sábado, 6 de mayo de 2017

JESUS!! HAN VUELTO!! Sala Razzmatazz(la grande)_29/04/2017




Sí hijos míos, la vida cambia. Y aunque esto suene a un consejo paternalista de vuestro tío el batallitas, que bien pudiera ser; de echo igual lo es depende de quien me lea. Quien iba a decirme a mi casi veinte años después, que estaría escribiendo una crónica sobre una de mis bandas primarias sin quererlo ni deberlo.
Es cierto que tras la inclusión en la banda sonora de Lost in Traslation: Esa película icónica (vayan a saber porqué), que resucitó ese espíritu por amar algo distinto; o simplemente por ser... más exclusivo y diferente (que eso también nos ha pasado a todos). El caso es que cinco años después de su disolución y de ir socavando a la vez que vanagloriándose de su fama de autodestructivos, asociales y bordes a base de lapidar conciertos. De golpe, Jesus & Mary Chain con la tierna “Just Like Honey”, consiguió lo que no pudieron sus cuatro y más memorables primeros discos; enlazar vía pinícula, a tres generaciones: Las de antes del Britpop, la de en medio y la del indie tardío converso en moda.

Ahí a lo tonto a lo tonto, han pasado 25 años desde que los vi con 22 en Zeleste presentando su Honey's Dead/1992. Puede que el disco en el cual empezaron a caer empicado vía desfases alcóholicos y psicotrópicos, tan mal carácter como malas relaciones y en fin, todo aquello que se le atribuye a una banda auténtica y de mala reputación como eran ellos.
Parece que fue hace cuatro días sí, pero es cierto que cuando uno está en una cita como esta, rodeado de gente tan variopinta. Te llegas a creer que no ha pasado tanto tiempo: Ves gente adulta que no parecen tan distintos a ti, y coño!! tienen 10 años menos alma de cántaro. Los más jóvenes ni te cuento, igual ni siquiera llegaron a ver la peli de Sofía Coppola en edad moza. Con lo cual, como no des con un cincuentón mínimo, nadie se hace a la idea de lo que eran sobre el escenario Jesus & Mary Chain en el año 1992 del siglo pasado.

Sí, es verdad, todo ha cambiado una barbaridad. No se si a bien o a mal, pero a cambiado.
Aquel 27 de Abril del 92; manda cojones!! El día de mi cumpleaños, y casi exactamente un cuarto de siglo de distancia entre si. Prácticamente una edad moza de por medio; está claro, nos hemos hecho viejos y suerte de poder contarlo disfrutando con la misma energía de la música y el directo.
Pues eso, aquellos días no eran muchos los que iban a ver a bandas como los Jesus. Llenar Zeleste en el 92 no estaba al alcance de muchos, pues la música alternativa era realmente minoritaria y sin difusión alguna. O eras heavy, o calorro; no había más. Ah!! o normal, con tu jersey de pico y tu indumentaria neutra. Sino, pues ibas lo más raro posible (pantalones rotos, marteens, ojos pintados, pelo electrificado...) Más o menos como ahora, pero con cuenta y riesgo de que se rieran de ti en tu barrio de periferia.


Y soltada esta parrafada situacional, a sabiendas de lo mucho que me extiendo y lo poco que importan las batallas Pliocenarias. Tenía y debía; aunque sea solo por entender el efecto deja vu que generan estos vaivenes generacionales. Situarme en aquí y ahora, y porque no, viajar si se me permite a mi espacio mocico/viejo; aunque sea por puro placer egoísta.
Que digo yo que alguna reacción sintomática debe generar escuchar, así, de repente: y de una tacada “April Skies”, “Head On”, “Far Gone Out”y “Between Planets”. O no era esa la intención de los mendas,? que para qué jugársela de entrada con experimentos de vanguardia.

