lunes, 29 de junio de 2020

HELICON_THIS CAN ONLY LEAD TO CHAOS_2020: ESCOCIA NUNCA FALLA


No se si he contado por aquí en alguna otra ocasión o texto (teniendo en cuenta lo que puede que me repita sin ser consciente); como los abuelistas. Lo miedica que era de chaval (desde el uso de razón? Hasta los, creo… 16 años aprox.)

En realidad puede que dejara de serlo de manera más o menos ridícula, mucho antes. Pero dejémoslo en los 16, con las patas llenas de pelo ya. Con empaque.
Miedo a que me asomaran los pies por la cama de noche, a dejar caer el brazo por el filo de la misma. A la penumbra donde construir formas con la ropa mal colocada en la silla, la cortina o las sombras más fruto de la imaginación y del canguelo, que a lo que realmente había que tenerle miedo por aquel tiempo.
He llegado a sentir miedo a notar el latido del corazón en mi tórax, y después en mi cerebro. Cuando me tumbo del lado izquierdo en la cama. A morir dormido o sinó, a morir despierto por un ataque de corazón y rabiando de dolor sin importarme si hay una ciencia exacta que mida el dolor, dependiendo de la patología, accidente o trauma.

Básicamente miedo (o aprensión), a lo desconocido o incierto. Y lo que es peor: A la capacidad de imaginar que tengo, y la velocidad de aceleración de 0 a 100 que puedo desarrollar sin válvulas, turbo, ni propulsor que valga.
Por eso.
Pienso yo.
Que de ahí mi querencia por lo ojcuro, mal rollero y desasosegante.
Seguramente por eso empecé a engancharme con el Trans Europe Express, los Kraftwerk y de un salto!! Ya los Christian Death, Bauhaus, Killing Joke y que se yo… Vamos que me mola lo oscuro así en general sin buscarle justificación, razonamiento, o si me apuras. Estilo Musical.
No soy de manual, eso sí. Ya iba a los garitos siniestros con camisetas blancas afectadas por el ultravioleta, de The Smiths, y me la sudaba bastante. No soy gótico confesional ni quiero, de tribus urbanas o estereotipos definitorios paso olímpicamente.
Por eso.
Si os pasa como a mi: Que os gusta los oscuro sin ser de ninguna cofradía y por puro vicio. Pero tampoco os agarráis a cualquier mierda cual heroinómano perdío en el Vaticano.
Que tenemos un gusto joder!!
No os extrañe que os enganchéis como mi hijo de 12, que con 1 iba subido a la pierna de su madre igual que un marsupial al grito de: MAAAAAAAAAAAAMA!!
A HELICON.



Su nombre sonará a obviedad; no lo niego.
Pero el segundo trabajo de estos Escoceses de Glasgow – aunque suene a topicazo - es otra cosa.
Aprovechando además, para recomendar también su debut homónimo del 2017.

Un viaje a vista de pájaro con la Psicodélia de guiños étnicos y cadencia Stoner Rock como salvoconducto. Pero que a mi principalmente me remite al Post Rock (con el sifnificado generalista que yo le doy al término). Y donde encajan perfectamente Mogwai y su más que evidente escuela, que impregna el álbum que aquí os traigo.
No en vano, los produjo Tony Doogan en el Castle of Doom Studio de Mogwai. Y teniendo en cuenta el hecho casual de que, los pasajes instrumentales, también son su principal carta de presentación. Ya es fácil que ambos vayan de la mano, aunque a mi, de Mogwai me gustan cosas muy puntuales aun considerándolos maestros dentro de un género que han hecho suyo. Y la razón por la que me gustan Helicon es bien diversa, pese a que el círculo musical al que pertenecen a menudo adolece de ser repetititivo, algo casino, y en lo personal. Me cuesta encontrar algo que realmente me sorprenda como para reseñarlo aquí.


