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jueves, 13 de julio de 2023

BONNY DOON_LET THERE BE MUSIC 2023 Y LA MALDICIÓN DEL SER FELIZ (Con MONK_2018 de Pedro Parra)

 


Hay alguien allí en mitad que apela siempre al nubarrón; Que si por estos malabares de papiroflexia que traen esa sombrita idónea en medio de la llanura de piedra y hormigón que han tenido a bien diseñarnos los urbanistas. Yo, hasta estaría dispuesto a aplaudir y jalear como un pastor a sus ovejas.

Pero es que no.
Los que yo miento, son los oradores del infortunio y la desdicha. Que hacen de la mierda, pan con nocilla para desayunar cada mañana.

 

Los que se quejan del calor, del frío, y del entretiempo por su ambigüedad. Los que dictan sentencia vayas como vayas, y saludan con desconfianza.

 

Y es que yo. Solo contemplo el horizonte desdibujado y velado de transparencias según la calima.
Y si se tercia.
De reluciente cobalto si es que un chaparrón ha escampado.

 

 

Los aires acondicionados me dan carraspera y telele. Y prefiero bajar la ventanilla del coche para que la brisa me peine a lo Tom Waits. Subir el volumen bien fuerte, y sacar el brazo como el de un timonel.
¿Qué toca hoy? Hoy toca leer el surco del destino y el libre albedrío. En una ecuación sin solución y a poder ser, siempre al capricho de la naturaleza.
Me agacho. Y con los dedos sigo las grietas, surcos, y rugosidades del firme.
En la espalda llevo una mochila con una botella y una copa. Y un cazamelodías raído y lleno de agujeros por los que entran y salen a su antojo Bill Lennox y Bobby Colombo, canturreando: “Que haya música, deja que haya amor, que haya risas más que suficientes, y que haya tristeza; pero solo a veces
De fondo al trote, las percusiones de Jake Kmiecik con su enfermedad de Crohn enterrada en un agujero. Y los desastres de salud de Colombo con su lesión cerebral por la enfermedad de Lyme lanzados en una botella al fondo del mar.


 

 

Por eso, LET THERE BE MUSIC (Anti-records); su tercer disco largo. Emana luz radiante y vitaminada, de la que no abrasa sino aventa y eriza. Mientras que a algún crítico especializado. Le parece que cantar al optimismo sin imposturas, quita mérito.
Y lo que fuera del brillante folk alternativo y tornasol de hace seis años. Se haga de un pop de aquellos de soltar los brazos, abandonar lastres, y recoger flores o paisajes.
Esos que subes a media noche, cuando vuelves a casa en una noche de verano trémulo. Y te encantas con las luces en la negrura, mientras “Naturally” vale tanto la pena.
 

 

Digamos que su disco, haría mi ramillete de viaje hasta Estremoz. Junto a RVG, COOL SOUNDS, THE BUG CLUB, ROBERT FORSTER, y también los PIST IDIOTS; venga, que se unan a la fiesta.. Así, sin dudarlo ni un instante.

 

La belleza dylaniana de “Maybe Today” me colapsa hasta perder la vista, y ahora, ahora sí que la abro; la botella de compañía digo. Sintiendo de veras si la compañía de una copa de vino junto a mis canciones salvadoras, les pueda parecer más un vicio que una necesidad (que también).
 

 

Aquella última noche que perdí el sueño entre sorbo de islay y tabaco de turba, mientras David y yo intentábamos recolocar el universo según la teoría de Eurípides. Y la teoría dual de Pedro Parra; también llamado el señor del terruño. Trazando un hilo invisible entre el Vallés y la Cerdanya.

 

Hasta entonces, la consanguineidad carnal a semejante distancia, ni se conocía ni se vislumbraba.
Pero una Cinsault voladora de Guarilihue, plantada entre estratos de granito ferroso y limo con nombre de pianista Thelonius loco sin camisa que lo detuviese, lo hizo, y lo hará nosecuando.
Disponiendo por pura magia, que lo rústico se arremoline en esa elegancia que dista millas del artificioso glamour de Paco Rabanne y Prada.
¡que entenderán ellos!
El nuestro, baila por el salón descalzos y en cueros de emperifollados ni perfumes. Solo olor a piel y pétalos de rosa infusionados en polifenoles bien agarrados a “You Can’t Stay The Same
Cantando al dejar atrás, olvidarse de los infortunios y condenas cotidianas para avanzar y abrazar sin condescendencias. Un himno total a la libertad.

