miércoles, 31 de octubre de 2018

FUEGO REAL: THE LIMIÑANAS EN LA [2] DE APOLO_BARCELONA_18/10/2018




Han pasado ya la semana y largo, seeeeeeee. Tantos, que a las puertas del homenaje a los difuntos con el olor a castañas y los generosos ya en la pituitaria. Todavía cavilo si colgarlo, o colgarme.
Y si es verdad que el desdén reinante en mis días de aquí pa’llá hacen que esto parezca de todo menos un blog bitacoriano ágil, audaz y puntual como un clavo. Es sencillamente… por pereza sí, lo confieso.

No una pereza de esas de dejadez y pasotismo, no. La mía es una pereza o mejor dicho, un piano pianissimo más parecido al del yayo del bar de Can Valls de Sant Martí Sapresa. Que nos servía los cafés a su ritmo: Sin la prisa que llevamos siempre a cuestas los de ciudad.
Toda una lección de bioritmo cotidiano magistral, que ahora, 15 años después, la elogio y valoro de manera cuasi dogmática.

Por eso, y pese a que ya han pasado más días de los que la rigurosidad internética exigen. Tampoco voy a dejar que el fantabuloso recuerdo de uno de mis mejores directos en años, se desvanezca en la nebulosa de mi… “espera que ahora voy, y nunca vengo”, de mi adorable hijo de 16 años.
No, si algo hay claro de este blog al margen de recomendaciones espaciaaaaaadas, top lists del año, compilaciones musiqueras y alguna que otra cosilla más mía que de interés público. Es el diario más o menos vivencial de este periodo de mi vida (mu chulo), y a sabiendas de que con los años la vagancia se me acentúe, no sea que no tenga donde mirar para contárselo a mis criaturas.


Y así fue, y no exagero lo más mínimo. De tantos conciertos memorables e inolvidables a mis espaldas: Siniestro Total’85, Ramones’90, Morrissey’99, Jesus & Mary Chain’90, Pavement por tres veces, James 2001 y montón más que me sería imposible enumerar. El que nos regalaron el dúo de Perpignan con Marie y Lionel a la cabeza junto al séquito que lo convierten en ocho (bailarín vacilón incluido ¿el del video de Dimanche? Pues sí). Será el mejor de este 2018 seguro. Y sin dudarlo ni un segundo, uno de los diez mejores de mi vida.
Que igual me excedo y entra en escena sin reflexionarlo sensatamente, eso de la sugestión del momento. Y las muchas ganas que tiene uno de que de una maldita vez, todo suceda como antaño: Con actitud, como si no hubiese un mañana y… Sobretodo, y pese a que sobre el papel, THE LIMIÑANAS pueda parecer más una banda de atmósferas y estética sonora. Sonaron sobre las tablas con el rigor contundente y pasional que se le presupone a quien venera a bandas como The Cramps, Velvet Underground, Lords of New Church, The Brian Jonestown Masacre, Joy Division & derivados, Jesus & Mary Chain... Y en definitiva, todo ese rollo alternativo que bebe de la vertiente arrastrada del rock americano y puramente oscura o enfermiza, que de la estéticamente tradicional y bonica. No se si me explico.
Resumiendo y abreviando: demenciales, hipnóticos y glamurosos. Pero glamurosos con vicio, sabéis? Que igual debe ser una enfermedad no diagnosticada, pero a ver, ¿creéis que Nick Cave mola solo por sus canciones? Y una mierda!!
A eso me refiero.


El repertorio que desplegaron, ya con las intenciones claras tras telonear a ALLAH-LAS y casi reventarles el concierto a los pipiolos, o tomar contacto en las fiestas de Sant Boi junto a FLAMIN’ GROOVIES. Era el mismo capaz de generar la energía suficiente que eleva aparatos del demonio, y a ti mismo dos palmos del suelo. El que se basta de la sinergia instrumental de siete músicos en el escenario sobre un público, que bien pudieran ser bielas en baile. O el que agitan a la platea como átomos en fricción. Es el Rock amigos!! Sí, así, en genérico.
Porque a THE LIMIÑANAS les queda muy chico y ajustado el tirar de etiquetas. Y pasando por el reputado filtro sesentero francés marca Serge Gainsburg, todas y cada una de las etiquetas, géneros o bandas a las que te puedan recordar. Se quedan en un mero Loop de aires Krautroqueros de lo más kisch y sucio, con una personalidad tan de ellos. Que al instante, dejas de pensar en esas mierdas y las aceptas como benditos atributos bien llevados.

Seguramente porque desde el minuto cero y las casi dos horas de concierto, tiran sobretodo de artillería rockera; esa que nunca falla.
Que sí, que aparecen de aquí y de allá los fantasmas del sacrosanto olimpo.
Pero es ese tul de Pop psicotrópico a veces tan de Stereolab bien empapado de Garage azabache, el que acaba haciendo que no sea nada exactamente y sí lo mejor de cada uno. El argumento perfecto que debería hacernos olvidar con nostalgia las bondades de Black Rebel Motorcycle Club, o en lo que deberían haber sido ser los Black Angels.
No le des más vueltas y vive ahora y ya lo que toca, que nada dura para siempre!!

