(LA PRÓXIMA
REVOLUCIÓN SERÁ TRANSMITIDA POR STREAMING, DE PAGO POR EVENTO, Y EN DIFERIDO).
Desde la era escrita de Asimov y J.K Dick, hasta la
audiovisual de Spielberg y Nolan. La ciencia ficción, o bien se ha adelantado
sirviéndonos de inspiración, o nos ha pillado a oscuras y con los pantalones en
los tobillos.
Sea como fuere, la arrogancia y la necedad del ser
humano ha superado con creces cualquier posibilidad de reacción. Y no dudamos
ni un instante en dar detalles de nuestra agónica extinción con la petulancia
del marisabidillo; no sea que alguien
menoscabe nuestra sabiduría nescafé.
Una pena, la verdad.
¿Hay alguna posibilidad de romper filas y volvernos
la piel como un calcetín para mirarnos adentro?
Pues no lo tengo demasiado claro, oigan.
Lo que si tengo más o menos nítido y cristalino. Es
que los aullidos de Gerard Langley (ahora mismo); como los de otros que
vinieron y se fueron sin hacer demasiado ruido. Me sirven con bastante rigor y
precisión, para creer a pies juntillas en ese falso mito de que la buena música
y la protesta no son solubles; que no confundan con la sabiduría instantánea,
ni con las neuronas solubles.
Esto amig@s, es rock de rebeldía disoluta.
Dudo que a estas alturas sea de recibo reincidir en
la rémora de “banda más minusvalorada de
la escena británica”; yendo por delante mi devoción histórica enfermiza por
las músicas parias. Y la ventaja o inconveniente que pueda tener escribir sobre
algo que no le interesa ni al tato.
Sabiendo como deberíamos saber, que esa, es en parte la magia de la música así,
en general:
Por más tiempo que dediques a escarbar con uñas y
dientes, siempre habrá una anomalía musical docta en influencias variopintas,
que surja para propinarte una cleca
con la mano abierta a grito de: - Ves
criaturica de dios, ¿que no hay spotify, publicación de prestigio, ni festival
masivo, o influencer que abarque todo lo que la música nos puede abastecer? (por
suerte, oigan).
Y ya ven, en estas lindes nos vemos.
Desde que en 1978, Gerard Langley fundara con su
hermano y el danzante Domochowsky ARTS OBJECT, y tres años más tarde la
comunidad THE BLUE AEROPLANES. Son cerca de una veintena de álbumes los que han
publicado ininterrumpidamente: Entre discos de estudio, recopilación de innumerables
caras b, versiones, revisiones y reinterpretaciones.
Digamos, que los de Bristol, son de las pocas bandas
que han aglutinado y digerido mejor sus 45 años de trayectoria sin ni un solo
paso en falso.
Tanto es así.
Que hasta los hipotéticos pasos en falso o
evoluciones musicales, como fueron en su día: Swagger 1990, Beatsongs 1991,
Life Model 1994, o el más reciente Welcome Stranger del 2017. Revisados ahora,
y comparados con la media actual o de bandas con su longevidad. Resultan tan
atemporales y poco afectados por las tendencias musicales como su cortante
Tolerance del 85.
CULTURE GUN no solo no es una excepción. Sino que
apostaría que es el disco más crudo, hermoso, y valiente posible. Considerando
que se empezó a fraguar en 2018, que se interrumpió por el diagnóstico del
cáncer de su frontman, y que la
pandemia lo sumió en un letargo forzoso.
Parte de su hermosura radica en la estructura dura y
afilada de las canciones en su versión más “rockera”.
“Hips Like Cigarettes” por ejemplo:
Es un puñetazo en la mesa y el mejor retrato de la
sociedad actual: Eléctrica, indolente, y con esa mala baba que pone cachondo.
