Me
calzo mis zapatillas, mis pantalones baratos y mi vieja camiseta
calada de la Escola de Basket de la Penya; que curiosamente, todavía
me viene. Entro decidido. Y al montarme en la bicicleta estática
del gimnasio
donde
solo los obsesos de la obesidad y mayores, hacen kilómetros non
stop.
Y
pese
a que tras la pared contigua, el chumba
chumba
del spinning se hace dueño del silencio. Mi desconexión total es
tal, que sin la necesidad de ningún auricular, la cadencia
de bonanza melódica
es
lo único que necesito
para marcar mi ritmo: más lento, rápido, o constante.
La
mayoría necesitan un estímulo vigoroso, y hasta me atrevería,
estresante. Para centrifugar la ansiedad diaria y convertirla en
músculos, biceps y calorías en combustión.
Pero
yo, sin embargo, soy capaz de blanquear la mente con mis pasados
recuerdos ciclistas de hace treinta años. E imaginar que transito
entre las retorcidas curvas de La Conrería, subiendo los repechos de
Sant Feliu de Codina en El Cim de las Aligas, o bajando cuesta abajo
hasta donde me estimbé con la roca de Sant Romà.
Pedaleos
circulares de altos desarrollos que sin quererlo hacen de mi
ejercicio, una especie de paseo. Del que mis tres años de
entrenamiento, no solo hacen olvidarme de mis dolencias congénitas
de rodillas atrofiadas, sino que me convierten en un observador
anónimo de la fauna de gimnasios. Suena la música… como un
tintineo del trineo de ese tío de la barba blanca, o mejor: El
excitante sonido de los engranajes de las coronas en contacto con la
cadena en precisión japonesa.
Las
canciones nuevas de la banda de Manchester no lo son tanto. No son
nuevas o sí, pero mantienen esa misma idiosincrasia de pantalón de
franela picante y lana, que te atraviesa el pecho como una urticaria
deliciosa y juguetona.
Son
y debieran ser por siempre, la manera de tejer el Pop militante como
una niñería que a sabiendas de que no debieras. Tú te sigues
comiendo las uñas, te muerdes esa piel reseca del labio y sigues,
abusando de las golosinas prohibidas por la simple adicción del
azúcar ácido. Una manera más de seguir sintiéndote adolescente
por un momento más o menos controlado, pero contínuo por antojo. ¿a
caso no hay en la vida algo más excitante que hacer lo que te
reclama el corazón? Seguramente por eso, es por lo que con EMPTY
WORDS entre mi pecho, mi condición popera se reafirma.
***************
Un
disco que sin apenas variar el discurso más que obvio, premeditado y
totalmente consciente de aquel capricho de Dom Thomas (Finders
Keepers, B Music).
Que
continúe dos años más tarde insistiendo en hacer que el Pop de los
60 suene con entidad en la más absoluta independencia. Tan solo
puede ser por puro altruismo, divertimento o mero empeño en dejar
constancia de...: Eso de que para que las cosas sean creíbles no
vale con el antojo, sino que hay que hacerlas a todo color, con una
buena encuadernación y a ser posible sentarse a explicarlas.
El
nuevo disco de la bulliciosa banda de Dom y Julie Margat tiene todo
eso, e incluso tiene lo más importante: Dieciséis canciones capaces
de soportar el peso de un sonido casi de “culto” (o que no
pretende cambiar), hacer canciones de pop de 4 y 5 minutos sin
resentirse, y ser un disco tan digerible como una ensalada fresca
recién cosechada.
Si
pensaste quizás como yo por un instante, que su debut pudiese pecar
de los atributos de una franquicia musical de teatro revival
navideño; nada más lejos. Con este segundo trabajo del que a
primera vista solo se puede extraer una conclusión como: ¿eran
necesarias tantas canciones? El… ¿no suena igual que el anterior?
Todas
justificadas supongo.
Igual
deberías dejar el ritmo del pelotón y descolgarte al rebufo como
Marino Lejarreta, y comprobar que dentro de ese rodar de Pop
adolescente, hay un sentido amplio, paisajístico y cuidado, de una
intención más o menos clara. La de empeñarse como Iam Button en
Papernut Cambridge en recuperar un sonido y una época, por encima
del concepto idealista de una banda de condicionantes atributos. Y
hacerlo para más inri con una concepción pop de cortes rectos y
entallados sin trampa ni cartón
“Counting
Down the Years” prosigue prácticamente el hilo de su
anterior primer gran temazo en aquel Pop or Not del 2016:
“Snowfalls”. Es esa misma inocencia heredada del sello Le
Grand Magistery y sus acólitos, y de esos primeros discos de April
March con una manera de entender el Pop directamente conectado a los
60 sin disimular en absoluto su querencia por The Ronettes o
Shangri-las.
Solo
que en este nuevo trabajo la sección de cuerda reviste de terciopelo
el recibidor y planea por casi todo el álbum:
“Never
Took the Time” es mágica y dulce como aquellas canciones
de Brian Wilson que hacen que el amor brote como en un aspersor.
Otras que tiñen de western urbano aquí y allá haciendo de esta
colección, un paseo más ameno y disfrutable; más que nada porque
la autenticidad de su sonido solo echa mano de una fórmula muy
sencilla. Por eso “ Greatest Love in Town” y la
maravillosa “Fake Protest Song” (de nuevo con los
coros de St Bart), tienen hasta cierto punto un toque exótico que
nos puede recordar incluso a Vainica Doble.
Hay
preámbulos y separadores de colores en plástico, como los de los
carpesanos de tu cole. Que como capítulos, nos insuflan aire para
disfrutar a las mil maravillas de bocados como “Empty Words”:
Canciones de apenas dos minutos que hacen que este disco igual
que el anterior,
contenga esos reclamos que lo hacen irrepetible.
“Any
Day Now” junto a
“The Best of It”;
cantada por La Roux. Son dos pedazo de inSOULaciones que igual
conectan a George Harrison con Randy Newman, o a Gloria
Jones con Labi Siffre; desde
una perspectiva infinitamente Pop, ojo.
Pero
hay algo más que antes. Hay otra manera de estructurar el disco e ir
poco más allá del mero pop. Y desde luego, para creerse un poquito
más los discos o lo que nos intentan transmitir, es esencial que al
escucharlos tengan cierto sentido o estructura de historia, más allá
de canciones pegadizas, acertar con lo que busca el público (modas)
y por supuesto tener cierto éxito.
Imagino
que el echo de que con su primera grabación prescindieran
absolutamente de cualquier promoción, gira o difusión al uso.
Éste su segundo disco, es un poco creerse su posibilidades y
perfeccionar igual lo que se quedó la primera vez fuera por timidez.
Así que supongo,
se pueden observar como dos partes donde todo queda igual en los
siete primeros cortes: Un
disco pop más o menos al uso, igual incluso un poco discreto.
Y
no es hasta la estrafalaria “Watching
Tv”, cuando la
tortilla se gira e irrumpe el indiedance de fragor scalidélico; que
bien podría verse representado por el “Love
Up” de Paris
Angels. O un pasito
más adelante, con el adictivo “Snowplough”
de Saint Etienne:
Dos canciones y sobretodo esta última, que tienen en común esa
parte dance de lisérgia
etílica, que abordó el boom alternativo en el Reino Unido y que
aquí se acotó a la inexistencia, en
sectas muy reducidas.
La
parte final de Watching Tv tiene
esa parte de disco/psicodélica que en España apenas existió. Ese
loop tan Happy Mondays
que llevaron las sustancias,
a perder un poco de vista el espíritu indie nativo hacia otros
territorios. Pero que también forma parte de nuestra historia.
“Watching
Tv” como
lanzador en plena final olímpica de los 10.000,
y
“Ectasy Song”
como victorioso Zatopek.
Son dos temas que cambian el registro del disco. Con las
anteriormente citadas “The Best of It”, “Fake Prtest Song”,
“Dawn Don’t You
Cry” sería la
otra gran canción del disco que conecta con aquella época de
Lightneen Seeds, The Dylans, Happy Mondays o el
Up to Our Hips de los
Charlatans.
Y
que pone punto final con algunas de las joyas de este fondista disco:
“Ride Easy”,
“Nightmares
Aren’t Real” o
“Fear is a
Such...”:
Tres
canciones que guardan para el final, esa intención de escuchar un
disco largo de narices. Pero
tan digestivo
y deliciosamente intrascendente,
como ese chupetón a un Calippo de limón en pleno verano.
