, pasa justo lo contrario. Su puesta en escena es justo aquello que uno echa de menos en el disco, y no será porque suene mal precisamente. Y lo más probable, sea que la banda encima de un escenario y con el público a un palmo tocándole los riffs; como pasó en Sidecar. Es cuando de verdad suena a delirio puro. Y da tres leches que Ezra se quiebre la voz sin conservadurismos que valgan, porque siguen sonando como una locomotora.
Gran parte de culpa la tienen los tres músicos anteriormente citados; sobretodo el primero. Y claro está, aunque Ezra en la mayor parte del directo tire más de su arte escénico, que de su talento musical; que todos sabemos que lo tiene. Sabe como nadie medir la tensión y el tempo de una actuación en las distancias cortas.
De la química entre saxo y solista, se podrían sacar millones de vacunas contra el aburrimiento y el desinterés. No solo eso, volaron de un plumazo esa especie de oboes y clarinetes que campan por el disco, para convertirse en saxos con sexo tenor al más puro estilo Madness; rugosos y crujientes.


Para abrir boca “At the Botton on the Ocean” en clave New York Dolls; que por cierto pulularon toda la noche en muchos de los temas de la velada. En “American Soil” o “And Maybe God is a Train” también. Algo que por cierto, hasta que no vi ese arranque de concierto, jamás me lo hubiera imaginado con ese fulgor de glam de bajo fondo transformista. El saxo ciertamente ayudaba a teñir la noche de neones, lentejuelas y swim desafiante.
Llegados a un punto de inflexión, cuando sonó “Can I Sleep in Your Brain”; una de esas joyas que te encuentras hacia el final de su último disco, y que jamás esperas oír en un concierto con estos derroteros. Te baja hasta lo hondo, se pone enternecedor con esa mirada de cordero degollado tan a lo Emilio Aragón #y usted no lo es, y te vuelve a subir; es así, de cambios de humor, insinuaciones y flirteos. “My Zero” funciona de largo como un resorte: es un tema que todavía no entiendo como se me pasó por alto hace dos años, porque fue de las que más me gustó. Supongo que me costó digerir el cambio estilístico de hace tres años y pagó la criba, con tanta música que hay donde hurgar.
Era el momento preciso para despegar con el repertorio más cabaretero y vodevilesco de su nueva hornada: “Body Was Made”, “Ordinary Life” bajando el pulso a una sala ya despatarrada y rendida por completo. “Haunted Head” es la rehostia bendita en directo: con sus coros vacilones, su saxofón poseído por el mismísimo diablo y la presencia ni que fuera en espíritu de David Bowie #el de Hunky Dory concretamente. Para luego invocar a Johnny Thunders o Marc Bolan; que se yo: “Tip of the Match” es el tema que más remite a la banda neoyorkina en su último álbum. Aquella noche parecía flotar constantemente en el ambiente; Nueva York, Chicago, la conexión sureña vía Menphis.
Wobby” con el saxofón echando leña a un pogo constante entre músicos; sería por la falta de espacio, o porque hubo un dialogo festivo de los que se ven poco. Ezra Furman saltó al público y por un momento convertido en una loca groupie daba rienda suelta al desparrame. “Lousy Connection”: hay que ver lo que llegar a ganar este tema sobre las tablas; la que más me descolocó cuando la escuché por primera vez, y ahora no me la puedo quitar de la cabeza. Es una de esas melodías/estribillo que sintetizan aquello de optimismo/felicidad, en un algo sin forma, color ni definición... un estado. Y que conectado vía espiritual con la Rumba Psichobilly de “Walk on the Darkness”, sería como el todo de la noche. Curioso el fenómeno, porque uno en un ademán de serenidad miraba a su alrededor, y todo el mundo estaba enloquecido. En ese preciso instante si Ezra Furman hubiera pedido a gritos que el público se despelotase, todos lo hubiésemos hecho sin rechistar; lo juro. Vamos, que iba decidido a comprarme la horrible camiseta fucsia del mercha; suerte que no había de mi talla, porque ya más frío, mira que era bizarra la jodía.


Acabamos a ritmo caribeño con “Anything Can Happen” y “Restless Year”; que yo juraría que esta última la tocó mucho antes y la lista de canciones se la pasó por las pantecontepantes. Pero vaya, da un poco lo mismo, creo que el personal asistente (80 personas escasas), estaba más feliz que un chancho en un lodazal.
Dos bises que me parecieron por definición la más puta genialidad de la noche; por gusto y formas: “Tell Em All to go to Hell” que además ensamblaron tan bien como el Moon Cresta de las recreativas cuando... ey!! sonaba el “Rock & Roll” de la Velvet Underground y todo encajaba; ya lo decía Jenny: - Nunca pasa nada hasta que pasó, y descubrió el Rock & roll. Desde entonces nada fue ya igual. Seguramente la definición más fiel y legítima de la felicidad; EL ROCK&ROLL.

viernes, 6 de noviembre de 2015

THE DRONES & DEAD PARTIES en LA 2 DE APOLO_Barcelona 03/11/2015





De chiquitín, cuando en mi barrio todavía existían barrizales donde jugar a la lima, y aquellas reservas naturales del libertinaje llamadas descampados. Cada noche al acostarme y en plena vigilia, soñaba con un butrón bajo mi cama que me llevase con nocturnidad y alevosía, a unos almacenes que había junto a mi cole. Se llamaban Ferrán, y era uno de esos de una cadena expert de la que en tiempos pasados, cuando lo más grande era la mercería de la esquina de tu calle. Pasear por su pasillos llenos de juguetes, equipos de música y un sinfín de cachibaches, podía ser lo más parecido a lo que uno creía por paraíso.
No era uno como la del “Chapo” Guzmán: con luces, moqueta e hilo musical. Mi paso subterráneo a la calle de arriba, era más imaginado al estilo teletransporte; como los viajes lisérgicos del Niñato de Gallardo y Mediavilla. No era por avaricia pues en aquellos ochentuados años, lo más cercano a la codicia era una bolsa de pipas francaris y un drácula a lametones, sentados en el muro de la plaza. Era eso, imaginar teniendo lo que ni en sueños tenías.

Ahora también lo hago; como ven, no he cambiado demasiado. Soñé en una siesta rempanchingada, una fiesta de boda con Richard Hawley en el Apolo. Aparecerme como la virgen de Lourdes en un concierto en el Hacienda, e irme de fiesta con los Reid Brothers prendiéndole fuego a la ciudad.
Y cuando es la música en vivo la que nos tira a la calle, cambié los grandes almacenes por salas en penumbras. Mis sueños ahora, lo son surcando el subsuelo de la ciudad y agonizando de empacho musical; sería una muerte dulce.

Esta pasada semana ha sido lo más parecido a eso, y teniendo en cuenta la suculencia desproporcionada de conciertos, que este otoño guarne las salas de Barcelona. Decidirse por el menú debería ser una tarea ardua, a no ser de que últimamente, mi elección de conciertos se suele basar en básicamente en pequeños reductos alejados de la muchedumbre deslumbrante de las últimas tendencias.
Elegir a THE DROMES de entrada, era algo sencillo después de verlos en aquel Primavera Sound de hace tres años. Fue por entonces un antídoto contra los cabezas de cartel: muchas luces, espectacularidad y grandes escenarios donde ahogarse entre el tumulto. Por entonces, la banda australiana nos confinó en un extremo del evento. A almas perdidas entre el desaucio de las modas y la incesante búsqueda de sonidos con rebabas, filos y tactos ásperos. Y allí dieron un concierto monumental, que nos demostró, que sobre el escenario, cualquier parecido a su sonido en formato físico, se quedaba enano y muy limitado si se comparaba con el arsenal que manejaban sobre el escenario:
Gared Liddiard haciendo gala de una violencia espasmódica y estrujando la palanca de su guitarra hasta hacerla aullar. Su fornido guardaespaldas Dan “Supaman” Lascombe arreciando con esa sección que se encarga del rugido oscuro y su sección rítmica: Michael Noga a la batería y una intrigante Fiona Kitschin, encargada de darle ese paso fúnebre musculoso y elástico a todo su musiquero.
Suficientes los motivos para aprovechar la oportunidad de verlos en sala. Desentrañar con más detalle los enigmas de su maleable sonido, y volverme a encontrar entre el público al Hombre Misterioso de Carretera Perdida. Ese discreto hombre mayor que llevo viendo en los conciertos más esquivos y marginales desde que tengo uso de razón: que son ya unos cuantos #cerca de 25.