Cuatro temas que prácticamente miden y acotan el momento de más alta popularidad de la banda escocesa. Tanto de los que veníamos de escuchar el Post Punk primerizo de finales de los 80, como los que bien entrados los 90 juntaron Brit Pop con el Grunge.
Jesus & Mary Chain fueron sin apenas ser conscientes de la importancia de la hazaña: La primera banda rematadamente Británica, capaz de unir Beach Boys, Ramones y la Velvet Undergoud, a un Pop venenoso. Dándose la mano con el Rock Americano, y sin perder un ápice de dulzura en su sangrante propuesta.
Me apenó horrores verlos derretirse sobre el escenario del FIB a lo bonzo y bañados en alcohol en el 98. En el 2008 volvieron muy dignamente con unos músicos de lujo y sacados de ostracismo, y aunque bastante mermados dieron uno de los mejores conciertos del último Summercase. Cuando los volvieron ha recuperar para el Primavera Sound en el 2013 la verdad es que no había forma posible de explicarle a nadie veinte años más tarde, que quien estaba sobre el escenario fue una de las bandas más fieras de los 80/90's. Y como es normal, supongo que uno renuncia a vivir del pasado, e igual actualmente y con varias generaciones por delante, incluidos aquellos que no los siguieron en su época gloriosa; pues no fueron una banda masiva (quien lo fue en los 80?).

Somos injustos por tanto (y lo seremos de por vida), con el paso cruel del tiempo. Salvo, se entiende, si uno ha pasado igual que el tiempo: de la mano, en volandas y a su paso. Entonces, es posible que alguien dispuesto a viajar: Atento y con la misma mirada de un niño ante la fogata y su abuelo. Sea capaz de captar por un instante, la heroicidad aventurera de aquellos tiempos ignotos.
Eso, o creer quizás en lo imposible y volver a ver sobre un escenario a los Hnos Reid. Esta vez sí, con los pantalones bien atacados y por la labor. Aunque sea con más humildad y amor, de darnos ese daño que se merecen sus canciones generacionales. Y vaya si lo hicieron.

A los más puristas nos puede parecer un mal chiste de producción su último disco. Pero sobre el escenario y con ánimos de revancha, el discurso de los Escoceses es infalible y demoledor.
Y si bien es cierto que los viejos del lugar añoramos el salvajismo militante de un público, tan comedido como pulcra fue la ejecución de un temario escogido con pudor. Ver a Jim Reid cantar como nunca, fue lo más parecido a un crooner (por más que suene a broma), con ganas de zanjar la imagen pasota que arrastraron en sus tiempos míticos.
De su último disco fueron contadas las canciones, y enmendada la capada producción que ha hecho que sus últimas canciones no parezcan tan buenas como son: “Amputation” que abrió la velada, “War on Peace”, “All Things Pass”, “Mood Rider” y “Always Sad” (con coro femenino y todo). Tuvieron el detalle de regalarnos en una primera ronda de bises algunas de sus joyas más emblemáticas, en especial una de mis favoritas “Nine Million Rainy Days”. Y por si fuera poco “You Trip Me Up”, “The Living End”, “Taste of Cindy” y el “Never Understand” una de sus primeras canciones que escuché en ese cassette quemado hasta el sinfín. No faltó por supuesto “Just Like Honey” y se encendieron mecheros. A mi de verdad, casi se me escapó la risa entre lágrimas. Pero el público estaba entregado y seguía el ritmo de las canciones con las palmas en el aire. ¿Que quedó del pogo barbárico que sacudió la vieja fábrica de Poblenou? ¿Se lo llevó la distrofia, la artrosis reumática, o la lumbalgia mal curada? Es evidente que 25 años son los que son, y nosotros eso, acomodados.
Pero es que aunque guarrotas ellas, las tocaron tan bien los jodíos. Que hicieron puede... de la actitud, profesionalidad. Eso que ahora se pide tanto y que no entiende de la pureza primitiva de 80's y 90's. Y que hacía que todo sonase en la memoria de otra manera: más real, directo, visceral y aferrado a unos tiempos en los que todo se vivía al límite. Uniendo las distintas razas del Punk y el Rock, en una misma familia de mil orígenes.


