Como cada año, más o menos por estas fechas. Justo cuando nos sentimos de pleno engullidos por el año nuevo 2016; éste que nos posee. Llegan las canciones más molonas de la pasada campaña.
Sos regalos que se perdieron de camino a casa el día que Leandro -un enjuto empleado de la posta de San Gilberto de Sempringham- decidió un buen día de Diciembre hacerse un iglú, con la paquetería consignada en su dependencia. Y exiliarse a cara de perro sin dejar una miserable esquela a conocidos ni amigos.
Dicen los que le sirvieron el primer y último carajillo del día D. Que dejó señas de su partida hacia Penoute, en una mañana de impenetrable niebla, humedad descoyuntadora y recio frío; el que se te cuela por las perneras del pantalón.
A él poco le importaba -poco menos que un carajo y 3 ½- Le llamaba la tantalita como quien acude al poderoso reclamo del hambre , o del sexo. También la soledad, y ese irrefrenable deseo de mandar al cuerno las pilas incalculables de murgas, coplillas y sainetes que lo sepultaban cada día. Y si se estima incluir: También ese deseo interior de revolucionario aniñado.
Con los primeros rayos de sol a despuntar, los regalos se derritieron formando un inmenso glaciar de colorines. Se precipitaron ladera abajo, y desbordaron presas, derrumbaron puentes e inundaron aldeas y ciudades.
Ahora y aquí, treinta de esas porciones de año en forma de canciones. Nos vienen a dar la buena nueva del 2015, pasajero y todavía candente legajo de aquello que se nos fue. Un 2015 truculento, reluciente en desenlace y de nostálgico recuerdo. Un cardiograma sube y baja que elige treinta y un momentos memorables. Para que los gustosos de medir los años con canciones, que como diapositivas, nos devuelven lo mejor que nos pasó. Pulsen el Play, y dejen correr los más de tres cuartos de hora de música sanadora.
Yo, todavía digiriendo este nuevo cambio cíclico, no espero más que lo ya vivido: Surcar todavía los rápidos de tan arrebatadora cosecha, que nos arrastra montaña abajo. Y si se tercia, remontarla una y otra vez para rememorar sucesos, onomásticas y esos momentos que se enraízan en cada nota, compás o estribillo.
Ya sabéis que la vida no la miden los años ni los meses; ni siquiera los lustros. Que cuando se avanza todo acaba en el vórtice del recuerdo y la memoria maleable:
Se recuperan cual antojo, para viajar por ella y así cambiar la piel o el hábito. Rejuvenecer como el transformista que se transviste, el actor que interpreta y el guión cambiante según la edad y el antojo de quien la vive. Cada canción una imagen, un estómago anudado, un suspiro largo y hasta una persona amada.
Disfrútenla, y que nadie cambie nuestra visión imaginaria de las cosas.
TRACKLIST:
00_RYAN ADAMS_wildest dreams
01_DESTROYER_times square
02_COURTNEY BARNETT_dead fox
03_FERNANDO ALFARO_la luna aplastada
04_BILL RYDER_JONES_ two to birkenhead
05_DIANE COFFEE_govT
06_TORUL_all
07_HIDROGENESSE_vuelve conmigo a italia
08_JOHN GRANT_black blizzard
09_YEARS & YEARS_king
10_FOALS_what went down
11_THE DEARS_we lost everything
12_BLACK RIVERS_voyager 1
13_ALABAMA SHAKES_guess who
14_ELVYN_ellie
15_DICK DIVER_private number
16_WHYTE HORSES_the snowfalls
17_ALONDRA BENTLEY_what will you dream
18_MC McCAUGHAN_come upstairs
19_UNLIKELY FRIENDS_satellite station
20_SHINIES_nothing like something happens anywhere
21_SLAVES_sockets
22_P.I.L_double trouble
23_THE SONICS_i got your number-courage
24_CAR SEAT HEADREST_something soon
25_GUN OUTFIT_scorpions vegas
26_PINKSHINYULTRABLAST_metamorphosis
27_SHARON VAN ETTEN_tell me (live)
28_HAPPYNESS_montreal rock band somewhere
29_EZRA FURMAN_watch you go by
30_ALEX BUREY_come over
31_FIN
Corrían
años y días como hormiguitas laboriosas. Unas sacando pecho de
cabeza roja y afiladas fauces, otras diminutas cabizbajas agitando
sus antenas mientras mordisquean la carne más mórbida y derretida.
Cada bocado tocaba con un tono de campana de Shuválov el paso
infatigable del tiempo: la aproximación a la caída al vacío del
año, que se nos va.
Mientras
tanto y seguro como estoy de que nos precipitaremos catarata abajo,
sin más escalofrío que el de una despellejada mañana de Enero. Lo
veo pasar y hago cuentas de que justo por estas fechas hace dos años,
la vida me daba otro descuento.
Son esos
trayectos continuos al hospital, para ver a mi convaleciente madre;
durante semanas pasadas. Los que me han dejado anulado en práctica y
teórica, de todo aquello que lubrica mis engranajes: ejercicios
gimnásticos, piscinas, crónicas, escritos y papelotes...
En cambio sí
me ha devuelto otras que tenía casi olvidadas: Hacer un recorrido en
coche más largo que esos escasos 15 minutos hasta mi trabajo, para
escuchar más música de lo normal; remedios que también curan.
Volver a recorrer los pasillos de un hospital, la santidad inmaculada
de enfermeras y asistentes... Y pensar que ya es casualidad que justo
dos años más tarde, las circunstancias de la vida prestada, me
hayan puesto otra vez ahí. Para darle más empaque a una
conmemoración que no celebro, pero que siempre tengo presente.
Me han
vuelto de golpe y sin quererlo, las pasiones por devorar mandarinas a
tientas mientras conduzco hacia el hospital. Me gusta el tacto, el
olor que impregna uñas y toda la estancia del vehículo.
Nunca fui un
devoto por estos pequeños frutos cítricos , hasta tal extremo. Pero
allí a oscuras, en la habitación de la 9ª planta y de madrugada,
no hacia más que comer mandarinas como un poseso. Dicen que los
cítricos estimulan la absorción del hierro y debía ser eso; la
naturaleza humana y su sabiduría. Desde entonces, llegadas estas
fechas, se me abre un apetito voraz por las mandarinas, y sobretodo
por su olor adherente y penetrante. Las desgajo, me las como y
después, aprieto fuerte con las manos las peladuras para que
estallen cada uno de sus poros llenos de jugo. Instintos animales que
me despiertan en otoño, justo en el vestíbulo de este frío
invernal que por fin llegó.
No solo las
mandarinas, también las naranjas, uvas, los Kiwis duros y prietos, y
los tomates en cualquiera de sus formas. El oscuro de las uñas y el
filo del cuchillo troceando deliciosas alcachofas. El tacto
aterciopelado al hundir las uñas cuando desgranas una a una, las
vainas con sus habas. Los jugos en tus dedos y el perfume a sangre
vegetal.
Ritos
seculares de los que no sabes si es el destino o la mecánica del
hábito sonámbulo. Los que en el ejercicio de nutrir estómagos o
sentidos, hacen a la música y a los alimentos, perfectos e
intrínsecos compañeros de viaje.
Un lamento
agónico: el de morir con las botas puestas, antes de levantar acta.
Reivindicable, por el simple hecho de ser uno de los más
satisfactorios y reconstituyentes. Será la evocación al deceso, al
ver pasar las luces a toda velocidad como en una autopista de
madrugada, o el renacer cuando está todo vendido.
El caso es
que no voy a dejar pasar la oportunidad de dar constancia de algunos
de mis caprichos. Tres, que podían ser más, pero que confío en
vuestra intuición, arresto y valentía para escarbar con uñas y
dientes, el resto. Empezando por esas capas profundas, inquietas y
móviles que agitan la comodidad de las avenidas asfaltadas. Y
acabando por las menciones obligadas.