A partir de ahí todo te puede parecer una nebulosa
de art pop, con melodías que no se ponen freno ni son deudoras de las
plantillas estilísticas de ahora:
“Waking in the Ghost Removal Van”
contiene una de esas maravillosas guitarras que bien podría ser del Tolerance;
como siempre.
Gerard no se muerde la lengua haciendo del veneno
poesía; como siempre.
Arremete con “Building an Ark for the Anthropocene”
y las alentadoras segundas voces de Bec Jevons, sacudiendo con fuerza; como
siempre.
Y ascienden con “Apostle Spoons” al más
puro estilo “Cardboard Box” conmoviendo; como nunca.
Ni siquiera hay la más mínima intención de ocultar
ese estado de furia, que se ha ido macerando y reescribiendo en estos cinco
años de obstáculos y nuevas realidades.
Pasa, a veces, que el desaliento se convierte en
melancolías con esencia de adormidera. Pero siempre he pensado, que las
adversidades es mejor convertirlas en buenas razones donde convertir esos
nuevos escenarios en poderosos estímulos.
Y “Someone (in the Arms of No One)”
desde luego, es una prueba más que evidente la constante en el colectivo de
Bristol:
Con las voces de Mike Youé y Bec Jevonen pleno estilismo regenerador y procreador;
como uno los pasajes más bestias y lindos. Y la icombustible resiliencia de
Gerard Langley para seguir siendo uno de los mejores letristas de las islas.
“Half Crown” emerge como una de las
joyas más emotivas del álbum junto a “20/20”: Ese momento mágico en el
caes en la cuenta de que apenas si hay una sola banda que mantenga en vilo el
aliento de cuatro décadas, sin perder un ápice de personalidad y calidad
liricomusical.
THE BLUE
AEROPLANES,
acostumbrados a ese extraño e injusto estatus de “banda de culto”, ha vuelto por
la puerta grande, no lo dudéis ni un segundo; como siempre.
Destinados a sacudir desde abajo los cimientos para
abrir las heridas y purgar la pus de la apatía. Con la lírica y el
contorsionismo de su afilada música.
Ya sea con la nueva versión de Rodney Allen,
convirtiéndose en un nuevo felino la vieja escuela new wave de los 70 en “(An
Unlikely Hit Of) Adoration”. Acompañado Bec Jevon y ese prestidigitador
saxofón final, que enaltece aún más la extraña belleza de este estimulante
regreso.
La eléctrica “Bulletproof Coffee & Snake-Oil Shot”
jaleando el opio del pueblo: Fake news, los falsos ideólogos, el establishment
podrido… La realidad
O la extenuante belleza final entre oboes,
acústicas, vientos mágicos, de “Lapdogs in the Wind”.
Citándonos en el futuro con una incómoda y a la vez
emocionante rara poesía. Narrada desde una especie de abismo que eriza el
bello.
The Blue Aeroplanes aparecieron fantasmagóricos el
28 de Abril del presente año; un día después de mi aniversario.
Cinco meses más tarde, como el designio de un sueño
vacuo o profético. Me los encuentro sin saber cómo:
Los quehaceres, la estrategia del entorno para
embelesarnos con los desastres del entretenimiento, el babeo que nos provocan
los demonios invisibles. O quizás, el éxito más indiscutible del caos y la
penuria de la desinformación.
EL MIEDO
PD. No creo en el destino, pero sí en la poesía
sanadora y salvadora.
Las
noches estas de oleaje sudoríparo, en las que los mosquitos surfean espalda
abajo hasta mi coxis.
He
decidido, vistas las circunstancias y aprovechando el misterio nocturno.
Aprender a reptar hasta el lavabo con ayuda de mis codos; y
que fortuna la mía, que potencié deltoides, bíceps y trapecios en el gimnasio
antes de que cerrasen por vacaciones.
¿Veis
que listo?
Mientras
a los malvados espadachines los tengo distraídos haciendo loopings donde la
espalda pierde su nombre.
