Atrapado en una grieta, me he luxado me hecontracturado, y un poco se me han dormido
los brazos también. Y creo que los kilos que he ganado estos últimos cuatro
meses no me van a facilitar la huida; ¡qué suerte de haber ganado algo!
Me he dado cuenta que este madrugón inaugural después
de cinco meses y medio, me recuerda un poco a aquel día que mi madre me
arrastraba Sant Mori arriba a una
academia de repaso. Entre lloros y berreos, siendo como era, un estudiante
pésimo; una realidad aun palpable a día de hoy.
Entonces, ¿todavía no entiendo porque con cincuenta
y tres ya, quiero hacerme chiquito?
Quizás para así estar más cómodamente en las
grietas. Para poder escabullirme entre la franela, vivir tras los premarcos de
las puertas de madera y como un ácaro, dejándome llevar por las corrientes
aéreas sin ser visto. Solo mirando y observando.
Con el tiempo, me he dado cuenta que ese bug de nacimiento que me impedía
memorizar poco más que el abecedario. Me ha obligado a funcionar a golpe de
instinto y a utilizar una red, universo, metodología… Donde todo lo inaparente,
se interconecta entre sí. Por lo tanto, al final, el inconveniente de ser
incapaz de amueblar mi conocimiento con la información que hace la vida y
nuestras capacidades, un prospecto o manual de instrucciones. Ha sido como una
especie de fortuna para explorar y disfrutar con los tan subestimados sentidos
y el impulso, sí, el impulso como agilidad para sortear inconvenientes y
usarlos en tu beneficio.
Así que esto, antes que parecer una confesión ombligista. Es una invitación para
seguirme al rebufo en esta desventura reconstituyente de coser vinos
libertinos, hacedores nómadas, y canciones de consonancia espontánea.
La mayoría se producen por casualidad, pero con una
intención digna de la polinización; por el querer, ser y estar.
Y ocurrió un día bueno, de esos de sol húmedo, en
plena fuga de búsqueda y de cuando el roce con el hinojo marino estalla en
fragancias mediterráneas. Y Marc Lecha, Marta Puparelli y Eloi Cedó se cruzan
en 2021 para sacar a bailar el Callet Mallorquín 60% y la escasa Garnacha
peluda de sas illes 40%. Mientras el Heart and Soul nos dice:
La existencia,
bueno, ¿Qué importa?
Yo existo en los
mejores términos que puedo
El pasado es
ahora parte de mi futuro
El presente es
inalcanzable
Corazón y alma,
uno arderá
Corazón y alma,
uno arderá.
Guardar recuerdos soles, brillantes, vitaminados, de
cargar pilas y empinar el alma; para cuando no haya y los cielos plomizos nos
hagan famélico el espíritu. Como un lema, en definitiva. Y poniéndole música
igual que Bill Ryder-Jones ha hecho con “This
Can`t Go On”:
Dios, todo está
claro cuando necesito a mi papá, papá, papá
Me siento como
un niño chico
Tengo que
recomponerme porque esto no puede continuar.
Es entonces cuando los diferentes proyectos en los
que Eloi Cedó se ha implicado tras dejar de elaborar mi faro Cható Paquita en
el 2019, tras la partida de su madre “La Paqui”. Cobran un sentido todavía más
primordial si cabe, con la amistad y la conexión como columna vertebral de sus
vinos.
Y te topas con
REC para deslizarte como un chaval en un tobogán de un parque acuático.
Mientras observas hipnotizado, los rosetones en forma de alcachofas del Prat
confitadas en aceite del Maitea. Para asimilar un poco más si acaso, esa cosa
del momento preciso sin más intención. Que hace que busques aquello que
proporciona cariño.
Cuando estas cosas suceden, normalmente no hay libro
alguno donde se explique el significado de semejante fenómeno; o por lo menos
yo lo desconozco.
Pero lo que si es cierto, es que cuando sucede lo
notas.
Por eso los vinos de Eloi Cedó proporcionan el
efecto ese donde saboreas el estar a gusto con la compañía, la magia del sitio
y el momento, el relucir de dar placer sin más… Sus vinos dan placer, solo
puedo afirmar con certeza eso.
Igual metería el pie en el charco si dijese que RENCONTRES me ha seducido tanto como mi
primer Cható Paquita del 2017. Pero tampoco voy a mentir si afirmo que esa
parte ligeramente cítrica de naranja sanguina al final, junto a un fondo que a
mi recuerda a una parte cárnica donde bien podría asociarse al mioglobina. Pero
que evidentemente jajajaja igual
sería más generoso referirse a la ciruela madura o ligeramente compotada, con
un recuerdo al ahumado; y ya puestos, imaginaros el vino como un torrente
sanguíneo muscular de la viña y los elaboradores.
Que a mí ya me vale y me quedo tan a gusto.
