domingo, 24 de agosto de 2025

DIEZ DISCOS Y VINOS GUACHIMOLIS DEL 2024 (number uno)

 
 
01: BILL RYDER-JONES_ LECHYD DA Vs ERRO B 2020 DE QUINTA DO MOURO de Miguel Viegas (Estremoz)

Al parecer, mi relación con la música desde bien chinorri fue como ese flechazo a primera vista. Del que justo cuando empieza a curar la herida y la costra pica, te la arrancas para que quede la cicatriz ahí, pa siempre.

Llegaría ¿quizás con el single “If The Cap Fits” de S.T.R.E.T.C.H?; al que mi hermana sacaría fuego a fuerza de ponerlo y ponerlo cuando contaba con apenas ocho años. O ¿ese otro hipnótico y marciano single del “Trans-Europe Express” de los Kraftwerk que a mi padre sacaba de sus casillas?
 
 
En cualquier caso, entre un punto y otro, la eclosión satanizadora al más puro estilo ceremonia budú. Ocurrió si no mal recuerdo, un fin de año cuando tras ingerir a hurtadillas los culos de chupito que mi familia en plena celebración dejaba: de licor de café, licor 43 y pipermín con apenas diez años.
Rompí en baile esperpéntico y sin estar yo dentro de mí, propiamente y mismamente, mientras sonaba el “Helter Skelter” del disco blanco de los Beatles a toda hostia.

 

 
 
 
Y hasta la presente y sin que este preámbulo chuminoso, vejehistórico y cebolleta caiga en vano; pues es esencial para el devenir del relato. Mi relación con la música en sus distintos estados, contextos y formas.
Es por así decirlo, como la única posibilidad salvadora que ha evitado que ahora mismo esté delinquiendo, vendiendo mi cuerpo a la ciencia en un sanatorio, o echado a perder como mano de obra barata a tiempo parcial.
Tampoco creáis que mi vida, por mimetizada en la vorágine humana y social regularmente aceptable es que sea ejemplar. Pero doy el pego y paso inadvertido.

 

Con este regreso tras seis años de su mínimo Yawn, y sin contar la reinterpretación del mismo a pelo (piano y voz), un año más tarde.

Quien fuera guitarrista abrumado por el éxito “multitudinario” de The Coral; y ya van diez años de aquello. Ha enfatizado más que nunca su pausado camino hacia el minimalismo instrumental, muy a favor de la máxima expresión emocional. Con esa cara de no haber roto un plato en su vida y sonrisa picarona, contando sus canciones por puntillitas de aguja y pellizcos en el corazón.

Por lo menos en el mío, sucede que tal como echó a andar el 2024 con la mortaja de la resaca navideña todavía presente. Convaleciente y frustrado por una accidentada recuperación de una fractura. Lo que mis piernas no podían solventar en el difícil arte de… Y para esto me tengo que parar a rebobinar, pues van a ser ya casi año y medio de aquello.

¿Volar con las vísceras a falta de pericia psicotécnica y biomecánica para caminar tanto por el firme como por los sinsabores de la vida?

En todo ese 2024 hubieron pulsos invisibles con esa función de padre para la que nadie te adiestra, dudas propias y ajenas para gestionar la salud mental. Y un largo, muy largo año para comprender, tender la mano, sentirse solo, y a la vez arropado.

Una sequía creativa y curativa que ahora intento solventar sin más garantía que la de eso: Intentar, siempre probar.
Y el sentido más amplio de la liberación cuando las maravillosas secciones de cuerdas que inundan cada lamento de Bill. Son esas alas invisibles para volar pero también para sufrir un poquito, vistas las circunstancias. Que han tirado de mí en ese año de vacío.
 
 

 

Así pues, retomando el inicio.

