martes, 24 de junio de 2025

DIEZ DISCOS Y VINOS GUACHIMOLIS DEL 2024 (number dos)

 

02: ALCALÁ NORTE_ALCALÁ NORTE Vs. CARMÍN 2023 Jorge Olivera Latorre (sin D.O Coscojuela de Sobrarbe, Huesca)

No se recordaba desde el ascenso meteórico del Albacete Balompédico aka. Queso Mecánico de la 2ª B a la primera división, allá por el 1991. Gesta semejante, al petardazo de los periféricos Alcalá Norte con un disco de debut, y sin soporte mediático alguno de multinacional o mal padrino que echarse a la talega.

 

Mérito y chulería temprana incluida. El hacerlo en un país en el que la admiración es directamente proporcional al tumulto de: “Sí, pero…”, “tampoco es pa tanto”, “esto ya lo han hecho otros”, “me han dicho que están becaos”, “lástima que sean de Madrid” o el típico “a ver lo que duran”.
En fin, que parece ser que a la peña le duele lo maravillosamente indescifrable del maldito éxito sin más apelativos ni lógica estadística.

 

Y fíjate tú, que a mí que el florido flequillo se ha convertido ya en una retirada de marea cantábrica y la coronilla en un desconchón de yeso. Cada canción de ellos me tersa la piel y me lustre la papada. Válgamelseñó.
Cosas supuestamente inexplicables que hacen que lo previsible del establishment disfuncional actual. De tarde en tarde y por puritita chiripa, se convierta en la puntual victoria de los eternos perdedores, ¿no es mágico a veces?
Por lo tanto. También apelo a la estupidez humana, cualquier signo de debate, o mínimo cuestionamiento. Que no, y punto.
¡Disfrutad del momento joder!!


 

 

Fenómenos estos mismos que relato, a veces contados por historiadores de calle pateada con callo, y vívida noche; generalmente de cincuentones o sexagenarios a sus vástagos y sobrinos. Y a pie de fogata con cerquillo y ojiplática mirada, mientras una lagrimilla coge el camino de las líneas de expresión y no hay contención posible que evite el babeo. 
Y, dicho sea de paso, de las pocas cosas que nos hace sentir a los puretas, poderosos, míticos e indestructibles (es asín).

 

Apropósito del disco, cuchis. Tampoco penséis que os voy a soltar una disertación de tal o cual razón hace que cada canción conecte por arte de birlibirloque a chiquillos de 20 años y a señoros y señoras con ganas de mandanga. Que vendría a ser como explicar ahora el enigma de los huevos fritos con patatas o el abecedario del indie ese que entra en la selectividad; pa ser un indie de provecho, digo.

La cosa ocurre así sin hacerse demasiadas preguntas. Cuando vas por el noveno corte, y ves que no hay ni un solo rescoldo de dispersión y todo va como un tiro entre textos notables y música primorosa donde se recoge oscuridad, calle, épica, poesía, rock castizo y un más que lícito retranque de niñerío subido, que no es para menos. Sin que, además, ojo, todo parezca un corte y pega sin sentido si no un conjunto con una personalidad natural que puede hasta apabullar o hacerte desconfiar si no los tratas en las distancias cortas, claro.

 


Álvaro Rivas, Jaime Barbosa, Juan Pablo Juliá y compañía, atesoran ese mojo que se cultiva en las barriadas como Ciudad Lineal. Donde el entorno, la comunión variopinta, y ese nexo superviviente que hace que un banco de un parque pueda arrejuntar a jevis, al guais, el raro, er quinqui, el panki, un marujo, a la perla y alguien más que me dejo. Y no solo que todo fluya en perfecta armonía, sino que, además emerja una especie de glamour bizarro inalcanzable por cualquier moderno de tres al cuarto que se precie.

