Este
pasado Domingo disfruté como un chuiquillo del último sainete de Álex
Montoya; no desde el sentido peyorativo ni mucho menos, sino desde la
concentración y levedad de los alumbres teatrales.
Una
hora y cuarto, donde el modus operandi asambleario -tan arraigado a
nuestra cultura colectiva- nos da para el muestreo de nuestras
glorias y miserias, con forma de fauna humana. Y también de rebote,
para hallar el qué de nuestra deriva más contemporánea.
Este
director de guerrilla Valenciano bregado en par y mil de miles de
cortos, a estirado la zancada hasta lo que se conoce como película,
ensayo u ópera prima. Para llevar a la pantalla la obra teatral LA
GENT; de Juli Disla y Jaume Pérez. Y hacer del inconveniente,
imprevisto o desastre, una oportunidad para lidiar el cierre de salas
y la pobreza del microcine, convirtiéndola en una oportunidad;
magnifique!!
Basta
ver su gran acogida de público en la plataforma FILMIN, además de
sus premios en los festivales de Málaga, Rizoma y Alicante.
Pero
digamos que la realidad de esta pequeña joya; premios, crítica y
arribismos varios al margen. Es su ingenio para trasladar a la
pantalla semejante y utópica idea, haciendo equilibrismo entre la
comedia, lo abstracto y nuestro autoretrato social. Y a la vez,
dejando tanto margen para que el espectador se genere su propio
psique; tanto si es de manera autocrítica, como si en realidad somos
de los que pensamos que: “Eso solo les pasa a los demás”.
En
cualquier caso, ASAMBLEA, gravita magistralmente sobre unos actores
en estado de gracia, disfrute y naturalidad del excelente guion de
esta maravillosa obra. Y ese es su mayor logro sin duda, además de su vehículo mixto linguístico en catalán/castellano/valenciano, como verdadero hito de la pluralidad real.
Francesc
Garrido, Cristina Plazas, Nacho Fresneda y Greta Fernández llevan el
peso de la trama, y un objetivo que no halla jamás destino alguno.
Con la magistral colaboración de Jordi Aguilar, Irene Anula, Lorena
López, Marta Belenguer, Sergio Caballero, María Juan, Abdelatif
Hwidar, Juan Mandli y Jorge Silvestre; por orden de protagonismo.
Aunque sinceramente, la melé dialéctica del reparto roza por
unanimidad la magia instantánea. O dicho de otra forma: La esencia
más pura de la interpretación como eje del séptimo arte.
Tanto
es así. Que poco importa el quiz de la cuestión o el misterio
latente que consiguen, pese a que todo gira sobre un acuerdo
colectivo inexistente. Que no hace más que sacudir el polvo del
laberíntico ecosistema que representa el ser humano y… ¿su
incapacidad de ponerse de acuerdo?
Ya
digo. Al final, poco importa para que se reune esa gente, si se
pondrán de acuerdo, si hay algo más que una pura relación
interesada de los participantes, o si hay una subtrama apunto de
estallar.
Porque
la auténtica virtud de esta instalación, es la infinidad de vías
para construir nuestro propio microcosmos que se desperdigan en una
sola hora de cinta: Ágil, cambiante, absurda, y a la vez, de lógica
académica. Y de improvisación maquiavélica, cuando se buscan los
tres pies al gato sino es que los tiene, y todos vivimos en un engaño.
Cuando la participación como paradigma, nos da vía libre.
Esas
pequeñeces que todavía me hacen creer en el cine, como estímulo
para la creatividad, el ingenio, y el divertimento.
Si
tiene P.D y reflexión, mucho mejor.