viernes, 22 de julio de 2016

NATHANIEL RATELIFF & THE NIGHT SWEETS... Esto era en la BARTS de Barcelona 06/07/2016




Ni muerto, ni de parranda, ni de cañas; chévere cochévere. Chevere!! Pero cierto amigos es, que si alguien debía patearnos el trasero y sacarnos de nuestro agujero de muerto en vida, ese era Nathaniel y su banda.

Un mes después de nuestra última publicación. Y cuando un servidor mismo, ya se daba por ahogado en la zozobra de la pereza, el ungüento sudoroso y esa mirada al infinito de cánula veraniega. Ha tenido que venir este tipo mitad personaje de dibujos animados y dispensador de abrazos, a resucitarnos por pura descarga a pelo. Esas cosas que uno hace sin saber muy bien porqué, pero que visualiza en su imaginario fantabuloso como un puro acto de instinto salvador.
Ya hace tiempo que mis actos no los mueve la lógica, lo racional y seguro. Porque dios!! Si a estas alturas de la película, uno debe guiarse por los laberintos de la música cogido de la baranda o con andador ¿de que íbamos a vivir si no es de abrirnos paso a hachazos entre la maleza? No puedo jactarme de ser fiel seguidor de este personaje de Missouri. Pero la escucha de su último y remozado nuevo disco en un día de trabajo abrasador, es suficiente sinrazón para acudir en la busca de su SoulRock de cítrico granizado.

De esto ya han pasado días; muchos y hasta demasiados. Pero ya sabréis que de un tiempo para acá ya no hay método ni lógica que maneje a este blog tan difuso como inconstante. Tantos, que he tenido que tirarme al monte de Amorebieta para recuperar la cosa esta de escribir sin razón aparente; o sí.
Razón si la hay, como la de hacer un crónica de mi último Primavera Sound, de lo que escuché allí, y de lo revelador del reencuentro: Ver y oír aquello que uno no predestina y ni siquiera acabas obedeciendo.
Como veis no ha habido tal crónica. Se empezó, y de la misma manera que la inicié se pudrió como un plátano al sol. Y es que son la ganas de disfrutar de los momentos instantáneos las que se anteponen a la estrategia de urdir un plan; no lo hay.
De esa misma manera se gestó la idea de ir a ver a Nathaniel Rateliff. ¿Motivos? Pues no, simple impulso veraniego.



Uno de esos conciertos tan chulo y guapo como el curioso público de la sala BARTS. Ya sin el ánimo crítico que me caracteriza con lo que uno “en teoría”, debería encontrarse en un concierto de esta índole. El flujo de las modas que lo llaman y que lleva de la mano a la gente supongo. Yo. Yo soy de ambientes más cutres, temerarios y de monstruo de feria.
Pero vamos que aun mascullando, lo hago más por puro “voyeur” que por importarme; que es poco o nada. La facultad de las especies para sobrevivir, mimetizarse y adaptarse a ojos de los demás es más divertido que enrocarse.


Arranque trepidante como el de las pole de las motos el que imprimió Nathaniel con “I Need Never get Old” y “Look It Here”, quemando goma de salida. Dos canciones que ilustran a la perfección de lo que va este larga duración con vuelta de tuerca incluida, donde el amigo aparca su folk rocoso para que sea el Soul, el Rhythm&blues, y esa base de rock impulsivo la que se sume a su particular forma de entender la raíz, y escupirla.
Se puede teorizar sobre la autoría, lo que uno puede creer que es más auténtico según su bagaje en cuanto a los clásicos. O si me apuran, qué mide lo comercial, popular o sucedáneo. Pero lo que es incontestable, es que este invento con los The Night Sweats entra como un tiro. Tanto en esa fórmula fácil de temas trotones como los anteriormente citados, o el “Trying so Hard Not to Know”; que sonó hacia el final. Y claro, su parte más de arrumaco con ronroneo que tanto recuerda al Van Morrison más accesible con “Wasting Time” a la cabeza; por ejemplo. Junto a “I've Been Failing” fundiendo en blanco y negro.
En cualquiera de sus formas: el gradual vozarrón que sale desde sus pies puede con todo. Tiene ese brillo que te atrapa, y la banda: Sobretodo en su parte rítmica. La misma compresión que un motor bien ajustado.

Su último disco se basta y se sobra para incendiar cualquier sala (una más reducida hasta mejor).
Pero quedan bastantes joyas en su discografía para dar pie a la investigación, como la descomunal “Out On The Weekend”; con golpe de efecto incluido. Esa “Parlour” que engarza a la perfección con la balsámica “Mellow Out”... tutututútu... Predecesoras en tiempo como “I Did It”, o el detalle final con la versión del “The Shape I'm in” de The Band.

Se permitió hasta la licencia de silenciar del batiburrillo, el deslizar James Browniano, y el jolgorio que hace de sus conciertos. Para enmudecernos y elevarnos con sólo su voz y el escurrir de sus cuerdas, en esa versión a pelo del “I'd be Waiting
Ese tipo de cosas que suceden en mitad del tumulto, y te bajan bajo tierra. Allí todo suena más acallado, ciego, y en esa ceguera la desnudez casi siempre más preciosa.