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martes, 12 de abril de 2016

JD MCPHERSON... ROCKIN' MONDAY (En Bikini también)_04/04/2016





Me gusta el mes de Abril, así, por la sin razón del capricho berrinchero #con pataleta incluida y todo. Que a lo mismo es por ser el mes de mi nacimiento; puede... no digo que no.
Hecho cuentas, y el de mis padres, debió ser un polvo de sudor, patinaje y calima de Julio: Procrear por matar el tiempo, o morir en el intento y de calor. Me cuadran los meses y hasta el día ( 4 del 4), como el Moon Cresta en cada cambio de pantalla.
Y aunque el tiempo se empeñase aquel lunes de Abril en dar por echo lo de: lluvias mil. Tanto de rogar como el artistazgo. La lluvia, cayó sobre nuestras cabezas como rocío vespertino.
No se si por calor incandescente que a cada uno nos profirió JD. O por frotación, cual zánganos en celo. Pero la lluvia se tornó en vapor, y el vapor en una especie de aura fantasmal por arte y gracia del Rock&roll. Algo, que aprovecho a puntualizar: nos deberíamos infligir por lo menos una vez al mes; con o sin prescripción médica.


Nos mojamos por dentro a la par que por fuera. Con esa ofrenda de trago corto; como las bulas a peseta del Santo Padre: Que el pecado expire por más que uno peque. Y que sea la birra, la que nos limpie el alma pese a perdernos al artista invitado.
El Bar Vermuth hizo de ermita. Tanto si la nueva entrada de la Sala Bikini se ha fusionado con un centro comercial. Como si los más viejos y fartuscos del lugar, todavía la ubicáramos en el Carrer Deu i Mata.
El método y el rigor dan un poco lo mismo, cuando son los eventos de chupa' cuero y tronío, los que te devuelven a los principios de un poco todo. Teddys, Rockers, mucha cera y formas bien perfiladas para la ocasión. Mucho ambiente de los de antes del progreso, y esas ganas que cimbrean al respetable cuando este menudo de Oklahoma es el que se sube al escenario con su troupe.

JD MCPHERSON puede haber firmado un segundo disco tan adecentado, que algunos andamos cazando moscas en busca de esa alma rústica del Sing and Singnifiers de 2012. Pero la mayoría sabemos, que pese a cualquier reproche. Sobre el escenario, todo vuelve al mismo punto de partida: Rock&roll a raudales, su omnipresente swim, y el espíritu de Jackie Wilson vestido de R&B en cada tono vocal.
Ha llegado a ese punto el que ha hecho del sinfín de referencias del que se nutre, un estilo tan propio como fresco. Y eso, seguramente, cuando se echa mano de referentes tan sacrosantos como Fats Domino, Little Richard, Willie Nelson o Nick Lowe, es de un mérito incalculable. Pasados los días, ha conseguido renacer mi fe en su último disco. Tanto, que me compré a la salida su vinilo (aunque he de admito que fue por un error sonámbulo). Y ahora fijaos, estoy convencido que con el paso del tiempo está predestinado a ser otro grande; como lo fue su debut.
Todo eso se debe principalmente a la personalidad expansiva y pasional que despliega cuando se sube sobre un escenario. Comunicador musical sin complejos ni poses, que funciona como una locomotora con la maquinaria que lo respalda, bien engrasada. Desde el onduloso contrabajo de Jimmy Sutton derrochando estilo, ese oriental #creo, agazapado tras los teclados que repica como un picapedrero con su escoplo, un bataca ejerciendo de resorte incansable, y esa especie de Gigolo Joe que tanto le da al saxo como a la guitarra, con idénticos resultados: Pura magia incandescente como la de un yedái armado con una fender por espada láser.
Esa nueva entrada que ha dispuesto esta nueva sala Bikini así lo recrea. Cualquiera diría que uno está descendiendo a la Estrella de la Muerte oigan. Cuando justo al entrar, suena de música ambiental el This Charming Man de The Smiths y el Sound & Vision de Bowie; ¿no es para gemir?
Y la sala al unísono, empieza a supurar esas esporas casi invisibles que anuncian una noche grande.
Lo era. Tanto que hasta me encontré con un socio laboral de Girona; de los pocos con los que puedo de hablar de música en el trabajo, y me entiendo y todo. Era esa compañía que así lo exige, cuando son dos pioneros de los que te abren sendas los que te acompañan (Xavi&Nuri), los que también se suman. Como la mayoría que se desplazó un Lunes tempestuoso hasta el otro extremo de la ciudad condal, para reforzar los cimientos del pasado, con inmortal Rock&roll. Así que con semejante conjunto alineaciones astrológicas ¿que podía salir mal?; nada amigos. Probablemente porque son las ganas de certificar algo, que con total certeza va a saciar lo mismo que ese plato de garbanzos y su vino después de una larga dieta: hambre y excelencia son la madre de la ciencia.
La entrada triunfal con “Bossy” y esas guitarras tintineantes como las de los renos de Santa, nos pusieron en marcha por puro automatismo. Y aunque el contrabajo sonó de principios un poco flojo, rápidamente fue subsanado con “Crazy Horse”: esa gema de R&B que se alumbra en Mr. Peabody.
North Side Gal” - ese primer single del 2010- haría el resto; tremenda!! puro swim!! Imposible parar los pies y no pedir a gritos abrir un corro para bailar entre tanta concurrencia. La iniciativa fue inviable. Pero apoyados en la barra del extremo derecho de la sala (ese rincón fraternal), las caderas y los pies hicieron su propia guerra; con el espacio y la multitud.

