viernes, 14 de septiembre de 2018

ALABANDO ÁLAVA, Y LA SINTONÍA GALÁCTICA DE STEPHEN MALKMUS & THE JICKS EN: SPARKLE HARD_2018





Nos prometieron el oro y el moro, y sin embargo:

Solo silencio noctámbulo apenas roto por las hojas que se lleva el aire, la graba, los ojos de ese gato moteado adoptado; casi de la familia. Y los ladridos de ese perro sheriff de Narvaiza que retaba en duelo al forastero, lo mismo que a las cabras de su dueño.

La mirada penetrante y condescendiente del semental macho cabrío. Patxi con sus hortalizas a ritmo de rock y su berenjena sustraída/extraviada, el tractor y sus supuestos 109 habitantes censados y milagrosamente invisibles.



El pueblo de Narvaiza (Narvaja), destino de nuestros sueños estrellados en azul cobalto de este verano. Han sido cuanto menos por más de las advertencias del despoblamiento de Álava, (la provincia menos conocida de Euskadi), reveladora y apaciguadora sobretodo, cuando el silencio y el paisaje horizontal o vertical cabe en tu encuadre personal.

Otras veces pasa que hay que hacer mosaicos mentales para recomponer y poder admirar. Pero allí no. Todo cabe en tus inmediaciones, en tu dominio minúsculo y en tu radio; el que puedes y de echo necesitas controlar. Y alcanza más magnitud emocional, sobretodo, cuando no hay ni un plan urdido o tan siquiera una esperanza de que todo ocurra tal y como programaras.




Ya han pasado dos semanas por lo menos desde que regresáramos. Y es ahora cuando el aparato digestivo de tu recuerdo, expulsa la constatación en forma de texto/narración, con su banda sonora; faltaría más. Apunto como estoy de volver al curro.

Casual, inconexo y un poco arbitrario pues seguramente la experiencias viajeras se podrían resumir tan solo como el cruce de un umbral: Esa imaginaria estancia a la que te adentras por primera vez o incluso a la que vuelves después de diez años:

Urbasa y Andia a la izquierda, Aralar a la derecha, y Aizkorri-Arantz de frente presidido por el embalse de Ullibarri-Gamboa. El espacio inmenso y nuestra diminutez igual que una circunstancia en el tiempo. Con ese recuerdo impreciso que al pasar los años con sus lluvias, al volver, siempre es distinto como lo recordabas y todavía más impactante.

Un efecto que casi siempre (y será por la edad); truco al que echar mano. Tu expectación, la mayoría de veces se ve superada en ese efecto déjà vu del constante tránsito de la madurez/juventud que bombea tu imaginación más grandilocuente, por la deslumbrante llegada al paisaje perdido de tu escasa memoria.







Con la música a veces, o muchas, pasa igual: Es superior el efecto que produce la materialización a golpe de nota musical en esos años dulces de tu añorada juventud. Que el verdadero renombre que alcanza en el presente más absoluto e inmóvil; justo ahí.

La música sublima sobre épocas, géneros, tendencias y modas. Más aun cuando el tránsito temporal a rebasado las novedades, como su autor: Stephen Malkmus (exPavement). Y aparece de golpe empujando mi mantra vivido en su más reciente exposición del último directo en KEXP (la gloriosa emisora de Seattle), como una aparición mariana en una tienda de discos de Bilbao. Las miniaturas gastronómicas de euskadi entonces, se texturizan con momentos tan eléctricos como el REdisfrute de este elemento diluyente.

Vino, comida y música son la ambrosía. La felicidad hecha ente inmaterial con la compañía; claro está. El sitio. Y los interlocutores de tu salva.

Y un disco que argumenta. O por lo menos, sirve de excusa para dar forma al recuerdo que te va a quedar de tu paso por Toloño, la calle de la cuchillería, los enormes plataneros de Fray Francisco de Vitoria, el banco de Wynton Marsalis, los bosques de Velate, los campos de girasoles, el ajetreo del Gaucho en la Travesía Espoz, esa botella de Viña Ardanza que ruge desde tu juventud noviazga, la abuela que sale a tu paso para ayudarte, la maravilla sensorial del Guggenheim y su contenido, el paso por San Felices hacia Eskuernaga o las vistas de la Sierra Cantabria desde el castillo de San Vicente de Sonsierra.

  
Todo eso se podría resumir en una canción: “Solid Silk”. Que como una fina brisa acaricia la guitarra como el junco se flexiona, y unos arreglos de cuerda balsámicos que buscan registros antes desconocidos.
Una reinterpretación del san benito de su antigua banda, a la que solo el tiempo es capaz de diseccionar todas sus capas freáticas en forma de melodías inconexas e inaudibles. Y que brotan solo si la agudeza es tal para no quedarse con el ruido, la distorsión y su abstracta y bendita asimetría.

Vale la pena volver a revisar toda la discografía de aquel mágico combo con Malkmus a la cabeza. Y cerciorarse de que, una vez amansada nuestra efervescencia guitarrera noventera. Hay todo un universo inescrutable, con una riqueza muy superior a la que históricamente se les atribuye.



Dirías en un principio, que la perezosa “Cast Off” retoma la anterior discografía de Malkmus en solitario. Cuando perdimos toda esperanza de que esa espinosa banda con forma de chumbera volviera a resucitar el raído y desgarbado espíritu inconformista noventero. Pero tienes que esperar al aullido de las guitarras para arquear las cejas. Cambiar el modo postgrunge y pensar que tu evolución no es tal sin la polinización creativa. “Future Suite” prácticamente comienza donde terminó “...And Carrot Rope” allá por el final de siglo. Cuando en plena resistencia a madurar con treinta años, todos nos sentimos traicionados por su disolución y viraje hacia hacia cadencias más meditabundas.

