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sábado, 12 de marzo de 2016

MILES KUROSKY ECHÓ A VOLAR..... COMETAS (THE DESERT OF SHALLOW EFFECTS_2010)



Dicen que lo vieron volar por última vez cometas en las playas de Acapulco. Otros que se lo cruzaron en una avenida concurrida de Monterrey, vendiendo imágenes de la Virgen del Roble.
El caso es que fruto de mi osada imaginación o rebotando contra la cruda realidad, soy de los que prefiero dar aire a esas mismas fábulas que se alimentaban de Beulah; su antigua banda. Para trazar líneas más gruesas y visibles si se puede, en lo que hace de los recuerdos; vapores condensados y difusos.

Desde el júbilo de esas cosas buenas que se hacían esperar en “Emma Blowgun's Last Stand”. A la melancólica “Wipe Those Prints and Run” que cerraba su último álbum. Si tuviese que enumerar diez o veinte discos a los que he recurrido a lo largo de mi vida, para confirmar su grandeza y empacharme de la misma; uno sería The Coast is Never Clear. Y entendedme, no me refiero ni a obras maestras ni a discos ejemplares, sólo a aquellos que tú y yo sabemos: Obras con sus imperfecciones/virtudes, nacidas para dar eso que uno les pide y cuando/como lo necesita. Discos en definitiva, para que dan placer cuando más nos duelen.


Quince años son ya los que se cumplen de aquel THE COAST IS NEVER CLEAR/2001 con el que se me aparecieron: Un disco que debería ser de obligada escucha. Aunque solo sea para volver a meter la cabeza en ese Popfolk psicodélico que campó por los pliegues del nuevo milenio.
Jóvenes como éramos a la treintena tempranera, de planes, proyectos y bocetos. Los noventa habían quedado atrás y con ellos, esa sensación plomiza de que algo había cambiado. Y fíjate tú, que han tenido que pasar quince años para certificar la muerte de algo: un espíritu, el pulso de la espontaneidad o vete tú a a saber qué. YOKO/2003 ya nos contaba esa sensación de crecer, envejecer y hacer de la sabiduría una pócima que te marchita. Mirar al horizonte con la expresión fruncida creyendo que es el sol que te deslumbra, y que sea en verdad la solemnidad de la perspectiva la que nos ahueca las entrañas.


Volver a colgar las coloridas y floreadas cortinas, con las que nos vestimos en aquellos primeros negros años del nuevo milenio. No tiene mayor fin, que el de aquel viejo amigo que se cruza en tu camino pasados los años para tomar unas pintas y reordenar el pasado.
Pues es así -casi de carambola- cuando recurro a ese disco del 2001 para pintar la cara a las tristezas. Y descubro con morriña unas tomas en directo de su gira del 2003 extraídas de su póstumo documental “A Good Band Is Easy To Kill”. Digamos que esa sin apenas dudar, es la mejor manera de alcanzar a entender, aislar el alma de la banda, y servirla en el desayuno. Si claro, eres de aquellos a los que nunca les acabó de cautivar la plurimultibanda de San Francisco.
Si al contrario, caíste con los ojos en blanco y la pechera abierta a los encantos de Gorkys Zigotic Mynci, Neutral Milk Hotel, Elf Power. E incluso a deudores de los omnipresentes Big Star. Volverlos a recuperar como yo, años más tarde, es lo más parecido a abonar y regar el corazón para que florezca de nuevo.

Ver lo increíblemente bien que sonaban esas canciones. Escarbar en el pasado hasta el presente. Y acudir estupefacto al eslabón perdido de aquella fugaz banda:
Miles Kurosky (su líder) publicó un último aliento siete años después de su disolución, y nadie se percató de su grandeza.
Por eso dicen (y lo creo a pies juntillas), que el tiempo pone a cada uno en su lugar. El caso de Miles Kurosky no es uno aislado de tantos que sucedieron en un plano tan secundario como invisible: Cadáveres que se resucitan con poco arreglo ya, para resarcirlos y reparar el abandono de uno mismo, y de su legado musical.
Discos que aparecen como un despertar tardío, desperezándose cuando la fiesta ya ha acabado, amanece y no ha quedado un alma para recoger el desconcierto. Que a lo mejor solo sirven para refrescarnos la memoria resacosa, y a inspirar ese pasaje glorioso de nuestro pasado; no lo dudo. Pero que queréis que os diga... Vale la pena imaginarse doce años atrás inmerso en la vorágine, cumpliendo el deseo palpitante de escuchar por primera y última vez los acordes perpetuos de “Don't forget to Breath” en directo. Solo por eso, ya compensa sestear en la nostalgia e indagar por las redes para darse de bruces con THE DESERT OF SHALLOW EFFECTS_2010. Desnudarlo, y descubrir que allí está gran parte de la esencia de esta efímera banda.


BEULAH




La banda de de San Francisco #combo si se quiere, con infinidad de sensibilidades. Acabó separándose tras YOKO: Un disco introspectivo, en el que un poco se disolvían los coloridos de sus impulsivos inicios. Como las acuarelas se corren, entremezclan y emborronan sobre una lámina satinada.
THE DESERT OF SHALLOW EFFECTS, pese a lo que muchos piensen de si Beulah debería haber dado un golpe de efecto, para ser dignos de mención y recuerdo. Igual es que solo fue una consecuencia prácticamente arbitraria del cruce entre Miles Kurowsky y Bill Swam. Esas cosas que pasan de casualidad, y que une a dos geniecillos por incompatibles y porosas que sean sus personalidades. Para que acabaran proyectándose como un conjunto de todas sus virtudes, la esencia y en definitiva...
La idea de aglutinar en un pensamiento entre lo bipolar, surrealista e idealista de Miles por pura magia; culpa o no de sus desajustes mentales:
Un universo curioso, tan cerca de la lucidez como de la locura. Capaz de traducir Pop, Folk, Psicodelía hasta algo de la lisergia de los 60/70 y convertirlo en pura armonía. Entre todo ese batiburrillo él, y la misma visionaria perfección del caos que tenía Brian Wilson.


