viernes, 21 de julio de 2017

SLOWCOACHES_NOTHING GIVES_2016: TODO LO QUE ESCUECE CURA



Que los planos se tuerzan justo cuando queremos trazar líneas nítidas y rectas en este laberinto veraniego, es un hecho contrastado. Más si cabe cuando con los brazos al cielo el lerenda (en este caso quien firma), ve como en cuestión de cinco días cancelan dos de esos conciertos salvadores a los que uno se aferra a las puertas del infierno.

No son los protagonistas, los motivos circunstanciales ni aquel abuelo que te tangó la última botella de 3 lustros en un acto de humanidad lleno de pedantería; que eso también pasó, pero es de otra fanega.
Que caigan llamas del guardarropía de Sidecar y el repeinado líder de Orwells ponga pies en polvorosa a la cuarta de canción, puede ser un accidente; sí eso, un accidente. Que se nos venda como la reencarnación de Daniel el travieso con la melena cardada, y se presente con el look de Brett Anderson y se nos raje, eso... Yo a eso lo llamo vendernos praliné tres colores por nocilla. Sí sí, mmedá lo mismo que me digan inconsciente y rencoroso.

O se es punky, o un domador de pulgas del circo cric. Ahora eso sí, los que triunfaron fueron los organizadores y la sala Sidecar, de los que aun estoy esperando una disculpa formal pública o por email.
Y que te agarres como ángel salvador al bolo de Ron Gallo tres días después, para que venga y diga que el zagal cancela por imposibilidad de cuadrar fechas a un día de tocar el el FIB. Eso... yo a eso lo llamo ser cenizo diplomado.

Menos mal que mi socio Xavi, y quien aquí caza el mal de ojo al vuelo , nos emperramos en dar el sentido real a las soluciones por encima de los problemas. Y de lo que pudo ser un viernes desconsolado se hizo tornasol:

Son la gente, los líquidos por los que nos deslizamos, o el optimismo por encima de la penumbra; que es relativa. La gente sobre los motivos: Jackie, Georgia, Xavi, la amiga o la vedette. Pues no acostumbro a maldecir el nivel de desgracia que debería hacer que me compadeciese. Y prefiero pensar que hasta la vida es un accidente en si misma, y nosotros la guerrilla que busca la contraofensiva; si es con el estómago lleno mejor.
Porque tampoco vamos a negar la complicidad del CELLER CAL MARINO con sus platillos, vinos y jereces. Y la compañía y la oratoria que ayudó. O la hierva camino de Singapur rematando de cabeza en fuegos artificiales, con THE MEETUP y LOS BENGALAS untando de brillantina y vainilla la noche.

De vuelta a casa en virajes ortopédicos y luces que se traducían como mensajería morse, atronaban SLAVES. Ese tipo de latigazos que rubrican y ensalzan una noche como tal; singular.
Esos mismos aguijonazos que suenan igual que las trompetas del apocalipsis, pero más al estilo de Radio Prague. Confirmando de forma apoteósica el objetivo, sea cual sea: El final de la jornada, el nuevo día o el regate con grácil soltura de la enésima trampa del dios Xólotl.
Por eso, cuando arrancó por primera vez “Living Out” al rebufo del 2016, algo prendió la mecha. Algunos dirán que como tantas veces a pasado, hay una generación en descomposición sin marcha atrás que siempre se aferra al pasado: Fueron los 60, los 70 u ochentas, no se si los 90 van camino de convertirse en un mito para infectados. Pero igual es el tiempo necesario para concluir con certeza lo grande que fue algo. Hablamos de añadas, que igual son décadas.
Los muchachos de Leeds, SLOWCOACHES así pues, podrían ser ese eslabón perdido capaz de aunar la rabia inocente de RAMONES y el vigor prematuro de ASH: Punk con el miedo que da por pura actitud y esencia por encima de la canción.
Un conjunto de dentelladas con el revés de Serena Williams y el natural atrevimiento de Kilian Jornet; magia y mala hostia.


NOTHING GIVES le dio la extremaunción al 2016, como si las rebajas de navidad nos obligaran a soltar lastre. Sólo que a veces, los que como yo, saldan su deuda con las manillas del reloj a golpe de timón, sucede. Y necesitamos el pescozón de los doce demoledores cortes que dan cuerpo a este vigorizante disco.
Un debut de largo el de este trío, que no da tregua de principio a fin. Con el mérito incluido de defender como gato panza arriba lo que muchos ya reniegan como Punk, Popunk o el fuzz que ahora prefieren etiquetar. Sin saber del todo, si es que ya nadie esta preparado para el sentido etimológico de la música o prefiere echar a correr cuando oye hablar de las esencias más puras y virginales.