Pero vayamos al principio de la noche. De entrada la banda que abría su concierto después de posponer aquella gira inicial en Mayo, cuando todos pensábamos que esperarían a tener publicado un nuevo álbum; que no ha sido el caso. Los también australianos afincados en Barcelona DEAD PARTIES que tocaban sobre las 8:30 pasadas y su principal reclamo para estar allí como un reloj: su single del pasado año “Disappears”: Un temazo de aquellos que recuerdan a los himnos entre lo épico y melancólico de finales de los 80; canciones que nunca pasan de moda y enaltecen a viejunos como yo.
No es que hayan inventado nada ni mucho menos, pero a estas alturas de la historia cuando todo se queda en un uy casi!! Se agradece que una banda no se ande por las ramas y se vaya al efectivismo más melódico del Postpunk bailable. Se nota que están rodados, aunque sobre el escenario adolezcan en momentos puntuales de una falta de rodaje. Los temas suenan del primero al último, preparados y deduzco porque lo ignoro, a completar un primer Lp plagado de jitazos que estará al caer; canciones tienen de sobra para publicarlo. Así que de momento tenemos que conformarnos con un puñado de temas y su competente directo, que digo yo que para que queremos más.
Cinco músicos sobre el escenario que amplia la plantilla inicial de sus tres miembros fundadores. Además de un batería catalán que les acompañó y que aprovecho a felicitar; menudo metrónomo. Consiguen sonar como una banda que bien podría llevar tocando muchos años. Y lo mejor, hicieron que esos primeros adelantados que se dieron cita -que fueron bastantes- bailaran como posesos; y ahí me incluyo yo.
Last Romance” recién publicado, que teje el powerpop luminoso de las antípodas con un “shoegaze” bien entrecomillado, pues no es ese mil veces trillado estilo. Sino un algo mucho más elástico y contundente.
Sus canciones tienen mucha sustancia, tienen huecos que se abren y contraen como fondos submarinos. Tribe, Shadows on Walls o simplemente haberlos visto sacar brillo junto a Le Petit Ramon al clásico de los Byrds I´ll feel a whole lot better. Dan de sobras para certificar que estamos ante una banda que nos dará en un futuro próximo, grandes placeres.



Sobre las diez llegaría el momento de la verdad, expectante, deseoso de ver sin la distancia de por medio que da el gran escenario de un festival.
La sala contigua a la grande de Apolo es un entorno ideal para este tipo de bandas: Un concentrado a modo de bar amplio y bien dispuesto para albergar a ciento y pico personas; las suficientes. Ahí sabes que están los que están, ni un solo troll de estos que van últimamente a los conciertos a fichar y hacer muescas en su revolver. Sin importarle un carajo, de qué va realmente el asunto ¿sabes?: escapar de mediocridades y bajar al lodazal a mojarte los pies y llenarte de padrastos el alma.
THE DROMES si tuviésemos que catalogarlos para inventariarlos debidamente, sería realmente difícil; y eso es lo más gratificante de ellos. Podrían ser unos eficientes dinamiteros de grandes edificios, de esos que albergan los archivos históricos de la música sin rebasar ni un solo milímetro los géneros madre. Sin embargo y aunque puedan llevarnos a pensar sobre el garaje, los sucios trasteros del rock&roll o el oscurismo blusero de su música. Como buenos australianos, lo llevan todo a un contexto mucho más agreste y tribal.

Su repertorio vaga sin complejos por cada uno de sus discos, y no se ciñen en absoluto a la malsana costumbre de incidir en su última publicación; algo que los honra mucho.
Shark Fin Blues” sonó de las primeras y antes lo hicieron con Jezebel; el tema que abre un último disco en directo. La maltrecha voz de Gared llevada al límite en una gira maratoniana le pasó factura. Pero es algo que se suplió con el tremendo andamiaje que levantan en cada uno de sus directos. The Drones suenan como una apisonadora, por un lado un caminar rítmico que como el latido de una fiera dominan bajo y batería. Por otro, la teoría del caos que su líder Gared Liddiard dota de forma y lógica; por muy abstracta que parezca: Esas notas que salen de su Fender Jaguar como lamentos y gruñidos crean una melodía casi esotérica. Y Dan Lascombe que como obrero incansable levanta muros a destajos, es ese halo de siniestrismo que alcanzan la cúspide de sus melodías.
Blues maltrecho entre la santería, mántrico y tribal que a veces los acerca a aquellos pasados Janes Addiction del Nothing Shoking. Una sesión a medias entre el espiritismo, el hipnótico caminar de sus canciones y exaltación ritual del vudú. Más de uno entró en las primeras filas en trance: unos dibujando lo que les sugería la tormenta, otros pidiendo ser castigados por sus buenas conciencias. Y yo apostado a la izquierda, mientras Dan desde el otro extremo se conectaba vía camiseta de THE CRAMPS #la que nos emparentaba, me dedicó un salve hallelujah!!; y me arrancó una sonrisa de satisfacción.

Tuve que coger distancia e ir a tomar un trago. Los vi desde todos los ángulos: Izquierda, fondo y derecha. Es lo que tiene acudir a estos conciertos que entre el maldecir porqué, estas bandas son unos perfectos anónimos en la escena actual. Uno bendice que todo sea así, en un tono familiar, de hermandad, para gourmets espantaos del fastfood modernero.
Y caían una y otra, como salmas. Podría ponerle títulos, pero la verdad, disfruto de esta banda en toda la amplitud de su discografía. Me importa un carajo que temas toquen, porque le dan un aire que dista una eternidad entre lo que uno se pueda imaginar al escucharlos en disco, o en carne viva.

6 Ways to Sunday tremenda. En ese instante casi al final del concierto pensé, y no dudé en compartirlo con un anónimo compañero de concierto -voy solo a los conciertos, pero cuando estos mismos te avivan el espíritu, no dudo en compartirlo con to quisqui; el que tenga más próximo. - Y Pixies buscando una bajista que emule a Kim Deal y no aciertan!! ¿a caso han oído en directo a Fiona Kitschin? Menuda fiera parda!!
Minotaur, esa extraña melodía como el paso estrambótico de un animal de gran tonelaje. Cayeron más de su Havalina, I am a Supercargo desgarradora. “Baby” puso a toda la banda en pie de guerra coreando, aquí Christian Strybosch (su nuevo batería y original batería, tras la marcha de Mike Noga) parecía una apisonadora: - Babe, babe, babe, you can't never die!!
A Moat you can Stand In como única rescatada de su más épico y calmado “I See Seaweed/2013”. The Miles Daughter trepanadora de gruesa cuerda con la que atravesarte del hipotálamo, hasta los pies nerviosos. Sonó también Tamen Shud como no podía ser de otra forma; el tema más reciente que han liberado. Una de esas canciones que se une a un catálogo de tienda de horrores, donde solo los atrevidos se adentran a escarbar. Y que hace con toda probabilidad, que los discos de este cuarteto sean tan ariscos, para quien mima su oído cde melodías ensoñadoras con textura de algodón azucarado.