Es fácil que pongamos el reproductor en marcha. Y al escuchar “Notes from the Polish Underground”, nos vengan de golpe esa vaga idea del Folk fabulador entre lo de Jethro Tull y los Beatles. O cuando Gorkys Zigotic rubricaban “Bwyd Time” en el 95.
Y perdonad mi obsesión enfermiza. Pero entre el Folclore propio de la zona de origen (Gales, Escocia o California). Y lo que buenamente proyecte en su ejecución el artista en concreto. Hay un pequeño misterio que va más allá del rock que me fascina y obsesiona en lo particular.
Es un poco el contexto cultural que reclama protagonismo en algo tan banal y libertino como el Rock.
Beulah lo hacían, y Miles Kuroski lo acabó plasmando en este álbum. Esa obsesión enfermiza por la que cada crujido, cuerda, viento o ruidito, cuadrara como en un puzzle caleidoscópico. De echo, The Desert of Shallow Effect es como un parque de atracciones en el que cada canción es una excursión: Ni se ajusta a los patrones tal y como empieza, acaba o discurre, ni todo sucede según lo cabalmente previsible.


Mantiene la esencia de su antigua banda, puesto que en el disco como en una especie de reconciliación familiar, colaboran muchos de los miembros de Beulah. Se respira y transpira en “An Apple for an Apple” y “Dead Lenguage Blues” esa felicidad expansiva que tanto bebía de Beach Boys y el sonido Californiano por antonomasia. Pero con ellos todo ocurre de algún modo diferente, mantienen esa especie de libertad salvaje de fanfarria callejera, sin ataduras. Todo suena por la inspiración divina del momento; o así lo parece.
Es “I Can't Swim”... y pongamos que ese frescor mentolado del Pop de los 60. Se pusiera al servicio de alguien que sobre la marcha, es capaz de vertebrar el crisol de influencias de cada uno de los músicos; que eran muchas. Y traducirlo en un estilo propio e inconfundible de mil lenguas muertas y viperinas.

Escuchar “She Was my Dresden” tan delicada y dulce: oboes, trombones, tubas, armonios, los slides que se estiran como la melaza en un caluroso atardecer de Julio. Es lo más. Rugir de placer, igual que aquella gata que te ronroneaba cuando sesteabas en el camastro de casa vieja.
Con “West Memphis Skyline” ocurre lo mismo. Solo que igual que pasara con “Emma Blowgun's Last Stand”, desemboca en un festival luminiscente e infeccioso en ese momento que uno lo da todo ya por perdido y cree que lo han vuelto a dejar en la estacada: Melodías pluscuamperfectas que se recargolan y encajan al vuelo, estirándote hacia arriba.
A medio camino de nuestro bacheado comienzo, “Pink Lips, Black Lungs” marca el despegue: Violines, trompetas puestas al servicio de un Pop radiante. Que deja a la altura del betún, tantos experimentos que se hicieron en el reino unido, deudores de los 60/70 en los revivalistas dosmiles. Hasta la más desquiciada “The World won't Last the night”, sabe capturar la esencia del transformismo sin dejar margen al aliento con esos bongos velociraptors de fondo panorámico. Una canción que muta conforme avanza, igual que una muñeca rusa que se abre y cierra desperdigando

Si creíste en los primeros compases, que el trabajo en cuestión es un experimento sin rumbo. La segunda mitad es una prueba efervescente del universo raro y adictivo que lo compone; de largo mi parte preferida.
Sumergido de nuevo en campos de trigo altos como el cielo, si es “Housewives and Their Knives” la encargada de ejercer de refrigerio. Y rubricar con sus dos últimos cortes; a mi gusto los mejores y más desencorsetados. “Dog in the Burning Building” me parece una puta delicia sin pudor que valga. Un tema que recuerda a esa forma de entender rock&roll, blues y folk para traducirlo en un lenguaje puramente teatral que tenían Violent Fenmes o Madness, por ejemplo.

The Desert of Shallow Effect en definitiva, es un disco que merece la pena escucharlo sin ataduras pero a conciencia. Que hace grande la ya de por si creativa y hermosa como fugaz trayectoria de BEULAH. Una banda breve como aquellas cosas que suceden intensamente, reduciendo el tiempo en un momento.
Ese reducido set en directo que congregó a los pocos fieles que los seguían en su gira de 2003, titulado A GOOD BAND IS EASY TO KILL. Y que hace referencia a una de las canciones de la banda, y al juego de palabras para con la escritora Flannery O'Connor. Es como podéis imaginar, el culpable de este texto, el gratificante encuentro con el amigo recuerdo y su maldita manía por remontar para que todo coja aire. Y sobretodo, lo que hace que este disco brote como un último y agónico estertor. Simplemente para escucharlo, disfrutar de la excursión y la idea de ver a la banda en directo; a 13 años de su separación.
Aunque solo sea con esta entretenida selección de las tomas en directo, que gustosamente han subido los usuarios a Youtube. Y que he compilado en esta emocional playlist.
BEULAH en acción, con un sonido maravilloso y una ejecución para el recuerdo. SALUT!!
 BEULAH_LIVE 2003 and The End: