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jueves, 19 de julio de 2018

RICHARD SWIFT NOS LEGÓ EL DETALLE, Y AL ÚLTIMO NATHANIEL RATELIFF.NO LO ROMPÁIS.



Si algún día la muerte me coge por sorpresa, no quiero ni una sola lágrima.
Subir el volumen de la fanfarria, e incinerarme con una Ola de Calor. Y que ni se os ocurra maldecir lo que pude, hacer o deshacer; como si en el lecho de muerte yo estuviera repasando la lista de la compra.

Desde donde estén (mis artistas muertos); no sé si cielo, infierno o valhalla. Igual se ríen de nosotros, los mortales, todavía en deuda con la vida. De verdad que no lo sé. Pero tras la pena inmensa al recibir la noticia el Martes 3 a manos de mi amigo Txarls, del repentino fallecimiento con tan solo 41 años, de Ricardo Siglfredo Olivarez Swift-Ochoa aka Richard Swift: A consecuencia de una larga enfermedad y la falta de recursos para financiar su costoso tratamiento en la sanidad Americana. Y coincidir por sorpresa y de casualidad con mi primera escucha de lo que sea, la última producción de lo nuevo (del bueno), del achuchable y mofletudo de Nathaniel.

Me prometí escribir esto, más por esa primera sensación al escuchar por primera vez la nuevas canciones que como ya digo; descubrí de potra. Que por cualquier manera de regodearme con la pérdida, la manera asquerosa del desenlace, su burocracia o el comprensible desasosiego. Y el ostracismo en el que cayó su carrera como solista, miembro de otros proyectos, o la de productor vista la poca atención que generó pese a ser un geniecillo de visión espectral impresionante.
Por simple obligación de constatar la magia de su felina visión a la hora de musicar ideas.
Todos sabemos que si como cantante ya fuiste un futurible don nadie, como productor, ingeniero o masterizador, en la actualidad. Eres un fantasma al que solo mencionan los viejos enfermos de la música. A sabiendas de que la era en la que comprábamos discos desinformados, tan solo por quien había tras los mandos. A pasado a la historia, desde que el Mp3 y Mp4 sean ya los tiranos de nuestro tiempo.



Por eso no quiero que sea, o parezca, el típico muro de las lamentaciones de facebook. Sino mejor la buenaventura de lo que dejó; que es mucho. Incluso que sin apenas saber si fue él o la idea de Nathaniel de girar 360 grados su festivo debut con los Night Sweats de hace 3 años. Que sea el hablar de un puñado de providenciales grandes canciones, las que lo tributen y no nos olviden; por favor. Ni se presignen ni se resignen.
Que sea como una coreografía de baile con esos ángeles cantando el “que será será” que lo despidió. Donde se puede escuchar en cada nota, ajuste y detalle; que los hay a borbotones en este nuevo disco.
En la riqueza sonora que sustituye a lo intuitivo de su anterior disco y la paleta variada por donde deambulan estas doce canciones + dos. El santo y seña más que evidente de Richard Swift de discos como Walt Wolfman o The Atlantic Ocean.
No por estilo estrictamente. Sino por ese flow suyo cabaretero y de variedades que se mestizaba con la onírica psicodélica, queriendo a cualquier estilo o atmósfera que se le arrimara.

TEARING AT THE SEAMS es muy distinto al disco de presentación del combo de Nath; no por esencia, pero sí por estructura.
Canciones que se multiplican en texturas pese a ser prácticamente los mismos músicos. Aires de Nueva Orleans en unos vientos contorsionistas como los que abren el telón con “Shoe Boot” primos de Johnn Nemeth. Algún vestigio como parte de la evolución del homosapiens cuando coge velocidad “Be There”.
Pero en rasgos generales, es el Rythm’blues blanco el que suple la inercia Soulera y Gospel que dominaba su anterior disco el los temas más emblemáticos del mismo. Siendo canciones como “A Little Honey” o “Hey Mama” las que se llevan la palma, arrastrándonos a la “casi” propiedad emocional Van Morrisiana. O “Baby I Know” por ejemplo, que tira sin piedad de esa fibra melódica de la que dicen, tanto costaba sacar a Nath en sus inicios de cantautor Folk. Cualquiera lo diría.
Hacen que este disco disfrute de un recorrido infinito, más saboreable y menos gaseoso.
Tampoco creáis que hay una obcecación.
Intro”; justo a la mitad del viaje. Podría resucitar al bueno de Richard, quien adquirió seguro, ese flow para la melodía de impacto directo en su gira con los Black Keys: Puro Funk de negro tizón y suelas deslizantes son las que engrandecen a este hit ¿tipico?, pero demoledor.

