viernes, 2 de noviembre de 2018

EL TIEMPO PASA, Y HAY DISCOS QUE LO DETIENEN: BRITISH SEA POWER_LET THE DANCERS INHERIT THE PARTY_2017





Parece que hay algo en mi organismo, que hace que lo que sucede, me sobrevuela, o aparece por sorpresa. Me produzca un efecto cada vez más, a medio o largo plazo: Cuanto más veloz es todo, menos prisa tengo para que el efecto sea inmediato.
No pasaba cuando tenía veinte años, e incluso no hace tantos. Ahora que no hay rincón del planeta que no se convierta en una plaza de abastos con buffet libre. O que parece que todos tengamos una urgencia casi apocalíptica por llegar los primeros, digerir y cagar los placeres de la vida y por supuesto, que todo el mundo se entere. A mi me ha dado por escampar cada caja del trastero, evento o suceso, y mirarlo como quien siembra su huerto y lo deja crecer.

El disco de mis adorados BRITISH SEA POWER fue un ejemplo bien claro de esta causa/efecto.
Un álbum de doce canciones, que regresaba tras seis años de interrupción desde su magistral VALHALLA DANCEHALL/2011. Aunque entre medias hubieran otros tres discos más que a mi no acabaran por encandilarme. Y que sin tener la menor intención de penar, expiar pecados o maldecir mi desatención. Ya me he convencido de que las cosas no deben pasar cuando o como uno quiere.

Ni siquiera apareció entre mis discos favoritos de aquel 2017, casi siempre condicionado por un temario muy intimo y personal que parece ser, es mi galga auditiva con la que me dejo follar o me vuelvo un amante quisquilloso.
Pero hete aquí, la música y otras muchas cosas deben estar igual de supeditadas a los bioritmos lunares; en el fondo somos igual que las plantas, seres vivos concebidos bajo el influjo de la luna.
Solo así entiendo, y acepto. Que un año más tarde. Lo que me pareció descafeinado y excelso en armonías blandas. Cuando buscaba (igual), riscos y escaladas libres. Se me aparezca un buen día al volante (como suceden todas estas cosas), como la virgen de Fátima dando hostias correctivas y misericordia a partes iguales.


La banda de Brighton nunca fue una banda revivalista de PostPunk al uso, aunque por aquel 2003 de su debut, cayeran en el mismo cajón de Interpol, Arcade Fire, Killers, Editors o los primeros Franz Ferdinand. Pero con esa misma futilidad, quedó relegada igual que una infinidad de bandas a esa división mucho menos mediática y efectivista.
Abstractos, irregulares en su mensaje, poco dóciles y más consanguíneos con bandas como Gorky’s Zigotic Minci, Desert Hearts o los poco entendidos Life Without Buildings. BRITISH SEA POWER han publicado siete discos, y ni uno solo que no se revalorice con igual intensidad, interés y complejidad atemporal.

LET THE DANCERS INHERIT THE PARTY no es una excepción aunque sea la antítesis de aquellos primeros escarceos neo postPUNKS del nuevo milenio.
Sin embargo en su genuflexión hacia sonidos más dóciles, armoniosos y melancólicos. Han convertido su enervación primeriza en suavidad panorámica, con la misma inocente intención de perpetuar a bandas como Psychidelic Furs, Talk Talk, o Echo & the Bunnymen. Siendo a día de hoy, y perdonen lo rotundo de la afirmación, la única banda capacitada para crear ese mismo clímax.
Discos que igual hay que escucharlos con más atención, o al contrario, con el audífono del corazón para hallar esa magia vaporosa tardía de la que os hablo.