El tema con el que arranca el disco en cuestión tiene la culpa: “Sound of Confession”
Y cuando hablo de lo oscuro, el miedo, el desasosiego y todo ese rollo del principio. Me refiero a esto, y si me apuras, a lo que me generaba también el Excavation de THE HAXAN CLOAK/2013.
Que esto no dan tanto canguelo, entendedme, pero la carnaza que me lanzaron me cogió por ahí.
Sound of Confession” es una instrumental maravillosa, diría que incluso por encima de lo que han facturado últimamente la banda de Stuart Braithwaite:
Halos que inconfundiblemente nos remiten al norte de las islas, con un inicio que recuerda sospechosamente a New Model Army. Pero que al final pertenece más al hábitat de Spacemen 3, Loop o The Black Angels. Y acto seguido “Pure Filth”, que de repente es como si las puertas se abrieran de sopetón por un golpe de aire.
Un temazo, vocal es ta vez, que definitivamente demuestra que Helicon es una banda que vas allá del puro género. Y con muchas más posibilidades para hacer, lo que han hecho:
Un disco fluido, orgánico y a la vez, tan contundente como para convencer al público más variado y al purista, también.



The Sun Also Rises”, con ese mismo aire oriental que explotaron en Seraph, es infinitamente más definitivo e interesante.
Más elaborado o - si se quiere - con mucho más sentido y personalidad.
La potencia de “Glasgow Uni Accent” acierta virando a esa parte polvorienta y americana tan de Jesus & M_CH. Y sin embargo “In The End” nos devuelve al lado contrario, más ambiental y popero, elegante sin más referencias que las que cada uno os podáis generar.
Desde luego, THIS CAN ONLY LEAD TO CHAOS, es un discazo que recoge infinidad de pasajes que últimamente se han intentado emular. Pero que a mi sin embargo, solo me han servido para certificar que difícilmente se podrán recrear ciertos sonidos del pasado de manera realmente fidedigna, o emocionante.
Aquí, se consigue bastante.
RIDE, SWERVEDRIVER, THE CURE, SPACEMEN 3, CATHERINE WHEEL, JANE´S ADDICTION...


Pero no penséis que éste es un disco al que atender por el fetichismo sonoro al que he echado mano de manera enfermiza; para nada.
El disco de estos Escoceses, no es el típico disco de género con minutajes excesivos e interminables, no. Su segundo disco se deja escuchar con fluidez, sin apenas condicionantes emocionales, de estado de ánimo, o prejuicio que valga. Si te gusta rozar con la punta de los dedos el shoegaze pétreo; como es el caso de “Bardo Thodol”: De atmósferas densas a la vez que tremendamente liberadoras, y algún apunte al Nothing Shoking de Janes Addiction tirando de imaginación, te encantarán.
La majestuosa “With Graceful Menace” a modo de mágica suite. Como cogiendo impulso y saltar de nuevo al vacío con la imponente “What you Love Will Kill you”. Y acabar cerrando con la exquisita “Cosmic John”.
Dos canciones que definen divinamente el contrapunto que media entre la épica, el rock y las atmósferas. Y que aquí conviven sin estridencias aunque con contundencia. Con sensibilidad y sin ñoñería. Y con un rigor que tan solo se sostiene sobre un puñado de excelentes canciones, y la magia de la inspiración.
De East Kilbride: Johnn-Paul Hughes, Gary Hughes, Mark McLure, Grahan Gordon, y Seb Jonsen. Y son HELICON.

miércoles, 24 de junio de 2020

LOLAS_BULLETPROOF_2019: HIMNOS BALÍSTICOS

 



Cuando me monto en el coche esos viernes de Verano – incluso cualquier otro día que el lodo te llega a las corvas – sin ni siquiera quitarme el buzo de trabajo o las opresoras botas.
Solo hay una necesidad más fuerte que la de asir el preciado vidrio de dorado condensado y espumoso líquido:
Subir fuerte la rueda del volumen cuando suenan cosas como el “Deestroy” de LOLAS. Y prender la mecha de la azufrosa pólvora, válgame satanás!!
No se si también en un siempre necesario brindis por Dee Dee Ramone o por mera asociación mía.
En cualquier caso aprovecho: Salud amigo!! allá donde estés.



El mismo quitapenas que golpeaba los ejes encallados de las hélices o el refilador de mi padre al embutir los aros en los toneles con sus manos, igual que el guante de Carlton Fisk. Es el efecto que me viene provocando este disco en lo que llevamos de 2020.
Sí, así, sencillo, sin más mecanismo que el del brazo de las sierras UNIZ o SABI: Tenaz, constante y sin apenas atención, para cortar sin descanso la gangrena de las pendencieras obligaciones.