Ahí abajo,
aunque algunos piensen que es el paso sincronizado del metro bajo
nuestros pies. Se esconden los auténticos machacas de todo este
circo. Aquellos que hacen del camino cómodo, de la doma y los
sabores estándar, algo menos condescendiente; romántico o suicida
si se quiere.
En
definitiva la esencia de ese término maldito que es el “indie” o
“alternativo”. Y que por mucho que algunos renieguen, fue el
meollo de todo el asunto hace un par de décadas; en serio, todavía
quedan de los que no se avergüenzan y lo practican con dignidad.
MAD
ROBOT_I DECLARE WAR
No es de
extrañar que ahora que todo se mide por popularidad, cabezas de
cartel o el puesto más alto en las estanterías del FNAC. Muchos se
jacten de no ser “indies”; de ser algo mucho más democrático,
amplio y complejo. Eso sí, por el camino se dejaron las melodías,
los cuatro acordes y la definición del delantero matador.
La cosa es
que a algunos todavía nos llama el grito de la selva, hartos un
poquito del existencialismo.
Si amigos,
la vida como los gustos son cíclicos, y quien no lo quiera entender,
es que ha picado en el anzuelo; los Albert Rivera de la música
también abundan como las moscas en un Ecoparc.
Los
Valencianos MAD ROBOT con Mike Grau a la cabeza, y superviviente de
los extintos Furious Planet, regresan dos años más tarde de su
puesta de largo con Blacklisted/2013: Un disco gestado, de la más
pura inconformidad por la escena musical actual. Paso al frente y de
cara, para facturar algunos de los textos más lúcidos y explícitos,
de ese mal ignorado e inspirado movimiento del Pop de guitarras
nacional, que opera en la retaguardia y que tantas gratas sorpresas
nos está proporcionando (Las Ruinas, Black Islands, Cuello,
Mourn...).
Para eso han
decidido hundirse un poco más en las angostas ruinas de los 90. Y
coger aquellos escombros llenos de polvo con los que otros no quieren
mancharse las manos; dar un paso más hacia el abismo como se dice.
Quien no arriesga ni gana ni pierde, se queda igual. Con todo eso les
ha quedado un disco laberíntico, lleno de aristas
(defectos/virtudes), y una extraña mala baba que se quiere igual que
jugar de chico a hacerse daño.
Canciones
que transpiran una fórmula menos familiar y más primaria. Mecánicas
que recuperan el invento del siglo. El mismo que hizo de Thermals,
unos Weezer más inconscientes y naturales, o ese truco/trato entre
los tiempos de los viejos Mustang y la era del hierro y la herrumbre,
cuando las guitarras ácidas igual te hacían sufrir que bailar; se
acuerdan del DIRTY de Sonic Youth? “Human Error”o “Death
of Criticism” lo consiguen de largo. Posicionados en el
incómodo territorio de la forja de los que la mayoría se alejan,
por miedo a parecer demasiado reales. Mad Robot se balancean igual
entre la amarga dulzura de “I am a Fake” o “Problematic”;
dos temazos que ensalzan la ambivalencia de los REM más combativos.
Y embestir con más fuerza si es menester, cuando se consigue que
textos y música queden en un mismo plano; ese difícil propósito de
no morderse la lengua y resultar poéticos. De rendir homenaje a
difuntos y olvidados en la cuneta (Pixies en el título y cierre del
disco “I Declare War” o a unos Dinosaur Jr con los
pantalones más planchados y mejor peinados).
Girando un
poco más la tuerca, apurando más si cabe la frenada en las curvas
que vienen mal dadas: “Ready for Love”, “Go Extinct”
o “Kill the Mainstream”, tienen ese mismo efecto de
gancho en el mentón cuando golpea la vida y se tiene poco o nada que
perder. Su, Mike Grau, Carolina Otero, Borja Boscà y Robero Timón
por fin como una banda con piernas y brazos, hacen de la unión la
fuerza. “Solo no puedes, con amigos sí” !!
PRESIDENTE_ILUSTRE
VENTANAL DE ESTRATEGIAS
Sin dejar de
lado el efecto lírico de las melodías cantadas. Hace un par de años
dimos con el pequeño sello discográfico ENTORNO DOMÉSTICO. Allí
descubrimos la efervescente escena musical de un país tan lejano y
desconocido como Venezuela. Y fue por entonces el debutante Roy
Valentín (uno de nuestros favoritos de aquel año), el que nos
pusiera tras la pista de Heberto Añez Ochoa aka. PRESIDENTE.
Por entonces
tenía recién publicado Chuca Chuca II: un ensayo sobre este
desencorsetado proyecto, donde se juntan géneros tan dispares como
la electrónica, el funk, el pop, o los ritmos latinos desde una
perspectiva romántica, baladista y ciertamente glamurosa. Un sonido
que vive, ejerce y reinterpreta algunos de los sonidos más
sesenteros y cañís de épocas pretéritas. Un ejercicio que se
remonta a tiempos y enfoques muchos más libertinos que los de ahora:
La influencia vital de la Fania en Nueva York durante los 60, su
mestizaje con el crisol cultural de la ciudad, estilos que en parte
también aportaron Italianos y su explosión en Studio 54. En el
fondo, Funk, sonidos disco, música latina y la música negra, están
mucho más presentes en lo que conocemos hoy en día de lo que
podemos imaginar; si no, que se lo digan a Daft Punk y a los LSD
Soundsystem.
En cualquier
caso y sin perder el norte. PRESIDENTE es más fácil que nos remonte
a la elegancia lírica y sonora de Carlos Berlanga, a los devaneos de
Golpes Bajos y Germán Coppini con los tropicalismos, o porqué no, a
la poética surrealista de Battiato. Sintetizando influencias: todo
lo que engloba a los solistas pop de los 60, su proyección a los 80,
y como sonaría todo eso 30 años más tarde desde un punto de vista
regionalista venezolano.
Algo que
podría parecer un galimatías, pero que se resume con facilidad al
escuchar “Blanco sobre Blanco” o “La Sociedad (de la
tierra plana)”: Declaraciones de amor incondicional en toda
regla, a la música y a su elaboración desde un enclave doméstico;
como bien define su sello.
La delicada
y cálida prosa que pone reflejos de atardecer a temas que beben más
del latin jazz -“¡Oh Belghi!” o “Neoclásico”-
Cuando son las historias de niñez, de aprendizaje, y aquellas
lecciones fraternales que nos da la vida; y que aquí se expanden
caleidoscópicas. O igualmente si son las palmeras del paseo las que
se flexionan hacia la electrónica, como lo harían “Los Países”
y “Bonsái”; que cierran este enternecedor álbum de ocho
canciones. En cualquiera de sus formas, Presidente, se mece entre lo
clásico y contemporáneo. Rompiendo un poco con los moldes que
imponen las barreras temporales y estilísticas, en esto de delimitar
y cercar las edades musicales de Lulú.
***********************
Ha tenido
que ser ahí, al final de la calle. Cuando asaltados por la urgencia
del final del año, acorralados de espaldas al precipicio, y
liberados del peso de la conciencia, las canciones han salido por fin
a mi paso. Zancadilleando un embelesamiento tan profundo como el
empeño por soltar lastre que me ha acompañado todo este 2015.
Y he de
admitir. Que después de ver pasar estos dos años, dejando que todo
fluya según su curso, de manera natural. Los frutos caen por su peso
cuando están bien maduros, y no cuando los tiempos lo exigen. Así
que llegado a este punto, es ahora cuando de verdad estoy disfrutando
de la música cuando toca, sin darle demasiada importancia a lo
novedoso o los plazos que nos marcan los demás.
Van a ser
muchas las que al final entren en esta última lista; más de las que
imaginaba. Ahí van bastantes de mis discos preferidos de este año y
volveré a comentarlas en breve, en el examen de fin de curso; no me
importa, creo que se lo merecen. Otras muchas reseñas que se
quedaran en el tintero, quien sabe si a lo largo del año venidero
les daré su rinconcito en el blog.
