jueves, 29 de marzo de 2018

WHYTE HORSES_EMPTY WORDS_2018: LA SENSIBILIDAD DE LO NADA ESTRICTO, Y EL RIGOR ALTERNATIVO




Me calzo mis zapatillas, mis pantalones baratos y mi vieja camiseta calada de la Escola de Basket de la Penya; que curiosamente, todavía me viene. Entro decidido. Y al montarme en la bicicleta estática del gimnasio donde solo los obsesos de la obesidad y mayores, hacen kilómetros non stop. Y pese a que tras la pared contigua, el chumba chumba del spinning se hace dueño del silencio. Mi desconexión total es tal, que sin la necesidad de ningún auricular, la cadencia de bonanza melódica es lo único que necesito para marcar mi ritmo: más lento, rápido, o constante.


La mayoría necesitan un estímulo vigoroso, y hasta me atrevería, estresante. Para centrifugar la ansiedad diaria y convertirla en músculos, biceps y calorías en combustión.
Pero yo, sin embargo, soy capaz de blanquear la mente con mis pasados recuerdos ciclistas de hace treinta años. E imaginar que transito entre las retorcidas curvas de La Conrería, subiendo los repechos de Sant Feliu de Codina en El Cim de las Aligas, o bajando cuesta abajo hasta donde me estimbé con la roca de Sant Romà.
Pedaleos circulares de altos desarrollos que sin quererlo hacen de mi ejercicio, una especie de paseo. Del que mis tres años de entrenamiento, no solo hacen olvidarme de mis dolencias congénitas de rodillas atrofiadas, sino que me convierten en un observador anónimo de la fauna de gimnasios. Suena la música… como un tintineo del trineo de ese tío de la barba blanca, o mejor: El excitante sonido de los engranajes de las coronas en contacto con la cadena en precisión japonesa.

Las canciones nuevas de la banda de Manchester no lo son tanto. No son nuevas o sí, pero mantienen esa misma idiosincrasia de pantalón de franela picante y lana, que te atraviesa el pecho como una urticaria deliciosa y juguetona.

Son y debieran ser por siempre, la manera de tejer el Pop militante como una niñería que a sabiendas de que no debieras. Tú te sigues comiendo las uñas, te muerdes esa piel reseca del labio y sigues, abusando de las golosinas prohibidas por la simple adicción del azúcar ácido. Una manera más de seguir sintiéndote adolescente por un momento más o menos controlado, pero contínuo por antojo. ¿a caso no hay en la vida algo más excitante que hacer lo que te reclama el corazón? Seguramente por eso, es por lo que con EMPTY WORDS entre mi pecho, mi condición popera se reafirma.  


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Un disco que sin apenas variar el discurso más que obvio, premeditado y totalmente consciente de aquel capricho de Dom Thomas (Finders Keepers, B Music).
Que continúe dos años más tarde insistiendo en hacer que el Pop de los 60 suene con entidad en la más absoluta independencia. Tan solo puede ser por puro altruismo, divertimento o mero empeño en dejar constancia de...: Eso de que para que las cosas sean creíbles no vale con el antojo, sino que hay que hacerlas a todo color, con una buena encuadernación y a ser posible sentarse a explicarlas.
El nuevo disco de la bulliciosa banda de Dom y Julie Margat tiene todo eso, e incluso tiene lo más importante: Dieciséis canciones capaces de soportar el peso de un sonido casi de “culto” (o que no pretende cambiar), hacer canciones de pop de 4 y 5 minutos sin resentirse, y ser un disco tan digerible como una ensalada fresca recién cosechada.





Si pensaste quizás como yo por un instante, que su debut pudiese pecar de los atributos de una franquicia musical de teatro revival navideño; nada más lejos. Con este segundo trabajo del que a primera vista solo se puede extraer una conclusión como: ¿eran necesarias tantas canciones? El… ¿no suena igual que el anterior?
Todas justificadas supongo.

Igual deberías dejar el ritmo del pelotón y descolgarte al rebufo como Marino Lejarreta, y comprobar que dentro de ese rodar de Pop adolescente, hay un sentido amplio, paisajístico y cuidado, de una intención más o menos clara. La de empeñarse como Iam Button en Papernut Cambridge en recuperar un sonido y una época, por encima del concepto idealista de una banda de condicionantes atributos. Y hacerlo para más inri con una concepción pop de cortes rectos y entallados sin trampa ni cartón



Counting Down the Years” prosigue prácticamente el hilo de su anterior primer gran temazo en aquel Pop or Not del 2016: “Snowfalls”. Es esa misma inocencia heredada del sello Le Grand Magistery y sus acólitos, y de esos primeros discos de April March con una manera de entender el Pop directamente conectado a los 60 sin disimular en absoluto su querencia por The Ronettes o Shangri-las.
Solo que en este nuevo trabajo la sección de cuerda reviste de terciopelo el recibidor y planea por casi todo el álbum:

Never Took the Time” es mágica y dulce como aquellas canciones de Brian Wilson que hacen que el amor brote como en un aspersor. Otras que tiñen de western urbano aquí y allá haciendo de esta colección, un paseo más ameno y disfrutable; más que nada porque la autenticidad de su sonido solo echa mano de una fórmula muy sencilla. Por eso “ Greatest Love in Town” y la maravillosa “Fake Protest Song” (de nuevo con los coros de St Bart), tienen hasta cierto punto un toque exótico que nos puede recordar incluso a Vainica Doble.

Hay preámbulos y separadores de colores en plástico, como los de los carpesanos de tu cole. Que como capítulos, nos insuflan aire para disfrutar a las mil maravillas de bocados como “Empty Words”: Canciones de apenas dos minutos que hacen que este disco igual que el anterior, contenga esos reclamos que lo hacen irrepetible.
Any Day Now” junto a “The Best of It”; cantada por La Roux. Son dos pedazo de inSOULaciones que igual conectan a George Harrison con Randy Newman, o a Gloria Jones con Labi Siffre; desde una perspectiva infinitamente Pop, ojo.
Pero hay algo más que antes. Hay otra manera de estructurar el disco e ir poco más allá del mero pop. Y desde luego, para creerse un poquito más los discos o lo que nos intentan transmitir, es esencial que al escucharlos tengan cierto sentido o estructura de historia, más allá de canciones pegadizas, acertar con lo que busca el público (modas) y por supuesto tener cierto éxito.
Imagino que el echo de que con su primera grabación prescindieran absolutamente de cualquier promoción, gira o difusión al uso. Éste su segundo disco, es un poco creerse su posibilidades y perfeccionar igual lo que se quedó la primera vez fuera por timidez. Así que supongo, se pueden observar como dos partes donde todo queda igual en los siete primeros cortes: Un disco pop más o menos al uso, igual incluso un poco discreto.
Y no es hasta la estrafalaria “Watching Tv”, cuando la tortilla se gira e irrumpe el indiedance de fragor scalidélico; que bien podría verse representado por el “Love Up” de Paris Angels. O un pasito más adelante, con el adictivo “Snowplough” de Saint Etienne: Dos canciones y sobretodo esta última, que tienen en común esa parte dance de lisérgia etílica, que abordó el boom alternativo en el Reino Unido y que aquí se acotó a la inexistencia, en sectas muy reducidas.
La parte final de Watching Tv tiene esa parte de disco/psicodélica que en España apenas existió. Ese loop tan Happy Mondays que llevaron las sustancias, a perder un poco de vista el espíritu indie nativo hacia otros territorios. Pero que también forma parte de nuestra historia.
Watching Tv” como lanzador en plena final olímpica de los 10.000, y “Ectasy Song” como victorioso Zatopek. Son dos temas que cambian el registro del disco. Con las anteriormente citadas “The Best of It”, “Fake Prtest Song”, “Dawn Don’t You Cry” sería la otra gran canción del disco que conecta con aquella época de Lightneen Seeds, The Dylans, Happy Mondays o el Up to Our Hips de los Charlatans.
Y que pone punto final con algunas de las joyas de este fondista disco: “Ride Easy”, “Nightmares Aren’t Real” o “Fear is a Such...”:
Tres canciones que guardan para el final, esa intención de escuchar un disco largo de narices. Pero tan digestivo y deliciosamente intrascendente, como ese chupetón a un Calippo de limón en pleno verano.

