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lunes, 7 de diciembre de 2015

TANGUERINEMIND: LAST ÚLTIMA PLAY*LIST THIS AÑO




Corrían años y días como hormiguitas laboriosas. Unas sacando pecho de cabeza roja y afiladas fauces, otras diminutas cabizbajas agitando sus antenas mientras mordisquean la carne más mórbida y derretida. Cada bocado tocaba con un tono de campana de Shuválov el paso infatigable del tiempo: la aproximación a la caída al vacío del año, que se nos va.
Mientras tanto y seguro como estoy de que nos precipitaremos catarata abajo, sin más escalofrío que el de una despellejada mañana de Enero. Lo veo pasar y hago cuentas de que justo por estas fechas hace dos años, la vida me daba otro descuento.

Son esos trayectos continuos al hospital, para ver a mi convaleciente madre; durante semanas pasadas. Los que me han dejado anulado en práctica y teórica, de todo aquello que lubrica mis engranajes: ejercicios gimnásticos, piscinas, crónicas, escritos y papelotes...
En cambio sí me ha devuelto otras que tenía casi olvidadas: Hacer un recorrido en coche más largo que esos escasos 15 minutos hasta mi trabajo, para escuchar más música de lo normal; remedios que también curan. Volver a recorrer los pasillos de un hospital, la santidad inmaculada de enfermeras y asistentes... Y pensar que ya es casualidad que justo dos años más tarde, las circunstancias de la vida prestada, me hayan puesto otra vez ahí. Para darle más empaque a una conmemoración que no celebro, pero que siempre tengo presente.

Me han vuelto de golpe y sin quererlo, las pasiones por devorar mandarinas a tientas mientras conduzco hacia el hospital. Me gusta el tacto, el olor que impregna uñas y toda la estancia del vehículo.
Nunca fui un devoto por estos pequeños frutos cítricos , hasta tal extremo. Pero allí a oscuras, en la habitación de la 9ª planta y de madrugada, no hacia más que comer mandarinas como un poseso. Dicen que los cítricos estimulan la absorción del hierro y debía ser eso; la naturaleza humana y su sabiduría. Desde entonces, llegadas estas fechas, se me abre un apetito voraz por las mandarinas, y sobretodo por su olor adherente y penetrante. Las desgajo, me las como y después, aprieto fuerte con las manos las peladuras para que estallen cada uno de sus poros llenos de jugo. Instintos animales que me despiertan en otoño, justo en el vestíbulo de este frío invernal que por fin llegó.
No solo las mandarinas, también las naranjas, uvas, los Kiwis duros y prietos, y los tomates en cualquiera de sus formas. El oscuro de las uñas y el filo del cuchillo troceando deliciosas alcachofas. El tacto aterciopelado al hundir las uñas cuando desgranas una a una, las vainas con sus habas. Los jugos en tus dedos y el perfume a sangre vegetal.
Ritos seculares de los que no sabes si es el destino o la mecánica del hábito sonámbulo. Los que en el ejercicio de nutrir estómagos o sentidos, hacen a la música y a los alimentos, perfectos e intrínsecos compañeros de viaje.


Un lamento agónico: el de morir con las botas puestas, antes de levantar acta. Reivindicable, por el simple hecho de ser uno de los más satisfactorios y reconstituyentes. Será la evocación al deceso, al ver pasar las luces a toda velocidad como en una autopista de madrugada, o el renacer cuando está todo vendido.
El caso es que no voy a dejar pasar la oportunidad de dar constancia de algunos de mis caprichos. Tres, que podían ser más, pero que confío en vuestra intuición, arresto y valentía para escarbar con uñas y dientes, el resto. Empezando por esas capas profundas, inquietas y móviles que agitan la comodidad de las avenidas asfaltadas. Y acabando por las menciones obligadas.

Ahí abajo, aunque algunos piensen que es el paso sincronizado del metro bajo nuestros pies. Se esconden los auténticos machacas de todo este circo. Aquellos que hacen del camino cómodo, de la doma y los sabores estándar, algo menos condescendiente; romántico o suicida si se quiere.
En definitiva la esencia de ese término maldito que es el “indie” o “alternativo”. Y que por mucho que algunos renieguen, fue el meollo de todo el asunto hace un par de décadas; en serio, todavía quedan de los que no se avergüenzan y lo practican con dignidad.