Una
disco para consumir como perfecta banda sonora en pos de la
contemplación, de la tonta agitación primaveral, del ritmo
hipnótico de la disgregación cerebral, y muy cerquita de la
felicidad. La mía por lo menos.
Para
que estos inviernos no sean tan inviernos, hacen falta canciones tan
candentes como las ascuas de la chimenea de la casa vieja de la
abuela. Que como miradas penetrantes, te hipnotizaban iluminando los
días grises y oscuros. Pelando castañas con las piernas ancladas a
una vieja mesa redonda cubierta de una recia tela, y un brasero
debajo que te coja bien los pies.
Pero
para el caso, me es suficiente con ese puñado de canciones del If
You're Feeling Sinister y el Tiger Milk; ambos
del 96.
Con
ellos viajo en coche cada cuatro días (y un Sábado) a casa de mi
madre para cuidarla cada noche y de rebote al pasado, pasando lista
de mis viejos discos. Un propósito que se me lanza encima desde
atrás, cada inicio de año:
Una
sensación liberadora de tener algún tipo de compromiso con el
recuerdo, el pasado, o el sentirse igual un año más viejo. Y tener
la obligación (o necesidad) de cumplirlo a toda costa.
Esta
vez he tenido un ataque de Pop mayúsculo. Más del que jamás
imaginara; teniendo en cuenta lo poco que echo mano de él
últimamente. Pero fue una noche de finales de verano. Un Septiembre
de 1997 acampados en la Plaça del Rei bajo la luna melosa del final
del verano; donde tan bien se acomodaban las pequeñas bandas
hiperdesconocidas para la gran masa que todavía se aferraba al
BritPop. Un sitio tan único, intimo y egoistamente hablando:
NUESTRO. Que jamás a vuelto a ser lo que fue en aquellos
dos/tres años (1996,97 y 98 a lo sumo). De echo, creo que todos
sabíamos por entonces que aquellas noches atentas de acústicas
perfectas y familiares, iban a ser fugaces inauditas y hasta
legendarias.
Le
hablas a cualquiera de una banda escocesa llamada BELLE &
SEBASTIAN que apenas si reunía a 100 personas el día que
tímidamente asaltaban territorios de imperios coloridos, pistas de
baile y dilemas entre guitarras o electrónica. Y a día de hoy
resultaría inverosímil imaginar la posibilidad de volverlas a ver
allí. Es más, ahora la casi desconocida Plaça del Rei ya dejó de
ser aquel reducto selecto y minoritario, a cambio de espacios amplios
y vacíos de caliu.
La
banda escocesa tomó otro camino, el lógico supongo. Que era hacer
que aquellas sonatas autobiográficas para quien los escuchaba.
Fueran ecuánimes y escaparan del reducto estrictamente popero, para
conquistar los grandes escenarios; coto del indie, del rock y de la
electrónica visual. Se publicó The Boy with the Arab Strab/1998, y
para cuando quisimos acordar... Belle & Sebastian actuaban en el
escenario principal del FIB, poniendo purpurina y baile a más o
menos esas primeras canciones de ralentí acústico. Aunque carentes
del intimismo y la pureza de esas primeras ejecuciones. Tanto, que
incluso el disco que los catapultó también ha sido un damnificado
para con el tiempo y la modernidad:
Hace
escasas semanas la afamada e influyente Pitchfork, corregía el 0’8
que le otorgaron, por un 8’5. Evidenciando el quid de la cuestión
de estos párrafos (sus dos primeros discos ni siquiera merecen una
nota): ¿es acaso el tiempo el verdadero juez de nuestros maleables
hábitos?
Hoy
la mañana ha amanecido gélida. Tanto que el reflejo de los árboles
se ha cuarteado en el charco junto a mi portal. Y ya no solo patinan
mis neuronas y la pareja campeona de Pyeongchang. También lo hacen
la abuelas madrugadoras sobre los pasos de cebra, los niños cuesta
abajo, y hasta las urracas sobre las tejas del vecino. Y es aquí
donde vuelve a entrar como por un mecanismo aquel disco. En la
sinfonola que tenemos por cabeza, los que medimos e ilustramos el
tiempo en forma de canciones.
Hablar
justo ahora de If You're Feeling Sinister, cuando su último
disco ha borrado todo rastro de aquel día; incluso de si mismos. No
es revancha sino al contrario.
Es
alabanza para aquellas tantas bandas que a fuerza de torcer su
trayectoria, la sentencia es tan firme, que se empeña en dilapidar
de un plumazo su existencia y hasta su importancia vital en un
momento dado; el mío más íntimo.
La
medida del tiempo es fulminante. Y aunque la dictatorial hegemonía
de la actualidad y la novedad no deje más escapatoria que la de un
“clear cmos” espiritual; para mirar atrás y así intentar
entender el presente. Al final, la retórica de la música son
aquellos discos que se convierten por mérito propio en unidad de
medida de un tiempo, o de tu misma vida.
Por
eso, no es ensalzar por pasión, devoción o trascendencia un puñado
de canciones. Sino relatar el significado de las mismas, igual que un
negativo tu recuerdo, aun especulando con la distorsión de tu
melancolía.
The
Stars of Track & Field:
Comienza
a girar como un susurro. La apariencia quebradiza y casi
desvitaminizada de Stuart Murdoch con su camisa blanca y pantalones
de estudiante de privada. Y sin embargo son sus crescendos que nunca
acaban de explotar, los que dotaron de una marca a este combo
numeroso con apariencia de tímidos insufribles.
Esa
idea de banda pop atípica que parece por primera vez, mostrar con
orgullo el origen musical de los institutos, las corales y la idea de
una banda como algo más colectivo y verdaderamente grupal. Y que en
Seeling
Other People
Otorga
el protagonismo a un piano, el de Chris Geddes. En una canción que
empieza a no disimular su adoración a Love, y esa especie de
northernsoul que se arrima más al folk de cámara que al pop
estrictamente. Esa concordia en la que cada instrumento suma y no se
inmiscuye, de manera totalmente intencionada. Y que rige
prácticamente solo a este disco; por lo menos de la manera y la
naturalidad con el que lo consiguieron.
Me
and the Major fue el single por antonomasia y unanimidad.
Sin embargo no sería esa canción que te pondrían en plena noche,
en el local más popular de la ciudad para llenar la pista.
El
indie, el grunge y el triunfal britpop de masas ya, hacían de Oasis
y Blur, dos objetos mediáticos al nivel de Nirvana y Rage Against
the Machine.
Radiohead
estaban cocinando su disco más universal y el que los convertiría
en intocables. Dos facetas: la tumultuosa, y la más introspectiva y
espiritual. Y Belle and Sebastian tan solo era esa banda pop que
hacía gala justo de lo opuesto. Igual que les pasara a Housemartins,
de la que se alimenta sin disimulo esta canción y a los que todos
consideraban divertidos y simpáticos, pero jamás tomados en serio
por el ingenio de su innata “sencillez”.
Una
canción que además de tremenda. Tiene esos finales de armónica que
van tomando el timón del canal. Sobresaliendo del plano natural del
conjunto a ritmo de chucuchú de Barrio Sésasmo. Y haciendo que sean
pocas en el contexto del Pop hiperbtitish, las que brillen de esa
desenfadada forma.
Like
Dylan in The Movies parece esa tontería de canción, una
más de tantas. Ellos no eran esa banda que viniera a dotar de
solemnidad y protagonismo el Pop. De echo, si por algo brilla con tal
diferencia el Pop, es por la sencillez.
Pero
la sensibilidad amigos… La manera de hacer sonar a ocho músicos
como una orquesta de plena discreción, como una caricia que conjunta
todo y de la que puedes diferenciar cada instrumento, cada detalle,
los crujidos de las cuerdas, y el susurro? En serio, solo este disco;
absolutamente.
Pocos
Lp’s tan disfrutables de principio a fin, sin estridencias.
Homenajes perfectos a los guisos y platos cocinados con calma y
eternidad. Con canciones de práctico casi acapella como la mullida
Fox in The Snow
de la que hay mucho tirón del brazo por la que hallar una excusa y
hablar no ya de Belle and Sebastian, sino de un disco que resume un
momento de la vida que se crisalizó. Y del que basta con darle al
Play, para que se reproduzca fotograma a fotograma ese momento
exacto, milimétrico e instantáneo.