Una disco para consumir como perfecta banda sonora en pos de la contemplación, de la tonta agitación primaveral, del ritmo hipnótico de la disgregación cerebral, y muy cerquita de la felicidad. La mía por lo menos.


miércoles, 7 de marzo de 2018

BELLE AND SEBASTIAN_If You're Feeling Sinister/1996 y... ESOS DISCOS QUE SONABAN TAN POP





Para que estos inviernos no sean tan inviernos, hacen falta canciones tan candentes como las ascuas de la chimenea de la casa vieja de la abuela. Que como miradas penetrantes, te hipnotizaban iluminando los días grises y oscuros. Pelando castañas con las piernas ancladas a una vieja mesa redonda cubierta de una recia tela, y un brasero debajo que te coja bien los pies.

Pero para el caso, me es suficiente con ese puñado de canciones del If You're Feeling Sinister y el Tiger Milk; ambos del 96.
Con ellos viajo en coche cada cuatro días (y un Sábado) a casa de mi madre para cuidarla cada noche y de rebote al pasado, pasando lista de mis viejos discos. Un propósito que se me lanza encima desde atrás, cada inicio de año:
Una sensación liberadora de tener algún tipo de compromiso con el recuerdo, el pasado, o el sentirse igual un año más viejo. Y tener la obligación (o necesidad) de cumplirlo a toda costa.
Esta vez he tenido un ataque de Pop mayúsculo. Más del que jamás imaginara; teniendo en cuenta lo poco que echo mano de él últimamente. Pero fue una noche de finales de verano. Un Septiembre de 1997 acampados en la Plaça del Rei bajo la luna melosa del final del verano; donde tan bien se acomodaban las pequeñas bandas hiperdesconocidas para la gran masa que todavía se aferraba al BritPop. Un sitio tan único, intimo y egoistamente hablando: NUESTRO. Que jamás a vuelto a ser lo que fue en aquellos dos/tres años (1996,97 y 98 a lo sumo). De echo, creo que todos sabíamos por entonces que aquellas noches atentas de acústicas perfectas y familiares, iban a ser fugaces inauditas y hasta legendarias.

Le hablas a cualquiera de una banda escocesa llamada BELLE & SEBASTIAN que apenas si reunía a 100 personas el día que tímidamente asaltaban territorios de imperios coloridos, pistas de baile y dilemas entre guitarras o electrónica. Y a día de hoy resultaría inverosímil imaginar la posibilidad de volverlas a ver allí. Es más, ahora la casi desconocida Plaça del Rei ya dejó de ser aquel reducto selecto y minoritario, a cambio de espacios amplios y vacíos de caliu.
La banda escocesa tomó otro camino, el lógico supongo. Que era hacer que aquellas sonatas autobiográficas para quien los escuchaba. Fueran ecuánimes y escaparan del reducto estrictamente popero, para conquistar los grandes escenarios; coto del indie, del rock y de la electrónica visual. Se publicó The Boy with the Arab Strab/1998, y para cuando quisimos acordar... Belle & Sebastian actuaban en el escenario principal del FIB, poniendo purpurina y baile a más o menos esas primeras canciones de ralentí acústico. Aunque carentes del intimismo y la pureza de esas primeras ejecuciones. Tanto, que incluso el disco que los catapultó también ha sido un damnificado para con el tiempo y la modernidad:
Hace escasas semanas la afamada e influyente Pitchfork, corregía el 0’8 que le otorgaron, por un 8’5. Evidenciando el quid de la cuestión de estos párrafos (sus dos primeros discos ni siquiera merecen una nota): ¿es acaso el tiempo el verdadero juez de nuestros maleables hábitos?


Hoy la mañana ha amanecido gélida. Tanto que el reflejo de los árboles se ha cuarteado en el charco junto a mi portal. Y ya no solo patinan mis neuronas y la pareja campeona de Pyeongchang. También lo hacen la abuelas madrugadoras sobre los pasos de cebra, los niños cuesta abajo, y hasta las urracas sobre las tejas del vecino. Y es aquí donde vuelve a entrar como por un mecanismo aquel disco. En la sinfonola que tenemos por cabeza, los que medimos e ilustramos el tiempo en forma de canciones.

Hablar justo ahora de If You're Feeling Sinister, cuando su último disco ha borrado todo rastro de aquel día; incluso de si mismos. No es revancha sino al contrario.
Es alabanza para aquellas tantas bandas que a fuerza de torcer su trayectoria, la sentencia es tan firme, que se empeña en dilapidar de un plumazo su existencia y hasta su importancia vital en un momento dado; el mío más íntimo.
La medida del tiempo es fulminante. Y aunque la dictatorial hegemonía de la actualidad y la novedad no deje más escapatoria que la de un “clear cmos” espiritual; para mirar atrás y así intentar entender el presente. Al final, la retórica de la música son aquellos discos que se convierten por mérito propio en unidad de medida de un tiempo, o de tu misma vida.
Por eso, no es ensalzar por pasión, devoción o trascendencia un puñado de canciones. Sino relatar el significado de las mismas, igual que un negativo tu recuerdo, aun especulando con la distorsión de tu melancolía.


The Stars of Track & Field:
Comienza a girar como un susurro. La apariencia quebradiza y casi desvitaminizada de Stuart Murdoch con su camisa blanca y pantalones de estudiante de privada. Y sin embargo son sus crescendos que nunca acaban de explotar, los que dotaron de una marca a este combo numeroso con apariencia de tímidos insufribles.
Esa idea de banda pop atípica que parece por primera vez, mostrar con orgullo el origen musical de los institutos, las corales y la idea de una banda como algo más colectivo y verdaderamente grupal. Y que en
Seeling Other People
Otorga el protagonismo a un piano, el de Chris Geddes. En una canción que empieza a no disimular su adoración a Love, y esa especie de northernsoul que se arrima más al folk de cámara que al pop estrictamente. Esa concordia en la que cada instrumento suma y no se inmiscuye, de manera totalmente intencionada. Y que rige prácticamente solo a este disco; por lo menos de la manera y la naturalidad con el que lo consiguieron.

Me and the Major fue el single por antonomasia y unanimidad. Sin embargo no sería esa canción que te pondrían en plena noche, en el local más popular de la ciudad para llenar la pista.
El indie, el grunge y el triunfal britpop de masas ya, hacían de Oasis y Blur, dos objetos mediáticos al nivel de Nirvana y Rage Against the Machine.
Radiohead estaban cocinando su disco más universal y el que los convertiría en intocables. Dos facetas: la tumultuosa, y la más introspectiva y espiritual. Y Belle and Sebastian tan solo era esa banda pop que hacía gala justo de lo opuesto. Igual que les pasara a Housemartins, de la que se alimenta sin disimulo esta canción y a los que todos consideraban divertidos y simpáticos, pero jamás tomados en serio por el ingenio de su innata “sencillez”.
Una canción que además de tremenda. Tiene esos finales de armónica que van tomando el timón del canal. Sobresaliendo del plano natural del conjunto a ritmo de chucuchú de Barrio Sésasmo. Y haciendo que sean pocas en el contexto del Pop hiperbtitish, las que brillen de esa desenfadada forma.
Like Dylan in The Movies parece esa tontería de canción, una más de tantas. Ellos no eran esa banda que viniera a dotar de solemnidad y protagonismo el Pop. De echo, si por algo brilla con tal diferencia el Pop, es por la sencillez.
Pero la sensibilidad amigos… La manera de hacer sonar a ocho músicos como una orquesta de plena discreción, como una caricia que conjunta todo y de la que puedes diferenciar cada instrumento, cada detalle, los crujidos de las cuerdas, y el susurro? En serio, solo este disco; absolutamente.
Pocos Lp’s tan disfrutables de principio a fin, sin estridencias. Homenajes perfectos a los guisos y platos cocinados con calma y eternidad. Con canciones de práctico casi acapella como la mullida Fox in The Snow de la que hay mucho tirón del brazo por la que hallar una excusa y hablar no ya de Belle and Sebastian, sino de un disco que resume un momento de la vida que se crisalizó. Y del que basta con darle al Play, para que se reproduzca fotograma a fotograma ese momento exacto, milimétrico e instantáneo.
Ataques de pop veinteañero con los que cambiar un pasodoble de fiesta de pueblo, por los de un agarrado con Get Me Away from Here, I’m Dying sonando. Esa especie de Blues colegial, la omnipresencia de Isobell Campbell y Sarah Martin, ambas celestiales e imprescindibles para conseguir en el silencio sepulcral, que aquel disco sonara tal y como se desliza por tus pabellones auditivos hasta tu ánima vibráfono: Delicado, detallado, endeble pero tremendamente sensual, y sensorial.