Recuerdo su último concierto de despedida en la sala dos de Zeleste con un puñado de feligreses. Y palpar la verdadera traición de su inmaduro público, que ahora se daría de hostias por volverlos a ver.



Casi veinte años después, y aunque al sonar “Shiggy” todos pensásemos (incluído yo). Que ese amago 100% Pavement fuese por fin ese elixir definitivo hacia la eterna juventud.

Rebusquemos desesperados como la madre que pierde a la criatura en la feria, pero ni rastro.

En cambio fue ver sobre un escenario a Stephen Malkmus con sus engrasados Jicks. Y aparecérsenos Nuestra Señora de Fátima con los tres niños y la santísima trinidad.

Si esa estertórica canción ya transmite vibraciones exfoliantes. En directo es una gozada ver a Malkmus hilvanar esas aparentes melodías inconexas como puro exorcismo. Eso, y observar como la banda tras unos cuantos discos, parece escupir lo que la endiablada mente de Stephen maquina con una sonrisa de oreja a oreja. Parece fácil, pero creo que es parte de la magia que atesoraban Pavement como banda y sus adoradas imperfecciones. Y este nuevo disco. Sabe plasmar a la perfección en toda su extensión y como conjunto de canciones, una química parecida.

Stephen Malkmus al igual que J Mascis, es un puto genio haciendo lo que otros convertirían en mediocridad.

Es fácil y no han inventado nada que no se hiciera en mil ocasiones (solos y distorsiones). Pero sin el enfoque melódico y tierno de ambos, sería la historia que se vuelve a repetir. Y todos sabemos que no ¿verdad?



Solo así, da sentido la química de “Difficultes/Let Them Eat Wowels”: Dos canciones en forma de una, que podría ser esa chaqueta reversible de colores vivos que bien hace de anorak, de chaleco y de elegante impermeable.

Una psicodelia sacando punta al Vocoder, como Toloño a algo tan tradicional como el Xangurro. Donde el de Santa Mónica se siente tan cómodo como un gorrino en un lodazal. La miniatura de “Future Suite” es el contrapunto en su diminutez y el vacile de sus guitarras no hace más que certificar la síntesis como fórmula magistral.

Su camino hasta llegar aquí, no nos equivoquemos, no ha sido fallido. Sino incompleto sin la esencia que todo artista que emprende carrera en solitario se empeña en aparcar. Y la prueba está en “Middle America”. Una pieza soberbia que no sabría decirte ahora mismo si la prefiero en acústico, en directo o tal y como se ha publicado en el disco. Es mágica de cualquiera de las maneras y conjunta con maestría su época en Pavement: Canciones que por aquella época ya se adentraron en paisajes más tiernos y acústicos.

Todo lo que ha sucedido en los siete discos con The Jicks plagado de joyas y con una sustancia todavía por escudriñar. E incluso su participación en Silver Jews dan sentido al sonido de este disco.



SPARKLE HARD es un entretenido paseo de toboganes, desniveles, caídas al vacío y momentáneos remansos cargaditos de alucinógenos. Un disco como decía mi compi de Mad Robot M. Grau: “un disco que no está de moda”. Pues no sigue las directrices del punteado coloreable/recortable típico de los precocinados de ahora.

Su gracia es más la aventura de lo imprevisible o de las conexiones invisibles en sus armonías; si mamaste Pavement, pues ayuda. Aunque a algunos se les haya olvidado ya, que era salirse (o por lo menos dejarse arrastrar) por algo distinto al típico estribillo/estrofa/estribillo/solo de guitarra/teclado, y vuelta a empezar. Fíjate que canciones como “Rattler”, a mi me encomiendan al rock progresivo de los 70 (Jethro Tull, Frank Zappa y otras lindeces con menos relación)

¿que hacen falta drogas para zambullirse y no ahogarse? Quizás.

Pero que se lo pregunten quienes como yo, al ver tocar la perturbadora “Bike Lane” han visualizado la puta canción del verano sin apelación alguna.

No esos “que si mi cintura necesita tu ayuda, el sácala a bailar, o si así se vive mejor” que podrían arder en el infierno hasta el fin de sus días. Sino ese fuzz de bajo/guitarra abejorro que taladra los sentidos como lo hicieran los Sonic en el “Youth Against the Fascism”; tan adecuado ahora. El swim sorpresa de ese piano que rompe por completo la armonía. O esa joya de letra engarzada en mímesis/parábola, entre el asesinato a manos de la policía de Freddie Gray y los controvertidos carriles bici en las ciudades.

Textos que afianzan al Californiano dentro de esa paranoia que es inspirarse en la realidad más, o menos metafórica. Y que son otro atractivo más; aunque a mi de siempre me ha parecido un letrista más profundo de lo que se le suponía por su música casi siempre felizmente destartalada.

Los dilemas existenciales de “Kite”, envasados en casi siete minutos de genialidad, que deambula medio mimetizado entre el krautrock, la psicodelia, el funk incluso, y muchos muchos ramalazos que encuentran su origen en un pasado bastante más lejano que el de su banda embrionaria.



Se erige como un guitarrista ya sabio, y un hacedor de atmósferas en donde retozar, digno de análisis profundo. Estas canciones sin duda lo necesitan y lo agradecen.

Brethen” refuerza la idea de que no es posible mucho sin poco. Y si la asimilación de este disco como una obra de infinitas escuchas y detalles aparentemente difusos parece una empresa perezosa. Lo extraño es que con canciones como esta, que son todo un prodigio de arreglos casi transparentes de apenas dos minutos. Se puede entender a la perfección entre ese binomio de excesos, sencillez y practicidad a la hora de cocinar canciones.