De momento
estos tres, puede que no los más deslumbranates. Pero de derrotados
también se hicieron grandes héroes. Para darle un final digno, y
sin más interés que el de alabar uno de los regresos más
meridianos y necesitados:
ROBERT
FORSTER_SONGS TO PLAY
Con tanta
naturalidad con la que suena su título; el de su sexto álbum en
solitario. Y el segundo en un espacio demasiado largo, desde que
falleciera su compañero de viaje; el ex Go Betweens, Grant McLennan.
Recuerdo
como si hubiera pasado anteayer, la vuelta a los estudios de The Go
Betweens doce años después de su disolución con “The
Friends of Rachel Worth/2000”, justo en la entrada del
nuevo milenio. Como si quisieran dejar constancia de la impronta
indispensable, de una de las bandas más discretas. Y tan
omnipresentes como fueron en tantas y tantas generaciones de
melómanos.
Me gusta
cambiar el cuadro de la entradita cada mes. Ponerle un nombre y sus
apellidos a un momento concreto del año; aunque no consten en ningún
rincón de la cómoda. El de este mes pasado fue el Songs To Play del
amigo Robert. Y llegó casi de inmediato a raíz de una entrevista
que nos brindó nuestro dispensador Jorge Obón; él tiene un buen
ojo, con el que casi siempre coincido (lástima que queden tan
pocos).
Songs To
Play es la antítesis de la estrategia comercial con la que en estos
días -por ejemplo- nos torpedearan. Haciéndonos sentir un deseo
irrefrenable por tener aquello que no necesitamos. Como el caer en la
tentación del turrón de pastel de cerezas, cuando todos sabemos que
el blando de almendras es el único e insustituible. El tragar en vez
de saborear, cuando en esto de comer para subsistir, nos olvidamos de
estimular nuestros sentidos y que en la buena materia prima está la
clave de la exquisitez:
Diez temas
hechos de la esencia, separando grano y paja para quedarse esta vez
con la carcasa. De gallina vieja es buen caldo, de lo esencial y
estrictamente necesario. Bocetos en definitiva, que capturan el
mensaje al vuelo, con una lucidez apabullante. Las canciones de
Robert Forster necesitan bien poco para envolverte y conectarte
directamente con la época más huesuda de su antigua banda cuando
suena la eléctrica “Learn To Burn”. Es un aviso para
caminantes despistados, porque realmente son “Let Me Imagine
You” o “Songwriters on the Run”, las canciones de
Pop quebradizo y desnutrido que de golpe resucitan a The Go
Betweens. Y no crean que se trata de buscar entre las fisuras y en
los gestos , la necesidad de involucionar hacia épocas de Pop
verdadero; ya saben, nostalgia del pasado con sucedáneos con los que
contar batallitas.
Ni mucho
menos. Song to Play, sin intentar lo más mínimo alargar la agonía,
consigue transmitir esa misma sensación de suspiro largo con las que
nos erizaban aquellas canciones del pasado. Es y no lo es, alargar un
poquito más la leyenda de la discreción hecha virtud. The Go
Betweens consiguieron que la timidez de una canción te quebrara el
corazón, sin recurrir al escándalo. Pasaron como un ángel sin
apenas trascender, y treinta años después siguen aquí con
nosotros.
Lo fácil
sería decir que este disco es indispensable por mantener viva la
llama de aquella banda única. Pero lo cierto es que Song To Play son
muchas cosas más:
Notar la
presencia de Lou Reed, de sus tics, sus vicios y sus obsesiones en
temas como “And I Knew” o “I Love Myself And I Always
Have”; dos de las más grandes del disco. Podría ser también
un sincero homenaje a dos figuras trascendentes como fueron Lou o
Grant; con los siete años que separan ambas muertes. Se respeta
escrupulosamente esa misma forma de concebir la canción dándole a
cada instrumento el protagonismo: Violines espigados, bajos y congas
que entran con discreción, apenas algún riff eléctrico y las
cuerdas acústicas aterciopeladas. Los sonidos de un hogar que se
despereza por la mañana, el olor a café, su musa Karin Baümler
poniendo las voces y las cuerdas, su hijo ayudando y en definitiva.
Un disco que destila por cada poro, comisura y arruga, cariño y
familiaridad por los cuatro costados.
Cada canción
podría ser una pequeño capítulo de una pequeña gran historia, sin
embargo difieren en pequeños y sutiles detalles. Desde la desnudez
de “And I Knew”, hasta la preciosidad de grávida
ascendencia que es “Turn On the Rain”; una joya de Pop
tremenda. Hay momentos en los que comparte la misma forma con la que
Robyn Hitchcock concibió Love From London del 2013. La misma
delicadeza, sensibilidad al tratar las canciones, el vacío
existencial de sus canciones de instrumentaciones escuálidas. Solo
que Robert Forster explora con mayor certeza esa retrotracción, para
soltar lastre emocional. Y dotar de ese sentido ecuánime de cuerpo
y alma, que antaño albergaban los grandes discos.
****************************
En este
montón de canciones de grandes trabajos, esta la mejor cosecha de
este año. Desde las bandas emergentes como los Australianos DMA'S,
ABLEBODY, DEAD PARTIES, NAP EYES, TINY FINGERS, SEA CAVES. Hasta
otros más consagrados como el determinante disco de JOHN GRANT, GUN
OUTFIT, el fundador de The Coral BILL-RYDER JONES, el regreso de los
Canadienses THE DEARS o el mimbrado ejercicio de orfebrería folk del
Británico BOBBY LONG.
En la casi
treintena de canciones que lo nutren, hay mucho donde ahondar.
Sumergirse a pulmón y dar este último estertor agónico del difunto
2015, con la envergadura que se merece. Aun están a tiempo de
llevarse buenas y nutritivas sorpresas, con las que cocinar un buen
plato de fin de fiesta.
00_TINY FINGERS - Eyes of Gold 01_HALF MOON RUN - Trust 02_DAMAGED BUG - The Mirror 03_BEAT CONNECTION - So Good 04_YACHT - Chrismas Alone 05_DEAD PARTIES - Disappear 06_SILENT FILM - Lightning strike 07_MAD ROBOT - Death of criticism 08_HEY COLOSSUS - Hey, dead eyes, up! 09_SONGHOY BLUES - Soubour 10_THE LEGENDARY SHACK SHAKERS - Cold 11_NAP EYES - No man needs to care 12_COOL GHOULS - Creature that i am 13_DMA'S - Your low 14_BILL RYDER-JONES - You can't hide a light with the dark 15_EZTV - Calling out 16_ROBERT FORSTER - A poet walks 17_WILD RACOON - Next Summer 18_GUN OUTFIT - Gotta Wanna 19_ABLEBODY - After Hours 20_HATCHAM SOCIAL - Hanging rock 21_JOHN GRANT - Global warning 22_NEV COTEE - Follow the Sun 23_PRESIDENTE - Blanco sobre blanco 24_ALONDRA BENTLEY - Mid September 25_DOMINIQUE A - Central Otago 26_SEA CAVES - Spanning the River 27_THE DEARS - Hell hath frozen in your eyes 28_BOBBY LONG - I'm not going out tonight
Acabo de
bajar del cielo muchachos, cual angel caído con alas como muñones.
Subí allí arriba hace mucho tiempo: estaba mirando esas luces retro
tan chulas que bañan los paneles lisos e impolutos de los
quirófanos, y cuando oí algo parecido al Song of the Siren
de Elizabeth Fraser, pensé que debía largarme allí arriba; os lo
juro, ocurrió así.