En
dos terrazas instaladas en sendas nalgas, con ambientes duales a la par de
eclécticos. Se me amontonan y hacen corrillo la fauna hogareña, y algún que
otro despistao que aprovecha que las
ventanas están abiertas y la familia durmiendo.
Allí
hay de todo: polillas, pececillos de plata, moscas palomillas. Menos…. Eeeep!! Las moscas negras y las
chinches; que tienen la entrada terminantemente prohibida por gorronas.
En
perfecta armonía faunística bailan agarraos
el Momma de la ELO; en esas frecuencias inaudibles como el raso del suelo que tan
lejos nos queda. Pero cuan precioso y multiverso es cuando te arrastras sin
prisa; sabiendo que de allí no pasas ya.
El
calor sube y golpea contra las alturas. Pero tú, tú estás divinamente ahí,
panza abajo. Con todo lo que precisas a mano:
La
bandeja con esa rueda grande y gorda como la de un timón de una nave para subir
el volumen, y al fondo. Al fondo la nevera de los vinos a 8 grados ronroneando
con estos calores, como si te estuviera llamando…
Bueno
joder, que me está llamando, que lo sé, ostia
¿No
la oyes?
A
partir de ahí. Me basta y me sobra en esas noches de tregua fundente. Con la
terraza donde estirar mi pata chula, el salvoconducto en forma de Malvasía que
Mannel me dio, y lo que os traigo: Un disco desde Adelaida, en la otra punta
del mundo.
Ahora
mismo, y vistas mis circunstancias de invalidez. Déjame que te diga, que las
noches de verano son las cosas más bonitas. Mirándote pa’dentro y envuelto enbuena música con una copa fresquita de esta deliciosa y tremebunda Malvasía lisboeta del bueno de Fernão Pires.
Llevaba
unos meses esperando con intriga el primer trabajo de este quinteto, después de
escuchar la joyita de “Evil Dead” en mi 53 cumpleaños.
Pensaba
y deseaba que me acompañaran en mi viaje por carretera hasta Alentejo. Y
evidentemente, no pensaba escribir ni una sola línea de aquello que creo que a
estas alturas cada uno debiera/debiese buscarse solito en los arroyuelos.
Pero
lo que es la vida.
Parece
que voy a procrear y ampliar la raquítica familia de esta miserable bitácora.
Si
os digo sin tapujos ni capulladas, lo
que sentí cuando los escuché la primera vez. Son, ese tipo de señales
melancólicas que se escapan a zancadas largas de todo aquello que quiere
parecerse a algo que antaño moló, pero que ahora es incapaz de provocar ese
escalofrío lindo de inocente juventud.
Los
perfumes con olor a gofre de vainilla, la plaga de las vans, los pantalones de
pitillo, y los peinados acabados en pico. Que todo sea igual, huela igual,
suene igual, y sepa igual. Todo lineal y siguiendo una marca de puntos que poco
deja a al riesgo.
No
se trata de que se intente inventar algo, porque todo está ya inventado.
Solamente exigir que me obliguen a bailar imaginando con el cuerpo las notas y
las armonías. A veces inconexas, otras abstractas, y de repente. Perfectas de
lirismo poético.
Solo
eso ¿pido demasiado?
En
esa tesitura, lo poco que funciona es el aislamiento y la miseria. Y es aquí
cuando por estadística Australia se lleva la palma por eso de estar bastante
alejados de los circuitos. Y disculpen, no es exotismo, ya no. Es,
¿desintoxicación?
Igual
que pasa con los vinos cuando ves tanto convencionalismo y estereotipo que te
aburre soberanamente; ¿me siguen?
Por
eso desee este año huir a Portugal y embriagarme con sus vinos siguiendo al
loco sabio de Mannel Serrano y sus 68 primaveras. Y lo haré, no lo duden, soy Tauro.