Sus primeros adelantos “Bad Bohemian” o “Keep on Trying (Sechs Frounde)” presagiaban otro disco más en la línea de Vallhala Dancehall, como hits infalibles. Pero lo cierto es que pasado ya más de un año, es la belleza del conjunto la que hace de este trabajo como una de las obras cumbres del Postpunk melódico de esta década.
El brillo mustio y mohoso de “Sait Jerome” por ejemplo, supera cualquier expectativa creada por bandas con más pedigrí que ellos. Su simbiosis con “Praise for Wathever” alcanza cotas de maná nostálgico fuera del alcance otras que han intentado en la actualidad resucitar aquella magia de los 80’s o 90’s. House of Love, The Church, Comsat Angels, Cocteau Twins, Easterhouse, la épica de New Model Army o el esoterismo de The Mission.
Y con todo y eso, sus canciones más terriblemente espléndidas sucumben a un conjunto armonioso, poético y orgánico. Esa cúspide inalcanzable por Depeche Mode, Suede o si me apuras Nick Cave, cuando intentan emular las sensaciones que te generaba escuchar canciones que se han convertido en tu cardiograma emocional. Ellos sí, y sin la más mínima ínfula.
Solo así se entiende que acabes rendido en otras sobre el guión, menores. Como “Want to be Free”, “Electrical Kittens” o “Don’t Let the Sun Get in the Way”, que no hacen mas que dar sentido global a la colección. No solo por eso, sino porque en realidad son tan o más grandes que las más evidentes.
What Do you’re Doing” es una preciosidad levitante entre el falso mainstream y la realidad de una gran canción sin fecha. La primera que nos eleva con solo de guitarra sin más; tan significativo por eso… Son esa especie (supongo), de señales y jeroglíficos pertenecientes a una época, de la que pocos ya, saben volver a recrear. “A Voice of Ivy Lee” vuelve a incidir, consciente de que la bravura otrora de los de Brighton aciertan de pleno cuando deciden que el revival ochentero tiene más de pulso que de excesos. Una realidad que a veces chirría, pese al jolgorio, en buenas nuevas como las de Protomartyr, Shame o Idles y que aquí se sostiene sobre el hilo de aquel “Lovely Day Tomorrow” con el que los conocí hace 15 años.

Que la banda de Jan Scott Wilkinson y los hermanos Hamilton, haya lanzado el corsé hace tantos años bien lejos, y regrese sin la más mínima presión de trascender. Hace que cada uno de sus nimios discos sobre el papel, sean, en profundidad un espléndido lienzo donde recrear el espíritu.
Y que canciones como “Electric Kittens” emerjan ahora, como defensoras de la oda romántica a ultranza de incomprendidas FROM DE SEA TO THE LAND OF BEYOND/2013 o SEA OF BRASS de hace tres años, una celebración sólo por tipicidad. Con la medio desdibujada e invisible estampa de un promontorio apenas devorado por la urbe, donde “Sait Jerome” y “Praise for Wathever” son la cúspide de atípica elegancia. Todo eso es, a mi parecer, lo más excitante de la música y los devenires:
Dejarte asaltar por aquello que no es obvio, que pierde la tanda por timidez, y que no es evidente. De las apariciones

miércoles, 31 de octubre de 2018

FUEGO REAL: THE LIMIÑANAS EN LA [2] DE APOLO_BARCELONA_18/10/2018




Han pasado ya la semana y largo, seeeeeeee. Tantos, que a las puertas del homenaje a los difuntos con el olor a castañas y los generosos ya en la pituitaria. Todavía cavilo si colgarlo, o colgarme.
Y si es verdad que el desdén reinante en mis días de aquí pa’llá hacen que esto parezca de todo menos un blog bitacoriano ágil, audaz y puntual como un clavo. Es sencillamente… por pereza sí, lo confieso.

No una pereza de esas de dejadez y pasotismo, no. La mía es una pereza o mejor dicho, un piano pianissimo más parecido al del yayo del bar de Can Valls de Sant Martí Sapresa. Que nos servía los cafés a su ritmo: Sin la prisa que llevamos siempre a cuestas los de ciudad.
Toda una lección de bioritmo cotidiano magistral, que ahora, 15 años después, la elogio y valoro de manera cuasi dogmática.

Por eso, y pese a que ya han pasado más días de los que la rigurosidad internética exigen. Tampoco voy a dejar que el fantabuloso recuerdo de uno de mis mejores directos en años, se desvanezca en la nebulosa de mi… “espera que ahora voy, y nunca vengo”, de mi adorable hijo de 16 años.
No, si algo hay claro de este blog al margen de recomendaciones espaciaaaaaadas, top lists del año, compilaciones musiqueras y alguna que otra cosilla más mía que de interés público. Es el diario más o menos vivencial de este periodo de mi vida (mu chulo), y a sabiendas de que con los años la vagancia se me acentúe, no sea que no tenga donde mirar para contárselo a mis criaturas.