Ataques
de pop veinteañero con los que cambiar un pasodoble de fiesta de
pueblo, por los de un agarrado con Get
Me Away from Here, I’m Dying sonando. Esa especie de
Blues colegial, la omnipresencia de Isobell Campbell y Sarah Martin,
ambas celestiales e imprescindibles para conseguir en el silencio
sepulcral, que aquel disco sonara tal y como se desliza por tus
pabellones auditivos hasta tu ánima vibráfono: Delicado, detallado,
endeble pero tremendamente sensual, y sensorial.
El
acaparador murmullo de la calle a caballo de la guitarra, que alza el
telón titulando If You’re
Feeling Sinister:
Casi
puedes revivir tu infancia de nocilla de cola cao con aceite. El vive
calle y come tierra con pedradas. El salvajismo innato de tu barrio
de periferia y descampados. La fauna terrorífica del trauma
sibilino, deslizante y cotidiano de tu futura fortaleza. Y el
despegue aereotransportado de tu imaginación tal y como suenan los
teclados finales de Mayfly.
Esas
pocas y aisladas veces por las que la música habla de ti con tu
misma convicción. Y que aunque se crea que es algo generalizado, uno
sabe que no siempre. Que solo son las que te acurrucan cada noche a
oscuras y abrazado a la almohada, sintiendo que The
Boy Done Wrong Again se concibió exactamente para ese
fin.
Sinceramente
creo que pasados esos largos veintidós años, que bien podrían ser
otra juventud nueva. Y que el fondo son ya tu madurez adulta de
padre, hijo miseriAcorde y reflexivo oteador. Solo puede acudir a ese
tipo de discos, con las distancias y la prudencia de quien vuelve a
visitar ese lugar que provocó ese antes y después letal.
No
fue un día de revelación o de experiencia inolvidable, no. Fue tan
solo una definición un tanto etérea y prácticamente inaudible. Que
hace que pasados los años, sepas que sucedió así seguramente
porque la arbitrariedad tiene eso: Que se mezclan, cruzan y coinciden
reacciones más propias de las lunas, que de cualquier explicación
teórica o química; benditas anomalías. Y si fue Judy
and the Dream of Horses la última que sonó, seguramente
no fue porque iba a ser esa la elegida; el amor de tu días. Tan solo
porque los recuerdos casi siempre tienen una instantánea, que
difícilmente pueda ser igualada a la hora de describir una noche con
sus sonidos, conversaciones, miradas y olores con la misma exactitud,
lujo de detalles… Y con muchas menos palabras.
Con
tan solo diez canciones y cuarenta y pocos minutos. Que resumen una
noche de final de verano en la que Belle and Sebastian sonaron como
jamás lo volverían a hacer.
No
hay mejor manera de acabar la semana y mes, que con la palpitante sensación
de haber vivido un momento que desde ya se presiente inolvidable. Y
cuando es la medida de una semana a... Parece ser el final de unos
cien metros lisos hechos 1500.
Una
nueva edición de uno de los pocos sino el único, evento de
Barcelona, que mantiene intacto el espíritu de los 80/90's de
“indie” con pedigrí: Cuando con poco se hacia tanto;
supliendo los pocos recursos por pasión. Y comprobar sobre el
terreno, que pese a tener unos carteles de lujo y sufrir la ausencia
de público estas dos anteriores ediciones en su peregrinación a la
magnífica Capsa del Prat. Su regreso tirando de malabares económicos
sin cubrir gastos, ha supuesto un éxito rotundo de talento
programador, de público apasionado y de músicos emocionados.
Y
es que tiene mucho mérito seguir al pie del cañón, sin más
recursos que la imaginación de un grupo de apasionados. Y conservar
cada año su filosofía ecléctica intacta, y además reforzada.
Reuniendo a un puñado de músicos entre lo prometedor, lo icónico y
lo atrevido; si tenemos en cuenta lo económico “de tot plegat”.
Y la calidad de sus directos, cuando no es el entertainment
el que dirime en el dilema del resultado final, y lo más importante:
La capacidad para sorprendernos y enseñarnos, sin caer en lo
pretencioso.
Porque
tampoco es necesario graduarse en el rock alternativo de los 90, para
dejar escapar la oportunidad de ilustrarse sobre el mismo; pues a
todo no se debería llegar. O como es mi caso: Esperar que tengan la
ocasión para destapar ese baúl de las esencias, y dejarnos llevar
prácticamente a tientas para no generarnos expectativas; que al
final vienen a ser prejuicios.
COLLEEN
GREEN fue la que me dio la bienvenida. Pues he de admitir
que me perdí a Edurne Vega, Mareta Bufona y Marta Knight por
problemas de logística. Pero que ya desde el momento de formar parte
del cartel merecen toda mi atención; nada es porque sí.
A
la joven Californiana tenía muchas ganas de verla. Teniendo en
precedentes las propuestas de anteriores ediciones en el mimo orden
de sintonía (False Advertising por ejemplo). Y un repertorio
inquieto y autodidacta, que la avala en calidad e imaginación.
No
inventa nada, por supuesto. Pues los bits minimalistas que acompañan
su funcional guitarra, tiran de la fórmula Ramones, unos Primitives
a la americana y parte de la escuela Throwings, pasada por un
discurso sencillo, directo y magnético. Pero hay una magia inherente
en cada una de sus canciones: La fórmula magistral para urdir con
bien poco, lo que otros desperdician en recursos y ya quisieran para
si. Canciones que hacen de puente entre el Twee Pop y el Indie Rock
de padre Punk.
Monologuista
con la sola compañía de una bajista, de la que he intentado
averiguar su nombre; fracasando en el intento. Y las bases que hacen
de único vehículo para su guitarra la preciosa voz que tiene. Se
bastó para desgranar el amplio repertorio que tiene, más alguna
nueva. En un set pecado de algo de frialdad y falta de sintonía con
el público, pero que por suerte fue ganando en intensidad según fue
avanzando. Con algunos de los temas más emblemáticos de su último
y más sensual disco “I Want to Grow Up/2015”, y a pellas
con su otro lado más PunkPop del refrescante “Sock It to
Me/2013”: Sonando Grind my Teeth, Wathever I Want, Tv.
You're so Cold, o Only One.
Con
el Espai Social de las Bassas prácticamente lleno desde las 21:00,
y por fin rememorando su principal aliciente: No solo el fin lúdico
de disfrutar de aquello que ya nadie se atreve a programar o reunir.
Sino el el nexo cultural que solo la música es capaz de generar,
cuando se huye de la arrolladora masificación en pos del reverso más
rico, transparente y desetiquetado.
A
fin de cuentas, el clímax que aparece así sin más, cuando público
y artistas tienen ganas de dialogar sin intermediarios.
Y
tuvo que ser el de Nashville, EZZ
BARZELAY (Clen Snide). El que pusiera patas arriba la
sala, con su particular manera de exponer su extenso legado musical,
como quien de repente al salir al escenario y sentarse con su
guitarra fuese poseído por el demonio de Screamin' Jay Hawkins.
Un
concentrado acústico que invocó tanto a su carrera en solitario
como a la de su apadrinada banda. Citó ya incluso y aun no siendo
explícito, al sustrato musical de su ciudad. Donde ya desde pequeño
se nace con el compás aprendido antes que el gateo, el balbuceo y
hasta el papá/mamá. Nashville mama y da de mamar música desde
pequeños y hasta en la escuela es materia imprescindible. Y Ezz
podría e incluso debería, ser declarado patrimonio inmortal de esa
tradición y sobretodo, el mejor portavoz para hacer que las
canciones en su concepto más expresivo y viral lleguen como llegaron
esa noche: Con un folk de expansión polinizadora hacia el bossanova,
el trovador, el pop... O el simple cuenta historias, que es capaz de
representar con tan poco, una obra de marionetas, mimo y mucha alma;
demasiada.
Dejó
ese halo de felicidad que inunda. Que provoca oleajes de interior e
incluso te moja los tobillos mientras sonríes, das un trago a la
cerveza y miras alrededor. No es nada excepcional: Un decorado
simple, unas gradas recogidas, tenderetes y el latido.
El
latido es constante, bombea. Y no se da en todos los sitios por muy
espectacular y mediático que se quiera hacer. Eso lo suele provocar
la gente, cuando el artista sabe trastear el borne adecuado.
Supongo
que también lo hace la gente que allí asiste. Es en realidad como
esa mezcla perfecta de sabores, o la piel que hace que el perfume
huela así; distinto en cada cuerpo.