El sol me
las ha quemado como los pestañas ante la deflagración del
disolvente; quemadas como churrusquitos y olor a castañas. Ayer
dieron la vuelta a los dos mundos, y lo que antes era la oscuridad de
averno, hoy es sol de Ipanema. Los han cambiado como un truco malo de
magia con naipes: - “ahora lo ves, ya no lo ves”. Y yo...
que soy de tinieblas animal de la noche, me he bajado allí #caída
libre en espiral, rompiendo barreras de sonidos, cumulonimbus, capas
espesas de contaminación; atmosférica y lumíca. De esta última ya
no, se ha hecho la noche y por fin me alegro, porque he dejado de ver
a gente de tirantes, manga corta y bermudas. Y ya era hora que alguno
diera con sus pies en el suelo, relentes!!
A tal
síntoma le he aplicado una fórmula magistral que ningún alquimista
de tres al cuarto conoce. Atento a algún mensaje de aquellos que se
otean entre atardeceres deslumbrantes y soles que se cuelan bajos,
por la silueta de los edificios. Cada de vez en cuando llegan caídos
como benditos también, del cielo. No son demasiados, lo admito;
mejor así, en pequeñas porciones. Pero llegan mensajes como
aquellas señales que esperaba Jodie Foster en Contact; salvadoras y
revitalizantes.
Esta tarde
de Domingo con la noche echada sobre nuestras espaldas como una
pesada losa; a las seis y ya de noche... esto no puede ser bueno, no.
Me he puesto un disco que esperaba como rocío en Mayo y todo a
cambiado. Si no fuera por estas cosas y cuatro insignificancias más,
me rajaría las venas a tiras para hacerme un disfraz de Bufalo Bill:
*************
CAR
SEAT HEADREST_TEENS OF STYLE
Cosas que
suenan con esa luminiscencia propia de una Primavera adolescente, y
que funcionan como aquellas inyecciones de felicidad con acné que
curaban constipados de febril juventud #tose niño que el médico
te oiga, que si no ni caso te hacen!!. Y tu tosías hasta que la
garganta parecía un día en la Paris-Rubeaux; pavés y fango a
partes iguales.
Car Seat
Headrest curan todo eso y algo más. No son un medicamento
genérico ni de un laboratorio con caché y corte Italiano. Suenan
como aquellas voces salidas del pozo seco de la abuela, que en ecos
te llamaban a gritos enlatados: ven mi niño ven, estamos aquí solos
enterrados en vida y necesitamos un amigo. Y tu ibas, y te tirabas de
cabeza al hoyo virollo en busca de algo así, como un poco el
principio de todo.
Esta joven
banda de Seattle, ha dado un salto cualitativo en cuestión de un par
de años la mar de interesante. Una prospección al fondo del asunto,
que ha pasado de los bocetos instrumentales caseros con cuatro
cachibaches de un veinteañero. A un disco de Pop de guitarras
salvajes y sin domar, propias de geniecillo.
Por la
cabeza orbitan unos Nirvana en tono de ensayo, los Guided by Voices o
unos Pavement deslumbrantes y soleados: Americana de guitarras, más
popera que guitarrera, pero con esa imagen de chupa raída tan yanqui
y surfera. “Sunburned Shirts” florea las aguas subyacentes
y freáticas que discurren bajo nuestro pies, con ese perfume a
azahar digno de los Beach Boys. Así es como comienza este Teens of
Style; el definitivo tras tres años de composiciones compulsivas:
Primero fueron “Nervous Young Man/2013” y “How
to Leave Town/2014”. Y solo era cuestión de tiempo para
que este jovencísimo Will Toledo; nada que ver con
nuestro Willy Toledo. Nos deslumbrara con un álbum preparado para el
asalto a nuestros corazones.
Once temas
cocinados al estilo cosaco Bistró; rápidos, poco hechos y
saciantes. Con la urgencia de quien deposita en la melodía todo el
protagonismo, dejando de lado inútiles abalorios. No hay ni una sola
que obvie esta premisa: Cuanto más gris, otoñal y lluvioso el día,
más se hidratan las corrientes subterráneas.
Solo con
leer los títulos de las mismas tan reveladores todos ellos, se
intuye la consigna; diviértete!! “The
Drum”, joder como me encantan esas
guitarras tan vivas y sangrantes. De echo este tema es parte de una
serie de demos que se compusieron en el 2011; imaginaos el arsenal
que guarda el muchacho.
“Something
Soon” es tan terriblemente agitadora; parte
de culpa de todo esto. Esa forma de ver la vida entre lo abstracto e
infantil de Daniel Johnston, que culmina en algo que lo resume a la
perfección: una canción. “Times to Die”
lo dice claro y alto: - “Todos
mis amigos se van a casar / Todos mis amigos están bien con Dios /
Todos mis amigos están haciendo dinero / Pero el arte consigue lo
que quiere y el arte consigue lo que se merece”.
Un himno en toda regla que con Jacob Bloom al bajo, Andrew Katz a la
batería, un Rhodes y las guitarras del muchacho, ahora suenan con
mucha más coherencia que aquellas melodías maquinadas en el asiento
trasero del coche de sus padres.
“Los
Borrachos (I don't have any hope left, but the weather is nice)”,
pop veloz que se alarga casi hasta los siete minutos sin apenas
resentirse. Tiene esa forma de ascenderte hacia los cielos tan
salvaje, tan primitiva... y al borde de los tres minutos entran esas
guitarras rizadas... y tchas!! tienes de repente otra canción. Es
así, como un juego que no sabes bien donde te va a llevar; ni él lo
sabe.
“Oh!
Starving” podría
salir así, de repente en un final de fiesta al piano y con los
comensales haciendo coros, y es así joder, perfecta. En el fondo
supongo que no puede ser de otra forma, instantáneo y así de
sencillo. Cuando todo surge tan espontáneo como la contracción del
diafragma, el ritmo natural de la inspiración y ese bien preciado de
la juventud compulsiva, las cosas suceden. Casi mágicas y
salvadoras.
En
los asientos traseros de los viejos coches se han engendrado desde
siempre pequeñas y grandes historias.
Si
los pespuntes de la tapicería de mi viejo Talbot Horizon ya
desballestado pudieran hablar, no solo contarían historias de sexo
sórdido. También las hubo de risas y carcajadas cortando a cuchillo
el espeso humo del hachís. De finales trágicos y de melodías
pluscuamperfectas. Allí es donde también las confeccionaron Roy
Orbison, Johnny Cash y Jerry Lee Lewis en la gira infernal de Sun
Records del 57; y nacieron piezas inmortales e instantáneas.
THEE
MIGHTEES seguramente también las hicieron con una guitarra, su
imaginación como única partitura y una cerveza en la otra mano;
mientras rompían las olas.
***************
THEE MIGHTEES_SMILING
A
la banda de Sheffield les queda un poco lejos el mar, de echo ni
siquiera se les puede atribuir una posible estancia en playas
cálidas; ni que sea por pura imaginación ensoñadora. Pero sus
minúsculas arengas de no más de dos minutos, tienen la misma
estructura musical que un chiringuito cualquiera de las playas de
Axarquía: Unas cañas para protegerse del sol, cuatro tableros por
mesa, un puñado de bancos, madera de encina y una caja llena de
espetos.
Se
comen con los dedos sin cubiertos y hacen equilibrio sobre las seis
cuerdas eléctricas, como los descalzos pies sobre el pedragal de la
orilla. Su escucha es como un baño en una tarde de calor y sentir el
salitre resquebrajar tu piel bajo el sol. Los dedos todavía huelen a
sardinas y la melodía imperturbable por su sencillez, aguijonazo e
infeccioso sant vitus, te traslada. El otoño nos ha cambiado el
reloj amigos, pero siempre habrá tiempo para que la depresión nos
constriña hasta parecer un culo de pollo.
