Mostrando entradas con la etiqueta Surf. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Surf. Mostrar todas las entradas

viernes, 14 de junio de 2019

DUELO EN EL PÁRAMO: THE INTELLIGENCE EN LA SALA UPLOAD 5/06/2019

 


Con el hallazgo a día de hoy, de algunas víctimas desfarriadas por el Fórum; tras la resaca del mastodóntico Primavera Sound.
Barcelona amaneció igual que en el Mecanóscrit del Segon Origen, vacía de pasión y riesgo.
Y es lo que tiene darlo todo como si no hubiese un amanecer, cuando insaciables festivales como el Primavera pasan por una ciudad como Barcelona, achacada ya de por si, por los males del postmodernismo: Que engullen como en un remolino, a todo aquel que precisa de la comodidad del pack para darse en tres días. Un atracón con lo que se supone “es todo aquello que uno necesita para estar al día”.

Pero claro. Hay una especie de suerte con todo esto de la música:
Que por muchos medios donde hacer escala para descubrir, ¿informarse? O imaginar que estás al día, que haya. Siempre y digo suerte hay infinidad de interesantísimas propuestas, que ya por estar al margen del barullo, dan una garantía de emociones muy por encima de la media.



Es el caso por ejemplo, de THE INTELLIGENCE:
Una banda con campo base en Seattle desde 1999 y nueve álbumes + su reciente vuelta, de nombre “Un-Psychedelic in Peoveycity/2019) Juno Records. Es parecido y medio hermano de los todavía en boca de todos (Ty Segall, Thee Oh Sees o Mike Cronin), y sin embargo increíblemente desconocidos para las masas enfervorecidas.
Bandas que todo el mundo de intachable modernidad conoce. Pero que en realidad pocos son capaces de seguirles la pista, o por lo menos el ritmo de pedalada y mensaje sin condicionantes que reparten de manera compulsiva cada añada (el último fenómeno son los King Gizzard & The Lizard Wizard).
Digamos que dentro de la escena alternativa psicogarajerapunk americana, son en realidad, los que avanzan sin frenos ni contrapartidas para con el business entertainment. Y por lo tanto, de los pocos que realmente transmiten lo más parecido a lo que se cocía a finales de los 70/primeros 80 en el mal llamando indie Británico.

Experimentación con sonidos, regresos al principio de la New Wave Americana, Punk pasado por la batidora del Garaje y los Nuggets más ácidos. Pocas manías para de un salto embarrarse con el Pop, el Glan o el Krautrock lisérgico o mecánico…
Eso podría decirse que son THE INTELLIGUENCE: Un todo o nada de diversos sonidos, pero una reconocible manera de construir su música. Que los hace únicos en su especie, pese a emparentarlos con cosas como: Magazine, Clinic, Monochrome Set o vete tu a saber, así,de oídas.
Y por excusar a la marabunta. El inconveniente para quien quiere acomodar su sesera y oídos, en algo más afable, predecible o popular; nada nuevo en el horizonte.

Así pues, cuando Lars Fingerg subió al escenario y se encontró con 30 escasas personas de público, entre risas no pudo más que saludar con un “good morning”. Como si la banda se presentara a dar un set en una terraza mañanera a modo de aperitivo.
No tuvimos las cuatro cabras descarriadas, la suerte de ver a las guitarras y voces acompañándolo, ese guitarra de The Shins Dave Hernández; quien sí a vuelto a tocar en su nuevo álbum. Aunque quien lo suplió, dio la talla sobradamente.

El enésimo desaguisado de otro de tantos festivales; en este caso el SON GALICIA: Quien se ha apropiado del concierto cambiado su ubicación inicial del céntrico Rocksound, al inóspito Upload en el anacrónico Pueblo Español de las afueras de la ciudad.
No logró que la profesionalidad de la banda, y un público dispuesto a levantar la noche a base vítores. Nos regalara una especie de live dedicado y a medida, la mar de chulo, entretenido e igualmente revelador.