La pseudosurfera y road negroide movie “Overture”; instrumental con la que han abierto todos sus sets. Y que nos encomienda de inmediato a aquellos rare grooves anónimos de las series Blow Up 1 y 2, o de los artefactos de Keb Darge en el Legendary Wild Rockers. O la “Melamore” de su anterior disco, convertida en una andanada de rock caústico casi apocalíptica. Dan buena cuenta de que su formato/aspiraciones sobre el escenario, va más allá de mero ejercicio psicodélico tan manido ahora, como falto de texturas.
Aunque siga pensando que canciones como “Down Underground”, “I’m Dead” o “Stella Star” de épocas pretéritas, con Iván Telefunken a las distorsiones y órganos, ejerciendo bien en el centro de la escena de chamán poseído, no tenga precio ni competencia. La riqueza musical que han ido adquiriendo a lo largo de sus casi diez años de carrera, junto a toda la tropa que se les ha ido uniendo (Pascal Comelade, Peter Hook, Bertrand Belin, Anton Newcombe, Emmanuelle Seigner) o el susodicho. Hacen que la experiencia musical de un simple dúo, se convierta en un cajón de sastre sin limitaciones sonoras ni condiciones creativas.
En parte me recuerda al invento de Ian Button (Death in Vegas), y ese concepto sonoro sin limites llamado Papernut Cambridge. E inmediatamente entiendes esa especie de conexión atada a la batería mantra de Marie. Por donde todo fluye como un estado de pura hipnosis y en directo amigos, en directos crece como un suflé bien proporcionado.
The Gift”, “Dimanche”, “Istambul Sleepy” son así, consecuencia y una parte ínfima de la punta de lanza de un repertorio extrañamente todavía por descubrir. Y la aparente sencillez con la que muestran su manera de confluir y hacer suyas versiones como la demencial “Gloria” de THEN, o la “Mother Sky” de CAN. Entre otras regeneradoras de los Bunnymen, Beach Bitches o Lords of New Church.
Mientras, hay fenómenos que llenan salas y en tres discos rinden más pleitesía a las apariencias y al porte que a la efectividad. THE LIMIÑANAS son apenas unos desconocidos para aventureros sin miedo a mancharse. Y que entienden el directo como parte vital de expresión artística y contagiosa de esta enfermedad nuestra.
Posiblemente sea esa desde siempre, la diferencia entre el riesgo y la comodidad. Lo alternativo o lo aburrido.

martes, 16 de octubre de 2018

PLANETES DE NIN 2012 (Partida “Les Planetes”) VI DE LA VILA_ DEUDAS EMOCIONALES





D.O: Priorat (Porrera)
Elaborador: Familia Nin-Ortiz
Uvas: Garnacha 60% y Cariñena 40% de 16 años.
Orientación: Nordeste/Noroeste y Sudeste/Sudoeste respetivamente.
Altitud: 350/500 mts
Suelo: Pissarra Pigallada y Ferrall (pizarra con cuarzo)
Vendimia: 27 agosto Cariñena/ 14 septiembre Garnachas
Graduación: 14’5%
Producción: 8hl/Ha (8900 botellas)
Conceptos de agricultura biodinámica sin apenas sulfitos y las levaduras indígenas de la propia uva.

Llámalo pálpito, intuición, instinto, corazonada o señal: Esa especie de misterioso designio que no obedece a ningún mandamiento, sino a una curiosa necesidad casi animal.
El aviso desde cientos de kilómetros que te produce el esplendor instantáneo del acarreo de la vendimia, como postales sin remitente enviadas por Carles Ortiz. El brillo de los últimos latigazos del sol sobre el verde de las viñas. O quizás el ocaso del estío encuadrado en un mes de Septiembre que tocaba a su fin y que te humedece los ojos y anuda el estómago. Llámalo nostalgia, melancolía. Llámalo, recuerdos?

Porque si es verdad que con la edad nos volvemos más crípticos y espirituales de lo estrictamente necesario; que igual es cierto, pero nos da igual. También buscamos las divinidades esas que nos cogen por el hombro y nos dicen: - Sí, chuiquillo. Ahora es el momento, salta!! En altares más mundanos, sencillos y hermosos. En bancales por ejemplo. O en chasquidos de dedos sin más.
Como esta botella de Planetes 2012, junto a una de Nit de Nin 2009 que me llevé aquel 2014 de un retiro estival sanador cuando intentaba apuntalarme de fuera adentro, y a la inversa. De una infección bacteriana que casi me lleva al mundo de los que se instalan de verdad, con las piernas colgando del alfeizar, y definitivamente contemplan desde el precipicio.
Y entonces, tal día como el 16 de Septiembre Domingo en flor. La descorché cuatro años más tarde, celebrando y arrastrado por las maravillosas imágenes y generosas lecciones que cada día comparte Carles desde la tierra, la elaboración o el autoaprendizaje. Y que en la discreción y silencio más natural, confecciona su pareja Ester Nin como lo hace con el laureado Clos Erasmus. Para disfrutarlas por que sí; ¿hace falta más conmemoración?
Sabía que era ese día y no otro. Un broche que podían ser muchos otros; infinitos. A un 2018 marcado por el Priorat en nuestro particular y alumbrador viaje de 16 catas con el TAST TEAM de ensueño. Una especie de catalejo invisible en el corazón, por donde miras y puedes ver el Pas de L’Ase, la serra de Montsat, Llabería, o els cents i mare de cims.

Desde aquel 2014 en el que bebí mi primera botella en La Cooperativa de Litus & Co. Solo puedo afirmar con la más absoluta certeza; la mía claro:
Que los vinos de Nin-Ortiz son con diferencia (aunque no los únicos) que he bebido. que mejor saben traducir el paisaje. Pero sobretodo, la viña y sus bayas a lo que es un vino en copa. Sin que el territorio se diluya o sea demasiado intrusivo. Una definición que muchos creerán nada determinante pues se repite hasta la saciedad y es bandera de muchas renacidas D.O de nuestro país. Pero que yo solo he encontrado, o por lo menos, con tal naturalidad, armonía y lenguaje inteligible en los vinos que elabora esta pareja.
No es una casualidad claro, como podréis imaginar, sino toda una declaración de intenciones: Con fermentaciones alcohólicas espontáneas sin despalillados y una uva seleccionada 100% sana, que le da en mano el salvoconducto del clima, la tierra, las hiervas convecinas y hasta la fauna. Su mes de maceración y estabilización. Y el definitivo y merecido descanso de dieciocho meses en Fudres de 30 Hl y Ánforas de 750 Ltrs respectivamente, que acabarán de otorgar esa transparencia y franqueza de la que hablamos hasta que se vistiese de esa oscura botella borgoña el Marzo del 2014; el mes que empecé mi rehabilitación.