Consiguieron con el despegue y hasta la catorceava canción, engranar un temazo tras otro; porque siempre los han tenido. Sobretodo cuando William Reid se deja llevar por la cordura de su hermano y la banda, aunque anodina, suena tan engrasada como una máquina recién salida del taller. “Blues For a Gun”, “Teenage Lust”, “Cherry Came Too” de mi adorado Darklands, que casi me desmayo. Y luego te dejan caer como un mazazo “The Hardest Walk”, la canción que mejor conjuga el Rock&roll, la Velvet y todo lo que llegó después: Noise, Shoegaze y hasta el Britpop más nuevaolero.
Lástima que la falta de unas baquetas a la altura de Steve Monti echara por tierra con una penosa versión del “Reverence”, la fabulosa interpretación del “Some Candy Talking” y “Halway to Crazy”.

En fin, todo lo que cabe esperar de una banda de pasado turbulento, que no se encerraba en un estudio desde hace casi veinte años. Y que hacía otros tantos que no se decidía a hacer una gira con pies y cabeza, para postergar el magnífico legado musical que dio a casi tres generaciones.
De echo no son tantas las bandas que se deberían declarar patrimonio inmemorial de humanidad (musical) contemporánea, o alternativa: Pixies, REM, The Smiths, Sonic Youth y por supuesto The Jesus & Mary Chain. Alguna se me olvida, seguro, y podéis añadirla. Pero por favor, no os olvidéis de los hermanos Reid.

domingo, 16 de abril de 2017

WOODS_06/04/2017 (Sala Apolo)_MÁS MADERA!!




Ni me acordaba, juro y perjuro. Me levanté en un amanecer de humedad de turba, verdor y quebranta en medio del bosque, y poco más que tengo que hacer un seguimiento tenaz de lo ocurrido en los últimos días.
Ah!! sí!! ya casi medio recuerdo... Fue un jueves -he amanecido en Domingo de ramos, entiéndase- difícil o casi imposible tarea la de pasar las hojas del libro y volver al lugar de los hechos.

La banda cuarteto de Brooklyn nos pasó a ver el Jueves de la semana pasada; un poco antes de salir de procesión. Una visita ahora que por fin “With Like and With Love/2014” y el aun humeante “Love is Love/2017” parece haber premiado los doce años de carrera y la decena de discos.
Y no es por cantidad amigos, no. Es sencillamente porque de Woods, en tanto pasan las modas, tendencias y costumbres modernas, parecen no verse afectados por la corriente continua. Sus discos siempre suman, licencian y testimonian que lo suyo no solo es hacer música, cumplir y ya está. Cada uno aporta algo, te lleva de paseo por algún rincón todavía sin explorar; o por lo menos sí meterle mano de otra manera distinta. Y los cabrones se salen con la suya sabes?, es como el enterao que te explica el porqué de las cosas y por mucho asco que te de su sapiencia, al final, te ves asintiendo como un sumiso y predicando su dogma igual que un testigo de Jehová pasado de setas del amor.



Hace gracia ver que pese a ser una banda que siempre pasa del aprobado alto en sus discos. Sus conciertos siempre parecen no estar a la altura de su discos en cuanto a público; y para cuando un remix bailongo de alguno de sus temas. Ese día se hacen famosos del tirón.
Yo ya sabéis que siempre voy tarde, medio desatacado y despeinao. Soy ese amigo tontorrón y alucinado que siempre parece estar en la luna. Mismamente como Jeremy Earl, esa especie de chiquilicuatre que un buen día te propina un zas en toda la boca con su repertorio casi inacabable de juegos de cartas instrumentales; solo que con bastante menos talento.
Además el jodido parece haberse rodeado de las mejores compañías; las que tu madre quería: El asiático amable servicial y raro del barrio que toca el bajo como los ángeles. Ese chico elegante hasta dar rabia que siempre abre la puerta a tu madre y cede la tanda cuando el cajero es más torpe y que toca la batería con un groove diabólico. O ese otro tan guapo, salvaje y atractivo que sería capaz de tocar la guitarra y hacerte el amor sin descanso hasta el amanecer.