El acaparador murmullo de la calle a caballo de la guitarra, que alza el telón titulando If You’re Feeling Sinister:
Casi puedes revivir tu infancia de nocilla de cola cao con aceite. El vive calle y come tierra con pedradas. El salvajismo innato de tu barrio de periferia y descampados. La fauna terrorífica del trauma sibilino, deslizante y cotidiano de tu futura fortaleza. Y el despegue aereotransportado de tu imaginación tal y como suenan los teclados finales de Mayfly.
Esas pocas y aisladas veces por las que la música habla de ti con tu misma convicción. Y que aunque se crea que es algo generalizado, uno sabe que no siempre. Que solo son las que te acurrucan cada noche a oscuras y abrazado a la almohada, sintiendo que The Boy Done Wrong Again se concibió exactamente para ese fin.

Sinceramente creo que pasados esos largos veintidós años, que bien podrían ser otra juventud nueva. Y que el fondo son ya tu madurez adulta de padre, hijo miseriAcorde y reflexivo oteador. Solo puede acudir a ese tipo de discos, con las distancias y la prudencia de quien vuelve a visitar ese lugar que provocó ese antes y después letal.
No fue un día de revelación o de experiencia inolvidable, no. Fue tan solo una definición un tanto etérea y prácticamente inaudible. Que hace que pasados los años, sepas que sucedió así seguramente porque la arbitrariedad tiene eso: Que se mezclan, cruzan y coinciden reacciones más propias de las lunas, que de cualquier explicación teórica o química; benditas anomalías. Y si fue Judy and the Dream of Horses la última que sonó, seguramente no fue porque iba a ser esa la elegida; el amor de tu días. Tan solo porque los recuerdos casi siempre tienen una instantánea, que difícilmente pueda ser igualada a la hora de describir una noche con sus sonidos, conversaciones, miradas y olores con la misma exactitud, lujo de detalles… Y con muchas menos palabras.
Con tan solo diez canciones y cuarenta y pocos minutos. Que resumen una noche de final de verano en la que Belle and Sebastian sonaron como jamás lo volverían a hacer.
LIVE 1998

domingo, 25 de febrero de 2018

23è MINIFESTIVAL DE MÚSICA INDEPENDENT DE BARCELONA_17/02/2018





No hay mejor manera de acabar la semana y mes, que con la palpitante sensación de haber vivido un momento que desde ya se presiente inolvidable. Y cuando es la medida de una semana a... Parece ser el final de unos cien metros lisos hechos 1500.
Una nueva edición de uno de los pocos sino el único, evento de Barcelona, que mantiene intacto el espíritu de los 80/90's de “indie” con pedigrí: Cuando con poco se hacia tanto; supliendo los pocos recursos por pasión. Y comprobar sobre el terreno, que pese a tener unos carteles de lujo y sufrir la ausencia de público estas dos anteriores ediciones en su peregrinación a la magnífica Capsa del Prat. Su regreso tirando de malabares económicos sin cubrir gastos, ha supuesto un éxito rotundo de talento programador, de público apasionado y de músicos emocionados.


Y es que tiene mucho mérito seguir al pie del cañón, sin más recursos que la imaginación de un grupo de apasionados. Y conservar cada año su filosofía ecléctica intacta, y además reforzada. Reuniendo a un puñado de músicos entre lo prometedor, lo icónico y lo atrevido; si tenemos en cuenta lo económico “de tot plegat”. Y la calidad de sus directos, cuando no es el entertainment el que dirime en el dilema del resultado final, y lo más importante: La capacidad para sorprendernos y enseñarnos, sin caer en lo pretencioso.
Porque tampoco es necesario graduarse en el rock alternativo de los 90, para dejar escapar la oportunidad de ilustrarse sobre el mismo; pues a todo no se debería llegar. O como es mi caso: Esperar que tengan la ocasión para destapar ese baúl de las esencias, y dejarnos llevar prácticamente a tientas para no generarnos expectativas; que al final vienen a ser prejuicios.
COLLEEN GREEN fue la que me dio la bienvenida. Pues he de admitir que me perdí a Edurne Vega, Mareta Bufona y Marta Knight por problemas de logística. Pero que ya desde el momento de formar parte del cartel merecen toda mi atención; nada es porque sí.

A la joven Californiana tenía muchas ganas de verla. Teniendo en precedentes las propuestas de anteriores ediciones en el mimo orden de sintonía (False Advertising por ejemplo). Y un repertorio inquieto y autodidacta, que la avala en calidad e imaginación.
No inventa nada, por supuesto. Pues los bits minimalistas que acompañan su funcional guitarra, tiran de la fórmula Ramones, unos Primitives a la americana y parte de la escuela Throwings, pasada por un discurso sencillo, directo y magnético. Pero hay una magia inherente en cada una de sus canciones: La fórmula magistral para urdir con bien poco, lo que otros desperdician en recursos y ya quisieran para si. Canciones que hacen de puente entre el Twee Pop y el Indie Rock de padre Punk.

Monologuista con la sola compañía de una bajista, de la que he intentado averiguar su nombre; fracasando en el intento. Y las bases que hacen de único vehículo para su guitarra la preciosa voz que tiene. Se bastó para desgranar el amplio repertorio que tiene, más alguna nueva. En un set pecado de algo de frialdad y falta de sintonía con el público, pero que por suerte fue ganando en intensidad según fue avanzando. Con algunos de los temas más emblemáticos de su último y más sensual disco “I Want to Grow Up/2015”, y a pellas con su otro lado más PunkPop del refrescante “Sock It to Me/2013”: Sonando Grind my Teeth, Wathever I Want, Tv. You're so Cold, o Only One.
Con el Espai Social de las Bassas prácticamente lleno desde las 21:00, y por fin rememorando su principal aliciente: No solo el fin lúdico de disfrutar de aquello que ya nadie se atreve a programar o reunir. Sino el el nexo cultural que solo la música es capaz de generar, cuando se huye de la arrolladora masificación en pos del reverso más rico, transparente y desetiquetado.
A fin de cuentas, el clímax que aparece así sin más, cuando público y artistas tienen ganas de dialogar sin intermediarios.

Y tuvo que ser el de Nashville, EZZ BARZELAY (Clen Snide). El que pusiera patas arriba la sala, con su particular manera de exponer su extenso legado musical, como quien de repente al salir al escenario y sentarse con su guitarra fuese poseído por el demonio de Screamin' Jay Hawkins.
Un concentrado acústico que invocó tanto a su carrera en solitario como a la de su apadrinada banda. Citó ya incluso y aun no siendo explícito, al sustrato musical de su ciudad. Donde ya desde pequeño se nace con el compás aprendido antes que el gateo, el balbuceo y hasta el papá/mamá. Nashville mama y da de mamar música desde pequeños y hasta en la escuela es materia imprescindible. Y Ezz podría e incluso debería, ser declarado patrimonio inmortal de esa tradición y sobretodo, el mejor portavoz para hacer que las canciones en su concepto más expresivo y viral lleguen como llegaron esa noche: Con un folk de expansión polinizadora hacia el bossanova, el trovador, el pop... O el simple cuenta historias, que es capaz de representar con tan poco, una obra de marionetas, mimo y mucha alma; demasiada.

Dejó ese halo de felicidad que inunda. Que provoca oleajes de interior e incluso te moja los tobillos mientras sonríes, das un trago a la cerveza y miras alrededor. No es nada excepcional: Un decorado simple, unas gradas recogidas, tenderetes y el latido.
El latido es constante, bombea. Y no se da en todos los sitios por muy espectacular y mediático que se quiera hacer. Eso lo suele provocar la gente, cuando el artista sabe trastear el borne adecuado.
Supongo que también lo hace la gente que allí asiste. Es en realidad como esa mezcla perfecta de sabores, o la piel que hace que el perfume huela así; distinto en cada cuerpo.
Por eso, cuando THE WAVE PICTURES subieron al escenario para poner el broche a la velada, lo hicieron con una sonrisa que parecía crear esa aureola digna de la aparición de la santa. Felices como nunca los había visto en otras dos ocasiones, y creo que con esa condición indispensable que hace que uno sepa que la noche va a ser grande; nada puede fallar ya.