Han pasado cuatro años y medio desde la compra, dudando constantemente, qué día sería el oportuno. En todo este tiempo y a la par, los dos hemos cambiado; hemos evolucionado sería lo más correcto.
Yo por un lado, ya puedo hacer no sin voluntad y cabezonería, lo que hacía antes de mi coma inducido:
Una necesita reposar sin estridencias ni vaivenes de temperatura; en la vinoteca que me regalaron al salir del hospital. Y yo, al contrario. Me doy vida con la constancia, y esa otra cosa igual de importante, que son los estímulos sensitivos y emocionales: El vino, la música, lo inesperado, el instinto, el impulso… Que se yo.
Por eso, no son tanto los socavones que nos presenta la vida sino la capacidad para sortearlos y positivarlos. Y seguramente, estos textos que deberían ser didáctica y prácticamente más escuetos para este medio cibernético. Sean lo que son: Cuentas pendientes y diarios de abordo, que egoístamente me satisfacen a mi. En lo demás, la puerta siempre entornada para que la oscuridad no sea absoluta.


No esta de más decantarlo para que el vino se abra; aunque este vino la verdad, no es un vino que sea excesivamente hermético en pleno día flor.
Al servilo se exhalan los típicos pegamentos y resinas tan propios de la zona del Priorat, tremendamente cargados de volátiles. Volátiles que con paciencia y la propia copa, serán las únicas ganzúas con las que descifrar estos vinos tan auténticos. Yo no creo mucho en eso de abrir la botella una hora antes, o decantarlos; aunque no digo que algo ayuda. Lo importante es llenar la copa los dos dedos justos, e ir tanteándolo mientras se mueve la copa y azúcar, alcohol y elixir se van acomodando.
De repente y por arte de magia, todo ese volátil que satura nuestra pituitaria se convertirá en puro caramelo. En este caso en fruta roja de textura mineral, como si fuesen polvos de tocador caseros, pero de grosellas y fresitas silvestres.
Hay otra parte de verdor y humedad boscosa (líquenes, musgo, madera en descomposición…), y aparece la fruta esta vez negra (moras, arándanos,algo de café sin su tostado). Uhmmm, de toda esta fruta negra no se aprecia en nariz acidez alguna tan característica, sino suavidad y sutilidad.
Al cabo del rato y muy de fondo, si sube la temperatura o lo bebéis como yo a veintipico grados, hay recuerdos a brócoli, col, o apio no sé si braseado o guisado porque esa parte de mineral que tienen estos vinos del Priorat deja ver siempre la pizarra y el grafito. Pero lo bueno es que este tipo de agricultura da ese plus de baya y fruta que otras disfrazan con la crianza. Aquí no pasa. La protagonista es la fruta, el entorno y en última instancia la tierra que lo amamanta.

En boca es todo delicadeza, se notan esos cuatro años de botella que lo han afinado y educado. Taninos aterciopelados y acidez impactante que envuelve la boca en fruta escarchada, frescor y mentolados. Una maravilla de vino para maridar con cualquier cosa, y que se bebe como un sirope de rusticidad juvenil y desenfado.
Pero sobretodo e importante, es su capacidad e idoneidad para activar mi memoria emocional. Que es la que nos convierte en SERES VIVOS de verdad.

 Did you have a thing to write
When there last was latent light
Sinking past coral flights
A bottle there, it breathed the air

Release the diving bell

Did you have a thing to eat
Fish are bland and few so deep
In the sand it saw a creek of heavy brine
Salt like mine

viernes, 14 de septiembre de 2018

ALABANDO ÁLAVA, Y LA SINTONÍA GALÁCTICA DE STEPHEN MALKMUS & THE JICKS EN: SPARKLE HARD_2018





Nos prometieron el oro y el moro, y sin embargo:

Solo silencio noctámbulo apenas roto por las hojas que se lleva el aire, la graba, los ojos de ese gato moteado adoptado; casi de la familia. Y los ladridos de ese perro sheriff de Narvaiza que retaba en duelo al forastero, lo mismo que a las cabras de su dueño.

La mirada penetrante y condescendiente del semental macho cabrío. Patxi con sus hortalizas a ritmo de rock y su berenjena sustraída/extraviada, el tractor y sus supuestos 109 habitantes censados y milagrosamente invisibles.



El pueblo de Narvaiza (Narvaja), destino de nuestros sueños estrellados en azul cobalto de este verano. Han sido cuanto menos por más de las advertencias del despoblamiento de Álava, (la provincia menos conocida de Euskadi), reveladora y apaciguadora sobretodo, cuando el silencio y el paisaje horizontal o vertical cabe en tu encuadre personal.

Otras veces pasa que hay que hacer mosaicos mentales para recomponer y poder admirar. Pero allí no. Todo cabe en tus inmediaciones, en tu dominio minúsculo y en tu radio; el que puedes y de echo necesitas controlar. Y alcanza más magnitud emocional, sobretodo, cuando no hay ni un plan urdido o tan siquiera una esperanza de que todo ocurra tal y como programaras.




Ya han pasado dos semanas por lo menos desde que regresáramos. Y es ahora cuando el aparato digestivo de tu recuerdo, expulsa la constatación en forma de texto/narración, con su banda sonora; faltaría más. Apunto como estoy de volver al curro.

Casual, inconexo y un poco arbitrario pues seguramente la experiencias viajeras se podrían resumir tan solo como el cruce de un umbral: Esa imaginaria estancia a la que te adentras por primera vez o incluso a la que vuelves después de diez años:

Urbasa y Andia a la izquierda, Aralar a la derecha, y Aizkorri-Arantz de frente presidido por el embalse de Ullibarri-Gamboa. El espacio inmenso y nuestra diminutez igual que una circunstancia en el tiempo. Con ese recuerdo impreciso que al pasar los años con sus lluvias, al volver, siempre es distinto como lo recordabas y todavía más impactante.

Un efecto que casi siempre (y será por la edad); truco al que echar mano. Tu expectación, la mayoría de veces se ve superada en ese efecto déjà vu del constante tránsito de la madurez/juventud que bombea tu imaginación más grandilocuente, por la deslumbrante llegada al paisaje perdido de tu escasa memoria.







Con la música a veces, o muchas, pasa igual: Es superior el efecto que produce la materialización a golpe de nota musical en esos años dulces de tu añorada juventud. Que el verdadero renombre que alcanza en el presente más absoluto e inmóvil; justo ahí.

La música sublima sobre épocas, géneros, tendencias y modas. Más aun cuando el tránsito temporal a rebasado las novedades, como su autor: Stephen Malkmus (exPavement). Y aparece de golpe empujando mi mantra vivido en su más reciente exposición del último directo en KEXP (la gloriosa emisora de Seattle), como una aparición mariana en una tienda de discos de Bilbao. Las miniaturas gastronómicas de euskadi entonces, se texturizan con momentos tan eléctricos como el REdisfrute de este elemento diluyente.

Vino, comida y música son la ambrosía. La felicidad hecha ente inmaterial con la compañía; claro está. El sitio. Y los interlocutores de tu salva.

Y un disco que argumenta. O por lo menos, sirve de excusa para dar forma al recuerdo que te va a quedar de tu paso por Toloño, la calle de la cuchillería, los enormes plataneros de Fray Francisco de Vitoria, el banco de Wynton Marsalis, los bosques de Velate, los campos de girasoles, el ajetreo del Gaucho en la Travesía Espoz, esa botella de Viña Ardanza que ruge desde tu juventud noviazga, la abuela que sale a tu paso para ayudarte, la maravilla sensorial del Guggenheim y su contenido, el paso por San Felices hacia Eskuernaga o las vistas de la Sierra Cantabria desde el castillo de San Vicente de Sonsierra.

  
Todo eso se podría resumir en una canción: “Solid Silk”. Que como una fina brisa acaricia la guitarra como el junco se flexiona, y unos arreglos de cuerda balsámicos que buscan registros antes desconocidos.
Una reinterpretación del san benito de su antigua banda, a la que solo el tiempo es capaz de diseccionar todas sus capas freáticas en forma de melodías inconexas e inaudibles. Y que brotan solo si la agudeza es tal para no quedarse con el ruido, la distorsión y su abstracta y bendita asimetría.

Vale la pena volver a revisar toda la discografía de aquel mágico combo con Malkmus a la cabeza. Y cerciorarse de que, una vez amansada nuestra efervescencia guitarrera noventera. Hay todo un universo inescrutable, con una riqueza muy superior a la que históricamente se les atribuye.



Dirías en un principio, que la perezosa “Cast Off” retoma la anterior discografía de Malkmus en solitario. Cuando perdimos toda esperanza de que esa espinosa banda con forma de chumbera volviera a resucitar el raído y desgarbado espíritu inconformista noventero. Pero tienes que esperar al aullido de las guitarras para arquear las cejas. Cambiar el modo postgrunge y pensar que tu evolución no es tal sin la polinización creativa. “Future Suite” prácticamente comienza donde terminó “...And Carrot Rope” allá por el final de siglo. Cuando en plena resistencia a madurar con treinta años, todos nos sentimos traicionados por su disolución y viraje hacia hacia cadencias más meditabundas.

Recuerdo su último concierto de despedida en la sala dos de Zeleste con un puñado de feligreses. Y palpar la verdadera traición de su inmaduro público, que ahora se daría de hostias por volverlos a ver.



Casi veinte años después, y aunque al sonar “Shiggy” todos pensásemos (incluído yo). Que ese amago 100% Pavement fuese por fin ese elixir definitivo hacia la eterna juventud.

Rebusquemos desesperados como la madre que pierde a la criatura en la feria, pero ni rastro.

En cambio fue ver sobre un escenario a Stephen Malkmus con sus engrasados Jicks. Y aparecérsenos Nuestra Señora de Fátima con los tres niños y la santísima trinidad.

Si esa estertórica canción ya transmite vibraciones exfoliantes. En directo es una gozada ver a Malkmus hilvanar esas aparentes melodías inconexas como puro exorcismo. Eso, y observar como la banda tras unos cuantos discos, parece escupir lo que la endiablada mente de Stephen maquina con una sonrisa de oreja a oreja. Parece fácil, pero creo que es parte de la magia que atesoraban Pavement como banda y sus adoradas imperfecciones. Y este nuevo disco. Sabe plasmar a la perfección en toda su extensión y como conjunto de canciones, una química parecida.

Stephen Malkmus al igual que J Mascis, es un puto genio haciendo lo que otros convertirían en mediocridad.

Es fácil y no han inventado nada que no se hiciera en mil ocasiones (solos y distorsiones). Pero sin el enfoque melódico y tierno de ambos, sería la historia que se vuelve a repetir. Y todos sabemos que no ¿verdad?



Solo así, da sentido la química de “Difficultes/Let Them Eat Wowels”: Dos canciones en forma de una, que podría ser esa chaqueta reversible de colores vivos que bien hace de anorak, de chaleco y de elegante impermeable.

Una psicodelia sacando punta al Vocoder, como Toloño a algo tan tradicional como el Xangurro. Donde el de Santa Mónica se siente tan cómodo como un gorrino en un lodazal. La miniatura de “Future Suite” es el contrapunto en su diminutez y el vacile de sus guitarras no hace más que certificar la síntesis como fórmula magistral.