Creo que a este fenómeno le llaman Charngression, m’han contao.
Fenómeno que me acabo de inventar y que hace que su álbum homónimo sea una especie de matxembrat sin fisuras, donde arreplegan con infinidad de cosas plausibles todas entre ellas.
Y para muestra un botón:
Los Chavales”. “La Sangre del Pobre”, “420N”, “Westmister” o “El Guerrero Marroquí” son cuatro temas con una sonoridad todavía inexplorada en el variopinto y rico fenómeno alternativo “underground” de pequeño formato y gran creatividad; y eso que no hay avistador vivo que le siga la rueda a la infinidad de pequeños y gloriosos proyectos que surgen de debajo de las piedras cada poco.
Después “Supermán”, “La vida Cañón”, “No llores Dr. G” (mi favorita) junto a “La Calle Elfo”; un estribillo que se adhiere como el eskay de un sofá barato. Y unas hechuras de himnos coreables, todas ellas con una lírica particular, inconfundible y cultivada.

 

No sé si la fórmula para tan centelleante éxito sea esta. O que todo en su conjunto, igual que discos como el de Parálisis Permanente, sea la coincidencia y el que todo se dé, ocurra porque sí y porque tiene que pasar sin más.
Algo dicho sea de paso, que hace que la música sea ese fenómeno mágico imposible de formular desde un laboratorio magistral de cualquier discográfica espabilada deseando general pasta. Porque amiguis, esta es otra.
Estaría guay que este ingente de originales y brillantes pequeños proyectos. Tuviera espacios acordes como mínimo, para ganarse la vida sin precariedad y no ser los activos fáciles de macrofestivales buitres.

 


 

Esgonzado entonces así tras casi un año ya, el que me separa de mi primer encuentro con ellos en las fabulosas fiestas de Terrassa y su oasis Plaça del Vapor. Y el esperpético fenómeno que consiguió hacer un Sold Out en la Razzmatazz tras su aplazamiento y previo Sold Out en Razz 2 con los fabulosos Diablo de Shangai y Los Yolos, primos de la misma movida. Y valioso curro a pie de calle que se han currado estos chavales por mérito propio.
Solo me queda la furibunda alternativa de buscarle un idóneo elixir a semejante artefacto.

 

Para otros menesteres he tenido que hacer formulaciones, ademanes en el aire con las manos y chicuelinas, cual bailaora flamenca para emparejar en matrimonio vino y disco. Pero esta vez; como si hubiera nacido el uno para el otro.
Jorge Olivera Latorre, ubicado en Coscojuela de Sobrarbe (provincia de Huesca), y muy cerquita de Barbastro. Donde tuve el gusto de conocerle hace 9 años o así, en un entorno industrial muy distinto al que ahora le ocupa en la viticultura heroica y de mínima intervención. Me va al pelo.

 

Pues desde que este ingeniero industrial dejara hace aproximadamente tres años, esas cosas del metal, los fluidos y la ventilación para optimizar algo tan antagónico como el hilo de poliéster o los envases de PET. Y dedicarse al 100% a las viñas de su padre Jose Mari. El impacto de las tres añadas hasta ahora comercializadas con apenas tres hectáreas más alguna parcela arrendada, ha sido meteórica.

 

Digamos que ¿igual que cuando uno da un brinco para salvar un obstáculo, y la compensación de cambiar el chip se convierte en una especie de fortuna? Pues eso mismo es lo que ha ido encadenando Jorge a fuerza de instinto, imaginación y clarividencia talentosa; que no todo va a ser por casualidad por recurrente que sea.
Para ser, hay que estar, eso es así.

 

Con la Moristel (¿Graciano?), como eje vertebrador para poner en valor esta agradecida variedad autóctona; que replantó en el 2009 como un mero entretenimiento. Y otras como la Garnacha, Syrah, Macabeo y Chardonnay en menor cantidad para elaborar un blanco, algo de Garnacha blanca y algo de Parraleta de una finca arrendada todavía por vinificar.
Hay mucho de prueba/error, imaginación, perseverancia sobre todo, y saber leer el clima y las añadas para que todo salga a su gusto; tío meticuloso y pragmático donde los haya; lo dice uno que ha trabajado con él.

 

Pero al final, lo que nos interesa: Vinos fluidos y frescos con mínima intervención y muy buena tensión; teniendo en cuenta el peso tradicional de los vinos convencionales que más se consumen en Somontano. Donde predomina la Cabernet, el Tempranillo y la Merlot con barrica y exceso a veces, de calidez.