Claro, que después esta la otra especie. Esos que como yo, y los pocos que se han dedicado con empeño a esta, y otras bandas que exigen aflojarse el corsé y dejar que sean las emociones y el instinto las que busquen su propia melodía.
Esos, creo yo en mi más absoluta ignorancia, que leen entre líneas y acuden al reclamo de esos brillos que asoman por entre tanto decorado plástico y aséptico. Que sí, que queda la mar de pulido, higiénico y práctico para limpiar cómodamente sin dejar rastro de la mugre del pasado. Pero a mi, que queréis que os diga, me empachan y aburren de la misma manera que las adoctrinadoras modas. Después esta todo aquello que ejercita tu facultad de exploración, de aventurero, de buscar la otra verdad que nadie se preocupa por cultivar; al fin y al cabo esto es lo que le da sentido a nuestra triste vida.
Pues THE DROMES es más o menos eso: Su trayectoria musical es un buen escapulario con el que presignarse, cuando el alma se nos descarría. Sus directos, un entorno donde las canciones se flexionan, mutan y evolucionan como el contorsionista de sus cantante. Y no hay una cosa sin otra, nunca se entenderán lo suficiente hasta que los ves sobre un escenario.
SON GRANDES, Y CRECEN.

lunes, 2 de noviembre de 2015

TU LA LLEVAS!! #ESTO ES UNA... PLAY!!


Acabo de bajar del cielo muchachos, cual angel caído con alas como muñones. Subí allí arriba hace mucho tiempo: estaba mirando esas luces retro tan chulas que bañan los paneles lisos e impolutos de los quirófanos, y cuando oí algo parecido al Song of the Siren de Elizabeth Fraser, pensé que debía largarme allí arriba; os lo juro, ocurrió así.
El sol me las ha quemado como los pestañas ante la deflagración del disolvente; quemadas como churrusquitos y olor a castañas. Ayer dieron la vuelta a los dos mundos, y lo que antes era la oscuridad de averno, hoy es sol de Ipanema. Los han cambiado como un truco malo de magia con naipes: - “ahora lo ves, ya no lo ves”. Y yo... que soy de tinieblas animal de la noche, me he bajado allí #caída libre en espiral, rompiendo barreras de sonidos, cumulonimbus, capas espesas de contaminación; atmosférica y lumíca. De esta última ya no, se ha hecho la noche y por fin me alegro, porque he dejado de ver a gente de tirantes, manga corta y bermudas. Y ya era hora que alguno diera con sus pies en el suelo, relentes!!


A tal síntoma le he aplicado una fórmula magistral que ningún alquimista de tres al cuarto conoce. Atento a algún mensaje de aquellos que se otean entre atardeceres deslumbrantes y soles que se cuelan bajos, por la silueta de los edificios. Cada de vez en cuando llegan caídos como benditos también, del cielo. No son demasiados, lo admito; mejor así, en pequeñas porciones. Pero llegan mensajes como aquellas señales que esperaba Jodie Foster en Contact; salvadoras y revitalizantes.
Esta tarde de Domingo con la noche echada sobre nuestras espaldas como una pesada losa; a las seis y ya de noche... esto no puede ser bueno, no. Me he puesto un disco que esperaba como rocío en Mayo y todo a cambiado. Si no fuera por estas cosas y cuatro insignificancias más, me rajaría las venas a tiras para hacerme un disfraz de Bufalo Bill:

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CAR SEAT HEADREST_TEENS OF STYLE 
 

Cosas que suenan con esa luminiscencia propia de una Primavera adolescente, y que funcionan como aquellas inyecciones de felicidad con acné que curaban constipados de febril juventud #tose niño que el médico te oiga, que si no ni caso te hacen!!. Y tu tosías hasta que la garganta parecía un día en la Paris-Rubeaux; pavés y fango a partes iguales.
Car Seat Headrest curan todo eso y algo más. No son un medicamento genérico ni de un laboratorio con caché y corte Italiano. Suenan como aquellas voces salidas del pozo seco de la abuela, que en ecos te llamaban a gritos enlatados: ven mi niño ven, estamos aquí solos enterrados en vida y necesitamos un amigo. Y tu ibas, y te tirabas de cabeza al hoyo virollo en busca de algo así, como un poco el principio de todo.

Esta joven banda de Seattle, ha dado un salto cualitativo en cuestión de un par de años la mar de interesante. Una prospección al fondo del asunto, que ha pasado de los bocetos instrumentales caseros con cuatro cachibaches de un veinteañero. A un disco de Pop de guitarras salvajes y sin domar, propias de geniecillo.
Por la cabeza orbitan unos Nirvana en tono de ensayo, los Guided by Voices o unos Pavement deslumbrantes y soleados: Americana de guitarras, más popera que guitarrera, pero con esa imagen de chupa raída tan yanqui y surfera. “Sunburned Shirts” florea las aguas subyacentes y freáticas que discurren bajo nuestro pies, con ese perfume a azahar digno de los Beach Boys. Así es como comienza este Teens of Style; el definitivo tras tres años de composiciones compulsivas: Primero fueron “Nervous Young Man/2013” y “How to Leave Town/2014”. Y solo era cuestión de tiempo para que este jovencísimo Will Toledo; nada que ver con nuestro Willy Toledo. Nos deslumbrara con un álbum preparado para el asalto a nuestros corazones.


Once temas cocinados al estilo cosaco Bistró; rápidos, poco hechos y saciantes. Con la urgencia de quien deposita en la melodía todo el protagonismo, dejando de lado inútiles abalorios. No hay ni una sola que obvie esta premisa: Cuanto más gris, otoñal y lluvioso el día, más se hidratan las corrientes subterráneas.
Solo con leer los títulos de las mismas tan reveladores todos ellos, se intuye la consigna; diviértete!! “The Drum”, joder como me encantan esas guitarras tan vivas y sangrantes. De echo este tema es parte de una serie de demos que se compusieron en el 2011; imaginaos el arsenal que guarda el muchacho.
Something Soon” es tan terriblemente agitadora; parte de culpa de todo esto. Esa forma de ver la vida entre lo abstracto e infantil de Daniel Johnston, que culmina en algo que lo resume a la perfección: una canción. “Times to Die” lo dice claro y alto: - “Todos mis amigos se van a casar / Todos mis amigos están bien con Dios / Todos mis amigos están haciendo dinero / Pero el arte consigue lo que quiere y el arte consigue lo que se merece”. Un himno en toda regla que con Jacob Bloom al bajo, Andrew Katz a la batería, un Rhodes y las guitarras del muchacho, ahora suenan con mucha más coherencia que aquellas melodías maquinadas en el asiento trasero del coche de sus padres.

Los Borrachos (I don't have any hope left, but the weather is nice)”, pop veloz que se alarga casi hasta los siete minutos sin apenas resentirse. Tiene esa forma de ascenderte hacia los cielos tan salvaje, tan primitiva... y al borde de los tres minutos entran esas guitarras rizadas... y tchas!! tienes de repente otra canción. Es así, como un juego que no sabes bien donde te va a llevar; ni él lo sabe.
Oh! Starving” podría salir así, de repente en un final de fiesta al piano y con los comensales haciendo coros, y es así joder, perfecta. En el fondo supongo que no puede ser de otra forma, instantáneo y así de sencillo. Cuando todo surge tan espontáneo como la contracción del diafragma, el ritmo natural de la inspiración y ese bien preciado de la juventud compulsiva, las cosas suceden. Casi mágicas y salvadoras.