Por
eso, cuando THE WAVE
PICTURES subieron al escenario para poner el broche a la
velada, lo hicieron con una sonrisa que parecía crear esa aureola
digna de la aparición de la santa. Felices como nunca los había
visto en otras dos ocasiones, y creo que con esa condición
indispensable que hace que uno sepa que la noche va a ser grande;
nada puede fallar ya.
El
trío de Londres, trotadores de clubs, garitos y mil rincones. Son de
esas bandas que se han ganado las habichuelas por mérito propio,
mucho trabajo, y por hacedores incansables de canciones. Lo que se
dice cocina de aprovechamiento donde nada se tira, e incluso con lo
que para otros serían sobras, para ellos son himnos.
Desde
que los descubriera con su Beer In the Breaker del 2011 y ese
contagioso discurso tan de Modern Lovers & Jonathan Richman. La
idea de su música ha ido cambiando hacia terrenos más bluseros,
oscuros e incluso psicodélicos; todo sin perder su idea directa de
como deben sonar las canciones.
Si
hace 6 años era David Tattersall el que llevaba el peso de las
canciones, con su malabarista guitarra. Ahora la banda funciona a
relevos, con un protagonismo mucho más repartido; la experiencia,
ese intercambio jazzístico sobre el escenario... Y supongo la magia
del momento cuando las sonrisas y miradas son cómplices: Prueba
clara de que la cosa está funcionando y las canciones se solapan
desde un repertorio muy distinto entre si. Que se complementan, que
ya se están convirtiendo en pequeños clásicos, y se pueden hasta
permitir el lujo de reinventarlos sobre el escenario.
Jonny
Helm toca los tambores como un diablo, y el bonachón y tímido de
Franic Rozycki se suelta y se pega unos solos de bajo, que bien
parecieran los saltos sobre la cuerda tensa de un acróbata
funamblista. Afinados los tres como ese vino de taninos imperfectos
y acidez desbocada que pasados los años, se ha vuelto complejo y
sedoso.
Nos/me
ofrecieron ese concierto siempre deseado, donde un grupo viene a
tirar por tierra tus sospechas. Primero porque su último álbum de
entrada me dejó un poco descolocado, y sobretodo supongo, porque su
última visita careció de la chispa que a este le sobró.
Y
mira que aquel Great Big Flamingo de hace cuatro años, me pareció
seguramente su mejor y más arriesgado disco. Pero una cosa son las
sensaciones que te produzca un Lp e imaginártelo. Y otra bien
distinta es imaginártelo en demasía y distorsionar tu criterio.
BAMBOO DINER IN THE RAIN/2017 pese a no destacar precisamente
por prácticamente ningún llamativo tema, tiene esas gemas que dan
lugar a seguir picando sobre el escenario. Y al final conseguir que
su repertorio gane enormemente en matices y posibilidades ilimitadas.
Llama
la atención la cantidad de adeptos incondicionales que arrastran ya
a estas alturas, pese a tal y como recordaban hacia el final del
concierto. Hace doce años en su primera visita, apenas si reunieron
a cuatro descarriados.
Hace
dos sábados, hicieron vibrar Les Basses con gran parte de su último
y más laberíntico disco, sin apenas resentirse la ausencia de
algunas de sus mejores y más clásicas bazas. Y con el valor añadido
de centrar su directo en un último trabajo, que obliga a picar
piedra sobre el escenario, y a creérselo para defenderlo.
Tremendas
“Now I want To Hoover my Brain Clean” o “Panama
Heat”. Pero sobretodo llamativo, porque vimos a unos The Wave
Pictures distintos y con una coartada mucho más creíble, para
acabar por convencernos que aquello que sentimos al escuchar sus
discos, se traduce en su directos: Tensión, emoción, improvisación
y felicidad. Alguien da más?
Los tiempos
cambian y nosotros con ellos. O somos nosotros los que nos empeñamos
en cambiar el curso del tiempo?
Notaste que
ya no te despierta por la mañana el cantar de los gorriones y sí el
berrido de las cotorras? Que las gastroenteritis se solapan con la
gripe, o el moquillo mañanero. Y que no es resaca sino achaque. Tu
madre no te daba Quina San Clemente con una yema de huevo?
A mi la mía
me llevaba a ver a la Virgen Cochita en busca del remedio contra la
querencia de mil males y recaídas. Era un niño enfermizo; todo un
hecho. Y pese a nacer rechoncho y con cinco quilos ochocientos, era
asiduo al practicante y sus inyecciones: Catarros, bronquitis,
ataques de crecimiento y hasta unas fiebres tifoideas; que lo no me
mate, me haga inmortal digo yo.
Y que pena
que en vez de someterme a las ventosas de yogures, mientras veía
inválidas caminar mientras lloraban y se orinaban, madres en llanto,
y vivas!! en forma de oda gospel. No existieran por entonces
semejante medicina de Popunk centrifugado, como el que BLACK ISLANDS
me sacude estos días de propósito mental de 2018.
Miro al
cielo con los ojos en blanco, la mente negra y el corazón podrido.
No me pongo en manos de la providencia, aunque según tomo conciencia
de lo que me acorrala la vida y sus esbirros, igual es la única
posibilidad; el sentido de la coherencia no, desde luego. Y estos,
los retumbes y redobles que sacuden conciencias a base de dejarse
caer cuerda abajo a las catacumbas y caminar por las grietas:
Canciones
que piden volumen alto, acompañan el grito a la salida del trabajo;
si lo tienes. Y que por pura inercia son y deben, su naturaleza al
tiempo que les toca vivir.
Black
Islands han vuelto tras casi cuatro años de su increíble debut con
Burguer Records. Y lo han hecho con la determinación intacta e
incluso reforzada, de quien convierte las trampas, zanjas y
obstáculos, en pura energía. Un regreso musculoso y fibrado que lee
el presente sin renunciar al cáustico Rock de los 80 “Made in”.
Para que de ahí salga algo que conecta de manera inherente nuestro
pasado rockero con más solera, la travesía hereditaria de los
noventa y... lo más importante: La feroz personalidad de quien lo
toca, cuando lo toca y cómo lo hace sonar. Haciendo que esa
indeterminada frontera entre el pasado, el presente y el futuro sea
tan solo una mera interpretación, con el único objetivo de ser uno
mismo.
Diez
canciones imparables donde la inocencia juvenil da tantos hachazos
como besos. Y que no desfallecen, y deslumbran por la intención de
no andarse por las ramas cuando la inmediatez es su mejor valor.
En la escena
actual nacional hay dos maneras de hacer las cosas o de bregar con el
momento, que también podría valer para la internacional supongo. De
echo creo incluso que es válido para todo en la vida:
Seguir el
curso y la inercia de las tendencias, mayoritariamente puestas en
manos de los lumbreras: Tipos que dedican su vida a convertir la
nuestra en una interfaz cómoda o en una smart live no táctil, sino
tan integrada en nuestros hábitos como la repetición de las cosas.
Y nuestro clientelismo claro: Gente que con tal de no calentarse la
cabeza y hacer de su vida un sino lúdico, se ponen en manos de los
primeros.
Es cómodo,
es una inercia e incluso un viaje de no retorno. Cuanta más gente
hay así, y es un hecho no confirmado pero real, más raros somos los
que pensamos distinto. Te llamarán vejestorio y no adaptado al
futuro; estás caduco. Vives anclado en el pasado, cuando el pasado
ahora, solo es un icono para molar y poco más.
Bueno, pues
tras este sermón reflexivo, ya que cuando escucho un disco, no solo
lo disfruto, sino lo interpreto e intento buscarle una causa/efecto a
lo que me genera.
DISCO NUEVO
de BLACK ISLANDS contiene esos efectos secundarios de toda medicina
que no solo pretende que bailes como un cabrón. Sino que además es
una piel nueva que sigue la marcha de bandas como Las Ruinas, Tigres
Leones, Pablo under Destruktion, Cuello, y bueno... Un montón más
que al margen de conexiones estilísticas, creo que se caracterizan y
complementan por una actitud común a la hora de proyectar
influencias, pasado, e identidad propia.
No solo hay
una novedad más que evidente, grabando el disco íntegramente en
castellano. También tenemos un empuje rotor que mueve todos los
engranajes, aprieta ajustando cada clavija o resorte, y engrasa cada
nota a una sola. Black Islands es una banda que funciona sincronizada
como pocas y que en este disco ha dejado constancia. Sus canciones
claro está, lo transmiten. Y si bien es cierto que lo principal, en
un disco, es que entre por las orejas directo al corazón. También
hay un latido invisible, que a ciertos especímenes nos lo facilita.