En el fondo, los que venimos de épocas heroicas donde lo alternativo: ni era tan mediático, ni movía a miles de personas. Acabamos satisfechos incluso, de confirmar que las modas y las masas, en realidad siempre han ido tarde cuando de lo que se trata es de mojarse para pescar.
 


El sonido cacofónico de la sala se suplió con la contundencia de un Kaanan Tupper a la batería, y el onduloso bajo de Drew Church. Quienes ejercieron su capacidad de metrónomos, para acompañar los salmos de Finberg a lomos de esas guitarras taaaan!! trepanadoras.
Destriparon parte de su último disco, quien camina bajo una atmósfera menos cáustica que su anteriores entregas. Pero que en cambio contiene una parte lisérgica tan hipnótica la de aquellos “Going Up” o Porcupine de los Echo & The Bunnymen, insolados de surf matropolitano.
Más como una sensación o ambiente, que como un estilo que se asemeje estrictamente.
Pero realmente, el chipotle de la noche lo pusieron el basto ingente de agujetas que como canciones tienen: Empezando con “I’m Closed”; que arrancó la velada. Siguiendo con “Janitors”, “Thank you God for Fixing the Tape Machine”, “We Refuse”, “The Galaxy”, “The Entertainer” y la psicótica “Like x7” . Y acabando con un vacilón “Dim Limelighs, dentro de otro de los discos que más protagonizaron la noche: Su demoledor “Everybody’s Got it Easy But Me/2012”.
Tanto, que incluso demandó de un bis por la locura desatada en la platea, y el alumnado desbocado.
Nos señalaron y enumeraron en fila de a uno, con la licencia incluso de pedirles canciones dedicadas; que es lo que tiene no poder mimetizarse con el gentío. Y pensar incluso que esa canción, ¡esa canción! Te la estaban cantando a ti!!
No había sentido jamás nada parecido lo juro.
Pude hacer amigos y todo (que es lo que tiene llegar una hora antes por el porsiaca). Amigos desconocidos, pero todos de la familia de las treinta criaturas con más luces que la feria de Abril, a la redonda.
Que no harán estos ajustadores y alicatadores del alma con más gente que en una boda gitana. Y no digo con cien más, pero con el doble?
Igual nos dejaban por dentro mejor dispuestos que un parque acuático, para que las neuronas, células, ocurrencias y glóbulos se tiraran desde oídos y cerebro, como en un tobogán.
Por lo menos.

miércoles, 31 de octubre de 2018

FUEGO REAL: THE LIMIÑANAS EN LA [2] DE APOLO_BARCELONA_18/10/2018




Han pasado ya la semana y largo, seeeeeeee. Tantos, que a las puertas del homenaje a los difuntos con el olor a castañas y los generosos ya en la pituitaria. Todavía cavilo si colgarlo, o colgarme.
Y si es verdad que el desdén reinante en mis días de aquí pa’llá hacen que esto parezca de todo menos un blog bitacoriano ágil, audaz y puntual como un clavo. Es sencillamente… por pereza sí, lo confieso.

No una pereza de esas de dejadez y pasotismo, no. La mía es una pereza o mejor dicho, un piano pianissimo más parecido al del yayo del bar de Can Valls de Sant Martí Sapresa. Que nos servía los cafés a su ritmo: Sin la prisa que llevamos siempre a cuestas los de ciudad.
Toda una lección de bioritmo cotidiano magistral, que ahora, 15 años después, la elogio y valoro de manera cuasi dogmática.

Por eso, y pese a que ya han pasado más días de los que la rigurosidad internética exigen. Tampoco voy a dejar que el fantabuloso recuerdo de uno de mis mejores directos en años, se desvanezca en la nebulosa de mi… “espera que ahora voy, y nunca vengo”, de mi adorable hijo de 16 años.
No, si algo hay claro de este blog al margen de recomendaciones espaciaaaaaadas, top lists del año, compilaciones musiqueras y alguna que otra cosilla más mía que de interés público. Es el diario más o menos vivencial de este periodo de mi vida (mu chulo), y a sabiendas de que con los años la vagancia se me acentúe, no sea que no tenga donde mirar para contárselo a mis criaturas.


