Mostrando entradas con la etiqueta Vinomios. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vinomios. Mostrar todas las entradas

sábado, 22 de enero de 2022

VINOMIOS#3: GRANA by JOSEPH PUIG 2013 y MUZZ_MUZZ 2019… SE QUIEREN

 


Estaba yo esta mañana buscando una manera imaginativa poética y romántica de arrancar el 2022. Con un texto donde asociar ese hallazgo entre esos bajos de la vida, que el día que creces te preparas a desdoblar; aún con el riesgo de que queden las marcas desteñidas a la altura de los tobillos:

Historias de amor entre botellas de carmín vidrioso, y discos díscolos que te rodean con el brazo y te acompañan en el baile fin de curso de la vida.

 

Escondida allí abajo. Pedía auxilio, solitaria la botella, como único vestigio que el trajinero, viajante y escritor Joseph Puig dejó en Cerdanyola hace diez años.

Posiblemente no fuesen diez años, acaso alguno menos. Pero mi memoria parpadeante e intermitente, solo sabe ya asociar la longitud del tiempo con la sensación de velocidad con la que se pasa. Así que… y pese a que… La vida del cincuentón sea tan emocionante como esas giras conmemorativas de tu banda fetiche; donde el repertorio cambiaba a cada concierto. La de los jesusitos, es igual, solo que con las dolencias, achaques y nuevas realidades:

Primero fue la colesterolemia y la presbicia. Después las apneas nocturnas. Irritaciones anales, cervicales, desvelos, y… esa molestia que cambia de lugar como la mosca cojonera lo hace de cetro.

Emocionante a más no poder por no saber si ese día bailarás rock&roll o una balada arrambado.
Y a mí, para vuestro interés, me ha tocado ahora prescindir de toda sustancia alcohólica entre semana para ver si la tensión arterial me devuelve a mi hipotensión habitual. Y aquí me veis, igualito que los masocas, escribiendo sobre vino y música para generar melalcolemia sana.

 

Así nace esta historia [como la mayoría] por asociaciones espontáneas que acaban en texto. Dependiendo de mis ganas de constatarlas, el tiempo apremiante, o lo poco emocionante que acabe siendo mi vida.

 


Conducir sorteando el tráfico humeante de Sabadell, mientras buscas de forma premeditada la serenidad que fuera de tu habitáculo brilla por su ausencia. Es un experimento curioso y super gratificante; aunque sea para que ese cóctel donde tu tensión sanguínea, la ansiedad o incertidumbre te sepa razonablemente rica y plácida.
Sonando Billy Bragg y ese mágico elixir capaz de detener el tiempo a la vez que tu pulso y que ha publicado el cadáver aún cálido del 2021.Y después MUZZZZZ
Fluyen las emociones los recuerdos, y tu inconsciente es capaz de viajar:
 
 
Me acordé de esa forma e intento de comprender algo que bebiste hace muchos años. Y que ahora lo adquieres como algo más íntimo y tuyo. Del disco que Paul Banks (Interpol), su amigo de secundaria el multi-instrumentista Josh Kauffman, y el bataca de Walkmen, Matt Barrick. Que bajo el nombre de MUZZ, sonorizaron uno de mis últimos viajes para ver a mamá con mis hermanas:
Como ese silencio que se produce cuando una canción es magnífica. Y esa intrínseca conectividad que va desde el oído, pasando del olfato hacia el paladar. Y lacrando un recuerdo con varias cosas a la vez, para que acabe siendo solo UNA, y distinta.

 

Joseph Puig es ese tipo de personas inéditas y particulares que da la vida en cualquiera de sus disciplinas; en este caso en el de la venta de vino, el credo por lo tuyo, y la aventura trashumante:

Quinta generación de viticultores, encargado de operaciones en Chile para la Familia Torres, fundador de Augvustus, elaborador en Priorat junto a su hija Silvia Puig (ahora en En Numeros Vermells) con su bodega Ithaca que vendió a unos rusos, y vendedor de vinos propios y ajenos en más de 20 países. Además de escritor de unos cuantos ensayos y novelas sobre el vino.