Nos
resistimos, y aunque esta semana la sibilina lluvia se halla hecho
dueña de nuestro día a día. Siempre es de celebración, descubrir
una banda británica que lleva el sonido pop primordial a terrenos de
surf, de powerpop o de tweepop, sin necesariamente parecer una pose
de anuncio de telefonía. Son naturales como el gazpacho de la yaya y
se han ido a hacer aquello que triunfa al otro lado del gran charco.
Seguramente
el echo de ser Británicos pueble portadas de tabloides alternativos,
cuando de este tipo de bandas que no se comen un colín las hay a
montones. Pero hace gracia con que desparpajo se ventilan los cuatro
cortes, sobre cuatro acordes siameses si resultar cansinos. Tiene ese
tufo adictivo de las primeras composiciones de la Velvet tan
Rock&roll naiff o de unos Feelies lampiños; boogie-woogie popero
y saltarín... inofensivo y delicioso como un helado de lima.
“Cream
Cream” de echo recuerda ligeramente a ese pasado Fenme fatale.
“Pop Culture Icon Eyes” podría ser perfectamente la demo
casera de aquellos Jesus & Mary Chain empapados de
Beachboyrockerismo, pero sin sus notas de distorsión; se
quieren lo mismo. “Sometimes”, “Romantic Notion”
o “Blue Raspberry Dragon Soop” los podría incluso hacer
pasar por el mismo precepto teológico de los Parquet Courts. Pero en
lo básico, y lanzando por la ventana cualquier similitud enfermiza
de nuestro subconsciente, Smiling precisamente, es un disco de debut
que sirve para dejarnos de gilipolleces y disfrutarlo con mucha
vehemencia.
De
la misma forma que la Velvet Underground en su icónica banana, nos
regalaron esas precisas piezas de Rock callejero con: “Sunday
Morning”, “I'm Waiting for de Man” o “There she goes Again”.
Y progresivamente mutaron hacia odas espirales, complejas y
lisérgicas, cuando White Light/White Heat irrumpió en el 68. Cuando
hablaba al principio de la sencillez deslumbrante de los cuatro
acordes. Las entrañas intestinales y recargoladas de este combo
escocés, me obliga a mirar en el reverso de la música como un
pasaje, a viajes de autoinvestigación.
Mi
reciente exploración en la espesura de esta banda de Glasgow;
después de permanecer largos años en la recámara de mi disco duro,
“Strange Friend/2014” y “The Wants/2010”. Me obliga después
de traducir con soltura su mensaje, en su más reciente “Fears
Trending”, y descubrir las enormes posibilidades de su sonido. A
explicar qué son, y de que van sus manuales de autoayuda.
La
historia es larga, y después de caer en el pozo de su último disco,
lamento enormemente haberme perdido seis años, más los otros seis
de anonimato.
Llegaron
a tener hasta cinco nombres, mientras se divertían experimentando
con herramientas, puestas en escena, incluso con la idea de componer
sin un objetivo claro. Pocas son las bandas que dediquen este largo
tiempo de aprendizaje, hasta saber qué son, y qué quieren en
realidad. Llegados a este punto, tampoco se obsesionaron con la idea
clara de alcanzar una meta.
Lo
que sí descubrieron, es que sin proponérselo, el proyecto ya se
había hecho mayor: le había salido bigote y barba, bello en el
pubis y olía a feromona adolescente que tiraba de espaldas. Aquí
empezó la vida de The Phantom Band; la de seis tipos dispuestos a
crear sin una definición al uso demasiado clara.
Durante
estos seis años y tras el discreto éxito de su anterior álbum,
muchos han sido los que han intentado descifrar su estilo sin mal
estribillo que echarse a la boca; y con lo que se llega a perder el
personal cuando no hay un estribillo que tararear: Que si recuerdan a
Stereolab; ni en la sombra oye. Que si ellos se autodefinían como
“protorobofolk”, o si les asociaban automáticamente con algunos
parientes cercanos como Twilight Sad o a mil bandas de pseudo pospunk
de las islas; ni una cosa ni otra.
No
voy a ser yo ahora el que venga a sentar cátedra sobre géneros,
tendencias o castas musicales; válgame el señor. Más cuando su
anterior disco estuvo más de un año criando malvas en mi disco
duro; que no soy yo de tirar ná, y si ahí está, es que algo intuí
en su día. Lo que también es cierto -y en esto me someto a 100
latigazos-, es que esto de la música va mu rápido. Tanto, que uno
debe dosificar su dieta a lo que buenamente se digiere. Ya se sabe y
si no lo digo: Que las digestiones pueden ser pesadas si se quiere
llegar al ritmo que impone eso que nos rodea ¿industria, consumo,
información sin control?
Por
eso tampoco me amargo; nunca es tarde si la chicha es buena.
Lo
dicho, FEARS TRENDING, además de hacer zoom sobre la banda y
descubrir un disco único en su especie: Americana Gótica que lo
parece pero que no lo es exactamente, folk secuenciado en el que las
sombras no solo dan oscuridad sino también muchos cromatismos,
transiciones que levitan en una progresiva que nos lleva hasta los
70... krautrock, Jetro Tull, santería...
También
han conseguido sumirme en un mar de dudas, sin acertar del todo cual
de sus cuatro trabajos me gusta más. Si lo del pasado en STRANGE
FRIEND era la reválida, o si el de este año es un apéndice que ha
nacido como aquellos brotes tardíos que llegan para matizar lo
anterior.
De
echo son dos discos que tienen claramente una consanguinidad que va,
de lo más brillante y colorido, hasta lo más oscuro y tortuoso.
Strange Friend/2014 era un disco que te capturaba desde el primer
momento: La trotona y casi himno a lo Arcade “The Wind that
cried the world” o “Clapshot”, eran dos aperitivos
que hasta podían batirse en duelo con los aclamados The National si
me apuras. Aunque sus tres primeros cortes eran un anzuelo a todas
luces, y el disco derivaba en espesuras, bosques inmensos y viajes
con mil rutas posibles.
Fears
Trending/2015 nos devuelve a aquella banda entre dos aguas:
lo poético y lo trágico. Los siete cortes que lo forman podrían
ser, como decíamos antes, una secuela de su anterior disco: más
elástico, afable y desinhibido. No solo por sus cortes iniciales,
sino porque abren las ventanas para que entre un poco de aire fresco.
Sin
embargo aquí, los teclados y esa electrónica que acompaña sus
salmas de épica comedida, cobran un protagonismo especial. Hacen de
diapasón con una falsa impostura interesante y algo equivoca: Es ese
pequeño juego, el de estos Escoceses, de hacerse servir de elementos
enfrentados para crear texturas y sensaciones, para jugar con los
sonidos como en una paleta de colores; con sus mezclas imposibles, de
degradados intrigantes y rojos intensos.
La
voz de Rick Anthony domina las alturas y rellena las pocas grietas,
huecos y resquicios, que escapan a la fascinante solemnidad de este
disco. Es de echo, uno de los detalles con más carácter de la
banda: como la de John Grant o Nick Cave, que se erigen absorbentes y
reconocibles; hagan lo que hagan.
Su
Sonido, más propio de las antípodas o del folk americano, oscuro y
reptante, que de una banda Escocesa:
“Tender
Castle” prospecta en aquel folclore esotérico, parecido al que
practicaban Gorky's Zygotic Minci o ahora Other Lives, y con un
Alasdair Roberts como voz de lujo invitada; aullando a la luna. Solo
que ellos, más indisciplinados a la hora de seguir un camino de
castidad estilística, saben adaptarse al accidentado terreno de la
imaginación “experimental”. Entrecomillo por las connotaciones
indescifrables que tiene este término.