MAD ROBOT_I DECLARE WAR

No es de extrañar que ahora que todo se mide por popularidad, cabezas de cartel o el puesto más alto en las estanterías del FNAC. Muchos se jacten de no ser “indies”; de ser algo mucho más democrático, amplio y complejo. Eso sí, por el camino se dejaron las melodías, los cuatro acordes y la definición del delantero matador.
La cosa es que a algunos todavía nos llama el grito de la selva, hartos un poquito del existencialismo.
Si amigos, la vida como los gustos son cíclicos, y quien no lo quiera entender, es que ha picado en el anzuelo; los Albert Rivera de la música también abundan como las moscas en un Ecoparc.

Los Valencianos MAD ROBOT con Mike Grau a la cabeza, y superviviente de los extintos Furious Planet, regresan dos años más tarde de su puesta de largo con Blacklisted/2013: Un disco gestado, de la más pura inconformidad por la escena musical actual. Paso al frente y de cara, para facturar algunos de los textos más lúcidos y explícitos, de ese mal ignorado e inspirado movimiento del Pop de guitarras nacional, que opera en la retaguardia y que tantas gratas sorpresas nos está proporcionando (Las Ruinas, Black Islands, Cuello, Mourn...).
Para eso han decidido hundirse un poco más en las angostas ruinas de los 90. Y coger aquellos escombros llenos de polvo con los que otros no quieren mancharse las manos; dar un paso más hacia el abismo como se dice. Quien no arriesga ni gana ni pierde, se queda igual. Con todo eso les ha quedado un disco laberíntico, lleno de aristas (defectos/virtudes), y una extraña mala baba que se quiere igual que jugar de chico a hacerse daño.

Canciones que transpiran una fórmula menos familiar y más primaria. Mecánicas que recuperan el invento del siglo. El mismo que hizo de Thermals, unos Weezer más inconscientes y naturales, o ese truco/trato entre los tiempos de los viejos Mustang y la era del hierro y la herrumbre, cuando las guitarras ácidas igual te hacían sufrir que bailar; se acuerdan del DIRTY de Sonic Youth? “Human Error”o “Death of Criticism” lo consiguen de largo. Posicionados en el incómodo territorio de la forja de los que la mayoría se alejan, por miedo a parecer demasiado reales. Mad Robot se balancean igual entre la amarga dulzura de “I am a Fake” o “Problematic”; dos temazos que ensalzan la ambivalencia de los REM más combativos. Y embestir con más fuerza si es menester, cuando se consigue que textos y música queden en un mismo plano; ese difícil propósito de no morderse la lengua y resultar poéticos. De rendir homenaje a difuntos y olvidados en la cuneta (Pixies en el título y cierre del disco “I Declare War” o a unos Dinosaur Jr con los pantalones más planchados y mejor peinados).
Girando un poco más la tuerca, apurando más si cabe la frenada en las curvas que vienen mal dadas: “Ready for Love”, “Go Extinct” o “Kill the Mainstream”, tienen ese mismo efecto de gancho en el mentón cuando golpea la vida y se tiene poco o nada que perder. Su, Mike Grau, Carolina Otero, Borja Boscà y Robero Timón por fin como una banda con piernas y brazos, hacen de la unión la fuerza. “Solo no puedes, con amigos sí” !!

PRESIDENTE_ILUSTRE VENTANAL DE ESTRATEGIAS

Sin dejar de lado el efecto lírico de las melodías cantadas. Hace un par de años dimos con el pequeño sello discográfico ENTORNO DOMÉSTICO. Allí descubrimos la efervescente escena musical de un país tan lejano y desconocido como Venezuela. Y fue por entonces el debutante Roy Valentín (uno de nuestros favoritos de aquel año), el que nos pusiera tras la pista de Heberto Añez Ochoa aka. PRESIDENTE.
Por entonces tenía recién publicado Chuca Chuca II: un ensayo sobre este desencorsetado proyecto, donde se juntan géneros tan dispares como la electrónica, el funk, el pop, o los ritmos latinos desde una perspectiva romántica, baladista y ciertamente glamurosa. Un sonido que vive, ejerce y reinterpreta algunos de los sonidos más sesenteros y cañís de épocas pretéritas. Un ejercicio que se remonta a tiempos y enfoques muchos más libertinos que los de ahora: La influencia vital de la Fania en Nueva York durante los 60, su mestizaje con el crisol cultural de la ciudad, estilos que en parte también aportaron Italianos y su explosión en Studio 54. En el fondo, Funk, sonidos disco, música latina y la música negra, están mucho más presentes en lo que conocemos hoy en día de lo que podemos imaginar; si no, que se lo digan a Daft Punk y a los LSD Soundsystem.