Desde la emergente Birmingham del Alabamero estado; no del de los Peaking Blinders ¿estamos?
De allí, pertrechado, sin más herramientas que las de mano y el corazón más negro que el tizón. Tim Boykim lleva lo menos diez años (o los que constata su Bandcamp), bordando maravillas de pase corto y juego vertical sin paragón. Sin contar su paso por los Shame Idols y los casi diez en barbecho sin saber de él.
O lo que para mi sería ese Powerpop que por definición, otorga cualquier cosa de efervescencia inmediata y fuegos artificiales que quiere llegar a lo esencial de la melodía sin paseos panorámicos, disertaciones, ínfulas o pavoneos inútiles.
Ahí entra aquello que nos enseñó Buddy Holly, Chuck Berry, Beach Boys, Ramones, The Kinks, Phil Seymur o Television Personalities.
Y no se trata de estilos, géneros o tendencias, teniendo en cuenta su querencia por el Death Metal etc. (lo cual aún le da más mérito); no amiguitos y amiguitas. Es más bien de base, o idea de elegir el camino más corto para el destino. Y sabes?, no nos queda mucho tiempo ya, verdad?


BULLETPROOF llegó de improviso a finales del pasado año. Con una colección de Powerpop con ramalazos punkrockers tan urgente, que parecía divisar lo que se nos venía encima en el 2020.
Ese tipo de discos que parecen venidos a salvarte de algo que ni tú sabes. Pero que indudablemente siempre acaba por paliar y de paso, invita a abrir ventanas y subir el volumen como si de una prescripción se tratase. Como ya rezaba inscrito en algunas fundas interiores de vinilos de antaño
Oceans of the Moon”, por poner un ejemplo: Es de esas cosas que no concibo arropado con la manta, con una infusión y a volumen bajito, no. Como su himno anticapitalista Deestroyer, que es para escuchar a toda castaña y disfrutar del empaque que le da el bajo de su socio Jacob Walcher, o la martilleante batería de Valis Procházka; que no es otro que el alter ego activista del propio Tim Boykim.
Un verdadero hacedor de melodías compulsivo, capaz de compactar auténticos pildorazos sin necesidad de control de calidad, ISO, y con una productividad envidiable:
La ambidiestra “Toynbee”, que se desmarca del Pop luminoso. La adrenalínica y combativa “Stop The War”, que nos hace albergar la esperanza de no echar de menos al Mike Cronin que dimos por perdido. Para luego, regalarnos esa oda hardrockera ramoniana propia del Brain Drain, que es la bomba “Storm of Silence”.



En todo el BULLETPROOF hay latente esa urgencia que os comentaba y que mete la directa desde el minuto 0.
Pero sin embargo, en todas sus composiciones hay una intención más que evidente. Un sentido como el receso baladista, que en “When the Cold Winds Blood” disipa la idea de que éste, es un disco más de tantos.

Tim Boykim no hace solo mucha música, fácil, sencilla, y sin adornos vacuos. Hace temazos, que sencillamente no necesitan mas que la jodida melodía, el click idóneo, la puntería.
Tim, es el puto francotirador.
Te sacude de revés cuando menos te lo esperas con… “She Will Shake The World” si viene al caso:
Afilada, desafiante y despiadada. Una maravilla de tres minutos y medios de pura voracidad.
Pero es que jamás imaginarías que sus ases de amague y calcetín, son tan infinitos como la dulce “Gunshot Holes”. Esperáis a Chuck Prophet acaso? Sin acritud.



Una pena que igual algunos le penalicen la practicidad y el poco de más que se hacen en su promoción otros. Otorgando el cetro por pura inercia.
Porque… Es que el 2019 no solo fue BULLETPROOF.
Sino que en plena conmemoración de mis 49 años (a finales de Abril). Ya avisó con A DOZEN OR SEVEN TAPESTRIES:
Diez cortes de Powerpop de patilla larga, pantalón pitillo y sol a raudales. Más aires sixties, beatlemaníaco, y de mod más vacilón que nunca. Pero con ese chic especial que lo hace plenamente refrescante y mentolado. Auténtico. Y de la misma liga que Robert Pollard, Doug Gillard o unos Small Faces electrificados, por buscarle camada y eso.

Wish you Were Loud Enough”, “Bon Voyage”, Ligthning Mountaim”, o la canción que da título al cuarto de los cinco discos que Tim a recogido hasta la fecha. Además del alegato venenoso de Bulletproof, que para mi, es su mejor y más honesta entrega hasta la fecha. O los dos temarrales que se ha marcado en la presente añada.