Todo cuadra amigos. Ahora mismo Woods están en una situación tan privilegiada, que si le pusieran más grasa y sofrito al asunto podrían estar tocando ante miles de personas un repertorio de más de hora y media; porque lo tienen y bien bueno. Sin embargo, no sé si porque los espabilados del Primavera Sound como promotores, hacen el mismo trato que mi amigo Herrero (matón de barrio). Pero a uno le queda un poco la cara de tonto al final del asunto: Esa rara sensación de haber vivido una noche de sexo desenfrenado, y ver que te dejan con un palmo de narices y hasta otra.
WOODS se marcaron un concierto de libro. Se centraron en su último disco y el maravilloso anterior; por este orden.
Arrancaron con “Love like a Glass”, extendieron la alfombra de hammonds sempiternos y se pusieron en marcha. A ratos vi a ese maldito demonio que me apuñalaba cual flato, y otras... Otras se me encendieron los ojos de amor suflé con ganas de morrearme con mi amigo de al lado; a él todo le era gloria y lo entiendo.

A mi sin embargo, aunque su clase y maestría a la hora de entenderse sobre el escenario, de tocar y pulsar el botón adecuado del momento casi mágico:
Politic of Free” y los crybabys saltarines de “Hollow Me” nos arrodillaron pidiendo ofrenda sin condición; y a mi me faltaba algo.


Sun City Creeps” llegó para abrirnos en canal las entrañas, pues esa mezcla de Reggea de libro, afrobeat y pscodelia entrelazada nos hace polvo a los que amamos y deseamos que los estilos bailen en una turmix sin reglas ni normas. Su último disco tiene esa gracia innata de tocar distintas teclas y quebrarlas como la gloria: lo altcountry, lo alucinógeno y lo mestizo. Pero, o falta alma y comunicación, o es el maestro de matemáticas incapaz de convencernos de la magia de la matemática en la vida.

Sus discos son tremendos y me atengo al espectacular “The Take” que nos ofrecieron. Faltaron las trompetas y alguno más que por los veintilargos euros que costó bien lo valía. A los que allí estábamos nos daba un poco igual, eso es cierto. La niña de los claveles nos bailó, y nos embobó cual prendaos sin facultad de reacción.
Todo encajaba y fluía porque en sus registros largos, enrevesados y espirales lucen igual de bien que en su versión más campestre. Saltaron los primeros ahullidos entre el público que ya es mucho. Como si alguno quisiera o le faltase más salvajismo, más comunicación entre el creador y sus acólitos; como lloro cada noche mis veinte años!!
Pero sigo creyendo con fiermeza por más que adoro sus discos y la dirección que toman, que a veces y en directo no acaban de homogeneizar su maravillosa libertad creativa, y sobretodo su perfección al ejecutarla.

Sheperd”, “New Light” y “Call in a Cup” juro que nos ablandaron igual que esa masa indeleble de nuestra madurez imparable.
Ver que sin saber bien si es el amor por los tonos dorados o el sol. O es el “agustamiento” natural de tu edad el que te los lleva a buscar el cielo y los ojos en blanco, con una de las escasas concesiones a su repertorio post_exKevin Morby, junto a “Be All Be Easy”.
Indiscutiblemente todo tan Jayhawks, Wilco y Big Star que no pude evitar morrearme con uno de los espectadores.
Al principio creí confundirlo con mi amigo perico David, pero al final lo cierto es que fue el amor reinante y el Ron con Cola que emanaba el mismo dulzor de la caña de azucaaaaaarr!!. Sí, para que disfrazarlo hombre.