 

Entre la infinidad de cosas que le han dado sus 50 años en el sector antes de jubilarse y volver a la escritura y la familia. Todavía tuvo tiempo de elaborar por cuenta propia y fuera de D.O’s, varios vinos monovarietales de Tempranillo (Rioja), Garnacha (Terra Ata y Montsant), Cariñena (Priorat), y este Sumoll de Tarragona.

Con el denominador común de una cierta autenticidad rústica, alejada de su cosmopolita vida. Pero de alguna manera, conectados por esa visión global de relaciones personales y conocimientos que le otorgaron sus innumerables viajes.

Este SUMOLL es como una pequeña crisálida dispuesta ya de alzar el vuelo. De maravillosos colores y reflejos luminiscentes. Conjuga la armonía de su larga estancia en la botella y esa veteranía capaz de explicarte con precisión lo que en realidad es capaz de ser un gran Sumoll.

 

Uva catalogada por algunos como: “la Pinot Noir catalana”; por su acidez, fluidez, y determinante capacidad para concentrar los suelos y ubicación en su buqué final.
Este 2013 ha acabado acomodando toda esa fruta crocante y verticalidad. En un licuado de fruta madura, tierra húmeda de potente terroir y pasmosa redondez.
Circunscritos en aromas de grosellas y fresones maduros, sobre un fondo ligero de terciarios de crianza. Asoman también los tostados y la pimienta negra con algo que me recuerda a la manzana licuada. Haciéndolo realmente agradable, porque no resalta nada de eso en concreto, sino que hay que buscarlo con curiosidad.

 

Igual que las ricas armonías en las que se sustenta la voz Paul Banks. Que parecen estar filtradas por un fino velo semitranslúcido y que se resumen en el nombre de la banda: MUZZ.

Bad Feeling” debería ser esa melodía despertadora; cuando ocho años más tarde se descorcha una botella cómplice de la aventura: Y los susurrantes saxofones intentan elevarte torpemente.
La elipse que forma el líquido dentro de la copa de manera hipnótica al moverla. Te asomas. Te vuelves a asomar como un chiquillo curioso que cerrando los ojos intenta convertir las evocaciones en recuerdos, y los recuerdos en pistas para hallar el camino de vuelta.
Evergreen” dobla los bajos, estira los slides y crea el mantra replicante.
Red Western Sky” consigue que asocie su melodía con los OTHER LIVES de Tamer Animals/2011, casi lo consigue; las evocaciones amigos. Doy un sorbo decidido y me zambullo gorgojando, volteando en el paladar, enjuagando.
Tanino superfluido y pulido pese a su rusticidad y de agilidad felina; me recuerda a mi padre de alma de pastor y luego tonelero, vestido de punta en blanco para la boda de mis hermanas.
Súbele el volumen a “Patchouli” y si quieres, acompáñala con un quejío flamenco.
¡Qué bien se deja y te hace esta colección de canciones!
¡Que acidez más rica y buena compañera para las comidas!
Toda ella magistralmente integrada en la fruta madura; esta vez más negra que roja. Recuerdos de paseo por el bosque húmedo de mañana, de terrones de tierra y piedra que desmigajas con las uñas. De mineralidad y de pinaza.


 

El romancero “Everything Like it Used to Be” que te saca a bailar, tú, te dejas. Te lleva, te vas. Y el adagio de “Broken Tambourine” vuelve a recordarte a Jesse Tabish.
Los dos me gustan.
Y éste, es uno de esos trabajos que orbitan guiados por las casualidades. Que hizo que dos amigos de secundaria se encontrasen años más tarde con un tercero en discordia que los unió, y surgió la magia.
MUZZ es una de esas cosas que busca escapar del lastre de lo impuesto por la intención. Y como antídoto, para que sea la comunión la que haga de motor extractor de sentimientos ocultos. Y que solo se dan cuando por casualidad también, se dan las condiciones.