El caso es que entrando a desbrozar. Nothing Gives tiene la ventaja sobre otros elixires que brotan bajo la espesura. Que carece totalmente de pretensión o de impostura con ánimos de caer en gracia. Suenan tal y como lo haría cualquier banda lejos de la City, amamantados entre Pubs, bancos de parque y depresión laboral. Música como arma arrojadiza tal y como se escupe la creatividad por simple supervivencia.
Quizás esa sea la razón más evidente de la complexión de sus canciones: La rabia, pero sin renunciar en absoluto a un sonido que hace especial hincapié en el armazón y una sección rítmica martilleante. Esa descarga que te destensa y afloja cada uno de los pernos que nos atan a las obligaciones y esa maestría de driblar aguafiestas, compañeros de trabajo impertinentes y obligaciones penitentes. Y que concluye a la salida con refregón con sangre y todo de “Ex Head”, impetuoso y hardcoriano. O “We're so Heavy”, como bien dice su nombre le debe al inicio la oscuridad más propia del black metal pero acaba inclinándose hacia al sonido americano.
No es un simple disco confeccionado a golpe de guitarrazo y saturaciones; sería lo fácil y predecible. Nothing Gives tiene la intención clara de jugar con tics muy variados pero sin el más mínimo titubeo. De la dureza a la melodía, y de la velocidad a una esencia muy rockera, pero tan fresca como un chapoteo en aguas alpinas. Se la juegan a una carta, y se nota cuando suenan temazos del calibre de “Raw Dealings” o “Drag”; un torbellino oigan.
Esa manera de atacar las canciones por la vía directa incluye el kit de supervivencia y un botiquín para lamernos las heridas. Gusta el escozor y la obligación de subir el volumen, porque este disco lo precisa. No valen tentaciones al desconsuelo ni lloriqueos.
Sus canciones brotan con ímpetu bestial, y atornillan donde ya nadie quiere apretar: Gimnásticas de pectorales y bíceps poderosos sin aparentar más de lo que empuja la juventud de suburbio.
Thinkers” es ramoniana pata negra al más puro estilo Dee Dee. “Norms & Values” se precipita igual que Mark E. Smith bañado en espuma malteada, y salpica como su guitarra final; bestia, muy bestia. Es una gozada para liberar tensiones, gritar y berrear, golpear como baquetas el cambio de marchas y darle gas. Emociona ver como la huida hacia sonidos placenteros solo tiene de cobardía y comodidad lo que no de atrevimiento a la hora de enriquecer himnos míticos. Basta con echarse a cuestas “54” con ese golpe Made in Ramone puro e inmortal.
Tirarse cuesta abajo con las cajas de plástico del pollero y hacerse mistos los pantalones que tu madre te compró en “el barato” anteayer cuando retumba “Levity”. Y sucumbir al desenlace Punk fuera de toda norma, más que nada porque odio que no se llame por su nombre a las cosas que en verdad no tienen nombre, pues son parte de la semilla originaria. Hace falta envolver para regalo unos tejanos raídos y una camiseta carcomida? No. Pues con la música pasa igual.

Necesitamos sangre, perder el pudor de parecer humanos defectuosos y maravillosamente reales. Porque todo lo demás son inventos nos hacen parecer productos prefabricados, en lo fiero, y en lo dulce.

viernes, 7 de julio de 2017

OCHO PATAS TIENE LA ARAÑA, Y OCHO ARAÑAZOS LA FIERA_CUMPLEAÑOS CON_PLAY




Me ha caído un sol, si señora. La cabeza aplanada como una meseta de bordes graníticos precipitados, y los ojos fundidos igual que un deslumbre.
  • Ha visto a mi niño? Salio temprano a cazar moscas para la Salamandra y aun no ha vuelto. Y mira que le dije: - Cuando huyas siempre hazlo hacia arriba, nunca hacia abajo. Alza la cabeza con el mentón como ariete. Y cuando te rompas la crisma, que sea con conciencia y ganas. Mejor intentando tocar la luz con los dedos que cerrándolos de impotencia.
Se enamoró y perdimos de vista a aquel pequeñajo de pies grandes; creció. Sus pies dejaron de parecer grandes y el envase se hizo al alma como el pepino al orujo: Esa botella que se guardaba como elixir curativo en el mueble bar de mi madre, y que decían que curaban los siete males; menos el séptimo: El mal de amores mordientes.
Enorme cucurbitácea que a si misma se hizo presa buceando en brisa. Y que al paso de los años solo asomaba el hocico pidiendo tan solo un beso, un beso nada más.