Coolin’ Out” es la otra canción donde aparecen los neoyorkinos Lucius. Dotando de una velocidad y frescura nada desprovista de la esencia que tan bien maneja Nath y sus Night Sweats.
Baby I Lost my Way, (but i`m goig home)” ruge erótica como el mismísimo Screeming Jay Hawkings o Dr. John empapados en boogie-woogie. Y aunque el ramalazo Black Keys de “You Worry Me” de algo la nota, tampoco seremos tan necios para negar los aciertos de Dan Auerbach; que igual pasaba por allí en espíritu también.
La cosa es que, de momento, Nathaniel Rateliff lo hace molón igual que Dr John en su milagroso Locked Down de hace 6 años. Y claro, para los que ya colocamos estrategicamente nuestros marchitos cabellos para eternizar nuestro glamour:
Still Out There Running”y sobretodo, “Tearing at The Seams” que da título al ungüento, y que podría ser esa plegaria para levantar de su nicho al mismísimo Sam Cooke. Son esa droga que… sino no nos rejuvenece, por lo menos nos envejece con agua de rosas.

Es fácil cerrar los ojos y sentir el amor incondicional por Nathaniel Rateliff. Que estas canciones provoquen ese sentimiento casi invisible pero inneglable, de las manos de Richard sobre un material dispuesto a dejarse querer.
No ya solo por la permeabilidad que ofrece un tipo como Nathaniel en estilos madre. También porque la verdadera magia de Richard Swift era crear un halo, un espíritu, o una marca como motivo de una idea intangible, sin apenas trascender sobre la compañía. Que flota sobre todo lo que toca, por muy injusto que parezca que nunca se apreciara lo suficiente su carrera en solitario. Y tuviera de alguna manera, que conformarse con la sombra alargada de sus tentáculos sonoros en aquello que tocaba.

La de Nathaniel es una de las carreras más impregnadas por su idea de cómo sonar. Me queda muy corta y desaprovechada su colaboración con The Shins. Un divertimento su periodo en vivo con Black Keys a la par que productivo a la hora de salpimentar su forma de confeccionar su idea de como debe sonar una canción.
Y su última producción propia con Damien Jurado; versionando algunos clásicos eruditos. Una joya de disco de un sonido y atmósfera fuera de lo común; una puta obra de arte que perdura hasta el último y presente disco de Damien.
Un epitafio, o a fin de cuentas. Un rastro del que por más que la droga mediática invisibilice. La marca de agua esa que te perfora el recuerdo por la pura casualidad del encuentro arbitrario. A MI, siempre me volcará el corazón al escuchar este disco.
LAS PERSONAS SE VAN. PERO EL SONIDO, COMO EL DEL VIENTO. PERDURA



viernes, 22 de julio de 2016

NATHANIEL RATELIFF & THE NIGHT SWEETS... Esto era en la BARTS de Barcelona 06/07/2016




Ni muerto, ni de parranda, ni de cañas; chévere cochévere. Chevere!! Pero cierto amigos es, que si alguien debía patearnos el trasero y sacarnos de nuestro agujero de muerto en vida, ese era Nathaniel y su banda.

Un mes después de nuestra última publicación. Y cuando un servidor mismo, ya se daba por ahogado en la zozobra de la pereza, el ungüento sudoroso y esa mirada al infinito de cánula veraniega. Ha tenido que venir este tipo mitad personaje de dibujos animados y dispensador de abrazos, a resucitarnos por pura descarga a pelo. Esas cosas que uno hace sin saber muy bien porqué, pero que visualiza en su imaginario fantabuloso como un puro acto de instinto salvador.
Ya hace tiempo que mis actos no los mueve la lógica, lo racional y seguro. Porque dios!! Si a estas alturas de la película, uno debe guiarse por los laberintos de la música cogido de la baranda o con andador ¿de que íbamos a vivir si no es de abrirnos paso a hachazos entre la maleza? No puedo jactarme de ser fiel seguidor de este personaje de Missouri. Pero la escucha de su último y remozado nuevo disco en un día de trabajo abrasador, es suficiente sinrazón para acudir en la busca de su SoulRock de cítrico granizado.