Os hablo de músicas que no solo satisfacen el placer de regalar nuestros oídos y arrancarnos una sonrisa o un ligero balanceo de caderas. Si no de ser parte misma de nuestros quebrantos, llantos y lamentos cuando la tristeza, también pudiera ser ese descenso a la negrura, para encontrar la luz al final como objetivo.
Esa “I Know That It’s Like This (Baby)” que descorre la cortina con una escuálida y fresca brisa. Para que en plena noche de calurosa canícula diurna, la piel se nos rice al compás que imaginó el difunto Phil Spector aun lúcido. Y descubrir al entornar los somnolientos ojos para arroparte. A un mozo Chet Baker sentado en el pretil de la ventana susurrándote como él solo sabía hacer “A Bad Wind Blows in my Heart part.3”.

 


Thankfully for Antony” reduce al mínimo las pulsaciones, en un estado de profunda melancolía de la que solo se puede salir con esa fuerza que solo da el abismo.

Sin embargo, no crean que debieran temer a esos estados de melancolía extrema cuando parecen convertirse en tristeza:
 I Hold Something in my Head” también sabe cómo sacarnos a que nos dé el aire, con la ayuda de los cielos estrellados, los horizontes e incluso las ciudades nocturnas y su ajetreo anónimo. Y llegar por fin a mi venerada “This Can’t Go on”; que quien sabe si en el hipotético caso de que atesorase esa habilidad innata de la cabrilla montañesa. Bien podría ser el premio, escapar al risco más alto para inspirar  bien fuerte hasta el desmayo de placer.
Sin pasar por alto la elegía optimista de “If Tomorrow Starts Without Me” donde pinta de aventura el arte de desaparecer y el ocaso.

 

Bill Ryder-Jones no solo ha guarecido su piano del estrépito, con holandas de violines y violonchelos expansivos preciosos, por mera estrategia ornamental. Su travesía desde que abandonara The Coral en su faceta de productor más que como compositor, ha brillado especialmente en esa otra forma de producir y toquetear. Donde son más las texturas con múltiples capas, tonos, calidez y abrigo que le supongo por sus problemas agorafobia con una sutilidad casi invisible. Las que han suplido las producciones más típicamente intrusivas.

Y como ejemplo están sus trabajos con: By The Sea, Hooton Tennis Club en ambos debuts, muy diferentes y recomendables. O los de Brooke Bentham, o las últimas a contrato fijo con el exPale Fountains/Shack, en los últimos y más brillantes álbumes de Michael Head & Elastic Band. 



 

Así que parte de la singularidad de este disco al margen de que por supuesto, me parece una gozada sin eludir el detalle de que su escucha agradecida se potencia con una predisposición muy alejada del imperativo actual:

Prisa, estímulos constantes y efímeros, novedad/caducidad/novedad/caducidad...infinito
La ansiedad latente tampoco ayuda con este déficit de atención pandémico. Del que yo -presente- alzo la mano con otra en el bolsillo; donde guardo mi estrategia infalible para con una patada voladora, disfrutar del gusto por detener el tiempo.

 


Algún adagio, más épica atribuible a los Elbow así, a dedo “Nothing to be Done”, que no enturbian en absoluto la grandeza de este conjunto de 13 canciones. Y que no digo que no, igual adolece un pelín de cansancio hacia el final.
Pero de la misma manera que uno se despista con el vuelo de una mosca o con el history de lo putu Insta. Perderse “Christinha” o “How Beautiful I am” (aquí me sobran los coros, lo admito) pero… ¿”Thankfully for Anthony”? ¿Para qué otro te lo cuente cinco año más tarde?
¿En serio? Majadero/a!!

 


Esto a propositísimo salvo decapitación de la Real Academia de la Lengua Española, me lo voy a pimplar esta misma tarde mientras preparo la maleta para mí huida a tierras ASTURES.

Y no es otra que una más de las tantas botellas de ERRO B, Quinta Do Mouro que cayeron el verano pasado en el Alentejo portugués y postrimerías. Obra y arte de mi heroico amigo Mannel Serrano (actor, filósofo de la vida y distribuidor de vino portugués multidisciplinar y majareta concienzudo), al que tal como si fuera una peregrinación a Fátima. Si mi fractura de tibia me impidió visitarlo el maldito verano del 2023, se corrigió en 2024 con una resurrección a lo Ave Fenix digna de un todavía convaleciente Mannel; lo que no nos impidió hacer de testigos de lujo en una terraza de Estremoz.