El trío de Londres, trotadores de clubs, garitos y mil rincones. Son de esas bandas que se han ganado las habichuelas por mérito propio, mucho trabajo, y por hacedores incansables de canciones. Lo que se dice cocina de aprovechamiento donde nada se tira, e incluso con lo que para otros serían sobras, para ellos son himnos.
Desde que los descubriera con su Beer In the Breaker del 2011 y ese contagioso discurso tan de Modern Lovers & Jonathan Richman. La idea de su música ha ido cambiando hacia terrenos más bluseros, oscuros e incluso psicodélicos; todo sin perder su idea directa de como deben sonar las canciones.
Si hace 6 años era David Tattersall el que llevaba el peso de las canciones, con su malabarista guitarra. Ahora la banda funciona a relevos, con un protagonismo mucho más repartido; la experiencia, ese intercambio jazzístico sobre el escenario... Y supongo la magia del momento cuando las sonrisas y miradas son cómplices: Prueba clara de que la cosa está funcionando y las canciones se solapan desde un repertorio muy distinto entre si. Que se complementan, que ya se están convirtiendo en pequeños clásicos, y se pueden hasta permitir el lujo de reinventarlos sobre el escenario.
Jonny Helm toca los tambores como un diablo, y el bonachón y tímido de Franic Rozycki se suelta y se pega unos solos de bajo, que bien parecieran los saltos sobre la cuerda tensa de un acróbata funamblista. Afinados los tres como ese vino de taninos imperfectos y acidez desbocada que pasados los años, se ha vuelto complejo y sedoso.

Nos/me ofrecieron ese concierto siempre deseado, donde un grupo viene a tirar por tierra tus sospechas. Primero porque su último álbum de entrada me dejó un poco descolocado, y sobretodo supongo, porque su última visita careció de la chispa que a este le sobró.
Y mira que aquel Great Big Flamingo de hace cuatro años, me pareció seguramente su mejor y más arriesgado disco. Pero una cosa son las sensaciones que te produzca un Lp e imaginártelo. Y otra bien distinta es imaginártelo en demasía y distorsionar tu criterio. BAMBOO DINER IN THE RAIN/2017 pese a no destacar precisamente por prácticamente ningún llamativo tema, tiene esas gemas que dan lugar a seguir picando sobre el escenario. Y al final conseguir que su repertorio gane enormemente en matices y posibilidades ilimitadas.
Llama la atención la cantidad de adeptos incondicionales que arrastran ya a estas alturas, pese a tal y como recordaban hacia el final del concierto. Hace doce años en su primera visita, apenas si reunieron a cuatro descarriados.
Hace dos sábados, hicieron vibrar Les Basses con gran parte de su último y más laberíntico disco, sin apenas resentirse la ausencia de algunas de sus mejores y más clásicas bazas. Y con el valor añadido de centrar su directo en un último trabajo, que obliga a picar piedra sobre el escenario, y a creérselo para defenderlo.
Tremendas “Now I want To Hoover my Brain Clean” o “Panama Heat”. Pero sobretodo llamativo, porque vimos a unos The Wave Pictures distintos y con una coartada mucho más creíble, para acabar por convencernos que aquello que sentimos al escuchar sus discos, se traduce en su directos: Tensión, emoción, improvisación y felicidad. Alguien da más?

lunes, 29 de enero de 2018

BLACK ISLANDS_DISCO NUEVO_2018: EL LATIR DE LOS TIEMPOS




Los tiempos cambian y nosotros con ellos. O somos nosotros los que nos empeñamos en cambiar el curso del tiempo?
Notaste que ya no te despierta por la mañana el cantar de los gorriones y sí el berrido de las cotorras? Que las gastroenteritis se solapan con la gripe, o el moquillo mañanero. Y que no es resaca sino achaque. Tu madre no te daba Quina San Clemente con una yema de huevo?
A mi la mía me llevaba a ver a la Virgen Cochita en busca del remedio contra la querencia de mil males y recaídas. Era un niño enfermizo; todo un hecho. Y pese a nacer rechoncho y con cinco quilos ochocientos, era asiduo al practicante y sus inyecciones: Catarros, bronquitis, ataques de crecimiento y hasta unas fiebres tifoideas; que lo no me mate, me haga inmortal digo yo.
Y que pena que en vez de someterme a las ventosas de yogures, mientras veía inválidas caminar mientras lloraban y se orinaban, madres en llanto, y vivas!! en forma de oda gospel. No existieran por entonces semejante medicina de Popunk centrifugado, como el que BLACK ISLANDS me sacude estos días de propósito mental de 2018.

Miro al cielo con los ojos en blanco, la mente negra y el corazón podrido. No me pongo en manos de la providencia, aunque según tomo conciencia de lo que me acorrala la vida y sus esbirros, igual es la única posibilidad; el sentido de la coherencia no, desde luego. Y estos, los retumbes y redobles que sacuden conciencias a base de dejarse caer cuerda abajo a las catacumbas y caminar por las grietas:
Canciones que piden volumen alto, acompañan el grito a la salida del trabajo; si lo tienes. Y que por pura inercia son y deben, su naturaleza al tiempo que les toca vivir.


Black Islands han vuelto tras casi cuatro años de su increíble debut con Burguer Records. Y lo han hecho con la determinación intacta e incluso reforzada, de quien convierte las trampas, zanjas y obstáculos, en pura energía. Un regreso musculoso y fibrado que lee el presente sin renunciar al cáustico Rock de los 80 “Made in”. Para que de ahí salga algo que conecta de manera inherente nuestro pasado rockero con más solera, la travesía hereditaria de los noventa y... lo más importante: La feroz personalidad de quien lo toca, cuando lo toca y cómo lo hace sonar. Haciendo que esa indeterminada frontera entre el pasado, el presente y el futuro sea tan solo una mera interpretación, con el único objetivo de ser uno mismo.
Diez canciones imparables donde la inocencia juvenil da tantos hachazos como besos. Y que no desfallecen, y deslumbran por la intención de no andarse por las ramas cuando la inmediatez es su mejor valor.

En la escena actual nacional hay dos maneras de hacer las cosas o de bregar con el momento, que también podría valer para la internacional supongo. De echo creo incluso que es válido para todo en la vida:
Seguir el curso y la inercia de las tendencias, mayoritariamente puestas en manos de los lumbreras: Tipos que dedican su vida a convertir la nuestra en una interfaz cómoda o en una smart live no táctil, sino tan integrada en nuestros hábitos como la repetición de las cosas. Y nuestro clientelismo claro: Gente que con tal de no calentarse la cabeza y hacer de su vida un sino lúdico, se ponen en manos de los primeros.
Es cómodo, es una inercia e incluso un viaje de no retorno. Cuanta más gente hay así, y es un hecho no confirmado pero real, más raros somos los que pensamos distinto. Te llamarán vejestorio y no adaptado al futuro; estás caduco. Vives anclado en el pasado, cuando el pasado ahora, solo es un icono para molar y poco más.

Bueno, pues tras este sermón reflexivo, ya que cuando escucho un disco, no solo lo disfruto, sino lo interpreto e intento buscarle una causa/efecto a lo que me genera.