Los ocho años que relatan esta bitácora marina de timones rotos y capitán tarumba. Son los del diario de abordo que resume el sinvivir aleatorio y caprichoso de mareas y vientos. Nos sirve -me sirve- para recordar qué fue ese día, y porque lo relaté así. Reitero y machaco que con el pasar de los años y la memoria no es que se pierda, es que selecciona como el tirador a su presa. Lo que hace un tiempo urgía, ahora se aplaza por simple antojo de dejar que el tren pase hipnotizado con el chisporroteo de las catenarias.
Ocho años que no he celebrado en más que menos ocasiones, y que este 2017 toca.
No porque haya algo celebrable. Sino porque en ocasiones hay que enfatizar, y poner el lazo al momento para certificar que existimos; aunque solo sea como meros espectadores.

En este acopio de canciones habría mucho de que hablar, trillar y manosear. Pero mira tu por donde, nos vamos a callar, bajaremos el volumen de la luz y la jauría, para subirnos la del reproductor.
Se hará el vacío y escucharemos. Tan solo escucharemos; en silencio.
De la música y su efecto en el fondo no hay mucho que decir. La verdad es que te pueden explicar lo dura que va a ser tu vida, o que la tuya no va a ser ni de lejos tan dura como lo fue la de tus padres. Tu horario de entrada, el de salida y tus tareas. Las lecciones inútiles de las cuatro reglas y lo importante que es la actitud. Pero de la música? De la música no se habla, se escucha.
Sin prisas ni condiciones. Sin ascos ni el mal vicio de apartar la verdura y comerte solo la carne.

Esos dos receptores que se alojan a cada lado de la cabeza tienen... lo que carece el resto de sentidos; ninguna condición para utilizarlos: Ni hace falta enfocar y dirigir la mirada para contemplar con estupor la elegancia de la naturaleza, ni alargar el brazo para acariciar tus senos o echarse a la boca un helado de carmín. Ellos cazan al vuelo y transforman en reacciones químicas y físicas lo que por allí pasa.
No hay filtros, reglas, miedos ni posturas sino instinto cazador y depredador. La educación mata la creatividad, y los hábitos esclavizan el más mínimo atisbo de riesgo.

Date una oportunidad ¿o acaso te dolió la primera vez?


00_THE NEW YEAR_recent history
01_GUIDED BY VOICES_5 Degrees on the inside
02_SLOWCOACHES_Living out
03_CENDE_End
04_KEVIN MORBY_1234
05_DESPERATE JOURNALIST_Lacking in your Love
06_ELF POWER_All things
07_ROZWELL KID_Uhf on dvd
08_RON GALLO_Kill the medicine man
09_SEA PINKS_I don't know what i would do
10_THE BLACK WATCH_Whence
11_BRITISH SEA POWER_THe voice of ivy Lee
12_L.A. TAKEDOWN_Heatwave
13_HAPPYNESS_Tunnel vision on your part
14_ROBYN HITCHCOCK_Sayonara Judge
15_LOS PUNSETES_Estrella distante
16_SPIRAL STAIRS_Dundee man
17_STARWHEEL_Drip Feed
18_THE PAPERHEAD_Dama de lavanda
19_SPLASHH_Gentle april
20_CIGARETTES AFTER SEX_Sweet
21_TIMBER TIMBRE_Western questions
22_FUFANU_Gone for more
23_THE NEW PORNOGRAPHERS_Play money
24_WAVVES_No shade
25_THE AFGHAN WHIGS_Demon in profile
26_FUTURE ISLANDS_Cave
27_REAL STATE_Saturday
28_MATTHEW SWEET_You knew me
29_BEACH FOSSILS_May 1st
30_PORTUGAL THE MAN_Feel it still


domingo, 11 de junio de 2017

TRASHCAN SINATRAS_WILD PENDULUM/2016_NO VES QUE ESTOY DESNUDO?



Wild Pendulum es ese tipo de disco que te llevarías de paseo en un día cualquiera por Central Park.
No importaría demasiado la estación del año, la hora del día o la compañía. Porque los hermanos Douglas crearon el pasado año una nebulosa melódica clásica, llevada a su vertiente más Pop. Justo cuando sabes que eso ahora no toca. Y solo por eso, tienes la seguridad de que es el camino, sin pestañear.