De
momento no sé cuándo volveré pero apenas me quedan 3 botellas de las seis que
me recomendó. Y el pito pito colorito de
elegir BAÍAS E ENSEADAS 2020, es…
simplemente que es la añada más antigua de las tres; como veis, ahora mismo me
la suda todo tanto -(literal)- que soy un jodido y arbitrario verdugo.
Pero
oigan, que jodida maravilla. ¡Sentencio!
He
perdido la chaveta con las Malvasías secas. Ya sean Griegas, de Sitges,
Riojanas, Italianas o Portuguesas.
De
las que te agarran desde la nariz y su perfume por las carnes nobles y
blanditas.
Ese
adorable reclamo invisible en el que en tu infancia, deseabas la adopción ipso
facto de la panadera, pastelera, o repostera del barrio:
Brioche
recién hecho, crema pastelera, bizcocho esponjoso, el anís estrellado, y tú,
comiendo esas delicias bajo un Magnolio en flor, y de limonero infusionado en
flor de leche. Y el paso por tu alma dejando el rastro sedimentario arcilloso
lleno de salinidad mineral, rocío, cítricos y ambrosía; que no empalago.
Una
terrible droga que me consuela ahora mismo, no sabéis cómo.
Su
dorado hipnótico cegado por la condensación de la refulgente copa.
Las
gotas que se deslizan sin prisa.
Las
baquetas de “ATACB”, la rabia de sus guitarras, y la disonante voz de Stu
Patterson. Provocador, andrógino, y sus magnéticos y contorsionistas
movimientos. Como un conjunto pleno de gustirrinín y alboroto.
El
debut de esta joven banda Australiana arranca con un Postpunk de manual; muy
diferente a sus primeros bocetos en forma de singles a los que costaba
encontrar la conexión entre “Magnolia” y “K”:
“ATACB”
y “Boys
in the Gutter” quizás intentan captar la atención de un público más
generalista, igual que con “Two Years”. Pero rápidamente notarás
que los tiros de esta gente, huyen de lo convencional y pese que sus
inquietudes los llevan desde el Pop lúcido, hasta la New Wave abstracta, o el
aguerrido Post Punk de los 80. El denominador común es la imponente
personalidad de su discurso.
Nadie
diría que llevan publicando desde hace apenas cinco años, y este es por fin su
primer Lp.
Fácil
es enumerar con las manos a las cosas que te pueden recordar y no mentarlas por
decoro. Faltarte dedos para contarlas, y a la vez difícilmente acertar con
precisión; que es lo bonito en definitiva.
Lo
que sí tengo claro, es que por instinto y puro impulso me he agarrado a “Jason’s
Bad Trip”, “Sunday Night” y “New Jet Sky”, y no las suelto.
Me
encantan los tempos a veces desordenados, otras sofisticados, la potencia
escénica de su líder Stu Patterson ,ese clarinete con retirada a saxo que entra
y sale, la tímida voz femenina de Venus que da el contrapunto igual que Kin
Deal, el cómo consiguen el mismo clímax que en su día hacía de Bauhaus una rara
avis de la escena y que aún perdura, el tono experimental y a la vez accesible
que da toda la coherencia a su temario, sus textos social y políticamente comprometidos.
Y
sobre todo.
Lo
bien que hacen sonar todo Stu Patterson, Matt Schultz, Venus, Lenny Regione y
Michael Bond; que básicamente es lo más importante. Teniendo en cuenta que se
lo han producido y grabado ellos mismos en el pequeño sello local P.A.K Records
de Adelaida.
Un
sello que nace de la promoción y soporte en directo de la escena local desde el
Rocket Bar & Rooftop, nacida en 2013 como Punk Ass Kids, toma ya!!
Así
pues, solo me toca maldecir el no poder bailar hasta descoyuntarme este disco.
Y brindar con todos los vinos que iremos descubriendo durante toda mi convalecencia
durante este Agosto, Septiempre y… yo que sé. Espero que pronto, porque no sé
si será una suerte o penitencia para vosotros jajaja