En los asientos traseros de los viejos coches se han engendrado desde siempre pequeñas y grandes historias.
Si los pespuntes de la tapicería de mi viejo Talbot Horizon ya desballestado pudieran hablar, no solo contarían historias de sexo sórdido. También las hubo de risas y carcajadas cortando a cuchillo el espeso humo del hachís. De finales trágicos y de melodías pluscuamperfectas. Allí es donde también las confeccionaron Roy Orbison, Johnny Cash y Jerry Lee Lewis en la gira infernal de Sun Records del 57; y nacieron piezas inmortales e instantáneas.
THEE MIGHTEES seguramente también las hicieron con una guitarra, su imaginación como única partitura y una cerveza en la otra mano; mientras rompían las olas.

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THEE MIGHTEES_SMILING


A la banda de Sheffield les queda un poco lejos el mar, de echo ni siquiera se les puede atribuir una posible estancia en playas cálidas; ni que sea por pura imaginación ensoñadora. Pero sus minúsculas arengas de no más de dos minutos, tienen la misma estructura musical que un chiringuito cualquiera de las playas de Axarquía: Unas cañas para protegerse del sol, cuatro tableros por mesa, un puñado de bancos, madera de encina y una caja llena de espetos.
Se comen con los dedos sin cubiertos y hacen equilibrio sobre las seis cuerdas eléctricas, como los descalzos pies sobre el pedragal de la orilla. Su escucha es como un baño en una tarde de calor y sentir el salitre resquebrajar tu piel bajo el sol. Los dedos todavía huelen a sardinas y la melodía imperturbable por su sencillez, aguijonazo e infeccioso sant vitus, te traslada. El otoño nos ha cambiado el reloj amigos, pero siempre habrá tiempo para que la depresión nos constriña hasta parecer un culo de pollo.
Nos resistimos, y aunque esta semana la sibilina lluvia se halla hecho dueña de nuestro día a día. Siempre es de celebración, descubrir una banda británica que lleva el sonido pop primordial a terrenos de surf, de powerpop o de tweepop, sin necesariamente parecer una pose de anuncio de telefonía. Son naturales como el gazpacho de la yaya y se han ido a hacer aquello que triunfa al otro lado del gran charco.
Seguramente el echo de ser Británicos pueble portadas de tabloides alternativos, cuando de este tipo de bandas que no se comen un colín las hay a montones. Pero hace gracia con que desparpajo se ventilan los cuatro cortes, sobre cuatro acordes siameses si resultar cansinos. Tiene ese tufo adictivo de las primeras composiciones de la Velvet tan Rock&roll naiff o de unos Feelies lampiños; boogie-woogie popero y saltarín... inofensivo y delicioso como un helado de lima.
Cream Cream” de echo recuerda ligeramente a ese pasado Fenme fatale. “Pop Culture Icon Eyes” podría ser perfectamente la demo casera de aquellos Jesus & Mary Chain empapados de Beachboyrockerismo, pero sin sus notas de distorsión; se quieren lo mismo. “Sometimes”, “Romantic Notion” o “Blue Raspberry Dragon Soop” los podría incluso hacer pasar por el mismo precepto teológico de los Parquet Courts. Pero en lo básico, y lanzando por la ventana cualquier similitud enfermiza de nuestro subconsciente, Smiling precisamente, es un disco de debut que sirve para dejarnos de gilipolleces y disfrutarlo con mucha vehemencia.


                                            
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THE PHANTOM BAND_FEARS TRENDING


De la misma forma que la Velvet Underground en su icónica banana, nos regalaron esas precisas piezas de Rock callejero con: “Sunday Morning”, “I'm Waiting for de Man” o “There she goes Again”. Y progresivamente mutaron hacia odas espirales, complejas y lisérgicas, cuando White Light/White Heat irrumpió en el 68. Cuando hablaba al principio de la sencillez deslumbrante de los cuatro acordes. Las entrañas intestinales y recargoladas de este combo escocés, me obliga a mirar en el reverso de la música como un pasaje, a viajes de autoinvestigación.
Mi reciente exploración en la espesura de esta banda de Glasgow; después de permanecer largos años en la recámara de mi disco duro, “Strange Friend/2014” y “The Wants/2010”. Me obliga después de traducir con soltura su mensaje, en su más reciente “Fears Trending”, y descubrir las enormes posibilidades de su sonido. A explicar qué son, y de que van sus manuales de autoayuda.

La historia es larga, y después de caer en el pozo de su último disco, lamento enormemente haberme perdido seis años, más los otros seis de anonimato.
Llegaron a tener hasta cinco nombres, mientras se divertían experimentando con herramientas, puestas en escena, incluso con la idea de componer sin un objetivo claro. Pocas son las bandas que dediquen este largo tiempo de aprendizaje, hasta saber qué son, y qué quieren en realidad. Llegados a este punto, tampoco se obsesionaron con la idea clara de alcanzar una meta.
Lo que sí descubrieron, es que sin proponérselo, el proyecto ya se había hecho mayor: le había salido bigote y barba, bello en el pubis y olía a feromona adolescente que tiraba de espaldas. Aquí empezó la vida de The Phantom Band; la de seis tipos dispuestos a crear sin una definición al uso demasiado clara.

Durante estos seis años y tras el discreto éxito de su anterior álbum, muchos han sido los que han intentado descifrar su estilo sin mal estribillo que echarse a la boca; y con lo que se llega a perder el personal cuando no hay un estribillo que tararear: Que si recuerdan a Stereolab; ni en la sombra oye. Que si ellos se autodefinían como “protorobofolk”, o si les asociaban automáticamente con algunos parientes cercanos como Twilight Sad o a mil bandas de pseudo pospunk de las islas; ni una cosa ni otra.
No voy a ser yo ahora el que venga a sentar cátedra sobre géneros, tendencias o castas musicales; válgame el señor. Más cuando su anterior disco estuvo más de un año criando malvas en mi disco duro; que no soy yo de tirar ná, y si ahí está, es que algo intuí en su día. Lo que también es cierto -y en esto me someto a 100 latigazos-, es que esto de la música va mu rápido. Tanto, que uno debe dosificar su dieta a lo que buenamente se digiere. Ya se sabe y si no lo digo: Que las digestiones pueden ser pesadas si se quiere llegar al ritmo que impone eso que nos rodea ¿industria, consumo, información sin control?
Por eso tampoco me amargo; nunca es tarde si la chicha es buena.

Lo dicho, FEARS TRENDING, además de hacer zoom sobre la banda y descubrir un disco único en su especie: Americana Gótica que lo parece pero que no lo es exactamente, folk secuenciado en el que las sombras no solo dan oscuridad sino también muchos cromatismos, transiciones que levitan en una progresiva que nos lleva hasta los 70... krautrock, Jetro Tull, santería...
También han conseguido sumirme en un mar de dudas, sin acertar del todo cual de sus cuatro trabajos me gusta más. Si lo del pasado en STRANGE FRIEND era la reválida, o si el de este año es un apéndice que ha nacido como aquellos brotes tardíos que llegan para matizar lo anterior.

De echo son dos discos que tienen claramente una consanguinidad que va, de lo más brillante y colorido, hasta lo más oscuro y tortuoso. Strange Friend/2014 era un disco que te capturaba desde el primer momento: La trotona y casi himno a lo Arcade “The Wind that cried the world” o “Clapshot”, eran dos aperitivos que hasta podían batirse en duelo con los aclamados The National si me apuras. Aunque sus tres primeros cortes eran un anzuelo a todas luces, y el disco derivaba en espesuras, bosques inmensos y viajes con mil rutas posibles.