Y así fue, y no exagero lo más mínimo. De tantos conciertos memorables e inolvidables a mis espaldas: Siniestro Total’85, Ramones’90, Morrissey’99, Jesus & Mary Chain’90, Pavement por tres veces, James 2001 y montón más que me sería imposible enumerar. El que nos regalaron el dúo de Perpignan con Marie y Lionel a la cabeza junto al séquito que lo convierten en ocho (bailarín vacilón incluido ¿el del video de Dimanche? Pues sí). Será el mejor de este 2018 seguro. Y sin dudarlo ni un segundo, uno de los diez mejores de mi vida.
Que igual me excedo y entra en escena sin reflexionarlo sensatamente, eso de la sugestión del momento. Y las muchas ganas que tiene uno de que de una maldita vez, todo suceda como antaño: Con actitud, como si no hubiese un mañana y… Sobretodo, y pese a que sobre el papel, THE LIMIÑANAS pueda parecer más una banda de atmósferas y estética sonora. Sonaron sobre las tablas con el rigor contundente y pasional que se le presupone a quien venera a bandas como The Cramps, Velvet Underground, Lords of New Church, The Brian Jonestown Masacre, Joy Division & derivados, Jesus & Mary Chain... Y en definitiva, todo ese rollo alternativo que bebe de la vertiente arrastrada del rock americano y puramente oscura o enfermiza, que de la estéticamente tradicional y bonica. No se si me explico.
Resumiendo y abreviando: demenciales, hipnóticos y glamurosos. Pero glamurosos con vicio, sabéis? Que igual debe ser una enfermedad no diagnosticada, pero a ver, ¿creéis que Nick Cave mola solo por sus canciones? Y una mierda!!
A eso me refiero.


El repertorio que desplegaron, ya con las intenciones claras tras telonear a ALLAH-LAS y casi reventarles el concierto a los pipiolos, o tomar contacto en las fiestas de Sant Boi junto a FLAMIN’ GROOVIES. Era el mismo capaz de generar la energía suficiente que eleva aparatos del demonio, y a ti mismo dos palmos del suelo. El que se basta de la sinergia instrumental de siete músicos en el escenario sobre un público, que bien pudieran ser bielas en baile. O el que agitan a la platea como átomos en fricción. Es el Rock amigos!! Sí, así, en genérico.
Porque a THE LIMIÑANAS les queda muy chico y ajustado el tirar de etiquetas. Y pasando por el reputado filtro sesentero francés marca Serge Gainsburg, todas y cada una de las etiquetas, géneros o bandas a las que te puedan recordar. Se quedan en un mero Loop de aires Krautroqueros de lo más kisch y sucio, con una personalidad tan de ellos. Que al instante, dejas de pensar en esas mierdas y las aceptas como benditos atributos bien llevados.

Seguramente porque desde el minuto cero y las casi dos horas de concierto, tiran sobretodo de artillería rockera; esa que nunca falla.
Que sí, que aparecen de aquí y de allá los fantasmas del sacrosanto olimpo.
Pero es ese tul de Pop psicotrópico a veces tan de Stereolab bien empapado de Garage azabache, el que acaba haciendo que no sea nada exactamente y sí lo mejor de cada uno. El argumento perfecto que debería hacernos olvidar con nostalgia las bondades de Black Rebel Motorcycle Club, o en lo que deberían haber sido ser los Black Angels.
No le des más vueltas y vive ahora y ya lo que toca, que nada dura para siempre!!