The
Phantom Band no se andan por las ramas y tienen un lenguaje directo,
aunque sus discos sean para entrar en ellos lentamente; como el paso
pausado y firme de los elefantes hacia tierras de inspiradores
alimentos. En “Local Zero”es evidente: Aunque su
cacharrería de Moogs, secuenciadores, Akays y mil instrumentos con
los que juguetear, sean tan vitales y tan protagonistas como la voz
misma. Emanan ese don de rock progresivo y mecánico de los setenta,
que roza la psicodelia sobria y muy meticulosa. “Denise Hopper”
pone ofrendas de western meditabundo y melancólico: otra de esas
monumentales canciones que se retuercen con plasticidad, formando
vórtices ascendentes. Lo repiten en “The Kingfisher”
apretando más todavía las clavijas del angustioso drama; todo
delicia y redención negra. Profundidad de aquellas que trasladan a
hondonadas, gargantas inaccesibles, a parajes amplios donde solo las
barreras naturales ponen los límites. Incluso a esas marchas
fúnebres de guerras míticas, al redoble de “Black Tape”.
Es
curioso porque pese a nacer de las mismas sesiones de grabación que
su anterior trabajo, es tan distinto y tremendamente complementario a
la vez. Es la luz y el reverso oscuro de la luna, la noche y el día,
la miel y la hiel. Comen de mil abrevaderos pero sin embargo, son de
las pocas bandas de este segundo decenio que se mantienen
imperturbables en su camino por reinventarse. Aun así, su esencia se
mantiene intacta: Twilight Sad, Cherry Ghost, Low, British Sea
Power... los puedo contar con los dedos de una mano. Lentos y
discretos, pero firmes
*************
CINERAMA_VALENTINA RETURN
Antes
de concluir con estos tres ladrillos que cimentan una de las dos
PlayList otoñales. No voy a despedirme sin subrayar una deliciosa
golosina que se ha publicado este mismo mes.
A
David Gedge le profeso un enorme cariño. Si The Smiths y Joy
Division me enseñaron a amar los textos por encima de la música, y
B52's junto a Talking Heads, hermosos parajes lunares de melodías de
magnífico histrionismo. Wedding Present fueron la comunión
perfecta de Punk y Pop; el principio y lo que le seguiría cuando era
un chaval. Con los años, ese amor vitaminado por los riffs más
veloces que dio el “indie” acuñado a puño y letra, se
transformó en un cariño fraternal por un músico de aquellos de
uñas negras; de los que se ensucian, se remangan y están a las
duras y a las maduras. Treinta años lo atestiguan, y tres décadas
además fiel a su idea por la cual gira su música: Pop de guitarras
áridas y abrasivas.
Su
trayectoria, evolución y mutación siempre me ha parecido curiosa;
he aprendido a amarla por encima de revanchas y añoranzas. Me ha
enseñado a descubrir la brillantez de la melodía entre ruinas,
escombros y miserias. Me ha parecido de echo, uno de los pops vas
verdaderos en años: Canciones nerviosas e hiperactivas que casi
siempre hablaban de su principal obsesión: las mujeres, el amor, las
rupturas y el desamor. Solo que las suyas, nunca parecieron canciones
románticas al uso.
Con
Cinerama y aquel lujo de disco que publicó en el 98 junto a
Marty-Wilson Piper (The Church), Emma Pollock (The Delgados) , su
nueva pareja Sally Murrell a los teclados, y una sección de cuerda a
lo grande. Más que una rareza me pareció una genialidad venida de
un idealista del Pop de guitarras. Una especie de ensayo con la que
demostrar que la canción Pop como concepto, tiene muchas lecturas.
Tanto,
que tras un impás de siete años, Cinerama fue paulatinamente
mutando hacia Wedding Present. Y Torino/2002 acabó siendo un disco
con más rasgos de Wedding Present, que del Pop de cámara
afrancesado que fue Cinerama.
En
el 2005 tras la ruptura con Sally Murrell, David Gedge volvería a
refundar Wedding Present con otros miembros muy distintos, pero con
la misma filosofía que dejó en Seamonster/1991: Un Poprock de
guitarras más megalíticas, y menos Pop.
Su
último disco publicado fue Valentina. Un disco de tapado que atesora
un medio tiempo muy interesante de la mayoría de las facetas de la
banda de Leeds: Tiene un sonido puramente Pop de estribillos
extraños, plagado de antihits que funcionan a las mil maravillas
sobre el escenario y a fuerza de escuchas.
Pues
tres años más tarde se saca de la manga ese mismo disco, reescrito
por Cinerama. Lo que eran canciones de mal asiento, picajosas e
incomodas, es ahora un disco más propio de un crooner a lo Sinatra o
a lo Randy Newman; que más da. Si no fuera por el mismo título,
nadie diría que son las mismas canciones; salvo por “You Jane”,
“524 Fidelio” y “Mystery Date” que suenan
inmensas de cualesquiera de las formas.
Arreglos
de cuerda y metales bordados en sobre relieve. Pianos de Bossanova
ultramar. La compañía es grata, y más si se arrulla con las
féminas que lo acompañan a las voces y una orquesta sacada del
mismísimo Puerto de Santa María. Producido y arreglado por Paco
Loco y el ex Penelope Trip/Edwin Moses Vigil. Han hecho entre los
tres, un disco digno de aquellos compilados guateque del sello siesta
donde bajo pseudónimos, algunos ilustres músicos nos regalaron los
oídos de golosinas jingle.
Que
parece un soplo de aire cálido en tiempos de frío ya: Bacharach, la
Lighuria, y un toque mediterráneo que nos traslada por momentos al
EasyListening de los 60, o a emular a los galanes baladistas más
icónicos de tiempos pasados.
Mantiene
elegantemente un pie en el pasado y el presente. Y no es aunque se
sospeche, un estéril intento de imitarlos. Sino un homenaje como lo
eran el Nixon de Lambchop o el Rings Around the World de Super Furry
Animals. Y sobretodo, porque demuestra cuan maleable puede ser una
canción, cuantas lecturas posibles tiene. Y como las crisálidas en
mariposa, la belleza de las mismas a veces, solo depende de mirarlas
con el corazón más que con la simpleza de un crítico.
Estos
cuatro discos son solo un pequeño dispendio así, a la carrerilla.
Con tanto como uno tendría de que escribir, si de verdad tuviera a
mano una registradora donde grabar ese chispazo que aparece y
desaparece en cuestión de segundos. Ese ejercicio de escuchar un
disco de ida y vuelta y sacarle punta.
Pero
por suerte o desgracia, aunque de forma más o menos aleatoria
escojamos “ése”. Podrían ser otros, si el tiempo de
esparcimiento fuera más generoso con nosotros: “Los que se han
quedado a la espera de otra play con la que ventilar este año”.
De echo estas listas aunque como anzuelo para pescar GRANDES y
apetecibles productos, existen sobretodo, para esgrimir la canción
como signo de disfrute espontáneo. Sino ¿que sentido tendría
arrancar con SMALL BLACK y su noctámbulo “Boys Life”.
Arranque
en clave de electropop estilizado y proletario para celebrar la
visita de FRONT 242 y las fiestas 1984 de tierras Levantinas: El
proyecto secreto de Tony Verdi y Xavi Cabanyol en ELECRO GENERATOR
GROUP resucitando el mítico “Isolation” de Joy Division. De este
despegue bailable y vespertino salen también por ejemplo los
paisanos PARALELO, tras donde se oculta un veterano: Raul Q de Orte.
Un proyecto sintetizado y autodidacta de fuerte calado autobiográfico
y activista. En este contexto también los muy salvables “Vuelve
conmigo a Italia” y “Pray For Rain”, de los también
Barceloneses HIDROGENESSE y PURE BATHING CULTURE; pese a que los
discos que los contienen, no me hallan dado demasiado la talla
respecto a estos dos grandísimos “hits”.
THE
KVB redondean esta compilación con una versión clásica de los
Rolling Stones, desde la misma perspectiva psicodélica 27 años más
tarde. La que se presenta en un sample sobre la mítica banda la mar
de curioso “STONED A PSYCH TRIBUTE TO ROLLING STONES” del sello
Cleopatra. Con la intervención de bandas tan idóneas como: Clinic,
The Allah_las, Lorelle Meets the Obsolete, Yeti Lane, The Vacant Lost
y un largo etcétera, con resultados dispares pero muy recomendable;
de lo de ahora y antes.
