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jueves, 31 de julio de 2014

#TARDES A PIE DE NEVERA (y van dos): INSPIRAL CARPETS_2014





Con la puerta del combi abierta de par en par, y la inmensidad de la llanura Manchega ante nuestros todavía ensangrentados ojos. Me he dado una garfada de rocío matinal y una ducha de relente refrescante. El único momento en el que calor de sangre fría se deja acariciar; aun medio tontorrón legañoso y un poco manso. A partir de las nueve ya empieza a gruñir a morder, y es imposible.
He recién conocido a un viejo cantante de orquesta, con el que me desvelo y charramos un rato hasta que el rabioso sol se incorpora para mordernos los brillos. Me dice que cantaba en una orquesta llamada Oasis ya disuelta, pero que alguna noche se envalentona ante un público más distante, desconocido y menos exigente; el de la nevera. Que estaba harto de que todo su pueblo lo parase por la calle, y que un buen día decidió abandonar mujer e hijos en busca del anonimato.

Allí sentados con las piernas colgando sobre el embellecedor de las patas del engendro frigorífico, nos quedamos mudos escuchando el silencio, los respingos de quien duerme, y algún imprudente que habla en sueños. Él me cuenta su vida de noches infinitas, de extenuantes jornadas y de famoseo bizarro, y yo lo escucho en silencio. Allí donde se encuentra lo pasado y lo contemporáneo, donde chirrían los goznes del gran baúl de los recuerdos. Y con un rumor memorabílico tenaz y rebelde que no quiere callarse, viajamos los dos casi cada mañana sin seguir un itinerario preciso o concreto.
No emprendí este camino con los bolsillos vacíos, y fueron pocas pero necesarias las cosas con las que llené mi zurrón. Algunas están ahí de forma física y tangible, otras en cambio son vapor de pensamientos; se llevan pero no pesan ni apenas se sienten, vienen y van como los pensamientos: Música de ahora y de ayer para canturrear, algún libro y muchas películas para ver, que descongelamos apenas sacándolas un minuto del gran sótano congelador.



Después de ver estos últimos años como volvían a la vida bandas y artistas criogenizados desde tiempo inmemorial: Pixies, The Woodentops, House of Love, James, Morrissey, The Blow Monkeys, Peter Murphy... y alguno más que se me escapa. Veteranos que parecen venir al rescate o simplemente animados por el revivalismo de incombustibles décadas. Algunos con más maña que fuerza, o con aquel proverbio de “más vale el viejo por sabio” como argumento.
De todos ellos, y sin el más mínimo interés por cuestionar o ensalzar la vigencia/necesidad de sus propuestas, ni la intención de abrir un debate tanto o más absurdo que las mismas modas pasajeras. De todo cuanto ha caído en mis manos. Si hay algo que me ha devuelto mi inocencia juvenil veinteañera, me ha saciado como el agua fresca que premia un largo camino territorios desertizados, y me ha proporcionado ese glorioso instante del sueño húmedo; siempre breve, imaginativo y morboso. Es la descabellada idea de INSPIRAL CARPETS, cuando un buen día deciden publicar un nuevo disco tras veinte años de silencio; y no por ello morir en el intento.

Porque vayamos a ser sinceros. Si a alguien en una pirueta malabar se le ocurriese viajar a esa pérfida época puente entre los oscuros 80's, y el tsunami del BritPop. La llamada Escalidelia de Madchester, donde el fulgurante Indie de finales de los 80 echaba el resto en la pista de baile entre Anfetas y LSD , a manos de: Stone Roses, Charlatans, Happy Mondays, A Guy Called Gerald, Lightin' Seeds, 808 State, Jesus Jones, The Shamen, The Soup Dragons, Paris Angles y largo largo etcétera que se desvaneció progresivamente hasta caer en el olvido; salvo The Charlatans, que se supieron reciclar tras la muerte de su organista Rob Collins.
De todos ellos sin excepción posible, The Inspiral Carpets quizás sería la más improbable de reinventar en la actualidad; cuando ya de por si eran una rabiosa y dulce anomalía por aquellos entonces.

De las pocas bandas que parecían ir por libre, y que hicieron de su insignificancia una valía jamás reconocida. Se dice que en su debut vendieron más camisetas de La Vaca Extasiada que discos; y es cierto. Desecharon el Hammond por una especie de Farfisa más estridente, como un elogiable homenaje a Ray Mazarek. Pasaron de una psicodelia corrosiva a unas guitarras mordientes y abstractas más propias del garaje y de los años gloriosos del Mod. Redujeron su inquebrantable personalidad a un pequeño puñado de hits esquivos, de manera totalmente injusta: “Joe”, “This is How it Feels”, “She comes in the fall”, “Caravan”, “Dragging me Down”, “Saturn 5”. Donde sus letras de historias reales, del proletariado, de la juventud perdida entre la miseria e industrializada Manchester postTatcheriana los asoció a otra banda de reivindicativas letras, JAMES. Y que desaparecieron sin apenas dejar huella en detrimento de los mitificados Stone Roses, y los incombustibles Charlatans.