 


Por eso supongo, todo encaja. Y sin la premura ni la exigencia de hacer algo suscrito a una banda; con su sonido, sus seguidores, y su compromiso. Todo fluye natural, apacible. Contigo, conecta también por la inercia de tu falta y las ganas; que algo significará, supongo.

Que aquel quien te las encomendó; como todo lo que te encomiendan con los que empatizas. Sea Mr. Antonio Luque (Chinarro) tras 25 años siguiendo sus devenires. Será por algo, supongo.

Todo lo supongo.

Supongo que canciones como “Chubby Checker” son de las que me sumen, y tirándome de los pies, me llevan a ver lucecitas de colores.

Otras que son viajeras, como “How Many Days”. Mestizas de piel cobriza y claros ojos que te miran fijamente.

O diapasones con los que no sé si regularé mi tensión arterial, como “Summer Love”.

En cualquier caso, nos encomendaremos a la santísima “Trinidad”: Esa tonadilla final que tanto me gusta y que bien podría haber sido firmada por los hermanos Kadane.

Por cierto…
¿alguien los ha visto?
 



 

domingo, 18 de abril de 2021

VINOMIOS#2: ALPINE DECLINE 2021_ FOR THE BETTERMENT OF WELL PEOPLE vs. JAN 2017 de Celler RÏM


 

Es muy posible que ésta, sea la única manera de avanzar con la certeza de llegar:
“Con pequeños objetivos y humildes propósitos”
Qué, al fin y al cabo. Son de los pocos a los que me puedo comprometer dada mi escasa ambición. Si es así por lo menos, cómo al final del año, uno quiere irse a dormir con el alivio de dejar constancia de lo verdaderamente remarcable.

 

Asociar vinos y música, es hasta la presente, de las pocas satisfacciones que me colman. Y perpetuarlos escribiendo sobre ellos, la única manera que conozco para intentar entenderlos; si en caso de futura demencia senil hubiera posibilidad alguna de rehabilitarme.
En la mayoría de casos son encontronazos casuales: Como el de aquella banda Californiana que se me cruzó de sopetón, con rasguños, traumatismos y cicatrices; dejando constancia por escrito. Y que justo ahora -diez años después- se te presentan en casa con hijos nuevos de chapetas rosadas y brillante mirada.
 

Los ecos de los “nuevos” ALPINE DECLINE nos llegan de la lejana China y el sello Maybe Mars, de Beijing (la nueva Berlin Asiática); que es su lugar de residencia desde hace unos cuantos años. Tras una década desde aquella primera toma de contacto con su enigmático “VISUALIZATIONS”:

 
Un Shoegaze con hechuras de suspense, parecido al de mis adorados Pale Saints. Y donde las brumas sonoras se entremezclaban con ecos, marañas de guitarras, y unos cánticos que me remitían como angelicales plegarias de auxilio, no exentas de poesía etérea. Y esa parte que hace de la música, algo que va más allá de simples ritmos y melodías.
Donde se puede prácticamente visualizar con tan solo su ambiente sonoro: Un paisaje, su cromatismo. E incluso una sensación que obedece más a algo tan abstracto como personal.

 

Confieso que desde no hace demasiado, he descubierto el porqué de mi extraña forma de asociar gustos y encontrar el placer del disfrute.
Y no es por lo típico de: - ¿Y a ti que te gusta? – Pues a mi me esto, aquello, o lo otro.
No. A mi me gustan las cosas por las sensaciones que me provocan o generan, más que por aquello que estrictamente me las provoca.
Amo el sentir de los sentidos, imaginar, evocar… Amo SOÑAR DESPIERTO. Y creo que así paladeo la vida, recreándome en lo corta que se me hace, y es.