Fears Trending/2015 nos devuelve a aquella banda entre dos aguas: lo poético y lo trágico. Los siete cortes que lo forman podrían ser, como decíamos antes, una secuela de su anterior disco: más elástico, afable y desinhibido. No solo por sus cortes iniciales, sino porque abren las ventanas para que entre un poco de aire fresco.
Sin embargo aquí, los teclados y esa electrónica que acompaña sus salmas de épica comedida, cobran un protagonismo especial. Hacen de diapasón con una falsa impostura interesante y algo equivoca: Es ese pequeño juego, el de estos Escoceses, de hacerse servir de elementos enfrentados para crear texturas y sensaciones, para jugar con los sonidos como en una paleta de colores; con sus mezclas imposibles, de degradados intrigantes y rojos intensos.
La voz de Rick Anthony domina las alturas y rellena las pocas grietas, huecos y resquicios, que escapan a la fascinante solemnidad de este disco. Es de echo, uno de los detalles con más carácter de la banda: como la de John Grant o Nick Cave, que se erigen absorbentes y reconocibles; hagan lo que hagan.
Su Sonido, más propio de las antípodas o del folk americano, oscuro y reptante, que de una banda Escocesa:

Tender Castle” prospecta en aquel folclore esotérico, parecido al que practicaban Gorky's Zygotic Minci o ahora Other Lives, y con un Alasdair Roberts como voz de lujo invitada; aullando a la luna. Solo que ellos, más indisciplinados a la hora de seguir un camino de castidad estilística, saben adaptarse al accidentado terreno de la imaginación “experimental”. Entrecomillo por las connotaciones indescifrables que tiene este término.
The Phantom Band no se andan por las ramas y tienen un lenguaje directo, aunque sus discos sean para entrar en ellos lentamente; como el paso pausado y firme de los elefantes hacia tierras de inspiradores alimentos. En “Local Zero”es evidente: Aunque su cacharrería de Moogs, secuenciadores, Akays y mil instrumentos con los que juguetear, sean tan vitales y tan protagonistas como la voz misma. Emanan ese don de rock progresivo y mecánico de los setenta, que roza la psicodelia sobria y muy meticulosa. “Denise Hopper” pone ofrendas de western meditabundo y melancólico: otra de esas monumentales canciones que se retuercen con plasticidad, formando vórtices ascendentes. Lo repiten en “The Kingfisher” apretando más todavía las clavijas del angustioso drama; todo delicia y redención negra. Profundidad de aquellas que trasladan a hondonadas, gargantas inaccesibles, a parajes amplios donde solo las barreras naturales ponen los límites. Incluso a esas marchas fúnebres de guerras míticas, al redoble de “Black Tape”.

Es curioso porque pese a nacer de las mismas sesiones de grabación que su anterior trabajo, es tan distinto y tremendamente complementario a la vez. Es la luz y el reverso oscuro de la luna, la noche y el día, la miel y la hiel. Comen de mil abrevaderos pero sin embargo, son de las pocas bandas de este segundo decenio que se mantienen imperturbables en su camino por reinventarse. Aun así, su esencia se mantiene intacta: Twilight Sad, Cherry Ghost, Low, British Sea Power... los puedo contar con los dedos de una mano. Lentos y discretos, pero firmes
 
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CINERAMA_VALENTINA RETURN


Antes de concluir con estos tres ladrillos que cimentan una de las dos PlayList otoñales. No voy a despedirme sin subrayar una deliciosa golosina que se ha publicado este mismo mes.
A David Gedge le profeso un enorme cariño. Si The Smiths y Joy Division me enseñaron a amar los textos por encima de la música, y B52's junto a Talking Heads, hermosos parajes lunares de melodías de magnífico histrionismo. Wedding Present fueron la comunión perfecta de Punk y Pop; el principio y lo que le seguiría cuando era un chaval. Con los años, ese amor vitaminado por los riffs más veloces que dio el “indie” acuñado a puño y letra, se transformó en un cariño fraternal por un músico de aquellos de uñas negras; de los que se ensucian, se remangan y están a las duras y a las maduras. Treinta años lo atestiguan, y tres décadas además fiel a su idea por la cual gira su música: Pop de guitarras áridas y abrasivas.
Su trayectoria, evolución y mutación siempre me ha parecido curiosa; he aprendido a amarla por encima de revanchas y añoranzas. Me ha enseñado a descubrir la brillantez de la melodía entre ruinas, escombros y miserias. Me ha parecido de echo, uno de los pops vas verdaderos en años: Canciones nerviosas e hiperactivas que casi siempre hablaban de su principal obsesión: las mujeres, el amor, las rupturas y el desamor. Solo que las suyas, nunca parecieron canciones románticas al uso.

Con Cinerama y aquel lujo de disco que publicó en el 98 junto a Marty-Wilson Piper (The Church), Emma Pollock (The Delgados) , su nueva pareja Sally Murrell a los teclados, y una sección de cuerda a lo grande. Más que una rareza me pareció una genialidad venida de un idealista del Pop de guitarras. Una especie de ensayo con la que demostrar que la canción Pop como concepto, tiene muchas lecturas.
Tanto, que tras un impás de siete años, Cinerama fue paulatinamente mutando hacia Wedding Present. Y Torino/2002 acabó siendo un disco con más rasgos de Wedding Present, que del Pop de cámara afrancesado que fue Cinerama.
En el 2005 tras la ruptura con Sally Murrell, David Gedge volvería a refundar Wedding Present con otros miembros muy distintos, pero con la misma filosofía que dejó en Seamonster/1991: Un Poprock de guitarras más megalíticas, y menos Pop.

Su último disco publicado fue Valentina. Un disco de tapado que atesora un medio tiempo muy interesante de la mayoría de las facetas de la banda de Leeds: Tiene un sonido puramente Pop de estribillos extraños, plagado de antihits que funcionan a las mil maravillas sobre el escenario y a fuerza de escuchas.
Pues tres años más tarde se saca de la manga ese mismo disco, reescrito por Cinerama. Lo que eran canciones de mal asiento, picajosas e incomodas, es ahora un disco más propio de un crooner a lo Sinatra o a lo Randy Newman; que más da. Si no fuera por el mismo título, nadie diría que son las mismas canciones; salvo por “You Jane”, “524 Fidelio” y “Mystery Date” que suenan inmensas de cualesquiera de las formas.

Arreglos de cuerda y metales bordados en sobre relieve. Pianos de Bossanova ultramar. La compañía es grata, y más si se arrulla con las féminas que lo acompañan a las voces y una orquesta sacada del mismísimo Puerto de Santa María. Producido y arreglado por Paco Loco y el ex Penelope Trip/Edwin Moses Vigil. Han hecho entre los tres, un disco digno de aquellos compilados guateque del sello siesta donde bajo pseudónimos, algunos ilustres músicos nos regalaron los oídos de golosinas jingle.
Que parece un soplo de aire cálido en tiempos de frío ya: Bacharach, la Lighuria, y un toque mediterráneo que nos traslada por momentos al EasyListening de los 60, o a emular a los galanes baladistas más icónicos de tiempos pasados.
Mantiene elegantemente un pie en el pasado y el presente. Y no es aunque se sospeche, un estéril intento de imitarlos. Sino un homenaje como lo eran el Nixon de Lambchop o el Rings Around the World de Super Furry Animals. Y sobretodo, porque demuestra cuan maleable puede ser una canción, cuantas lecturas posibles tiene. Y como las crisálidas en mariposa, la belleza de las mismas a veces, solo depende de mirarlas con el corazón más que con la simpleza de un crítico.
                                   
