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domingo, 23 de junio de 2013

ROBYN HITCHCOCK & VENUS 3 19/06/2013 *Sala Apolo 2* LAS PUERTAS DEL DIABLO ESTÁN EN EL CORAZÓN.





Aun sin saberlo a ciencia cierta y con tres días de adelanto, como aquel que retando en duelo al destino: Chulea, vacila, y se la juega a una carta... total, ¿que más me puede pasar?
Primero porque los pocos ratos en soledad de que dispongo no los sé invertir en algo que no sea escribir; sobre cualquier cosa, que más da, si un viaje en automóvil con los pensamientos como único copiloto no dan mucho más que para analizar el paisaje, observar fijamente a otros conductores, escuchar música, o dejar que las locuras solitarias tomen las riendas de la incompostura. Por el camino entre locura y lucidez intento ordenar mis pensamientos (joder, que cinco horas de viaje dan para mucho!!). Lo que pasa es que generalmente al cabo de las horas se evaporan esas introducciones y exposiciones perfectas para una próxima entrada, disperso que es uno.
En cualquiera de los casos ponerme a escribir sobre un concierto al que ni tan siquiera se con certeza si voy a acudir, además de ser una soberana estupidez, para que negarlo, también tiene algo de inventiva porque... al margen de los detalles del evento de los que uno cree que tan solo florecerán todavía en caliente o al cabo de un día, me parece tan inútil o más soltar aquello de: Y ahí estábamos absortos todos nosotros, el público jadeante, la velada perfecta y... como moló el concierto. Tocaron tal y pascual, mi favorita, se le escacharró el ampli y nos dedicó unas hermosas palabras de agradecimiento para cerrar con dos bises que incluso tuvo que improvisar por el fervor de la gente:

  • Que sepáis que tan solo vengo de gira a España porque se come de cojones, bueno también por mi sufrido público
  • Y una mieeeeerda!!


Bueno oye, si a estas alturas del funeral tenemos el gusto de disfrutar de un sexagenario Robyn Hitchcock en plena forma, que narices!!; que sea por nuestra gastronomía. Que no todo van ha ser primas de riesgo e incompetencia lo que nos de la fama allende las fronteras.
Y otra cosa quiero decir yo antes de nada: No hay placer más churrigueresco que acudir a uno de esos conciertos de los que todo el mundo habla, pero que en realidad a pocos importan. De echo para que negarlo, Robyn Hitchcock como muchos otros artistas de esa escena imaginativa; lleva tantos lustros ejerciendo de intelectual imperceptible, que poco importa sufrirlo en solitario o en la justa compañía de hombre solos, parejas de novela, o abandonados.
Pensaba acudir para mi sorpresa con mi pareja al concierto, pero a última hora me ha hecho el salto de cama. Así que sin tener mayor importancia, ya que son muchos los conciertos a los que acudo solo por lo personal de mis últimas elecciones. Aquí me hallo recién llegado de tierras Alicantinas a donde mis razones laborales me han enviado; tres días después de inaugurar esta entrada por actos a la que pondré fin cualquier día antes del solsticio de Verano.





Sala Dos de Apolo contigua a su hermana mayor, y donde en los últimos tiempos he tenido el placer de descubrir aparte de su singular distribución y su acogedor tamaño, algunos buenos conciertos: New Model Army, Megafaun, Chuck Prophet y lo que el destino disponga; el precio intimidatorio de las cervezas (5 euros o lo que se pagaba hace unos meses por un Cuba libre), lo dejamos al margen, para no enturbiar el recuerdo.
Como suele ser habitual en este tipo de conciertos domésticos, la cantidad de público selecto que se dio cita cabía en dos palmas de mano abiertas. Y la suerte de encontrar aparcamiento a escasos metros de la sala me proporcionó la provechosa media hora para: Comerme una Pizza enrollada en las inmediaciones, concretamente en el 48 de Vilá i Vilá; una diminuta pizzería descubierta recientemente donde se puede saborear la mejor Mozzarella de Barcelona, una estupenda Modelo de barril y una buena conversación.
Como tengo la suerte de hablar con las paredes y hasta con aquellos que no respiran, también me dio tiempo de entablar cuatro apuntes con una pareja que repartía flyers a la entrada, sobre??.. Sobre la extrañeza de la música actual y el placer de acogernos a conciertos de viejos y aun por descubrir, músicos del pasado inexistente. Repartían flyers de la visita el próximo Otoño de Mr. LLOYD COLE en el Music Hall de Barcelona, lo cual me congratula por lo aventurero de estos jóvenes promotores (APE Music). Cita ineludible donde las halla.