 

 

Un blanco muy fuera de la norma vinificadora de la zona de Alentejo, hecho por un no menos inusual elaborador ex dentista (Miguel Viegas Louro), que ganó la bodega en una apuesta a las cartas. Que convive con sus pieles el periodo suficiente como para convertirlo en un extraño híbrido. Donde una ligera untuosidad cargada de volumen y estructura, se armonizan con aromas a flores blancas y fruta de hueso más un chispazo de hidrocarburo herbáceo más típico de un Riesling, que de un vino de la zona. El vino de su hijo, NO NOME también tiene ese estilo particular el que conviven el estilo jerezano o de Jura, sin prescindir de la parte floral, sapidez y frescor que lo hace un verdadero truco de magia con lo mejor de ambos estilos.

¿Qué te gusta la evolución sin prescindir de la frescura, golosería, salinidad y esa sensación de que bebes un blanco con arrugas de expresión pero capaz de bailarte un
Es tu vino contorsionista.
Arinto, Verdelho, Rabigato y Alvarinho son las variedades que forman esta fantástica cuvée fermentando espontáneamente y permaneciendo 12 días con sus pieles, más un año de crianza en inoxidable. Y que el irreverente de Miguel saliéndose de la línea, como a él le gusta. Nutre su gama de Erros con vinificaciones en blanco o tinto como el Merlot, el rosado o el Vinha Do Camião. Donde no hace referencia a una viña, si no a la uva que vino del Douro de Camião y que también elabora del revés como buen cachondo y L’enfant terrible que es.

 

 
Salut!! y nos leemos y bailamos tras culines y viandas

martes, 24 de junio de 2025

DIEZ DISCOS Y VINOS GUACHIMOLIS DEL 2024 (number dos)

 

02: ALCALÁ NORTE_ALCALÁ NORTE Vs. CARMÍN 2023 Jorge Olivera Latorre (sin D.O Coscojuela de Sobrarbe, Huesca)

No se recordaba desde el ascenso meteórico del Albacete Balompédico aka. Queso Mecánico de la 2ª B a la primera división, allá por el 1991. Gesta semejante, al petardazo de los periféricos Alcalá Norte con un disco de debut, y sin soporte mediático alguno de multinacional o mal padrino que echarse a la talega.

 

Mérito y chulería temprana incluida. El hacerlo en un país en el que la admiración es directamente proporcional al tumulto de: “Sí, pero…”, “tampoco es pa tanto”, “esto ya lo han hecho otros”, “me han dicho que están becaos”, “lástima que sean de Madrid” o el típico “a ver lo que duran”.
En fin, que parece ser que a la peña le duele lo maravillosamente indescifrable del maldito éxito sin más apelativos ni lógica estadística.

 

Y fíjate tú, que a mí que el florido flequillo se ha convertido ya en una retirada de marea cantábrica y la coronilla en un desconchón de yeso. Cada canción de ellos me tersa la piel y me lustre la papada. Válgamelseñó.
Cosas supuestamente inexplicables que hacen que lo previsible del establishment disfuncional actual. De tarde en tarde y por puritita chiripa, se convierta en la puntual victoria de los eternos perdedores, ¿no es mágico a veces?
Por lo tanto. También apelo a la estupidez humana, cualquier signo de debate, o mínimo cuestionamiento. Que no, y punto.
¡Disfrutad del momento joder!!


 

 

Fenómenos estos mismos que relato, a veces contados por historiadores de calle pateada con callo, y vívida noche; generalmente de cincuentones o sexagenarios a sus vástagos y sobrinos. Y a pie de fogata con cerquillo y ojiplática mirada, mientras una lagrimilla coge el camino de las líneas de expresión y no hay contención posible que evite el babeo. 
Y, dicho sea de paso, de las pocas cosas que nos hace sentir a los puretas, poderosos, míticos e indestructibles (es asín).