Pero en fin, que quieren que les diga. Considero, afirmo, exijo y me reafirmo en mi creencia de que una banda con el bagaje, repertorio y maestría de Woods debería venir a este y cualquier otro país a dar el manotazo sobre la mesa. Y demostrar que lo grandes que son viene dado con un directo ambicioso, exigente y mastodóntico; su talento lo exige.
Dar y tomar esa hora y media de concierto que los Sadies superan sin apenas esfuerzo. Y hacer que el acabose con “Moving to the Left” y “Suffering the Season” nos consumiera de verdad.
Porque a ver, después de darnos almibar. No pueden concluir con el excelso subidón tan a lo Can de “With Light and With Love”, y dos bis y adiós. Hora y poco por 25 euros aproximados y la sensación de coitus interruptus.
Como hacer el amor, encender la luz, y descubrir que estas en la cama con Mariano Rajoy; que quieren que les diga. Mezcla de gusto y rabia. Un merchandaising sin discos ni cd's, y una camiseta más fea que el Fary comiendo limones. Y no se, esperar que algún día las bandas estén a la altura de sus canciones; las jefas a fin de cuentas.

miércoles, 12 de abril de 2017

22º MINIFESTIVAL DE MÚSICA INPENDENT DE BARCELONA: QUIERES JUGAR EN LA ARENA?




Hay caminantes de Santiago, peregrinos que piden a Lourdes lo que les niega la vida... Y amantes incondicionales por la música y sus pequeñas eclosiones, que veneran la divinidad en pequeño formato.
Cada año sacan cuando despunta la primavera su paso; y con este van veintidós: Los mismos que a algunos nos han hecho adultos y a otros peregrinos por auténtico acto de fe, y pasión. Lo demás, planes bien urdidos con riesgo cero y yo... que quieren que les diga. Me encantan no ya los riesgos, pero sí las aventuras.

Esas mismas que nos crecieron dentro como los primeros pelos en la barba y vello en el pubis. Y que nos dispararon sin saber muy bien si había otros como nosotros, pues la era de la comunicación en ochentas y noventas era más de columnas de humo y tambores, que de rotativos cibernéticos.
Aun y así, todavía no hallamos explicación para que la manada igual que los Ñus, sigan a los cabecillas simplemente por su perfume deslumbrante. Y se hayan olvidado de ese Dr Levingstone que se lleva dentro. Ese buscaba su qué trascendental en el origen de lo desconocido.
Por eso, coger carretera y manta e irnos a descubrir nuevos y diferentes espacios; como la remodelada CAPSA del Prat. Ya no es que sea una locura juvenil en busca del Pop eterno. Es que simple y llanamente me devuelve por una noche a lo que era la auténtica independencia (ir por libre): Hacer de la minoría, un casi privilegio para tapiceros del alma.
Lo mío ya va camino de los cuatro años, por lo tanto, ya es más vicio que oficio.

Sin saber con certeza si uno acata la decisión por lo bueno conocido o lo mejor por descubrir. Ver tras veinte años a Mr Luke Heines (The Servants, The Auteurs, Black Box Recorder), igual parecerá una excusa, pero en realidad era una pura confesión. Un volver a encontrarse a uno mismo, e incluso cerrar los ojos mientras suena “Show Girl” y apagar el mundo. Lo demás, seguir con los ojos cerrados, extender los brazos y dejarse llevar por una selección que a buen seguro no te va a defraudar.
Para eso mi trayecto se quintuplica en lo habitual, pero me encanta variar el itinerario y salir por la puerta trasera del Vallés.
Se escapó el ÚLTIM CAVALL; es un echo. Pero en cambio y tras la infructuosa búsqueda de un bocata de pechuga y una cerveza (para que veáis lo poco que pido). Me encontré tras testear la dudosa calidad de algunos baretos, con el señor Heines copeteando con un Coto Imaz ante una barra de desconocidos. Yo, me comí mi apreciado bocadillo de pollo crudo, pero MÍ, bocadillo a fin de cuentas.