Ya dentro del recinto y con Peter Buck (guitarra de los desaparecidos REM), acompañado por VENUS 3 sobre el escenario. Pudimos disfrutar del Rock Americano de tintes cabernosos, con el divertimento como perspectiva que practican estos cuatro veteranos.
No es que Peter Buck tenga unas dotes brillantes en lo que a la voz se refiere (mezcla de Alien Sex Fiend, estrella ebria, y voz cazallera según el tema); pero la verdad es que es encomiable la pasión que aun conservan estos músicos curtidos en mil batallas: Bill Rieflin, Steve McCaughey, Kurt Bloch; miembros de acompañamiento en las últimas giras de REM. Se lo pasan a su edad teta sobre el escenario, y eso es lo realmente meritorio del asunto, puesto que zambullirse en sus desvaríos garajeros, fronterizos, mestizos y Rockeros de baja alcurnia, tras años girando en escenarios gigantescos... Tiene en cierta manera, una curiosa reflexión sobre el mundo del Rock Establihment y el destino de los músicos de vocación.


Un set improvisado, barriobajero y relativamente corto; con Robyn Hitchcock apostado a la derecha del acceso a bastidores, entre las sombras de los focos. Que nos mostró la fantástica virtud de este grupo de amigos antes que socios, en el que convierten sus salidas de gira en desenfadados festines sobre el tablao. Cuando estas cosas se departen en comunión perfecta, la verdad es que todo lo demás poco importa: La inperfección de los acordes, la solemnidad del estrellato, lo inalcanzable de tus mitos, y cualquier cosa que a uno le pase por la cabeza cuando nos autoimponemos una barrera imaginaria entre el espectador y el artista. En este tipo de conciertos todo eso desaparece, y al final solo queda la sensación de una reunión entre viejos compañeros de viaje; músicos y seguidores.



Tal fue el desaguisado, que la aparición de Robyn Hitchcock sobre el escenario al cabo de unos quince minutos, se dotó de todavía más solemnidad y elegancia; (un dandy con cara de diablillo) al que los años parecen haber conservado en alcanfor. Lo suyo no es un saber llevar bien la vejez, como se suele decir de manera displicente, si no que ha ganado asombrosamente a lo largo de los años como los buenos vinos.
Desde que a finales de los 70 puso a cero el cuenta kilómetros con SOFT BOYS, hasta su posterior carrera en solitario del que guardo como oro en paño aquel primer Groovy Decoy/1982 con el que lo descubrí. A dado para que este Londinense establecido en el ámbito undrground Americano hiciera de brújula en listas Univesitarias, aquel hervidero de jóvenes bandas en la incipiente escena alternativa de aquellos años. También para aislarse de la tumultuosa escena Británica de la que tan solo tomaba prestadas, sus miserias y un ácido sentido del humor de puro costumbrismo.
Se ha permitido el capricho de revisar una infinidad de facetas de sus ídolos: Bob Dylan, Roxy Music, Lou Red, The Byrds, Syd Barret, y otros muchos más; todo ello sin dejar de construirse un universo tan personal y pragmático, que ahora con sus sesenta años recién cumplidos parece imposible concebir la música actual sin su presencia, y a pesar de que su existencia ha sido casi siempre sibilina.

En esta presente gira que lo ha llevado por cuatro o cinco ciudades de nuestro país, se intuía la puesta de largo de su sintético LOVE FROM LONDON. Sin embargo la compañía de VENUS 3 en perfecto concubinaje hacía presagiar otra suerte de destino; en un repertorio tan extenso el suyo, que reconozco en parte ese atractivo como el apetitoso cebo que me llevó hasta allí. Lo cierto es que con una banda eléctrica arropándole y su bagaje musical tan distinto, dejaba entrever por una rendija una noche tremendamente tentadora.
Ataviado con una de sus personales camisas entre lo excéntrico y lo elegante, armado con una armónica y las cálidas cuerdas de su guitarra compartió ese Español fronterizo que lo caracteriza; se despachó con una especie de aperitivo de desnudez tan exquisito, que de repente nos hizo olvidar el ruidoso y devenzijado set de Venus 3: La armónica saco humo y se despachó tres temas de las que supongo sonaron alguna de las incluidas en su personal homenaje a Bob Dylan, Robyn Sings/1996. Seguro sonó la reconocible “Visons of Johanna”, y “It's all over now, baby blue” creo, pues sinceramente no controlo esa parte de su repertorio, además “Sometimes a Blonde” de cosecha propia.

ROBYN SINGS/1999 (Bob Dylan live covers)

Se enchufó a los amplificadores con la banda de acompañamiento ya sobre el escenario, con una “Goodnight Oslo” en la que un magnífico y atemperado Steve McCaughey acariciaba el bajo haciendo a su vez del coro femenino que lo arropa en los últimos discos.
El excelente sonido de una banda tan bien engrasada hacía presagiar un noche repleta de caramelos venenosos, y así fue. El repertorio podría haber sido escogido al azar y aun seguiría siendo una apuesta singular y segura: La sincronía en los arpegios de guitarra de Peter Buck y Robyn Hitchcock bañados en un Rioja del que dieron buena cuenta a lo largo de la noche, la versatilidad con las baquetas en las manos de Bill Rieflin, y la magnífica personal voz con la que Robyn Hitchcock aúlla a la Luna, en la actualidad. Todo ese conjunto hizo de la noche un memorable viaje tripulado, a un lugar de la música donde la Psicodelia tan solo aduce a un estado de profunda imaginación, al margen de estilos, fechas, y posturas.
 