¿se acuerdan de Ramones, Motorhead o los Pixies también, por
ejemplo?
Pues supongo
que sabrán de que les hablo cuando escuchen “Juventud
Perdida”, “Reino Animal” o “Transfobia”:
Tres canciones que nos levantan un palmo del suelo tras la hedonista
“Playa Interior”. Y que hacen que una curiosa
especie de belleza optimista manchada de oscuridad y agitación, se
revuelva entre la ambivalencia y la contradicción.
La métrica
exquisita de “Exilio de Amor”, que convierte la
amargura en un pequeño himno de bolsillo. Su Pop de tonos grises con
reflejos soleados que juega con el paso cambiado, la parada en seco o
los textos que se cantan sin seguir ese estribillo predecible en
“King Kong, el último abrazo”; cuando cierran el
disco y se declaran inmortales por propia decisión, en un surf
caústico sobre olas de afiladas rocas. Dan vida a un disco que
rezuma la frescura de una banda que ha hecho de cada canción, un
grito puro y libre. El homenaje a Wedding Preset de “Chaqueta
de entre tiempo”, ya no por influencia, sino por la paleta
de colores que se utiliza en este disco (Parálisis Permanente,
Lagartija Nick, Surfin' Bichos, Jesus & Mary Chain, The Cure e
incluso los Burning).
Creo
sinceramente que una de las cosas más chulas que transpira todo el
disco en cada una de sus canciones; por la forma, la intensidad,
sinceridad y poesía juvenil. Es ese nexo entre toda una generación
de bandas que nos quedan muy lejos, pero que son parte innegable de
nuestra cultura musical; sobretodo la de aquí. Y que hacen que la
música pueda ser única e inmortal.
El
compromiso con los textos y la rítmica de “Reino Animal”,
que perforan las tripas. La belleza magnífica de “Hospital”
que catapulta al cielo, con la perspectiva que da la altura sobre lo
que hemos sido o lo que queremos ser. O el “Ora Pro Nobis”
que clama al cielo los problemas de la conciencia, la fe y signo de
la vida.
DISCO NUEVO
tiene bastante más mensaje y mala baba del que se aprecia a primera
vista. Y sin lugar a dudas, uno de los trabajos más fieros, directos
y prometedores del panorama nacional, en el presente año. Con una
manera tan fácil y a la vez efectiva, de conjugar tantas señales
que nos proporcionado numerosas décadas. Como de convertirlas en
canciones imperecederas y tonificantes.
Una cita
ineludible, obligada e ilustradora de nuestra música. En la CAPSA
del Prat, donde su magnífica acústica dará cuenta de dos bandas
imprescindibles para entender la escena alternativa con pasado,
presente y futuro.
Los diez
primeros de mi 2017 particular no es que merezcan una mención
especial. Pero para un tipo que escucha tanta música al cabo del
año, siempre debería haber unas niñas de sus ojos, unos hijos de
sus entretelas... O mejor dicho: Esos latidos de un año que han
confeccionado ese cardiograma montañoso y de simas, del cual más o
menos definirás esa constancia.
Te pueden
gustar muchos discos, menos discos y más canciones pero en realidad,
todos sabemos que el cerebro y esa glándula que segrega placer
melómano, cuando escucha la rotundidad de un gran disco que sabes
que es especial. Conforme pasan los años, gestiona la poca energía
que va quedando y concentra esa energía a base de estímulos.
Con cada
disco va un vino. Pues para compensar la escasa cosecha de ideas
escritas sobre vinos, cine y otros menesteres que no fuera la música
para olvidar el asedio de este puto 2017.
Igual he
bebido demasiado y se me ha olvidado algo. Y que narices!! no seré
yo ahora ya con el año pasado, las camas sin hacer y la mesa llena
de cercos, el que me niegue más letras.
Abrazos de
esos que aprietan y cortan respiraciones por amor y emoción para
este 2018.
***************
01:
THE BATS_THE DEEP SET vs. FINCA SANDOVAL 2008, MACHUELA CUENCA
Alguien
pensará que para subirse a un podio, mirar desde la altitud de la
tarima y hacerlo único. Se necesita algo más que un sentimiento
puro a la hora de escribir canciones después cada muchos años. Pero
lo cierto es que la conquista a veces del corazón de un Popero
empedernido como yo, apenas si necesita esas capas que como estratos,
componen esas melodías en ascensión que funcionan como una. Pero
que puedes diferenciar con claridad.
La banda
Neozelandesa es como el Agave Americano de las planicies: Solo
florece cada diez años sin apenas compromiso, y la misma
trascendencia que la de un erizo de Hug. Solo que ellos, hacen lo
propio cada 3, 10 o 6 años, como esta vez. Y practicamente
susurrando al oído del mundo, Robert Scott vuelve a firmar doce
joyas de Pop jugoso donde mojar pan y chuparse los dedos.
Cuando lo
hacen y a sabiendas de que siempre han sido ese secreto escondido por
años. Sus discos siguen conteniendo esos mismos rasgos de franqueza,
armonías vocales devoradoras y un tono crepuscular arrollador. No
son estridentes, llamativos, pero sí la cuenta pendiente más grave
de nuestras tres últimas décadas de música alternativa. Y con el
mismo pop inmortal que Go Betweens, The Smiths o Orange Juice.
Si he de
explicar las razones que me mueven a considerarlo, mi disco preferido
del 2017. Sería un motivo tan sencillo y adecuado, como el
sentimiento de calidez o el sentirte acogido. Es el mismo que busco y
encuentro en el juego de cama afelpado de mi madre. Cuando me echo
después de comer cada sábado y reposo la mejilla. The Deep
Set es arrullable y perfecto para esta época del año; casi
la misma en la que se publicó. E igual de presente tengo también
el último vino que me bebí la comida de Reyes:
Un Finca
Sandoval de Victor de la Serna. Que encontré casi de
casualidad salvadora, en el Corte Inglés mientras compraba a
contrareloj los regalos de reyes de mi pareja.
Un 2008
abandonado a su suerte, con esos años de botella que le da el pasar
inadvertido a la mayoría. Muy distinto del primero que bebí hace ya
dos años aprox: Amable, cálido como el origen de sus viñas y con
un tanino inapreciable y fresco como la arcilla contenedora de su
humedad. Que le proporciona los fresones y las grosellas, haciéndolo
apetecible y de trago fácil.
Las
sensaciones son apenas las mismas: El placer in crescendo, tímido,
aterciopelado y confortable de sus notas. La frágil voz de Robert,
los coros debajo, de Kaye Woodward y Poul Kean tejiendo armonías
mientras Malcolm Grant pasa de puntillas. Caramelo Pop con letanías
de Folk y alma Velvetiana.
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02:
GUN OUTFIT_OUT OF RANGUE VS. GRAMONA IMPERIAL 2013 MAGNUM, CAVA
PENEDÉS
Estaba
expectante por saber el paso a dar de la banda de Olimpia tras su
fabuloso “Dream all Over” del 2015 (8º en nuestro top).
Sobretodo teniendo en cuenta la incertidumbre y el desasosiego de mis
primeras escuchas.
Al final, no
tengo más que rendirme de nuevo al camino de sus canciones, a
esquinazos del -Ey, aquí estamos!! psicodélico.
Su nuevo
viraje de timón, esta vez, nos lleva hacia los destellos -pese a
llevar los ojos vendados- de los neones Neoyorkinos.
Un fulgor
que se ve presente como las alcantarillas humeantes de la gran
ciudad, aunque el gaznate siga reseco y arenoso del camino largo
entre coyotes y Carnegieas. En una palabra:
Estamos ante
un disco donde desaparece la tan socorrida psicodelia, como el
pegamento que para todo vale. Y se pueden ver y casi tocar las
siluetas de la Velvet & Reed, de Television o los gestos de
Lawrence (Felt); sobretodo al inicio del disco (Ontological
Intercurse), o si queremos, a unos Luna en versión más
contemporánea.
Una
presencia no tanto en lo musical, como sí en lo narrativo y la
cadencia de todo el conjunto. Un manojo de canciones con más entidad
que su anterior disco, aun careciendo de esos temas que sabemos, se
adherían mejor y más fácil al riñón. No obstante, creo
sinceramente que el mérito de esta hechura esta precisamente en el
escapismo de lo inmediato. En dotar al disco de un fulgor que navega
entre las calles secundarias de la gran ciudad de brillo nocturno
cosmopolita, pero también tremendamente salvaje. Y pese a esa
apariencia urbanita refinada, tener la capacidad de hacer confluir el
Folk rural y abandonado de tacto arenoso que siempre los ha
caracterizado.