Y ahora ya sí, en pleno estado de placer mientras
los que mandan intentan derrumbar nuestro precioso mundo. Congelar el tiempo
del disfrute con otra de esas canciones que a mis 12 años. Me hicieron retozar
sobre los armónicos acompasados y cacofónicos de Bob Marley en el Crisis del
Kaya:
Dicen que el
amor es una corriente que encontrará su curso
Quiero decir,
algunas personas piensan que la vida es un sueño
No importa cuál
sea la crisis
¡Hazlo!
Solo remarcar para finalizar.
Que este escaso y fabuloso tinto mallorquín (590
botellas), que me acompaña en mi huida y que nos ha servido para alumbrar
canciones. Ilustra como nadie la inconfundible personalidad de Eloi.
Lo hace uniendo fuerzas de celebración; en buena
compañía, siempre.
Lo hace además, como siempre, sin apenas el intento
de reiteración si no de avance e inmediatez.
Lo hace también sin condicionante ni ultimátum, sino
más bien como estadios donde jugar y crear: Con cualquier comida, a solas,
porque sí y porque te da la gana, porque se transforma con los grasos, dulces
vegetales de la alcachofa, con el ahumado choricero de las pochas o con la
santa gloria del brido por…. ¿ti mamá?
Y porque sin él no estaría yo aquí preparando mí
vuelta al trabajo tras cuatro meses y medio, en una especie de “Fuga de Logan”
de esta aburrida ciudad; como decían los Bethal
en boca THE ANIMALS, con aquel “We Gotta
Get Out of This Place”:
En esta parte y
vieja de la ciudad
Donde el sol
rehúsa a brillar
La gente me dice
que es inútil intentarlo
Tenemos que
salir de este lugar.
Con un vino molón que propició esta tonta idea de
escribir sobre cosas que probablemente no interesen demasiado a nadie.Pero que a mí en lo personal, me ratifican y
gratifican.
Y.
Tampoco creo que haya que darle demasiadas vueltas
ya.
Si encuentran pillen. En Vilaviniteca (su
distribuidor) ya no quedan, yo me bebí la última en Maitea.
Y quizás, solo así entiendan que la vida es un
chasquido.
SALUT!!
Había un niño
Un niño encantado muy extraño
Dicen que vagó, vagó muy lejos
Sobre tierra y mar
Un poco tímido y triste de ojos
Pero muy sabio
Y entonces un día
Un día mágico se acercó a mí
Y mientras hablábamos de muchas cosas
De idiotas y reyes...
Esto me dijo:
"Lo mejor que jamás aprenderás, es a amar y ser amado"
Hay
vida después del tacatá? Existe el bute, el tío del palo o el del saco? ¿Te lo
encontraste acaso tú, mientras corrías como alma que lleva el diablo en aquel
engendro de ruedines y tela haraposa por los largos pasillos del cortijo donde
trabajaba el Papo? A que no
La
vida ya está demasiado hecha de raíles, como para que no amemos un corto_circuito,
más que te rasquen la espalda a la altura del cogote. Y de ahí, para abajo.
Los
miedos no son tales, pues casi siempre se deben a lo desconocido más que a algo
reconocible. Y en el campo de los vinos; igual que pasa con muchas otras cosas.
Nuestros temores o rechazos, están más estrechamente ligados a la esclavitud
que debemos a las imposiciones de nuestra cultura y costumbres, que a lo
estrictamente razonable o debatible.
Hay
que cuestionarlo todo, incluso a nosotros mismos. Si lo que queremos es
arriesgarnos a desmitificar y a avanzar.
En
cuestiones puramente de gustos, es tanto la comodidad y la pereza, como
prejuicio como único grillete.
Y
si bien es cierto que lo fácil es echarles la culpa a las modas; y yo soy el
primero en detestarlas. Hay ocasiones que hay que saber diferenciar entre los
avispaos que se apuntan a una moda, y los atrevidos a abrir rutas nuevas sin
pretender otorgarse la exclusiva, sino a estimular la creatividad.
Ahora
mismo hay una cantidad de frentes abiertos en el mundo del vino, en la
elaboración y el cultivo.
Y
eso por si mismo, es una oportunidad impagable teniendo en cuenta la evolución
del vino en España desde hace 20 años o así.
Desde
la aparición de la tan odiada y manipulada etiqueta “ecológica”, las
inmovilistas y politizadas D.O’s, y finalmente la aparición por sorpresa de los
al principio mal llamados “vinos naturales”. Que en el fondo deberíamos llamar:
Vinos con mínima intervención, independientes… porque… Lo de biodinámicos creo
que se queda corto, cuando las etiquetas (como casi siempre pasa), lo único que
hacen es acotar sin dejar libertad a lo indefinible, cuando de lo que se trata
en realidad, es de simple LIBERTAD CREATIVA.
Dicho
esto. Tampoco voy a explicar con todo lujo de detalles, lo que aquí me trae:
GILLES TROULLIER. Y si acaso, lo que me condujo desde el Vallés Occidental al barri de Sant Gervasi, persiguiendo los cantos de sirena de Vinus & Brindis. Y su agitadora percepción y transmisión emocional del vino totalmente desprejuiciada, donde bebí, reí, disfruté y probé esta maravilla de Garnacha.