Teniendo como clarividente prueba de ese viaje laaargo laaargo de Stephen hasta llegar a esta exposición maestra. La maravillosa cauntry ballad slide de “Refute”; totalmente entroncado a mi favoritísima “Range Life”. Y con Kim Gordon(Sonic Youth) a las dobles voces en pleno idilio/guinda musical ¿se lo imaginan?. Pues es una de las canciones y lírica más preciosas de este 2018.



Háganse un favor y escúchenlo sin prisas

domingo, 26 de agosto de 2018

TAJADAS, SANDÍAS Y SANDALIAS (LA PLAYLIST DEL AGOSTO QUE YA SE VA)



El parking está vacío
Las calles ya están desiertas
Iros, a la mie_erdá!!
Con ese contrapunto entre medio, y el fondo sonoro de Disco Las Palmeras! y su “El Orden de las Cosas”.
Para que veáis que con el cuerpo, y medio cerebro de vacaciones, estoy inspiradísimo.

Pasar de la desbandada al tumulto tiene de traumas, venganzas gitanas y odios sin sentido, como los calores a las avispas. Y cuando la gota de sudor aflora como el néctar bullente que provoca el calor, lo mejor es detener los bioritmos y sentarse ha admirar.
El verano con tiempo, (el que dan los holidays; si se tienen). Es perfecto para ejercer de observador de hábitos y conductas. No para juzgarlos o reprochar, sino para admirarlos y estudiarlos. Es fascinante, lo juro.

Contemplar esa necesidad prácticamente drogodependiente de estímulos inmediatos y con minutos de caducidad. A mi, me otorga más paz que ansiedad. Cuanto más alta es la velocidad de los sucesos, actualidad y estupefacción. Más distancia cojo para diseccionar a las especies y subespecies que aparecen cada día.
No pongo demasiado empeño en entenderlas, lo admito. Pero mi fascinación crece conforme envejezco, igual que cuando de crío observaba a las hormigas laboriosas y bichos en general.
Yo uno más raro cada día.

Converso y escucho con atención, con ese disimulo del mimetismo entre el gentío; que no quiere decir que comparta. Pero que por lo menos me entretiene y me mantiene en guardia. No sea que con el impulso de la muchedumbre, un día me levante y resulte que me he convertido en otro más.
Diréis que es egoísmo o egocentrismo, y no lo niego. Pero a estas alturas ya, solo creo en la capacidad de razonar por si solo de cada uno: Abstraído, huraño y taciturno. Siempre atento a lo que ocurre, pero con opinión propia. Algo que debería ser normal, pero que intuyo que ahora inmersos en grupos de whatsapp, redes sociales y tendencias ya sean políticas, sociales o futboleras. O estás en todos, o no existes.

Que suerte que mis cómplices las melodías me dan; no sin una búsqueda intensa. Con gloriosas canciones, de esas que sí nos asocian por el rastro como animales ciegos. Y que mandan a la mierda cualquier suerte de estirpe, rango o bando.
Música al fin y al cabo, que huye de las formaciones militares y desfiles. Que por fin y a expensas de pertenecer al rebaño, dan la opción de escaparte por la noche con la única brújula que las estrellas y el cielo opaco. Sentir como tuya propia la necesidad de no asociarte a aquellas obsoletas tribus urbanas con las que casi debías hacer un pacto de sangre.
Ahora por suerte o por desgracia se han perdido los ejércitos y cada uno hace la guerra por su cuenta. Sientes que estás solo pero no, siempre encuentras un compañero de viaje por el camino. Y antes de salir de viaje el lunes. Sentía la necesidad de dejar constancia en forma de playlist, de lo productivos que han sido estos días prevacacionales.



 

De entrada apuntalar las millas venideras con PunkRock del que ya no se hace. Con tres discos de melodías pétreas, que por activa o por pasiva deberían reconstruir esas vías ya en desuso que nos encomiendan al pasado, pero con hechuras de presente siempre inmortal:



La vuelta a los estudios dieciocho años más tarde de Chris Lopez, con sus incorruptibles THE ROCK*A* TEENS.

Con su SIXTH HOUSE en ristre. La banda de Cabbagetown (Atlanta) sin Kelly Hogan (Neko Case) ni Chris Verence, sigue aullando al infinito como si no un hubiese un mañana; aunque esta vez aflore cierta melancolía en estas nuevas sonatas. Canciones que son igualmente cantadas con el alma, tripas y sentir de quien no guarda en la recámara ni truco, ni as que valga. Y que dieron a luz en tiempos de grunge, a un punkrock poético y maravillosamente desbocado, hacedores indierock sensible y a la vez salvaje todavía desconocido.

Esta vez desnudos como los trajo dios al mundo. Las canciones en su mayoría que componen este maravilloso regreso, desprenden una luz y sinceridad que superan el recuerdo más caótico y saturado de la banda. Una especie de híbrido entre Husker Dü y un Neil Young asilvestrado, que no hacen más que escupir su sentir sin más truco que la emoción. Una puta maravilla.



Otro regreso a vocear y dispuesto a volver a habilitar esas curvas eliminadas de las carreteras secundarias por peligrosas, son los POSTER CHILDREN de Illinois con otros 14 años sin saber de ellos.

Hijos putativos de Steve Albini y culos de mal asiento; como universitarios bien nacidos que son de la generación del 87. Se han sacado de la manga una colección de once canciones, como once jalapeños untados en aceite con peperoncino. Salivantes.


Parientes cercanos de Rock A Teens, Superchunck, Guided By Voices o ya me entendéis… IndieRock de pata negra en vías de extinción, del que ya no se lleva. De ese que nos da vida a los que nos empachamos de exceso de lacado; cierto? Y que no sabemos bailar si no es con una guitarra imaginaria en mano.