Su evolución
mismamente la podríamos colocar al mismo nivel de un GRAMONA
IMPERIAL de recientes añadas. Un Cava reserva con larga crianza
que ha ido pasando de inmediatez de acidez crocante. A un vino
espumoso, donde el inconfundible vino base estandarte del abuelo
Gramona. Que siempre ha dotado el carácter del III Lustros, gana
terreno y lo hace: Más complejo, aterciopelado, huidizo del frío
excesivo y amante de las marchas largas contemplativas. Una joya que
por su vestimenta corriente en estanterías de grandes superficies,
no debería confundirse con uno de tantos.
Sendas
evoluciones y crecimiento interesante, se solapan en texturas,
disfrute e inmediatez. Disco y cava confluyen en una complejidad bien
entendida que nos debería enriquecer en perspectivas y amplitud de
posibilidades.
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03:
BIG THIEF_CAPACITY Vs. LOS PASISTOS, BABOSO NEGRO, TENERIFE
Las
capacidades de esta pareja de Brooklyn (Adrianne Lenker & Buck
Meck) no deberían ser ya discutidas junto a la de sus escuderos, Max
Oleartchik y James Krivchenia.
Dos discos
los avalan ya. No solo por la sensibilidad, sino por las tremendas
posibilidades también, que le extraen a un Folk sobre el papel:
crudo, desnudo y rotundo. Una estética tradicional de sonatas
mirando al cielo estrellado de la noche, que bebe de la esencia de la
música Americana. Pero que indudablemente muy mucho por la culpa de
las tremendas posibilidades de Adrianne, a la que banda se le
adhiere como una segunda piel; sin exceder en adornos más que lo
imprescindible y necesario.
Pese a esa
pulcritud a la hora de manejar los tiempos con delicadeza. Hay una
fiereza presente de desgarro que las sacude en su aparente
fragilidad, y que las convierte también un 50/50 en Rock descalzo.
Son en el fondo, esqueletos andantes que se pasean con un traslúcido
cuerpo imaginario de belleza y melancolía sin igual; sobretodo en
éste su segundo álbum.
Aquí las
canciones en esencia más acústicas que en su anterior disco
(Masterpiece/2016). Nos llevan hacia tiempos pasados, buscando a
esas mujeres que con apenas su voz, lograban estremecernos: Norma
Tanega, Linda Perhacs, Margo Guryan... Aunque el cuarteto en esa
aparente desnudez esconde una audacia muy particular: Sus canciones
insuflan belleza pop, y son capaces de transmutarse sobre la marcha
desmenuzándose en otras muchas y diminutas canciones.
Vino y disco
tienen mucho en común, sobretodo que no hay rastro de maquillaje que
disfrace lo que de verdad quieren ser: Ni levaduras que no sean la de
la misma uva, ni más sulfurosos de los imprescindibles, con todo el
raspón, y por supuesto sin filtrar. Una crianza que no deja ni
rastro de barrica donde todo es fruta. Y esa acidez característica
de los vinos de origen Atlántico, que desnudan la uva tal y como es
con todo su origen volcánico y mineral.
La parte
arcillosa de su tierra junto a su parte volcánica; seña de
identidad del Valle de Ortava (Tenerife). Hace que la fruta
sobresalga con aromas a violetas, tierra húmeda, tabacos sin secar.
De boca afilada y directa, pero sedosa y amable como las canciones
que integran Capacity. Poniendo en común esa identidad franca y de
terruño sin artificios. Dejando que cada nota refleje una simpleza y
austeridad que no es tal, pues al final sobresale su belleza.
Principales atributos de ambos: Belleza natural y complejidad
emocionante.
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04:
SHEER MAG_NEED TO FEEL YOUR LOVE Vs. LA GUITA, FINO EN RAMA SACA
OCT 2015, JEREZ
Del pago de
Miraflores (uno de los más emblemáticos de Sanlucar), nace esta
diminuta diablura: Una síntesis esencial de los vinos de Jerez, pura
como la primera prensada de aceituna o como la própolis de una
colmena de la Algarabía de Monte Rosado.
Hablamos de
esta, pero podríamos hablar de tantas -manzanillas en rama: como
criaturas descalzas que corren calle abajo por el pedregal. Igual que
hacía yo con 8 años por los cantos de río que cubrían las calles
del pueblo de mis padres.
Crocantes y
de salinidad mineral, tienen no solo la llave de posteriores
vinificaciones y aventuras de años. También la inmediatez sabrosa y
gastronómica que debería acompañar toda comida y también después,
a cara de perro.
Y como ven,
empezar por el vino no es un capricho sino un tentempié necesario
diría yo. Para tirarnos en plancha sobre esta banda de Filadelfia,
que igual hasta rompe con la tradición de esta ciudad de la costa
este. Pero de la que su medicina ya me trató en el 2016, cuando
juntaron todos sus Ep's y les quedó un desfibrilador de guitarrazo y
grito, tan puro como aquel hardrock con olor a cuero.
Así pues,
no había más narices que agazaparse tras el cubo de basura y
lanzarse sobre su debut oficial. Se llama “Need to Feel to Love”
y pide amor tanto como lo da. Te lo da a cubos de agua helada, a
fogonazos candentes y ardientes, y con una energía vital donde
parecen fundirse una Cindy Lauper atacada, Gossip y esa parte más
hard, satinada y bruta de los 70/80's.
Aunque el
arranque sea un poco de saltar las lágrimas y molonamente jeviata.
Su disco de debut modera el discurso y esquiva con elegancia ese
exceso de rockduro en plan “Meet me in the Street” o “Turn
it Off”; que por cierto, a mi es lo que más me mola. Y se
tiran hacia un derrotero más Blusero o Powerpopero, hey!! que les
sienta rebien. Pero me quedo con su vena bestia y primitiva, aunque
hay que decir que por más que se quieran buscar equidades con bandas
revival de ahora. SHEER MAG tiene un ingrediente que los hace más
auténticos: Son puros y directos, y sus canciones además de ser tan
frescas como la manzanilla en rama, tienen también la retama, el
esparto y los aperos que la hacen juvenil, desprejuiciada y
arrebatadora, se tiren por donde se tiren a la hora de cantar y
hablar de rOck del bueno.
***********
05:
CENDE_#HIT SINGLE Vs. GUIDO PORRO VIGNA LAZZAIRASCO 2011 BAROLO
Se bebe como
un sirope venenoso de cítricos y vitaminas del, ahora!! Saben del
grito repentino que hace saltar? del sobresalto o el brillo de los
ojos?
A veces no
es la luz, es la sintonía. Y este pequeño concentrado de Pop tiene
ese ingrediente secreto que a menudo no se sabe explicar.
No me vengan
con que solo son 8 canciones y no es un disco propiamente, o como
dios manda. No lo consiento, me da igual. Me parece que son las ocho
canciones más gloriosas del pasado 2017. Sólo, porque obedecen a un
acierto del que no he sabido nada en años. Y porque la unión de
Cameron Wisch, con esa voz que emana libertad total y el bataca de
LVL UP, es de la mejores noticias posibles en esta tan aburrida
escena “indie”. El resto acompaña como los ángeles y hacen
vibrar las guitarras y la rítmica cruzando Pixies, con vigoroso pop
electrificado. Para que sin hacer demasiadas cábalas, sus canciones
suenen a ese pop rotundo que suena como el motor de un Eagle
Speedster: Pistonadas de las que gruñen queriendo rockear.
Un medio
tiempo que delega en la calidad de sus canciones ¿porque es eso y no
las definiciones las que definen, no? Igual que no discuto entre el
perfil moderno o austero de este sedoso Barolo que los acompaña.
Hay una
discusión saben?: Clásico o moderno? Que es lo uno y lo otro? Me
quedo con la personalidad saben. Algo que no se parece a sus tíos
abuelos, pero que asoma afable y a la vez elegante. Con una finura
que se acerca a la de Giacomo Conterno, pero sin el corsé de
preservar las apariencias.
Este Barolo
es la excusa para permitirse un Piamontés, sin dejarse los ahorros
por el camino. Veintipocos euros de pura elegancia y taninos sedosos,
que te hacen sentir como un bebé recién duchado y untado en aceites
de coco. Uno de esos vinos que se distinguen por no necesitar
demasiada experiencia en los corpulentos vinos del norte Italiano, ya
que ahí también hay parte de mito. El Vigna Lazzairaso es una
prueba: El día que lo abrí sin mala botella a la que echar mano
temía un vino hermético, tánico o demasiado verde por falta de
botella. Pero la viticultura es un pequeño milagro que obra a favor
de quienes ya no creen en los estereotipos. Y que esperan las
sorpresas con las manos abiertas y los ojos cerrados. Vinos y música
fáciles, que no superficiales y planas.
