D.O: Priorat (Gratallops)
Vi de Finca
Crianza de 4 meses en
roble Francés de grano fino
Uva: Garnacha blanca
14% volumen alcoh.
Como en la
mayoría de placeres que nos concedemos en la vida, con los vinos
pasa a veces igual que con las personas. Que en el gusto de
conocerlos y descubrirlos no es tan solo la empatía: con sus cambios
de humor, complejidad, mirada o perfume afable.
Conocer y
convivir nos cohesiona, pero cada cierto tiempo;más del que nos
imaginamos. Hay una llegada con su encuentro que sobre todo aquello
que creíamos vital y enriquecedor, nos marca de por vida como una
dentellada y su cicatriz.
Lo mejor de
todo no es el echo de la efeméride; que las esquivo con maestría
simple y llanamente por no perpetuar el pasado más que lo justo.
Sino qué nos convirtió, enseñó el camino o significó tal y como
somos en el presente exacto. Inconscientemente, sin apenas notar que
lo mejor es lo que no trasciende, y es más espiritual que terrenal.
Intentas
poner en orden tu vida: eso que solo se hace a partir de cierta edad,
viendo donde estamos y sin forzar la dirección de nuestros pasos.
Recapitulas, recuerdas y más recuerdas:
Puedo situar
con exactitud el lugar y el momento que bebí primera botella de
vino. No el día ni el año, pero sí que era un clarete de Navarra.
Cuando convertí en un hábito su sano consumo y estas primeras
añadas de MAS IGNEUS a principio del cambio milenario; apenas con la
treintena por montera y sin saber definirte como joven o adulto. E
incluso puedo disponer con precisión quirúrgica, la magnífica
ignorancia que bombeaba esos impulsos por abalanzarte con vehemencia
hacia lo excitante desconocido.
Pues son
esas cosas que pasan ya como la luz del día y la penumbra de la
noche; las costumbres. Y que te encuentran en un callejón, a solas,
cara a cara. Las que vienen a decirte: - Ves? Tal y como ahora
eres, todo, al capricho de las casualidades.
Mirando a
través de la copa de dorado pajizo. Entre la condensación y esas
gotas que se deslizan vidrio abajo de irisación verdosa. Puedes
incluso ver pasar suspirando los casi diez años que te ha llevado a
entender AHORA este delicioso y resplandeciente elixir.
Incluso darle más importancia que la que creemos darle, después de
llegar a Álvaro Palacios y su Ermita tras pasar por Scala Dei,
Marinent, Erasmus, Obac o Mogador e interpretar la significancia de
la avanzadilla mediática y el anonimato más secular.
MAS IGNEUS
pertenece a estos segundos: Pequeñas bodegas que han nacido de la
colaboración entre cooperativas (La de Poboleda) y quienes han
creído en el potencial de sus viñas, resistiendo no solo a la
incomunicación, sino al canibalismo de la exitosa fama. Puede
incluso que en ellos resida ese misterioso y silencioso secreto. Y
apostaría que si no es así, por lo menos, sí el mensaje cifrado
que nos debería enseñar paso a paso la grandeza de sus
vinos/gentes.
Ahora y tras
soltarse de la mano de ALTA ALELLA y emprender solos un camino
incierto y heróico más si cabe. Veo (me veo) como en esa minúscula
crisálida de ámbar resinoso, a mi mismo y la tierra que le da
cobijo confitada. Una mezcla de mineral pedregoso y esencias que van
desde las cáscaras de los cítricos apagadas y fulgurantes; según
la hora del día. O las hiervas que crecen entre las gargantas y
caídas libres de su orografía.
Su acidez es
tan explosiva que te hace salivar, y tan deliciosa que es capaz de
romper la volátil untuosidad, en algo muy distinto: la adicción
cósmica. Ese adjetivo que es incapaz de describir la turbadora
sensación que conecta directamente el paladar y el olfato con la
excitación sexual. La que nunca acaba de saciarte o de descubrirte
sus indescifrables misterios; se le dice complejidad?
Bueno, yo
apostaría a que no siempre, y en contadas ocasiones. Encajan todas
las piezas cuando se trabajas en entornos y con uvas tan exigentes.
Seguramente que igual que dicen algunos, la magia ya está en esas
uvas. Solo hay que darles el trabajo cuidadoso, y que la climatología
sea benevolente.
Esta añada
no tiene el peso ni la corpulencia de las primeras: vinos que no
disimulaban su graduación, corpulencia o incluso una crianza más
larga. 2013 parece ligero y punzante, pero en el fondo tiene el
carisma de la Garnacha intacto. No sabría ni siquiera si es el
cambio de barricas de Alier por otras de Castaño y Acacia, pues ya
no me fio de las fichas técnicas o las etiqueta si no lo complementa
con una nota de cata anual. Pero tiene un carácter único que ante
la duda, solo me queda descubrirme por sorpresa. Más todavía cuando
se trata de un viejo conocido, un compañero de viaje.
MAS IGNEUS
FA104 no enseña sus dientes con su pálido pajizo. De echo no abusa
en absoluto de la crianza con el objetivo de preservar la franqueza
de las viejas Garnatxas blancas del Priorat. En ese trance podríamos
entrever un vino indomable y astringente. Sin embargo, y con cuatro
años de botella bien llevado, su perfume eleva a pura lujuria algo
tan próximo y siempre subestimado como la tierra, el campo y las
hierbas que lo decoran.
Creen de
veras que las piedras no hablan? Que solo son las flores y el
exotismo tropical? Pues quizás deberían perderle el miedo a ese
lenguaje de la tierra con su paisaje de murallas graníticas
custodiando laderas imposibles. Allí y en su entorno se entiende
mejor el lenguaje centenario de Mas Igneus y su sorprendente conexión
con la sabiduría de Tondonia.
La de esta
Garnatxa es bastante más arrogante y directa. Evoluciona y cambia,
aparece la retama, la flor del tomillo y el limón escarchado. Tiene
la longitud de los rápidos montaraces, acaricia y sacude su acidez
mezcla de pizarras y caliza. Un vino expresivo y hermético si eso
pudiese combinarse en un término. Explosivo cuando amanece de sol
mediterráneo perdido entre hondonadas y trialeras imposibles. Un
Maquis.