Este
pasado Domingo disfruté como un chuiquillo del último sainete de Álex
Montoya; no desde el sentido peyorativo ni mucho menos, sino desde la
concentración y levedad de los alumbres teatrales.
Una
hora y cuarto, donde el modus operandi asambleario -tan arraigado a
nuestra cultura colectiva- nos da para el muestreo de nuestras
glorias y miserias, con forma de fauna humana. Y también de rebote,
para hallar el qué de nuestra deriva más contemporánea.
Este
director de guerrilla Valenciano bregado en par y mil de miles de
cortos, a estirado la zancada hasta lo que se conoce como película,
ensayo u ópera prima. Para llevar a la pantalla la obra teatral LA
GENT; de Juli Disla y Jaume Pérez. Y hacer del inconveniente,
imprevisto o desastre, una oportunidad para lidiar el cierre de salas
y la pobreza del microcine, convirtiéndola en una oportunidad;
magnifique!!
Basta
ver su gran acogida de público en la plataforma FILMIN, además de
sus premios en los festivales de Málaga, Rizoma y Alicante.
Pero
digamos que la realidad de esta pequeña joya; premios, crítica y
arribismos varios al margen. Es su ingenio para trasladar a la
pantalla semejante y utópica idea, haciendo equilibrismo entre la
comedia, lo abstracto y nuestro autoretrato social. Y a la vez,
dejando tanto margen para que el espectador se genere su propio
psique; tanto si es de manera autocrítica, como si en realidad somos
de los que pensamos que: “Eso solo les pasa a los demás”.
En
cualquier caso, ASAMBLEA, gravita magistralmente sobre unos actores
en estado de gracia, disfrute y naturalidad del excelente guion de
esta maravillosa obra. Y ese es su mayor logro sin duda, además de su vehículo mixto linguístico en catalán/castellano/valenciano, como verdadero hito de la pluralidad real.
Francesc
Garrido, Cristina Plazas, Nacho Fresneda y Greta Fernández llevan el
peso de la trama, y un objetivo que no halla jamás destino alguno.
Con la magistral colaboración de Jordi Aguilar, Irene Anula, Lorena
López, Marta Belenguer, Sergio Caballero, María Juan, Abdelatif
Hwidar, Juan Mandli y Jorge Silvestre; por orden de protagonismo.
Aunque sinceramente, la melé dialéctica del reparto roza por
unanimidad la magia instantánea. O dicho de otra forma: La esencia
más pura de la interpretación como eje del séptimo arte.
Tanto
es así. Que poco importa el quiz de la cuestión o el misterio
latente que consiguen, pese a que todo gira sobre un acuerdo
colectivo inexistente. Que no hace más que sacudir el polvo del
laberíntico ecosistema que representa el ser humano y… ¿su
incapacidad de ponerse de acuerdo?
Ya
digo. Al final, poco importa para que se reune esa gente, si se
pondrán de acuerdo, si hay algo más que una pura relación
interesada de los participantes, o si hay una subtrama apunto de
estallar.
Porque
la auténtica virtud de esta instalación, es la infinidad de vías
para construir nuestro propio microcosmos que se desperdigan en una
sola hora de cinta: Ágil, cambiante, absurda, y a la vez, de lógica
académica. Y de improvisación maquiavélica, cuando se buscan los
tres pies al gato sino es que los tiene, y todos vivimos en un engaño.
Cuando la participación como paradigma, nos da vía libre.
Esas
pequeñeces que todavía me hacen creer en el cine, como estímulo
para la creatividad, el ingenio, y el divertimento.
Tienes
justo lo que necesito; ni una cosa de más, ni de menos:
La
virtud de fundir las primeras noches cálidas con el perfume de los
Cinamomos; que trepan por las fachadas y saltan de tejado en tejado
hasta mi ventana.
Los
primeros sudores en el cogote, y la limonada sin azúcar con la que
sueñas de madrugada. O el café de la mañana: bien negro con hielo
picado ya, y una peladura de limón. Y las canciones claro.
Las
canciones no podían faltar; aunque parezca una obviedad.
La
injusticia de encontrar en el madrugón: el único frescor del duro
día, o el premio de las calles desiertas a las 6 de la mañana.
Solo
se puede igualar con la banda sonora, o si te sirve, imaginarte un
Rocky Balboa con ojeras de mapache y pelos de orangután. Yo,
sinceramente, me quedo con la maravillosa banda sonora de este joven
cuarteto de Chicago.
Solo
ellos me llevan en volandas casi sin tocar el suelo.
No
sé la de veces que se ha repetido el argumento o justificante de:
“no han inventado nada”; que ofensa a la creación joder!!