DISCO NUEVO de BLACK ISLANDS contiene esos efectos secundarios de toda medicina que no solo pretende que bailes como un cabrón. Sino que además es una piel nueva que sigue la marcha de bandas como Las Ruinas, Tigres Leones, Pablo under Destruktion, Cuello, y bueno... Un montón más que al margen de conexiones estilísticas, creo que se caracterizan y complementan por una actitud común a la hora de proyectar influencias, pasado, e identidad propia.
No solo hay una novedad más que evidente, grabando el disco íntegramente en castellano. También tenemos un empuje rotor que mueve todos los engranajes, aprieta ajustando cada clavija o resorte, y engrasa cada nota a una sola. Black Islands es una banda que funciona sincronizada como pocas y que en este disco ha dejado constancia. Sus canciones claro está, lo transmiten. Y si bien es cierto que lo principal, en un disco, es que entre por las orejas directo al corazón. También hay un latido invisible, que a ciertos especímenes nos lo facilita. ¿se acuerdan de Ramones, Motorhead o los Pixies también, por ejemplo?
Pues supongo que sabrán de que les hablo cuando escuchen “Juventud Perdida”, “Reino Animal” o “Transfobia”: Tres canciones que nos levantan un palmo del suelo tras la hedonista “Playa Interior”. Y que hacen que una curiosa especie de belleza optimista manchada de oscuridad y agitación, se revuelva entre la ambivalencia y la contradicción.
La métrica exquisita de “Exilio de Amor”, que convierte la amargura en un pequeño himno de bolsillo. Su Pop de tonos grises con reflejos soleados que juega con el paso cambiado, la parada en seco o los textos que se cantan sin seguir ese estribillo predecible en “King Kong, el último abrazo”; cuando cierran el disco y se declaran inmortales por propia decisión, en un surf caústico sobre olas de afiladas rocas. Dan vida a un disco que rezuma la frescura de una banda que ha hecho de cada canción, un grito puro y libre. El homenaje a Wedding Preset de “Chaqueta de entre tiempo”, ya no por influencia, sino por la paleta de colores que se utiliza en este disco (Parálisis Permanente, Lagartija Nick, Surfin' Bichos, Jesus & Mary Chain, The Cure e incluso los Burning).
Creo sinceramente que una de las cosas más chulas que transpira todo el disco en cada una de sus canciones; por la forma, la intensidad, sinceridad y poesía juvenil. Es ese nexo entre toda una generación de bandas que nos quedan muy lejos, pero que son parte innegable de nuestra cultura musical; sobretodo la de aquí. Y que hacen que la música pueda ser única e inmortal.
El compromiso con los textos y la rítmica de “Reino Animal”, que perforan las tripas. La belleza magnífica de “Hospital” que catapulta al cielo, con la perspectiva que da la altura sobre lo que hemos sido o lo que queremos ser. O el “Ora Pro Nobis” que clama al cielo los problemas de la conciencia, la fe y signo de la vida.
DISCO NUEVO tiene bastante más mensaje y mala baba del que se aprecia a primera vista. Y sin lugar a dudas, uno de los trabajos más fieros, directos y prometedores del panorama nacional, en el presente año. Con una manera tan fácil y a la vez efectiva, de conjugar tantas señales que nos proporcionado numerosas décadas. Como de convertirlas en canciones imperecederas y tonificantes.
Una cita ineludible, obligada e ilustradora de nuestra música. En la CAPSA del Prat, donde su magnífica acústica dará cuenta de dos bandas imprescindibles para entender la escena alternativa con pasado, presente y futuro.

LAGARTIJA NICK & BLACK ISLNADS, el 3 de Marzo.

sábado, 20 de enero de 2018

DESENLACE: THE BEASTS OF 2017 Y... LOS LATIDOS FINALES?



Los diez primeros de mi 2017 particular no es que merezcan una mención especial. Pero para un tipo que escucha tanta música al cabo del año, siempre debería haber unas niñas de sus ojos, unos hijos de sus entretelas... O mejor dicho: Esos latidos de un año que han confeccionado ese cardiograma montañoso y de simas, del cual más o menos definirás esa constancia.
Te pueden gustar muchos discos, menos discos y más canciones pero en realidad, todos sabemos que el cerebro y esa glándula que segrega placer melómano, cuando escucha la rotundidad de un gran disco que sabes que es especial. Conforme pasan los años, gestiona la poca energía que va quedando y concentra esa energía a base de estímulos.
Con cada disco va un vino. Pues para compensar la escasa cosecha de ideas escritas sobre vinos, cine y otros menesteres que no fuera la música para olvidar el asedio de este puto 2017.
Igual he bebido demasiado y se me ha olvidado algo. Y que narices!! no seré yo ahora ya con el año pasado, las camas sin hacer y la mesa llena de cercos, el que me niegue más letras.
Abrazos de esos que aprietan y cortan respiraciones por amor y emoción para este 2018.
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01: THE BATS_THE DEEP SET vs. FINCA SANDOVAL 2008, MACHUELA CUENCA

Alguien pensará que para subirse a un podio, mirar desde la altitud de la tarima y hacerlo único. Se necesita algo más que un sentimiento puro a la hora de escribir canciones después cada muchos años. Pero lo cierto es que la conquista a veces del corazón de un Popero empedernido como yo, apenas si necesita esas capas que como estratos, componen esas melodías en ascensión que funcionan como una. Pero que puedes diferenciar con claridad.
La banda Neozelandesa es como el Agave Americano de las planicies: Solo florece cada diez años sin apenas compromiso, y la misma trascendencia que la de un erizo de Hug. Solo que ellos, hacen lo propio cada 3, 10 o 6 años, como esta vez. Y practicamente susurrando al oído del mundo, Robert Scott vuelve a firmar doce joyas de Pop jugoso donde mojar pan y chuparse los dedos.
Cuando lo hacen y a sabiendas de que siempre han sido ese secreto escondido por años. Sus discos siguen conteniendo esos mismos rasgos de franqueza, armonías vocales devoradoras y un tono crepuscular arrollador. No son estridentes, llamativos, pero sí la cuenta pendiente más grave de nuestras tres últimas décadas de música alternativa. Y con el mismo pop inmortal que Go Betweens, The Smiths o Orange Juice.

Si he de explicar las razones que me mueven a considerarlo, mi disco preferido del 2017. Sería un motivo tan sencillo y adecuado, como el sentimiento de calidez o el sentirte acogido. Es el mismo que busco y encuentro en el juego de cama afelpado de mi madre. Cuando me echo después de comer cada sábado y reposo la mejilla. The Deep Set es arrullable y perfecto para esta época del año; casi la misma en la que se publicó. E igual de presente tengo también el último vino que me bebí la comida de Reyes:
Un Finca Sandoval de Victor de la Serna. Que encontré casi de casualidad salvadora, en el Corte Inglés mientras compraba a contrareloj los regalos de reyes de mi pareja.
Un 2008 abandonado a su suerte, con esos años de botella que le da el pasar inadvertido a la mayoría. Muy distinto del primero que bebí hace ya dos años aprox: Amable, cálido como el origen de sus viñas y con un tanino inapreciable y fresco como la arcilla contenedora de su humedad. Que le proporciona los fresones y las grosellas, haciéndolo apetecible y de trago fácil.
Las sensaciones son apenas las mismas: El placer in crescendo, tímido, aterciopelado y confortable de sus notas. La frágil voz de Robert, los coros debajo, de Kaye Woodward y Poul Kean tejiendo armonías mientras Malcolm Grant pasa de puntillas. Caramelo Pop con letanías de Folk y alma Velvetiana.


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02: GUN OUTFIT_OUT OF RANGUE VS. GRAMONA IMPERIAL 2013 MAGNUM, CAVA PENEDÉS

Estaba expectante por saber el paso a dar de la banda de Olimpia tras su fabuloso “Dream all Over” del 2015 (8º en nuestro top). Sobretodo teniendo en cuenta la incertidumbre y el desasosiego de mis primeras escuchas.
Al final, no tengo más que rendirme de nuevo al camino de sus canciones, a esquinazos del -Ey, aquí estamos!! psicodélico.
Su nuevo viraje de timón, esta vez, nos lleva hacia los destellos -pese a llevar los ojos vendados- de los neones Neoyorkinos.
Un fulgor que se ve presente como las alcantarillas humeantes de la gran ciudad, aunque el gaznate siga reseco y arenoso del camino largo entre coyotes y Carnegieas. En una palabra:
Estamos ante un disco donde desaparece la tan socorrida psicodelia, como el pegamento que para todo vale. Y se pueden ver y casi tocar las siluetas de la Velvet & Reed, de Television o los gestos de Lawrence (Felt); sobretodo al inicio del disco (Ontological Intercurse), o si queremos, a unos Luna en versión más contemporánea.
Una presencia no tanto en lo musical, como sí en lo narrativo y la cadencia de todo el conjunto. Un manojo de canciones con más entidad que su anterior disco, aun careciendo de esos temas que sabemos, se adherían mejor y más fácil al riñón. No obstante, creo sinceramente que el mérito de esta hechura esta precisamente en el escapismo de lo inmediato. En dotar al disco de un fulgor que navega entre las calles secundarias de la gran ciudad de brillo nocturno cosmopolita, pero también tremendamente salvaje. Y pese a esa apariencia urbanita refinada, tener la capacidad de hacer confluir el Folk rural y abandonado de tacto arenoso que siempre los ha caracterizado.

