sábado, 30 de diciembre de 2023

EL FIN DEL 2023 Y SUS FABULOSOS TOPS ESCALADORES

 



01.  THE TUBS – Dead Meet

 

No son pocas las vueltas que le he dado en mi diatriba de elegir un “mejor disco del año”.
Pero al final, como podrán suponer. Tan absurdo es debatir sobre el término mejor, como pensar que hacer la lista del 2023 es una especie de juicio sumarísimo. Cuando en realidad aquí todos venimos al mundo a jugar y a contribuir con nuestro arsenal de juguetitos, sonajeros y filias. 
¿O tú eras de los que le quitabas los juguetes a tus compis de patio y escondías los tuyos para que no te los gastaran?
Podría argumentar que el orden podría ser variable según el tiempo pase, pero os mentiría como un bellaco. Lo que sí es verdad verdadera, es que los 40 son discazos imprescindibles, útiles, de obligada escucha.
Eso... o... aténganse a las consecuencias FELIZ ENTRADA Y ESLALON 2024

 


La razón por la que me quedo con estos losers de Cardiff (que ser de Gales ya es un poco de perdedor); que igual es precisamente un poco por eso. Y esa ventaja de no tener que justificar con créditos a la escena (inglesa, americana) que te dio de mamar.
Archivados sus proyectos varios (Joanna Gruesome, Ex-VöidAquu, Sniffany and the Nits), Owen Williams y George Nicholls quizás han dado su paso más sincero y primario. Y tirando de aquellas bandas que les abdujeron en la adolescencia. Su ejercicio de coger los sonidos del indie universitario americano y hermanarlos con el indiepop británico, para cantarle a la salud mental y el desencuentro con nuestros demonios. Ha parido uno de esos discos brillantes que vienen a romper con el sonido hegemónico de una época.

 

Nada nuevo hasta ahora, es cierto. Ya lo hicieron The Auteurs, Go Betweens, Gorkys Zigotic Mynci y una ristra de bandas poco premiadas en el elenco. Pero que narices!! Ya no es que suenen realmente a algo concreto. Es que lo evocan por actitud, en una mezcla de indierock y lírica llena de arabescos, que a mí -para que les voy a mentir- Me pone muy mucho.
(Aquí encontraréis a ese tipo de bandas que pese a ser arrebatadoramente pop, no bebian en influencias precisamente demasiado poperas. Así que, ese binomio, más una fuerte personalidad, inevitablemente es fácil que os remita a The Smiths, REM, o a unos FELT acelerados; o nada de eso y todo junto) THE TUBS
 
 
 

 

 

02. RVG - Brain Worms

 


Si la justicia musical arribista existiera de verdad. Ahora mismo, el cuarteto de Victoria debería ostentar el título de procreadores de uno de los directos más sinceros y puros de la escena alternativa global.
Razón más que justificada del porqué, he necesitado cuatro meses para entender la simbiosis de su necesario último trabajo. Y cómo sus canciones se recrudecen cuando Romy Vager agarra la guitarra, y se dispone a explicar que es cantar al fin de los tiempos como si fuera el último concierto de su vida.
Así pues, un buen ejercicio para alcanzar a comprender la verdadera hermosura de Brain Worms; con esa estimulante sonoridad revisada a lo Kate Bush o a los Fletwood Mac del Tango in the Nigh, pasado por el reverb surfero: Es realmente, ese punto de heroicidad donde se logra evocar algo donde no hay término medio a la hora de adorarlo o vilipendiarlo. Y que ellos lo hayan hecho sin perder un ápice de su descarnada forma de entender la puesta en escena.
(Brain Worms contiene la brillantez propia de quien viene de los suburbios a mostrar la elegancia, la emotividad y honestidad, sin tener que recurrir a lo hortera sino a la naturalidad

 

 

 

03. BONG WISH - Hazy Road

 