Como
si no hubiera bastante con atreverse de primeras y una guitarra
Daneelectro de saldo, a escribir Soul. Pero no Soul ramplón filtrado
por el estándar de moda o así: un poco masticadito. No.
Soul
como si te hubieran secuestrado a media noche, y te hubiesen dejado
tirado en medio de los lavabos de un Club de mediados de los 60.
Mathew
Ajjarapu; un chaval estudiante de farmacia de Chicago. Tenía en 2016
un sueño, una guitarra de de 300 pavos, un Rhodes, y un puñado de
canciones.
Afortunadamente
no tardó más de dos años en visualizar aquel deseo, con la ayuda
de Khalyle Hagood, Ari Lindo y Khori Wilson; al bajo, guitarra y
percusiones respectivamente. Nacía The Devonns.
Y
a finales de 2018, nos adelantaban dos hermosas gemas Soul made by.
Motown, Chess o Capsoul: Dos cortes que pese a brotar de cuatro
veinteañeros, destilaban ese alma etérea que sublima al simple Soul
y emana ese extraño fulgor que lo convierte en pura seda: Spinners,
David Ruffin, Leroy Hutson, los Impressions… Lo pilláis no?
“Think
I’m falling in Love” teletransportaba a una época donde
el sonido, te abduce, y prácticamente puede generar más detalles
que tu propia imaginación. THE DEUCE y David Simons casi lo
consiguió, pero The Devonns logran el más difícil todavía; lo
evocan.
Si
amigos. El sueño de Mathew era viajar con el sonido allí. Su
auténtico tesoro: sus inocentes canciones. Y el milagro: dar a esas
jodidas maravillas el mismo trato que daría un delicado viñerón a
esas preciosas criaturas, como si de viñas centenarias se tratara.
Es
por eso, que igual que un buen vino depende al 99% de su tierra,
viñas y particular ecosistema. La magia de THE DEVONNS está sin
lugar a dudas en sus canciones. Si bien es cierto que Paul Von
Martens (Elton John, Mavis Staples, Paul McCartney o Brian Wilson),
ya sabía del potencial de esas composiciones, cuando en 45 minutos
de conversación telefónica se decidió a trabajar con ellos. Y les
ha proporcionado una cubierta vegetal, que ni los dioses del olimpo.
No
era listo ni nada.
El
debut de estos cuatro mozos de Chicago llega en Junio, de la mano de
Record Kicks. Como uno de los mejores trabajos desde aquel Colfax de
Delines, en seis años. Y no exagero.
Aquella
canción que Mathew compuso en diez minutos con su guitarra barata,
“Come Back”, marca el punto de partida:
Tres
minutos largos de inmediatez y puro amor por un sonido, que vuelan a
lomos unos arreglos de cuerdas tan idóneos en manos de Mike Hagler o
la batería de Ken Stringfellow (R.E.M), que se unió a la fiesta. Y
que juegan entre el pop, el funk y el Soul de puro swimg, como si de
un Curtis Mayfield se tratase. Pero que resaltan majestuosamente la
frescura, como uno de sus mejores atributos; la de todo el disco en
realidad.
O
ese guiño cómplice de agradecimiento a todas sus influencias en
“Green Light” de Jamie Lidell, que lo honran
especialmente. Haciendo de este esperadísimo debut, no solo un
necesario oasis en medio de un páramo de frivolidades, sino además:
Otra manera distinta de llevar a cuestas la pesada carga de un estilo
que hicieron grande, mitos irreemplazables. Pero que injustamente
resta méritos a sucesores casi anónimos.
Les
sigue el single de adelanto “Tell Me” con aires de
Big Band al más puro estilo de Chicago: Ramalazos de jazz y esos
metales que medio se hermanan con Nueva Orleas. Vacilona, seductora
y de una elegancia que directamente llena pistas. Aparece rutilante y
brutal “Think I’m falling in Love”; sin duda,
enorme carta de presentación que ruge como si fuera una canción del
más selecto elenco de la Motown.
El
disco no baja el nivel ni un instante, como si esas diez canciones se
hubieran encontrado enterradas, junto a la mortaja de un mito.
“Blood
Red Blues (How Long?)” hará que más de uno crea que las
orquestaciones disimulan la mediocridad. Pero es que en el caso de
The Devonns, donde flirtean con una exquisitez tan pulcra como
natural. El talento vocal de M. Ajjarapu de quasi crooner fajado, es
tan arrollador que disipa cualquier tipo de debate.
La
suerte de las canciones tiene eso que hace que lo demás, sean
malditas conjeturas. O acaso van a dudar del increíble flow funk de
“More”? de
aires Jamiroquanos; y buena de narices. Sinceramente,
cualquier canción de este disco podría haber sido dignísimo
single.
Hasta
el mano a mano con el viejo Lloyd Reese en “Ain’t That a
Man for You?”. A medio camino entre el burlesque y la
fusión Elton John/Estevie Wonder que jamás debería faltar de una
dieta musical. O la melódica “I Know” de manual,
más discreta pero TAN necesaria en horas de bailar abrazados.
Todo
el disco es una preciosa obra de orfebrería, cariño, y precisión
emocional. Que nadie sospecharía que sale del imaginario de unos
veinteañeros.
La
omnipresencia de LEROY HUTSON; uno de sus mayores inspiradores.
Inunda cada rincón del disco y deja constancia en “So in
Love With You”, como una de las más emotivas ofrendas en
forma de versión.
Para
redondear y poner el colofón con otra las grandes joyas de esta
colección, “Long Goodbye”. Una increíble y
excelsa oda a la sensual elegancia del Soul Chicago, que tantos
corazones quebró. Y que en el caso de THE DEVONNS, funciona como un
viejo reloj de mecánica artesana en buenas y pacientes manos.
Sencillamente imperecedera.
El
señor Pertrecho se desvelaba: A las 3, a las 6, y a las 8; sin saber
porqué. Y en ese momento, caía en un profundo sueño hasta las 10.
Por
eso, cada mañana cuando llegaba a la panadería a las 11. Una enorme
cola de no menos diez personas prolongaba su espera, al menos 20
minutos.
A
la señora Enjuta le pasaba exactamente lo mismo. Con la diferencia
de que en vez de caer exhausta de sueño hasta las 10. Ella, dedicaba
esas mismas dos horas en: Ducharse, hidratarse, acicalarse, vestirse
y perfumarse. Como si de un gran evento se tratara.
Invirtiendo
esos mismos dos mil metros, uno: En hacer ese mínimo ejercicio
diario que le permitía el encierro; pese a tener una panadería
justo en frente de su casa. Y el otro, en dar por bueno ese tiempo en
ponerse guapa, para el disfrute y envidia de sus vecinos a partes
iguales.
Llevaban
media cara tapada con las mascarillas, y los guantes remataban tan
aséptico disfraz. Pero como todo el mundo iba igual, una especie de
democracia estética imperaba en el barrio.
El
primer día que coincidieron en la cola, él no perdió detalle de su
cuerpo sin importarle lo más mínimo su rostro oculto.
Durante
ese largo año y medio de medidas preventivas, le dio tiempo de
observar todos y cada uno de sus atributos: Sus curvas, el pie que
calzaba, su cabello, su olor… A ella le pasó lo mismo.
Llegó
incluso a imaginar: Su talla de pantalones, el ancho de su espalda,
la altura, y hasta su edad.
Lo
que al principio fue una mera coincidencia, se acabó convirtiendo en
un rito de cortejo mutuo en el más absoluto de los anonimatos.
Jamás
mediaron palabra, pero cada día a las 11; lloviese o hiciera un sol
radiante, la calor fuera sofocante o el frío insoportable. Allí
estaban los dos a una distancia prudencial, cada uno de los días de
la semana.
Él
hacía como si se giraba para mirar a un lado la calle; el día que
ella estaba detrás. Y ella miraba hacia la farmacia, si él se
interponía en su línea de visión.
La
distancia de dos metros entre si estipulada invitaba a pasos
prudentes e imposibilitaba cualquier tipo de intimación. Se evitaba
cualquier signo de debilidad, desesperación, o fatiga. Y reinaba una
armonía tensa que a menudo confundía la disciplina con el temor, y
la resignación con el sufrimiento.
Y
fue tal la aflicción y compasión del uno con el otro.
Que
una buena mañana del caluroso y sofocante mes de Julio. Cuando se
atisbaba el final, del mismo modo que todo el mundo había olvidado
ya el roce, el cariño y las manos. Dando por sentado el conformismo
y la nostalgia.
El
Sr Pertrecho, asomando dos pares de lágrimas como el rocío, por el
pespunte de su mascarilla.
Soltó
las bolsas de la compra, lanzó los guantes de látex al viento, y
pisoteo su mascarilla. Abalanzándose hacia la Sr Enjuta en una
acción común, sincronizada y repentina.
Se
fundieron en un abrazo constriñente y en un beso. Que se prolongó
del orden de dos horas y media, sin que por allí apareciese policía
alguna o vecino inquisidor que se preciara. Sin importarles en
absoluto, los horripilantes rostros que se escondían tras sus
mascarillas. - El amor es ciego – como decían.
O
por lo menos, una necesidad.
Es
más. Cuando acabaron. Todos y cada uno de los paisanos y paisanas
que allí esperaba en su respectiva cola de: La Panadería, la
frutería, la bodega de vinos a granel, la farmacia y el estanco.