La pseudosurfera y road negroide movie “Overture”; instrumental con la que han abierto todos sus sets. Y que nos encomienda de inmediato a aquellos rare grooves anónimos de las series Blow Up 1 y 2, o de los artefactos de Keb Darge en el Legendary Wild Rockers. O la “Melamore” de su anterior disco, convertida en una andanada de rock caústico casi apocalíptica. Dan buena cuenta de que su formato/aspiraciones sobre el escenario, va más allá de mero ejercicio psicodélico tan manido ahora, como falto de texturas.
Aunque siga pensando que canciones como “Down Underground”, “I’m Dead” o “Stella Star” de épocas pretéritas, con Iván Telefunken a las distorsiones y órganos, ejerciendo bien en el centro de la escena de chamán poseído, no tenga precio ni competencia. La riqueza musical que han ido adquiriendo a lo largo de sus casi diez años de carrera, junto a toda la tropa que se les ha ido uniendo (Pascal Comelade, Peter Hook, Bertrand Belin, Anton Newcombe, Emmanuelle Seigner) o el susodicho. Hacen que la experiencia musical de un simple dúo, se convierta en un cajón de sastre sin limitaciones sonoras ni condiciones creativas.
En parte me recuerda al invento de Ian Button (Death in Vegas), y ese concepto sonoro sin limites llamado Papernut Cambridge. E inmediatamente entiendes esa especie de conexión atada a la batería mantra de Marie. Por donde todo fluye como un estado de pura hipnosis y en directo amigos, en directos crece como un suflé bien proporcionado.
The Gift”, “Dimanche”, “Istambul Sleepy” son así, consecuencia y una parte ínfima de la punta de lanza de un repertorio extrañamente todavía por descubrir. Y la aparente sencillez con la que muestran su manera de confluir y hacer suyas versiones como la demencial “Gloria” de THEN, o la “Mother Sky” de CAN. Entre otras regeneradoras de los Bunnymen, Beach Bitches o Lords of New Church.
Mientras, hay fenómenos que llenan salas y en tres discos rinden más pleitesía a las apariencias y al porte que a la efectividad. THE LIMIÑANAS son apenas unos desconocidos para aventureros sin miedo a mancharse. Y que entienden el directo como parte vital de expresión artística y contagiosa de esta enfermedad nuestra.
Posiblemente sea esa desde siempre, la diferencia entre el riesgo y la comodidad. Lo alternativo o lo aburrido.

domingo, 13 de agosto de 2017

LAS ROSAS_EVERYONE GETS EXACTLY WHAT THEY WANT_2017: AIRE FRESCO PARA LA TROPA




Todo se afloja y mis piernas; como si un bajón de tensión tras cuatro caladas mal dadas se apoderase de mi. Hace la misma mella que la lupa del malparido sobre mi cabeza.
Ya no hace falta que sean esas doce del medio día en punto, para que el niño cabrón del ático se dedique a prendernos fuego, como a hormigas; ¿le habremos hecho algo? Nosotros, correteando en busca de una sombra, el atisbo de las vacaciones o un mal trago para condensar, evaporar y... claro, para sudar.

Cuando miro hacia arriba, mientras puedo, solo pienso en montarme en mi auto y correr carretera abajo, serpenteando con los chichones de la montaña de Montserrat de fondo. Lo fue cuando arremetía la primavera en Marzo, y la lupa del bribón atacaba de costado; pero con la misma intensidad.
Y ahora casi cinco meses después, son las mismas canciones y melodías las que me empujan a pisar fuerte el acelerador.
La misma sensación, el mismo territorio y prácticamente las mismas carreteras: Quiebra y esquiva bordeando La Rovirola fuerte como si quisieras lanzarte desde el tobogán de un parque acuático. Silva a la vez que observas los restos quemados de la carretera de Sant Feliu Saserra hacia Avinyó, fuma sus restos incandescentes y el sabor de tierra seca. No llueve desde hace días, y si lo hace, nos lanza barro desde arriba.
Será para apagarnos o para sofocarnos?
Y suena más fuerte todavía “Mr. Wrong”.
Es gracioso. Los autos de ahora traen un invento parte ingeniosa y cuarto diabólica, que sube el volumen del reproductor según pisas el acelerador y se eleva el rumor del motor. Sin tan siquiera calcular que la urgencia por plegar y el disco acertado, puede producir una combinación un tanto peligrosa.
De todas formas, mi gusto por conducir y escuchar música, siempre me ha hecho descubrir álbumes que de otra manera jamás me hubieran calado del mismo modo.
Es esa extraña alquimia que produce la música, la carretera y los paisajes: Una fórmula sin matemática exacta. Y que hace que un disco tan aparentemente inofensivo como el debut de LAS ROSAS, se convierta en una medicina tonificante.