De esto ya han pasado días; muchos y hasta demasiados. Pero ya sabréis que de un tiempo para acá ya no hay método ni lógica que maneje a este blog tan difuso como inconstante. Tantos, que he tenido que tirarme al monte de Amorebieta para recuperar la cosa esta de escribir sin razón aparente; o sí.
Razón si la hay, como la de hacer un crónica de mi último Primavera Sound, de lo que escuché allí, y de lo revelador del reencuentro: Ver y oír aquello que uno no predestina y ni siquiera acabas obedeciendo.
Como veis no ha habido tal crónica. Se empezó, y de la misma manera que la inicié se pudrió como un plátano al sol. Y es que son la ganas de disfrutar de los momentos instantáneos las que se anteponen a la estrategia de urdir un plan; no lo hay.
De esa misma manera se gestó la idea de ir a ver a Nathaniel Rateliff. ¿Motivos? Pues no, simple impulso veraniego.



Uno de esos conciertos tan chulo y guapo como el curioso público de la sala BARTS. Ya sin el ánimo crítico que me caracteriza con lo que uno “en teoría”, debería encontrarse en un concierto de esta índole. El flujo de las modas que lo llaman y que lleva de la mano a la gente supongo. Yo. Yo soy de ambientes más cutres, temerarios y de monstruo de feria.
Pero vamos que aun mascullando, lo hago más por puro “voyeur” que por importarme; que es poco o nada. La facultad de las especies para sobrevivir, mimetizarse y adaptarse a ojos de los demás es más divertido que enrocarse.


Arranque trepidante como el de las pole de las motos el que imprimió Nathaniel con “I Need Never get Old” y “Look It Here”, quemando goma de salida. Dos canciones que ilustran a la perfección de lo que va este larga duración con vuelta de tuerca incluida, donde el amigo aparca su folk rocoso para que sea el Soul, el Rhythm&blues, y esa base de rock impulsivo la que se sume a su particular forma de entender la raíz, y escupirla.
Se puede teorizar sobre la autoría, lo que uno puede creer que es más auténtico según su bagaje en cuanto a los clásicos. O si me apuran, qué mide lo comercial, popular o sucedáneo. Pero lo que es incontestable, es que este invento con los The Night Sweats entra como un tiro. Tanto en esa fórmula fácil de temas trotones como los anteriormente citados, o el “Trying so Hard Not to Know”; que sonó hacia el final. Y claro, su parte más de arrumaco con ronroneo que tanto recuerda al Van Morrison más accesible con “Wasting Time” a la cabeza; por ejemplo. Junto a “I've Been Failing” fundiendo en blanco y negro.
En cualquiera de sus formas: el gradual vozarrón que sale desde sus pies puede con todo. Tiene ese brillo que te atrapa, y la banda: Sobretodo en su parte rítmica. La misma compresión que un motor bien ajustado.

Su último disco se basta y se sobra para incendiar cualquier sala (una más reducida hasta mejor).
Pero quedan bastantes joyas en su discografía para dar pie a la investigación, como la descomunal “Out On The Weekend”; con golpe de efecto incluido. Esa “Parlour” que engarza a la perfección con la balsámica “Mellow Out”... tutututútu... Predecesoras en tiempo como “I Did It”, o el detalle final con la versión del “The Shape I'm in” de The Band.

Se permitió hasta la licencia de silenciar del batiburrillo, el deslizar James Browniano, y el jolgorio que hace de sus conciertos. Para enmudecernos y elevarnos con sólo su voz y el escurrir de sus cuerdas, en esa versión a pelo del “I'd be Waiting
Ese tipo de cosas que suceden en mitad del tumulto, y te bajan bajo tierra. Allí todo suena más acallado, ciego, y en esa ceguera la desnudez casi siempre más preciosa.