Estaban
envueltos en una melé de cariños, arrumacos y besos de rosca chapa,
rosca de hilo fino, whitworth, y sellers también.
Y
la música. la de aquel desaliñado vecino de los apartamentos de la
vieja casa de enfrente; que cada mañana compartía a viva voz desde
su diminuto balcón. Sonó aún más fuerte que las bandas nupciales
de la plaza de la Iglesia. Levantando al viento las flores ya secas
de los marchitos cerezos.
Siendo
felices y comiendo pan, mucho pan recién horneado.
TRACKLIST:
OO_JULIO IGLESIAS_LA VIDA SIGUE IGUAL O1_HOLY WAVE_ESCAPISM 02_ALICE PHOEBE LOU_WITCHES 03_JEANINES_THINGS ARE GONNA CHANGE 04_LOLAS_DESTROY 05_DAN SARTAIN_FUCK FRIDAY 06-PEEL DREAM MAGAZINE_PILL 07_DEVON WILLIAMS_FOLLOWED ME BACK 08_BOMBAY BICYCLE CLUB_EAT, SLEEP, WAKE (nothing but you...) 09_THE DEVONNS_BLOOD RED BLUES (protest song) 10_JOSEPHINE_HE STILL CALLS ME BABY 11_JUNIORE_ADOLESCENT 12_HAPPYNESS_OUCH 13_HELICON_SOUND OF CONFESSION 14_SURE_MARROWS 15_PENNY DIVING_UNDERTOW 16_MOANING_MAKE IT STOP 17_THE ELECTRIC SOFT PARADE_NEVER MIND 18_TEEN BLUSH_80'S GIRLS 19_SEAZOO_HEADING OUT 20_DISQ_GENTLE 21_COMET POND_SPIRIT 22_GREG DULLI_SCORPIO 23_CAR SEAT HEADREST_HILLYWOOD 24_MAPACHE_ME DA MUERTE 25_ELEPHANT CASTLE_COOL TO BE UNHAPPY 26_MORRISSEY_WHAT KIND OF PEOPLE LIVE IN THESE HOUSE 27_WHYTE HORSES_SEABIRD 28_STEPHEN MALKMUS_CASH UP 29_BEN WATT_HAND
Un
espasmo breakdancero me ha catapultado de mi cama a las seis
de la mañana. Consecuencia de un retortijón tan largo y agudo, como
un acorde de Brian May y al grito de:
-Mamaaaaaaaa!! Ooh I don’t want to die!!
He
visto su estampa – la de Brian May – ahí, con su pelazo en el
blanco de la pared; como una cara de Bélmez (ayer tarde vi la
película, no sin antes resistirme) Y todavía creo que sufro las
consecuencias mezcladas con frutos secos, cafeína, licores y
repostería varia.
Un
estreñimiento seguramente, fruto de esta inactividad y ponzoñosa
vaguería que se apodera de todos nosotros. Y que ni contoneando
grácilmente mis glúteos cual Valentín Massana cada mañana que me
dispongo hacia la panadería. He podido evitar postrarme en la taza
del water con la mirada perdida en las juntas de los azulejos y sus
voradas, por infinitas horas.
Allí.
Me ha dado tiempo cerrando los ojos, a pensar largamente en el
sentido de la vida.
No
en un hipotético futuro ni en un destino cualquiera.
Sino
en un pasado anecdótico por el cual paseamos distraídamente
silbando alegremente o a la carrera cochinera como el que pierde el
autobús de la efeméride; según se mire.
Acordándonos
solamente de los difuntos, cuando fallecen. De los héroes, cuando
ganan. Y de los amigos, cuando nos sentimos solos.
Y
es con la música: Ese maravilloso elemento inerte y etéreo que sin
embargo, funciona maravillosamente como diluyente de todo lo
anterior.
Cuando
la tristeza químicamente indescifrable, al mezclarse con las
melodías y agitarlo todo, puede convertirse en felicidad.
O
por lo menos, en ese raro combustible capaz de erizarte el bello y
así…
El
pie derecho sigue el copás y la cabeza asiente.
Le
siguen las caderas y tronco empieza a balancearse en una elasticidad
y torsión inédita en cualquier otra actividad física que se
precie.
Para
que el siguiente efecto suceda. El elemento diluyente en cuestión
debe entrar – no se sabe cómo – en el riego sanguíneo y de ahí,
al corazón.
Es
imprescindible que el corazón lo bombee, sino, se corre el riesgo de
muerte lenta e inexorable o al efecto, la muerte espiritual:
Una
en la que aparentemente todo sucede con normalidad, pues los órganos
vitales siguen funcionando y hasta ejecutando eso que llaman “vida
normal”. Pero lo cierto, es que es una muerte en vida o vida
aburrida (mal humor, indisposición constante, apatía, amargura,
hipersensibilidad a la infelicidad); y un montón de síntomas
aceptados de buen grado por muchos, e incluso no diagnosticados como
tales.
