miércoles, 10 de abril de 2019

DOMINIQUE A_ LA FRAGILITÉ TOUR_ Sala Apolo_03/04/2019

 


Esta mañana he madrugado, y he bajando andando por La Cruz, hasta la playa de Merón.
Ha refrescado, pero a las seis me desvelé y desde abajo; camino abajo. Algo me ha llamado como una voz de ensueño desvelado, desde el pasado, y sugiriendo que siempre o casi siempre hay una cuenta pendiente que solventar con el ayer o incluso con el subconsciente. Cuando la llamada ininteligible e incluso inaudible, te solicita.

Acudí en busca de Dominique aun no habiendo escuchado ninguno de sus dos mensajes en forma de disco; como a quien no le apetece sucumbir en la introspección básica y despoblada, cuando es el corazón el que manda y pide bombeos y arañazos en forma de percusiones y guitarras.
Pero hazle caso siempre siempre a la llamada interna de tu corazón; no se a ciencia cierta si no falla o es la adecuada, pero es seguro la fuente de nuestra naturaleza.

Yo me vi allí en la playa: solo, plantado ante una platea de sillas y sepulcral silencio como un séquito de tortugas Carey con la pasión de antaño intacta. Quizás esperando lo que la medicina quiere pero no de verdad tus células, neuronas y grasa intelectual.
Había como un oleaje, y ese sonido de la arena cuando se humedece y se roza entre si hundiéndose bajo tus pies descalzos.
Un vacío de estrago con Dominique A solo, con la guitarra y un escenario apantallado que solo precisó de una decena de canciones para generar eso:
La sensación de sentirme sumergido en el denso líquido salado de las profundidades marinas, oscuras. Cayendo en una sima oceánica de cota incalculable y sin embargo, tranquilo y en paz.

Siempre me ha sofocado el agua y el no hacer pie ni poder calcular la inmensidad bajo mis extremidades, de medidas y escalas 50x50 de mi dormitorio de soltero; no se si culpa de ese monitor hijo de puta de 4º de EGB, o de mi cobardía.
Pero es curioso como ahora, que hace escasos cuatro años que por lo menos se avanzar sobre el agua e incluso zambullirme y disfrutar de ese universo acolchado y líquido casi autista. Me ha ocurrido, que escuchando “Le Soleil” y un repertorio inspirado en la expresión corporal y visual. Me he sentido allí, mar adentro, a oscuras y sumergido con la seguridad que te da comparar la música con un líquido elemento, y la caída libre hacia las profundidades. Pero con la confianza que te da la buena compañía y vaciarte e incluso abstraerte de todo el ruido de estos días convulsos; ya como cotidiano. Y volver a los orígenes.

Cuando eras capaz de desconectar escuchando la sinuosidad y paciencia de las notas, la voz, las luces… y con tiempo de observar a cada compás, cada uno de los detalles de la escena o del público.
Un efecto que solo se da en ciertos conciertos y con determinados artistas. Y que poco o nada tiene que ver con lo que la mayoría imagina cuando cree que va a presenciar una actuación en vivo.
Una fuerza en definitiva, que nace de la expresión poética de la voz y un solo instrumento. Y que posiblemente sea la única esencia verdadera de la música y de un artista que como su madre lo trajo al mundo, se declara ante su público.
Tout sera conme avant”, “Music-hall”, “Hôtel Congress” o la simbólica “Le Grand Silence des Campagnes” en una confesión orgullosa y dolorosa sobre la actualidad social y política de su país y su autocensura en pos de la periferia ignorada y muda por las metrópolis. Hasta llegar a “Inmortels”; una de las pocas mediáticas junto a “Vers le Bleu”.

Dos horas largas de concierto que para mi suerte y sorpresa, limpió sin dejar rastro cualquier atisbo de ese otro Dominique Ané de repente rockero, voluptuoso y hasta cierto punto más “masivo”.
Su actual gira con los contrastados Toute Lattitude: de lienzos de crujidos electrónicos y oscuridad. Y el delicado y primario La Fragilité, donde persevera en su compromiso por las canciones desprovistas de maquillajes y exigentes en la austera sensibilidad de sus inicios de hace 25 años. Ha dado para reinventar nuevamente al autor francés, con una sobria puesta en escena radicalmente opuesta a la de su última gira de 2012, con el ambicioso Vers les Lueurs.
De un merito incalculable, pues la idea no hace más que explorar desde un ángulo más minimalista y expresivo, su faceta más característica y primaria. Y sin embargo de nuevo, vuelve a enseñarnos como la sola canción es suficiente para abrir infinitos aspectos de lírica, sonido, texturas y tratamientos escénicos con los que potenciar su carácter poético innato.
Nada nuevo sobre el horizonte, ya que sus 25 años de carrera y la fidelidad del público cuando más esquiva es su propuesta. Da para certificar, que afortunadamente todavía existe otro universo paralelo y secreto. Muy alejado de las tendencias masivas y mucho más exigente y creativamente transgresor que el que anega listas, portadas y festivales; por suerte digo.

La idea de utilizar fondos sonoros y luces con los que modular el ritmo y la tensión de un directo. Donde su sola voz (a veces reververada), y dos guitarras (acústica y eléctrica). Y conseguir el clímax mágico, basado en un repertorio tan curioso como acertado a la hora de gestionar los sentidos del espectador. Está al alcance de muy pocos artistas; y son muchos los conciertos que llevo a mis 48 años.
La sala Apolo volvió a ser esa superficie donde muy pocos artistas son capaces de silenciar el murmullo de los espectadores, con aticismo. Podría aseverar incluso, que ante mis cientos de conciertos colgados ya de mi recordatorio. Solo Tindersticks en la aquí ilustrada gira de Falling Down a Mountain/2010, John Grant a su piano de cola cantándonos “Where the Dreams Go To Die” en 2013, y esta vez Dominique A a pelo. Me han generado esa introspección digna del arte sacro; si empleamos esta metáfora para la “música moderna”.
La exquisitez del sonido y su reververación cuando arrancó con “La Poésie”, una especie de congojo melancólico y extenuante. La furia austera de “Antonia” con la rendición del público en masa.
La visuales e inspiradoras “J’avais oublié que tu m’aimais autant”, “La Splendeur”, o “Gisor” de pop impresionista. O la poesía de “Au revoir Mon Amour” descompuesta por la oscuridad inquietante de “Corps de Ferme à L’Abandon”. Convirtió el set en un constante tobogán de sensaciones y emociones tan curiosa como exfoliante; igual que un objetivo que reacciona a la exposición lumínica.
Y fue definitivamente, una de esas experiencias que estimulan algo más que esa típica devoción a un artista al que admiras. Y que sabes pasada ya una semana, que te ha abierto otras ventanas de las que no tenías noticia.
Realmente, lo mejor que te puede pasar conforme creces y maduras con el ritmo de quien pasea por el campo, sin ningún objetivo ni premisa. Solo esperando que la belleza te asalte en el encuadre más insignificante.

Suena “Éleor”, y para tu suerte/desgracia descubres ¿donde narices estaba tu alma el día que se te pasó por alto?. Y lo mismo con aquella versión de Éttiene Daho en “Surface”. E incluso en la crudez esquelética de “L’Horizon”o “A Pour le Peau” de éxtasis desgarrador que te sorprende al girar la esquina renaciendo la actitud reivindicativa.
Hasta que tras dos salidas consecutivas y ya con algún icauto marchándose. Suena a oscuras, en acapella y de plástica desnuda, “Le Courage des Oiseaux”; colofón y estallido de aplausos y vítores. Tras una treintena de canciones que te ilustra veinticinco de carrera y se expone ese “grandes éxitos” que todo artista tiene, pero que ni de lejos son los “éxitos· a uso ni losque tu te imaginabas.
¿Puede ser todo ello de alguna manera más maravilloso?
Creo que no.

domingo, 31 de marzo de 2019

VÌA FORA_MACABEU SEMIBRISAT_2016 (CÒSMIC VINYATERS) SIN D.O Y LIBRE DE ATADURAS: ACTITUD Y HOMENAJES

 



En estos más o menos siete años de Tast Team o a bien llamado “petit comité de catas”. Al que definiría con más rigor: como grupo de amigos y amigas en torno al mundo del vino, y sus parabienes coyunturales. Una FAMILIA a fin de cuentas.
He aprendido mucho sobre el vino,sus variedades y elaboración, evidentemente.
Pero sobretodo he aprendido a digerir y saborear con placer y emoción quizás lo más importante y en grado superior al elemento disfrutable:
Nuestro propio cambio como personas hacia la madurez, sus distintas perspectivas y enclave a la hora de observar; y observarnos. Y en definitiva, animales como somos aunque “más, o menos racionales”. A descubrir que si bien las plantas, sus frutos, los territorios y en definitiva todo lo que nos rodea en este maravilloso mundo. Nosotros, no estamos exentos de esa misma permeabilidad de la luna, sus distintas fases, y al universo: Verdadero modulador de todo lo que crece sobre este planeta.

Si hay algo más maravilloso que la propia persona y su camino hacia la madurez.
Es aceptar nuestras imperfecciones como algo inherente a esa misma naturaleza, y saborear las mismas que se suceden en todos los aspectos creativos del ser humano y de la naturaleza que nos rodea.
Así que solo hay una plenitud, si no bien absoluta, por lo menos infinitamente más rica que la de los patrones establecidos por un mundo. Que seguramente, solo quiere acotar el recurso de la improvisación o no dejar la más mínima escapatoria al libre albedrío.

Puede que suene muy filosófico y espiritual, pero es que tampoco pretende no serlo.
Si te surge esa duda. Piensa que quizás estés demasiado condicionado por una sociedad que está empeñada en que todos seamos lo más iguales posibles.
Y que sepas, que no es tarde para corregir ese mal endémico de nuestros días.


Vestimentas que solo nos separan y ordenan por estereotipos. Placeres que deseamos siempre iguales e infalibles. Falta de maniobra infantil por leer la vida como un juego que cambia constantemente. Corsés de conducta y de clasismo. Sabores neutros. Estándares de malos o buenos gustos. Modas. Usa y tira. Glovalización irreal. Consumismo emocional…
Buff, la lista sería inacabable.

Un primer paso para arrojar luz sobre si estamos en el buen camino para iniciar nuestra huida. Es hacernos con una botella de VÌA FORA 2016 sin tan siquiera pensar si obramos con conciencia o inconsciencia (POR EJEMPLO, Y CON LA IRONÍA EN ON).
Un vino ya con el tiempo de botella ideal para disfrutarlo a lomos de una perturbadora corazonada. Sin medias tintas, ambages o servil corrección.

A Salvador Batllè lo presiento ya, desde que publiqué una primera entrada de sus vinos familiares. Como una de las aventuras mejor asentadas en L’Empordà, tras unos años de salvaje avance hacia la Biodinámica sin condiciones. Un tipo al que me encontré en persona con sus primeros vinos de La Serra de Montmell (Sauvignon Blanc y Cabernet Franc), en una degustación en Cristina Guillèn; y va ya para siete años.

Años en los que he crecido al compás de sus elaboraciones. Desde esos primeros vinos atados a sus orígenes, hasta aprender a entender lo que suponía tirar al monte como las cabras y arrancar desde cero en Agullana (Alt Empordà) con una biodinámica militante. Y vernos ahora sin dejar de mirar atrás, lo que somos y hacia donde nos llevan las ventanas que se han abierto a nuestro paso. Y que son en definitiva otros tantos yos, que ni en sueños imaginábamos.

VÌA FORA seguramente esté entre mis cinco blancos preferidos. Y junto al Tallarol de Alta Alella entre mis dos vinos habituales, con identidad primaria o naturales; como cada uno quiera definir. Una cuenta pendiente que tenía, en reseñas donde intentar explicar que los vinos naturales no han de ser un dogma, ni tampoco ese enfant terrible del que ningún purista de los grandes vinos de guarda quiera oír hablar.
Simplemente, es la diferencia entre aquello que tiene alma, al que se la han extirpado para ser dócil, o el que directamente carece de ella.
La que separa aquello a lo que le pondrías un adjetivo evocador. O lo que directamente te provoca la visión de paisajes, el tacto de la tierra o el perfume adscrito a un recuerdo.
Y que se escapa de cualquier encasilllamiento de calificaciones, estigmas, marcas o bandos. Solo autenticidad