Barriga llena y mente abierta lo justo para tomarnos los postres, dulces y licores a modo de melodía.
FALSE ADVERSING Mancunianos ellos, eran uno mis principales reclamos. Porque aunque haya muchos que solo miran arriba; a los titulares. Son las más y bien ricas letras pequeñas las que deberían hacer grande un evento.
Porque... todos sabemos cuales son las más lúdicas y atractivas propuestas, pero después están por así decirlo: las que dan esa distinción y vuelta de tuerca; eso que fue en su día el PS y ya no lo es (por poner un ejemplo). Para eso, ya están las inventivas y los tres bocados a un cañamón para hacer del poco mucho.
La triada de Manchester Chico/chica/chico irrumpieron bien pasadas las nueve con ese ímpetu de las bandas chicas que ahora tanto se ha perdido, pues parece que todo se infla como la miga del pan de molde. En este caso consiguieron por la vía directa ese destello que solo parece residir en los valientes debutantes.
Ese espíritu casi desconocido que pierde de vista la sofisticación excelsa, y la convierte en nervio de bistec de pobre con textura de gelatina fundente: Pringarte hasta los codos como quien come unos pies de ministro y pierde cualquier compostura.

El trío tiene a penas un disco de debut muy lejano y un Ep recién salido de la tartera. Pero sobre el escenario, el hambre y la fórmula rápida para que todo parezca tan fácil y en el fondo sean un acierto, es toda una pequeña lección de pura efervescencia juvenil. La indomable fiera de la veinteañera Jen Hingley tiene todo eso que se necesita de quien empuja acordes nerviosos y un resorte demoledor cuando se pone tras la batería. Un congenio de indierock a la americana entre lo abstracto y el pop radiante de guitarras, que toma tanto de Superchunk como de Speedy Ortiz, sin despreciar sus orígenes británicos de cuerda gruesa.
Esos mismos argumentos que traspasan la barrera entre el Pop reluciente y desgarrador de “Wasted Away” o “Give It Your Worst”. Y los tactos rugosos y punzantes de “No Good” con sus desvaríos hacia los originales Smashing Pumpkins desde el segundo cero de “Not My Fault”.
Tan intenso su set, que dejaron la sala medio estupefacta sin mal Lp que echarse a la oreja por falta de género. Y con las claras credenciales de tener ante nosotros a una de las jóvenes bandas del norte de Inglaterra más enérgicas y futuribles.


Después aparecería el santo, o por lo menos en parte, quien canturreaba aquellos salmos que ahora nos mueven a peregrinar. Y que allá por los 90's de entones -antes de que todo explotara- nos serigrafiaron parte de nuestra esencia musical.
Para mí New Wave, por ejemplo, desde las vistas de Siurana, marcaron un antes y un después en lo que respecta al mi adorado Glam, al Pop, y a la música alternativa de por entonces. Ahora sinceramante, he de admitir que el camino que ha tomado LUKE HEINES hacia un nihilismo musical más que respetable difícilmente se equiparará al de aquellos años.
Pero hay otra faceta tanto o igual de interesante, ahora que ya son casi un cuarto de siglo que ha pasado desde ese primer disco. Y es esa impresión de no tener que rendir cuentas de su pasado, o ni siquiera dar explicaciones sobre sus nuevas canciones; su estética, guarnición o compromiso lo que verdaderamente transgrede. Eso me emociona por igual, seguramente porque con 25 años más todos hemos cambiado enormemente.

Las que sonaron taquigrafiando los primeros noventas a espaldas: “Show Girl”, “Lenny Valentino”, “New French Girlfriend” y alguna otra que se coló. Pero también las que ha dedicado a algunos de sus maestros y sabios. Siendo “Lou Reed Lou Reed” de su homenaje New York in the 70'S la que abrió, cerró el concierto, y moduló prácticamente la noche igual que un masaje muscular al demoledor pasado; el que a veces pisamos sin apenas mirar. Se traspapelaron los secuenciadores, cajas de ritmos y sintetizazores con los que ahora abona sus textos por la acústica. Y sinceramente me hizo añorar tiempos más verdaderos que certeros (ilustración lacrimosa incluida).
Encantadores desde los carraspeos, hasta sus pintas de explorador o turista perdido en las playas Ipanema. De echo, dicen las lenguas de doble filo que estuvo dos días deambulando por el Prat de Llobregat sin saber donde ir; aunque no se si es una leyenda.