Su camino hasta llegar aquí, no nos equivoquemos, no ha sido fallido. Sino incompleto sin la esencia que todo artista que emprende carrera en solitario se empeña en aparcar. Y la prueba está en “Middle America”. Una pieza soberbia que no sabría decirte ahora mismo si la prefiero en acústico, en directo o tal y como se ha publicado en el disco. Es mágica de cualquiera de las maneras y conjunta con maestría su época en Pavement: Canciones que por aquella época ya se adentraron en paisajes más tiernos y acústicos.

Todo lo que ha sucedido en los siete discos con The Jicks plagado de joyas y con una sustancia todavía por escudriñar. E incluso su participación en Silver Jews dan sentido al sonido de este disco.



SPARKLE HARD es un entretenido paseo de toboganes, desniveles, caídas al vacío y momentáneos remansos cargaditos de alucinógenos. Un disco como decía mi compi de Mad Robot M. Grau: “un disco que no está de moda”. Pues no sigue las directrices del punteado coloreable/recortable típico de los precocinados de ahora.

Su gracia es más la aventura de lo imprevisible o de las conexiones invisibles en sus armonías; si mamaste Pavement, pues ayuda. Aunque a algunos se les haya olvidado ya, que era salirse (o por lo menos dejarse arrastrar) por algo distinto al típico estribillo/estrofa/estribillo/solo de guitarra/teclado, y vuelta a empezar. Fíjate que canciones como “Rattler”, a mi me encomiendan al rock progresivo de los 70 (Jethro Tull, Frank Zappa y otras lindeces con menos relación)

¿que hacen falta drogas para zambullirse y no ahogarse? Quizás.

Pero que se lo pregunten quienes como yo, al ver tocar la perturbadora “Bike Lane” han visualizado la puta canción del verano sin apelación alguna.

No esos “que si mi cintura necesita tu ayuda, el sácala a bailar, o si así se vive mejor” que podrían arder en el infierno hasta el fin de sus días. Sino ese fuzz de bajo/guitarra abejorro que taladra los sentidos como lo hicieran los Sonic en el “Youth Against the Fascism”; tan adecuado ahora. El swim sorpresa de ese piano que rompe por completo la armonía. O esa joya de letra engarzada en mímesis/parábola, entre el asesinato a manos de la policía de Freddie Gray y los controvertidos carriles bici en las ciudades.

Textos que afianzan al Californiano dentro de esa paranoia que es inspirarse en la realidad más, o menos metafórica. Y que son otro atractivo más; aunque a mi de siempre me ha parecido un letrista más profundo de lo que se le suponía por su música casi siempre felizmente destartalada.

Los dilemas existenciales de “Kite”, envasados en casi siete minutos de genialidad, que deambula medio mimetizado entre el krautrock, la psicodelia, el funk incluso, y muchos muchos ramalazos que encuentran su origen en un pasado bastante más lejano que el de su banda embrionaria.



Se erige como un guitarrista ya sabio, y un hacedor de atmósferas en donde retozar, digno de análisis profundo. Estas canciones sin duda lo necesitan y lo agradecen.

Brethen” refuerza la idea de que no es posible mucho sin poco. Y si la asimilación de este disco como una obra de infinitas escuchas y detalles aparentemente difusos parece una empresa perezosa. Lo extraño es que con canciones como esta, que son todo un prodigio de arreglos casi transparentes de apenas dos minutos. Se puede entender a la perfección entre ese binomio de excesos, sencillez y practicidad a la hora de cocinar canciones.

Teniendo como clarividente prueba de ese viaje laaargo laaargo de Stephen hasta llegar a esta exposición maestra. La maravillosa cauntry ballad slide de “Refute”; totalmente entroncado a mi favoritísima “Range Life”. Y con Kim Gordon(Sonic Youth) a las dobles voces en pleno idilio/guinda musical ¿se lo imaginan?. Pues es una de las canciones y lírica más preciosas de este 2018.



Háganse un favor y escúchenlo sin prisas

domingo, 26 de agosto de 2018

TAJADAS, SANDÍAS Y SANDALIAS (LA PLAYLIST DEL AGOSTO QUE YA SE VA)



El parking está vacío
Las calles ya están desiertas
Iros, a la mie_erdá!!
Con ese contrapunto entre medio, y el fondo sonoro de Disco Las Palmeras! y su “El Orden de las Cosas”.
Para que veáis que con el cuerpo, y medio cerebro de vacaciones, estoy inspiradísimo.

Pasar de la desbandada al tumulto tiene de traumas, venganzas gitanas y odios sin sentido, como los calores a las avispas. Y cuando la gota de sudor aflora como el néctar bullente que provoca el calor, lo mejor es detener los bioritmos y sentarse ha admirar.
El verano con tiempo, (el que dan los holidays; si se tienen). Es perfecto para ejercer de observador de hábitos y conductas. No para juzgarlos o reprochar, sino para admirarlos y estudiarlos. Es fascinante, lo juro.

Contemplar esa necesidad prácticamente drogodependiente de estímulos inmediatos y con minutos de caducidad. A mi, me otorga más paz que ansiedad. Cuanto más alta es la velocidad de los sucesos, actualidad y estupefacción. Más distancia cojo para diseccionar a las especies y subespecies que aparecen cada día.
No pongo demasiado empeño en entenderlas, lo admito. Pero mi fascinación crece conforme envejezco, igual que cuando de crío observaba a las hormigas laboriosas y bichos en general.
Yo uno más raro cada día.

Converso y escucho con atención, con ese disimulo del mimetismo entre el gentío; que no quiere decir que comparta. Pero que por lo menos me entretiene y me mantiene en guardia. No sea que con el impulso de la muchedumbre, un día me levante y resulte que me he convertido en otro más.
Diréis que es egoísmo o egocentrismo, y no lo niego. Pero a estas alturas ya, solo creo en la capacidad de razonar por si solo de cada uno: Abstraído, huraño y taciturno. Siempre atento a lo que ocurre, pero con opinión propia. Algo que debería ser normal, pero que intuyo que ahora inmersos en grupos de whatsapp, redes sociales y tendencias ya sean políticas, sociales o futboleras. O estás en todos, o no existes.

