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viernes, 22 de febrero de 2019

24º EDICIÓN DEL MINIFESTIVAL DE MÚSICA INDEPENDENT de Barcelona: LA SANGRE QUE NOS CORRE 09/02/2019

 



La venticuatroava edición del Mini?festival de música independiente, nos trajo (de nuevo); y pese adelantarse respecto a otras ediciones. Ese soplo cálido idóneo que todo bicho necesita, tras el inacabable y tedioso enero que parece nunca dar fin: Alisios de humedad tropical, brisas mediterráneas y predicciones de candelaria que anuncian el declive invernal.
Que bien!!
Otro nuevo “petit comité” indie, donde reunirnos en torno a un candente brasero alimentado de exquisitez musical. Pero sobretodo y más, por el calor humano del más familiar de los eventos puramente alternativos, que se viene sucediendo sin tregua otra vez, en el barrio Barcelonés que vio nacer a mi queridísimo Fermín (Finito de Nou Barris). A donde acudo (también), en peregrinación musicosantísimo; como quien sube descalzo a la ermita para redimir una promesa.
Un acto entre lo heroico (más aún que Superlopez), y la cinética alimentada por la emoción y el empeño como la mejor de las energías renovables edición tras edición.




Este año además (entre vivas y aplausos), con las entradas agotadas y una sala necesitada de otro mundo; no se si mejor o peor que el mediático. Pero infinitamente más libertario y alimenticio.
Cambiar los clichés mola. Que te los cambien estimulándote la capacidad para vaciarte de modas y tendencias, tiene lo bueno de quienes vinimos de otra época más esquelética y sencilla; el pop y el lo-fi es así: Chasquidos, palmas y ritmo; el que bombea el corazón, y el que casi ni necesita de instrumentos para expresarse.
Que tras 24 ediciones de eventos de esta índole y complicidad colectiva siga reuniendo público diverso. Y tras el descalabro del cartelazo de hace dos ediciones, resucite con esta oferta exigente.
Es como poco emocionante, para mi que perdí la fe en la pasión hace unos años.

Hablaba aquella noche con Carlos (50% de la emboscada) legando la pasión a su manera con la familia en la barra. De los clics que se activan, y que muchas veces por asimilación generacional tenemos disecados en nuestro recuerdo más interiorizado.
Aquellos que ni siquiera necesitamos escuchar habitualmente, ya que por sinergia sanguínea son parte de nuestro adn de rítmico bombeo; Kirstin Hersch por ejemplo:
La que para mi y a lo largo de mis años. Se ha convertido en una especie de escala con la que medir el Pop de guitarras noventero venido del otro lado del charco. Desde que adquiriera el “Real Ramona” en el 93, con veintitrés años.
Y una compañera de viaje hacia la vida, cuando la vi por primera vez en acústico y solitario hace 18 años o más tarde en el 2007. Observando su particular o humana forma de asimilar la madurez, y proyectarla en algo tan puro y poético, pero tan distinto a su banda.

En el fondo tampoco es tan raro, pero si muy interesante si te vas observando crecer y hacerlo con la música que un poco te enseñó a discernir entre las modas britpoperas y el experimentar con algo que: Un poco quebró con el estereotipo que aquí se tenía sobre la música alternativa Americana.
En el fondo y realmente, seguramente por eso ni Throwing Muses tuvo apenas impacto en nuestro país. Como a día de hoy, a Kirstin Hersch solo se la conoce de oídas o como referente.
Un pecado imperdonable y deuda que difícilmente sea ya reparada, ahora que muchos se afanan en subrayar lo que molan Throwing Muses; cuando nadie compraba sus discos ni tenían cabida en los fastos tan British vs Grunge que aquí tanto chanaban.
Siempre se nos han dado un poco mal las cosas que no son ni una, ni otra.


Pero hete aquí que ni la hemeroteca, los achaques de edad o sobreinformación que instruye a doctorados salidos por generación espontánea día sí, día también. Va a eclipsar la verdadera magia de la música y su incaducable vida:
Que nunca es tarde para hacer un “de profundis”, incluso una revisión de las instantáneas de nuestro viaje.


Cuando llegamos sobre las nueve y pico, ya habían comenzado FREE CAKE FOR EVERY CREATURE.
Un cuarteto con Katie P. Bennett a los mandos desde la periferia de Nueva York, que ejecuta un Pop cooperativista en un contexto de sala de estar: Melodías susurradas, quebradizas y arrulladoras que vertebran aquello que nos parece Lo fi. El emocore que en su día nos cantaban los Hnos Kadane en Bedhead. O la belleza delicada de Anna-Lynne Williams en Trespassers William.
Podría ser una de tantas bandas de Sarah Records. Pero su ubicación en la Costa Este, les da otra óptica maravillosa sobre lo que aparentemente parece indiepop y en el fondo se escapa de nuestra manía por ordenar en estanterías.
Un set que como las frecuencias que solo se oyen en la naturaleza. Hipnotiza, si eres capaz de desconectarte del escándalo. Y cura el déficit de atención congénito.
Llegaría poco después la sorpresa más aterciopelada y chic de la noche; cuando ya por fin estábamos aposentados, cerveza en mano, saludos… candor.
NIGHT FLOWERS son una de esas bandas que podrían pasar por una de tantas propuestas facilonas, sin demasiadas exigencias que hacen equilibrio entre el IndiePop “para todos los públicos”, y el mainstream con pedigrí. Pero que si echas cuentas, ves que a día de hoy hay muy pocas bandas que se la jueguen, entrando sin remangarse en el lodazal de los sonidos puramente ochenteros.
Lloyd Cole & the Conmotions, Deacon Blue, The Heart Throbs, O ese magnífico “Everybody Else is Doing it, So why can’t be?” de Cramberris en 1993, olvidado al cabo de los años cuando alcanzaron una popularidad masiva. Dan un poco la medida de discografías consensuadas en cuanto la felicidad y nostalgia que generan, y lo poco apreciadas que son en el podium de la excelencia más purista.
Sin embargo en la noche del sábado 9, pocos fueron los que se resistieron a bailar y canturrear junto a la excelente voz de Sophia Petit y la encantadora puesta en escena. Que recordaba a esa aparición de The Smiths en el Wistle Test: Americanas, glamour, actitud y elegancia, sin subestimar la ñoñería que todos llevamos dentro y no nos atrevemos a mostrar sin pudor.


Desglosaron todo su disco de debut con un sonido igual demasiado pulcro y escaso de guitarras. Pero con una actitud envidiable cuando se trata de una banda que acaba de empezar y quiere gustar.
Un disco que se crece exponencialmente en su segunda mitad con gemas como “Cruel Wind”, “Head On” o “Fireworks”. Y que enamora sobretodo por su honestidad, y el buen rollo con el que se subieron al escenario. O la emoción con la que explican su primera experiencia en nuestro país, mientras compartía un cigarrillo con el batería tras el concierto; que por cierto, tenía un abuelo aragonés.



Ahora bien: No hay mayor placer sensorial a mis 48 años, que admirar la capacidad de síntesis y a la vez de generadora de emociones. Que tiene Kristin Hersch con su guitarra y su voz sobre un escenario.