Y no está el mérito en el atrincheramiento o en el R que R por llevar la contraria, que de mierdas de este estilo también se llevan sacando estos años. Sólo que supongo que cuando hay poca liga donde competir, las canciones se engendran así: sin mala puta producción que convierta los discos el Potitos Bledine: Masticaditos, con sus grumitos en su sitio y azucarados hasta el artazgo, y que luzcan, sobretodo que luzcan bonicos.




A la zaga le siguen otros tantos alumnos aventajados, o digamos… descarriadillos ellos.

Como ese invento de hace tres años del Dj y productor, Thilo Markwort, llamado WARMDUSCHER; como se apodaba él, y que viva el narcisismo coño!!


Una cosa tan tonta como volver a desempolvar Happy Mondays, The Fall o Pere Ubu y darles enlucido de actualidad y pinchabilidad (vamos, que se puedan programar en una sesión para que los modernos echaos pa’lante los bailen). La cosa es que aquello que bien podría haber sido una mierdaca poco creíble, resultona pero caduca, o una mala imitación de Eugenio, se convierta en un proyecto no solo más que notable, sino molón; ya es toda una alegría.

Y aunque sea una especie de proyecto de estudio parecido a eso de Malachai o los jodidos Beyond the Wizards Sleeve, o ese!! ese ese!! el Mark Ronson de los cojones. Cuando la cosa para bailar, gosar y disfrutar funciona ¿para que narices rebelarse y coger un berrinche, no?



En orden totalmente opuesto, también tenemos tres álbumes de proyectos más o menos jóvenes y disfrutables para hincarles el diente:


Los Angelinos TRPTIDES. Que pese a llevar ya casi una década de actividad y 4 Lp’s a sus espaldas, es ahora con su VISITORS cuando parecen asomar la cabeza empujados por el visionario Psych Festival que los trajo la pasada primavera (y que este Otoño nos traerá a Asteroid #4; que alegría, que alboroto).

Y por un disco nuevo por supuesto. Donde conjugan las mejores virtudes de toda su carrera, junto a la sabiduría para emplastarlas y que todo suene como una maldita maravilla de psicodelia sesentera y ramalazos de POP mayúsculo del bueno.



Desde Connecticut y grabados a fuego en nuestro corazón por nuestro colega Sulo de (Tres Cagallons Baix d’un Piano) desde elotro lado del Atlántico, OVLOV.


A base de bien agradecida insistencia. Ha conseguido que recibamos como agua de Mayo este bendito mejunje de grunge aterciopelado y shoegaze gamberro, que eriza el bello y se agarra como la cera caliente a una ingle peluda.

Un gustazo de dolor juvenil que remite a… por ejemplo: Unos Cloud Nothings o a los primeros Yuck. Sólo que con una contundencia y fiereza más digna de su juventud. Que es verdaderamente cuando estas cosas suenan a gloria, viniendo de ahí abajo.


 

Pero si la cosa se pusiera fea, el calor se cogiera a los bajos en hora punta, o la digestión pesada de una comilona a 40 grados nos dejara las constantes (vitales) y (cerebrales), bajo mínimos. También tenemos opciones más frescas y menos exigentes. Como el nuevo atadillo de melodías de la chilena afincada AQUÍ, SOLEDAD VÉLEZ.


Su fórmula de Tecnopop ochentero velado de dreampop como deberían regir las normas de este género, es más sencillo por formas y práctico en utilidad que la de un botijo:

Bases infalíbles con textos de estado permanente adolescente/enamorao y melodías que son en definitiva mantras; que no loops. Funciona y engancha que da gusto. Encontraras a pocos y pocas que algún pero o pegas le pongan a este conjunto de canciones cantadas esta vez en castellano.

Muchos que cuando se las pongan, admitan que no pueden dejar de escucharlas; droja de la mala vamos. Y otros que las pongan a parir. No digo que no, pero yo alucino tanto con lo crudo como guisado siempre que me haga cantar y bailar. Lo demás Jesús Hermida.





Y así podría estar días con sus noches, horas y hooooooras. Relatando la razón de peso, nutritiva y dietética de estas 35 canciones (más una de regalo que se repite y la podéis rewindear (no penaliza)). No acabaría.

No habrá consenso, lo sé, y lo espero. A mi todas me producen chribitas; faltaría, las he arrejuntado yo. Algunas con sus respectivos envases en forma de Lp, Ep o no, tan chulos o más que las que os he relatado. Pero ya sabéis, hay cosas que no se explican, se experimentan. Que tampoco se definen, se saborean.

La música y sus canciones tienen una ventaja sobre todo lo demás: Solo tienes que escuchar, callar, y el instintivo cerebro (si no está intoxicado por las leyes esas que quieren inculcarnos y colocarnos en estanterías), hará solito su trabajo.

Sabes que el cuerpo siempre le sigue, estás en buenas manos cachorro.

FELIZ VERANO Y ESCUCHA

00_HAILU MERGIA_gum gum
01_DAMIEN JURADO_allocate
02_RYLEY WALKER_spoil with the rest
03_JENNY HVAL_spells
04_THE JAYHAWKS_bird never files
05_M WARD_poor tom
06_TRIPTIDES_mary anne
07_WARMDUSCHER_standing on the corner
08_JIM JAMES_yes to everything
09_POSTER CHILDREN_grand bargain!
10_SLOW RIOT_burn in the city
11_STILL CORNERS_black lagoon
12_PAUL KALKBRENNER_part two
13_HAILU MERGIA_gum gum
14_STEPHEN MALKMUS & THE JICKS_bike lane
15_AMY RIGBY_from philiproth at gmail to rzimmerman at
16_THE ROCK *A* TEENS_lady macbeth
17_OVLOV_stick
18_SAY SUE ME_i just wanna dance
19_THE ESSEX GREEN_don't leave it in our hands
20_DISCO LAS PALMERAS!_el orden de las cosas
21_LINUS OF HOLLYWOOD_at all
22_THE CORAL_stombreaker
23_NEKO CASE_bad luck
24_SOLEDAD VÉLEZ_cromo y platino(feat el último vecino)
25_COLD CAVE_glory
26_NATHANIEL RATELIFF & THE NIGHT SWEATS_tearing at the seams
27_WYE OAK_it was not natural
28_THE ASTEROID #4_weeping willow
29_NAP EYES_i'm bad
30_CAR SEAT HEADREST_sober to death
31_OUGHT_desire
32_MASSAGE_crying out loud
33_BURNING HOUSE_peach
34_THE LOW ANTHEM_toowee toowee