Direcciones contrarias a las corrientes, que nos desarrastran poniéndonos el corazón vuelto. Y que igual que en un acto de rebeldía inocente, por lo menos, nos legitiman para revolvernos contra lo establecido.
Los cuarenta pasados tienen eso: Te tiras media vida intentando establecer un orden y acomodándote. Para darte cuenta al cabo del tiempo, que al margen de la vida que se nos pierde sola, lo que nunca hemos de perder es la facultad de revelarnos contra el orden mercantil de nuestra existencia. Esa que nos cae como una losa desde arriba, sin saber bien o ignorando quien narices la envía y que de repente la tenemos atenazándonos como grilletes.
TRASHCAN SINATRAS nunca estuvieron de moda. Ni siquiera cuando debutaron con CAKE en 1990, y mucho menos con su espléndido I'VE SEE EVERYTHING/93. Cuando llegó a las estanterías de nuestras tiendas en el 96 HAPPY POCKET; el disco del canguro borroso. Medio mundo estaba ya colgado de las nubes con el BritPop y el Grunge.



Así que el empeño de volver diez años más tarde, y hacerlo aparcando su pop más punzante: Aztec Camera, Lloyd Cole & Commotions, Prefab Sprout...; y los inubicables. Para retornar más cerca de su ídolo de juventud Frank Sinatra, mirando de reojo a los 50 y al perfume melódico de los clásicos inundando sus composiciones. Por esa razón seguramente he tenido aparcado este disco desde el pasado año, temeroso por haber perdido aquello que más me gustaba de ellos: su pop inmediato, luminoso y quebradizo.
Por suerte cuanto más grande me hago, más me convenzo de la tiranía del tiempo y lo poco que creo ya en él. Algo que me reconforta, cuando olisqueando en todo lo que conservo como testimonio de un año aparece de repente de forma reveladora. Transformando el anonimato en algo realmente grande, lleno de texturas y sonoridades que te llevan a escenarios inéditos.

Ese efecto que produce saborear la música y tantos otros placeres desde el “momento”: Esa unidad de medida donde confluye tu estado de animo, la visión del paisaje y esa cosa que te brota de dentro. Dando con la clave mágica para disfrutar de algo, lo que sea, justo y en ese preciso instante, y que normalmente jamás vuelve a ocurrir de la misma manera.
Me da la sensación que entre los pleamares de sus primeros discos, sus armonías vocales. O los pasos entre sus discos más inocentes y la madurez de sus posteriores composiciones. Se haya WILD PENDULUM unificando ambas cosas, y transformándolas en algo que no es una, ni otra cosa. Tan solo un disco que fluye sin la presión ni el pulso por forcejear con el paso del tiempo y su batalla perdida para con ¿la fama? Tan solo “Best Days on Earth” conserva ese bago recuerdo al Pop evidente de los 90's.
El resto es un puro vals de abrazo partido y manos que agarran con fuerza al punto de la gangrena. Levitaciones que prenden en vuelo como torbellinos de psicodelia sixtie en “Ain't That Nothing”, con inédita luz. Y que se abalanzan sin miedo hacia terrenos desconocidos hasta hoy.
No es una evolución o trasformación, pues todo su santo y seña sigue ahí: Sus melodías vocales, sus envoltorios vaporosos y espaciosos. Esa especie de Pop con formas amables y cariñosas que confunde la ñoñería, con el romanticismo más sincero y real.
Y es cuando “I Want to Capture Your Heart”, “Neighbour's Place” o “The Family Way” rompen con una melancolía de pureza sin parangón, a lo noches blancas de Dostoyewsky. Cuando WILD PENDULUM aparece de sopetón, como una rara avis en su discografía. “I'm not the Fella” podría ser sin apelativos, esa canción que escenifica a un clásico del cine americano de los 50, con Cary Grant acariciando la tormenta infesta de nuestros días.
La Paz de los hermanos Wilson colgados de un cocotero apedreándote el corazón con capas, y más capas. Y no es otro que “What's Inside the Box” que ensalza aquello que apesta a pachuli y batido de fresa perfumada. Solo que entre lo hortera y lo delicioso dista un mundo. Posiblemente porque la cuestión de caer en la zalamería de nuestra ternura más vomitiva, es tan solo fachada y miedo a enamorarnos y ser niños otra vez.


Lo dice “Waves (Sleep Away My Melancholy)”. Esa canción de amor y cuna con perfume a Mustela, que nos vuelve de golpe en indefensos seres a la deriva.

Dejarte querer, necesitarlo, no es malo sino necesario. Las formas son indistintas tanto si son sucias como puras. La cuestión es amar sin condiciones ni ultimátum que hagan del cariño una moneda de cambio interesado. Y éste, seguramente, sea el disco elaborado con más cariño en muchos años.