Algo que sospecho, se acerca mucho a una especie de comunión con el pasado, el presente. Y esa magia inexplicable que ejerce la música cuando se presenta al desnudo y con la realidad como argumento de peso.
De eso desde hace ya veinticuatro años, sabe mucho la bostoniana. Y pese a conocerla al dedillo y por fin haber entrado de pleno en ese universo táctil e intuitivo, donde desaparece cualquier rastro de producción y arreglo de estudio. Todavía es capaz de hipnotizarme con su mirada de gata y contoneos felinos, tejiendo con sus manos cada nota. Al filo del quiebro vocal.

Un set que se nos hizo corto bajo un silencio y respeto sepulcral. Y que tal y como demandaba la puesta en escena, no incidió apenas en su último y más eléctrico disco: “Possible Dust Clouds”.
Si fueron “Gazebo Tree” o aquel primer destacado a dúo con Michael Stipe “Your Ghost”, incluso su mimetizada “City of Dead” de Throwing Muses que nos volcó el corazón como antaño.
Sno Cat”, “Krait”, “Flooding” o “Deep Wilson” relucieron de forma mágica, detuvieron el tiempo. E incluso nos arrastraron hacia un estado de paz interior que pocos artistas son capaces de lograr, viniendo como viene, desde esa electricidad tan salvaje como aterciopelada del alternativo americano. Cuando los secretos coexistían parapetados a expensas de exploradores, curiosos y aventureros.

domingo, 25 de febrero de 2018

23è MINIFESTIVAL DE MÚSICA INDEPENDENT DE BARCELONA_17/02/2018





No hay mejor manera de acabar la semana y mes, que con la palpitante sensación de haber vivido un momento que desde ya se presiente inolvidable. Y cuando es la medida de una semana a... Parece ser el final de unos cien metros lisos hechos 1500.
Una nueva edición de uno de los pocos sino el único, evento de Barcelona, que mantiene intacto el espíritu de los 80/90's de “indie” con pedigrí: Cuando con poco se hacia tanto; supliendo los pocos recursos por pasión. Y comprobar sobre el terreno, que pese a tener unos carteles de lujo y sufrir la ausencia de público estas dos anteriores ediciones en su peregrinación a la magnífica Capsa del Prat. Su regreso tirando de malabares económicos sin cubrir gastos, ha supuesto un éxito rotundo de talento programador, de público apasionado y de músicos emocionados.


Y es que tiene mucho mérito seguir al pie del cañón, sin más recursos que la imaginación de un grupo de apasionados. Y conservar cada año su filosofía ecléctica intacta, y además reforzada. Reuniendo a un puñado de músicos entre lo prometedor, lo icónico y lo atrevido; si tenemos en cuenta lo económico “de tot plegat”. Y la calidad de sus directos, cuando no es el entertainment el que dirime en el dilema del resultado final, y lo más importante: La capacidad para sorprendernos y enseñarnos, sin caer en lo pretencioso.
Porque tampoco es necesario graduarse en el rock alternativo de los 90, para dejar escapar la oportunidad de ilustrarse sobre el mismo; pues a todo no se debería llegar. O como es mi caso: Esperar que tengan la ocasión para destapar ese baúl de las esencias, y dejarnos llevar prácticamente a tientas para no generarnos expectativas; que al final vienen a ser prejuicios.
COLLEEN GREEN fue la que me dio la bienvenida. Pues he de admitir que me perdí a Edurne Vega, Mareta Bufona y Marta Knight por problemas de logística. Pero que ya desde el momento de formar parte del cartel merecen toda mi atención; nada es porque sí.

A la joven Californiana tenía muchas ganas de verla. Teniendo en precedentes las propuestas de anteriores ediciones en el mimo orden de sintonía (False Advertising por ejemplo). Y un repertorio inquieto y autodidacta, que la avala en calidad e imaginación.
No inventa nada, por supuesto. Pues los bits minimalistas que acompañan su funcional guitarra, tiran de la fórmula Ramones, unos Primitives a la americana y parte de la escuela Throwings, pasada por un discurso sencillo, directo y magnético. Pero hay una magia inherente en cada una de sus canciones: La fórmula magistral para urdir con bien poco, lo que otros desperdician en recursos y ya quisieran para si. Canciones que hacen de puente entre el Twee Pop y el Indie Rock de padre Punk.

Monologuista con la sola compañía de una bajista, de la que he intentado averiguar su nombre; fracasando en el intento. Y las bases que hacen de único vehículo para su guitarra la preciosa voz que tiene. Se bastó para desgranar el amplio repertorio que tiene, más alguna nueva. En un set pecado de algo de frialdad y falta de sintonía con el público, pero que por suerte fue ganando en intensidad según fue avanzando. Con algunos de los temas más emblemáticos de su último y más sensual disco “I Want to Grow Up/2015”, y a pellas con su otro lado más PunkPop del refrescante “Sock It to Me/2013”: Sonando Grind my Teeth, Wathever I Want, Tv. You're so Cold, o Only One.
Con el Espai Social de las Bassas prácticamente lleno desde las 21:00, y por fin rememorando su principal aliciente: No solo el fin lúdico de disfrutar de aquello que ya nadie se atreve a programar o reunir. Sino el el nexo cultural que solo la música es capaz de generar, cuando se huye de la arrolladora masificación en pos del reverso más rico, transparente y desetiquetado.
A fin de cuentas, el clímax que aparece así sin más, cuando público y artistas tienen ganas de dialogar sin intermediarios.

Y tuvo que ser el de Nashville, EZZ BARZELAY (Clen Snide). El que pusiera patas arriba la sala, con su particular manera de exponer su extenso legado musical, como quien de repente al salir al escenario y sentarse con su guitarra fuese poseído por el demonio de Screamin' Jay Hawkins.
Un concentrado acústico que invocó tanto a su carrera en solitario como a la de su apadrinada banda. Citó ya incluso y aun no siendo explícito, al sustrato musical de su ciudad. Donde ya desde pequeño se nace con el compás aprendido antes que el gateo, el balbuceo y hasta el papá/mamá. Nashville mama y da de mamar música desde pequeños y hasta en la escuela es materia imprescindible. Y Ezz podría e incluso debería, ser declarado patrimonio inmortal de esa tradición y sobretodo, el mejor portavoz para hacer que las canciones en su concepto más expresivo y viral lleguen como llegaron esa noche: Con un folk de expansión polinizadora hacia el bossanova, el trovador, el pop... O el simple cuenta historias, que es capaz de representar con tan poco, una obra de marionetas, mimo y mucha alma; demasiada.

Dejó ese halo de felicidad que inunda. Que provoca oleajes de interior e incluso te moja los tobillos mientras sonríes, das un trago a la cerveza y miras alrededor. No es nada excepcional: Un decorado simple, unas gradas recogidas, tenderetes y el latido.
El latido es constante, bombea. Y no se da en todos los sitios por muy espectacular y mediático que se quiera hacer. Eso lo suele provocar la gente, cuando el artista sabe trastear el borne adecuado.
Supongo que también lo hace la gente que allí asiste. Es en realidad como esa mezcla perfecta de sabores, o la piel que hace que el perfume huela así; distinto en cada cuerpo.
Por eso, cuando THE WAVE PICTURES subieron al escenario para poner el broche a la velada, lo hicieron con una sonrisa que parecía crear esa aureola digna de la aparición de la santa. Felices como nunca los había visto en otras dos ocasiones, y creo que con esa condición indispensable que hace que uno sepa que la noche va a ser grande; nada puede fallar ya.