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Estos cuatro discos son solo un pequeño dispendio así, a la carrerilla. Con tanto como uno tendría de que escribir, si de verdad tuviera a mano una registradora donde grabar ese chispazo que aparece y desaparece en cuestión de segundos. Ese ejercicio de escuchar un disco de ida y vuelta y sacarle punta.
Pero por suerte o desgracia, aunque de forma más o menos aleatoria escojamos “ése”. Podrían ser otros, si el tiempo de esparcimiento fuera más generoso con nosotros: “Los que se han quedado a la espera de otra play con la que ventilar este año”. De echo estas listas aunque como anzuelo para pescar GRANDES y apetecibles productos, existen sobretodo, para esgrimir la canción como signo de disfrute espontáneo. Sino ¿que sentido tendría arrancar con SMALL BLACK y su noctámbulo “Boys Life”.
Arranque en clave de electropop estilizado y proletario para celebrar la visita de FRONT 242 y las fiestas 1984 de tierras Levantinas: El proyecto secreto de Tony Verdi y Xavi Cabanyol en ELECRO GENERATOR GROUP resucitando el mítico “Isolation” de Joy Division. De este despegue bailable y vespertino salen también por ejemplo los paisanos PARALELO, tras donde se oculta un veterano: Raul Q de Orte. Un proyecto sintetizado y autodidacta de fuerte calado autobiográfico y activista. En este contexto también los muy salvables “Vuelve conmigo a Italia” y “Pray For Rain”, de los también Barceloneses HIDROGENESSE y PURE BATHING CULTURE; pese a que los discos que los contienen, no me hallan dado demasiado la talla respecto a estos dos grandísimos “hits”. 
 
THE KVB redondean esta compilación con una versión clásica de los Rolling Stones, desde la misma perspectiva psicodélica 27 años más tarde. La que se presenta en un sample sobre la mítica banda la mar de curioso “STONED A PSYCH TRIBUTE TO ROLLING STONES” del sello Cleopatra. Con la intervención de bandas tan idóneas como: Clinic, The Allah_las, Lorelle Meets the Obsolete, Yeti Lane, The Vacant Lost y un largo etcétera, con resultados dispares pero muy recomendable; de lo de ahora y antes.

Al margen de un puñado de canciones con las que bailar y hacer luz, donde la oscuridad domina. Cada tema tiene un porqué (disco a destacar, artista, novedad, o simplemente porque mola). O un tomo reivindicativo que pese a no disponer ni de espacio, o tiempo con el que reseñar. Deberían si el tiempo me fuera más generoso, ser parte de otras tantas reseñas, para diseccionar cada una de sus buenas virtudes.
Es el caso de MAD ROBOT y DAGRAMS:
Dos bandas radicalmente distintas, y que pese a ocupar espacios diferenciados en cuanto a popularidad, tienen algo en común: los dos recomendados al margen del ruidoso bullicio de portadas. Los primeros con disco recién estrenado y en plena promoción I DECLARE WAR. Han conseguido a base de martillo y cincel dar un paso de gigante en el difícil equilibrio entre la superación técnica sin apenas medios, la coherencia en el difícil binomio letras en Inglés/textos sobresalientes, y lo mejor: Conseguir que indierock de guitarras resulte tan agitador en lo físico, como en lo espiritual a base de mucha militancia y crítica contra los mecanismos de la industria.

Al otro lado DIAGRAMS, un proyecto el de Sam Genders que cuanta más expectativa levantó con su anterior Black Light/2013; fue de echo uno de mis preferidos de aquel año. Más radical ha sido su regreso; polémico y criticado por cambiar experimentación por Pop de toda la vida.
Pero es que resulta que Chromatics en toda esa apariencia de disco inofensivo y aséptico. Contiene algunas verdaderas joyas, de ese Popfolk tan universal como exigente a la hora de destacar. Canciones honestas ante todo, que beben de muchos clásicos y que ganan conforme avanza el año. El año avanza y nosotros a paso contemplativo, nos conformamos con coger al azar lo que se tercia.
El año acabará, cierto. Y la música, ya saben, no entiende de tiempos, plazos ni chantajes. Seguro que de aquí al fin, todavía se nos aparecerán como la virgen de fátima. Sino que se lo digan a THE CLIENTELE, a ver quien es el guapo que les pone fecha de caducidad.
ABRACABRAZOS!!

00_SMALL BLACK_Boys life
01_ELECTRO GENERATOR GROUP_Icelation (Joy Division cover)
02_PURE BATHING CULTURE_Pray for rain
03_HIDROGENESSE_Vuelve conmigo a Italia
04_THE PHANTOM BAND_Denise Hopper
05_P.I.L_Double trouble
06_TRAAMS_Succulent thunder Anthem
07_MAD ROBOT_Kill the Maintream
08_THEE MIGHTIES_Romantic Notion
09_CAR SEAT HEADREST_Strangers
10_CINERAMA_Back a Bit...stop
11_DIAGRAMS_The Light and the noise
12_THE CLIENTELE_Never anyone but you
13_PARALELO_Europa y aliados
14_THE KVB_Sympathy for the devil (Rolling stones cover)
15_PETAL_Heaven

viernes, 23 de octubre de 2015

EL AZUL ES MI COLOR: BLUES Y SUS XXVI VECES EN CERDANYOLA. THE SUITCASE BROTHERS, JOHN NEMETH y LOS DELTONOS.





Dando un paseo por sus calles y plazas redescubro, es curioso. Tuve que pasar un año de exilio lejos de casa, para saber lo que se siente añorar; el mar, la playa, el brisa marina de fuera adentro. Pasar casi veinte años de tu vida en un sitio y ser casi un desconocido que habita, pero no existe: Un muerto en vida que solo para por casa para dormir de día y encerrarse en su ataúd, tanto, que hasta los vecinos al cruzarse le preguntan el santo y seña.

En mi pueblo de ahora me pasa lo mismo, aquí no hay mar, cierto, pero lo tengo a mano. Tampoco tanta gente, aunque en un año de convalecencia he sido capaz de saludar a más, que los 3 amigos de infancia que tuve en un periodo de 12 años #en el otro pueblo. Y de la misma manera, han tenido que pasar hasta 15 años para sentirme nativo, e incluso un poquito parte de aquí.
Y la verdad es que solo he necesitado 45 años para llegar solito a esta reflexión: No sé si por extraviado, descastado o simplemente porque siempre me he movido en un mundo paralelo en el que, sinceramente, no he sido mucho de intimar salvo lo justo e imprescindible: Cortés, educado y cordial eso sí; la educación como dice mi madre, siempre. Pero no mucho más que el automatismo justo de resultar agradable a tus convecinos, sin llegar a ser dicharachero ni huraño.

Lo que me lleva a una segunda conclusión/duda: Será que estoy ante un nuevo cambio de ciclo? Fue la transfusión de sangre o los mundos paralelos que plegué y desplegué estando en coma?: Uno era el de la práctica (con colores vivos, apetecibles, multifuncionales...). Otro el de la lógica (funcional pero útil, tradicional y mucho más humano)
Un dilema en bucle angustiante y que nunca te llevaba ni a destino, ni a conclusión alguna. O... fue la sangre del tío Calambre la que me ha hecho cogerle cariño a las malas hierbas, que años atrás arrancaba de mi jardín.