Por
eso, yo cada sábado noche. Pese a que mi dilema más trascendental
pudiera ser: - Que narices voy a cenar esta noche?
Conjuro
las luciérnagas de colores, atenúo la fría luz blanca, alzo las
persianas para exivicionar todas mis vergüenzas en público
–
cámaras!!
acción!!
Y
bailo sin ese terror, igual que el de:
-Señor Crespo!! salga al encerado!!
Y
el miedo escénico, se va volando al carajo!!.
En
una semana de incesante lluvia; como si hasta los elementos se
hubieran conjurado para jodernos la existencia. O quien sabe si un
rapapolvo de la naturaleza para reordenar los ciclos, y dar hasta
sentido a los refranes.
He
acunado una crema de acelgas, calabaza y trigueros, con la chispa de
la lima y el jengibre. Y un chupete de Miso y vino rancio (mis nuevos
aliados); para darle ese ritmo que todo guiso precisa. Aventado por
una copa de Oporto Dry White de Nieeport, y un cacho de cremoso queso
de cabra del Moianès. Intentando conjurar un rayo de sol con las
melodías de MINIATURE TIGERS.
No
la de los últimos cuatro discos de este cuarteto de Brooklyn (aunque
Vampires in the Daylight/Oct2019 es otra maravilla). Sino con la de
aquella anomalía de psicodelia popera que invocaba a Beach Boys,
Beatles, Of Montreal , o incluso el espíritu abstracto de los
Beulah. Como si su artístico y poroso líder Charlie Brand,
en esta presunta fortaleza, intentara dejar constancia de su Phoenix
originario como otra de sus pinturas. Y la infalible mano de su
coleguilla, Christopher Chu (The Morning Benders, Pop ETC) a
los mandos de la nave.
Sin
ir más lejos, “Masion of Misery”, invita a adoptar
una postura gorilesca y bailar en una especie de rito a la
fertilidad. Y es, sin duda, uno de los mejores arranques
discográficos que conozco en lo que a pescozón contagioso se
refiere:
Esa
parte intrínseca de cacharrería, su malavarista batería y como no.
La infinidad de cachibaches, ruiditos y esos deliciosos cantos
corales que te llevan en volandas y el subidón final.
FORTRESS
tiene ese ingrediente con parte de feria ambulante, teatro callejero,
trovadores y bufonada que te pone de buen humor. Sino… como se
entienden mis desavenencias con el Parklife de Blur. Cuando aquí,
“Rock & Roll Mountain Troll”, cumple a
rajatabla esa vertiente cómica y costumbrista del mejor pop
británico. Que sin embargo sí me empuja a descalzarse y hacer
pallasadas frente a la ventana de mi comedor.
O
salir a destiempo y hora, a aplaudir al balcón con “Japanese
Woman”, pa ver que dicen los vecinos y echarnos unas risas;
un poco surrealistas y bizarras, si se quiere.
La
solidaridad anímica es infinitamente más crucial que cualquier
debate lógico (según lo miren los estadistas, claro). Y no hay nada
más solícito que abrir ventanales, ahora que el Haba Cadabra a
abierto las nubes, igual que las aguas Moisés, y despunta el sol.
No
os lo dije?
El
contrapunto sosegado de canciones como “Dark Tower”,
tienen en mi el mismo efecto: Con la diferencia de que ya abro los
brazos intentando cazar abrazos invisibles, pero bien presentes en
esta delicia de soleada canción.
Un
susurro como el licoroso Oporto deslizándose por el paladar. Casi
las mismas evocaciones a resinas y nuez. La invasión total en el
final ácido y complejo.
Con
la animosa y juguetona “Gold Skull”. Sostienes la
copa, delimitas el horizonte con su esbeltez, te echas a la boca un
cremoso pedazo de queso… Y te suspendes desde las alturas.
No
hay vértigo ni nubarrones y Sant Jordi ha subido en nuestra busca,
Todo
acompaña ¿será el alcohol? O es amor.
FORTRESS
tiene esa parte de tobogán que estimula, como las relaciones y el
cariño: Que unas veces te eriza hasta el estómago, y otras en
cambio, te escuecen como el desuelle.
Te
podrías incluso subir al terrado con la eufórica “Bullfighter
Jacket”. A ver si te encuentras a la vecina de al lado
tendiendo la ropa, para bailar bien cogidos un swim con el firme
propósito de la ilegalidad del roce, que hace el cariño.
La
cosa realmente, es que es segundo disco publicado por la banda de
Phoenix es un bendita maravilla; sin más encuadres o disertaciones.