**********
06:
HAPPYNESS_WRITE IN Vs. MAS D'EN COMPTE 2007, PRIORAT
Este disco
de terciopelo extremo, no apto para las impaciencias del día. Son de
los que quieres y huyes según el día pudiéndome al final el cariño
que le profeso a este trío: sencillo, discreto y sensible también.
Puede que no
pasen a la historia y les pese el preciosismo de encaje que tanto
recuerda a la ELO más romántica o al SoftSOUL de amores declarados,
e incluso a unos Beach Boys cargados de Slowcore.
Junto con
este blanco licoroso y opulento que también nos hace de alguna
manera imprudentes adolescentes. En sus dos caras: la de la
jovialidad y su evolución en botella de estos años. Se ven a dos
chavales corriendo entre las encinas, madreselvas y aladiernas
persiguiéndose en una explosión hormonal. Se respira la manzanilla,
el hinojo y el volumen amielado del romero en flor. Se mastica el
mineral diluido de paso explosivo... Una barbaridad que se puede
encontrar por 12 euros, con suerte siendo constante y concienzudo.
Una personalidad y hacer como el de este trío tímido y discreto.
Pero con una idea muy clara de por donde tiene que ir su sonido y
evidentemente, la impresión paisajística de deben dar sus
canciones.
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07:
THE FUTURE ISLANDS_ THE FAR FIELD Vs. BASSUS PINOT NOIR MAGNUM 2008,
REQUENA
Tras casi
diez años de carrera y cinco álbumes a sus espaldas, como quien se
encapricha del amigo chistoso. A la banda de Baltimore le ha tocado
lidiar con el repentino éxito de The Singles/2014. Un disco que pese
a contener una de las canciones con más gancho de su carrera, y
ahora que por desgracia todo se mueve por “temazos”. Para mi
gusto, creo que no era uno de sus grandes discos.
Sin embargo,
tener que justificar tu música a base de buenos singles, tiene esa
parte de arma de doble filo. Algo por lo que le ha tocado pasar
históricamente al Pop electrónico, synthpop o Tecnopop; como se le
denominaba en los 80. Y que por otra parte siempre ha parecido
restarle importancia respecto a otros géneros musicales. Relegándolo
casi siempre a música ligera, sin talento y sobretodo,
infravalorada.
Pero cuando
sin más intención que venerar a las canciones, y su conjunto. Te
pones en manos de un tipo como Samuel Herring, que siente el subirse
a un escenario y cantar, como la última voluntad de su vida. Es
entonces, cuando la música, el conjunto y su escenificación,
alcanza una graduación superior: El teatro, el personaje, lo bizarro
o si se quiere lo poético. No hay mayor pasión que la de que creer
lo que haces y llevarlo a cabo sin esperar más premio que el del
público.
Digo esto
porque a la música de Future Islands habría que valorarla en su
justa medida, desde toda su idea y conjunto. Sobretodo porque sus
inicios humildes no los han cambiado demasiado pese su cierto éxito.
Y que sea con The Far Field, con el que sienten cátedra en lo que
se refiere a publicar uno de sus mejores discos de pop sintético;
los honra.
Justo cuando
la tiranía de las tendencias les dan la espalda. Ellos han elaborado
un disco en el que la elegancia, la manera de cantar esas canciones y
su belleza oculta, reverberan Pop por los cuatro costados. Llámalo
Tecnopop, indiepop o lo que quieras. Hay veces, no demasiadas, donde
la canción pop en su aparente simpleza y superfialidad, brilla como
tal; o no son las canciones las campeonas? Su disco con más
atractivo, sin necesidad de generar himnos porque ellos mismos se
hacen solos. Y con un romanticismo natural, que a mi me derrota sin
más.
Es más o
menos el mismo amor indefendible que uno intenta explicar de un buen
Pinot Noir. Más aun cuando este se hace en nuestro país, y lejos
del origen frío de esta delicada uva.
En Requena
(Valencia), las bodegas Hispano Suiza sí se saben dar el temple. Y
elaboran un Pinot Noir 100%, que pese a correr también el mito de
que no aceptan el paso de los años en la botella. Va y zas!! te
topas con una Magnum que a modo de fudre: Ha mimado, acunado y
defendido, un estupendo tinto con 9 años de botella que en fin de
año se expandió licoroso. Como un perfecto tinto de corte suave y
aterciopelado ideal para cualquier platillo.
De nariz
tostada y toques de cacao, higos secos y frutas maduras. Hizo las
delicias con su sedoso paso por boca, con unos taninos golosos y de
puro bellú. Una joya al igual que Far Field, de las que se van
abriendo a base de escuchas, de agitarlo y de disfrutar su perfume
antes de que sea tuyo, o él espíritu poseedor. *******************
08:
HORSEBEACH_BEAUTY AND SADNESS Vs. TERRA REMOTA EL CAMINO 2013,
L'EMPORDÀ
Me alegra un
montón escribir por estas lindes, de una banda que tanto me revive
esa primera idea que concibió ese primer amor por el Pop; allá por
los 80/90. O por lo menos esa idea inicial de los sonidos que
brotaron en su ciudad natal Manchester, asociados a Sarah Recors,
Shinkansen Records y Setanta. Y que de alguna forma también,
hicieron por aquellos años que un tipo de música estuviera asociada
a unos sellos (Creation, Cherry Red, RoughTrade...). Como un estilo
de vestir, una caída de pantalones, o el tacto de una parka).
El segundo
disco de esta joven banda de Manchester, sabiendo como sabemos el
poco margen de maniobra que tiene esta cadencia de Pop, entre la
elegancia, refinamiento y vaporosidad. Consigue al contrario que ha
pasado con Beach Fossils y otras tantas bandas, que no resulte
anodino, liníal, plano y... aburrido en una palabra. No tiene porque
ser así, es un error garrafal creer que son los géneros y no la
forma de cocinarlos.
Canciones
flotantes y ondulosas donde el mérito recae precisamente en eso: La
elegante suntuosidad de sus arreglos, el ambiente que recrea la
aparente sencillez de sus notas y la sofisticación del resultado. El
Soft Funk, las evocaciones cariocas a bossanova, el ambient... Sade,
Santana, tropicalismos... Un disco que para mi gusto penaliza por
ejemplo al de Destroyer; que me gusta un montón pero por sorpresa no
ha entrado en este Top; la mía y todo.
Todo
dispuesto en una mesa ante el balcón. Haga sol, o sea la niebla gris
y densa en finas lonchas. Una copa de Terra Remota haciendo el Camino
una ruta sin un destino certero. Aterciopelando las cavidades bocales
como el paso de un río de pétalos, grosellas y ricura. Ese vino que
desdice el mito de que L'Empordà tiene el nervio a flor de piel por
los envites de la Tramontana y el Mestral.
Aquí todo
es armonía, golosería y esa acidez bien dispuesta que lo hace
adictivo, diluyente y compañía fija, se coma lo que se coma o a
solas mientras cocinas. Es ese vino ecológico que rompe mitos.
Rotundo, crocante, de fruta escarchada, de disfrute, de entrada fácil
pero de complejidad juguetona. Como una buena conversación, ¿sabes?
**************
09:
DANIEL WYLIE & THE COSMIC ROUGH RIDERS_SCENERY FOR DREAMERS Vs. EMBRUIX DE CELLER VALL LLACH 1998, PRIORAT
Fue ese día
que picó en mi casa y tras mirar por la mirilla y no reconocerle.
Abres y ves que esos diez años nos han cambiado lo suficiente para
añorar más que extrañar.
La de D.
Wylie es una historia tan injusta como el haberle perdido yo la pista
desde aquel increíble “Enjoy the Melodic Sunshine” del
2000. Del que no solo perdió la autoría, sino que ni siquiera
figura en alineación oficial de la banda en wikipedia, pese a ser su
fundador e ideólogo.
Entonces hay
quien pueda pensar que su vuelta a casa por lo que es suyo, sea una
especie de venganza. Pero yo creo que tras publicar cinco discos en
solitario sumido en el más absoluto ostracismo, bien merece
reivindicar por fin a SU banda como idea y aunque sea solo por puro
amor propio.