Desde entonces -puesto el reloj a cero- todo ha cambiado mucho. No solo conozco a un sinfín de personas, muchas mayores que yo, sino que soy capaz de hablar horas muertas sobre un mismo tema sin apenas aportar un giro o una resolución. Me sé el nombre de las calles, el microcosmos del ambulatorio, las bondades del comercio de proximidad y..... #redoble y platillos: QUE VAN POR LA XVI EDICIÓN DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DE BLUES DE MI ACTUAL PUEBLO #CERDANYOLA DEL VALLÉS... Y yo sin enterarme, o enterándome de las virtudes de semejante evento, casi como quien paseando se tropezó.
Y entendedme, no es que ignorara su existencia; es de tontos vivir en un ciudad como Cerdanyola y no inhalar el perfume de música callejera que se respira durante estas dos semanas, y el resto del año. Pero uno, por miedo, pudor o pereza siempre lo vivió desde el burladero; salvando aquella ocasión en la que se “IndiePendizaron” y trajeron a Hefner y Mojave 3 (también lo digo, un lujo). Años de vacas gordas y orondas supongo, cuando la absorbida Caixa de Sabadell era el máximo patrocinador del festival. En esos 21 años por estos humildes lares pasaron bestias de pelaje tales como: Dr. John, Tete Montoliu, US3, Savoy Brown, Ronnie Earl & The Broadcasters, Los Enemigos, Lucky Peterson y un sinfín más.
Con la deserción en la galaxia financiera y trilera de esas malqueridas cajas de ahorros, que por lo menos, arrimaban el hombro en eventos culturales, fiestas y celebraciones de pequeños municipios. Ahora, la situación del prestigioso Festival de Blues de Cerdanyola vuelve a surgir de sus cenizas como el Ave Fenix; con el contador a cero -igual que un servidor-, y la imaginación colectiva como principal ayuda.

El Miércoles de esta pasada semana no había mucho que hacer, salvo maldecir La Gran Caída de Roma que me propiné a las puertas de la misma #semana. Ver el esplendor cromático y toda la escala de violáceos verduzcos en mi cardenalicia nalga, y dejarme de monsergas para acudir al remedio que todo lo cura: La Música.
Volvían por sus fueros aquellos que tres años atrás descubrí por pura casualidad, un domingo tarde que bajaba a por pan. Y allí ellos, a la fresca del Blues Veraniego de la Tía Felipa llenando la calurosa tarde de Blues primigenio; THE SUITCASE BROTHERS.
No era una grabación ni el Delorean de Doc, que nos había teletransportado a Texas, Tucson o al mismísimo Missisipi. Era pasear con el pan bajo el brazo y acabar punteando sobre los surcos la barra de cuarto.

Desde aquel día y tras ver a Victor Puertas sacar más jugo a su harmónica, que a un chancho en San Martín. No iban a pasar más de tres años para poder verlos con tranquilidad, y en un meridiano miércoles de los que ilustran las anodinas semanas otoñales.
Se pueden escuchar discos, ver vídeos por youtube o cualquier expresión cibernética con la que intentar acomodar nuestros oídos a su música. Pero nunca jamás por los jamases será lo mismo que ir a echar un rato de miércoles al Motor Music Records de Cerdayola; una nueva escuela de música que echa a andar. Y volver hacia casa canturreando con una sonrisa de oreja a oreja, fruto del buen rollo que provocan sus directos.

Sus representaciones en vivo tienen ese don especial de los buhoneros de elixires milagrosos que paseaban en sus carrozas por los pueblos; por estética, locuacidad y sobretodo por su sonido de raíces hondas. Desde su inicio, todo el temario que se esparce por su hora y media aproximada de vivo directo, tiene una justa lógica y estructura; la de un viaje desde lo más profundo, hasta el Blues más contemporáneo.
Por ese camino es por el que discurre el repertorio, repartido por sus cuatro discos hasta la presente; siempre bien ilustrado por su guitarra y voz más cuarteada, Santos Puertas (guitarras y voz). Se puede sentir el aire en la cara entrando por el ventanal escacharrado del viejo expreso Danford Falcon 4_4_0. Masticar el polvo e incluso oler ese intenso fragor de carbón saturando tus fosas nasales.
Composiciones propias y revisiones de viejos temas, que arrojan luz sobre algunas de las piezas más olvidadas del género, poniéndoles nombre y apellidos. Con el respeto primitivo de su Blues acústico y ese tono al que se remontan cuando interpretan: La guitarra de Santos en cualquiera de sus formas, y el virtuosismo de su hermano. Que extrae sonoridades inverosímiles a un instrumento tan aparentemente básico como lo es la armónica, sin amplificación ni electrificación que valga. No en vano, son uno de los dúos nacionales que más respeto profesan en la escena de raíz Americana. La que les ha valido numerosos premios, y el sinfín de colaboraciones de lujo en sus discos.
El del pasado año todavía humeante “A LONG WAY FROM HOME”, que fue el eje central de esa velada a la que asistí el Miércoles de hace siete días, y con el que me acercan inevitablemente a un Blues que por cierto, no domino en absoluto.
Esa es una de sus grandes virtudes, conseguir que el blues purista y hermético Americano más enraizado, se convierta en lo que fue verdaderamente: Un género nacido en los círculos rurales y más íntimos de la América nómada y melancólica.

Aquí han conseguido sumar a su tono primitivo rugiente, la de dos monstruos en vida: Jerry Portnoy y Paul Oscher, además de Dave Biller y Eric Przygocki. Uno de sus discos más ambiciosos y ¿maduros se dice?, hasta la fecha: volviendo sobre sus pasos a versiones legendarias, que sirven de perfectos paréntesis entre su nuevas composiciones.
Un espectáculo ante un puñado -el suficiente- de público con un tono familiar envidiable, rodeados de esa gente que los vio empezar hace ya casi diez años.

Hubieron montaditos, picoteos, bocatas y cervezas así, entre amigos; como mejor suena esta pareja. Arrancaron con “You'd Better Mind”, un tema de los 60 de Sonny Terry y Brownie McGhee que representa en esencia, parte de sus raíces. El legendario “One Dime Blues” de Blind Lemon Jefferson del 1927; que ahí es poco.
Sonó el “Honest I Do” también incluida en su último álbum con el que me hice al acabar la noche, y me dio un vuelco el corazón. Ese tema en boca de Jimmy Reed -al que llegué curiosamente por David Gedge de los Wedding- puede que sea de los primeros bluses a los que caí rendido, antes de enfermar sin remedio con el resto del repertorio de este bluesman universal.
Sonaron muchos más, fue una noche en progresión y entre tema y tema, interesantes anécdotas del anonimato más ancestral. La fragilidad y ternura por su sencillez del “Freight Train”, que una jovencísima Elisabeth Cotten compuso con tan solo 13 años. Una autora de principios del siglo pasado totalmente autodidacta, zurda y que tocaba la guitarra al revés sin cambiar el orden de las cuerdas. Se permitieron la “frivolidad” de llevar a su terreno el “Can't Help Falling in Love” sin apenas desentonar y mecernos, para luego subirnos en marcha a la locomotora de la Central Pacific; solo que en un contexto bastante más doméstico, en “Midnight Train to Canfranc”: 
 
Un Victor Puertas desmelenado dando rienda suelta a su repertorio más salvaje, mientras nos agarrábamos los presentes a los asideros del tren. Por un momento creí ver Ian Anderson en versión armonizada. Sonaron sendos temazos de su tercer y el más secular de sus trabajos; todas composiciones propias, viajes río abajo y remontando el Missisipi. Desde Nueva Orleans hasta Menphis, efluvios de mardi gras, Rock&roll sureño y Blues Made in Aquí, cuando Artur Regada todavía conspiraba con su contrabajo. Otro disco para enmarcar.
Hubo bises para amigos, compañeros de batallas y viejos heridos de guerra que se echaban a andar buscando la bendición. Salimos un poco flotando, con un buen humor de los que la sonrisa se eleva hasta a las orejas. Lo cual todo sea dicho, en un entre semana de lo más normal, nos dio el último respingo de luz. Justo cuando la oscuridad tenebrosa se nos va a tragar de aquí a unos días.