Mi salvador.
No
entiendo como el resto de su carrera ha sido tan hedonista y simple,
la verdad; supongo que duplicarían su éxito, o es mi falta de
predisposición. Sobretodo cuando son canciones tan jugosas como
“Egyptian Robe”. Donde podrían haber ido de la
mano con el despatarrante y único disco de THE OLMS; que se publicó
tres años después. A los que tampoco les acompañó el éxito,
salvo en reductos muy reductos.
¿Se
figuran a donde nos empujan los miserables?
Te
podrías permitir hasta sacar a bailar a tu madre, con los aires de
pasodoble y slow calypso que se nos trae “Tropical Birds”.
Menudo ingenio melódico la de estos me supongo, por entonces
veinteañeros!!
“Lolita”
tiene esa misma proyección artística y contemplativa que posee
Charlie Brand; el ideólogo. El encanto de serenata de esta canción,
obedece más a un instinto mucho más radial que el simple Pop de la
época. E intuyo y descifro, que esa otra pasión que tiene Charlie
por la pintura y arte en general. Es el otro inadvertido detalle que
me falta, para unificar toda su obra. Aunque éste, el segundo, sea
el que haya aparecido de repente. Como ese amigo que necesita ahora,
a tu vera.
Parece
tonto, puede. Pero es infinitamente más versátil que otros moldes
usados, con más éxito y pegada comercial, aunque muchísimo menos
inspiradores y didácticos.
“Coyote
Enchantman” se zambulle en el tropicalismo de herencia
Byrne para cerrar. Y para mi gusto, con más riqueza y sensibilidad
que los exitosos Vampire Weekend del mismo año; salvando
escandalosamente las diferencias, claro. Por eso de dar esquinazo a
los éxitos populares, y tener desde siempre más apego a las cosas
que ocurren, cuando tienen que ocurrir.
Buscar
y encontrar es excitante, pero tropezarse y reír a carcajadas, mucho
mejor. De verdad.
Éste,
es el tercer fin de semana que amanezco a deshoras en medio de una
especie de día de la marmota. Y que aparte de esa hipnosis de
cafeinismo propio del desperezo matinal, mi cerebro solo obedece a
una banda sonora sintomática: El nuevo y flamante nuevo disco de
nuestro amigo Steven Patrick Morrissey.
Cada
lustrosa mañana suena en mi salón, como un himno a la esperanza que
perdí hace… catorce años ya? joder!!
Y
soy el primero que entre la sorpresa y la justificación, siento que
debería darme vergüenza. Con lo que este hombre me ha dado!!
Aunque
no se si deberías atender más que lo justo a la reflexión que aquí
expreso, copa en mano.
De
un tiempo para aquí (ese en el que todo se señala menos lo propio),
nos hemos olvidado de lo básico. Sí, lo básico.
Le
damos tantas vueltas a la cabeza como iluminados se suben a la
palestra. Que ni vamos, ni llegamos a ningún sitio.
Igual
que ese perro histérico que persigue su propia cola mascullando
un-...Como te goooooooja…. Y mira por donde, entra a escena
Morrissey.
Un
artista al que adoro desde que quedé con 16 prendado por su estética
avanzada como la Ian Curtis; la que ves con retrospectiva y sigue
molando incluso más que en su día. Y es lógico: Vestirse de serie
en Zara, Desigual, o incluso en G-Star; si te da pa más el parné de
la nómina. Tiene su cosa contraindicada del pret a porter y la poca
imaginación: Que to cristo va, y piensa igual.
Con
la de disfraces que nos hemos hecho con cuatro trapos de las gangas!!
Con
la música tampoco creáis que la cosa difiere demasiado. De hecho,
igual que lo que dice Eduald Carbonell sobre la especie humana y su
advertencia de parar la uniformación - como síntoma de la
globalización - que nos lleva a la puta extinción. En aras de la
planetificación o biodiversidad de toda la vida.
En
cualquier aspecto que considere el alelamiento borreguero de no
buscar cada uno su propio yo. O dicho de otra manera: Hacer lo que te
salga de la polla o del coño. En vez de asomarte al balcón de las
redes sociales como si fuera un patio de luces donde cacarear mierda.
Considero a Mr. Morrissey, un poco el paradigma del asunto, al margen
de si le tienes manía, te gusta lo que hace, o no:
Lleva
desde siempre haciendo un poco lo que le sale del ego; que lo tiene
más grande que los del caballo de Espartero, vale. Que son más o
menos los mismos que sentenciando su hegemonía dentro del magisterio
vocal popero; obviando por higiene sus tres últimas entregas
(versiones rejuntadas incluidas), con más pena que gloria.