El trío de Londres, trotadores de clubs, garitos y mil rincones. Son de esas bandas que se han ganado las habichuelas por mérito propio, mucho trabajo, y por hacedores incansables de canciones. Lo que se dice cocina de aprovechamiento donde nada se tira, e incluso con lo que para otros serían sobras, para ellos son himnos.
Desde que los descubriera con su Beer In the Breaker del 2011 y ese contagioso discurso tan de Modern Lovers & Jonathan Richman. La idea de su música ha ido cambiando hacia terrenos más bluseros, oscuros e incluso psicodélicos; todo sin perder su idea directa de como deben sonar las canciones.
Si hace 6 años era David Tattersall el que llevaba el peso de las canciones, con su malabarista guitarra. Ahora la banda funciona a relevos, con un protagonismo mucho más repartido; la experiencia, ese intercambio jazzístico sobre el escenario... Y supongo la magia del momento cuando las sonrisas y miradas son cómplices: Prueba clara de que la cosa está funcionando y las canciones se solapan desde un repertorio muy distinto entre si. Que se complementan, que ya se están convirtiendo en pequeños clásicos, y se pueden hasta permitir el lujo de reinventarlos sobre el escenario.
Jonny Helm toca los tambores como un diablo, y el bonachón y tímido de Franic Rozycki se suelta y se pega unos solos de bajo, que bien parecieran los saltos sobre la cuerda tensa de un acróbata funamblista. Afinados los tres como ese vino de taninos imperfectos y acidez desbocada que pasados los años, se ha vuelto complejo y sedoso.

Nos/me ofrecieron ese concierto siempre deseado, donde un grupo viene a tirar por tierra tus sospechas. Primero porque su último álbum de entrada me dejó un poco descolocado, y sobretodo supongo, porque su última visita careció de la chispa que a este le sobró.
Y mira que aquel Great Big Flamingo de hace cuatro años, me pareció seguramente su mejor y más arriesgado disco. Pero una cosa son las sensaciones que te produzca un Lp e imaginártelo. Y otra bien distinta es imaginártelo en demasía y distorsionar tu criterio. BAMBOO DINER IN THE RAIN/2017 pese a no destacar precisamente por prácticamente ningún llamativo tema, tiene esas gemas que dan lugar a seguir picando sobre el escenario. Y al final conseguir que su repertorio gane enormemente en matices y posibilidades ilimitadas.
Llama la atención la cantidad de adeptos incondicionales que arrastran ya a estas alturas, pese a tal y como recordaban hacia el final del concierto. Hace doce años en su primera visita, apenas si reunieron a cuatro descarriados.
Hace dos sábados, hicieron vibrar Les Basses con gran parte de su último y más laberíntico disco, sin apenas resentirse la ausencia de algunas de sus mejores y más clásicas bazas. Y con el valor añadido de centrar su directo en un último trabajo, que obliga a picar piedra sobre el escenario, y a creérselo para defenderlo.
Tremendas “Now I want To Hoover my Brain Clean” o “Panama Heat”. Pero sobretodo llamativo, porque vimos a unos The Wave Pictures distintos y con una coartada mucho más creíble, para acabar por convencernos que aquello que sentimos al escuchar sus discos, se traduce en su directos: Tensión, emoción, improvisación y felicidad. Alguien da más?

miércoles, 12 de abril de 2017

22º MINIFESTIVAL DE MÚSICA INPENDENT DE BARCELONA: QUIERES JUGAR EN LA ARENA?




Hay caminantes de Santiago, peregrinos que piden a Lourdes lo que les niega la vida... Y amantes incondicionales por la música y sus pequeñas eclosiones, que veneran la divinidad en pequeño formato.
Cada año sacan cuando despunta la primavera su paso; y con este van veintidós: Los mismos que a algunos nos han hecho adultos y a otros peregrinos por auténtico acto de fe, y pasión. Lo demás, planes bien urdidos con riesgo cero y yo... que quieren que les diga. Me encantan no ya los riesgos, pero sí las aventuras.

Esas mismas que nos crecieron dentro como los primeros pelos en la barba y vello en el pubis. Y que nos dispararon sin saber muy bien si había otros como nosotros, pues la era de la comunicación en ochentas y noventas era más de columnas de humo y tambores, que de rotativos cibernéticos.
Aun y así, todavía no hallamos explicación para que la manada igual que los Ñus, sigan a los cabecillas simplemente por su perfume deslumbrante. Y se hayan olvidado de ese Dr Levingstone que se lleva dentro. Ese buscaba su qué trascendental en el origen de lo desconocido.
Por eso, coger carretera y manta e irnos a descubrir nuevos y diferentes espacios; como la remodelada CAPSA del Prat. Ya no es que sea una locura juvenil en busca del Pop eterno. Es que simple y llanamente me devuelve por una noche a lo que era la auténtica independencia (ir por libre): Hacer de la minoría, un casi privilegio para tapiceros del alma.
Lo mío ya va camino de los cuatro años, por lo tanto, ya es más vicio que oficio.

Sin saber con certeza si uno acata la decisión por lo bueno conocido o lo mejor por descubrir. Ver tras veinte años a Mr Luke Heines (The Servants, The Auteurs, Black Box Recorder), igual parecerá una excusa, pero en realidad era una pura confesión. Un volver a encontrarse a uno mismo, e incluso cerrar los ojos mientras suena “Show Girl” y apagar el mundo. Lo demás, seguir con los ojos cerrados, extender los brazos y dejarse llevar por una selección que a buen seguro no te va a defraudar.
Para eso mi trayecto se quintuplica en lo habitual, pero me encanta variar el itinerario y salir por la puerta trasera del Vallés.
Se escapó el ÚLTIM CAVALL; es un echo. Pero en cambio y tras la infructuosa búsqueda de un bocata de pechuga y una cerveza (para que veáis lo poco que pido). Me encontré tras testear la dudosa calidad de algunos baretos, con el señor Heines copeteando con un Coto Imaz ante una barra de desconocidos. Yo, me comí mi apreciado bocadillo de pollo crudo, pero MÍ, bocadillo a fin de cuentas.


Barriga llena y mente abierta lo justo para tomarnos los postres, dulces y licores a modo de melodía.
FALSE ADVERSING Mancunianos ellos, eran uno mis principales reclamos. Porque aunque haya muchos que solo miran arriba; a los titulares. Son las más y bien ricas letras pequeñas las que deberían hacer grande un evento.
Porque... todos sabemos cuales son las más lúdicas y atractivas propuestas, pero después están por así decirlo: las que dan esa distinción y vuelta de tuerca; eso que fue en su día el PS y ya no lo es (por poner un ejemplo). Para eso, ya están las inventivas y los tres bocados a un cañamón para hacer del poco mucho.
La triada de Manchester Chico/chica/chico irrumpieron bien pasadas las nueve con ese ímpetu de las bandas chicas que ahora tanto se ha perdido, pues parece que todo se infla como la miga del pan de molde. En este caso consiguieron por la vía directa ese destello que solo parece residir en los valientes debutantes.
Ese espíritu casi desconocido que pierde de vista la sofisticación excelsa, y la convierte en nervio de bistec de pobre con textura de gelatina fundente: Pringarte hasta los codos como quien come unos pies de ministro y pierde cualquier compostura.