Su evolución mismamente la podríamos colocar al mismo nivel de un GRAMONA IMPERIAL de recientes añadas. Un Cava reserva con larga crianza que ha ido pasando de inmediatez de acidez crocante. A un vino espumoso, donde el inconfundible vino base estandarte del abuelo Gramona. Que siempre ha dotado el carácter del III Lustros, gana terreno y lo hace: Más complejo, aterciopelado, huidizo del frío excesivo y amante de las marchas largas contemplativas. Una joya que por su vestimenta corriente en estanterías de grandes superficies, no debería confundirse con uno de tantos.
Sendas evoluciones y crecimiento interesante, se solapan en texturas, disfrute e inmediatez. Disco y cava confluyen en una complejidad bien entendida que nos debería enriquecer en perspectivas y amplitud de posibilidades.



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03: BIG THIEF_CAPACITY Vs. LOS PASISTOS, BABOSO NEGRO, TENERIFE

Las capacidades de esta pareja de Brooklyn (Adrianne Lenker & Buck Meck) no deberían ser ya discutidas junto a la de sus escuderos, Max Oleartchik y James Krivchenia.
Dos discos los avalan ya. No solo por la sensibilidad, sino por las tremendas posibilidades también, que le extraen a un Folk sobre el papel: crudo, desnudo y rotundo. Una estética tradicional de sonatas mirando al cielo estrellado de la noche, que bebe de la esencia de la música Americana. Pero que indudablemente muy mucho por la culpa de las tremendas posibilidades de Adrianne, a la que banda se le adhiere como una segunda piel; sin exceder en adornos más que lo imprescindible y necesario.
Pese a esa pulcritud a la hora de manejar los tiempos con delicadeza. Hay una fiereza presente de desgarro que las sacude en su aparente fragilidad, y que las convierte también un 50/50 en Rock descalzo. Son en el fondo, esqueletos andantes que se pasean con un traslúcido cuerpo imaginario de belleza y melancolía sin igual; sobretodo en éste su segundo álbum.
Aquí las canciones en esencia más acústicas que en su anterior disco (Masterpiece/2016). Nos llevan hacia tiempos pasados, buscando a esas mujeres que con apenas su voz, lograban estremecernos: Norma Tanega, Linda Perhacs, Margo Guryan... Aunque el cuarteto en esa aparente desnudez esconde una audacia muy particular: Sus canciones insuflan belleza pop, y son capaces de transmutarse sobre la marcha desmenuzándose en otras muchas y diminutas canciones.

Vino y disco tienen mucho en común, sobretodo que no hay rastro de maquillaje que disfrace lo que de verdad quieren ser: Ni levaduras que no sean la de la misma uva, ni más sulfurosos de los imprescindibles, con todo el raspón, y por supuesto sin filtrar. Una crianza que no deja ni rastro de barrica donde todo es fruta. Y esa acidez característica de los vinos de origen Atlántico, que desnudan la uva tal y como es con todo su origen volcánico y mineral.
La parte arcillosa de su tierra junto a su parte volcánica; seña de identidad del Valle de Ortava (Tenerife). Hace que la fruta sobresalga con aromas a violetas, tierra húmeda, tabacos sin secar. De boca afilada y directa, pero sedosa y amable como las canciones que integran Capacity. Poniendo en común esa identidad franca y de terruño sin artificios. Dejando que cada nota refleje una simpleza y austeridad que no es tal, pues al final sobresale su belleza. Principales atributos de ambos: Belleza natural y complejidad emocionante.



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04: SHEER MAG_NEED TO FEEL YOUR LOVE Vs. LA GUITA, FINO EN RAMA SACA OCT 2015, JEREZ

Del pago de Miraflores (uno de los más emblemáticos de Sanlucar), nace esta diminuta diablura: Una síntesis esencial de los vinos de Jerez, pura como la primera prensada de aceituna o como la própolis de una colmena de la Algarabía de Monte Rosado.
Hablamos de esta, pero podríamos hablar de tantas -manzanillas en rama: como criaturas descalzas que corren calle abajo por el pedregal. Igual que hacía yo con 8 años por los cantos de río que cubrían las calles del pueblo de mis padres.
Crocantes y de salinidad mineral, tienen no solo la llave de posteriores vinificaciones y aventuras de años. También la inmediatez sabrosa y gastronómica que debería acompañar toda comida y también después, a cara de perro.
Y como ven, empezar por el vino no es un capricho sino un tentempié necesario diría yo. Para tirarnos en plancha sobre esta banda de Filadelfia, que igual hasta rompe con la tradición de esta ciudad de la costa este. Pero de la que su medicina ya me trató en el 2016, cuando juntaron todos sus Ep's y les quedó un desfibrilador de guitarrazo y grito, tan puro como aquel hardrock con olor a cuero.

Así pues, no había más narices que agazaparse tras el cubo de basura y lanzarse sobre su debut oficial. Se llama “Need to Feel to Love” y pide amor tanto como lo da. Te lo da a cubos de agua helada, a fogonazos candentes y ardientes, y con una energía vital donde parecen fundirse una Cindy Lauper atacada, Gossip y esa parte más hard, satinada y bruta de los 70/80's.
Aunque el arranque sea un poco de saltar las lágrimas y molonamente jeviata. Su disco de debut modera el discurso y esquiva con elegancia ese exceso de rockduro en plan “Meet me in the Street” o “Turn it Off”; que por cierto, a mi es lo que más me mola. Y se tiran hacia un derrotero más Blusero o Powerpopero, hey!! que les sienta rebien. Pero me quedo con su vena bestia y primitiva, aunque hay que decir que por más que se quieran buscar equidades con bandas revival de ahora. SHEER MAG tiene un ingrediente que los hace más auténticos: Son puros y directos, y sus canciones además de ser tan frescas como la manzanilla en rama, tienen también la retama, el esparto y los aperos que la hacen juvenil, desprejuiciada y arrebatadora, se tiren por donde se tiren a la hora de cantar y hablar de rOck del bueno.


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05: CENDE_#HIT SINGLE Vs. GUIDO PORRO VIGNA LAZZAIRASCO 2011 BAROLO

Se bebe como un sirope venenoso de cítricos y vitaminas del, ahora!! Saben del grito repentino que hace saltar? del sobresalto o el brillo de los ojos?
A veces no es la luz, es la sintonía. Y este pequeño concentrado de Pop tiene ese ingrediente secreto que a menudo no se sabe explicar.
No me vengan con que solo son 8 canciones y no es un disco propiamente, o como dios manda. No lo consiento, me da igual. Me parece que son las ocho canciones más gloriosas del pasado 2017. Sólo, porque obedecen a un acierto del que no he sabido nada en años. Y porque la unión de Cameron Wisch, con esa voz que emana libertad total y el bataca de LVL UP, es de la mejores noticias posibles en esta tan aburrida escena “indie”. El resto acompaña como los ángeles y hacen vibrar las guitarras y la rítmica cruzando Pixies, con vigoroso pop electrificado. Para que sin hacer demasiadas cábalas, sus canciones suenen a ese pop rotundo que suena como el motor de un Eagle Speedster: Pistonadas de las que gruñen queriendo rockear.

Un medio tiempo que delega en la calidad de sus canciones ¿porque es eso y no las definiciones las que definen, no? Igual que no discuto entre el perfil moderno o austero de este sedoso Barolo que los acompaña.
Hay una discusión saben?: Clásico o moderno? Que es lo uno y lo otro? Me quedo con la personalidad saben. Algo que no se parece a sus tíos abuelos, pero que asoma afable y a la vez elegante. Con una finura que se acerca a la de Giacomo Conterno, pero sin el corsé de preservar las apariencias.