Algún mal pensado creerá que esto es oportunismo; yo lo llamo idoneidad. El hecho de que la palestino-estadounidense Mariam Salem (ex-bajista de la banda de garaje Gor Creeps) esté al frente de este proyecto, con el folk psicodélico por estandarte.
Ya no por lo chulo y fiel a aquellos tiempos distensión hippy de los 70’s. Si no porque además de contener nueve estupendas canciones. Podríamos decir sin miedo a meter la gamba, que éste, es el disco más fiel en esencia, impronta, y sentido del conjunto; cuando me refiero a “un álbum”, que he escuchado en mucho tiempo. En el sentido más estimulante de reflejar una época, con un sonido.
Estupendo pop con efluvios de folk sicodélico que bien hubiesen deseado firmar los Byrds, Nico o Vashti Bunyan; una delicia, oigan.
(¿Qué estás hasta las bemoles de este año y época? Normal. No desfallezcas, con la música puedes viajar a tiempos no menos mierdosos, pero más heroicos)
 

 

04. DION LUNADON - Systems Edge      

 


Después de estar atiborrándome más de cuatro meses de antinflamatorios, heparina, y suplementos varios para fortalecer mi osario y la musculatura de mi pierna derecha.
Creo definitivamente, que este señor neozelandés ha hecho más por mi agilidad bailarina, que todos esos mejunjes.
Y sí, vale, que el que fuera guitarrista y colaborador  de A Place to Bury Strangers sigue a la suya erre que erre, en esa especie de torbellino punk garajero desquiciado al más puro estilo Jon Spencer.
Pero es que el jodido loco lo hace como los dioses y sin freno ni paliativos que valgan.
(un disco donde se deja de retranques más descarados a  blues explosion, y tira por el derecho arremetiendo sin piedad con ramalazos stoogenianos y newyorkdolleros, sin dar un puto respiro (atiza ahí con los gentilicios que me cabao de inventar)
 
  

 

05.  MIRROR TREE - Mirror Tree

 


Hay historias ligadas a artistas y discos, que cualquiera pensaría que son guiones para una miniserie o una campaña mediática del hype del año.
En este caso ni una cosa ni otra se cumplen. Y es que el hecho de que Michael Gold fuera piloto a sueldo en Alaska con un Cessna monomotor durante un largo periodo. Y que años más tarde acabara en su Los Ángeles natal, para encajar las piezas por parte materna (Sharon Robinson). Acabando por estudiar piano, y así su conexión musical familiar con la co-escritora del “Everybody Knows” de Leonard Cohen, su conexión con el jazz y colaboración con la banda Poolside…
Seguramente esto no tenga absolutamente nada que ver con su regreso a Alaska, el coincidir con su socio Filip Nikolic y entre los dos. Darle forma a un majestuoso álbum donde desde el primer al último corte, se puede sentir la sensación aérea y libertad paisajística más alucinante.

 

Catorce composiciones a cuatro manos, con exquisitos arreglos y armonías de ensueño. Que podrían contener trazas de la ELO, Ennio Morricone, tropicalismos funkys de los 60/70’s, o Pop psicodélico de la Costa Oeste. Y a su vez, ser la banda sonora ideal para viajar en lo físico y en lo metafísico.
(En Mirror Tree todo encaja: La sensación de volar, el tiempo detenido a la contemplación, y hasta el agujero de gusano al que te lleva “300 miles”; una ida de castaña a lo King Gizzard de lo más flipante)

 

 

 

 

06. DAY ACHES - One Last Dream Before Dying

 


La paternidad da para que ya con gusto, uno se deje arrastrar por los retranques de un veinteañero, y que gusto.
Así llegaron estos cuatro tipos de Whasington, arrastrados por la marea de guitarras que resuenan en casa en un toma y dame, y a la inversa.
El disco shoegazero del año sin apenas competidor que se le acerque. Seguramente también lo digo, porque estos cuatro están fajados en el grunge y el hardrock con tics de stoner, y claro, cualquiera les planta cara.
Atmósferas oscuras, asfixiantes, a la vez que escapistas. Para levantar un disco sin fisuras ni titubeos, que es desde luego, el punto fuerte de la banda de Drew Lambert, Kyle Benson, Brady McGraw y Mauricio Romero.
(un híbrido entre unos Soundgarden, unos Doves, y los Catherine Wheel más áridos, pero con una personalidad demoledora)

 

 

 

 

07.  CAROLINA OTERO & THE SOMEONE ELSES – Popelina

 