El trío tiene a penas un disco de debut muy lejano y un Ep recién salido de la tartera. Pero sobre el escenario, el hambre y la fórmula rápida para que todo parezca tan fácil y en el fondo sean un acierto, es toda una pequeña lección de pura efervescencia juvenil. La indomable fiera de la veinteañera Jen Hingley tiene todo eso que se necesita de quien empuja acordes nerviosos y un resorte demoledor cuando se pone tras la batería. Un congenio de indierock a la americana entre lo abstracto y el pop radiante de guitarras, que toma tanto de Superchunk como de Speedy Ortiz, sin despreciar sus orígenes británicos de cuerda gruesa.
Esos mismos argumentos que traspasan la barrera entre el Pop reluciente y desgarrador de “Wasted Away” o “Give It Your Worst”. Y los tactos rugosos y punzantes de “No Good” con sus desvaríos hacia los originales Smashing Pumpkins desde el segundo cero de “Not My Fault”.
Tan intenso su set, que dejaron la sala medio estupefacta sin mal Lp que echarse a la oreja por falta de género. Y con las claras credenciales de tener ante nosotros a una de las jóvenes bandas del norte de Inglaterra más enérgicas y futuribles.


Después aparecería el santo, o por lo menos en parte, quien canturreaba aquellos salmos que ahora nos mueven a peregrinar. Y que allá por los 90's de entones -antes de que todo explotara- nos serigrafiaron parte de nuestra esencia musical.
Para mí New Wave, por ejemplo, desde las vistas de Siurana, marcaron un antes y un después en lo que respecta al mi adorado Glam, al Pop, y a la música alternativa de por entonces. Ahora sinceramante, he de admitir que el camino que ha tomado LUKE HEINES hacia un nihilismo musical más que respetable difícilmente se equiparará al de aquellos años.
Pero hay otra faceta tanto o igual de interesante, ahora que ya son casi un cuarto de siglo que ha pasado desde ese primer disco. Y es esa impresión de no tener que rendir cuentas de su pasado, o ni siquiera dar explicaciones sobre sus nuevas canciones; su estética, guarnición o compromiso lo que verdaderamente transgrede. Eso me emociona por igual, seguramente porque con 25 años más todos hemos cambiado enormemente.

Las que sonaron taquigrafiando los primeros noventas a espaldas: “Show Girl”, “Lenny Valentino”, “New French Girlfriend” y alguna otra que se coló. Pero también las que ha dedicado a algunos de sus maestros y sabios. Siendo “Lou Reed Lou Reed” de su homenaje New York in the 70'S la que abrió, cerró el concierto, y moduló prácticamente la noche igual que un masaje muscular al demoledor pasado; el que a veces pisamos sin apenas mirar. Se traspapelaron los secuenciadores, cajas de ritmos y sintetizazores con los que ahora abona sus textos por la acústica. Y sinceramente me hizo añorar tiempos más verdaderos que certeros (ilustración lacrimosa incluida).
Encantadores desde los carraspeos, hasta sus pintas de explorador o turista perdido en las playas Ipanema. De echo, dicen las lenguas de doble filo que estuvo dos días deambulando por el Prat de Llobregat sin saber donde ir; aunque no se si es una leyenda.

También hemos podido ver con alegría y algarabía hacerse grandes a los Vigueses LINDA GUILALA.
Desde aquel primer encuentro en Las Basses con Xeristar bajo el brazo y abriendo la noche de The Close Lobsters y Michel Cloup Duo, han pasado infinidad de cosas. Y la más importante es que en su lento y prudente caminar, se ha generado una especie de sonido muy personal y auténtico alejados -pese a ser comparados- de los primeros Planetas, My Bloody Valentine, Secret Shine, Slowdive y en general esa parte del Shoegaze que tanto bebe del Dreampop medio oscuro, como medio luminiscente.

Digamos que en esta difícil tarea de enaltecer el Shoegaze cuando vuelve a estar en horas bajas, me alegra doblemente confirmar mi idea de que no hay género vigente o caduco, sino buenos o mediocres discos.
Linda Guilala al igual que ha pasado con Los Punsetes, han creado su propio -más que sonido- entidad. A lo mejor porque este camino lo han hecho más o menos solos y sin presión. Su ligera y lenta evolución hacia los ambientes más brumosos, espirales y a ratos angustiosos sigue alimentándose del Pop más claro de sus principios. De echo Psiconáutica es un disco tremendamente Pop; basta con ver la duración de sus canciones. Una veintena de temas que como en Shortcuts de Robert Altman, conectan todos entre si como una telaraña abovedada.

Su puesta en escena pese a lo corto de los sets del Minifestival, van también a ese origen de primar el carácter global y ambiental sobre el de las canciones en concreto.
In crescendo: “La última Vez”, “Cayendo” o la increíble “Uroboros” al igual que su precioso “Lo Siento Mucho”. Culminan en pleno estallido Noisepop, un preludio que de dimensiones espaciales que precisa dedicación y sugestión. Donde esas pequeñas miniaturas en forma de interludes dotan a la idea de hilo conductor y de volumen. Y que tanto me recuerda a esas primeras sensaciones de zambullirnos en el Conforts of Madness de Pale Saints, o a la global idea en texturas y colores del Heaven in Vegas de los Cocteau.
Un disco y puesta en escena que dan por fin, más horizontes donde mirar al Pop sin miedo a hacer daño. Con una preciosa y tornasol edición en vinilo que nos trajimos bajo el brazo. Y que fieles a sus orígenes, siempre están ahí apoyando las causas imposibles como las suyas: No hay posibles sin imposibles.

El cierre de confetti, girnaldas y baile, como viene siendo costumbre en cada edición del Mini(gran)Festival lo pusieron en esta ocasión, los europoperos de Gales HELEN LOVE.
Una de esas bandas como muchas que han venido rescatando. A las que le perdiste la pista hace años y de las que incluso crees de su desaparición pese a seguir todavía en activo. A medio camino entre los CARTER USM y BIS, pero sin tantas pretensiones y un carácter infinitamente más festivo. Repertorio coreable, intrépido y revolucionada Helen Love, igual que su desvergüenza y falta de estereotipos a la hora de saciarnos de golosinas como “Thank You Polystyrene” o “You Can Beat a Boy Who Loves the Ramones” y un montón más hasta bien pasada la madrugada.
Nos hicieron bailar por supuesto y sin duda, porque el espíritu POP de este combativo y tenaz festival sigue inquebrantable y fiel a su origen. Da lo mismo lo que programe, el pulso que le eche a las dificultades económicas o creas para tus adentros...: Ya no estoy preparado para viajar en el tiempo en buena compañía y soltando lastre; el de los estereotipos y sobra de prudencia.

lunes, 21 de marzo de 2016

21 EDICIÓN DEL MINIFESTIVAL DE MÚSICA INDEPENDIENTE DE BARCELONA... ESAS ALMAS DESCARRIADAS QUE BUSCAMOS CONSUELO




Cruzar la ciudad de Barcelona en una fría noche de Marzo tiene su encanto. Inconcebible para los que solo se mueven con tacatá y de la mano, a aquellos actos multitudinarios fardones y catedralicios. Los que nos desplazamos por vocación emocional y nostálgica, nos pasa al contrario; un poco como los pioneros del lejano oeste:
Las travesías tienen de inconvenientes, lo que de particulares e indistintas, las motivaciones personales de cada individuo allí presente.
Son esas irregularidades que escapan del control de calidad de la cadena de montaje, y que te enamoran: esa falange más larga y desproporcionada, esa naturalidad para llevar la vida, y esa pasión desatada que siempre escondes en el doble fondo, para compartir sólo para los comunes; que no son muchos... y nos llaman raros.
El Minifestival de Música Independiente de Barcelona, al igual que IndiePopFest de Madrid. Recogen cada año con esmero, dedicación y buen gusto, aquello que algunos despreciaron por minoritario y escuálido. Y podrán creer que cada año nos sorprenden? Para que algunos crean que la exquisitez no esta en las manos de los damnificados.


En una tarde/noche longitudinal de Sábado dicharachero. Me dejé caer desde el Vallés Occidental hasta el Llobregat circunvalado entre luces de posición, zizagueos y peregrinajes a la gran urbe. Nosotros nos íbamos más lejos: allí donde se pierden de vista las vallas.
No es que este muy lejos, si tenemos en cuenta que Barcelona se cruza en media hora. Pero para los que nos hemos criado en la periferia, tiene parte de encanto escapar de lo de siempre; no todo tiene porque suceder en la capital. De echo, los de entonces ya crecimos con esa idea de que lo verdaderamente merecedor ha de costar. En los 80/90, gustarte el indiepop era sinónimo de no existir, de ser transparente, y demasiado ambiguos para ser catalogados ¿era eso ser “indie” acaso?


Eso sí, en un Sábado atareado al segundo. La satisfacción de emplearlos en cosas realmente gratificantes: Cocinar para mi señora madre octogenaria larga, bebernos mano a mano una copichuela de vino ante un plato de lentejas. O echar un café en el bar de enfrente en mi viejo barrio Badalonés para chafar luego la oreja en mi habitación de soltero. Son ese tipo de cosas que hago cada sábado y que me teletransportan a años luz de juventudes lampiñas. Y salidas en busca antros perdidos donde escuchar buena música.
Así que trashumar hasta el Prat del Llobregat, para escuchar aquello mismo que buscaba con 19 años. Es como volver a rememorar décadas aventureras, en las que éramos pocos los que clamábamos en el desierto algo, entre lo exclusivo y personal. Esas canciones que parecían haber sido compuestas para nosotros, nuestra intimidad y nuestra atormentada o incomprendida fragilidad: POP de hilado fino, melodías quebradizas y factura tan simple como efectiva.
Por mucho que me pese haberme perdido a Kinsale, Ex-Cèntric, Her Little Donkey, Die Katapult, Alexandre Lacaze, o los Suecos Star Horse. Cuando los quehaceres han sido empleados en tan reconfortante empresa; incluido el bocata de pollo con queso que atendí en el bar del otro lado de la calle. Pues que queréis que os diga, benditos sean; con todos mis respetos. Que uno llega donde llega.


De todos modos, visto lo sucedido en la flamante como coqueta sala LA CAPSA (recién remodelada). Solo puedo postrarme ante semejante alarde de imaginación, buen gusto y como decía mi madre: Saber darle tres bocados a un cañamón. O lo que es lo mismo. Gestionar tan nimios recursos, y poner cada año el listón entre lo inigualable y selecto.
Por desgracia, pocos son los que se atreven a montar un festival de género, y superarse cada año.
Y es una pena, vamos, que los 13 euros que costaba la entrada atraiga a bandas de tanta calidad con los tiempos que corren, y el público siga siendo tan llorón y caprichoso. Ni imaginarme quiero, el caché que cobran estos artistas, cuando otros se dejan una semanada en un macrofestival.



Los franceses AUTOUR DE LUCIE, la joven y desenfadada banda Londinense DESPERATE JOURNALIST con su flamante debut. Y dos pesos pesados de los que has pasado vidas enteras, esperando verlos por estos lares: La escocesa EMMA POLLOCK (líder de THE DELGADOS), y THE POPGUNS. Estos últimos, como una de esas bandas fetiche, que mantuvieron viva la llama del tweepop trotón durante la década de los 90.
Dieciocho años más tarde han regresado con un disco bajo el brazo. De aquellos que rubrican su accidentada carrera, en una especie de doctorado, que recoge la culminación del Pop casi perfecto. Evidentemente la escena más multitudinaria ya no está por valorar lo que significa hacer melodías redondas y sencillas. Pero sí, los que andamos huérfanos de algo que no sea lo típicamente impuesto por modas y tendencias.
El Pop nunca pasará de moda por más que se le reste importancia, básicamente por que igual que el Rock&roll, son parte esencial de la música.


AUTOUR DE LUCIE se difuminaron igual que lo hicieron tantas bandas delicadas, emocionales y silenciosas a principios del 2000. Diez años más tarde, el dúo formado por Valérie Leulliot y el guitarra Olivier Durand han vuelto a grabar ese mismo pop; ahora vestido de electrónica hedonista.
Un disco del que dieron cuenta con la preciosa “Détache” y la noctámbula “Cheval étincelle”. Y que completaron con un fondo de armario repleto de temazos, que ahora, años más tarde. Suenan como salvadoras balizas, cuando se ha perdido el gusto por lo sencillo y delicado. Será por eso que “Je Reviens” me sonó como los ángeles, “OK Caos” pespunteó ese pasado más desnudo, con el actual. Y “Qu'avons-nous fait” casi veinte años después, volvió a sonar tremenda. Un set que se hizo breve por lo ajustado de la oferta, pero suficiente para certificar el buen estado de la banda y su repertorio.




Perfecto anticipo para dar cuenta de DESPERATE JOURNALIST. Un cuarteto mixto que vino el pasado año a recuperar, ese medio tiempo entre Savages y el Pop guitarrero heredero de aquel buscado Stellar de Smitten, The Organ, e incluso de los primeros U2. Eso que hizo que muchos confundieran antaño, donde acaba el pop y empezaba el rock o el postpunk.
La joven e impetuosa Jo Bevan, al igual que lo hicieran otras carismáticas féminas, es el pilar de la banda; además de un Rob Hardy a la guitarra multifuncional soberbio. Su repertorio los avala, plagado de posibles singles igual que aquel pop glaMuroso del debut de Suede. Principalmente porque la chica tiene una facilidad pasmosa igual que lo hiciera Brett Anderson, para hacer del falsete, lirismo, y de su cristalina voz, el contrapunto ideal a las guitarras arañantes.

Sonaron cojonudos, intensos y tan o más efectivos que su homónimo disco. Despertaron los primeros bailoteos de un público mandroso, que solo lograron levantar una buena tropa de curtidos británicos que allí se dieron también cita. Y la atención hipnótica hacia una preciosa joven, que atesora esa emocional rabia que solo se da en las bandas pequeñas que suben desde abajo sin el aval de los grandes medios.
El repertorio se basta para funcionar engrasado y perfectamente conectado con el aquel pasado de Pop cristalino de guitarras. Suena tal y como lo hacían Echobelly, e incluso inspirador por esas innegables influencias de The Smiths. Y sencillamente lo es porque no está contaminado por tendencias, y abarca una parcela que ahora no toca... cosa de las modas supongo.
Con lo poco que me gusta achacar a modas, las enfermizas tendencias.