Que suerte que mis cómplices las melodías me dan; no sin una búsqueda intensa. Con gloriosas canciones, de esas que sí nos asocian por el rastro como animales ciegos. Y que mandan a la mierda cualquier suerte de estirpe, rango o bando.
Música al fin y al cabo, que huye de las formaciones militares y desfiles. Que por fin y a expensas de pertenecer al rebaño, dan la opción de escaparte por la noche con la única brújula que las estrellas y el cielo opaco. Sentir como tuya propia la necesidad de no asociarte a aquellas obsoletas tribus urbanas con las que casi debías hacer un pacto de sangre.
Ahora por suerte o por desgracia se han perdido los ejércitos y cada uno hace la guerra por su cuenta. Sientes que estás solo pero no, siempre encuentras un compañero de viaje por el camino. Y antes de salir de viaje el lunes. Sentía la necesidad de dejar constancia en forma de playlist, de lo productivos que han sido estos días prevacacionales.



 

De entrada apuntalar las millas venideras con PunkRock del que ya no se hace. Con tres discos de melodías pétreas, que por activa o por pasiva deberían reconstruir esas vías ya en desuso que nos encomiendan al pasado, pero con hechuras de presente siempre inmortal:



La vuelta a los estudios dieciocho años más tarde de Chris Lopez, con sus incorruptibles THE ROCK*A* TEENS.

Con su SIXTH HOUSE en ristre. La banda de Cabbagetown (Atlanta) sin Kelly Hogan (Neko Case) ni Chris Verence, sigue aullando al infinito como si no un hubiese un mañana; aunque esta vez aflore cierta melancolía en estas nuevas sonatas. Canciones que son igualmente cantadas con el alma, tripas y sentir de quien no guarda en la recámara ni truco, ni as que valga. Y que dieron a luz en tiempos de grunge, a un punkrock poético y maravillosamente desbocado, hacedores indierock sensible y a la vez salvaje todavía desconocido.

Esta vez desnudos como los trajo dios al mundo. Las canciones en su mayoría que componen este maravilloso regreso, desprenden una luz y sinceridad que superan el recuerdo más caótico y saturado de la banda. Una especie de híbrido entre Husker Dü y un Neil Young asilvestrado, que no hacen más que escupir su sentir sin más truco que la emoción. Una puta maravilla.



Otro regreso a vocear y dispuesto a volver a habilitar esas curvas eliminadas de las carreteras secundarias por peligrosas, son los POSTER CHILDREN de Illinois con otros 14 años sin saber de ellos.

Hijos putativos de Steve Albini y culos de mal asiento; como universitarios bien nacidos que son de la generación del 87. Se han sacado de la manga una colección de once canciones, como once jalapeños untados en aceite con peperoncino. Salivantes.


Parientes cercanos de Rock A Teens, Superchunck, Guided By Voices o ya me entendéis… IndieRock de pata negra en vías de extinción, del que ya no se lleva. De ese que nos da vida a los que nos empachamos de exceso de lacado; cierto? Y que no sabemos bailar si no es con una guitarra imaginaria en mano.

Y no está el mérito en el atrincheramiento o en el R que R por llevar la contraria, que de mierdas de este estilo también se llevan sacando estos años. Sólo que supongo que cuando hay poca liga donde competir, las canciones se engendran así: sin mala puta producción que convierta los discos el Potitos Bledine: Masticaditos, con sus grumitos en su sitio y azucarados hasta el artazgo, y que luzcan, sobretodo que luzcan bonicos.




A la zaga le siguen otros tantos alumnos aventajados, o digamos… descarriadillos ellos.

Como ese invento de hace tres años del Dj y productor, Thilo Markwort, llamado WARMDUSCHER; como se apodaba él, y que viva el narcisismo coño!!


Una cosa tan tonta como volver a desempolvar Happy Mondays, The Fall o Pere Ubu y darles enlucido de actualidad y pinchabilidad (vamos, que se puedan programar en una sesión para que los modernos echaos pa’lante los bailen). La cosa es que aquello que bien podría haber sido una mierdaca poco creíble, resultona pero caduca, o una mala imitación de Eugenio, se convierta en un proyecto no solo más que notable, sino molón; ya es toda una alegría.

Y aunque sea una especie de proyecto de estudio parecido a eso de Malachai o los jodidos Beyond the Wizards Sleeve, o ese!! ese ese!! el Mark Ronson de los cojones. Cuando la cosa para bailar, gosar y disfrutar funciona ¿para que narices rebelarse y coger un berrinche, no?



En orden totalmente opuesto, también tenemos tres álbumes de proyectos más o menos jóvenes y disfrutables para hincarles el diente:


Los Angelinos TRPTIDES. Que pese a llevar ya casi una década de actividad y 4 Lp’s a sus espaldas, es ahora con su VISITORS cuando parecen asomar la cabeza empujados por el visionario Psych Festival que los trajo la pasada primavera (y que este Otoño nos traerá a Asteroid #4; que alegría, que alboroto).

Y por un disco nuevo por supuesto. Donde conjugan las mejores virtudes de toda su carrera, junto a la sabiduría para emplastarlas y que todo suene como una maldita maravilla de psicodelia sesentera y ramalazos de POP mayúsculo del bueno.



Desde Connecticut y grabados a fuego en nuestro corazón por nuestro colega Sulo de (Tres Cagallons Baix d’un Piano) desde elotro lado del Atlántico, OVLOV.


A base de bien agradecida insistencia. Ha conseguido que recibamos como agua de Mayo este bendito mejunje de grunge aterciopelado y shoegaze gamberro, que eriza el bello y se agarra como la cera caliente a una ingle peluda.