jueves, 9 de agosto de 2018

WEEPING WILLOWS_TOMORROW BECAME TODAY_2016 LA CONDENA DE LOS AUSENTES




Ni se les esperaba ni se les vio llegar.
Hay trenes que pasan de madrugada, e incluso estaciones ya desérticas donde los convoyes ya ni se detienen.
La banda Sueca Weeping Wilows no fue aquí abajo un destino o parada con demasiados transeúntes. Y es ahora, pasados dos años de su invisible retorno; tras siete de su silencio discográfico. Cuando publican posiblemente, su colección de canciones más grande desde aquel lejano INTO THE LIGHT de 1997; su tercer disco de estudio.


Fue la aventura en solitario de su líder Magnus Carlsson, la que detuvo en vía muerta un bagaje de seis álbumes: éxito total en su país natal, Suecia, y puramente anecdótica para aquellos que nos detuvimos un instante en aquella cover del “There is a Light that Never Goes Out”.
Mucho antes, y después de flirtear con los sonidos americanos de los 60 (Soul, altcountry, rock&roll melódico); muy a su manera y para mi gusto, algo ñoño. Publicaron el disco que me cautivo por aquel todavía tierno y dubitativo 2002: INTO THE LIGHT (Grand Recordings, Virgin).
Una joyita de Pop transparente y deliciosamente ejecutado, muy por encima de la media que se producía en el Reino Unido. Y sin ese barniz perfumado, pulcro y gélido que tanto me ha echado para atrás del Pop Nórdico; exceptuando contadísimas ocasiones.
PRESENCE tres años más tarde mantuvo el nivel, y aunque casi plagiaron a The Smiths en su tema apertura: (Stairs). La verdad es que a la banda de Magnus, Ola, Anders y Niko, les quedó un disco sembrado. Uno de aquellos discos que jamás entenderé como no calaron más por latitudes occidentales, a no ser de que el Indie Entertainment estuviera más por la labor del triple salto mortal, que de la voltereta en la cama.



Yo jamás supe hacer el pino, subir la cuerda del gimnasio ni la cuña para frenar los esquís. Soy más volteretas, churromedia manga y trineos. Y ojo!! Con esto no quiere decir que me horroricen los cambios radicales y me de vértigo la evolución; al contrario.
Solo que creo que creo que: No se trata de atrincherse en la mágica juventud, ni desde luego querer subirse al tren directo a toda costa. Con el gusto que da cambiar el paso en medio del desfile.



Y para eso están discos como TOMORROW BECAME TODAY. Primero porque sin más, tiene un manojo de canciones que entran sin avisar ni tener que acomodarse; no sea que por eso del déficit de atención nos despistemos con el vuelo de una mosca.
Que esas mismas suenen a algo que: ya sea por moda, tendencia, estereotipo o que se yo. Nadie se atreva, o simplemente le acongoje la posibilidad de que no te escuche ni el tato por: clásico, repetitivo o exceso de formalismo. Y bam!! vas tú y demuestras ese dicho de… “No, si no es cuestión de moda, prestancia ni transgresión. Es simplemente M.O.J.O” Ese umami que tu no tienes y el sí; y ya. Todo lo demás, darle vueltas a algo tan simple como que todo suene en su sitio y que te enganche.
Lo curioso es que Weeping Willows llevan haciendo eso (o intentándolo), un porrón de años. Y a sido en el 2016 cuando todo ha encajado por obra y magia del Soul (algo que le ha quedado como los dioses a la banda embrión, y que a su envalentonado líder le ha salido como un nescafé en vez de un expresso dos años después). Que cosas no?

Así pues, obviado el reciente disco en solitario de Magnus (Soul escarchado a cascoporro). Yo me quedo y me macero por cada escucha que le cedo a Tomorrow Became Today.



Entré de puntillas, con un palo y a hurtadillas no fuese que esa impresión primera, solo fuese un pálpito fallido. Sonó esa misma canción que da título al disco: Esa orquestación que parece querer pecar de exceso de tul, satén y almidón. Y no.
Las canciones de este disco pueden parecer, pero son solo eso. Una sensación que se adueña, porque “Tomorrow Became Today” al final, es un baladón que emerge simplemente por estar compuesta magistralmente: con intención, premeditada ,excelsa y no ampulosa sin más. Sino eso mismo que sabe hacer Rufus Wrainright cuando está inspirado; convertir lo empalagoso en precioso.
Me atrevería incluso a afirmar que “Angels Sing for Us”; la que le sigue. Hace del creciente suspense y ese bucle que se repite como un mantra, el tedio de esperar que la canción explote (lo necesitas, lo esperas, tiene que ser así), pero no.
Es una hermosa canción, pero no es hasta “Wait for Love to Grow” esa Tomsjonada de Pop sinfín. Que no empiezas a cerciorate que Tomorrow Became Today no se va a quedar en ese temazo que fue “It takes a Strong Heart to Love” o "(We're in) Different Places" y que finalmente sucumbió al sopor general de The Times Has Come; su disco del 2014. Porque es ahí cuando definitivamente emerge este maravilloso homenaje sin disimulo alguno a los más importantes solistas de Soul melódico de los 50/60.
 