Mereció la pena la espera y un cartel final sin desperdicio alguno. Repasando los discos en solitario de la escocesa EMMA POLLOCK, se me abrió un apetito voraz que pedía café a garrafas.
La estratégica situación de LA CAPSA, con su bar restaurante y todo; hasta la parada del metro justo enfrente. Lo que digo yo ser más “apañao” que una maleta grande. Hizo por mi, más que la humanidad por el fin del mundo. Era como un cargar las pilas esperando la presencia de la ex líder de THE DELGADOS: Aquella banda que como tantas que pasan y han pasado por este particular festival, cuesta ubicar en un contexto exacto. Bandas que cimentaron su grandeza en ese limbo musical difícil de etiquetar, que las hace con los años, el mejor vocabulario para entender el verdadero significado de la independencia.
Desde su omnipresente “Coming in from the Cold” hasta nuestros días. Una carrera en solitario surtida de un sinfín de colaboraciones. Con tantas ramificaciones, como pausada es su producción musical repleta de surcos profundos y laberínticas influencias.

Hace unos años volví a coger su estela con un proyecto benéfico para psiquiátricos llamado THE FRUIT TREE FOUNDATION, con miembros de la escena alternativa escocesa (twilight sad, idewild, the birthday suite y frightened rabbit entre otros). Un trabajo de los pocos que acaban siendo disco de cabecera con el tiempo; y que aprovecho para recomendar encarecidamente. Me apetecía mucho verla, aun a sabiendas de que seguramente vendría armada solamente con su guitarra, y su voz; más que suficientes.
Tras el impulso anímico de Desperate Journalist, algunos podrían no entender la función de Emma, bajando el pulso a constantes de hibernación.
Pues amigos míos, fue uno de los instantes más mágicos de la noche.

Hecho el silencio, los teclados y bajo de David Mcaulay, y la presencia bajo el cenital de Emma Pollock. Consiguió detenerme la respiración y hacerme flotar sobre su voz de cristal líquido. De esos directos desnudos como los contados de Kirsteen Hersch, Lloyd Cole o Robert Forster.
Esa forma de ver las canciones tal y como vinieron al mundo: Sin colonias con las que hacerlas fáciles y dóciles, sin maquillaje ni vestidos para disimular sus curvas, defectos o virtudes.

Su último disco IN SEARCH OF HARPERFIELD, junto al primero y más enervado WATCH THE FIREWORKS/2007: Dos discos que completan una trilogía musical tranquila, digna de escudriñar en horizontal. Centraron un set breve por la intensidad emocional desplegada, dando una sonoridad particular a su temario. Confiriendo a su última entrega -marcada por la reciente muerte de su madre- una dulzura llena de aristas, rugosidades y formas increíblemente panorámicas. In Search Of Harperfield es un disco muy muy grande, que probablemente pasará en silencio y de puntillas por los medios y crítica especializada. Pero desde ya, y después de hacerme con él en el mercha del festival. Puedo asegurar que será uno de mis discos de este año. De los que se intuyen desde el primer acorde y pasaje, como esas obras que crecen y ganan en detalles y rincones escondidos por cada escucha que se les concede.
Son de los que se merecen una entrada completa, y una disección pormenorizada de cada canción. Sus ingredientes, como las de la artista, tienen una belleza rara que te atrapa tanto por sus rasgos marcados, como por su convincente sencillez.
Se codearon y se entremezclaron entre algunas gemas de su primer disco en solitario. “If Silence Means That much To You” o “The Optimist”, nos desplegaron un tono tan confortable como melancólico. Sonó al final, intercambiando acústica por bajo, “Old Ghost”: Vivo ejemplo del preciosismo de esta última entrega, junto a otras como “Clemency”, “Intermission” o “Dark Skies”. Esas canciones que dan a toda la obra un halo de Pop-folk de cámara tan agradable de escuchar.
Y me dejó al final una curiosa sensación de desahogo, como las que afloran cuando te hartas de sollozar como un desconsolado.

Al acabar nos dejó tiempo para consumir en el portal el último pitillo, mientras charlaba con unos igualmente apasionados asistentes. Esas pausas entre set y set, con tiempo para compartir vía público/músicos, todo el peso de sensaciones que uno necesita vomitar. No recuerdo los nombres -lo siento- me sucede lo mismo siempre: retengo tan poco en nombres, como guardo para el recuerdo (si pasaran por aquí, lo cual dudo, me encantaría que levantaran la mano).
Así que ya consumiéndose la noche hacia la una pasada de la madrugada. El plato fuerte para quienes nos sentimos tan solos en los 90, cuando intentábamos explicar a alguien las virtudes de esta grande, como insignificante banda de Brighton. 
 

THE POPGUNS tendrían el honor de echar el telón a tan increíble cartel, y trasladarnos por un instante a aquellos tiempos de Sarah Records, Creation, Cherry Red, de TweeKitty; de eso que ahora llaman C-86, y no es más que Pop orfebre de periferia. Ese que se hacía por el mero impulso de los 60 o por conservar esa inocencia maldita de adolescencia.

Wendy Morgan -su cantante- salió radiante de felicidad; sonrisa impertérrita. Y no es para menos. Con semejante disco bajo el brazo recién publicado, después de 18 años de silencio. Y blandiendo una forma tan envidiable sobre el escenario, como a la hora de componer Pop sin fecha de caducidad. Daba un poco lo mismo que nos deleitara con algunos clásicos como su cierre “Waiting for the Winter” o con la que abrieron, “Stay Alive”.
Tiraron de garra y un punto de Pop más rockero que saltarín; esa parte que siempre los unió con un pasado más caústico. “We Don't go Round there Anymore” es un claro ejemplo de atemporalidad y sonido americano.

Un tema inédito que sonó glorioso junto a “Because He Wanted To” de su primer Lp. Consiguiendo un punto álgido de la noche junto a “Still a World Away”. Entre fans de la banda venidos del reino unido que rebasaban la cincuentena, con mucha ganas de bailar. Y atónitos del lugar, que no están acostumbrados a estas expresiones tan naturales de fervor popero. Todo eso, dio a la noche esa magia sin límites de edad ni caducidad, que solo el IndiePop es capaz de mantener.
Las canciones de Popguns ejercieron de resorte, claro está. Su repertorio siempre incontestable: “Lovejunkye” que nos adelantaba hace dos años su regreso a los estudios. “Landslide” y esa conexión perfecta con los Wedding Present de George Best de los primeros 90. El gesto pese a tener un arsenal de temazos y el poco tiempo del set, para marcarse más inéditas como “Beaten Up Guitar”. Lo cual da idea de el momento creativo en el que están; más que nada porque las dos sonaron sobresalientes.
Sonaría hacia el final esa oda Poppunk llamada “Bye bye baby” de su SNOG del 91. Y se nos hizo tremendamente corto esas escasas nueve canciones, para los 25 años de espera; como es natural.


Pero al final, incluso puesto a quejarme por la ausencia de una de mis favoritas: “Second Time Around”. La sensación pletórica de volver a revivir tiempos veinteañeros, cuando no había “escena” tal (aunque en realidad nunca la haya habido propiamente dicha). Ni un público más o menos masivo para dedicarle ni radios, revistas, y mucho menos clubs.
De todas maneras -y alargando hasta el final esa nebulosa memorabílica- los que habíamos, removíamos cielo y tierra en busca de esos sonidos minoritarios. Era la unión que da la fuerza, y el poder de hacer las cosas con pocos medios. Más o menos como este meritorio Minifestival IndiePop de Barcelona: 21 ediciones picando piedra y haciendo... que no todo sea siempre igual. Larga vida!!



