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jueves, 22 de agosto de 2013

CANCIONES QUE NOS SALVARON LA VIDA #4: TRIÁNGULOS AMOROSOS_ Blue Flower





Eran noches de Verano, las mismas noches con sus mismos abrasadores días luminosos y despejados. En las que bien caída la noche el amparo de los mantos estelares y el perfil difuminado de la hermosa Luna llena por la calima, nos empujaba a salir como licántropos hambrientos de carne humana.
Era una enorme casona modernista a las afueras de la ciudad; de apariencia abandonada por las trepadoras que desdibujaban los detalles de la fachada, sus ventanales enormes, las viejas vidrieras con aguas que deformaban las figuras humanas como fantasmales espectros. Y un jardín trasero, donde cada noche de Agosto nos reuníamos las almas más desorientadas de la enorme ciudad. Desolada por la fuga migratoria de sus habitantes hacia playas prometidas.
La mayoría éramos asiduos, pero pese a eso no nos conocíamos: La relación aséptica con los camareros, la mano anónima que seleccionaba la suave música que sonaba cada noche, y las conversaciones apagadas como un susurro, mejor así; lo más parecido a un oasis de ficción. Abstracción y frescor vegetal como antídoto al tumulto que el resto del año reinaba en la urbe.


Ella tímida y discreta, en su discreción desprendía un encanto resplandeciente e hipnótico que me impedía dejar de observarla. Hacía como si mirara distraído a cualquier detalle del jardín, pero en realidad eran meras excusas para observarla con detalle.
No sabría determinar con exactitud cuando crucemos las primeras palabras, solo que a partir de entonces nació una relación tan intensa como enfermiza por las ondulaciones melodiosas de su torso: La recorría una y otra vez sin llegar a empacharme jamás disfrutando de sus montañas y valles profundos, por los que vagaba encantado con el paisaje de su orografía cambiante.
Al cabo del año estrechado más aun nuestro idilio conocí a su hermana. Más joven que ella aunque no mucho, eso sí, radicalmente opuesta en carácter y atractivo. Si una era dulce, discreta, y ritual en la ceremonia del cortejo. Su hermana pequeña era directa y terriblemente erógena en su aparente y despreocupada forma de actuar, desconcertante diría más. Tan desordenada en las apariencias que irradiaba sexualidad por doquier, era esa otra forma de reivindicar su belleza abrumadora la que hacía que no necesitase de insinuaciones inútiles para seducirte, directamente te intimidaba.


Por muchos años tuve el corazón dividido, amaba sin titubeos a la delicada Circe por su fragilidad abrumadora, pero me sentía terriblemente perturbado por la insinuadora Persífae. Era una bondad y una maldad tan contradictoria, por la que me pasé años preguntándome el porqué de esa misteriosa y perversa atracción.
Descubrirla se convirtió en una especie de obsesión esencial, para entender los sentimientos que despertaban ambas en mi. Y no fue hasta pasados muchos, años en los que nuestra atracción sufrió de caricias y envites, de provocaciones y rechazos. En definitiva, una relación que se parecía más a un juego de forcejeo, que a un idilio amoroso; hasta que por fin acabé por descubrir de donde venía tan morbosa reacción.

Su madre, la de aquellas dos almas tan distintas, me abrió una tarde la puerta. Y allí en el umbral de su casa se me clavaron las palabras; un hola balbuceado y entrecortado que dio paso a una sonrisa forzosa de timidez total. Una pequeña y frágil señora de ojos rasgados y melancólicos, con el arte y mirada de una Mantis religiosa.
Aquel día no solo descubrí donde recaía mi verdadera atracción por aquellos encantos femeninos, si no que además me encontré con una DAGMAR KRAUSE longeva tanto en sus inicios de parte del Avant Pop transhumante de la Germano Británica banda SLAPP HAPPY, como en sus posteriores y portentosos proyectos artísticos.


Lo cierto es que fueron dos canciones como pudieron ser las tres mujeres que se escondían tras ellas. Las dos primeras conocidas por los asiduos a cadencias brumosas, la tercera surgida de los estratos rocosos de la música fosilizada en el brusco cambio climático que sacudió los 70. SLAPP HAPPY fue una curiosa banda formada por un trío de dimensiones contrastadas: Un gigantón Anthony Moore (Pink Floyd, Henry Cow), de origen Inglés. El estadounidense Peter Blegvad (Henry Cow, The Lodge) y mi adorada Dagmar Krause Alemana de nacimiento
Su trayectoria giratoria que los llevó de Hamburgo, donde el mercado era prácticamente inexistente; hasta el Reino Unido. Donde se disolvieron tal y como nacieron, sin hacer prácticamente ruido.
En sus cortos tres años de carrera dejaron a su paso tres discos tan distintos y enigmáticos, como el encontronazo de su existencia en mi rocambolesca historia de amor y desamor. “Sort of Slapp Happy/1972” su trabajo de debut al frente de Polydor Alemania y grabado en compañía de dos de los principales miembros de FAUST (Banda de Krautrock Alemana 1971/2011), contenía esa hermosa BLUE FLOWER que trianguló con maestría en esa ondonada desconocida de mi corazón..
Un tema y un disco curioso por su apariencia de Folk caleidoscópico que se descomponía en cristales de Art Rock, Psicodelia, Glam, y sobretodo de un POP sencillamente germinal para aquellos años. Como suele pasar en esos casos, Sort Of.. no tuvo éxito; sin acabar de averiguar si su fórmula intentaba investigar en tan diferentes aspectos de la música que se desvanecía en efectividad, o si fue su negativa de actuar en directo la que les hizo fracasar en ese lúcido comienzo. El caso es que de sus doce cortes se pueden extraer, además de la atemporalidad de “Blue Flower”, un repertorio bien amplio de incómodas y magnéticas joyas.

Just a Conversation” podría haber corrido la misma suerte que “Blue Flower”, dos canciones que hacen grande la magia de la música en detrimento del tiempo. Los Wah wah de la guitarra que A. Moore colocó ahí como contrapunto a una todavía virginal voz de Dagmar, quien parecía querer cantar pulmón abierto a la libertad ideológica de la música. El Rock Glamuroso en homenaje decidido a Marc Bolan de “Paradise Express”; con el Saxofón de Gunter Wünsthoff dibujando abstracciones en ella misma, y así como de manera más balsámica en la preciosa “I all Alone”.
Sort Of... contiene pasajes que apuntan a un destino experimental, Avant-Rock o Pop futuro, como podrían ser los de “I got Evil”, “Tutankhamun” o “Mono Plane” en manos de las voces masculinas. Pero cuando Dagmar Krause entra a escena señores míos, el disco de debut de Slapp Happy es decididamente una tormenta cumulosa de auténtico POP sin caducidad posible.
Una obra que acabó sepultada como el recuerdo de tan infames bellezas. Hay noches que me solivianto y salto con convulsiones que me surgen del estómago y me rompen el espinazo, pero la mayoría cabalgo a lomos del recuerdo; es una sensación rara de excitación dolorosa que se muda de traje como las serpientes, pero que siempre siempre me recuerda lo ingrata que es la vida.