Al
margen de un puñado de canciones con las que bailar y hacer luz,
donde la oscuridad domina. Cada tema tiene un porqué (disco a
destacar, artista, novedad, o simplemente porque mola). O un tomo
reivindicativo que pese a no disponer ni de espacio, o tiempo con el
que reseñar. Deberían si el tiempo me fuera más generoso, ser
parte de otras tantas reseñas, para diseccionar cada una de sus
buenas virtudes.
Es
el caso de MAD ROBOT y DAGRAMS:
Dos
bandas radicalmente distintas, y que pese a ocupar espacios
diferenciados en cuanto a popularidad, tienen algo en común: los dos
recomendados al margen del ruidoso bullicio de portadas. Los primeros
con disco recién estrenado y en plena promoción I DECLARE WAR. Han
conseguido a base de martillo y cincel dar un paso de gigante en el
difícil equilibrio entre la superación técnica sin apenas medios,
la coherencia en el difícil binomio letras en Inglés/textos
sobresalientes, y lo mejor: Conseguir que indierock de guitarras
resulte tan agitador en lo físico, como en lo espiritual a base de
mucha militancia y crítica contra los mecanismos de la industria.
Al
otro lado DIAGRAMS, un proyecto el de Sam Genders que cuanta más
expectativa levantó con su anterior Black Light/2013; fue de echo
uno de mis preferidos de aquel año. Más radical ha sido su regreso;
polémico y criticado por cambiar experimentación por Pop de toda la
vida.
Pero
es que resulta que Chromatics en toda esa apariencia de disco
inofensivo y aséptico. Contiene algunas verdaderas joyas, de ese
Popfolk tan universal como exigente a la hora de destacar. Canciones
honestas ante todo, que beben de muchos clásicos y que ganan
conforme avanza el año. El año avanza y nosotros a paso
contemplativo, nos conformamos con coger al azar lo que se tercia.
El
año acabará, cierto. Y la música, ya saben, no entiende de
tiempos, plazos ni chantajes. Seguro que de aquí al fin, todavía se
nos aparecerán como la virgen de fátima. Sino que se lo digan a THE
CLIENTELE, a ver quien es el guapo que les pone fecha de caducidad.
ABRACABRAZOS!!
00_SMALL BLACK_Boys life 01_ELECTRO GENERATOR GROUP_Icelation (Joy Division cover) 02_PURE BATHING CULTURE_Pray for rain 03_HIDROGENESSE_Vuelve conmigo a Italia 04_THE PHANTOM BAND_Denise Hopper 05_P.I.L_Double trouble 06_TRAAMS_Succulent thunder Anthem 07_MAD ROBOT_Kill the Maintream 08_THEE MIGHTIES_Romantic Notion 09_CAR SEAT HEADREST_Strangers 10_CINERAMA_Back a Bit...stop 11_DIAGRAMS_The Light and the noise 12_THE CLIENTELE_Never anyone but you 13_PARALELO_Europa y aliados 14_THE KVB_Sympathy for the devil (Rolling stones cover) 15_PETAL_Heaven
Ayer subí a
la azotea, a tender la última colada antes de cargar bártulos a
partir hacia tierras Trasalpinas. Me acosté anoche cegado por un
flash de memorias dominantes, y llené compulsivamente de sábanas
la lavadora: Metí una postura de jabón puro con flores blancas
secas, romero fresco, albahaca y espliego. Un mejunje que se me
antojó, macerado durante todo el día en agua de rocío. La que se
condensaba en la claraboya del patio de luces.
Fue una
mañana diáfana. Corría una estupenda brisa, y el gorgojeo de los
gorriones en celo era la mejor ofrenda posible al osario de Cuqui
Savigné: Allí, extendida en las losas teja del terrado, como
una santa y casta. Cerré los ojos por un instante e inspiré
controlando el caudal, el volumen y hasta rumor del torax. Era
diferente, la mañana olía diferente, el silencio sonaba diferente y
su presencia allí. Como esos pasos que desde entonces, me despiertan
por la noche deambulando piso arriba piso abajo. Inundando cada
rincón con el humo de su alma.
A cambio,
para inmortalizar su perpetuo hito -la devuelta de las canciones a
esa, mi azotea tórrida-, los rechonchos gorriones, habían
anidado en las cuencas de su calavera. Otros, aleteando con fuerza,
espantaron sus cenizas y las suplieron por el ondear de las sábanas
y el frescor de la pócima. Yo, en cambio, con el pasar de los días
y la consumación de la semana. Estoy ya a Martes y me cuesta
horrores escribir algo con sustancia. Siguen pasando los días. Solo
cuento cada día que pasa y casi que me importa un rábano en qué
invertirlo: Tareas de trabajo, me da igual si duras o maduras,
mosquitos que te despiertan de un mal sueño, más horas, sueño que
te oxida las pupilas y cuartea el ceño, madrugones con la ciudad ya
por fin desierta y deshabitada.
Repasar el
itinerario y poner al día el GPS, escribir un poco más... ah!!
alimentarme y beber (vino a poder ser). Así, puedo llegar sin estar,
al día de la partida: Cinco de la mañana, café cargado, maletas y
noche cerrada... mil y pico kilómetros por delante.
En casa
poco: Tres cactus que piden poco para subsistir y otra Playlist más
para poner música al viaje, y a quien quiera hincarle el diente. Ahí
va, entre tanta canción claro, se me olvidaba. También obras donde
depositar las horas muertas de este verano agónico. Curar
articulaciones y mis huesos que como los de Cuqui Savignè, se
resienten de las obligaciones. Esto no, esto es puro placer... placer
carnal.
El rastro
que dejan como el expolio de parajes, las canciones... Unas notas de
piano que gotean sobre la conciencia cuando ALEX BUREY lo
acaricia. Es todo ello como una invitación con forma de despedida;
así empieza esta compilación. Con la premeditación y la alevosía
de un joven Londinense, que a lo largo de este año nos ha ido
desangrando melancólicas monodosis de plasma. Gota a gota
cruelmente, hasta dar de bruces con “Come Over”: Una
invitación tentadora hasta el día que se decida a regalarnos un
manojo; un gran disco.
De mientras
me consuelo en mi trasiego diario hacia el trabajo, desmigajando lo
que para mi, y hasta el momento, es el disco más balsámico de este
año, el:
PRIMROSE
GREEN de RYLEY WALKER
Un conjunto
de canciones frondosas y ramificadas que ahora ya, al cabo de
sucesivas e interminables audiciones, parecen estar destinadas a
acompañarme por la sinuosas carreteras del Piamonte la próxima
semana. Las escucho y entornando los ojos puedo incluso confundir mi
trayecto laboral, en perdidas y sonámbulas escapadas nocturnas por
entre las viñas trepadoras de Monferrato.
De entre sus
tallos verdes brotan y florecen yemas nuevas que se confunden con lo
antiguo de su esencia: Folkrock de raíces profundas que quiebran las
losas lapidarias para que corra el aire fresco, y con mucha elegancia
se apareen con el Jazz, el Rock ácido y psicodélico, o incluso el
Soul más taciturno. Todo bien ensortijado como una madeja donde las
cuerdas de su guitarra llevan la batuta. Puede en un primer momento
dar la sensación de que solo es el Folk Barroco de Bert Jansch el
que marca el tempo del disco; el sonido acústico del trabajo así lo
sugiere. Pero allí en lo hondo, de dentro hacia fuera, poco a poco
se va deshilachando y a uno le pueden venir tranquilamente infinidad
de referencias: Los malogrados Days of the New al escuchar “Sweet
Satisfaction”. Tan lícito como volver la cabeza hacia el
pasado porque claro, es evidente que todo vino de mucho antes.