Sin duda, uno de los mejores ex aequo del pasado 2019. Y todo un regalo para oídos y alma en este temible verano del 2020.
Ya estás tardando...


jueves, 11 de junio de 2020

VINTAGE SERIES DE LUSTAU_AÑADA DE 1992: MALDITOS ELIXIRES!!






No soy de los que piensa más de la cuenta en los acontecimientos que nos salen al paso, y de cómo los capeamos o transformamos en utilidades emocionales.
Pero si algo he de sacar en claro de esta mitad de año rara de cojones. Es el paseo imaginario al que Armando Guerra y sus fieles me están arrastrando de pleno consentimiento; está claro. Pero medio a tientas, en las charlas históricoesenciales e instintivas, con el segundo Contubernio ya en mis manos, sus divertidos textos, y los directos en Instagram de Sherry Wines Jerez.

Sabes? Son de esas cosas, que bien distintas a las de la música y la batalla de arar la tierra en busca de brotes. En el caso de los vinos. Hay una parte tan inacabable de estímulos y reflexiones – las que te convocan nuestros vibrantes sentidos – Que bien podría comparar con la biodinámica y lo que se pretende al sanear los residuos que nos deja la edad.
No es que vayamos a rejuvenecer cual elixir de Panoramix, pero casi.

Estoy llegando casi a entender la vital importancia y punto de partida, de las crianzas biológicas en el Marco de Jerez: Sus vinos desnudos con tan solo la salinidad crujiente que alimentan Levante y Poniente, la sequedad contorsionista de la albariza, o la esencia donde todo empieza antes de llegar a un Palo Cortado, sus vinos viejos e inmortales, o la aparición fantasmal de sus antepasados.
Desde entonces, no me bebo igual un vino blanco/resorte. O los que yo llamo: Vinos para entender los colores básicos y sus diferentes formas. Que son, o deberían ser, los que nos estimulan el intelecto sensorial del ser humano para entender el vino, como un elemento inherente a la ingesta de alimentos y lo que supone la incorporación de los mismos en el placer de comer y beber. Tan importante para mi, como vivir y en el intento, no sucumbir en las zanjas que cuatro cabrones nos preparan.
Que también atribuyo a algunos vinos blancos de mínima intervención, e incluso a espumosos o no, franceses y de aquí. Que en su elaboración, contemplan la oxidación como una virtud que no siempre ha de pasar un velo flor. Y que les supongo desde ya, en las peculiaridades de los vinos (uva, suelos, clima y elaboración natural).

Pero ay de mi!! Cuando se te aparece de noche y sin esperarlo, un oxidativo que te coge por los pies para meterte el miedo en el cuerpo. Si a las experiencias del más allá se les puede atribuir un miedo real tal y como lo entendemos los humanos.
Yo, lo definiría más: como un vértigo adictivo, cuando descubres algo magnífico.

En este caso y para mi suerte y parafraseando a Mister Sulo Resmes. Cuando con la instantánea del primer Contubernio, me invitaba a salir a la busca y captura del Cream de Juan Piñero en Sanlúcar.
Mi primera experiencia con un abocado así, en pelotas picadas y al tiempo que leyendo la historia escrita que acompaña a este vino. No fui capaz ni por el más lejano de los asomos, de balbucear lo que hipotéticamente me iba a encontrar. Y ves, que ese concepto de vino dulce o semidulce; como lo define Armando. Se va por el peralte, directamente al carajo.


Este Jerez de añada que se cuela por las grietas normativas del Consejo Regulador, como una rareza o experimento. Es cierto que tiene unos porcentajes muy altos de azúcar residual fruto de la sobremaduración de sus uvas, y sería un vino dulce para cualquiera de los mortales; pero no.
Y digo no, porque siguiendo la turbadora liturgia del descifre de este vino con ese maravilloso ámbar de vino rancio. El posterior sucumbir, arrodillándote en la extraordinaria paleta de aromas antiguos, profundos y casi de otro mundo.
No acaba en el deslice bucal del alma de estas viejas soleras de olorosos sin mas que el bálsamo del dulzor embriagador y delicioso; que ya es mucho. No.
Pues conserva una acidez punzante que se va al final del paladar, alargando todas esas anteriores sensaciones descritas. Provocando una ligera puñalada, que en un acto de puro masoquismo. No solo demanda más, y más, y más… Sino que detiene el tiempo, con un postgusto casi eterno.