Y este Macabeu con dos maceraciones y fermentaciones (40/60 con pieles y raspón, o solo con pieles). Sí que consigue de verdad rebasar la línea invisible que nos separa a los vivos de los muertos, o el presente de pasado; incluso conociéndolo solo de oídas.
Si pretende ser un homenaje de viñas con 75 años en terrenos de arcillas calcáreas. A pageses que originaron la peculiaridad de una zona y de paso,a sus orígenes. VÌA FORA lo imprime como un negativo en los sentidos, desde la primera toma de contacto.
Un blanco que destierra por siempre esa idea que tanto se ha tenido del Macabeu (o Viura en la Rioja), y los despoja del lastre de esta uva como copage cuando aquí se demuestra la complejidad poliédrica de un monovarietal: expresivo, enrevesado y desconcertante a la vez que exquisito.
Los vinos de Salvador Batlle tienen como atributo intrínseco, una conexión de acidez, fruta y veracidad vinícola puramente gastronómica; el complemento ideal para que lo básico de la subsistencia alimentaria sea también, un placer celestial.
Esa parte calcárea que nos transmite cereal, fruta blanca carnosa, manzanas con un punto de horno si se quiere y según el día. Y que alcanza también a olisquear entre las hierbas silvestres de monte, como un perro en busca de ese misterioso y evocador aroma paisajístico que diluye los adjetivos en impulsos eléctricos.
Un malnacido que además de rubricar eso que algunos llaman COMPLEJIDAD y que nos confunde, pero que aquí es como una especie de umami que sobretodo se alimenta por el retronasal. Haciendo que su longitud de corredor de fondo perdure en nuestro paladar, produciendo un peligroso bucle entre boca/nariz. Verdaderamente peligroso y adictivo.

Esta es una de las principales peculiaridades que me encantan de los vinos de Salvador:
Son imágenes difusas pero muy intuitivas de su territorio... sus vinos son tan sinceros: Sin intervención, sulfitos o levaduras que no sean las propias de la uva. Ni disfraces que maquillen la fruta de la viña y el terreno donde se aposentan. Pero que además, en los procesos y la elaboración reflejan un resultado final maravilloso y fiel a esa idea. Donde no es tanto el discurso, como lo que encontramos en la copa y nos despoja del eterno dilema del ying y el yang tradicional o natural. Cuando la realidad está en aquello que te dice con un lenguaje secreto y silencioso:
Chaval, esto no tiene nada que ver con cualquier cosa que hayas conocido. Es más, si te recuerda o te es familiar… Simplemente es porque el cerebro y los sentidos piden auxilio buscando referentes familiares a los que echar mano, pero la realidad es que la aventura es a veces el vértigo y el miedo, el que te emociona.



 Ma perché, come mai, ma perché,
in cucina non ci entro mai,
eh?
Cosa c'è nella padella
mmm che profumino,
fai assaggiare un pezzettino?
ma che bontà, ma che bontà,
ma che cos'è questa robina qua,
ma che bontà, ma che bontà,
ma che gustino questa roba qua,
ma che bontà, ma che bontà,
ma che cos'è questa robina qua,
ma che bontà, ma che bontà,
ma che gustino questa roba qua,
Vitello delle Ande?
No?
Bovino della Gallura?
No?
Ma che cosa sarà mai questa robina qua.
Mmm.
Ma perché, come mai, ma perché,
in cantina non ci vengo mai,
eh?
Bello questo vino,
vino di una volta,
fai assaggiare un goccettino?
ma che bontà, ma che bontà,
ma che cos'è questa robina qua,
ma che bontà, ma che bontà,
ma che gustino questa roba qua,
ma che bontà, ma che bontà,
ma che cos'è questa robina qua,
ma che bontà, ma che bontà,
ma che gustino questa roba qua,
Barolo delle Langhe?
No?
Aleatico dell'Elba?
No?
Ma che cosa sarà mai questa robina qua.
Ma perché, come mai, ma perché,
in gelateria non ci entro mai,
eh?
Mmm che cioccolato,
dammi il cucchiaino,
fai assaggiare un pochettino,
ma che bontà, ma che bontà,
ma che cos'è questa robina qua,
ma che bontà, ma che bontà,
ma che gustino questa roba qua,
ma che bontà, ma che bontà,
ma che cos'è questa robina qua,
ma che bontà, ma che bontà,
ma che gustino questa roba qua,
Cioccolato svizzero?
No?
Cacao della Bolivia?
No?
Ma che cosa sarà mai questa robina qua.
Cacca!?!?

domingo, 17 de marzo de 2019

JOE JACKSON_FOOL_2019: VECINDARIOS, HABITANTES EQUIDISTANTES Y MELODÍAS EXCITANTES.


Conoce de algo al señor Joe?
- Ha tenido alguna relación, conversación o conocimiento de sus actos en estos últimos años? Inquirió el inspector de mi conciencia.