Y así fue, y no exagero lo más mínimo. De tantos conciertos memorables e inolvidables a mis espaldas: Siniestro Total’85, Ramones’90, Morrissey’99, Jesus & Mary Chain’90, Pavement por tres veces, James 2001 y montón más que me sería imposible enumerar. El que nos regalaron el dúo de Perpignan con Marie y Lionel a la cabeza junto al séquito que lo convierten en ocho (bailarín vacilón incluido ¿el del video de Dimanche? Pues sí). Será el mejor de este 2018 seguro. Y sin dudarlo ni un segundo, uno de los diez mejores de mi vida.
Que igual me excedo y entra en escena sin reflexionarlo sensatamente, eso de la sugestión del momento. Y las muchas ganas que tiene uno de que de una maldita vez, todo suceda como antaño: Con actitud, como si no hubiese un mañana y… Sobretodo, y pese a que sobre el papel, THE LIMIÑANAS pueda parecer más una banda de atmósferas y estética sonora. Sonaron sobre las tablas con el rigor contundente y pasional que se le presupone a quien venera a bandas como The Cramps, Velvet Underground, Lords of New Church, The Brian Jonestown Masacre, Joy Division & derivados, Jesus & Mary Chain... Y en definitiva, todo ese rollo alternativo que bebe de la vertiente arrastrada del rock americano y puramente oscura o enfermiza, que de la estéticamente tradicional y bonica. No se si me explico.
Resumiendo y abreviando: demenciales, hipnóticos y glamurosos. Pero glamurosos con vicio, sabéis? Que igual debe ser una enfermedad no diagnosticada, pero a ver, ¿creéis que Nick Cave mola solo por sus canciones? Y una mierda!!
A eso me refiero.


El repertorio que desplegaron, ya con las intenciones claras tras telonear a ALLAH-LAS y casi reventarles el concierto a los pipiolos, o tomar contacto en las fiestas de Sant Boi junto a FLAMIN’ GROOVIES. Era el mismo capaz de generar la energía suficiente que eleva aparatos del demonio, y a ti mismo dos palmos del suelo. El que se basta de la sinergia instrumental de siete músicos en el escenario sobre un público, que bien pudieran ser bielas en baile. O el que agitan a la platea como átomos en fricción. Es el Rock amigos!! Sí, así, en genérico.
Porque a THE LIMIÑANAS les queda muy chico y ajustado el tirar de etiquetas. Y pasando por el reputado filtro sesentero francés marca Serge Gainsburg, todas y cada una de las etiquetas, géneros o bandas a las que te puedan recordar. Se quedan en un mero Loop de aires Krautroqueros de lo más kisch y sucio, con una personalidad tan de ellos. Que al instante, dejas de pensar en esas mierdas y las aceptas como benditos atributos bien llevados.

Seguramente porque desde el minuto cero y las casi dos horas de concierto, tiran sobretodo de artillería rockera; esa que nunca falla.
Que sí, que aparecen de aquí y de allá los fantasmas del sacrosanto olimpo.
Pero es ese tul de Pop psicotrópico a veces tan de Stereolab bien empapado de Garage azabache, el que acaba haciendo que no sea nada exactamente y sí lo mejor de cada uno. El argumento perfecto que debería hacernos olvidar con nostalgia las bondades de Black Rebel Motorcycle Club, o en lo que deberían haber sido ser los Black Angels.
No le des más vueltas y vive ahora y ya lo que toca, que nada dura para siempre!!

La pseudosurfera y road negroide movie “Overture”; instrumental con la que han abierto todos sus sets. Y que nos encomienda de inmediato a aquellos rare grooves anónimos de las series Blow Up 1 y 2, o de los artefactos de Keb Darge en el Legendary Wild Rockers. O la “Melamore” de su anterior disco, convertida en una andanada de rock caústico casi apocalíptica. Dan buena cuenta de que su formato/aspiraciones sobre el escenario, va más allá de mero ejercicio psicodélico tan manido ahora, como falto de texturas.
Aunque siga pensando que canciones como “Down Underground”, “I’m Dead” o “Stella Star” de épocas pretéritas, con Iván Telefunken a las distorsiones y órganos, ejerciendo bien en el centro de la escena de chamán poseído, no tenga precio ni competencia. La riqueza musical que han ido adquiriendo a lo largo de sus casi diez años de carrera, junto a toda la tropa que se les ha ido uniendo (Pascal Comelade, Peter Hook, Bertrand Belin, Anton Newcombe, Emmanuelle Seigner) o el susodicho. Hacen que la experiencia musical de un simple dúo, se convierta en un cajón de sastre sin limitaciones sonoras ni condiciones creativas.
En parte me recuerda al invento de Ian Button (Death in Vegas), y ese concepto sonoro sin limites llamado Papernut Cambridge. E inmediatamente entiendes esa especie de conexión atada a la batería mantra de Marie. Por donde todo fluye como un estado de pura hipnosis y en directo amigos, en directos crece como un suflé bien proporcionado.
The Gift”, “Dimanche”, “Istambul Sleepy” son así, consecuencia y una parte ínfima de la punta de lanza de un repertorio extrañamente todavía por descubrir. Y la aparente sencillez con la que muestran su manera de confluir y hacer suyas versiones como la demencial “Gloria” de THEN, o la “Mother Sky” de CAN. Entre otras regeneradoras de los Bunnymen, Beach Bitches o Lords of New Church.
Mientras, hay fenómenos que llenan salas y en tres discos rinden más pleitesía a las apariencias y al porte que a la efectividad. THE LIMIÑANAS son apenas unos desconocidos para aventureros sin miedo a mancharse. Y que entienden el directo como parte vital de expresión artística y contagiosa de esta enfermedad nuestra.
Posiblemente sea esa desde siempre, la diferencia entre el riesgo y la comodidad. Lo alternativo o lo aburrido.