Supongo que es entonces, cuando uno entiende el sentido del término “vino generoso”. Pues no solo es la plenitud que te otorga con detalles de avellanas tostadas, nueces, crema quemadita o garrapiñadas. Y esas maderas que hacen una: vino, tiempo y albariza.
Sino que además, tal y como se aposentan en una buena copa, perfuman la estancia de tal manera. Que uno no se ve capaz de asomar la nariz a ese elixir poderoso y balsámico. Sin caer no sé si en la reflexión que atribuyen a estos vinos, o en la encrucijada por acertar su complejidad y variedad de matices.

Una añada (1992), que LUSTAU vendimió de manera tardía y sobremadurada. Y que crió durante 27 años en barricas de viejos olorosos de manera oxidativa, a ver que narices pasaba.
Que tenemos así:
Pues un vino que estaría a medio camino entre un oloroso, con la acidez de guchillera de un Amontillado viejo. Y que en el dulzor de su sobremaduración, hace diabluras equilibristas como si fuera un Palo Cortado juvenil y un Oloroso sin domar; espera que igual no me explico bien…

En realidad es un vino hecho de uvas sobremaduradas, sin llegar a la pansificación de un Pedro Ximenez. Con lo cual, pese a que su grado de azúcar es alto. Hay una acidez y punto de sequedad salina lista para evolucionar en esas barricas de olorosos viejos, otorgándole un dulzor sápido, muy largo. Pero nada empalagoso, pues esa acidez final y retortigera potenciada de una manera extraordinaria con los 27 años de crianza oxidativa. Lo hace un vino meloso, a la vez que un delicioso híbrido que auna las virtudes de cada casta de los Sherrys.

Ataque en nariz de volátil potente e incluso de barniz o resina, al punto que se abre o se ha enfriado en exceso. Y que desemboca según se atempera, en un regalo expresivo de matices.
Su primera entrada en boca es dulce aunque fresco, muy profundo. Se va al final de la lengua… y de ahí en adelante es, sencillamente ETERNO.
Una cosa para bebértela en pequeñas dosis con la noche puesta, para abrir la mente de par en par poquito a poco; así lo he disfrutado yo.
Y en botella de medio litro, básicamente, porque los elixires como las drogas y los venenos, bien dosificados. Para no morir en el intento.
Aunque, una muerte así, bendita fuera!!
100% Palomino de vendimia sobremadurada y criado en oxida en estática por 27 años. Botas que previamente se utilizaron para oloros. La fermentación de para con la adicción de alcohol hasta los 18 grados. 4878 botellas embotelladas en el verano del 2019.
Alc 20% densidad 1.05 pH 3.08 volátil 1.08 acidez total 7.44 azúcar residual 190 grs.

domingo, 24 de mayo de 2020

ASAMBLEA de Álex Montoya: Y TRES HURRAS A LA PARTICIPACIÓN!!



Este pasado Domingo disfruté como un chuiquillo del último sainete de Álex Montoya; no desde el sentido peyorativo ni mucho menos, sino desde la concentración y levedad de los alumbres teatrales.
Una hora y cuarto, donde el modus operandi asambleario -tan arraigado a nuestra cultura colectiva- nos da para el muestreo de nuestras glorias y miserias, con forma de fauna humana. Y también de rebote, para hallar el qué de nuestra deriva más contemporánea.


Este director de guerrilla Valenciano bregado en par y mil de miles de cortos, a estirado la zancada hasta lo que se conoce como película, ensayo u ópera prima. Para llevar a la pantalla la obra teatral LA GENT; de Juli Disla y Jaume Pérez. Y hacer del inconveniente, imprevisto o desastre, una oportunidad para lidiar el cierre de salas y la pobreza del microcine, convirtiéndola en una oportunidad; magnifique!!
Basta ver su gran acogida de público en la plataforma FILMIN, además de sus premios en los festivales de Málaga, Rizoma y Alicante.


Pero digamos que la realidad de esta pequeña joya; premios, crítica y arribismos varios al margen. Es su ingenio para trasladar a la pantalla semejante y utópica idea, haciendo equilibrismo entre la comedia, lo abstracto y nuestro autoretrato social. Y a la vez, dejando tanto margen para que el espectador se genere su propio psique; tanto si es de manera autocrítica, como si en realidad somos de los que pensamos que: “Eso solo les pasa a los demás”.
En cualquier caso, ASAMBLEA, gravita magistralmente sobre unos actores en estado de gracia, disfrute y naturalidad del excelente guion de esta maravillosa obra. Y ese es su mayor logro sin duda, además de su vehículo mixto linguístico en catalán/castellano/valenciano, como verdadero hito de la pluralidad real.