PD. La noche, de las pocas que son en Sábado, acabaría rindiendo homenaje a esas LAS NOCHES #cualquiera, que suelen ser las mejores y a celebrar. Con mi buen amigo y compañero de trincheras #Luis Le Nuit en Kotton Club. No pudo venir por asunto de sesiones, pero volvimos a casa juntos; como antaño.
Ni que sea para compartir detalles, pormenores de la noche y sus bestias, de lo que cuesta tirar para adelante, y que sea cerrando con un ilustrador MY WAY de FRANK SINATRA.
Hasta se me escapa la lagrimilla... tantas y pequeñas cosas que hacían grandes las noches y la amistad.
@SALUTE!!


domingo, 26 de julio de 2015

FERNANDO ALFARO, su SAINT_MALO, Y LAS PERIPECIAS EN CAN SUMARRO 2015: (FERNANDO ALFARO, LA BIEN QUERIDA Y AMATRIA)

De mi última peregrinación el pasado Viernes 10 a los Jardines de Can Sumarro, a raíz de la 13ª edición del Petit Format que organiza el mítico Depo Club de L'Hospitalet. Debería, #en condicional, pues como sabéis los que os pasáis por aquí, la premura y la puntualidad nos son ninguna de mis virtudes. Haber publicado hace ya unos días, algo parecido a una crónica ágil, detallada e incluso breve.
La propagación sin embargo, de eso que por aquí llaman xafogor y sus consecuencias #ese líquido untuoso y pegajoso que nos adhiere al sofá, como los mocos a los dedos. Ha hecho que aquí, el menda lerenda. Dedicase todo el fin de semana a ver pasar el minutero, como quien se encanta con esa mosca circundando alrededor de la lámpara. No me justifico no, si acaso me proclamo con orgullo y vehemencia, poco dado a las obligaciones. E incluso aplicado en eso de gestionar la energía; la que dicen provoca el sudor y el calentamiento global, esa.
En contrapartida os compensaré. Y aprovecharé para explayarme con uno de los discos que mejor ilustra y justifica mi tan constante decúbito supino: La vuelta a casa de Fernando Alfaro y su humeante SAINT-MALO.


Se que suena a excusa, de verdad. Pero sospecho que la dichosa crónica con tintes en un telegrama -stop- donde las inclemencias climatológicas, el gentío y mis manías -stop- acabarán llevándose un protagonismo que no se merecen -stop-.
Y no es que la distancia de mi casa al sarao sea el primer de los escollos; con tal de escaparme de este agujero que es mi pueblo, lo que sea: Tener que ponerme en manos de un artilugio para que me guíe, pues si me llevan de la mano jamás memorizo el camino. Comerme un tentempié mientras manejo para no caer en desmallo. Y llegar a las nueve tocadas, para comprobar que los horarios de la web se los han pasado por los webs. (Constatar que el motivo principal de mi peregrinación está empezado o casi concluso) #eso, lo dejo entre paréntesis para dar constancia de mi berrinche sin necesidad de montar un numerito. Y bueno qué, los momentos son por así decirlo: como trozos que de prestado nos da la vida, se comen o se dejan; como las lentejas. Así que sin más, sorteando con movimientos camaleónicos al personal y dando fe del popular dicho: “tienes más peligro que un escalón de Can Sumarro”. Me acerqué para devorar los cuatro últimos temas de Fernando.
Visto con los verdes focos que lo iluminaban mientras tocaba un tema de su último trabajo, guitarra al ristre. Pensé por un momento que se había aparecido allí, todo pintado de verde: cara, brazos, camisa... Sonó Fuerte y cualquier disgusto se disipó, así es, era el Increíble Hulk; más domado, pero igual de lúcido que siempre. Un bocado de esos que te dejan con la miel en los labios; que se le va a hacer.

La suerte es que salir y despejarse no solo vive de conciertos, también de ver, charlar y conocer gente; una cuenta pendiente que tengo desde chico y mi insufrible autismo infantil. Volver a ver a la autora perdida de Music Rules Our World, Marta, y saber de su vida. Cosas que uno hace cada vez más de tarde en tarde, que te conectan y desconectan, y que como pasajeros de un tren nos hace variar de itinerarios.
En cualquier caso la vida pasa a toda velocidad, y no es cuestión querer detener el tiempo por más que nos aferramos.
Nos hacemos grandes como Fernando Alfaro y sus canciones. Al fin y al cabo hemos envejecido con ellas, y eso mola. Sí mola. Justo el adjetivo que merece.

Empezaron al rato LA BIEN QUERIDA; otra artista que me tiene robado el corazón. Y yo, más pendiente de Fernando recogiendo sus bártulos, que de Ana Fernández (la Bilbaina) y David Rodrigez (el catalán) de Beef y La Estrella de David. Un set semiacústico por así decirlo, donde la voz Ana fue la dominante por encima de cualquier instrumentación posible. Va sobrada, y aunque sus canciones de despecho no nos dejen bien parados, nos atraen como la mantis al lecho conyugal: Un masoquismo visceral que nos atrapa en una tela de araña con aires de andamiaje funcional y práctico. Lo justo para armar una estructura musical por donde se filtran corrientes que beben del romancero más folklórico, como del pop sesentero a lo Jane Birkin o el de Jeanette. Un disco, el de “Premeditación, alevosía y Nocturnidad/2015” que aún perdiendo ese punto más bailable y arrabalero de “Ceremonia/2011”, parece haber sido confeccionado para escucharlo con más atención y profundidad.
En clave acústica la verdad es que funcionó bastante bien, pues la carcasa al desnudo de sus canciones en realidad son puro Pop de autor. Luego están las bases electrónicas tan bien gestionadas por David, que aunque en directo le jugasen alguna mala pasada, lo solventaron con bastante honor.
Son canciones que pueden enfocarse de mil maneras y eso pasa principalmente porque Ana domina su medio -la voz- de manera impecable; algo siesa, pero siempre con el tono adecuado. Muchos descarriados por allí que preguntaban de quien se trataba. Y es que canciones como “De momento Abril”. “9.6”, “Luna Nueva” o “Muero de Amor” son de aquellas que irradian un tono electropop naiff que bien podrían beber del folklore más tradicional de nuestro país.

Acabado el set de La Bien Querida, y con el manto casi bucólico de su tonadillas más acústicas flotando todavía en el atardecer.
Cuando la luz se echaba ya a dormir. Y las criaturas de la noche (mosquitos, moscones y moscardones) zumban que te zumban hasta adherirse a la peguntosa piel. Para qué maldecir el clima, si ahí están los saciantes mojitos del Depo -eso si les hizo ganar puntos- hay que reconocerlo. Tanto, que junto a las deliciosas viandas que preparaban en una rulotte próxima, vimos con más lucidez que el cambio de programación, tenía hasta su lógica.

Saltaron sobre el escenario AMATRIA, y pese a no ser santos de mi devoción en momentos puntuales. Cuando despliegan ese sonidero de ritmos Funk, Eurodisco y zangolotinos. A uno no le queda más remedio que bailar.
Tengo que admitir que una banda puede no gustarte desde la perspectiva estilística, prensada y editada. Pero pueden tener mucha actitud sobre el escenario, saber venderse, dar una vuelta más de tuerca a su sonido, y acabar rendido a sus pies; da igual si son las situaciones las que lo precisan.
Pues eso, que a mi plim. Si me hacen bailar y disfrutar, lo demás son neuras para guardar las formas, y que hablen...