martes, 16 de octubre de 2018

PLANETES DE NIN 2012 (Partida “Les Planetes”) VI DE LA VILA_ DEUDAS EMOCIONALES





D.O: Priorat (Porrera)
Elaborador: Familia Nin-Ortiz
Uvas: Garnacha 60% y Cariñena 40% de 16 años.
Orientación: Nordeste/Noroeste y Sudeste/Sudoeste respetivamente.
Altitud: 350/500 mts
Suelo: Pissarra Pigallada y Ferrall (pizarra con cuarzo)
Vendimia: 27 agosto Cariñena/ 14 septiembre Garnachas
Graduación: 14’5%
Producción: 8hl/Ha (8900 botellas)
Conceptos de agricultura biodinámica sin apenas sulfitos y las levaduras indígenas de la propia uva.

Llámalo pálpito, intuición, instinto, corazonada o señal: Esa especie de misterioso designio que no obedece a ningún mandamiento, sino a una curiosa necesidad casi animal.
El aviso desde cientos de kilómetros que te produce el esplendor instantáneo del acarreo de la vendimia, como postales sin remitente enviadas por Carles Ortiz. El brillo de los últimos latigazos del sol sobre el verde de las viñas. O quizás el ocaso del estío encuadrado en un mes de Septiembre que tocaba a su fin y que te humedece los ojos y anuda el estómago. Llámalo nostalgia, melancolía. Llámalo, recuerdos?

Porque si es verdad que con la edad nos volvemos más crípticos y espirituales de lo estrictamente necesario; que igual es cierto, pero nos da igual. También buscamos las divinidades esas que nos cogen por el hombro y nos dicen: - Sí, chuiquillo. Ahora es el momento, salta!! En altares más mundanos, sencillos y hermosos. En bancales por ejemplo. O en chasquidos de dedos sin más.
Como esta botella de Planetes 2012, junto a una de Nit de Nin 2009 que me llevé aquel 2014 de un retiro estival sanador cuando intentaba apuntalarme de fuera adentro, y a la inversa. De una infección bacteriana que casi me lleva al mundo de los que se instalan de verdad, con las piernas colgando del alfeizar, y definitivamente contemplan desde el precipicio.
Y entonces, tal día como el 16 de Septiembre Domingo en flor. La descorché cuatro años más tarde, celebrando y arrastrado por las maravillosas imágenes y generosas lecciones que cada día comparte Carles desde la tierra, la elaboración o el autoaprendizaje. Y que en la discreción y silencio más natural, confecciona su pareja Ester Nin como lo hace con el laureado Clos Erasmus. Para disfrutarlas por que sí; ¿hace falta más conmemoración?
Sabía que era ese día y no otro. Un broche que podían ser muchos otros; infinitos. A un 2018 marcado por el Priorat en nuestro particular y alumbrador viaje de 16 catas con el TAST TEAM de ensueño. Una especie de catalejo invisible en el corazón, por donde miras y puedes ver el Pas de L’Ase, la serra de Montsat, Llabería, o els cents i mare de cims.