Todos se querían comer las primeras filas y era lógico. La música corría por el borde del escenario, como el des_borde del Missisipi del 27 anegando la sala. Vendrían como mareas y pleamares de R&B “I "Can't Complain” y “Fire Bug”. Cosiendo su primer trabajo terroso y espinado con “Precious” del último: Uno de los tantos que se apuntó, quizás porque nadie en su sano juicio creería caer rendido en esa parte de Blues arenoso y Doo Wop. Luego “Shy Boy” y más sensualidad a raudales; algunos ya nos cogíamos las manos. El “Abigail Blue” de Bo Diddley teñiría la sala de los momentos más añiles y auténticos: Un digno homenaje que completaría con el “Rome” del omnipresente Nick Lowe.
Mirando siempre de reojo, por mucho que algunos quisiéramos sentir esas mismas vibraciones pasajeras en su último trabajo. Se ha de estar ahí, porque la música, si bien es cierto que la queremos envasada igual que en vivo, todos sabemos que nos así; por suerte.
Sobre las tablas única e inigualable, cruje, se contorsiona y se transforma en pura química natural.

Que sí, que gustándote o no los temas, otra cosa es sentir el latigazo steel de Doug Corcoran cuando suena “It Shock me Up” y el redoble diabólico final de Jason Smay; nooo señor!!.

Momentos innombrables los que se vivieron de nuevo con “You Must Have Met Little Caroline”; seda bajo el chasquear de los dedos y la pianola. Raynier Jacob Jacildo es la hostia consagrada, así de rotundo. Sin esa trinchera de madera desde donde marca la gota malaya con sus diez dedos (tengo mis dudas...), nada sería igual.
Volvió a subir el pulso “Mother Lies”; un tema que a mi como ni fu ni fa (no todo iba a ser gloria). Es cierto que esas ocasiones menos arrolladoras, el saxo de Corcoran siempre acude en su ayuda (si fuera una sección de metales ya sería la bomba). Y para que luego digan, tendría que ser en los instantes en los que se instauró de nuevo el Doo Wop gratinado de “Bridgebuilder”, cuando uno acaba reconociendo la grandeza de JD McPherson. Sí, cuando esos cortes que pasaron con más pena que gloria por tu reproductor, acaban cotizando al alza, porque suenan bestiales en directo. Luego los vuelves a escuchar en casa, y es así: todo se vuelve a rememorar sin llegar jamas a igualar. Pero queda esas especie de pavor sensorial que recompone las escenas por pura motivación personal.

Como si no, “Head Over Heels” acabaría siendo junto a “Let the Good Times Roll”, dos de los momentos más álgidos de la noche.
Dos temas que en su día me parecieron tan ramplones como vulgares. Se acaban metiendo en tu subconsciente. Y son esa banda sonora que aparece en cada acto, rutina y mecanismo de tu día a día, durante toda la semana que le sigue.
Ese bajo eléctrico que rebotaba contra las paredes, tus sienes, y se convertía en un latido. Let the good Times Roll; me dejó alucinado amigos. La versión final de “Wolf Teeth” -tema insignia de su primer disco- me pareció en cambio excelsa. Que queréis que os diga, que no es por tocar las pantecontepantes; porque allí el público más feliz que una perdiz ya andaba despelotado y haciendo el pino puente.
No, nadie creo que se quejara. Pero me sobraron los primeros 5 minutos; que creo que llegó mínimo a los 8 o 13. La canción no los necesita. Es tan arrolladora que brilla por esa misma brutalidad primitiva; sin adornos ni abalorios que valgan, o esa especie de intro/canción unplugged paralela.

La verdad es que hubiera preferido en ese tiempo, un par de canciones más. De echo, diría que sonó además de entre dos o tres extras más, “Scratching Circles”. Eso, o era Jackie Wilson que se coló como un espíritu negro, poseyendo a más de uno y a JD en concreto.
Lo dicho, JD MCPHERSON en directo y feliz, esta muy muy por encima de cualquier pega que uno quiera sacarle a sus discos; posiblemente porque es animal de directo. Igualico que Chuck Prophet, otra bestia parda de los escenarios y espacios reducidos. Puro sangrín musical!!

Y me vuelvo a subrayar:
No se si por calor incandescente que a cada uno nos profirió JD. O por frotación, cual zánganos en celo. Pero la lluvia se tornó en vapor, y el vapor en una especie de aura fantasmal por arte y gracia del Rock&roll.
Sí, caía con intensidad dispuesta a acabar de mandar al carajo algún tocado, abrillantado o a confundirse con el sudor. Pero daba ya un poco lo mismo. La noche se hizo un poco nuestra secretamente y bajo tierra, como se debe conspirar en los trasteros de la ciudad.