Un gustazo de dolor juvenil que remite a… por ejemplo: Unos Cloud Nothings o a los primeros Yuck. Sólo que con una contundencia y fiereza más digna de su juventud. Que es verdaderamente cuando estas cosas suenan a gloria, viniendo de ahí abajo.


 

Pero si la cosa se pusiera fea, el calor se cogiera a los bajos en hora punta, o la digestión pesada de una comilona a 40 grados nos dejara las constantes (vitales) y (cerebrales), bajo mínimos. También tenemos opciones más frescas y menos exigentes. Como el nuevo atadillo de melodías de la chilena afincada AQUÍ, SOLEDAD VÉLEZ.


Su fórmula de Tecnopop ochentero velado de dreampop como deberían regir las normas de este género, es más sencillo por formas y práctico en utilidad que la de un botijo:

Bases infalíbles con textos de estado permanente adolescente/enamorao y melodías que son en definitiva mantras; que no loops. Funciona y engancha que da gusto. Encontraras a pocos y pocas que algún pero o pegas le pongan a este conjunto de canciones cantadas esta vez en castellano.

Muchos que cuando se las pongan, admitan que no pueden dejar de escucharlas; droja de la mala vamos. Y otros que las pongan a parir. No digo que no, pero yo alucino tanto con lo crudo como guisado siempre que me haga cantar y bailar. Lo demás Jesús Hermida.





Y así podría estar días con sus noches, horas y hooooooras. Relatando la razón de peso, nutritiva y dietética de estas 35 canciones (más una de regalo que se repite y la podéis rewindear (no penaliza)). No acabaría.

No habrá consenso, lo sé, y lo espero. A mi todas me producen chribitas; faltaría, las he arrejuntado yo. Algunas con sus respectivos envases en forma de Lp, Ep o no, tan chulos o más que las que os he relatado. Pero ya sabéis, hay cosas que no se explican, se experimentan. Que tampoco se definen, se saborean.

La música y sus canciones tienen una ventaja sobre todo lo demás: Solo tienes que escuchar, callar, y el instintivo cerebro (si no está intoxicado por las leyes esas que quieren inculcarnos y colocarnos en estanterías), hará solito su trabajo.

Sabes que el cuerpo siempre le sigue, estás en buenas manos cachorro.

FELIZ VERANO Y ESCUCHA

00_HAILU MERGIA_gum gum
01_DAMIEN JURADO_allocate
02_RYLEY WALKER_spoil with the rest
03_JENNY HVAL_spells
04_THE JAYHAWKS_bird never files
05_M WARD_poor tom
06_TRIPTIDES_mary anne
07_WARMDUSCHER_standing on the corner
08_JIM JAMES_yes to everything
09_POSTER CHILDREN_grand bargain!
10_SLOW RIOT_burn in the city
11_STILL CORNERS_black lagoon
12_PAUL KALKBRENNER_part two
13_HAILU MERGIA_gum gum
14_STEPHEN MALKMUS & THE JICKS_bike lane
15_AMY RIGBY_from philiproth at gmail to rzimmerman at
16_THE ROCK *A* TEENS_lady macbeth
17_OVLOV_stick
18_SAY SUE ME_i just wanna dance
19_THE ESSEX GREEN_don't leave it in our hands
20_DISCO LAS PALMERAS!_el orden de las cosas
21_LINUS OF HOLLYWOOD_at all
22_THE CORAL_stombreaker
23_NEKO CASE_bad luck
24_SOLEDAD VÉLEZ_cromo y platino(feat el último vecino)
25_COLD CAVE_glory
26_NATHANIEL RATELIFF & THE NIGHT SWEATS_tearing at the seams
27_WYE OAK_it was not natural
28_THE ASTEROID #4_weeping willow
29_NAP EYES_i'm bad
30_CAR SEAT HEADREST_sober to death
31_OUGHT_desire
32_MASSAGE_crying out loud
33_BURNING HOUSE_peach
34_THE LOW ANTHEM_toowee toowee

jueves, 9 de agosto de 2018

WEEPING WILLOWS_TOMORROW BECAME TODAY_2016 LA CONDENA DE LOS AUSENTES




Ni se les esperaba ni se les vio llegar.
Hay trenes que pasan de madrugada, e incluso estaciones ya desérticas donde los convoyes ya ni se detienen.
La banda Sueca Weeping Wilows no fue aquí abajo un destino o parada con demasiados transeúntes. Y es ahora, pasados dos años de su invisible retorno; tras siete de su silencio discográfico. Cuando publican posiblemente, su colección de canciones más grande desde aquel lejano INTO THE LIGHT de 1997; su tercer disco de estudio.


Fue la aventura en solitario de su líder Magnus Carlsson, la que detuvo en vía muerta un bagaje de seis álbumes: éxito total en su país natal, Suecia, y puramente anecdótica para aquellos que nos detuvimos un instante en aquella cover del “There is a Light that Never Goes Out”.
Mucho antes, y después de flirtear con los sonidos americanos de los 60 (Soul, altcountry, rock&roll melódico); muy a su manera y para mi gusto, algo ñoño. Publicaron el disco que me cautivo por aquel todavía tierno y dubitativo 2002: INTO THE LIGHT (Grand Recordings, Virgin).
Una joyita de Pop transparente y deliciosamente ejecutado, muy por encima de la media que se producía en el Reino Unido. Y sin ese barniz perfumado, pulcro y gélido que tanto me ha echado para atrás del Pop Nórdico; exceptuando contadísimas ocasiones.
PRESENCE tres años más tarde mantuvo el nivel, y aunque casi plagiaron a The Smiths en su tema apertura: (Stairs). La verdad es que a la banda de Magnus, Ola, Anders y Niko, les quedó un disco sembrado. Uno de aquellos discos que jamás entenderé como no calaron más por latitudes occidentales, a no ser de que el Indie Entertainment estuviera más por la labor del triple salto mortal, que de la voltereta en la cama.