Desde aquel 2014 en el que bebí mi primera botella en La Cooperativa de Litus & Co. Solo puedo afirmar con la más absoluta certeza; la mía claro:
Que los vinos de Nin-Ortiz son con diferencia (aunque no los únicos) que he bebido. que mejor saben traducir el paisaje. Pero sobretodo, la viña y sus bayas a lo que es un vino en copa. Sin que el territorio se diluya o sea demasiado intrusivo. Una definición que muchos creerán nada determinante pues se repite hasta la saciedad y es bandera de muchas renacidas D.O de nuestro país. Pero que yo solo he encontrado, o por lo menos, con tal naturalidad, armonía y lenguaje inteligible en los vinos que elabora esta pareja.
No es una casualidad claro, como podréis imaginar, sino toda una declaración de intenciones: Con fermentaciones alcohólicas espontáneas sin despalillados y una uva seleccionada 100% sana, que le da en mano el salvoconducto del clima, la tierra, las hiervas convecinas y hasta la fauna. Su mes de maceración y estabilización. Y el definitivo y merecido descanso de dieciocho meses en Fudres de 30 Hl y Ánforas de 750 Ltrs respectivamente, que acabarán de otorgar esa transparencia y franqueza de la que hablamos hasta que se vistiese de esa oscura botella borgoña el Marzo del 2014; el mes que empecé mi rehabilitación.


Han pasado cuatro años y medio desde la compra, dudando constantemente, qué día sería el oportuno. En todo este tiempo y a la par, los dos hemos cambiado; hemos evolucionado sería lo más correcto.
Yo por un lado, ya puedo hacer no sin voluntad y cabezonería, lo que hacía antes de mi coma inducido:
Una necesita reposar sin estridencias ni vaivenes de temperatura; en la vinoteca que me regalaron al salir del hospital. Y yo, al contrario. Me doy vida con la constancia, y esa otra cosa igual de importante, que son los estímulos sensitivos y emocionales: El vino, la música, lo inesperado, el instinto, el impulso… Que se yo.
Por eso, no son tanto los socavones que nos presenta la vida sino la capacidad para sortearlos y positivarlos. Y seguramente, estos textos que deberían ser didáctica y prácticamente más escuetos para este medio cibernético. Sean lo que son: Cuentas pendientes y diarios de abordo, que egoístamente me satisfacen a mi. En lo demás, la puerta siempre entornada para que la oscuridad no sea absoluta.


No esta de más decantarlo para que el vino se abra; aunque este vino la verdad, no es un vino que sea excesivamente hermético en pleno día flor.
Al servilo se exhalan los típicos pegamentos y resinas tan propios de la zona del Priorat, tremendamente cargados de volátiles. Volátiles que con paciencia y la propia copa, serán las únicas ganzúas con las que descifrar estos vinos tan auténticos. Yo no creo mucho en eso de abrir la botella una hora antes, o decantarlos; aunque no digo que algo ayuda. Lo importante es llenar la copa los dos dedos justos, e ir tanteándolo mientras se mueve la copa y azúcar, alcohol y elixir se van acomodando.
De repente y por arte de magia, todo ese volátil que satura nuestra pituitaria se convertirá en puro caramelo. En este caso en fruta roja de textura mineral, como si fuesen polvos de tocador caseros, pero de grosellas y fresitas silvestres.
Hay otra parte de verdor y humedad boscosa (líquenes, musgo, madera en descomposición…), y aparece la fruta esta vez negra (moras, arándanos,algo de café sin su tostado). Uhmmm, de toda esta fruta negra no se aprecia en nariz acidez alguna tan característica, sino suavidad y sutilidad.
Al cabo del rato y muy de fondo, si sube la temperatura o lo bebéis como yo a veintipico grados, hay recuerdos a brócoli, col, o apio no sé si braseado o guisado porque esa parte de mineral que tienen estos vinos del Priorat deja ver siempre la pizarra y el grafito. Pero lo bueno es que este tipo de agricultura da ese plus de baya y fruta que otras disfrazan con la crianza. Aquí no pasa. La protagonista es la fruta, el entorno y en última instancia la tierra que lo amamanta.

En boca es todo delicadeza, se notan esos cuatro años de botella que lo han afinado y educado. Taninos aterciopelados y acidez impactante que envuelve la boca en fruta escarchada, frescor y mentolados. Una maravilla de vino para maridar con cualquier cosa, y que se bebe como un sirope de rusticidad juvenil y desenfado.
Pero sobretodo e importante, es su capacidad e idoneidad para activar mi memoria emocional. Que es la que nos convierte en SERES VIVOS de verdad.

 Did you have a thing to write
When there last was latent light
Sinking past coral flights
A bottle there, it breathed the air

Release the diving bell

Did you have a thing to eat
Fish are bland and few so deep
In the sand it saw a creek of heavy brine
Salt like mine