No, señor. Apenas nos hemos cruzado, infinidad de veces, eso sí. Pero en cuarenta años que llevo viviendo en esta colmena de seis portales dobles y quince plantas con casi mil viviendas, no hemos mediado palabra. Y tan solo me ha trascendido su existencia por su cabellera de albino platino y su excentricidad vistiendo.
Todo el mundo lo conoce eso sí, de oídas. La mayoría dice haber estudiado en su mismo colegio y de amigable sonrisa, saluda cada mañana así lo veas cinco veces en una hora o cada cinco años. Pero en verdad nadie es capaz de darte demasiados detalles cuando indagas con enjundia.Yo recuerdo hace muchos años; cuando mi madre se iba a comprar a escondidas y me dejaba solo. Y lloraba desconsoladamente por la ventana mi canguelo congénito, como a quien le sale el demonio de adentro:
- Bendíceme señor!! Bendíceme señor!!
En grito histérico igualito al de una grupie de Los Pecos en el trágico Abril de 1980.
Solo me consolaba ver a una rubia germánica bailar con el hula hoop en el mastodóntico edificio de en frente; seguramente allegada suya, deduzco yo. Ya que en mi barrio, pocos rubios había.
Sin embargo ya por entonces, deambulaba aquel extraño caucásico de deslumbrante melena. Al que apenas entendíamos. Cuando nos contaba historias inverosímiles para los mortales que poblábamos aquellos barrios inundables, vaguadas sin asfaltar y exploradores de descampados llenos de ratas.
Pero yo, que por aquel entonces unía gripes, resfriados, bronquitis, fiebres tifoideas y miedo a la gente. Solo lo podía observar desde el ventanal de la habitación o experimentarlo en mis salidas al practicante o a la consulta del Dr. Padrós.


Pasaron los años. Y un buen día de hace poco: Cuando ya casi te has olvidado, perdido el interés. Y es como un fantasma cotidiano invisible.
Entablas conversación en una soleada y candente terraza de febrero. Mientras das muerte a un café, a ti mismo con un cigarrillo. Y con un chupito de whisky bendecirte esta vez sí. Para caer en la cuenta, de que toda tu vida allí; en esa barriada multitudinaria donde todos se cruzan, chocan y se quejan. No te ha dado apenas para ver las minucias traslúcidas bajo la radiante y deslumbrante luz del estrellato.

Los anónimos (por muy respetables que sean), como Joe Jackson. Solo socavan galerías bajo nuestros pies en silencio, con las uñas y son como las crisálidas transparentes: Se convierten en el vecino de toda la vida que todo el mundo sabe de él por oídas, pero que en realidad nadie conoce con la suficiente profundidad para etiquetarlo, criticarlo, o incluso odiarlo. Pero en realidad, son bellas Saturniidaes.

El miedo a lo desconocido o a lo que no sabemos asociar como reconocible o familiar, en tanto no encaja en unos gustos que son como cómodos cojines de un sofá donde recostar las lumbares y descansar las piernas. Y los códigos unipersonales que cada uno tenemos implantados para empatizar, o temer por no saber explicar la tentación prohibida. En definitiva.

Sin embargo este ya sexagenario avanzado, nacido en la rivereña Burton de los Midlands del Oeste y socio generacional de Elvis Costello y David Byrne. Jamás ha sido un tipo demasiado consecuente con ninguna tendencia, estilo o corriente musical. Y sí un escapista maqui de abrir trochas o explayarse en exposiciones, como se dice ahora: conceptuales (y desconcertantes) para el público más general, como un Jim O’Rourke, pero en una versión omnipresente.
Sus códigos de lenguaje a menudo han sido tan particulares. Que el vecindario no ha sabido de él, mas por su mimetismo con el padre de Michael Jackson, que por lo que tocaba y cantaba (y me incluyo en el desconocimiento más absoluto).
Ese tipo que bajaba la bolsa de la basura en punto como un reloj. Quien cedía la tanda a las abuelas que se colaban nonainoná. Y al que solo se le oía, al salir en defensa del vecino más detestable con un: “cada uno es como es, y tiene lo suyo”.