Un disco que además contiene con garbo y soltura, las guitarras más divertidas del otro lado del charco. Alimenticias en divertimento, y taaan poca posición forzada, que los amo desde la primera escucha precisamente por eso: Porque últimamente aunque agradezco enormemente el rescate de aquellos sonidos de los 70's (garaje, psicodelia, psycho, R&B etc). En ocasiones me dan la sensación de querer parecer algo, para lo que a lo mejor no estaban predestinados en pleno dos mil y largos.
La banda de Jose Boyer sin embargo y pese a su omnipresente guitarra surfera, dan a cada canción lo que se merece: Un soplo de menta, playa y salitre en plena urbe.

Del rock psicodélico vacilón, hasta su cara más tierna y melancólica; que es precisamente la más rica y suculenta. Saben, y eso me parece quizás el recurso más entretenido del disco, proponer el énfasis adecuado a cada una de sus canciones. Sin sacrificar el hipotético gancho de una canción en detrimento de su personalidad.
Bad Universe”, “Mexi” o “Rose” hacen puro caramelo de sus influencias ramplonas menos sangrantes aunque perfectamente válidas a Stiv Bator y esa generación de punks deudores del glamour más araposo. Esa forma ingeniosa y casi de juguete de quitarle importancia a la inspiración a la hora de confeccionar canciones eficaces. Y llevarse hacia un terreno en el que The Growlers o Allah-las acaban fallando por quizás aparentar de más. Convirtiendo canciones como “Red Zone” en pequeños clásicos de blues tropical, o tibiezas como “Secret” en juguetes que por su simpleza enaltecen el arte de crear música en pos del entretenimiento.
LAS ROSAS me gustan porque hacen fácil aquello que otros desdibujan a base de manosear. Sus guitarras son puro arte aún temiendo excederme en piropos.
Acaso se necesita más para que un disco suene con la golosería que lo hace “Moody”? Ese tipo de tonadillas donde la mala sangre se apiada de ti y de repente, sale de tus espaldas el típico fulgor áureo como aéreas alas.
Dicen que la felicidad y el atontamiento se dan la mano y hacen volar, y es cierto; el amor también, como la baba licorosa.
Apostar de firme por un lenguaje tan obvio y juguetear igual que un niño con la arena; predecible y pura. Para que toda esa broma resulte un trabajo lleno de huecos donde olisquear, arquear las cejas o dejarte llevar cuando te topas con “Boys” o “Ms America”. Dos cortes que realzan la sencillez al trote de unas guitarras elásticas donde se pespuntea el surf con el R&B y el Pop de influjo psicowestern arrabalero. No tienen nada que envidiar a otros que por trascendencia, envestida o fanfarria, vienen a llevarse el vellocino de oro. Como si se necesitase un carnet de socio por referencias para entrar en el olimpo; de echo creo que tampoco lo pretenden.
Y descubrir que hay mucho más a parte de tus prejuicios: Rock, Blues, Glam, Garaje, Pop y chulería de esa en la que el tontorrón de la clase acababa quedándose con el personal: Matones, guapos, listillos y esa profesora que siempre te señalaba.

LAS ROSAS son: Jose Boyer, Christopher Lauderdale y Jose Aybar. Originarios de Brooklyn y con un disco la mar de chulo y jugoso bajo el brazo.