Scenery For
Dreamers es un si se quiere: su paso más ambicioso y decidido desde
“Chrome Cassettes/2015”. Un disco que va directo a la
esencia de su primer y más exitoso disco del 2000, pero sin ese
toque de psicodelia hippie, y con una rotundidad powerpopera bárbara.
Guitarras que aguijonean y pellizcan como las de los míticos Big
Star. Y hermanas de sangre de los Teenage Fanclub, cuando los
arpegios vocales nos hacían volar en viajes oceánicos hacia las
costas californianas, vía escocesa. Uno de los hacedores de melodías
más inconmesurables y lúcidode la última década de vuelta a casa
¿no es para felicitarse?
Tan
necesitados que estamos de Pop mayúsculo con alma rockera. Como de
un trago largo y reflexivo de un Embruix del renacentista Priorat,
con la perspectiva de casi 20 años.
En realidad,
este vino mide esa misma travesía. Desde que se elaboró la primera
vez con cupatges de Merlot y otras uvas, para darle el volumen y la
cercanía que atemorizaba por su rotundidad. Y que a día de hoy y
con el privilegio de tomarlo con el relevista Jordi Miralvell cuando
la meta está en la indómita Cariñena (Sansó). Nos hace observar
desde la atalaya de la Sierra de Monsant con el paisaje a nuestro
pies. Toda una vida transformista de la nuestra propia, y lo que nos
rodea. Exquisito polvo de nácar que se desliza con sapidez y la
elegancia. Y la frescura imperturbable de un gran vino que ya es dama
elegante y refinada, con todavía ese toque indómito de pizarra,
hierbas de montaña y carácter superviviente.
El Priorat y
esta clase de discos, deberíamos disfrutarlos desde el antes y el
ahora. Quizás así entendamos que hay cosas que están por encima
del mero gusto. Y que llevan bajo la dermis, una historia y un origen
que solo se aprecia con el tiempo y la misma tenacidad que los forja
a base de abandono, sacrificio y explosión.
**************
10:
GOLD STAR_BIG BLUE Vs.FINCA
LAS CARABALLAS, VERDEJO ECOLÓGICO, RUEDA
Marlon
Rabenreither se ha sacado de la manga uno de esos discos de tapado
para todos los públicos. De esencia folk americana, pero con una
onda expansiva bastante más contemporánea aun sustentándose
principalmente sobre lo esencial de una acústica, la omnipresente
armónica, y su voz.
Así de
pronto podría ser un disco más, de esos que con cierto desprecio
a veces se etiquetan, “de cantautor”. O de tantos que
miran sin disimulo bajo una gabardina a Dylan, Dan Stuart (Green on
Red), Jayhawks o a Harry Benson; del que admite ser una de sus
mayores influencias.
Pero hay sin
duda un áurea curiosa que flota sobre sus canciones. Que hace que
sin quererlo se active ese “clic” que de repente asocias con la
nostalgia serena sin fecha ni edad. Esa cosa que surge cuando se nos
va un amor, la juventud, la vida misma o el instante maravilloso por
el cual desearíamos ese poder imposible para detener el tiempo.
Estas
canciones tienen ese poder. Y si no lo tienen, por lo menos son
capaces de crisalizar esos sentimientos de sufrimiento/placer que
tanto nos molan. E incluso de conseguir que el fresco rocío de la
mañana perdure bajo un sol tórrido. Haciendo que suenen todas ellas
instantáneas, frescas y una secreta fuerza que consensúa vengas de
donde vengas, y vayas donde vayas.
Lo mismo que
le pasa a la perfumada y florar D.O Rueda que ha convertido el
consejo regulador a base de inundar estanterías con vinos de 4
euros: Nunca se sabe con certeza si la realidad es aquello que nos
quieren vender o hay otra, escarbando en la tierra buscando como un
perro las trufas.
Finca Las
Caraballas es un Verdejo sin crianza y solo el inoxidable donde
fermenta en sus lías, con una capacidad de evolucionar en la botella
digna de un Borgoña. Un vino sin excesos, que resalta por su
carácter exótico y especiado sin disfrazar nada que no sea su
propio territorio. Con una acidez exquisita de flor de tomillo,
albahaca en nariz, maracullá y algo de salinidad. Una melosidad
justa para fundirse con su acidez golosa y la profundidad de su
complejidad inquieta. Un vino muy disfrutable, diría que el mejor
Verdejo por 12 euros sin rival posible. Por elegancia y destacar por
ser un blanco con fuerte personalidad y una maravillosa anomalía
entre la mayoría de verdejos vacíos de personalidad y convertidos
en algo que no deberían ser.
Ese misterio
de algo que te es familiar, pero que te abre ventanas de par en par
para sorprenderte con esas vistas que desconocías. Y que por suerte,
igual que el disco de Gold Star, nos seduce por afable y porque no
hay miedo sin alguien que te lo quite, ni prejuicio por aprendizaje.
*********
Si la espera
de esta lista de 50 discos como 50 bestias de añada, ha sido
desesperante y a destiempo; me disculpo. Hay cosas en la vida; la
mayoría. Que se hacen dueñas de tu vida y de tus actos. En realidad
siempre es así, con la diferencia de querer forcejear y echar a
suerte tu victoria o derrota. O seguir los tiempos que te marcan
ellas: A menudo tiempos caprichosos, anárquicos y ritmos dominante.
Yo me dejo llevar ¿me entienden?
ABRAZO
GRANDE!!
TOP 2017:
01-THE BATS - THE DEEP SET
02-GUN OUTFIT - OUT OF RANGUE
03-BIG THIEF - CAPACITY
04-SHEER MAG - NEED TO FEEL YOUR LOVE
05-CENDE - # HIT SINGLE
06-HAPPYNESS - WRITE IN
07-THE FUTURE ISLANDS - THE FAR FIELD
08-HORSEBEACH - BEAUTY & SADNESS
09-DANIEL WYLIE & THE COSMIC ROUGH RIDERS - SCENERY FOR DREAMERS
10-GOLD STAR-BIG BLUE
11-LAND OF TALK - LIFE AFTER YOUTH
12-CHAD VANGAALEN - LIGHT INFORMATION
13-SHADOW BAND - WILDERNESS OF LOVE
14-OUT LINES - CONFLATS
15-THE BLACK WATCH - THE GOSPEL ACCORDING TO JOHN
16-LOS PUNSETES - !VIVE!
17-ROBYN HITCHCOCK - ROBYN HITCHCOK
18-SADIES - NORTHERN PASSAGES
19-ROZWELL KID - PRECIOUS ART
20-PROTOMARTYR - RELATIVES IN DESCENT
21-THE BLUE AEROPLANES - WELCOME, STRANGER!
22-DOUG TUTTLE - PEACE POTATO
23-THE HORRORS - V
24-IRON & WINE - BEAST EPIC
25-CLOUD NOTHINGS - LIFE WITHOUT SOUND
26-THE NEW YEAR - SNOW
27-DESPERATE JOURNALIST - GROW UP
28-WAVVES - YOU'RE WELCOME
29-THE MOLOCHS - AMERICAS VELVET GLORY
30-THE AFGHAN WHIGS - IN SPADES
31-MORRISSEY - LOW IN HIGH SCHOOL
32-MAX ANANYEV - THE WAY TO THE OCEAN
33-ELBOW - LITTLE FICTIONS
34-SEA PINKS - WATERHOUSE
35-KING GIZZARD & THE LIZZARD WIZARD - FLYING MICROTONAL BANANA
36-JAPANESE BREAKFAST - SOFT SOUNDS FROM ANOTHER PLANET
37-MICHAEL HEAD & THE RED ELASTIC BAND - ADIÓS SEÑOR PUSSYCAT
38-JOHN MURRY - A SHORT HISTORY OF DECAY
39-RON GALLO - HEAVY META
40-EXQUIRLA - PARA QUIENES AÚN VIVEN
41-GRANDADDY - LAST PLACE
42-TIGER MENJA ZEBRA - ANARQUIA I MAL DE CAP
43-MALE GAZE - MISS TAKEN
44-DANIEL LUPPI & PARQUET COURTS - MILANO
45-NÚRIA GRAHAM - DOES IT RING A BELL?
46-METHYL ETHEL - EVERYTHING FORGOTTEN
47-DEAD PARTIES - ALL OUR TIMES
48-PIANO MAGIC - CLOSURE
49-KARLA KANE - KING DAUGHTER'S HOME FOR INCURABLES