Este Barolo es la excusa para permitirse un Piamontés, sin dejarse los ahorros por el camino. Veintipocos euros de pura elegancia y taninos sedosos, que te hacen sentir como un bebé recién duchado y untado en aceites de coco. Uno de esos vinos que se distinguen por no necesitar demasiada experiencia en los corpulentos vinos del norte Italiano, ya que ahí también hay parte de mito. El Vigna Lazzairaso es una prueba: El día que lo abrí sin mala botella a la que echar mano temía un vino hermético, tánico o demasiado verde por falta de botella. Pero la viticultura es un pequeño milagro que obra a favor de quienes ya no creen en los estereotipos. Y que esperan las sorpresas con las manos abiertas y los ojos cerrados. Vinos y música fáciles, que no superficiales y planas.




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06: HAPPYNESS_WRITE IN Vs. MAS D'EN COMPTE 2007, PRIORAT


Este disco de terciopelo extremo, no apto para las impaciencias del día. Son de los que quieres y huyes según el día pudiéndome al final el cariño que le profeso a este trío: sencillo, discreto y sensible también.
Puede que no pasen a la historia y les pese el preciosismo de encaje que tanto recuerda a la ELO más romántica o al SoftSOUL de amores declarados, e incluso a unos Beach Boys cargados de Slowcore.

Junto con este blanco licoroso y opulento que también nos hace de alguna manera imprudentes adolescentes. En sus dos caras: la de la jovialidad y su evolución en botella de estos años. Se ven a dos chavales corriendo entre las encinas, madreselvas y aladiernas persiguiéndose en una explosión hormonal. Se respira la manzanilla, el hinojo y el volumen amielado del romero en flor. Se mastica el mineral diluido de paso explosivo... Una barbaridad que se puede encontrar por 12 euros, con suerte siendo constante y concienzudo. Una personalidad y hacer como el de este trío tímido y discreto. Pero con una idea muy clara de por donde tiene que ir su sonido y evidentemente, la impresión paisajística de deben dar sus canciones.


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07: THE FUTURE ISLANDS_ THE FAR FIELD Vs. BASSUS PINOT NOIR MAGNUM 2008, REQUENA

Tras casi diez años de carrera y cinco álbumes a sus espaldas, como quien se encapricha del amigo chistoso. A la banda de Baltimore le ha tocado lidiar con el repentino éxito de The Singles/2014. Un disco que pese a contener una de las canciones con más gancho de su carrera, y ahora que por desgracia todo se mueve por “temazos”. Para mi gusto, creo que no era uno de sus grandes discos.
Sin embargo, tener que justificar tu música a base de buenos singles, tiene esa parte de arma de doble filo. Algo por lo que le ha tocado pasar históricamente al Pop electrónico, synthpop o Tecnopop; como se le denominaba en los 80. Y que por otra parte siempre ha parecido restarle importancia respecto a otros géneros musicales. Relegándolo casi siempre a música ligera, sin talento y sobretodo, infravalorada.
Pero cuando sin más intención que venerar a las canciones, y su conjunto. Te pones en manos de un tipo como Samuel Herring, que siente el subirse a un escenario y cantar, como la última voluntad de su vida. Es entonces, cuando la música, el conjunto y su escenificación, alcanza una graduación superior: El teatro, el personaje, lo bizarro o si se quiere lo poético. No hay mayor pasión que la de que creer lo que haces y llevarlo a cabo sin esperar más premio que el del público.
Digo esto porque a la música de Future Islands habría que valorarla en su justa medida, desde toda su idea y conjunto. Sobretodo porque sus inicios humildes no los han cambiado demasiado pese su cierto éxito. Y que sea con The Far Field, con el que sienten cátedra en lo que se refiere a publicar uno de sus mejores discos de pop sintético; los honra.
Justo cuando la tiranía de las tendencias les dan la espalda. Ellos han elaborado un disco en el que la elegancia, la manera de cantar esas canciones y su belleza oculta, reverberan Pop por los cuatro costados. Llámalo Tecnopop, indiepop o lo que quieras. Hay veces, no demasiadas, donde la canción pop en su aparente simpleza y superfialidad, brilla como tal; o no son las canciones las campeonas? Su disco con más atractivo, sin necesidad de generar himnos porque ellos mismos se hacen solos. Y con un romanticismo natural, que a mi me derrota sin más.

Es más o menos el mismo amor indefendible que uno intenta explicar de un buen Pinot Noir. Más aun cuando este se hace en nuestro país, y lejos del origen frío de esta delicada uva.
En Requena (Valencia), las bodegas Hispano Suiza sí se saben dar el temple. Y elaboran un Pinot Noir 100%, que pese a correr también el mito de que no aceptan el paso de los años en la botella. Va y zas!! te topas con una Magnum que a modo de fudre: Ha mimado, acunado y defendido, un estupendo tinto con 9 años de botella que en fin de año se expandió licoroso. Como un perfecto tinto de corte suave y aterciopelado ideal para cualquier platillo.
De nariz tostada y toques de cacao, higos secos y frutas maduras. Hizo las delicias con su sedoso paso por boca, con unos taninos golosos y de puro bellú. Una joya al igual que Far Field, de las que se van abriendo a base de escuchas, de agitarlo y de disfrutar su perfume antes de que sea tuyo, o él espíritu poseedor.
          

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08: HORSEBEACH_BEAUTY AND SADNESS Vs. TERRA REMOTA EL CAMINO 2013, L'EMPORDÀ

Me alegra un montón escribir por estas lindes, de una banda que tanto me revive esa primera idea que concibió ese primer amor por el Pop; allá por los 80/90. O por lo menos esa idea inicial de los sonidos que brotaron en su ciudad natal Manchester, asociados a Sarah Recors, Shinkansen Records y Setanta. Y que de alguna forma también, hicieron por aquellos años que un tipo de música estuviera asociada a unos sellos (Creation, Cherry Red, RoughTrade...). Como un estilo de vestir, una caída de pantalones, o el tacto de una parka).
El segundo disco de esta joven banda de Manchester, sabiendo como sabemos el poco margen de maniobra que tiene esta cadencia de Pop, entre la elegancia, refinamiento y vaporosidad. Consigue al contrario que ha pasado con Beach Fossils y otras tantas bandas, que no resulte anodino, liníal, plano y... aburrido en una palabra. No tiene porque ser así, es un error garrafal creer que son los géneros y no la forma de cocinarlos.
Canciones flotantes y ondulosas donde el mérito recae precisamente en eso: La elegante suntuosidad de sus arreglos, el ambiente que recrea la aparente sencillez de sus notas y la sofisticación del resultado. El Soft Funk, las evocaciones cariocas a bossanova, el ambient... Sade, Santana, tropicalismos... Un disco que para mi gusto penaliza por ejemplo al de Destroyer; que me gusta un montón pero por sorpresa no ha entrado en este Top; la mía y todo.

Todo dispuesto en una mesa ante el balcón. Haga sol, o sea la niebla gris y densa en finas lonchas. Una copa de Terra Remota haciendo el Camino una ruta sin un destino certero. Aterciopelando las cavidades bocales como el paso de un río de pétalos, grosellas y ricura. Ese vino que desdice el mito de que L'Empordà tiene el nervio a flor de piel por los envites de la Tramontana y el Mestral.

Aquí todo es armonía, golosería y esa acidez bien dispuesta que lo hace adictivo, diluyente y compañía fija, se coma lo que se coma o a solas mientras cocinas. Es ese vino ecológico que rompe mitos. Rotundo, crocante, de fruta escarchada, de disfrute, de entrada fácil pero de complejidad juguetona. Como una buena conversación, ¿sabes? 

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09: DANIEL WYLIE & THE COSMIC ROUGH RIDERS_SCENERY FOR DREAMERS Vs. EMBRUIX DE CELLER VALL LLACH 1998, PRIORAT

Fue ese día que picó en mi casa y tras mirar por la mirilla y no reconocerle. Abres y ves que esos diez años nos han cambiado lo suficiente para añorar más que extrañar.
La de D. Wylie es una historia tan injusta como el haberle perdido yo la pista desde aquel increíble “Enjoy the Melodic Sunshine” del 2000. Del que no solo perdió la autoría, sino que ni siquiera figura en alineación oficial de la banda en wikipedia, pese a ser su fundador e ideólogo.
Entonces hay quien pueda pensar que su vuelta a casa por lo que es suyo, sea una especie de venganza. Pero yo creo que tras publicar cinco discos en solitario sumido en el más absoluto ostracismo, bien merece reivindicar por fin a SU banda como idea y aunque sea solo por puro amor propio.
Scenery For Dreamers es un si se quiere: su paso más ambicioso y decidido desde “Chrome Cassettes/2015”. Un disco que va directo a la esencia de su primer y más exitoso disco del 2000, pero sin ese toque de psicodelia hippie, y con una rotundidad powerpopera bárbara. Guitarras que aguijonean y pellizcan como las de los míticos Big Star. Y hermanas de sangre de los Teenage Fanclub, cuando los arpegios vocales nos hacían volar en viajes oceánicos hacia las costas californianas, vía escocesa. Uno de los hacedores de melodías más inconmesurables y lúcidode la última década de vuelta a casa ¿no es para felicitarse?