 

Apropósito del disco, cuchis. Tampoco penséis que os voy a soltar una disertación de tal o cual razón hace que cada canción conecte por arte de birlibirloque a chiquillos de 20 años y a señoros y señoras con ganas de mandanga. Que vendría a ser como explicar ahora el enigma de los huevos fritos con patatas o el abecedario del indie ese que entra en la selectividad; pa ser un indie de provecho, digo.

La cosa ocurre así sin hacerse demasiadas preguntas. Cuando vas por el noveno corte, y ves que no hay ni un solo rescoldo de dispersión y todo va como un tiro entre textos notables y música primorosa donde se recoge oscuridad, calle, épica, poesía, rock castizo y un más que lícito retranque de niñerío subido, que no es para menos. Sin que, además, ojo, todo parezca un corte y pega sin sentido si no un conjunto con una personalidad natural que puede hasta apabullar o hacerte desconfiar si no los tratas en las distancias cortas, claro.

 


Álvaro Rivas, Jaime Barbosa, Juan Pablo Juliá y compañía, atesoran ese mojo que se cultiva en las barriadas como Ciudad Lineal. Donde el entorno, la comunión variopinta, y ese nexo superviviente que hace que un banco de un parque pueda arrejuntar a jevis, al guais, el raro, er quinqui, el panki, un marujo, a la perla y alguien más que me dejo. Y no solo que todo fluya en perfecta armonía, sino que, además emerja una especie de glamour bizarro inalcanzable por cualquier moderno de tres al cuarto que se precie.

Creo que a este fenómeno le llaman Charngression, m’han contao.
Fenómeno que me acabo de inventar y que hace que su álbum homónimo sea una especie de matxembrat sin fisuras, donde arreplegan con infinidad de cosas plausibles todas entre ellas.
Y para muestra un botón:
Los Chavales”. “La Sangre del Pobre”, “420N”, “Westmister” o “El Guerrero Marroquí” son cuatro temas con una sonoridad todavía inexplorada en el variopinto y rico fenómeno alternativo “underground” de pequeño formato y gran creatividad; y eso que no hay avistador vivo que le siga la rueda a la infinidad de pequeños y gloriosos proyectos que surgen de debajo de las piedras cada poco.
Después “Supermán”, “La vida Cañón”, “No llores Dr. G” (mi favorita) junto a “La Calle Elfo”; un estribillo que se adhiere como el eskay de un sofá barato. Y unas hechuras de himnos coreables, todas ellas con una lírica particular, inconfundible y cultivada.

 

No sé si la fórmula para tan centelleante éxito sea esta. O que todo en su conjunto, igual que discos como el de Parálisis Permanente, sea la coincidencia y el que todo se dé, ocurra porque sí y porque tiene que pasar sin más.
Algo dicho sea de paso, que hace que la música sea ese fenómeno mágico imposible de formular desde un laboratorio magistral de cualquier discográfica espabilada deseando general pasta. Porque amiguis, esta es otra.
Estaría guay que este ingente de originales y brillantes pequeños proyectos. Tuviera espacios acordes como mínimo, para ganarse la vida sin precariedad y no ser los activos fáciles de macrofestivales buitres.

 


 

Esgonzado entonces así tras casi un año ya, el que me separa de mi primer encuentro con ellos en las fabulosas fiestas de Terrassa y su oasis Plaça del Vapor. Y el esperpético fenómeno que consiguió hacer un Sold Out en la Razzmatazz tras su aplazamiento y previo Sold Out en Razz 2 con los fabulosos Diablo de Shangai y Los Yolos, primos de la misma movida. Y valioso curro a pie de calle que se han currado estos chavales por mérito propio.
Solo me queda la furibunda alternativa de buscarle un idóneo elixir a semejante artefacto.

 

Para otros menesteres he tenido que hacer formulaciones, ademanes en el aire con las manos y chicuelinas, cual bailaora flamenca para emparejar en matrimonio vino y disco. Pero esta vez; como si hubiera nacido el uno para el otro.
Jorge Olivera Latorre, ubicado en Coscojuela de Sobrarbe (provincia de Huesca), y muy cerquita de Barbastro. Donde tuve el gusto de conocerle hace 9 años o así, en un entorno industrial muy distinto al que ahora le ocupa en la viticultura heroica y de mínima intervención. Me va al pelo.

