Abrí
los ojos entre la nebulosa de cables, ventosas y pinzas de la UCI. La
cama se movía; doy fe. Y entre morfina, pitidos y los vaivenes del
colchón, yo, soñaba con universos que se construían con piezas de
colores y plástico blando: Unos con las manos, y otros con manuales
como los de IKEA.
No
era ni el fin ni el objetivo del dilema, sino el dilema en si mismo.
Un bucle sin veredicto que me empujaba a pedir agua a todo aquel que
se cruzaba ante el quicio de la puerta del box -Una
mica d'agua si us plau?
Pensando que así me harían más caso.
Pero a veces
la ignorancia es el más cruel de los castigos. De labios cuarteados
y paladar pegajoso como cola de impacto. Recobrado diez días más
tarde mi pleno juicio. Solo me consolaban las canciones de mis
queridos THE SMITHS, y el murmullo del último concierto horas antes
de caer en coma. Regreso trece años más tarde a mi exigua memoria
de directos premonitorios de CHUCHO; en año trece. Y cuatro desde
que Lázaro salió andando renqueando.
Cuando
desperté apenas sin fuerza y con la antepierna cuarteada. Y no podía
más que repetir sin apenas fuerza los textos de Fernando en ese CD
de Hermanos Carnales comprado en Músicas de Régimen y su debut 78,
igual que un autómata . Como si esos días de lapsus reanimador solo
hubiesen sido un tiempo muerto más largo de lo normal.
Melodías
que en pleno estado catársico volvieron a entrar licuadas vía
parental, directamente a mi corazón. De atrás hacia delante. De la
explosión de júbilo pedregoso, metálico y saturado de sus
guitarras como “Gente Abollada”y “Rifle de
repetición”.
Se apareció
también como una perfecta ilustración de mis noches discontinuas
bañadas en morfina, nolotil y sedación reseca, cuando de repente.
La noche nos caló hasta los huesos: cuando son los míos para ti,
en perfecta declaración de amor animal.
Mirábamos
hacia el cielo cuando retumbó “¿que
clase de animal?”, cantábamos: Carne
dura como un hueso, como hueso negro, ya no quepo en mi cuerpo, el
traje me está pequeño. “La
oración del desierto” sonó a salmo
tenebroso, porque los textos cantados de Fernando y con un
inconmensurable Carlos Cuevas a la batería, así se deben tomar:
Como salmos excomulgantes para los no creyentes del gominoso rock. Y
sí del Rock de catacumbas; de donde volvieron a salir los
Albaceteños.
Pudo ser más
alegre, sin acabar de saber si es el excremento que planea por
nuestra vida diaria el rey de la depresión, la vuelta al cole sin
drogas, o esas tareas de la casa que mamá y la mierda que te come te
obligan a cumplir.
Pero en
cualquier caso, hay una cosa clara que no se puede parar: El hambre
público para celebrar el bautizo de uno mismo (y su banda fetiche).
Como el reflejo de uno mismo y su juventud en el espejo de la noche.
Esa especie
de inventario que inevitablemente le viene a uno a la cabeza cuando
son esas canciones tan básicas como la cartilla de leer de primaria,
las que nos repescan. Y comprobar que éstas a su vez, han conectado
generaciones: Las Post todo, las pre indie, y las de ahora. Aunque
fuera para esperar impacientes hacia el final, y escuchar “Hermanos
Carnales” y “Fuerte”;
que hacen eterno a éste, su trabajo con más difusión de
aniversario.
Casi una
hora antes con un puñado de testimoniales incondicionales, Ángel
Valiente aka. KAREN KOLTRANE. Convirtió el eco de sala semi vacía,
en un denso y voluptuoso manto sonoro.
Él, además
de diseñador de interiores. Se las apaña para pasar del
plano/lienzo digital (pulcro, minimalista y funcional) al directo,
toda una idea que sobre el papel, y valga la redundancia. Es capaz de
trascender con la misma claridad, y además crecer tornándose
muchísimo más real. Un discurso de Postrock sintetizado y
atmósferas entre el dreampop y el Shoegaze, que bien podría
diluirse o ser uno más.
Pues la
sorpresa es que fue la perfecta antesala con la que elevar la sala, a
eso que se llama clímax ideal. Lo fue “Permafrost”,
“Cansancio Mental” o el cierre de “Ondas
Gravitacionales”; con la hija de Joaquin Pascual a los
coros. Corrigiendo la poca afluencia de público a su apertura del
bolo aniversario de los Albaceteños. Y combinando de alguna manera
la escuela Joaquín Pascual de reconocible influencia, con aquel
proyecto del Penélope Trip Tito Pintado (Telefilme/Anti). Eso sí,
mucho más amplificado y musculado.
Un paso de
gigante que todo sea dicho, a transfigurado los proyectos
doméstico/electrónicos, en algo con la misma magnitud que un
concierto tradicional de rock. Y una de sorpresas más gratas de la
noche.
Volviendo al
punto de partida y por si alguien se ha perdido en la ida, y la
venida. Sería “Viaje de Redención” la que nos
chutaría antes de entrar a quirófano: El frío todavía de la
gente, los instrumentos y el sonido por ajustar y modular.
Fue el
comienzo como el de las viejas camillas a las que las ruedas se le
desmandan, y chillan como la Acherontia Atropos cuando la cazan.
Hasta que exhalamos “Humo Azul” entrando en
sedación, con la mirada perdida al techo viendo desvanecerse las
luminarias quirúrgicas. Fue lento, suave, dulce y de continuado
éxtasis hasta “Lázaro”; mi favorita. Tras
“Efervescencia” (donde está Rosa??!!), y
continuando con orden casi militar “Angel Transparente”
que tanto recuerda a otras composiciones de Chucho. Pero reservando
estratégicamente las bazas de “Mis Huesos son para Ti”
o “Abrazo en un Terremoto” para equilibrar el set
con sus más esperados hits.
Me
sorprendió tremendamente “El Final de una Quimera”
y “El Crujido del Cangrejo”, las que
más de largo, y más tarde que nunca el bajo de José Manuel Mora
por fin vibrándonos. Pero también como aquellas inesperadas que
renacen en directo “La Estación de las Lluvias” o
“En Otoño”.
Así nos
volvió a destripar el 25 aniversario de un disco mítico.
Posiblemente con el que delimitar ese antes y después mediático, de
una escena alternativa pujante desde las profundidades periféricas.
Pero aunque el más recordado por “Fuerte” y el tema que le da
título, no necesariamente el de mejores canciones.
Eso sí,
creo que pese al frío del tiempo pasado y las posibles diferencias
de concepto que puedan tener ahora los miembros. Creo que de obligada
celebración para reivindicar un temario digno de remasterización
como se debe. Y una deuda que todavía tiene la escena actual con
esas bandas que existieron invisibles en tierra de nadie, y que nos
forjaron el camino.