Francesc Garrido, Cristina Plazas, Nacho Fresneda y Greta Fernández llevan el peso de la trama, y un objetivo que no halla jamás destino alguno. Con la magistral colaboración de Jordi Aguilar, Irene Anula, Lorena López, Marta Belenguer, Sergio Caballero, María Juan, Abdelatif Hwidar, Juan Mandli y Jorge Silvestre; por orden de protagonismo. Aunque sinceramente, la melé dialéctica del reparto roza por unanimidad la magia instantánea. O dicho de otra forma: La esencia más pura de la interpretación como eje del séptimo arte.
Tanto es así. Que poco importa el quiz de la cuestión o el misterio latente que consiguen, pese a que todo gira sobre un acuerdo colectivo inexistente. Que no hace más que sacudir el polvo del laberíntico ecosistema que representa el ser humano y… ¿su incapacidad de ponerse de acuerdo?

Ya digo. Al final, poco importa para que se reune esa gente, si se pondrán de acuerdo, si hay algo más que una pura relación interesada de los participantes, o si hay una subtrama apunto de estallar.
Porque la auténtica virtud de esta instalación, es la infinidad de vías para construir nuestro propio microcosmos que se desperdigan en una sola hora de cinta: Ágil, cambiante, absurda, y a la vez, de lógica académica. Y de improvisación maquiavélica, cuando se buscan los tres pies al gato sino es que los tiene, y todos vivimos en un engaño. Cuando la participación como paradigma, nos da vía libre.

Esas pequeñeces que todavía me hacen creer en el cine, como estímulo para la creatividad, el ingenio, y el divertimento.
Si tiene P.D y reflexión, mucho mejor.

domingo, 10 de mayo de 2020

THE DEVONNS_THE DEVONNS_2020: SAVIA JOVEN DE VIEJOS SABIOS




Tienes justo lo que necesito; ni una cosa de más, ni de menos:
La virtud de fundir las primeras noches cálidas con el perfume de los Cinamomos; que trepan por las fachadas y saltan de tejado en tejado hasta mi ventana.
Los primeros sudores en el cogote, y la limonada sin azúcar con la que sueñas de madrugada. O el café de la mañana: bien negro con hielo picado ya, y una peladura de limón. Y las canciones claro.
Las canciones no podían faltar; aunque parezca una obviedad.

La injusticia de encontrar en el madrugón: el único frescor del duro día, o el premio de las calles desiertas a las 6 de la mañana.
Solo se puede igualar con la banda sonora, o si te sirve, imaginarte un Rocky Balboa con ojeras de mapache y pelos de orangután. Yo, sinceramente, me quedo con la maravillosa banda sonora de este joven cuarteto de Chicago.
Solo ellos me llevan en volandas casi sin tocar el suelo.


No sé la de veces que se ha repetido el argumento o justificante de: “no han inventado nada”; que ofensa a la creación joder!!
Como si no hubiera bastante con atreverse de primeras y una guitarra Daneelectro de saldo, a escribir Soul. Pero no Soul ramplón filtrado por el estándar de moda o así: un poco masticadito. No.
Soul como si te hubieran secuestrado a media noche, y te hubiesen dejado tirado en medio de los lavabos de un Club de mediados de los 60.
Mathew Ajjarapu; un chaval estudiante de farmacia de Chicago. Tenía en 2016 un sueño, una guitarra de de 300 pavos, un Rhodes, y un puñado de canciones.
Afortunadamente no tardó más de dos años en visualizar aquel deseo, con la ayuda de Khalyle Hagood, Ari Lindo y Khori Wilson; al bajo, guitarra y percusiones respectivamente. Nacía The Devonns.
Y a finales de 2018, nos adelantaban dos hermosas gemas Soul made by. Motown, Chess o Capsoul: Dos cortes que pese a brotar de cuatro veinteañeros, destilaban ese alma etérea que sublima al simple Soul y emana ese extraño fulgor que lo convierte en pura seda: Spinners, David Ruffin, Leroy Hutson, los Impressions… Lo pilláis no?
Think I’m falling in Love” teletransportaba a una época donde el sonido, te abduce, y prácticamente puede generar más detalles que tu propia imaginación. THE DEUCE y David Simons casi lo consiguió, pero The Devonns logran el más difícil todavía; lo evocan.
Si amigos. El sueño de Mathew era viajar con el sonido allí. Su auténtico tesoro: sus inocentes canciones. Y el milagro: dar a esas jodidas maravillas el mismo trato que daría un delicado viñerón a esas preciosas criaturas, como si de viñas centenarias se tratara.
Es por eso, que igual que un buen vino depende al 99% de su tierra, viñas y particular ecosistema. La magia de THE DEVONNS está sin lugar a dudas en sus canciones. Si bien es cierto que Paul Von Martens (Elton John, Mavis Staples, Paul McCartney o Brian Wilson), ya sabía del potencial de esas composiciones, cuando en 45 minutos de conversación telefónica se decidió a trabajar con ellos. Y les ha proporcionado una cubierta vegetal, que ni los dioses del olimpo.
No era listo ni nada.
El debut de estos cuatro mozos de Chicago llega en Junio, de la mano de Record Kicks. Como uno de los mejores trabajos desde aquel Colfax de Delines, en seis años. Y no exagero.