 


 

Por eso me gusta tanto este disco. Ni una sola pose para no parecer lo que es: Un canto al optimismo por el que brindo con este Cinsault de efímero licor y tan indestructibles cimientos conectados a lo profundo de su suelo y paisaje.
Donde se huele la tierra húmeda, el mineral, a las maderas chulas junto al cemento, y el sustrato vegetal de la vegetación muerta en ofrenda a la identidad.
Y un paso por boca en lo indómito que también puede y es delicado. Generoso en efluvios de deliciosos arándanos maduros y zarzamora prohibida.
Con torrefactos, lácticos de surf sin manual, y chasquidos de vegetales y hogos muy próximos a los Pinot más juguetones y traicioneros.


 

 

Si la velocidad de “Crooked Creek” con esos pianos y órganos de dar palmas, no te arrastran hacia el vórtice de la tan mal vista FELICIDAD. Quizás puedas o debas cortar la cocción con el vacilón “Roxanne”, y guardarte un par o tres de copas para el día siguiente.
Te garantizo otro vino, más desnudo, generoso, y hasta zalamero.
Que debiera elevarte ese palmo y medio desde donde se ven los abismos turbadores y los vacíos de suspiro y repelús placenteros; los que molan.
Con las que molan “Fine Afternoon” & “Famous Piano
Y todo el conjunto de la discografía de este fantástico trío de Detroit apadrinado por la no menos fabulosa Waxahatchee.
Lo del MONK de Pedro Parra es opcional; vale otro cualquier otro al que le tengas cariño y lo hagan sobretodo. CON CARIÑO.
 

sábado, 5 de septiembre de 2015

VIVIENDO COMO VINOS!!



La del pasado Jueves, la noche, de bodas de reecuentros o como si la quisiésemos bautizar LA DEL NUEVO CURSO. Ya sabéis lo que os digo. Esos nudos en los estómagos que ni el Cola Cao apetece, ese extraño tacto sobre la piel de nuestros brazos, tantos y tantos meses desnuda. Cuando de repente nos echamos la rebequita,
El cuerpo en Verano, no solo se dilata, sino que se expande como las galaxias en busca de libertad. Los pies se liberan de esos calcetines de bellú, cálidos y confortables. Se estiraza fuera de las lindes de los zapataos, o haya su paraíso en sandalias, chanclas o descalzo. Al cuerpo le pasa igual, ya no es por el sofoco del calor, sino por el gustirrinín de la desnudez... y cuando llegan los primeros frescos de Agosto o Septiemmbre, cuesta horrores echarse sobre las desnudas extremidades algo. Dan repelús, tanto, que el cuerpo necesita aclimatarse a la nueva situación. Ya no hablo del trauma asociativo (fuera calores, terracitas y sol, con la vuelta al trabajo y a las rutinas) ¿se le llama depresión? Sino del ser humano en si mismo, como un organismo que va por libre al son que tocan los estímulos.

Los mismos que nos damos en las catacumbas como bautismos regeneradores. Después de las Vacaciones y dos meses sin atarnos los unos a los otros. La vuelta, es como la redacción que nos pedía la profe de sociales explicando nuestro VERANO. Son doce meses sí, pero los de verano como vacacionales siempre son especiales, de chicos, grandes o adolescentes enamoradizos. Historias de Verano, sí. Historias que como las de una canción, imagen, paisaje o amor, siempre determinan y clavan la bandera sobre la cumbre para que como las chinchetas sobre el corcho, no extraviemos los recuerdos.
Llenamos las sala de esporas contagiosas tan solo a falta de alguno, del que exigiremos sin demora un justificante de sus tutores a la vuelta. Y fueron los Valles Californianos de Santa Barbara los que nos trasladaron por una hora a sus viñedos. Los de una pequeña Bodega apartada de las rutas obligadas del Russian Valley o las localizaciones de Entre Copas. VICENT ARROYO WINERY, en el Valle de Napa. Cayó bajo los influjos de la Tortilla de Patatas de Montse Solanet y Xavi.
De su labia y de su pasión; doy fe igual que de los fuegos artificiales que emanan sus miradas. Muchos otros hemos caído a lo largo del camino, sino, probablemente ahora no estaría escribiendo esto así ni de esta manera. De allí viajaron polizonas tres botellas acomodadas entre ropa y sostenes. Y como un pasaje sensorial a otros territorios desconocidos. De eso que creemos conocer como nuestros sentidos, como algo familiar que nos guía por la oscuridad. Nos pusieron en situación, tirando abajo barandas, luces de gálibo o escalones iluminados. Es así cuando con el sentido que se exprime de la sesera palatar, a uno lo dejan fueran de sus inmediaciones; las te dan cierta seguridad.