En cualquier
caso lo que Ryley Walker hace en este disco, es coger el soporte del
Folk y trabajarlo de infinidad de maneras y formas, sin complejos y
con una sensibilidad infinita brutal.
Por eso, ya
es fácil empezar con “Primrose Rose” a modo de aperitivo
para abrir boca, y alucinar con esa sensación de polvo, tejidos y
paja en suspensión. Pensar de inmediato en Nick Drake y a otra cosa
mariposa cuando le sucede “Summer Dress” y piensas en Ray
Mazarek o es “Same Minds” la que te lleva estados más
negros. Todo se conecta increíblemente por las cuerdas de nylon y
alambre, incluso cuando la instrumental “Griffih Buck's Blues”
nos lleva más hacia al folklore. O sencillamente flipar con el modo
con el que combina multitud de paisajes sonoros (jazz, oriental,
progresiva, folk...) y pare “Love Can be Cruel”; otra
genialidad más de este disco.
Pasada la
mitad del disco, todo fluye como el curso de un arroyo de montaña:
Caprichoso, entre juncos que se flexionan como los quiebros y
desniveles del terreno. Inmensa y tan grande como la naturalidad de
su ejecución “On the Banks of the Old Kishwaukee”; que
crece al unísono. Y que junto a “The High Road” y “All
Kinds of You”, son algunas de las piezas menos obvias y que más
detalles esconden tras su aparente normalidad. Un disco éste de
mimbres y bordados, para enredarse por sus entretelas y acariciar su
tacto rugoso. De esos que curiosamente habitan y sobrevivirán sin
duda, en estos inhóspitos y yermos tiempos en los que la abundancia,
no siempre es síntoma de riqueza.
Hay otros en
cambio, que hacen de su música, algo tan expansivo como los campos
de verde trigo. Como es el caso de nuestro amigo:
MIKAL
CRONIN y su MCIII
Una
continuación con tintes de historia, que avanza imparable sin el
remordimiento de quien debiera rendir cuentas a lo pasado. Datado en
2013, cuando con aquel primer tomo de sus muchas aventuras musicales;
incluida la de su compinche Ty Segall. Me agarró desde abajo con su
PowerPop colorido y radiante, para enmarcar y colocar en el pasillo
de los inmortales discos de aquel año.
Su disco,
este MCIII -segundo tomo y tercero en su carrera, de lo que por ley
debería ser el pop bien parido- es de aquellos para salir en cueros
vivos corriendo campo a través; sí, yo así lo siento. Darle cuerda
al viejo y betusto Garrard y sentir cuando suena “Turn Around”,
el cosquilleo de las espigas en tus nalgas: Esos violines que se han
incorporado a las inquietas guitarras de Mikal, le sientan mejor que
una cerveza a un sediento; cosquillas y algún picotazo necesario.
“Say”,
“Gold” o “Ready” beben mucho de sus andanzas en
el bajo con su amigo Ty; sobretodo para con el último trabajo del
rubio Californiano. Otras tantas explosiones carbónicas, que como
esas botellas agitadas hasta hacer de aspersor, no difieren en
absoluto de su anterior y menos conocido disco. En realidad no es que
los dos sean muy distintos en sonido ni en calidad. Pero si que es
verdad que MCIII tiene un nosequé que lo hace más delicioso. Luego
tiene esos temas intermedios que modulan la velocidad de crucero del
disco: “I've been Loved” o “Alone” saltan con
los ojos cerrados y el pecho abierto en canal al acantilado. Una
caída libre desde las alturas de Siurana, que le dan a este
imprescindible trabajo un preciosismo tan natural y Folky, como
eléctrico. Ahí van “Gold” que anuda como nadie lo
electrificado con distorsiones, que se cosen con las maderas nobles
de su acústica cuando despega “Control”, como un masaje
en las parietales. O “Different” con la que puedo ver en
la templanza de la noche y las luces difuminadas por la humedad, a
Cuqui Savigné vestida de blanco virginal hacia el altar. Un adiós
de tristeza placentera para escuchar “Circle” con su
pianola mítica y contemplar, ya está.
Y estas
cosas son las que ahora en presente con la ropa de trabajo apestando
a hierros y taladrinas en la lavadora, despojado del peso de las
responsabilidades. Hacen que quien escribe hasta cansar, tenga la
mente ya puesta en este tipo de discos. Que como los vinos cargados
de taninos fenólicos y metabolitos fotosintéticos, me nutran el
interior.
Me parece de
bárbaros hablar de algo que me gusta como de un expendedor de
barbitúricos en lata. Los sentimientos son algo más, diantres!! Son
como cosas vivas que te dan vida; aunque sea a plazos y sin
vencimiento. El otro día le contaba a un vecino sordo y ciego la
hermosura de THERE'S NO UNDERGROUND de PAPERNUT
UNDERGROUND. Un disco de finales del pasado año, que me
apareció sin esperarlo tras el fondo de un cajón. Se había colado
sí, por el fondo despegado del armario y una noche cantó a grito
pelado eso de: “When She Said What She Said”. Algo así
como un susurro de Cuqui al oído que te transporta a la suciedad
atractiva del garaje despechado de los 70. Ese Pop desordenado hecho
a pelo y por el caprichoso antojo de Iam Button (Death in Vegas) y
Robert Halcrow (Picturebox). Un disco para enterrarse en él hasta
que nos salgan setas de las orejas.
Mi vecino
solo me puso cara de Bacalao; entre estupefacción y embobamiento. Le
cogí las manos y se las metí entre mis orejas y los auriculares
cuando sonaba SOUND & COLOUR de ALABAMA SHAKES, entonces ya lo
entendió y sonrió: Brasas que cocinan sin quemar aquello que hace
unos años ya nos cebaba como a polluelos. Este año con más mano
izquierda, lo hacen igualmente pero con más sustancia.
Me lo llevé
cogido del brazo. Subimos donde la sala de máquinas ronronea a
ratos, y me puse a bailar en un anclaje como el de las bobadillas.
Creo que gimió algo y comenzó a balancearse con el Surf bacilón de
BABEWATCH; que bien lo llevan cuando tocan “Atlas Shroome”.
Con THE SUICIDE WESTERN CULTURE recuperó el oído y ya no paró de
bailar toda la noche. Se sujetó a la baranda de la terraza para
recuperar la vista con el POISON SEASON de DESTROYER, y se sentó a
traducir el majestuoso ejercicio de Pop quebradizo: Imposible no
entender la grandeza de la música al escuchar este disco, y ver como
un disco tan grande como Kaputt/2011, se queda chico al lado de este
Poison Season.
Aquí Dan
Bejar sabe como nadie separar sus colaboraciones con New
Pornographers y seguir construyendo como una hormigita, discos que se
presienten inmortales. Aterciopelados, confortables y llenos de
pequeñas e inesperadas simas que te llevan a otros tiempos: Aquellos
en los que la palabra Pop significaba algo más que un estribillo
resultón. Y que Blue Nile convirtieron en corriente artística, en
poesía musicada y en literatura bestida de glamuroso chaqué.
A mi vecino
Jacinto lo dejé allí, recostado y abrazado al esqueleto de Cuqui
Savigné. Besaba su cadáver reluciente cuando la Luna nueva se
puso sus gafas de sol, contemplando la tormenta de Perseidas. No solo
habla, sino canta. La banda sonora perpetua de este mes de Agosto,
deja pistas y salvas casi invisibles sobre un fondo celeste donde
rascar con las uñas, descubrir, encantarse... Joan Shelley, Wolf
Alice, Calvin Love, Amason, Menace Beach son solo algunos nombres.
El Lunes
parto más tranquilo. A mi vecino le he dejado las llaves de casa
para que me riegue la Albahaca; más indefensa y escuálida. Que se
atiborre de música, el tiempo no es perdido sino pospuesto.
Saludos y no
vemos a la vuelta, enjoy!
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