En cualquier caso y sin perder el norte. PRESIDENTE es más fácil que nos remonte a la elegancia lírica y sonora de Carlos Berlanga, a los devaneos de Golpes Bajos y Germán Coppini con los tropicalismos, o porqué no, a la poética surrealista de Battiato. Sintetizando influencias: todo lo que engloba a los solistas pop de los 60, su proyección a los 80, y como sonaría todo eso 30 años más tarde desde un punto de vista regionalista venezolano.
Algo que podría parecer un galimatías, pero que se resume con facilidad al escuchar “Blanco sobre Blanco” o “La Sociedad (de la tierra plana)”: Declaraciones de amor incondicional en toda regla, a la música y a su elaboración desde un enclave doméstico; como bien define su sello. 
 
La delicada y cálida prosa que pone reflejos de atardecer a temas que beben más del latin jazz -“¡Oh Belghi!” o “Neoclásico”- Cuando son las historias de niñez, de aprendizaje, y aquellas lecciones fraternales que nos da la vida; y que aquí se expanden caleidoscópicas. O igualmente si son las palmeras del paseo las que se flexionan hacia la electrónica, como lo harían “Los Países” y “Bonsái”; que cierran este enternecedor álbum de ocho canciones. En cualquiera de sus formas, Presidente, se mece entre lo clásico y contemporáneo. Rompiendo un poco con los moldes que imponen las barreras temporales y estilísticas, en esto de delimitar y cercar las edades musicales de Lulú.

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Ha tenido que ser ahí, al final de la calle. Cuando asaltados por la urgencia del final del año, acorralados de espaldas al precipicio, y liberados del peso de la conciencia, las canciones han salido por fin a mi paso. Zancadilleando un embelesamiento tan profundo como el empeño por soltar lastre que me ha acompañado todo este 2015.
Y he de admitir. Que después de ver pasar estos dos años, dejando que todo fluya según su curso, de manera natural. Los frutos caen por su peso cuando están bien maduros, y no cuando los tiempos lo exigen. Así que llegado a este punto, es ahora cuando de verdad estoy disfrutando de la música cuando toca, sin darle demasiada importancia a lo novedoso o los plazos que nos marcan los demás.

Van a ser muchas las que al final entren en esta última lista; más de las que imaginaba. Ahí van bastantes de mis discos preferidos de este año y volveré a comentarlas en breve, en el examen de fin de curso; no me importa, creo que se lo merecen. Otras muchas reseñas que se quedaran en el tintero, quien sabe si a lo largo del año venidero les daré su rinconcito en el blog.
De momento estos tres, puede que no los más deslumbranates. Pero de derrotados también se hicieron grandes héroes. Para darle un final digno, y sin más interés que el de alabar uno de los regresos más meridianos y necesitados:


ROBERT FORSTER_SONGS TO PLAY

Con tanta naturalidad con la que suena su título; el de su sexto álbum en solitario. Y el segundo en un espacio demasiado largo, desde que falleciera su compañero de viaje; el ex Go Betweens, Grant McLennan.
Recuerdo como si hubiera pasado anteayer, la vuelta a los estudios de The Go Betweens doce años después de su disolución con “The Friends of Rachel Worth/2000”, justo en la entrada del nuevo milenio. Como si quisieran dejar constancia de la impronta indispensable, de una de las bandas más discretas. Y tan omnipresentes como fueron en tantas y tantas generaciones de melómanos.

Me gusta cambiar el cuadro de la entradita cada mes. Ponerle un nombre y sus apellidos a un momento concreto del año; aunque no consten en ningún rincón de la cómoda. El de este mes pasado fue el Songs To Play del amigo Robert. Y llegó casi de inmediato a raíz de una entrevista que nos brindó nuestro dispensador Jorge Obón; él tiene un buen ojo, con el que casi siempre coincido (lástima que queden tan pocos).
Songs To Play es la antítesis de la estrategia comercial con la que en estos días -por ejemplo- nos torpedearan. Haciéndonos sentir un deseo irrefrenable por tener aquello que no necesitamos. Como el caer en la tentación del turrón de pastel de cerezas, cuando todos sabemos que el blando de almendras es el único e insustituible. El tragar en vez de saborear, cuando en esto de comer para subsistir, nos olvidamos de estimular nuestros sentidos y que en la buena materia prima está la clave de la exquisitez:
Diez temas hechos de la esencia, separando grano y paja para quedarse esta vez con la carcasa. De gallina vieja es buen caldo, de lo esencial y estrictamente necesario. Bocetos en definitiva, que capturan el mensaje al vuelo, con una lucidez apabullante. Las canciones de Robert Forster necesitan bien poco para envolverte y conectarte directamente con la época más huesuda de su antigua banda cuando suena la eléctrica “Learn To Burn”. Es un aviso para caminantes despistados, porque realmente son “Let Me Imagine You” o “Songwriters on the Run”, las canciones de Pop quebradizo y desnutrido que de golpe resucitan a The Go Betweens. Y no crean que se trata de buscar entre las fisuras y en los gestos , la necesidad de involucionar hacia épocas de Pop verdadero; ya saben, nostalgia del pasado con sucedáneos con los que contar batallitas.
Ni mucho menos. Song to Play, sin intentar lo más mínimo alargar la agonía, consigue transmitir esa misma sensación de suspiro largo con las que nos erizaban aquellas canciones del pasado. Es y no lo es, alargar un poquito más la leyenda de la discreción hecha virtud. The Go Betweens consiguieron que la timidez de una canción te quebrara el corazón, sin recurrir al escándalo. Pasaron como un ángel sin apenas trascender, y treinta años después siguen aquí con nosotros.