 

 
Sentir la mano sobre mi hombro de Jonathan Zeitlin en boca de John Sinclair, susurrándome al oído:
Me levanté
Vendí mi mierda
Le dije a mi jefe que me iba
Besé a mi familia
Dejé a mis amigos.
Vivo mi vida antes de que termine
Me escapé
Me levanté
Me fui,
Me escapé
A lomos del trotón ritmo de “I Got Up”, contagioso, meciéndote, y dejándote llevar por el impulso de la Tramuntana costa arriba.
¿Lo pensaría así también Jordi Esteve, cuando siguió el canto mayestático de su corazón?
No hay escritos que lo confirmen, ciertamente. Pero en la facultad de dudar, está la virtud de imaginar.


 

No solo por lo que supone abandonar la gran urbe y lanzarse a la sentimental aventura de recuperar el legado del fronterizo Rabós, y dar presencia al legado de la “la gent gran” que se eslomó vendimiando y mimando las pocas viñas que resistieron al primer envite de la filoxera en nuestra tierra.
Sino por convertir la mal supuesta austeridad de sus Cariñenas, en una agilidad digna de la mismísima Anna Pávlova.
De color y tintura frutal, su penetrante y vínica nariz nos descubre por sorpresa todo aquello que uno ama de un vino cercano, y despojado del hermetismo que se le atribuye a los terrenos pizarrosos y la centenaria edad de sus viñas:
Deslizante y preciso como el ojo de Gillermo Tell. JAN se deshace en caricias de grano fino y una sedosidad curiosa que no prescinde en recordarte su sabiduría.
No tirando de solemnidad, sino una complejidad exquisita que se basa más en la generosidad, que en los condicionantes: Fruta negra muy madura y golosa, destellos herbáceos que ¡¡plis plas!! Aparecen y desaparecen, envueltos en toques de café sin azúcar, sotobosque húmedo, y pizarra tamizada. Y una acidez sápida que convierte la presencia del tanino, el algo tan sumamente integrado y que equilibra todo el conjunto, haciendo del beber, un deslice agradable.
 


 

JAN es de esos vinos que no necesita recordarte que los atributos no siempre se han de mostrar voluptuosos, ceremoniosos y a veces aturdidores. No, él es directo.

Y en su rápido viaje, desde la nariz pasando por el paladar, hasta el final de la boca: Donde el cielo  retiene el recuerdo como la visión de una noche estrellada, y los extremos de la lengua lloran fugaces.
Un giro más de tuerca. Un cuarto de giro más al potenciómetro.
Donde el volumen se torna en el clamor pop de “Get Out of the Way”: - Liberando en el mar, un océano de estrellas. ¡Lávame!
Dejando un rastro veloz de, tantas sensaciones y evocadoras delicias.
Que solo podrían resolverse y desentrañarse bebiendo y volviendo a beber, como  peces en el rio.
Esto no garantiza al 100% que acabes descifrando sus misterios. Pero te prometo que el viaje y el vértigo, detendrá por unos segundos el tiempo, y a ti se te antojará una eternidad.
 

Yo lo hago (o lo intento). Aquí, sentado en el balcón con los pies sobre la baranda. Una transfusión de elixir vínico sobre el alfeizar. Y la bocanada de música que escapa por la ventana abierta de mi cuarto de fetiches.