Mi doctora le ha dado un sinfín de vueltas al vademecun, y no he hallado rastro alguno de la Popalina; algo que me ha provocado entre estupor y satisfacción. Y le he tenido que explicar, que hace años que abandoné los medicamentos para echarme en brazos de la poesía y la melodía. Que en todo ese tiempo, siempre encontré un remedio para cualquiera de mis achaques. Y que incluso a veces, solo a veces, me provocan un efecto rejuvenecedor por el cual, pierdo el juicio y me enorgullece ver la cara de vergüenza ajena de los demás.
Pero pocos como el de la Popalina, donde algo tan aparentemente banal como el Pop y sus escasos atributos en forma de estrofa/estribillo/estrofa. Consiguen jarrear y refrescar con un efecto similar al visionado de una pintura impresionista, tantos sonidos familiares sin la obviedad de quien carece de personalidad; algo en lo que Carolina y sus escuderos los Someone Elses, van sobrados y desahogados.
Allí, entornando la mirada, y veo con disfrute y regocijo fascinantes guiños a esos tiempos mío molones (10.000 Maniacs, Liz Phair, Bettie Serveert…), bajo hechizo de la musicalidad vocal de Carolina y el tapizado de los Someone Elses.
Va a ser por eso que me veo mozo por un instante.
 (Diez canciones refulgentes y soleadas de pop aguerrido a ricos sustratos, y plagado de himnos que tatuarse)

 

 

 

 

08. MARTIN FRAWLEY - The Wannabe


 

Hace doce años por estas fechas, reseñábamos por estos lares el disco de debut de la banda embrión de este caballero, The Twerps; con dos estupendos y recomendables discos.

Y no puedo estar más contento que tras la ruptura de pareja y banda. El bueno de Martin haya resuelto su tristeza con un segundo disco en solitario que, sin saber bien si ese era su objetivo aunque apuesto que sí por la preciosa portada. Pero es de esos trabajos que levantan el día más aciago, a golpe de pop inmediato y optimista.
Canciones que beben del sonido americano y dunedin, con un puntito acústico delicioso. Y con esa cosa que rezuma buen humor en cada nota y que no sabrías bien como narices se lo hace, pero contagia esa alegría que tanta falta nos hace.
(música que en cada nota emana alegría, siendo un atributo que debería ser un género en si mismo)

 

 

 

 

09. TELEFÍS - Special Report

 


En mayo del pasado año nos dejaba el bueno de Cathal Coughlan (Microdisney, Fatima Mansions). Y como legado y para mi gusto, uno de sus proyectos -entre tantos- más excitantes y transgresores desde su Lost in the Former West/94 de los contundentes Fatima M.

Allí, como quien moldeara con plastelina, con Jacknife Lee (productor, mezclador y compositor con más de 100 artistas a sus espaldas). Se marcaban un rotundo pepinazo de pop electrónico y sintéticos pasajes; pura herencia del mejor sonido made In: Gary Numan o Johnn Foxx.
Tan jugosos e intrépidos, que un año después. Sus remezclas a cargo de: Basement Jaxx, Jah Wohble, Will Sergeant, Thomas Leer, A Certain Ratio, Howie B, Fetch, Gareth Jones….
Han parido el mejor homenaje posible a Cathal, con un discarral para hacer diabluras en la pista de baile.
Uno de esos discos atemporales por origen y revisión, ya que la hora y media de beats, entre dub, house, electro y minmalismo. Dando así, para viajar a los mejores años de la electrónica sin perder el origen del temario nativo, sino transformándolo..
(la prueba fehaciente de hacer algo atemporal por dos tipos sin nada que perder, y además, inspirar su deconstrucción en algo descomunal, igualmente atemporal)
 
 

 

10.  TOMMY OEFFLING - Cardigan Hate Train


 

Ya saben lo mucho que me enorgullece que un chaval de veintipocos años sea capaz de rodearse por intención y decisión, de una discografía tan de chapeau!; un caso similar al de Will Toledo (Car Seat headrest) de hace 8 años, aunque los separen 800 millas.
Además de publicar un delicioso disco de mid-fi indierockero en su dormitorio, mientras estudiaba su carrera de filosofía. Ha tenido la desfachatez de publicar otro más, hace unos meses en un tono más tranqui y contemplativo, aunque igual de notable.
Y dicho esto y para poner la guinda. Lo ha hecho rememorando las fragancias de Pavement, Guided by Voices, Yo la Tengo y esa prole que nos sembró de agrias y melancólicas guitarras los añorados 90’s.
(indie de aquel que acuña el término de lo alternativo y casero, igual que las migas que hacía mi padre; para arrejuntar y congregar cuchara en mano)