 


 

Sus vinos al contrario, son escapistas de cánones y más de pies a tocar en tierra y paisaje. De  notas florales a violetas y retama, de hierbas aromáticas de monte, con la uva como fruto y protagonista y el carácter montaraz afable que le da la zona de clima continental e influencia mediterránea.
Carmín que es esa versión de saludo y recibimiento que dan los claretes, en este caso con muy buena tensión y personalidad, que lo pone más del lado de los tintos que de los blancos. Es un vino goloso, con muy buena estructura, y que tuve la suerte de cazar en Maitea; pues su escasa producción hace que sean  verdadero objeto de deseo.

 

Y este verano con parada y fonda en Las Esparteras, camino de Portugal. Tuve la fortuna de avistar según entraba en el comedor, unas botellas de Neguiro; su vino de 75% Moristel 25% Garnacha. Y regalarme su versión más auténtica donde fruta roja, negra, ahumados y mineral, hacen de estas dos uvas, una sinfonía de rusticidad refinada y elegancia para dejarte atónito. Más una botella de Entremón (Syrah), que tuve a bien en sonsacar  amablemente en Cuvée 3000 Barcelona el mismo día de la verbena de San Juan.  
Su nueva y más reciente distribuidora en España, pero todavía desprovista de sus vinos de manera continua, pues, igual que pasa con Eloi Cedó y otros elaboradores de mínimos molones: Lo poco que llega, vuela.


 

 

Y que muy probablemente, cuando publique por fin esta cosa maldita que arrastro desde finales de pasado año de lo + mejor del 2024 en cosa de vinos y música. Pues ya me la habré pimplado, no sea que el ogro del caos y la destrucción nos trague con alguna cuenta pendiente por hacer.
Así pues. Ya garantizados los servicios mínimos de publicaciones en este coso del blog (que solo me queda uno y a ver cuándo mierda lo ventilo). Igual suelto lastre de lo que me está gustando de este 20025.
Que no os vayáis a pensar que me han encerrado en un zapatero a pan y agua. 
Que no, que hago cosas (no muchas) pero las hago.

BESICOS!!

miércoles, 14 de mayo de 2025

DIEZ DISCOS Y VINOS GUACHIMOLIS DEL 2024 (number tres)

 

04: BEEN STELLAR_SCREAM FROM NEW YORK Vs. MOULIN À VENT 2020 Domaine Des Moriers 2020 (Beaujolais) 100% Gamay


Se me ha colado un moscardón a reacción en la cocina mientras aderezaba unos espaguetis a la cubana, y en una aérea acrobacia: Me ha enganchado por la solapa, y se me ha llevado como aquel carnero que Rodríguez de la Fuente selló a trauma en nuestro subconsciente ochentero.
Allí, las cosas sucedían con una estupefacción digna de los trucos de magia. Como si no hubiera nada que pudiera igualar nuestra sorpresa y el redoble de salto mortal, con cualquier invención tecnológica de la época que se preciase.
 
Solo que en este caso concreto, a mí, el moscardón no me despeñó por el hueco. Y como quien dispuesto a darte ese imaginado paseo aéreo en drone orgánico, tú vas, y te dejas.
Y ahora es cuando escucho: – ¡Va por favor, eso es imposible! Te lo estás inventando.
Pues oigan, era gordo y fornido el bicho.

 

Diría que me ha llevado de paseo por pastos y trigales de verdor primaveral radiante. Si no fuera porque tras un concurrido concierto del mister Dave Wareham en la noche de Domingo de ramos. Nuestro final de fiesta nos dejó la triste y traumática estampa de una Barcelona vacía, sitiada de guiris ávidos de espectáculos porno, ofertas regetoneras y semejantes mierdas de saldo y brilli brilli. Y la culminación de la mítica sala Karma desértica sonando Jesus & Mary Chain, Love and Rockets y Shoegaze pata negra mientras en los antros colindantes se daban codazos para pasar la noche entre ritmos urbanos latinos y empalagosos aromas a axe temptation.
Me costó conciliar el sueño y esquivar la pesadilla de toda añoranza underground, lo admito con pesadumbre.
Pero hoy me he levantado cual pollito de la mona estrella por un día. Listo para arrancar por fin esta reseña maridaje, con la innegociable intención de plasmar el seductor efecto que me produce escuchar a este joven quinteto debutante de Nueva York.