Lo fácil sería decir que este disco es indispensable por mantener viva la llama de aquella banda única. Pero lo cierto es que Song To Play son muchas cosas más:
Notar la presencia de Lou Reed, de sus tics, sus vicios y sus obsesiones en temas como “And I Knew” o “I Love Myself And I Always Have”; dos de las más grandes del disco. Podría ser también un sincero homenaje a dos figuras trascendentes como fueron Lou o Grant; con los siete años que separan ambas muertes. Se respeta escrupulosamente esa misma forma de concebir la canción dándole a cada instrumento el protagonismo: Violines espigados, bajos y congas que entran con discreción, apenas algún riff eléctrico y las cuerdas acústicas aterciopeladas. Los sonidos de un hogar que se despereza por la mañana, el olor a café, su musa Karin Baümler poniendo las voces y las cuerdas, su hijo ayudando y en definitiva. Un disco que destila por cada poro, comisura y arruga, cariño y familiaridad por los cuatro costados.
Cada canción podría ser una pequeño capítulo de una pequeña gran historia, sin embargo difieren en pequeños y sutiles detalles. Desde la desnudez de “And I Knew”, hasta la preciosidad de grávida ascendencia que es “Turn On the Rain”; una joya de Pop tremenda. Hay momentos en los que comparte la misma forma con la que Robyn Hitchcock concibió Love From London del 2013. La misma delicadeza, sensibilidad al tratar las canciones, el vacío existencial de sus canciones de instrumentaciones escuálidas. Solo que Robert Forster explora con mayor certeza esa retrotracción, para soltar lastre emocional. Y dotar de ese sentido ecuánime de cuerpo y alma, que antaño albergaban los grandes discos.


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En este montón de canciones de grandes trabajos, esta la mejor cosecha de este año. Desde las bandas emergentes como los Australianos DMA'S, ABLEBODY, DEAD PARTIES, NAP EYES, TINY FINGERS, SEA CAVES. Hasta otros más consagrados como el determinante disco de JOHN GRANT, GUN OUTFIT, el fundador de The Coral BILL-RYDER JONES, el regreso de los Canadienses THE DEARS o el mimbrado ejercicio de orfebrería folk del Británico BOBBY LONG.
En la casi treintena de canciones que lo nutren, hay mucho donde ahondar. Sumergirse a pulmón y dar este último estertor agónico del difunto 2015, con la envergadura que se merece. Aun están a tiempo de llevarse buenas y nutritivas sorpresas, con las que cocinar un buen plato de fin de fiesta.

00_TINY FINGERS - Eyes of Gold
01_HALF MOON RUN - Trust
02_DAMAGED BUG - The Mirror
03_BEAT CONNECTION - So Good
04_YACHT - Chrismas Alone
05_DEAD PARTIES - Disappear
06_SILENT FILM - Lightning strike
07_MAD ROBOT - Death of criticism
08_HEY COLOSSUS - Hey, dead eyes, up!
09_SONGHOY BLUES - Soubour
10_THE LEGENDARY SHACK SHAKERS - Cold
11_NAP EYES - No man needs to care
12_COOL GHOULS - Creature that i am
13_DMA'S - Your low
14_BILL RYDER-JONES - You can't hide a light with the dark
15_EZTV - Calling out
16_ROBERT FORSTER - A poet walks
17_WILD RACOON - Next Summer
18_GUN OUTFIT - Gotta Wanna
19_ABLEBODY - After Hours
20_HATCHAM SOCIAL - Hanging rock
21_JOHN GRANT - Global warning
22_NEV COTEE - Follow the Sun
23_PRESIDENTE - Blanco sobre blanco
24_ALONDRA BENTLEY - Mid September
25_DOMINIQUE A - Central Otago
26_SEA CAVES - Spanning the River
27_THE DEARS - Hell hath frozen in your eyes
28_BOBBY LONG - I'm not going out tonight