Sus canciones pueden sonar a ratos, hermosamente Pop como la reluciente “Sally was a Legend”; una de mis preferidas de la noche. Melancólicas y apaciguadoras como lo es la preciosa “NY Doll”, furiosas y primitivas como la vieja “City of Shime” o “Somewhere Apart”; donde se pueden palpar de mejor manera, su innegable influencia sobre otra serie de bandas. O cargadas de mestizaje fronterizo en clásicos de nuevo cuño como lo es esa “Ole Tarántula”, incluida en uno de los discos fruto de la asociación con Peter Buck & Co. hace siete años.

De su más reciente trabajo tan solo sonó “Be Still” con lo que se confirmó que su visita no revestía afán alguno por reivindicar su nuevo material. En realidad tampoco lo necesita, si bien es cierto que sus nuevos discos nos presentan a un autor sin freno a la hora de seguir redecorando su universo propio. Lo que es evidente sin ningún tipo de discusión al respecto, es que Robyn Hitchcock no ha parado de reformular una tabla de elementos que hacen del arte como síntoma expresivo, una manera de mezclar creatividad con vida. Lo mismo da que en ese camino se recreen elementos del pasado, se subraye el ROCK como el ingrediente primario desde donde salen todas las músicas modernas, o asuma con total naturalidad la abstracción de una modernez empeñada en dar nombre a todo aquello que no lo necesita, cuando su perpetuo anonimato así lo defiende.
En la desembocadura final de tal tobogán de placenteras sensaciones, de aquellas en las que es inevitable cruzar miradas entre los asistentes para confirmar tus sensaciones. Donde nunca llegarás a entender el porqué del nimio interés que despiertan estas importantes facetas de la música contemporánea, en gente que se llena la boca de apuntes, referencias, y respetos dejándolas olvidadas sin más. Se aduce a las faltas de presupuesto y a los precios, pero todos sabemos que no es así: Que a menudo nos empachamos en la trascendencia de la vanguardia olvidando lo esencial, la grandeza de las raíces.
Pero en fin, corramos un tupido velo y que esto no parezca una pataleta de caduco carcamal.


Retomando el hilo y poniendo fin a esta demasiado larga crónica, la noche acabó tal y como debía ser: Con la brevedad de algo que entusiasma en la delicadeza semiacústica de un “Up to our necks” de su Goodnight Oslo/2009, la mítica “King of Love” de aquellos primeros Soft Boys. Y claro como no podía ser menos con dos de sus habituales versiones, rememorando aquello con lo que predica ¿que sería de nosotros sin la simbología de nuestros antepasados? “Heroin” y “I'm waiting for the Man” de los eternos Velvet Undergound, junto a una olvidada “She said, she said” de The Beatles.


A las puertas del Apolo 2, aun sin querer marcharme de la escena del crimen, todavía me dio tiempo de compartir tabaco de liar y emociones con un compañero venido del Sur. Allí a las puertas del infierno coincidimos en la grandeza de Robyn Hitchcock, de aquellas conversaciones entre canción y canción, de lo nítido que sonaba el bajo de Steve McCaughey, la simpatía de jovenzuelo irreverente de Kurt Bloch, y de las diabluras que era capaz de hacer Peter Buck con una Rickembacker en sus manos.
En definitiva, que Robyn Hitchcock es un tipo que se hace querer por esa juventud latente y perenne que desprende sobre el escenario. Parece estar todavía presente en mi retina; con esos tics de niño inquieto aparentemente nerviosos de quien vive la música al instante, girándose e intentado comunicar con la mirada con los compañeros de viaje.
 
Parece mentira que sobre el escenario esté una persona de 60 años que ha permanecido la mayoría de su vida olvidado en el tiempo, y todavía sea capaz de transmitir esa emoción por tocar y observar los aspectos más imaginativos de nuestra existencia; más aun cuando reconoce que disfruta empapándose de la multiculturalidad del universo y... sobretodo de sus sabores.
Es por eso que aquello que nos alimenta el alma, también nos enriquece el organismo; tanto si son las notas musicales, su presencia y el instante del momento, como si aquella tortilla de patatas, el Queso Manchego, el vino y que se yo, nos mantiene conectados por vía sanguínea o sensorial. Alabado sea!!

ROBYN HITCHCOCK & VENUS 3/ OLE TARÁNTULA!!