 


 

El título de su álbum homónimo podría ser perfectamente, el de cualquier desdichado residente de una gran ciudad escogida al azar.
Y Nueva York, claro, no es ninguna excepción en lo que al grito sordo desesperado por la angustia del festín de negocio frívolo y  dinero fácil en el que están convirtiendo este baboso mundo; por muy a panfleto con tufo a cerrao que pueda sonar esto.

 

Pero para que la pechuga de pollo no se os haga bola en el gaznate. Y aunque la crónica de la noche de autos  pudiera narrarse al dedillo contando a pares, los maravillosos locales ya inexistentes, mientras recorríamos la distancia que separa el Poble Sec y la Plaça Reial; con la Rambla del Raval de por medio. Y aún resonando en nuestras cabezas el Ceremony de New Order cerrando la velada con Dave Wreham.
Aliviémonos con estas diez canciones donde Adorable y Radiohead se asocian para revivir tiempos de molación, que no de inmolación.  

Y es que ostia!! Por poco que me guste quitar méritos propios con comparaciones fastidiosas y torticeras. Parece que el zagal Sam Slocum mamó de buena teta. Y ahí precisamente fue donde me dio caza palo y soga en mano con el corte que da nombre a semejante álbum, “Scream from New York”.

Una canción a la que sería inútil otorgarle la influyente autoría según suenan los familiares primeros compases, ya que tanto los de Coventry cómo los de Oxford publicaron en el 90 “Homeboy” y “Creep”; y a buen seguro, alguien mucho antes sentó alguna base sobre el asunto del sonido noventero como tal.

 

Ahora bien, lo que yo venía a relatarles, no es ni mucho menos la morriña de gozar con la chispa de unos chavales que me devuelven la lozanía imitando cual Josema Yuste & Millán Salcedo. Como para aliviar la retirada de mareas y descuelgue de carrilleras que produce mi recién cincuentena y ½; que no.
Si no de la paradoja de escuchar guitarras que suenan a guitarras, voces que modulan y siguen la melodía, y sonoridades que no disimulan la metralla que nos deja la vida, a golpe de filtro de instagram o belleza máxima.
Y que todo el demoledor conjunto nos produzca una agitadora sensación de novedad revolucionaria.
¿A ver si de tanto demoler nos vamos a estar volviendo unos siesos?

Y yo mientras, volando voy volando vengo agarrado a las crines de mi moscardón salvador. Poco me ha hecho falta para repanchingarme  en los primeros noventa, como si de allí no hubiera salido jamás, a golpe de sofoco y miserias con “Start Again”.

Canciones que duelen y atenazan pero que además contienen enormes letras. Como la preciosa “Pumpkin”, que bien podría ser una especie de “Jane” de The Smiths en clave contemporánea. O la emocionante “Sweet” capaz de aventarte hacia territorios que he sido incapaz de sentir en los últimos diez años; confieso sin pudor.
 

Conjuros que invocan como una tormenta, a los incomprendidos Six By Seven. Porque los de Chris Olley y Paul Douglas, Chris Davis o Sam Hempton eran tormenta y petricor ¿no lo sabíais?

Pues deberíais.
Dejarte arreciar como la corriente continua de la marinada, el pelo en la cara, el escalofrío del sudor espalda abajo y “Takedown” simulando una noche negra/luminosa con tu peña frente a la playa.
¿Te acuerdas de esas historias inverosímiles que  contabais mientras reíais llorando? ¿Fue Jose, Julia, Carlos o fue Alejandra?
No lo sé. Solo recuerdo que me pediste subiera el volumen cerrando los ojos. Y los ecos de “I Have the Answer nos succionaron arena adentro.