La entrada en mi vida de nuevo de ALPINE DECLINE, se ha fundido ideal sofocando esa extraña sensación de que todo nos sabe igual y nos conformamos, ¡maldita sea!
Siento (o necesito) un cambio que a veces no es tal; ellos estaban aquí desde hace ya mucho tiempo. Sólo que tú no los notabas.
El cambio estilístico con el que he recibido en horcajadas al dúo chino/californiano. No es más que la perspectiva adecuada para valorar con justicia y placer, el extraordinario bagaje experimental, creativo, y multidisciplinar. De dos personas sin ningún tipo de compromiso con los condicionantes vaivenes de la industria del entretenimiento.
Entre “Action Moves Away from the Center/2018”, “Visualizations/2011”, y su actual “Fort he Bettermen of Well People”. Hay tres universos tan distantes y a la vez paralelos, que hacen del conjunto algo excepcionalmente maravilloso y emocionante.
El metrónomo acompasa los latidos, y tras el jolgorio de “I Got Up”. Es el turno del mantra de “Trough Waterfalls”, donde podrías estirar el brazo y acariciar el teclado de Euros Childs. Mirar fijamente los escuálidos rasgos de Ian Masters, y hasta ver a través de sus inanimados ojos hundidos.
No Turning Around” continúa por esa tónica que nos arrulla y hunde hacia los paraísos la psicodelia folkie de Gorky’s Zygotic Mynci. Un maravilloso arranque de disco que flota delicado, sugerente y fantasmagóricamente pop.
 

 

FOR THE BETTERMENT OF WELL PEOPLE, es un trabajo que ahonda con certeza en esos límites difusos del Pop, la psicodelia, el folk sui generis, y una impronta espacial y ensoñadora supersugerente.
Y el ejemplo más claro lo tenemos en “Flight Instructions”, “Losing Control”, y “Get Out of the Way”. Donde se solapan entremezclándose, algo que resulta de primeras tremendamente Pop con reminiscencias al C86 o el Sarah Records Sound. Pero que zizagea entre la placidez contemplativa de la California setentera, y la bucólica época de Mercury Rev, o incluso un cierto regusto a las ambientaciones hippies; en el sentido más inexacto.
 
 
En cualquier caso, un despatarrante trabajo que se aplica con mucha intención en esos detalles a la hora de dar cuerpo, alma y textura al sonido; y que ahora tanto echo de menos, la verdad.

 

Puede que mi abnegada adicción a los extremos, me lleve a mediar entre el desastre y la armonía. Con obstinación, y un batiburrillo musical poco defendible.
Pero por más que lo explicase. Poco o nada atiende más que a la variedad, y al punto por donde se observe la vida dependiendo de las coordenadas sieeeeempre cambiantes. ¿O acaso se busca la seguridad con la penitencia y el inmovilismo? Siempre atado a la pata de la cama, con la mantita y la comodidad.
Inside in me Head”, pruébalo, despliega velas y agarra el zurrón con lo imprescindible. Flota de puntillas sobre las teclas del xilófono y siente en vértigo. Aquí a mí, Pale Saints se me hacen tan presentes, que me eriza el bello: Mágicos, astrales, ingrávidos y etéreos. ¿podría ser shoegaze? – Pues también!! 
 
 
Aparece “Cowards” ¿y a mí? A mi me viene de golpe aquella oda perdida de los canadienses The Electrosonics, llamada “Back on the Light” del 98.
 
 
Gems” revuelve en la inocencia del Pop pálido, y abre brecha entre los densos inicios de Alpine Decline, y su actual propuesta. Da igual, la desprejuiciada forma de entender los arranques de creatividad de esta pareja, son puro oro ahora mismo. Y “The Remedy” otra más.
 

 

La botella se tambalea a mi espalda y echo mano de la copa para hundir mi prominente nariz romana en la copa. Allí hallo el extracto del azúcar residual, el rastro de la fruta y las especias exóticas.
Y tanto me adentro, que el eco en sus abovedadas paredes. Que “Too Long Away” me coloca por arte de magia. En aquella mañana de 1997, cuando conduciendo a trabajar por entre los huertos de Gavá con el penetrante perfume de alcachofas, acelgas, espinacas y zanahorias. Escuché por primera vez el Barafundle de Gorky’s Zygotic Mynci, en un esplendoroso salvamento britpopero.
Albadas sean las cuerdas invisibles que nos unen y sustentan!!