 

Pues desde que este ingeniero industrial dejara hace aproximadamente tres años, esas cosas del metal, los fluidos y la ventilación para optimizar algo tan antagónico como el hilo de poliéster o los envases de PET. Y dedicarse al 100% a las viñas de su padre Jose Mari. El impacto de las tres añadas hasta ahora comercializadas con apenas tres hectáreas más alguna parcela arrendada, ha sido meteórica.

 

Digamos que ¿igual que cuando uno da un brinco para salvar un obstáculo, y la compensación de cambiar el chip se convierte en una especie de fortuna? Pues eso mismo es lo que ha ido encadenando Jorge a fuerza de instinto, imaginación y clarividencia talentosa; que no todo va a ser por casualidad por recurrente que sea.
Para ser, hay que estar, eso es así.

 

Con la Moristel (¿Graciano?), como eje vertebrador para poner en valor esta agradecida variedad autóctona; que replantó en el 2009 como un mero entretenimiento. Y otras como la Garnacha, Syrah, Macabeo y Chardonnay en menor cantidad para elaborar un blanco, algo de Garnacha blanca y algo de Parraleta de una finca arrendada todavía por vinificar.
Hay mucho de prueba/error, imaginación, perseverancia sobre todo, y saber leer el clima y las añadas para que todo salga a su gusto; tío meticuloso y pragmático donde los haya; lo dice uno que ha trabajado con él.

 

Pero al final, lo que nos interesa: Vinos fluidos y frescos con mínima intervención y muy buena tensión; teniendo en cuenta el peso tradicional de los vinos convencionales que más se consumen en Somontano. Donde predomina la Cabernet, el Tempranillo y la Merlot con barrica y exceso a veces, de calidez.

 


 

Sus vinos al contrario, son escapistas de cánones y más de pies a tocar en tierra y paisaje. De  notas florales a violetas y retama, de hierbas aromáticas de monte, con la uva como fruto y protagonista y el carácter montaraz afable que le da la zona de clima continental e influencia mediterránea.
Carmín que es esa versión de saludo y recibimiento que dan los claretes, en este caso con muy buena tensión y personalidad, que lo pone más del lado de los tintos que de los blancos. Es un vino goloso, con muy buena estructura, y que tuve la suerte de cazar en Maitea; pues su escasa producción hace que sean  verdadero objeto de deseo.

 

Y este verano con parada y fonda en Las Esparteras, camino de Portugal. Tuve la fortuna de avistar según entraba en el comedor, unas botellas de Neguiro; su vino de 75% Moristel 25% Garnacha. Y regalarme su versión más auténtica donde fruta roja, negra, ahumados y mineral, hacen de estas dos uvas, una sinfonía de rusticidad refinada y elegancia para dejarte atónito. Más una botella de Entremón (Syrah), que tuve a bien en sonsacar  amablemente en Cuvée 3000 Barcelona el mismo día de la verbena de San Juan.  
Su nueva y más reciente distribuidora en España, pero todavía desprovista de sus vinos de manera continua, pues, igual que pasa con Eloi Cedó y otros elaboradores de mínimos molones: Lo poco que llega, vuela.


 

 

Y que muy probablemente, cuando publique por fin esta cosa maldita que arrastro desde finales de pasado año de lo + mejor del 2024 en cosa de vinos y música. Pues ya me la habré pimplado, no sea que el ogro del caos y la destrucción nos trague con alguna cuenta pendiente por hacer.
Así pues. Ya garantizados los servicios mínimos de publicaciones en este coso del blog (que solo me queda uno y a ver cuándo mierda lo ventilo). Igual suelto lastre de lo que me está gustando de este 20025.
Que no os vayáis a pensar que me han encerrado en un zapatero a pan y agua. 
Que no, que hago cosas (no muchas) pero las hago.

BESICOS!!