Tan necesitados que estamos de Pop mayúsculo con alma rockera. Como de un trago largo y reflexivo de un Embruix del renacentista Priorat, con la perspectiva de casi 20 años.
En realidad, este vino mide esa misma travesía. Desde que se elaboró la primera vez con cupatges de Merlot y otras uvas, para darle el volumen y la cercanía que atemorizaba por su rotundidad. Y que a día de hoy y con el privilegio de tomarlo con el relevista Jordi Miralvell cuando la meta está en la indómita Cariñena (Sansó). Nos hace observar desde la atalaya de la Sierra de Monsant con el paisaje a nuestro pies. Toda una vida transformista de la nuestra propia, y lo que nos rodea. Exquisito polvo de nácar que se desliza con sapidez y la elegancia. Y la frescura imperturbable de un gran vino que ya es dama elegante y refinada, con todavía ese toque indómito de pizarra, hierbas de montaña y carácter superviviente.
El Priorat y esta clase de discos, deberíamos disfrutarlos desde el antes y el ahora. Quizás así entendamos que hay cosas que están por encima del mero gusto. Y que llevan bajo la dermis, una historia y un origen que solo se aprecia con el tiempo y la misma tenacidad que los forja a base de abandono, sacrificio y explosión.


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10: GOLD STAR_BIG BLUE Vs. FINCA LAS CARABALLAS, VERDEJO ECOLÓGICO, RUEDA

Marlon Rabenreither se ha sacado de la manga uno de esos discos de tapado para todos los públicos. De esencia folk americana, pero con una onda expansiva bastante más contemporánea aun sustentándose principalmente sobre lo esencial de una acústica, la omnipresente armónica, y su voz.
Así de pronto podría ser un disco más, de esos que con cierto desprecio a veces se etiquetan, “de cantautor”. O de tantos que miran sin disimulo bajo una gabardina a Dylan, Dan Stuart (Green on Red), Jayhawks o a Harry Benson; del que admite ser una de sus mayores influencias.
Pero hay sin duda un áurea curiosa que flota sobre sus canciones. Que hace que sin quererlo se active ese “clic” que de repente asocias con la nostalgia serena sin fecha ni edad. Esa cosa que surge cuando se nos va un amor, la juventud, la vida misma o el instante maravilloso por el cual desearíamos ese poder imposible para detener el tiempo.
Estas canciones tienen ese poder. Y si no lo tienen, por lo menos son capaces de crisalizar esos sentimientos de sufrimiento/placer que tanto nos molan. E incluso de conseguir que el fresco rocío de la mañana perdure bajo un sol tórrido. Haciendo que suenen todas ellas instantáneas, frescas y una secreta fuerza que consensúa vengas de donde vengas, y vayas donde vayas.
Lo mismo que le pasa a la perfumada y florar D.O Rueda que ha convertido el consejo regulador a base de inundar estanterías con vinos de 4 euros: Nunca se sabe con certeza si la realidad es aquello que nos quieren vender o hay otra, escarbando en la tierra buscando como un perro las trufas.

Finca Las Caraballas es un Verdejo sin crianza y solo el inoxidable donde fermenta en sus lías, con una capacidad de evolucionar en la botella digna de un Borgoña. Un vino sin excesos, que resalta por su carácter exótico y especiado sin disfrazar nada que no sea su propio territorio. Con una acidez exquisita de flor de tomillo, albahaca en nariz, maracullá y algo de salinidad. Una melosidad justa para fundirse con su acidez golosa y la profundidad de su complejidad inquieta. Un vino muy disfrutable, diría que el mejor Verdejo por 12 euros sin rival posible. Por elegancia y destacar por ser un blanco con fuerte personalidad y una maravillosa anomalía entre la mayoría de verdejos vacíos de personalidad y convertidos en algo que no deberían ser.
Ese misterio de algo que te es familiar, pero que te abre ventanas de par en par para sorprenderte con esas vistas que desconocías. Y que por suerte, igual que el disco de Gold Star, nos seduce por afable y porque no hay miedo sin alguien que te lo quite, ni prejuicio por aprendizaje.


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Si la espera de esta lista de 50 discos como 50 bestias de añada, ha sido desesperante y a destiempo; me disculpo. Hay cosas en la vida; la mayoría. Que se hacen dueñas de tu vida y de tus actos. En realidad siempre es así, con la diferencia de querer forcejear y echar a suerte tu victoria o derrota. O seguir los tiempos que te marcan ellas: A menudo tiempos caprichosos, anárquicos y ritmos dominante. Yo me dejo llevar ¿me entienden?

ABRAZO GRANDE!!

TOP 2017:
01-THE BATS - THE DEEP SET
02-GUN OUTFIT - OUT OF RANGUE
03-BIG THIEF - CAPACITY
04-SHEER MAG - NEED TO FEEL YOUR LOVE
05-CENDE - # HIT SINGLE
06-HAPPYNESS - WRITE IN
07-THE FUTURE ISLANDS - THE FAR FIELD
08-HORSEBEACH - BEAUTY & SADNESS
09-DANIEL WYLIE & THE COSMIC ROUGH RIDERS - SCENERY FOR DREAMERS
10-GOLD STAR-BIG BLUE

11-LAND OF TALK - LIFE AFTER YOUTH
12-CHAD VANGAALEN - LIGHT INFORMATION
13-SHADOW BAND - WILDERNESS OF LOVE
14-OUT LINES - CONFLATS
15-THE BLACK WATCH - THE GOSPEL ACCORDING TO JOHN
16-LOS PUNSETES - !VIVE!
17-ROBYN HITCHCOCK - ROBYN HITCHCOK
18-SADIES - NORTHERN PASSAGES
19-ROZWELL KID - PRECIOUS ART
20-PROTOMARTYR - RELATIVES IN DESCENT
21-THE BLUE AEROPLANES - WELCOME, STRANGER!
22-DOUG TUTTLE - PEACE POTATO
23-THE HORRORS - V
24-IRON & WINE - BEAST EPIC
25-CLOUD NOTHINGS - LIFE WITHOUT SOUND
26-THE NEW YEAR - SNOW
27-DESPERATE JOURNALIST - GROW UP
28-WAVVES - YOU'RE WELCOME
29-THE MOLOCHS - AMERICAS VELVET GLORY
30-THE AFGHAN WHIGS - IN SPADES

31-MORRISSEY - LOW IN HIGH SCHOOL
32-MAX ANANYEV - THE WAY TO THE OCEAN
33-ELBOW - LITTLE FICTIONS
34-SEA PINKS - WATERHOUSE
35-KING GIZZARD & THE LIZZARD WIZARD - FLYING MICROTONAL BANANA
36-JAPANESE BREAKFAST - SOFT SOUNDS FROM ANOTHER PLANET
37-MICHAEL HEAD & THE RED ELASTIC BAND - ADIÓS SEÑOR PUSSYCAT
38-JOHN MURRY - A SHORT HISTORY OF DECAY
39-RON GALLO - HEAVY META
40-EXQUIRLA - PARA QUIENES AÚN VIVEN
41-GRANDADDY - LAST PLACE
42-TIGER MENJA ZEBRA - ANARQUIA I MAL DE CAP
43-MALE GAZE - MISS TAKEN
44-DANIEL LUPPI & PARQUET COURTS - MILANO
45-NÚRIA GRAHAM - DOES IT RING A BELL?
46-METHYL ETHEL - EVERYTHING FORGOTTEN
47-DEAD PARTIES - ALL OUR TIMES
48-PIANO MAGIC - CLOSURE
49-KARLA KANE - KING DAUGHTER'S HOME FOR INCURABLES
50-MANUELA - MANUELA