No sé si os ha pasado alguna vez a vosotros eso de…Querer daros a la fuga cuanto más compostura y compromiso exige la situación con un: “iros un poquito todos a la mierda”; o sin él, que también es válido.
Pero no eso de daros a la fuga y salir por patas y
dejar a la novia en el altar con un -“Sí
quier…”. O al jefe de obra el día ese en el que toda la empresa espera el
hito cumbre de tu carrera laboral con toda la plana mayor esperando a: -Dale al botón Pepe!! -Pepe!! -¿Pepe? (que quien dice Pepe, dice Matilde, vamos). Y nunca jamás se
supo de Pepe. Y de Matilde tampoco.
Yo a lo que me refería es a las obligaciones como
tales y mundanas ellas: Ir cada día a trabajar, o como yo ahora que debo ir a
rehabilitación para que el artículo 174.1 o 175 de la LGSS no me dé un pescozón,
o me diga eso de ¿pinchazo o pellizco?; por poner dos ejemplos.
Darse a la fuga en el sentido más literal de la
palabra.
Coger el coche camino del trabajo o de cualquier
otra ineludible cita. Y no parar hasta que se encienda la luz de reserva o nos
achuche el hambre.
Seguramente os preguntaréis ¿qué narices tiene esto
que ver con este cuarteto de Tucson, Arizona?
Bueno, abandonar y darle un puntapié cualquiera de
esos compromisos por nimios que parezcan:
Desde aquello que todo el mundo espera o precisa de
nosotros. Hasta los impuestos por la tiranía de la maquinaria, y los
autoinflingidos para ser aceptados por el paradigma.
Todos ellos, innumerables, normalizados, moralmente
venerados, mitificados, respetables, admirados, ejemplarizantes, penitentes. Y
si se quiere… cronificados para no ser señalados en la rueda de reconocimiento.
Todo mentira.
CLASS son para mí la más viva recreación en forma de
punk sin cortar ni adulterar, de ese malestar. O como poco, la hipérbole del “que hartita me tenéis”. Y en cualquiera
de esos casos o cualquiera que se os tercie añadir, sin prescripción médica ni
consejo de madre que se precie.
Las doce cancioncillas que nos ocupan -eso sí- el
remedio infalible para la fatiga o el desaliento, como una crioterapia
emocional.
Porque por mucho que la cresta de Beckham
desvirtuara la desafiante estética punk. O se manosee el término punky para
cualquier soplapollez. Hay -por suerte- pequeñas esencias como en micro
micología. Que relucen sobre tanto recauchutado y sucedáneo; hete aquí un
ejemplo.
A. Puig, E. Meyer, R. Chavira, J. Colby, más
la ayuda de Matt Rendon como teclista
improvisado e ingeniero de sonido capacitado. Han parido un segundo disco largo,
donde se sintetiza con pasmosa agilidad lo mejor de cada casa:
New York Dolls, The Saints, The Dictators, The Clean,
The Nerves….(podéis completar a vuestro antojo) Todo cosa buena y esencial.
Y diréis… Va, ¿en serio?
Para entendernos:
Llegados a este punto donde todo o casi todo se ha
desnaturalizado hasta el nivel más pusilánime criaturas mías, la única
salvación es esta, “Cowards Disarsters”.
Veréis, que desde los primeros acordes y riffs
vuestras caderas empiezan a contonearse como las muchachas del Rumba Bar. Que
los acordes de aquel “She goes She goes” de The Clean, siguen funcionando con
la misma eficiencia 40 años después. Y que la relación causa/efecto de las
canciones, son la única mierda de quimera importante en la vida.
A partir de ahí, vuelves al principio, a la chispa,
a lo básico e infalible.
Pese a que “Public Void” quizás no sea el
arranque con más gancho. “Behind the Ball” da para despeinarse
y desmelenarse soltando lastre carretera y manta.
IF YOU’VE GOT
NOTHING
es de esos milagrosos artefactos venidos al ahora con la firme intención de
agitar a quemarropa.
Sin ínfulas emperifolladas, ni hipérboles retóricas.
Es, la síntesis plena de la llave inglesa y el destornillador como herramientas
musicales genéricas. El Rock&roll de Johnn Smith, pitillos y camiseta raída
sin el tufo a Prada de ahora. Atiendan sinó a “Between the Lines” o “Two-Way
Track” con esa urgencia juvenil agujereada. O alunizajes de salir a
quemarlo todo (tan necesarios ahora) con “Burning Cash” y “Just
Another Number”, de tachuelas y chupa; jodidos trallazos de puro punk
oigan.
Aunque realmente, la pura genialidad del disco que
nos traemos entre manos. No es ni mucho menos la fútil buena nueva de escuchar
Punk en pleno 2023; no por dios.
No siseñores
y siseñoras. La gracia de la cosa, es
la alusión a esas bandas malditas que fundieron el punk y el rock&roll, con
una efervescencia natural que a día de hoy las hace no solo refrescantes y
vigentes, sino parte importantísima del indierock actual. Y verdadera
influencia de tapado en otras tantas bandas que confunden el postpunk moderno
con la sopa de ajo deconstruida.
Algo tan sencillo como echar a correr “Inspect
the Receipt” y saltar como un resorte. Es amigos míos, la infalibilidad
personificada y el agua de la cocción de la pasta con su almidón, que liga y
ensalza toda salsa por común que parezca; una de mis prefes del disco sin duda.
Pero es que después viene “Oh! Nerve”, y es el
perejil picadito que te hace salivar y agudiza la vista.
¿Qué quieres parmesano
para que el músculo guitarrero no decrezca? “As If It’d Even the Score”
remata este homenaje musical instantáneo a Dwight Twilley Band de Shakin’ in the
Brown Grass. Junto a un puñado de temazos que como un sube y baja endiablado,
congrega el mejor punkrock, pubrock, powerpop y cualquier cosa que te remita a
lo esencial del rock alternativo de los bajos fondos. El bueno, el inmediato.