 

Desde entonces, cada vez que oigo el rumor del mar y la espuma desintegrarse en la arena. Barrunto como si de un mausoleo se tratase, aquellos días veinteañeros maquinando y creando cosas que sucedían, duraban y se esfumaban por generación espontánea y pura pasión biodegradable.
Energía de fusión colectiva y par y mil de miles de kilotones, que sería prácticamente imposible recrear ahora y desde luego, aliviar apagones disfuncionales y alarmas de soledad por aburrimiento como el de hace unos días.

Dicen en verdad y lo creo por mis muertos más frescos, que seguramente sería la energía más limpia y feliciana para propulsarnos hacia el infinito. Pero dudo a estas alturas, que si incapaces somos de comunicarnos sin un trozo de plástico, vidrio y chips chiquirritines, no lo vamos a hacer por mediante la imaginación y la comunión colectiva, na. Que no, que no.

 


 

 

Pero digo yo, que hay un reverso que es capaz de convertir la nostalgia. No en un recurso para escapar del presente, si no en un aliando con el que buscar alargando el brazo, el calor humano. Cogerte de la mano y alzarla al aire con un brindis por la vigencia y la audacia en el juego de cintura para el regate a la pasarela Dil Mondo Lirondo; a ser posible con una Gamay (solo a ser posible).

 

De esta cosa de la uva reina de Beaujolais y el Valle del Loira a quien Felipe III de Borgoña (el bueno dicen), le cogió ojeriza por la trempera de la susodicha. Y mira tú que aunque antaño poco valorada y el estigma que le pude coger, por mi primera experiencia con los vinos jóvenes y afrutados del Beaujolais Nouveau (vinos jóvenes con maceración carbónica principalmente). De un tiempo aquí y tras flipar en colorines con vinos bien trabajados y de buen terruño.
Me he convertido en un puto drogadicto de la bendita Gamay.
 
Hete aquí que cual chucho trufero, no pierdo la oportunidad de pimplarme por pura referencia amigable. Cualquier cosa que intuya particular y obligatoria; no tan económica como los Beaujolais mozos ni de inaccesibles precios. Pero donde va a parar la diferencia mon dieu!!
Y aunque llegados a este punto reconozco ya a estas alturas, la poca credibilidad que merezco por la peregrina sinergia asociativa de un disco y un vino.
Para que me voy a esconder (clamando a boceo limpio un “porque sí”); y ya.

 

Bien podríamos desplegar como una pancarta mural en el edificio más alto y gordo de la ciudad, la preciosa etiqueta de este vino de los hacedores: Arnaud Combier y François de Nicolay (Chandon de Briailles).
Dos tipos que han unido fuerzas entre Languedoc y Mâcon, de norte a sur. Para centrarse en exprimir los potenciales de la Gamay y Baujolais, en base a viñas viejas de baja producción y suelos lo más puros posibles de composición granítica o arenosa. Separando por parcelas, singularidades y aspectos que refuerzan la Gamay, como una uva de extraordinario potencial sin absolutamente nada que envidiarle a la prestigiosa Borgoña.


 

Y aquí su primera parcela y vino más icónico y serio, de profundos suelos graníticos. Y una acidez tan afilada, que notarás como corre la hoja piel abajo igual que Freddy Krueger en una puesta a punto en el Queen Nails de la vuelta de la esquina.

Tu suerte, es que la complejidad y seriedad que compensa semejante sangría. Eleva a esta Gamay a un trato de Ud. con reverencia incluida. Pero ves, de protocolo no necesita, pues su vibrante acidez confunde la exquisita fruta entre la mineralidad del granito y un perfume floral a violentas que lleva en volandas.
Invita, apetece, contagia, agita y quita la sed a la par que un escalofrío recorre tu cuerpo. Igual que  cuando esa chica que tanto te gustaba te rozaba con la mano.

 

Disco y vino tiene la misma innegable virtud de agitar el espíritu y volverte criatura por un instante, pero con una brizna de distinción:
Sacudiendo jugosa fruta roja como maracas, flagelándote a ritmo ascendente con un manojo de espliego, entre efluvios a violetas y atrincherándote mineral para librar la batalla diaria.
Pero cuidao, también puedes beber y bailar; que lo cortés no quita lo valiente.