Viajar y salir lejos del territorio físico, espacial o sensitivo de uno tiene esa función obligada. Descubrir que la tierra no acaba en un acantilado, y que la razón de ser tiene otras formas distintas a las que conocemos. En ese punto los sentidos y la facultad de adaptarnos que tenemos los humanos alcanza su sino verdadero: la de regenerar, exfoliar y expandirse desde dentro.
Por eso, el vino, como un alimento social que intercede para que los humanos, nos conozcamos, descubramos la química de los alimentos, lo asombroso e ilimitado de nuestros sentidos, y las posibilidades que nos brinda; valga la redundancia. Es el que dota de sentido existir para no ponernos los límites en hábitos, costumbres. Y una cultura -la de ahora- tan tendenciosa y domadora de imaginaciones autodidactas. Volver a Italia a explorar zonas, variedades y subzonas me sorprende y divierte. Descubrir que el Cava no es Champagne, ni un Moscato de Asti el niño pavo de la familia. Y que no hay vida que se complete con la sapiencia absoluta.

Oler hasta saturar la pituitaria un Chardonnay Californiano intentando descifrar el origen de su diferencia con Franceses o Catalanes. Esos efluvios a campos recién regados, a heno, el toque marino a puerto que lo emparenta con su tipicidad y su localización. Y ese paso fresco exótico pero sin apenas desmesura, albaricoques y melocotones olorosos, algo de salino al final... diferente al fin y al cabo. Tienen una entrada ten seductora y desenfadada que los hacen únicos, incluso por ese exceso de vainillas solo en ocasiones, que gustan tanto de beber.
O probar por primera vez un ZINFANDEL como una experiencia curiosísima. Su nariz floral a fresas, extravagante para quien no lo conoce e incluso desconcertante a la vez que adictivo. Ese enfrentarse a algo desconocido, y serte familiar como la fisonomía de un anónimo, pese a que el vago recuerdo te confunde. Y sin embargo, percibir algo que te obliga a desentrañar el misterio de ese final en el paladar a compota, a caja de puros, a mineral. Es un tinto con tres recorridos muy marcados (el olfativo, el primer ataque y el final). En este caso, el Vicent Arroyo es un vino fácil, vivaz y con unos toques de fruta madura que combinan perfectamente con ese pellizco a piel de bota, cuero y mineral justito.

El final en vista de la afluencia, acorde con la gran familia que nos reunimos; presentes y mujeres. El broche final con lazo y envoltorio imaginario; el del buen ambiente que se respiraba después de los meses de estío. Un PETITE SIRAH sí, ese mítico vino cien veces referido por Paul Giamatti en el popularzado film de Alexander Payne; ENTRE COPAS/2004.
Un vinazo inversamente proporcional a la discreción de su etiquetado, que vende las cosechas antes de embotellarlas. Y que sin embargo deja los egos para quien arrastra problemas de autoestima, ellos son así. El mundo del vino en su microcosmos minituarizado al margen de modas, tendencias y listillos, es así. Saben del terruño y de la identidad?; actitud vamos. Pues es eso. Medir la generosidad por ese estímulo que da la gente de manera informal y natural que tienes a tu lado. Y hacerlo además sin escala ni patrón de medida que valga, solo por pura armonía.
Ese Petite Sirah extraído directamente de la bota y vendido porque tercia, de la nimia reserva para consumo particular de la familia. Era pura bendición y nació de eso, de la conexión entre personas con el tinto vino de intermediario. Dirán que es el alcohol el culpable de la generosidad. Pero tal y como MisDesastresNaturales me puso en camino hace unos días, ya lo decía Ch. Bodelaire en el 64: Hay que estar siempre ebrio. Todo consiste en eso: es el único problema. Para no sentir el horrible paso del Tiempo que quiebra vuestros hombros y os curva hacia la tierra, tenéis que embriagaros sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como gustéis. Pero embriagaos.Y si alguna vez, en las escalinatas de un palacio, en la hierba verde de una cuneta, en la soledad sombría de vuestra habitación, os despertáis, con la embriaguez disminuida ya o desaparecida, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj os responderán: ¡Es la hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, ¡embriagaos sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como gustéis.