Esos indefinidos y innombrables solistas de pop melódico de los 60, que jamás llegaron a explicarnos qué diferencia realmente el Soul, el Funk, el Pop o el R&B. Pero que pasados los años todo confluye en la melodía o el Rock&roll; y poco más importa.
Aquí prevalece el Pop siempre sobre unos arreglos de cuerdas, vientos y pianos que transportan a aquellos años. Con la diferencia que sobre el temario y las ínfulas de Magnus, sobresale la autenticidad del sonido de Weeping Willows; junto a una de las mejores voces dentro de este musical estilo, junto a Marc Almond y Morrissey. Todo un acierto.
Sin embargo son las bellas canciones al final las que ganan. A día de hoy, no hay muchos más solistas capaces de hacer creíble al crooner Pop melódico sin caer en la ñoñería. Evidentemente porque el temario es excepcional, claro está:

La grandeza de “My Love is not Blind” predestinada a convertirse en otro clásico de su repertorio. O “My Last Love” que pone la rúbrica sobre la evidencia de un claro disco con diez canciones de arrebato amoroso y canto previsible, pero igualmente infalible.
Medios tiempos como “Go Find Your Happines” o el cierre de “I Wonder Where you Are”, que resucitan las mejores sensaciones de algunos fallidos como Gene o Geneva, convertidos aquí por momentos en Mickey Newbury’s flow. O ese creo que más que interesante acercamiento a la Americana o el altCountry, cuando son “I’d Do Anything for You” las que sobresalen por encima de ese “no solo pop vocal” y las convierten en otras de las “muy grandes de este disco”.

 
Con estos requiebros son con los que este disco cobra sentido. Con el manejo de diferentes influencias e inquietudes. Con su Pop de toda la vida. Y con este homenaje a algunos de sus guías y obsesiones, sin que eso afecte a la hora de componer grandes y personales canciones.
Hasta “Every Haunted Night”, que se invoca a Roy Orbison o porqué no, a Gene Clarck en “A Dream or a Memory”. Se prodigan en definitiva por más que rehuya al revival obvio a cambio del original, en canciones claves para que el disco resulte lo que es: Una maravilla. Una pequeña joya a tiempo pasado y quien sabe si son las ruinas de los andenes vacíos los que harán sonar con más fuerza a los espíritus. Para que a uno le prendan discos como este, que se alejan una estética un tanto superflua e instantánea que tanto impera ahora.
Por suerte siempre tendremos esa otra música con la que dar sentido a un malvivir demasiado estándar.

jueves, 19 de julio de 2018

RICHARD SWIFT NOS LEGÓ EL DETALLE, Y AL ÚLTIMO NATHANIEL RATELIFF.NO LO ROMPÁIS.



Si algún día la muerte me coge por sorpresa, no quiero ni una sola lágrima.
Subir el volumen de la fanfarria, e incinerarme con una Ola de Calor. Y que ni se os ocurra maldecir lo que pude, hacer o deshacer; como si en el lecho de muerte yo estuviera repasando la lista de la compra.

Desde donde estén (mis artistas muertos); no sé si cielo, infierno o valhalla. Igual se ríen de nosotros, los mortales, todavía en deuda con la vida. De verdad que no lo sé. Pero tras la pena inmensa al recibir la noticia el Martes 3 a manos de mi amigo Txarls, del repentino fallecimiento con tan solo 41 años, de Ricardo Siglfredo Olivarez Swift-Ochoa aka Richard Swift: A consecuencia de una larga enfermedad y la falta de recursos para financiar su costoso tratamiento en la sanidad Americana. Y coincidir por sorpresa y de casualidad con mi primera escucha de lo que sea, la última producción de lo nuevo (del bueno), del achuchable y mofletudo de Nathaniel.

Me prometí escribir esto, más por esa primera sensación al escuchar por primera vez la nuevas canciones que como ya digo; descubrí de potra. Que por cualquier manera de regodearme con la pérdida, la manera asquerosa del desenlace, su burocracia o el comprensible desasosiego. Y el ostracismo en el que cayó su carrera como solista, miembro de otros proyectos, o la de productor vista la poca atención que generó pese a ser un geniecillo de visión espectral impresionante.
Por simple obligación de constatar la magia de su felina visión a la hora de musicar ideas.
Todos sabemos que si como cantante ya fuiste un futurible don nadie, como productor, ingeniero o masterizador, en la actualidad. Eres un fantasma al que solo mencionan los viejos enfermos de la música. A sabiendas de que la era en la que comprábamos discos desinformados, tan solo por quien había tras los mandos. A pasado a la historia, desde que el Mp3 y Mp4 sean ya los tiranos de nuestro tiempo.



Por eso no quiero que sea, o parezca, el típico muro de las lamentaciones de facebook. Sino mejor la buenaventura de lo que dejó; que es mucho. Incluso que sin apenas saber si fue él o la idea de Nathaniel de girar 360 grados su festivo debut con los Night Sweats de hace 3 años. Que sea el hablar de un puñado de providenciales grandes canciones, las que lo tributen y no nos olviden; por favor. Ni se presignen ni se resignen.
Que sea como una coreografía de baile con esos ángeles cantando el “que será será” que lo despidió. Donde se puede escuchar en cada nota, ajuste y detalle; que los hay a borbotones en este nuevo disco.
En la riqueza sonora que sustituye a lo intuitivo de su anterior disco y la paleta variada por donde deambulan estas doce canciones + dos. El santo y seña más que evidente de Richard Swift de discos como Walt Wolfman o The Atlantic Ocean.
No por estilo estrictamente. Sino por ese flow suyo cabaretero y de variedades que se mestizaba con la onírica psicodélica, queriendo a cualquier estilo o atmósfera que se le arrimara.