Yo jamás supe hacer el pino, subir la cuerda del gimnasio ni la cuña para frenar los esquís. Soy más volteretas, churromedia manga y trineos. Y ojo!! Con esto no quiere decir que me horroricen los cambios radicales y me de vértigo la evolución; al contrario.
Solo que creo que creo que: No se trata de atrincherse en la mágica juventud, ni desde luego querer subirse al tren directo a toda costa. Con el gusto que da cambiar el paso en medio del desfile.



Y para eso están discos como TOMORROW BECAME TODAY. Primero porque sin más, tiene un manojo de canciones que entran sin avisar ni tener que acomodarse; no sea que por eso del déficit de atención nos despistemos con el vuelo de una mosca.
Que esas mismas suenen a algo que: ya sea por moda, tendencia, estereotipo o que se yo. Nadie se atreva, o simplemente le acongoje la posibilidad de que no te escuche ni el tato por: clásico, repetitivo o exceso de formalismo. Y bam!! vas tú y demuestras ese dicho de… “No, si no es cuestión de moda, prestancia ni transgresión. Es simplemente M.O.J.O” Ese umami que tu no tienes y el sí; y ya. Todo lo demás, darle vueltas a algo tan simple como que todo suene en su sitio y que te enganche.
Lo curioso es que Weeping Willows llevan haciendo eso (o intentándolo), un porrón de años. Y a sido en el 2016 cuando todo ha encajado por obra y magia del Soul (algo que le ha quedado como los dioses a la banda embrión, y que a su envalentonado líder le ha salido como un nescafé en vez de un expresso dos años después). Que cosas no?

Así pues, obviado el reciente disco en solitario de Magnus (Soul escarchado a cascoporro). Yo me quedo y me macero por cada escucha que le cedo a Tomorrow Became Today.



Entré de puntillas, con un palo y a hurtadillas no fuese que esa impresión primera, solo fuese un pálpito fallido. Sonó esa misma canción que da título al disco: Esa orquestación que parece querer pecar de exceso de tul, satén y almidón. Y no.
Las canciones de este disco pueden parecer, pero son solo eso. Una sensación que se adueña, porque “Tomorrow Became Today” al final, es un baladón que emerge simplemente por estar compuesta magistralmente: con intención, premeditada ,excelsa y no ampulosa sin más. Sino eso mismo que sabe hacer Rufus Wrainright cuando está inspirado; convertir lo empalagoso en precioso.
Me atrevería incluso a afirmar que “Angels Sing for Us”; la que le sigue. Hace del creciente suspense y ese bucle que se repite como un mantra, el tedio de esperar que la canción explote (lo necesitas, lo esperas, tiene que ser así), pero no.
Es una hermosa canción, pero no es hasta “Wait for Love to Grow” esa Tomsjonada de Pop sinfín. Que no empiezas a cerciorate que Tomorrow Became Today no se va a quedar en ese temazo que fue “It takes a Strong Heart to Love” o "(We're in) Different Places" y que finalmente sucumbió al sopor general de The Times Has Come; su disco del 2014. Porque es ahí cuando definitivamente emerge este maravilloso homenaje sin disimulo alguno a los más importantes solistas de Soul melódico de los 50/60.
 


Esos indefinidos y innombrables solistas de pop melódico de los 60, que jamás llegaron a explicarnos qué diferencia realmente el Soul, el Funk, el Pop o el R&B. Pero que pasados los años todo confluye en la melodía o el Rock&roll; y poco más importa.
Aquí prevalece el Pop siempre sobre unos arreglos de cuerdas, vientos y pianos que transportan a aquellos años. Con la diferencia que sobre el temario y las ínfulas de Magnus, sobresale la autenticidad del sonido de Weeping Willows; junto a una de las mejores voces dentro de este musical estilo, junto a Marc Almond y Morrissey. Todo un acierto.
Sin embargo son las bellas canciones al final las que ganan. A día de hoy, no hay muchos más solistas capaces de hacer creíble al crooner Pop melódico sin caer en la ñoñería. Evidentemente porque el temario es excepcional, claro está:

La grandeza de “My Love is not Blind” predestinada a convertirse en otro clásico de su repertorio. O “My Last Love” que pone la rúbrica sobre la evidencia de un claro disco con diez canciones de arrebato amoroso y canto previsible, pero igualmente infalible.
Medios tiempos como “Go Find Your Happines” o el cierre de “I Wonder Where you Are”, que resucitan las mejores sensaciones de algunos fallidos como Gene o Geneva, convertidos aquí por momentos en Mickey Newbury’s flow. O ese creo que más que interesante acercamiento a la Americana o el altCountry, cuando son “I’d Do Anything for You” las que sobresalen por encima de ese “no solo pop vocal” y las convierten en otras de las “muy grandes de este disco”.

 
Con estos requiebros son con los que este disco cobra sentido. Con el manejo de diferentes influencias e inquietudes. Con su Pop de toda la vida. Y con este homenaje a algunos de sus guías y obsesiones, sin que eso afecte a la hora de componer grandes y personales canciones.
Hasta “Every Haunted Night”, que se invoca a Roy Orbison o porqué no, a Gene Clarck en “A Dream or a Memory”. Se prodigan en definitiva por más que rehuya al revival obvio a cambio del original, en canciones claves para que el disco resulte lo que es: Una maravilla. Una pequeña joya a tiempo pasado y quien sabe si son las ruinas de los andenes vacíos los que harán sonar con más fuerza a los espíritus. Para que a uno le prendan discos como este, que se alejan una estética un tanto superflua e instantánea que tanto impera ahora.
Por suerte siempre tendremos esa otra música con la que dar sentido a un malvivir demasiado estándar.