Aquella canción que Mathew compuso en diez minutos con su guitarra barata, “Come Back”, marca el punto de partida:
Tres minutos largos de inmediatez y puro amor por un sonido, que vuelan a lomos unos arreglos de cuerdas tan idóneos en manos de Mike Hagler o la batería de Ken Stringfellow (R.E.M), que se unió a la fiesta. Y que juegan entre el pop, el funk y el Soul de puro swimg, como si de un Curtis Mayfield se tratase. Pero que resaltan majestuosamente la frescura, como uno de sus mejores atributos; la de todo el disco en realidad.
O ese guiño cómplice de agradecimiento a todas sus influencias en “Green Light” de Jamie Lidell, que lo honran especialmente. Haciendo de este esperadísimo debut, no solo un necesario oasis en medio de un páramo de frivolidades, sino además: Otra manera distinta de llevar a cuestas la pesada carga de un estilo que hicieron grande, mitos irreemplazables. Pero que injustamente resta méritos a sucesores casi anónimos.

Les sigue el single de adelanto “Tell Me” con aires de Big Band al más puro estilo de Chicago: Ramalazos de jazz y esos metales que medio se hermanan con Nueva Orleas. Vacilona, seductora y de una elegancia que directamente llena pistas. Aparece rutilante y brutal “Think I’m falling in Love”; sin duda, enorme carta de presentación que ruge como si fuera una canción del más selecto elenco de la Motown.
El disco no baja el nivel ni un instante, como si esas diez canciones se hubieran encontrado enterradas, junto a la mortaja de un mito.
Blood Red Blues (How Long?)” hará que más de uno crea que las orquestaciones disimulan la mediocridad. Pero es que en el caso de The Devonns, donde flirtean con una exquisitez tan pulcra como natural. El talento vocal de M. Ajjarapu de quasi crooner fajado, es tan arrollador que disipa cualquier tipo de debate.




La suerte de las canciones tiene eso que hace que lo demás, sean malditas conjeturas. O acaso van a dudar del increíble flow funk de “More”? de aires Jamiroquanos; y buena de narices. Sinceramente, cualquier canción de este disco podría haber sido dignísimo single.
Hasta el mano a mano con el viejo Lloyd Reese en “Ain’t That a Man for You?”. A medio camino entre el burlesque y la fusión Elton John/Estevie Wonder que jamás debería faltar de una dieta musical. O la melódica “I Know” de manual, más discreta pero TAN necesaria en horas de bailar abrazados.

Todo el disco es una preciosa obra de orfebrería, cariño, y precisión emocional. Que nadie sospecharía que sale del imaginario de unos veinteañeros.
La omnipresencia de LEROY HUTSON; uno de sus mayores inspiradores. Inunda cada rincón del disco y deja constancia en “So in Love With You”, como una de las más emotivas ofrendas en forma de versión.
Para redondear y poner el colofón con otra las grandes joyas de esta colección, “Long Goodbye”. Una increíble y excelsa oda a la sensual elegancia del Soul Chicago, que tantos corazones quebró. Y que en el caso de THE DEVONNS, funciona como un viejo reloj de mecánica artesana en buenas y pacientes manos. Sencillamente imperecedera.

https://thedevonns.bandcamp.com/album/the-devonns