No
sé si es buena la media la verdad. Pero se me escapa la risa y se
me afloja la vejiga cuando veo tanto culto a otros. Que dan menos
signos de vida creativa y procreativa que los Pandas de Ocean Park en
Hong Kong. Y sin embargo ahí están, hieráticos e indiscutibles; o
por lo menos justificados.
El
muchacho no.
Tiene
ya sus sesenta bien plantaos y se reinventa a cada paso que da, en
sorpresas, desaciertos, y romanticismos bizarros a partes iguales:
Como los abuelos del barrio de mis padres, que cruzan las calles por
medio y en diagonal, sin filtro que los detenga.
O
el mismo que aquí confiesa:
Que
se ve abalanzado y a trompicones hacia los cincuenta, y en vez de
ganar en mesura, tira del “no filter/free emisions”. Anda que ya
me vale!!
Una
colección de canciones las que se ha sacado del alerón por
sorpresa, y cuando nadie absolutamente le hacía puto caso salvo para
crucificarlo. Que si bien los medios se han apresurado a criticar
positivamente entre peros y condiciones - anoche estuve dando un
garbeo por la prensa antes de acostarme, lo admito - Y el resumen
básicamente es: MOLA PERO… ES QUE… BUENO VA…
En
fin, que no hay cosa que me la ponga más dura que ese malditismo
cultivado entre la aflicción, el rencor constante y una boca muy
grande. Y el causa efecto que genera evidenciando que nos hemos
convertido en unos mojigatos de dos pares de… ABRAZOS.
Y
a todo esto. Cuanto más gira en mi disquera y el espacio que da el
querer ampliar tu zona de confín. Más me gusta este disco copón!!
Y
no es porque me haya ido a mi rincón de pensar donde tengo la
capillita de mis Smiths, o a diseccionar mi discografía morrisiana
para ver si son veinte los que tengo, o ya casi cincuenta.
Comprobando si el pulso se mantiene en la comparativa. O decido
regodearme en mi pasado melancólico, tan lícito como
contraproducente que es.
I
AM NOT A DOG IN A CHAIN es un disco cuanto menos curioso, que no
transgresor como muchos dicen o revolucionario por la electrónica
(comedida), que aquí se usa.
Morrissey
ha publicado un álbum donde sobretodo, recupera ese acierto innato a
la hora de generar melodías vocales imperecederas. Solo que esta
vez, a prescindido de los elementos básicos de guitarras, bajo,
batería. Y lo ha envuelto todo en una estética sonora de POP AOR
hiperochentero, de hombreras, brilli brilli, tocados, y maquillaje
sobrecargado de señora que va cada viernes a la peluquería.
Lo
bueno es que en el fondo no ha cambiado nada en realidad . Pues aquí
el señor, por mucho que la escena le reprenda, sigue siendo el puto
amo a la hora de escenografiar el POP MELÓDICO en forma de canción.
Dando un poco lo mismo el soporte que emplee, aunque a mi
personalmente me guste infinitamente más su versión más guitarrera
de “Your Arsenal”, “Southpaw Grammar” y
“Ringlaeder of Tormentors”; pero infinitamente, vamos.
Lo
cual, no quiere decir, que admito humildemente que me pierde este
rollo de… no sabría como definirlo… ItaloPop sintético? Que
hace que el disco en cuestión, suene un poco entre lo pasado de moda
y petardo, pero tremendamente innovador para lo que es su línea
musical. E insisto, sus dos discos anteriores me parecían
directamente flojos pese a tener la misma deriva más hacia la
pachanga, que al Pop ochentero que lo ha caracterizado.
A
ver si va a ser que no le saben escribir la música o chochea.
Su
catorceavo trabajo de estudio despega con “Jim
Jim Falls”:
Una canción al trote de una horripilante
base, que
podría pertenecer a cualquier BSO de SPY GAME o si me apuras, de
James Bond. Pero que paradójicamente, alza el vuelo, y además,
contiene una de sus letras más valientes en sus últimos 10 años:
“Si
vas a ir corriendo a casa a llorar, no me hagas perder el tiempo. Si
te vas a matar para salvar la cara, entonces hazlo”
Una
de esas canciones que en cualquier otra circunstancia, o a manos de
otro, podría parecerte uno de tantos truños. En la voz de Mozz,
resulta no solo pegajosa sino un temazo en toda regla. Y ojo, no
estamos aquí y ahora, comparándola con las diez primeras canciones
que me vienen a la cabeza, de su longeva trayectoria.
A
diferencia de otros discos con producciones similares, aquí hay una
valentía y desarraigo similar al que experimentó en el 94/95; que
es de los que mejores canciones nos a provisto.
Cuando
Morrissey deja ese rencor enfermizo y vengativo, o esa autocompasión
lastimera de divo. Y saca su arrogancia de Handsome Devil, es cuando
vemos su mejor versión y la que todos recordamos de él.