Un
tipo que comenzó a trabajar en Cotes du Rhone en Chapoutier hace unos años,
hasta que decidió buscar sus orígenes y volver al Latour de Rosellón en 2002;
todo así muy road movie ¿os imagináis?
Así,
muy bien, no abráis los ojos.
Buscando
la altura de los promontorios y siempre sin perder el carácter mediterráneo de
esta zona, donde la revolución silenciosa de los viticultores independientes es
ya un secreto a voces. Elabora sus vinos en pequeñas cubas y propias
instalaciones con Syrah principalmente, Garnacha negra y gris, un poco de
Cariñena y Lledoner Pelut (Garnacha peluda de origen catalán).
En
esta ocasión no hablamos de un vino propio sino de una colaboración con Zulu
Wine: Proyecto de comercialización y elaboración desde el paraguas alternativo,
de vinos con poca intervención y MUCHA personalidad. Emprendido por el
malogrado Cristophe Albero (frontman de Lazy Sundays) en 2015, y continuado por
su pareja Jessica junto a Laurent tras su fallecimiento por accidente de
tráfico en 2016.
Así
pues, BATTO, es una garnacha elaborada mano a mano de manera particular en
aquel 2015 por ambos. Y que ahora, con cinco años de botella, está en un punto
de consumo alucinantemente óptimo.
Una
rareza si así la preferís denominar. Donde dos cracks irreverentes y ajenos por
así decirlo, a las leyes más generalistas del mundo del vino francés tan
acotado por normas, tipificaciones y control. Nos dispone a otro universo paralelo
y mucho más “punky”, donde la búsqueda de la autenticidad y la explosión
sensorial de los paisajes y terruños, son mucho más importantes que el pedigrí
de monóculo.
Basta
con ver los etiquetados de Gilles Troullier emulando a John Godman en aquella escena
en los bolos de El Gran Lebowsky pistola en mano. Para hacerse una idea lo que
le motiva a este caballero que, pese a su incontestable atrevimiento, elabora
con una precisión de extremos cirujanos para luego regalarnos un ying/yang de
explosiones frutales, y profundas densidades finas a la vez que subterráneas.
Sus
vinos no dejan indiferente, amigos; lo puedo asegurar.
En
Estagel, que es donde ahora está asentado elaborando sus vinos: Una bodega de
apenas 40 metros cuadrados y estilo garaje de altos techos. Vinifica por
parcelas y de ahí el pequeño formato de sus barricas, utilizando puntualmente
el hormigón y el inoxidable para combinarlo con las fermentaciones y crianzas
con levaduras indígenas y 1gr de sulfuroso si se da el caso; pero casi siempre
con los sulfitos propios de la uva. Utiliza barricas de segunda mano compradas
a François Frerès y en Stockinger, pero lo más pintoresco es su devoción por
los artesanos italianos de Mittelberger: Auténticos magos de la microtonelería
y la tonelería a medida proveída de Los Vosgos Franco germánicos, y secada por
ellos mismos desde 1960.
Así
pues, lo primero que nos encontramos al enfrentarnos a este BATTO chiroptero
de color rosa marchita es: Una glotonería apabullante de frutillos rojos
compotados (grosellas, arañones, fresones de Palamós, frambuesas), sobre un
fondo floral de violetas, rosas secas y jazmín.
Su
entrada en boca es ligera, pero… Ojo!! No es el típico vino con mucha carga de
fruta y poca intervención que se bebe como una tisana, no.
La
finura y delicadeza que acompaña a su beber es engañosa. Pues Gilles a su vez,
también busca en la extracción precisa, toda esa parte de terroir y paisaje que
contrasta fruta y finura, con una magnífica profundidad y la reducción propia
de las barricas de pequeño formato.
Y
en su ecléctico paso por boca se balancea entre el bosque húmedo de bayas,
shitake, o trompetas de la muerte que lo dotan de complejidad. Y un curioso
fondo de hiervas de montaña como: tomillo, espino blanco, eucalipto, que le
proporcionan frescor balsámico. Su final es de una acidez eléctrica, y su largo
postgusto retronasal nos vuelve a recordar esa primera impresión de flores
secas; esta vez mezclada con los recuerdos de la madera húmeda y descompuesta, bayas,
setas, y cierto exotismo tribal.
Un
vino que se comporta como un tobogán de evocadores contrastes. Haciendo que la
temida complejidad, acabe siendo un mecanismo que activa y conecta entre si los
sentidos por puro estímulo nativo. Y se adapte con soltura y armonía a cualquier
plato o comida.
Un
glorioso disfrute de agitadores extremos encontrados, que se bebe fácil, pero
que también invita a la reflexión. Y que fácilmente se puede resumir tal y como
escribía Manolo García en Mayo del 86:
“lejos
de las leyes de los hombres, donde se diluye el horizonte”; extrapolando la
filosofía de los nuevos jóvenes vignerons a una reveladora y esencial
tonadilla.