FOOL por eso, es todo lo contrario a sus aventuras y diatribas por el Jazz modal o la experimentación de autoconocimiento.
Es como un alegato muy consciente recién cumplidos los cuarenta años de carrera, de su vida y el mundo que le rodea. Y una especie de ironía que sea con 64 años, cuando como él dice: Se sienta preparado para escribir una obra, donde reflexionar sobre la vida a modo de filtro como si fuera la suya propia.
Una virginidad y humildad madura, que lo ha llevado a componer ahora (40 años más tarde): Un homenaje juvenil en clave de tragicomedia Dickensiana con D.O.Q puramente británica. Que restaura la mejor identidad de las islas a la hora de cantar amargas ironías y miserias maquilladas con una elegancia extinta; o por lo menos olvidada en la música “moderna”.
Esa mañana intimamos lo que años de vida, ojitos y carraspeos que jamás pasaron de eso: De fracasados intentos por conocernos, hablar y constatar mi admiración por algo que ni siquiera conocía, ni podía explicar el porqué me atraía tanto.

Me contó que “Big Black Cloud” sube el telón con esa épica dramática que se presume de una obra teatral guiada por una orquesta. Y que de algún modo, hace de prólogo con tintes de profecía oscura. De la necesidad de vociferar con la misma vehemencia de su debut “Look Sharp/1979”, en un “Faboulosly Absolute” donde escupe sobre el radicalismo, la ultraderecha con brillantina y la sedación de pensamiento, sin morderse la lengua.
Tanto gritó, que soliviantó en plena noche a todo el vecindario y desde entonces supimos de su existencia.

Sin embargo es “Dave” la que enamora desde la primera escucha:
Su poesía recitada con una rítmica que marca un omnipresente piano y que seguramente, es la virtud más reluciente de este estupendo disco. Y que se cose a una historia de viajeros inmigrantes, desidia y amargura imposible de imaginar en toda su sencilla belleza.
Joe canta y recita por impulso musical jazzístico a la vez que POPular. Y la verdad es que las canciones ya sin más atributos, brillan con luz propia.
Strange Land” podría ser rescatada perfectamente de un repertorio de Nina Simone, o de Paul Buchanan. Y es toda una confesión de perplejidad ante las vistas desde lo alto. Una reflexión de quien en silencio y durante 40 años, ha operado desde la estratosfera sin el menor interés por entrar en los engranajes de la industria; ni de la vida en común.
Se da un respingo y desconecta con “Better Friend”, pudiendo hasta ser el socio de viaje de esa resucitada New Wave de pajarita junto a Elvis Costello y su rejuvenecedora “Suspect my Tears”.

No pierde la oportunidad de retozar en la fusión que tanta savia le ha dado, para ser el hombre que es ahora.
Cumbia, reggea, calipso, son cubano, y hasta ritmos orientales sintetizados en “Fool”, por más increíble que parezca:
Uno de los textos más explícitos y directos del disco. Y además una de las canciones más exfoliantes de este álbum en forma de abanico de pavo real.

32 Kisses” recoge uno de los mejores textos sobre una instrumentación que bien podría ser un homenaje a un joven Elton John. En una historia de amor asfixiada por la nostalgia donde no existen los estribillos, y la lírica toma un protagonismo tan hermosamente poético y suicida. Como el colofón de esta agradecida vuelta.
Alchemy” es una de las más grandes canciones de esta última década. Una de esas que prescinden de fecha, acuñado o género. Rozando a Shirley Bassey o Marc Almond, en una ejecución glicérica como las lágrimas de un generoso en la copa, ideales.
Esos largos postgustos que se adhieren al fondo de tu alma de por vida. Y que te acompañan sin alcanzar a discernir si es el recuerdo o la nostalgia.

FOOL es uno de esos discos por los que preguntarse ¿a que narices dedicaste tu vida? La excusa para enmendar lagunas y bucear sin bombona en la discografía tu vecino “el rarito”.
Y descubrir con asombro que, seguramente, hay un montón de razones para pensar que en esto de los gustos/hábitos. Hay lo mismo de cobardía como de prejuicios. Porque no hay nada más emocionante y revelador, que no conocerse a uno mismo lo más mínimo .
Y se acompaña por: Teddy Kumpel (guitarras y voces), Graham Maby (bajo y voces), Doug Yowell (Bateria, programación y voces), y Patrick Dillett (David Byrne, They Might be Giants, St Vincent, Sufjan Stevens) junto a Joe en la producción. Con una edición exiquisita en vinilo de 18 gramos.