Con
“Love Is On Its Way Out” pasa más o menos lo
mismo:
Una
canción con unos arreglos por momentos horteras (marca de la casa
Manzur), que por suerte su
romanticismo parmasiano
acaban corrigiendo, con
una hermosa interpretación vocal: “¿Leíste
los titulares? / ¿Viste el gas nervioso? Niños llorando / ¿Viste a
los tristes ricos, cazando, derribando elefantes y leones?”Reza
En
“Bobby, Don’t you Think They Know?, primer single
de adelanto. No tiene la misma suerte, y pese a que la canción aún
excediendo en tiempo y pomposidad barroca es muy chula en líneas
generales. Le pesa una barbaridad la desbocada voz de Thelma
Houston; empeñada en demostrarnos su impresionante chorro de voz
a sus 73 años. Que para mi gusto personal, es excedida y
desmesurada. Aunque creo que es de su agrado; sino acuérdense del
amor procesado a Klaus Nomi, o la “That’s How People Grow Up”
con Kristeen Young a todo trapo.
“I
Am not a Dog on a Chain” es otra de esas canciones que gana
en escuchas, como todo el disco al que da nombre. De una estructura
inédita en la carrera del mancuniano, es una de esas donde el
lirismo vocal del autor refrenda de largo su especial talento a la
hora de cantar y vocalizar; algo que a mi personalmente siempre me ha
fascinado de él.
Cantar,
pues sí, lo hacen muchos con más o menos suerte. Con letras
espléndidas y auténticas tontadas. Pero casi ninguno como lo hace
Steven Patrick Morrissey en la musicalidad de su entonación y
pronunciación melódica. Quizás otros maestros también lo han sido
Franck Sinatra o Tom Jones.
Tropezamos
de repente con “What
Kind of People Live in the Houses”;
para mi la mejor canción del disco junta a la que le sigue, y
desde “I
Throwing my arms Around Paris”:
“¿Qué
tipo de personas viven en estas casas? que duermen con quien duermen
solo porque tienen miedo de probar el cambio”
“Knockaut
World”
es otra de mis preferidas. Una golosina de apenas tres minutos y
algo, con una cadencia hipnótica e inigualable con
su decadente
letra. Donde de deshuesan y exponen al sol, la mayoría de enfermizos
hábitos de nuestro presente/futuro más inmediato. Que bien podría
enmarcarse entre las mejores melodías que ha compuesto, incluyendo
su carrera con The Smiths, siendo
susceptible a cualquier arreglo.
“Darling,
I a Hug a Pillow”
parece un tributo a Kirsty McColl. Esos
extraños metales del inicio y desconcertante asíntota.
Contrastan
con unos maravillosos arreglos de cuerda y un encantador final, que
parece estar compuesto
a medida
para imaginar
los coros de la siempre extrañada Kirsty.
Que
decir de “Once
I Saw the River Clean”…
Pues
que si se ha de buscar un futurible hit, dentro de los inexistentes o
de falsa apariencia que ocupan este refrescante disco. Apuesto a que
es este!!
Tan
acorde como los fueron los cortes electrónicos del WHIPLASH de
James. Y posiblemente al que no todos le harán la justicia que se
merece, sino el tiempo.
“The
Truth About Ruth”, como una especie de fábula. Es de las
pocas canciones que me dejan indiferente. Igual que “The
Secret of Music”, que parece intentar emular a la oscura
“The Teachers are Afraid of the Pupils” pero con peor
suerte. Y que como si de unos pseudo Massive Attack se tratase, se
queda tan solo en un ensayo poco aprovechado y algo fallido. Dejando
un regusto agridulce, aunque “My Hurling Days are Done”
agrade a ratos y no deje de ser otro de los grandes cortes de este
disco.
Define
en líneas generales a I AM NOT A DOG IN A CHAIN,
como un trabajo rupturista,
pero a medias. Un resquicio de esperanza y oxígeno perfecto para
estos días de encierro. Y diferente, no solo en lo que se refiere a
la carrera de mi adorado Morrissey, sino en la música que pulula en
la actualidad de manos de iconos de nuestra juventud. Pero que jamás
se debería usar como referente para suplir las carencias que tenemos
respecto a nuestro pasado.
Más
bien eso sí. Como
un acto consecuente al tiempo que le toca vivir a un artista único e
irrepetible. Que al margen del amor/odio que genera, mejor a sabido
envejecer (evolucionar)
sin apenas perder su condición de referente.
Díganme
si no, cinco artistas de los 80/90 y 00’s con una
regularidad y fidelidad más
o menos notable.Si no te gusta o lo odias,
ni lo intentes.