Veinte años parecen ser una eternidad, sobretodo para una banda forjada en un movimiento tan breve y fugaz como lo fue aquel desencantado Madchester de finales de los 80. Pero a ellos no parece haberles hecho apenas mella el pasar de los años, y al escuchar su trabajo de regreso uno tiene la sensación de que han estado todo este tiempo congelados, gravitando alrededor de su Saturn 5 en una cápsula del tiempo.
No es, aunque algunos lo sospechen, una mera trampa melancólica que la edad nos tiende. Uno de esos arrebatos al que agarrarnos para recuperar la emoción, pálpito o aventura por rescatar aquellos idealistas momentos a los que la novedad ha concinado en una residencia para desechos; ¿y si así lo fuera? tampoco pasaría nada. Inspiral Carpets jamás fueron actuales y como tal , su regreso solo obedece a simple placer de volver a encerrarse en los estudios y plasmar con una visión más serena, su madurez como músicos. Algo que los honra, porque en vez de intentar adaptarse a los tiempos que corren e intentar atraer a otro tipo de público, han continuado como si aquí no hubiese pasado nada ¿20 años?¿que son 20 años si su pasión sigue intacta? Doce cortes los que completan este INSPIRAL CARPETS 2014, donde se sintetizan las mejores virtudes de la banda de Manchester. Y un disco que se podría haber publicado perfectamente tras su The Beast Inside/1991 sin apenas desentonar, y mejorando lo presente.

Sin estridencias, campañas mediáticas, grandes eventos ni suspense comercial, vuelven por sus fueros: Pequeños locales, al rebufo de sus pocos incondicionales y felices, se les ve muy felices si señor. Tanto, que tras la renuncia de Tom Hingley (con quien grabaron sus 4 álbumes en los cuatro años que estuvieron en Mute), regresan con su vocalista fundador Stephen Holt; aquel quien cimentó la banda a base de demos y cassettes en 1986. Todo un pulso personal de Clint Bloon por demostrar que la banda jamás se disolvió, tras la poca relevancia que produjo el barroquismo de Clint Boon Experience a finales de los 90. Y una posterior retahíla de compilaciones, gira de reunión en 2003 y posterior DVD de rigor.
Como una caja de los truenos que se abre, retumba “Monochrome”, una las canciones que mejor ilustra el debut con el que comenzaron su trayectoria, y del que se podría sospechar como un anzuelo de caramelo envenenado para embaucarnos. Pero no es así, los doce cortes que completan la obra son todos ellos señuelos que bien podrían ser en su totalidad doce codiciados singles.
Sin tener ese halo de hits coreables hasta el desgañite. Tanto en “Spitfire” que es el single de adelanto escogido, hasta “Let you Down”, donde el poeta maldito John Cooper Clarcke hace un cameo recitado en la recta final del corte 11, tienen el mismo porte de tema adictivo que cabalga a lomos del órgano Clintboniano. A medio camino podemos tomar aire con “Flying like a Bird”; su tema más reposado. Hacer un guiño a The Charlatans con “Forever Here” que tanto recuerda al “Believe you Me” de los Londinenses. Hasta el asombroso parecido vocal entre el repescado Stephen Holt y Tom Hingley, quien tenía una poderosa voz en directo, hace prácticamente inapreciable el cambio de vocalista sobre la línea sonora del disco. Ponerlos al mismo nivel sobre el escenario ya es otra cosa, ya que Tom (quien desbancó a Noel Gallager en las audiciones, tras el abandono de Stephen en 1989), tiene torrente inalcanzable en los famosos arpegios vocales de su época dorada.
Pero lo que si han conseguido con este nuevo trabajo y vocalista, es recuperar su esencia garajera de sus inicios. Que unido al sonido envolvente y barroco del órgano de Clint Boon (principal artífice de esta prometedora reunión), dan como resultado un conjunto más fibrado, directo y fresco a todo el disco. Ya digo, basta con escuchar el infeccioso “You're so Good for Me”, “Calling out to you” o “Changes”, para ver a una banda por la que no solo no han pasado los años, si no que además se presiente mucho más reforzada y segura que en los últimos trabajos de mediados de los 90. Se que puede parecer algo desmesurado fruto de una alucinación quijotesca (ya se sabe, el calor y el exceso de frigorías mitigantes). Pero es que por triste que parezca, son tanto los sonidos estandarizados, estéticamente perfectos, clónicos e incluso porqué no, ausente en eso que se llama combatividad creativa. Que uno no puede por más que hacer pucheros de felicidad cuando escucha resonar “A to Z of my Heart” o “Human Shield”. Dos de esas canciones donde se estructura el inconfundible sonido de esta olvidada banda y que tanto recuerda al épico “This is How to feels” del 89: Ese sacudir de sus mortajas el Garaje Británico, los Grooves subterráneos de los Pubs del barrio, y ese perfume inconfundible que hizo que la falta de futuro en Inglaterra forjara un sonido único y transmisor.
INSPIRAL CARPETS bebe de todo eso, pese a haberles tocado vivir unos años un tanto artificiosos. Pero sigue estando ahí si se escarba y se profundiza en su sonido aparentemente despreocupado y sin excesos ni pedanterías, se pueden entrever sus numerosas conexiones con los Small Faces, The Jam o The Fleshtones... Y que veinte años más tarde vuelvan a conseguir transmitir ese mensaje, créanme amigos, tiene mucho mucho mérito. Aunque esto final sea una apreciación personal, y serán los espectadores del sinfín de festivales que los vean (PALM FESTIVAL incluido), los que tengan la última palabra; pues no hay un gran disco sin un buen directo.