Ese pequeño asesino de milenarias uvas Sirias, ancestral por naturaleza propia. Ese Petite Sirah del Rancho de Greenwood nos conquistó. El rastro que cerrando los ojos y poniéndome en manos de mi niñez, siempre me recuerda a la casa de mis abuelos. Algo seguramente que se escapa de cualquier descripción fiable con la que orientar a propios y extraños, y que es 100% personal. Estancias de viejos muebles, suelos de roble cuarteados y dominados por el paso del tiempo, las vidas que acogió y los elementos. El cacao desde el núcleo de la propia semilla, sin con lo que disfrazarlo; entre lo amargo, balsámico y tostado. Perfecto, con la maduración idónea, cuatro años de botella que como maná dieron en contrapunto a la velada.
Con la boca se escapó cualquier paternalismo con los Sirah de aquí o del Ródano, muchísimo más crepuscular y mimoso. La madera presente y amable pero integrada con maestría, armonioso, con la fruta apareciendo y desapareciendo, las pimientas, el bálsamo... todo ahí, en su sitio.


Después llegó la distensión, el afloje de de cuerpos, el no estar todavía afectados por el canibalismo laboral y cotidiano de nuestro día a día; yo no, desde luego, todavía me queda una semana Allelujah!!. Parmesano Reggiano de 28 meses de Vaca Rossa, y un Pecorino Toscano curado en paja para hacer pucheros como una criatura desconsolada.
Bachi Giovanni tiene la culpa. Cierto como la tierra que piso descalzo:
Un abuelete de setenta y pico años, con los mismos años que familiares junta en celebraciones y fastos conmemorativos; como él mismo nos decía. Y que hace de la simple venta de sus excelentes quesos, fiambres y moscardas artesanales, algo tan divino y fraternal como el arrullo a sus nietos (que tiene unos cuantos). Recorrer ciento y tantos kilómetros desde Granarolo della Emilia para ir a buscar sus pequeños tesoros gastronómicos, es algo que hago desde que hace cinco años el trabajo me llevara e a tierras del Pádamo. Volver a casa y compartirlo pues eso, la extensión del placer propio como algo que igual que la felicidad, se ha de liberar; las amarguras no.
Allí no hay simple queso no, hay amor, mucho amor. Y algo que no se encuentra en cualquier lado de Italia, la Mostarda Mantovana. Una confitura de frutas variadas (naranja, manzanas, frutas del bosque, fresas etc.) que va desde el dulzor de la miel de Campanine, la mostaza de Dijon, y el subidón del wasabi en la nariz. Una combinación explosiva que como las montañas rusas extremas, te sube al cielo y te baja al infierno con un chasquido de dedos. No es picor no, es contraste. Y con los quesos curados amigos, es una pura delicia. Es la excusa perfecta para empezar y no acabar. 
Y el colofón a un Jueves injertado y acuñado ahí, en medio de la semana. Como la bitácora de un navegante con final feliz:

Levantarte con las legañas a punto de vaciarte la cuenca de los ojos. Preparar las lentejas a tu octogenaria madre y llevárselas a casa junto a una buena botella de vino. Ver que la receta tan simple como inimitable, la vas perfeccionando día a día con la ayuda de las materias primas de calidad (lentejas secas del frutero, albóndigas de pollo y costillas del Solanet, laurel fresco, reducción de sofrito, mucho perejil y cariño claro). Sin cariño nada llega a buen puerto, por muy típico que suene. Que tu madre, aunque solo sea por simple amor de madre, te ponga en un altar.
Visitar a mi peluquero después del café y hablar de moda, diseño, arte y vejez de una sola vez (en un barrio del extraradio marginal tiene su qué). Es mi barrio, siempre será “MI BARRIO”, por años que lleve en mi actual residencia. Un sitio selvático y agreste que nos puso en la lanzadera y nos disparó allí donde nos llevase nuestra curiosidad.
Cuarenta y cinco años más tarde aquí. Tirando cohetes de felicidad, con un día con 25 horas, subidos a una barandilla de la mano de mi pareja, y a punto de saltar al vacío. Con cena de final de fiesta solos, como nos conocimos. Y con esto de fondo “Who's in Control” ¿Quien tiene el control?