La cosa no quedó en eso; que yo pensaba que sí. Pero sin demasiado tiempo para atar cabos, con la quilla casi amarrada, fue JOHN NEMETH el que vino en nuestra ayuda el Sábado; que en realidad sería el vigía Xavi Corral el que me pondría en buena dirección: Sabias indicaciones para ponernos rumbo al Parc del Turonet y ayustar la braza mayor, para celebrar esos pequeños accidentes que se nos cruzan en el camino.
Un menú para resarcir ediciones fallidas, presupuestos escamoteados y reunir no solo a los amantes del Blues de Cerdanyola; que son muchos, sino a cualquiera que se de a escuchar buena música: Indigos, Carvin Jones Band, Miles Sanko, John Nemeth y Deltonos. Así, por la patilla rockera.
Como allí donde indicase Xavi C., voy a ciegas y sin pensármelo. Poca excusa iba a poner estando el sarao a 10 minutos de casa.
JOHN NEMETH nos dejó el tiempo justo para tomar un tentempíe y acercarnos con la tripa llena a la plaza de la C (de Companys). Darnos de bruces con un suculento puestecillo de vinilos -el de Josep Mª Cámara- y salivar oliendo ese cartonaje antiguo fragante que tanta chicha se apretaba en sus cajones: joyas en perfecto estado y embalaje a su precio, no el que marcan algunas tiendas oportunistas de ahora. Cayeron tres en la saca, como de otra manera no podía ser.
Tomarnos una cervecita al relente, y alucinar con esta bestia parda de Idaho sobre el escenario, y el tremendo trío que lo secunda. Un solo adjetivo para un formato básico sin órgano ni metales: ELECTRIFICANTE. Se bastaron y se sobraron para llenar de calor, contoneos de caderas, aullidos y mucha mucha felicidad, a los discípulos que allí nos congregamos.

Una especie de posesión infernal parece adueñarse de este menudo cuarentón. A sus espaldas seis discos de estudio versátiles y contorsionistas que a ratos levantan pesos pesados del Soul sangriento como el de James Brown o al más enternecedor Salomon Burke. Tiene momentos en los que le guiña el ojo al León de Belfast, pero lo suyo, en realidad es bastante más eléctrico e instintivo; mucho más bestia. Por eso agarrarse solamente a “Blue Broadway” o “Sooner or Later” -su tema más popular del pasado curso- que sonaron en los primeros compases, uno puede quedarse un poco como lamer el envoltorio.

Rythm & Blues que transige sin muchos problemas con otras bestias del Sur Salvaje, sin apenas perder su esencia. A veces se trata simplemente de eludir trompetas y trombones para electrificar, dando una sensación de Blues Garajero o de Funky de tacto grueso y contorneado. Sus discos suenan mucho más estilizados como el “Name of the Day/2010” y “Love Me Today/2009”, pero inteligentemente y acorde con lo que se celebraba en la población del Valles, lo que prevaleció por encima de todo fue el R&B y el Blues mestizo: “Just Like You”, “Country Boy” y piezas del que fuera su disco de debut y el más terroso, “The Jack of Harps/2002”.
Con “Mother in Laws Blues” salía humo de la electrificada armónica de Nemeth, primero con una sobria chaqueta de cuero y después a pelo sobre su gato canalla. Sobre su último “Menphis Grease/2014” giró gran parte de su repertorio; es un disco que conjuga a la perfección cada una de sus épocas con su tono de groove adictivo. “Three Times a Fool” y "Keep your Elbows on the Wheels", un r&b que conecta bajo tierra al funk, al blues y al Soul de forma casi imperceptible pero bien reconocible. Su voz puede, es un portento. 

La armónica entra a latigazos con una energía tan rockera e incendiaria, que puede confundirte; pero es Blues en esencia. Aunque “Bad Luck is my Name” o “Keep the Love a Comin'” expriman las dotes de su bajo y guitarra, que son bárbaros. Es el poder iridiscente que emana en forma de voz al límite del gospel, negra como una Mamba. Y la extensión hacia su armónica, la que lo convierte en una bestia ilimitada sobre el escenario

Sus numerosas nominaciones y premios a los awards son un mero detalle, insignificante si se compara con su talento. O con todos mis respetos, un portento natural que deja en simples aprendices de brujo a bandas como Alabama Shakes, Nick Waterhouse o JD McPherson; insisto, desde el respeto. Y tan solo a niveles de Sharon Jones o Gregory Porter; me inclino.
Lo de este hombre es pura radiación. Bajo su sombrero ese tipo tan normal y pasional conjuga Rock&roll/Blues/Soul sin acabar de prevalecer ninguno. Solo pura energía sinérgica de la que no te puedes bajar hasta el fin del show, y se hizo corta si señor. Su voz da para tanto; de dulce, abrasivo y elegante, que podríamos ver salir el sol con él. No hay más que echarle un vistazo a su última versión del “Crying” de Roy Orbison, que canta en su último y altamente recomendable “Menphis Grease”; una dulzura que mide su amplio registro y cualidades: Versatilidad, energía inagotable, y mucho swing con el que adaptarse cual hiperactivado Rhanpholeon, a lo que se tercie; siempre desde el rigor.

Al filo de las doce subieron al escenario los Cántabros DELTONOS. Curtidos en mil batallas por lo legal y judicial, venían a presentar su nuevo y aún caliente Salud!!; la que gozan después de 25 años de carretera y manta.
Una propuesta ideal para cerrar la noche y meter al personal en calor, que la fresca ya arreciaba. Blues rockero, callejero y subterráneo de letras que a todos nos hacen el más común de los denominadores, y que nos trasladan a épocas de tasca y garito. De echo, de las pocas que en la actualidad pueden traducir en la lengua universal de la música; junto a Josele Santiago, las realidad más cruda de nuestros días. De esas que unen generaciones y te enseñan a amar paisajes de extraradio, descampados y suburbios; más maquillados, pero igual de supervivientes.

Yo me recogí más contento que antes de que acabaran con tres buenos vinilos bajo el brazo: el Out of Blue de la ELO, una joya atemporal del ExGong Tim Blake; el New Jerusalem. Y los restos del naufragio de la Alemania Comunista de los 70, en forma de doble vinilo de unos visionarios KEINE MACHT FÜR NIEMAND; primeros atrevidos en ejecutar PunkRock y garaje cuando nadie asomaba la nariz. Todo a unos precios reales, no lo que se pide por ahí aprovechando el ataque vintage que tienen algunos.
Mientras me iba alejando apurando un pitillo hacia casa: los ecos rockeros y sacrosantos a las espaldas inundaban la noche. Se diluían entre la humedad y el silencio de las calles conforme dejaba atrás el Turonet; a una distancia prudencial de casa, la justa para tener la sensación de que allí no ocurría nada. Era una sensación rara, de melancolía, esas que recuerdan a las fiestas del pueblo de tu infancia... Y yo, no puedo remediarlo. Esa descomposición del jolgorio y la música en vivo, deshaciéndose progresivamente con el silencio y la circulación, me pone triste, nostálgico y me encanta; no lo puedo evitar. Llamadme bicho raro, pero son todas esas pequeñeces que se ilustran en momentos muy exactos, que no tienen definición ni adjetivo.
Al girar la calle me topé con un Talbot Horizon igual que mi primer coche, y casi me hecho a llorar.
SALUTE!!