TEARING AT THE SEAMS es muy distinto al disco de presentación del combo de Nath; no por esencia, pero sí por estructura.
Canciones que se multiplican en texturas pese a ser prácticamente los mismos músicos. Aires de Nueva Orleans en unos vientos contorsionistas como los que abren el telón con “Shoe Boot” primos de Johnn Nemeth. Algún vestigio como parte de la evolución del homosapiens cuando coge velocidad “Be There”.
Pero en rasgos generales, es el Rythm’blues blanco el que suple la inercia Soulera y Gospel que dominaba su anterior disco el los temas más emblemáticos del mismo. Siendo canciones como “A Little Honey” o “Hey Mama” las que se llevan la palma, arrastrándonos a la “casi” propiedad emocional Van Morrisiana. O “Baby I Know” por ejemplo, que tira sin piedad de esa fibra melódica de la que dicen, tanto costaba sacar a Nath en sus inicios de cantautor Folk. Cualquiera lo diría.
Hacen que este disco disfrute de un recorrido infinito, más saboreable y menos gaseoso.
Tampoco creáis que hay una obcecación.
Intro”; justo a la mitad del viaje. Podría resucitar al bueno de Richard, quien adquirió seguro, ese flow para la melodía de impacto directo en su gira con los Black Keys: Puro Funk de negro tizón y suelas deslizantes son las que engrandecen a este hit ¿tipico?, pero demoledor.

Coolin’ Out” es la otra canción donde aparecen los neoyorkinos Lucius. Dotando de una velocidad y frescura nada desprovista de la esencia que tan bien maneja Nath y sus Night Sweats.
Baby I Lost my Way, (but i`m goig home)” ruge erótica como el mismísimo Screeming Jay Hawkings o Dr. John empapados en boogie-woogie. Y aunque el ramalazo Black Keys de “You Worry Me” de algo la nota, tampoco seremos tan necios para negar los aciertos de Dan Auerbach; que igual pasaba por allí en espíritu también.
La cosa es que, de momento, Nathaniel Rateliff lo hace molón igual que Dr John en su milagroso Locked Down de hace 6 años. Y claro, para los que ya colocamos estrategicamente nuestros marchitos cabellos para eternizar nuestro glamour:
Still Out There Running”y sobretodo, “Tearing at The Seams” que da título al ungüento, y que podría ser esa plegaria para levantar de su nicho al mismísimo Sam Cooke. Son esa droga que… sino no nos rejuvenece, por lo menos nos envejece con agua de rosas.

Es fácil cerrar los ojos y sentir el amor incondicional por Nathaniel Rateliff. Que estas canciones provoquen ese sentimiento casi invisible pero inneglable, de las manos de Richard sobre un material dispuesto a dejarse querer.
No ya solo por la permeabilidad que ofrece un tipo como Nathaniel en estilos madre. También porque la verdadera magia de Richard Swift era crear un halo, un espíritu, o una marca como motivo de una idea intangible, sin apenas trascender sobre la compañía. Que flota sobre todo lo que toca, por muy injusto que parezca que nunca se apreciara lo suficiente su carrera en solitario. Y tuviera de alguna manera, que conformarse con la sombra alargada de sus tentáculos sonoros en aquello que tocaba.

La de Nathaniel es una de las carreras más impregnadas por su idea de cómo sonar. Me queda muy corta y desaprovechada su colaboración con The Shins. Un divertimento su periodo en vivo con Black Keys a la par que productivo a la hora de salpimentar su forma de confeccionar su idea de como debe sonar una canción.
Y su última producción propia con Damien Jurado; versionando algunos clásicos eruditos. Una joya de disco de un sonido y atmósfera fuera de lo común; una puta obra de arte que perdura hasta el último y presente disco de Damien.
Un epitafio, o a fin de cuentas. Un rastro del que por más que la droga mediática invisibilice. La marca de agua esa que te perfora el recuerdo por la pura casualidad del encuentro arbitrario. A MI, siempre me volcará el corazón al escuchar este disco.
LAS PERSONAS SE VAN. PERO EL SONIDO, COMO EL DEL VIENTO. PERDURA



domingo, 1 de julio de 2018

COSAS QUE PERDÍ EN BARBARASTRO Y ENCONTRÉ BAJO UNA COLCHA: SAY SUE ME_WHERE WE WERE TOGETHER & IT’S JUST A SHORT WALK!_2018





Regresar a sitios donde has estado hace mucho mucho tiempo. Tiene de añoranza tanto como de recuerdos que más o menos ilustran como paisajes, pesares, dolores dulces y momentos tan precisos, que hasta pavor dan:
Ver la rivera del rio Vero nevada por las semillas de los Chopos que lo franquean en Primavera. Un texto de Astor Piazzola que escribí, mientras desde la ventana miraba el gélido invierno. Y hasta la capitulación de mi padre con ese dolor de las pérdidas allí grabado, en la ruta tiralíneas de Lleida a Barbarastro.


Todo esto no es que compense ni mucho menos. Tan solo se aparecen igual que fantasmas; con la poca escapatoria de acogerlos como el rastro de los años que pasaron.
Intentas inventariar esa fecha, tu edad, que hacías por entonces. Y así intentar averiguar que sucede para que de repente todo se construya ante ti; justo cuando ya lo habías olvidado. Pero descubres que solo recuerdas aquello que te conmueve.

Saludas a esa señora mayor madre a la que le tiembla el pulso para activar la tarjeta de la habitación del Hostal. Preguntas por su joven hija que ya tiene a sus hijos criados, por su marido que murió. Y sin saber porqué, cada diapositiva, estampa y calle, suena a “Let it Begin”; atrapándote la melancolía desde el estómago hasta el espinazo.