SAINT-MALO de ALFARO FERNANDO





Quince días más tarde, ahí queda ya a lo lejos ese vano recuerdo de ahogarte en tu propio sudor. De ver a la chiquellería corretear y hacer el pino a medias mientras te ahogas en tu humo. De calarte los dientes con el hielo picado y la menta, y de ver a Fernando hacer la fila para cenar, como los demás.
Ese recuerdo brumoso y neblinoso como esa humedad que emerge junto a la costa cada mañana, es ahora hasta más intenso incluso. Fue esa misma sensación de la eyaculación precoz #sentir el subidón a la vez que la frustración.
Una rara disonancia entre el deseo y el guarda para mañana. Con la única esperanza de que en Octubre pasee con banda este esperado trabajo y yo tenga mejor suerte; no queda otra. De mientras... las escuchas se suceden. No he necesitado muchas la verdad. La primera fue vía streaming y fue un pálpito, aunque no suelo dejarme llevar demasiado por las primeras impresiones; prefiero echar pulsos con sucesivas audiciones.
Pero sería de tontos, no admitir que tras aquel último concierto/regreso de Chucho; ese mismo que hace más de año y medio me giró del revés, me rajó, me cosió, me pespunteó y me sumió en un largo sueño de 12 días. La idea de volver a ver entrar en el estudio a la banda, no se nos pasó a más de uno por la cabeza. Fue un poco de todo: El tema nuevo al cabo de nueve años “Motor de Perro Negro”, ver sobre un escenario a la banda al completo, el cincelado rudo y amable a la vez de todo el temario... Como un aliento de sepulcro casi fantasmal. Y verlos ahí, mejor incluso que las cuatro veces anteriores.
Son ese tipo de bendiciones a las que uno se agarra cuando nada te compensa. Egoísta puede... mejor así.
Digerir las distintas transfiguraciones de Fernando and Co. Como justas evoluciones naturales de la vida y de uno mismo, o las zanjas que vamos tapando por el camino. Quizás sea lo más justo, sin entrar por supuesto en detalles y análisis de forense musical.

La cosa es que después de aceptar “La Vida es Extraña y Rara/2011”, como un disco despellejado, desnudo y cuarteado #Un disco donde las metáforas empíricas que con Surfin' Bichos y Chucho nos alucinaron, parece que se van un poco al garete.
Aquí todo es realidad. De la que se toca, incluso diría más. De la que tal y como hemos madurado con la edad, nos hace más cómplices y hasta protagonistas - Que ya no semos unos niños!!Saint-Malo es como una necesaria resurrección tras unos años de autoenjuiciamiento. Algo así como someterse a un jurado; el de uno propio, que es el más chungo, y superar un mar de dudas a nado y sin bombona de oxígeno.
El caso es que Fernando Alfaro ha salido reforzado. Y me atrevería a decir sin excederme, que es uno de sus mejores trabajos en años; sin subestimar en absoluto el resto. Y en esto no me voy a andar por las ramas y voy a ser franco:
Me parecen por encima de estilos, sonido o texturas las suyas. Unas de las letras más ágiles, directas sin por ello andar escasas de poesía; y refrescantes sobretodo. No las voy a comparar con nada de lo anterior. Si acaso voy a pensar que coge lo mejor de cada época: Lo periférico y subterráneo de Surfin' Bichos, lo sugerente e imaginario de Chucho, y lo autobiográfico de su última etapa. Un disco rebosante de Pop inocentemente feliz, donde lo trágico, melancólico y contemplativo se entrelaza. Dando algo que sin saber bien que es, te acaba dejando un muy buen cuerpo.
Sin estridencias ni las aristas de otros trabajos. Aquí cada cosa suena en su sitio, y con una mesura que hasta diría yo que reconforta y estimula. Lo cual no significa que al escucharlo uno no intente buscar conexiones con el pasado; que las hay.
Pero lo cierto y más agradecido, es que tampoco lo necesita; si lo que queremos es disfrutar de él. No sé, es como el hermano mayor que se fue de casa bien joven, y regresa al cabo de los años con un semblante que se te antoja rejuvenecido pese haber envejecido; ¿me explico?


SAINT_MALO llega en un momento idóneo. Salvador de estos calores que te hunden hasta el fondo de la tierra, buscando humedad, como las raíces. Y nos muestra a un Fernando plácido, contemplativo y aliviado.
Son puede, esas instrumentaciones y voces que se mecen como una vela latina en las corrientes de la costa. Tiene ese aire mediterráneo en cada nota, en las sensaciones que transpira y en el lenguaje de Fernando, mucho más natural y palpable. Se escucha como una travesía cotidiana empujada por la brisa y la marejadilla en plácidos subeybaja. Y desde el primer segundo, cuando echa a rodar “Velero”, sale a flote un efecto liberador que nos acompaña en todo el trayecto.
Saariselká Stroll” con constantes viajes a la infancia palpitante de quien no arrastra demasiado equipaje, o “Tempus Fugit”: Trabalenguas de automatismos que no se explican ni se entienden, pero que a los seguidores de Fernando nos hacen ya de criptogramas que se resuelven al vuelo. La verdad es que con los años, los textos del Albaceteño son cada vez más translúcidos.
Esos tempos contemplativos a los que me refiero, cuando la escucha bien vale salivar, amasar y deglutir. Un arranque donde el balcón marino de Barcelona; su actual residencia. Parece haberle aportado un sentido más diáfano de la vida que se pasa. El Pop omnipresente en esas canciones o en otras como “Bonita fiesta”, se torna crepuscular cuando llega “Me hiere, no me hiere”. Y es verdad, tiene un ritmo parecido al de una historia o incluso al de una vida con sus fases lunares definidas y otras con degradados.
Las intersecciones se suceden, veloces. Suenan pequeños himnos de bolsillo como “Arrancando las vías” para que a nadie se nos olvide que la prosa de Surfin' Bichos sigue indemne. Con “El Ascensor de Herodes” los claros de pop juguetón se alternan con las sombras del arbolado. Aquí vuelve de nuevo esa métrica tan familiar a golpe de impulso ventricular. Letras de una agilidad y brillantez onomatopéyica tan musical, que en verdad, la música tan permeable a las últimas colaboraciones con Joe Crepúsculo, acaba sonando prácticamente testimonial. De echo, es una de los grandes aciertos de este disco.

Pijama de Fantasma” y “La Luna Aplastada” son dos de las gemas de este trabajo; mis preferidas sin duda. Ese tipo de canciones que definen un día cualquiera, y que nos rememoran épocas donde la música salvaba vidas a la deriva. “La Edad Media” apuntilla el oscurantismo que sin embargo a todos nos da luz; toda una autopsia confesional que asusta.
Y que bueno el susto, nos revive y sobrecarga. Un poco cruel, porque no decirlo. Saint-Malo asciende a los cielos lentamente con pequeñas monodosis, nos alza y nos lanza al vacío siempre con bastante delicadeza; como para no hacernos daño. Pero las despedidas ya se sabe, son crueles y por lentas no menos dolorosas. “La Eternidad” la define así: hasta que la muerte nos separe. De novios con actos y entreactos que dosifican esta relación que nos une por las tripas, pero también por el corazón.
Eso fue todo” suena a luces encendidas y a shock de despedida. Acaba la orquesta con un redoble, aplausos y el batiburrillo de público y camareros blandiendo retirada vasos, botellas y cigarrillos.
Y cuando te vas a casa, solo normalmente. Por el camino rememoras y ordenas, nunca lo suficientemente. Para eso está la certeza de que nunca será igual, y también la magia del asunto.