También hemos podido ver con alegría y algarabía hacerse grandes a los Vigueses LINDA GUILALA.
Desde aquel primer encuentro en Las Basses con Xeristar bajo el brazo y abriendo la noche de The Close Lobsters y Michel Cloup Duo, han pasado infinidad de cosas. Y la más importante es que en su lento y prudente caminar, se ha generado una especie de sonido muy personal y auténtico alejados -pese a ser comparados- de los primeros Planetas, My Bloody Valentine, Secret Shine, Slowdive y en general esa parte del Shoegaze que tanto bebe del Dreampop medio oscuro, como medio luminiscente.

Digamos que en esta difícil tarea de enaltecer el Shoegaze cuando vuelve a estar en horas bajas, me alegra doblemente confirmar mi idea de que no hay género vigente o caduco, sino buenos o mediocres discos.
Linda Guilala al igual que ha pasado con Los Punsetes, han creado su propio -más que sonido- entidad. A lo mejor porque este camino lo han hecho más o menos solos y sin presión. Su ligera y lenta evolución hacia los ambientes más brumosos, espirales y a ratos angustiosos sigue alimentándose del Pop más claro de sus principios. De echo Psiconáutica es un disco tremendamente Pop; basta con ver la duración de sus canciones. Una veintena de temas que como en Shortcuts de Robert Altman, conectan todos entre si como una telaraña abovedada.

Su puesta en escena pese a lo corto de los sets del Minifestival, van también a ese origen de primar el carácter global y ambiental sobre el de las canciones en concreto.
In crescendo: “La última Vez”, “Cayendo” o la increíble “Uroboros” al igual que su precioso “Lo Siento Mucho”. Culminan en pleno estallido Noisepop, un preludio que de dimensiones espaciales que precisa dedicación y sugestión. Donde esas pequeñas miniaturas en forma de interludes dotan a la idea de hilo conductor y de volumen. Y que tanto me recuerda a esas primeras sensaciones de zambullirnos en el Conforts of Madness de Pale Saints, o a la global idea en texturas y colores del Heaven in Vegas de los Cocteau.
Un disco y puesta en escena que dan por fin, más horizontes donde mirar al Pop sin miedo a hacer daño. Con una preciosa y tornasol edición en vinilo que nos trajimos bajo el brazo. Y que fieles a sus orígenes, siempre están ahí apoyando las causas imposibles como las suyas: No hay posibles sin imposibles.

El cierre de confetti, girnaldas y baile, como viene siendo costumbre en cada edición del Mini(gran)Festival lo pusieron en esta ocasión, los europoperos de Gales HELEN LOVE.
Una de esas bandas como muchas que han venido rescatando. A las que le perdiste la pista hace años y de las que incluso crees de su desaparición pese a seguir todavía en activo. A medio camino entre los CARTER USM y BIS, pero sin tantas pretensiones y un carácter infinitamente más festivo. Repertorio coreable, intrépido y revolucionada Helen Love, igual que su desvergüenza y falta de estereotipos a la hora de saciarnos de golosinas como “Thank You Polystyrene” o “You Can Beat a Boy Who Loves the Ramones” y un montón más hasta bien pasada la madrugada.
Nos hicieron bailar por supuesto y sin duda, porque el espíritu POP de este combativo y tenaz festival sigue inquebrantable y fiel a su origen. Da lo mismo lo que programe, el pulso que le eche a las dificultades económicas o creas para tus adentros...: Ya no estoy preparado para viajar en el tiempo en buena compañía y soltando lastre; el de los estereotipos y sobra de prudencia.