Hay músicas que de igual manera. Sin saber ni preguntarte demasiado porqué. Emergen de la nada actual para recordarte el calostro que te amamantó de la misma manera que descubriste la electricidad al meter el tornillo suelto del sofá en el enchufe.
Ese escalofrío de POP sorbete que sin más, te hace chiquillo de riffs y versos inocentes.
Te volverías a enamorar de la primera que pasa. Confesarías tus más oscuros secretos con un Royal Crown compartido. Y seguro que te volverías a masturbar con tu vecino del segundo, para ver de nuevo que se siente al descubrirse.

Es esa magia musical que sin venir demasiado a cuento, rompe con la monotonía de lo predecible cuando miras debajo del somier.
Y te vuelves a asomar a la ventana apurando el último pitillo de la noche con ese Tilo gigante embriagador, el rumor del rio y el campanario de la Catedral de Santa María de la Asunción. Para que SAY SUE ME haga de cómplice.
Sabes sin temor a equivocarte. Que esta será otra estampa de nuevo eviterna.

El joven cuarteto surcoreano a conseguido con su segundo y más reciente Lp, lo que no ha logrado toda anglosajonia en los últimos 10 años: Volver a santiguarnos de sorpresa como quien vuelve a sentir ese cosquilleo de juventud.
No porque (que en parte sí), te rememoren una colección de tonadillas que se adaptan a tus edades más míticas. También y con sonoridad porque han publicado un disco donde hay casi de todo, en su sitio, y grabado/tocado como los ángeles:
Canciones redondas que arañan en el clímax por pura sensibilidad; y ya. Tan buenas, como para olvidar que la diana Pop aun pareciendo fácil y siempre subestimada. Pocas veces consigue que lo espontáneo suceda y engrane sin más.
WHERE WE WERE TOGETHER además, bebe mucho de un Pop sesentero que escapa del típico tweepop juguetón que tanto gusta a bandas niponas. Y en este caso, al margen del hipotético exotismo de ser hecho por una banda Coreana. Hay un poso impertérrito que retrocede más allá de las continuas revisiones al indie más reciente, y hurga por lo menos, con una exquisitez más propia de la Velvet de Nico, Left Banke o Nancy Sinatra; al menos como lienzo. Pues irrenunciables son sus referentes más obvios (Primitives, Camera Obscura o Woul-be-Goods).


Let it Begin” así lo certifica dejando una impronta de infinita melancolía. Con rasgos más propios del folkpop americano que del destino que va tomando el disco conforme avanza.
But I Like You” arropa con unas guitarras tremendas pese a la juventud de la banda, y van más allá con radiantes riffs; se nota que detrás del masterizado está Mathew Bamhart (The New Year, Metz, Superchunk, Bedhead).
Que les ha extraído una cantidad de sustancia a las canciones, bien hechas de por si, con unas cuerdas,voces y sección rítmica tan bien dispuestas. Que una simple sonata pop como “Old Town” gana un peso arrollador sin más armas que la melodía ideal. “Ours” se viste de gala para codearse con Sarah Cracknell and Co.

Antes de despegar hay otra joya, “Funny and Cute”. Donde la sombra larga de Nico reluce bajo el manto de una guitarra sencilla, natural, precisa… increíble.
I Just Wanna Dance” es esa canción que The Primitives hubieran querido grabar en su regreso para no seguir viviendo de Crash y Stop Killing Me; y que no hay duda que son sus padres putativos. “B Lover” perpetua el pop infinito. Y “After Falling Asleep” nos desmonta igual que Asobi Seksu lo hizo con “Thursday” hace doce años.
De todas formas, canciones como “Here” son las que marcan la diferencia. Escapándose de cualquier comparación simple y llanamente por su excelsa delicadeza y preciosidad.
No es una preciosidad de excesos ni ínfulas. Sino una belleza natural como las chapetas sonrojadas de una niña que juguetea bajo el sol de verano en los olivos. Igual que su instrumental lo es también de vaciamiento. O el remate de “Coming to The End” que sin manías, bebe más de emocore, postrock o shoegaze que de Pop aparente.

Ese ese plus de credenciales que presentan cuatro jóvenes de apenas 20 años. Y que como un estado de gracia. Saben que… si hay alguien que sobre el pop y sus melodías piense, que ya todo está escrito, es que ha perdido la esperanza en la realización.
Las cuatro gemas de su otro Ep de este año en curso, no son esos ases bajo la manga. Es el culto tan de 90’s, de Ep`s, singles y caras B donde estaba casi siempre lo bueno. En este caso cuatro versiones con mucho pedigrí:
La excelsa y preciosa versión de Blondie “Dreaming” se define así de fácil; basta con escucharla. Un baile de fin de curso (tímido, cursi, ruborizante), es “Do you Wanna Dance” tan tremendamente sixtie que resucita al incombustible Bobby Freeman de finales de los 50. O “Beginning to See the Light” de la Velvet, que hace y no soy amante de agravios comparativos, que no eche demasiado de menos a la última esperanza del Pop agitador: The Pains of Being Pure at Heart.
Que digo yo, que igual es cierto eso que dicen que el Pop es como menos profundo, más de mente en blanco, efímero, con caducidad, o un objeto de consumo que se agota con facilidad. Igual tenéis razón.
Mientras. Sigo creyendo que la prueba rocanrolera de la cover ramoniana que cierra este aperitivo: “Rockaway Beach”. Hace, por lo menos. Que acepte esa verdad a medias, y sobrelleve con alegría las recaídas y fidelidad a los ⅔ minutos instantáneos.
Que los disfruten