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domingo, 7 de julio de 2013

DENGUE FEVER Sala Apolo 2_ 03/07/2013 CAMBODIAN CONNECTION!!




DENGUE FEVER se puede llegar de distintas maneras: Por ese deje marciano de algunos de sus temas más occidentales, por el exotismo de sus ritmos asiático psicodélicos, o simplemente por el gancho de escuchar algo que ni en tus sueños más remotos pensarías que te atreverías probar. Pero lo que es absolutamente irrebatible; es que la banda Angelina gana tanto sobre un escenario, esa desproporción entre su enorme bajista y la rutilante Chhon Nimol.
He aquí la crónica demasiado larga del concierto, con bastantes días de por medio e intentando desentramar el secreto de su hechizo ; pero nunca es tarde y poco si la dicha es buena.


Ya sabéis que pocos son los conciertos que comento en caliente salvando contadas ocasiones: Sueño, cansancio, trabajo, y un calor soporífero que te engarrota cual veneno de Viuda Negra tienen la culpa. Y la verdad es que sería una indecencia dejar de relatar o desvelar lo que me llevó a presenciar, la que creo es la segunda visita de esta genial banda a nuestro país.
Cuatro años contaba Chhon ayudada por el resto del grupo y haciendo no con menos dificultad, memoria sobre lo que los llevó a Barcelona cuatro años atrás. La verdad que cuesta situarse en ese extraño contexto en el que DENGUE FEVER publicaron fuera de EEUU de la mano de REAL WORLD, el sello de Peter Gabriel. Sobretodo y básicamente por mi desconocimiento de dicha banda; subsanado hace dos años y empujado por la banda sonora de Jin Jarmush en Broken Flowers/2005.
Esa Road Movie memorabílica y el hilo musical que acompaña todos los trayectos por carreteras Americanas debió de ser sin duda, capital y revelador; pues gracias a él llegué a dos pilares importantes en esto de intentar comprender la música desde las raíces multiculturales que se engloban en nuestro ancho planeta. Con Mulatu Astatké y Dengue Fever se han vuelto a despertar; años atrás ya lo hicieron Nusrat Fateh Ali Khan, Goran Bregovic, Dead Can Dance, o Lorena McKennitt. Y con los años siento que no hay mejor manera de expandir la mente y mejorar la capacidad de perspectiva musical, que profundizar en los distintos aspectos de la música Global desde sus mismísimas tripas; por mal que suene este adjetivo.


DENGUE FEVER puede que sea muy probablemente, de esas bandas que hacen de nexo entre el Folklore que impregna aquellos países que escapan de las entendederas de todo buen amante de la música actual; y que por otro lado esa parte de los ingredientes base de la música de siempre: El Surf, el Pop, Rock & Roll, la Psicodelia, los ritmos de Guateque tan Kisch (Big Beat, Bogaloo, Easy Listening...). En ese trayecto es inevitable desplegar un puente entre aquella introducción musical en el circuito Americano de los 70, con el Jan Peneh-Ho de Mohamed Rafi en el film Indú “Gumnam”. Y ese extraño atractivo que siempre ha despertado en los círculos más subterráneos de la cultura Anglosajona, la comunión musical más profunda entre su emigrantes venidos del Sur de América, o de tierras Asiáticas y el Rock... Tito & Tarántula, Pitzzicato Five junto muchos otros, podrían ser otros ejemplos recurrentes. Pero la banda Californiana tiene algo que la hace particularmente distinta, emocionante, y sumamente arriesgada: Su intrepidez a la hora de ir a buscar los ancestros musicales de Camboya, donde el KHMER ROCK ya era un género en los 60. Y que se relata con todo detalle en el documento gráfico de “Sleepwalkinng Through the Mekong” dirigido en el 2007 por John Pirozzi; donde se revive a Sin Sisamouth y Ros Serey Sothea, mecenas del Rock Camboyano asesinados por los Jemeres Rojos.
 
En su forma de cocinarlos son pocos los rasgos de pastiche edulcorado para especies mojigatas y acomplejadas, al contrario; en su esencia se pueden oler y saborear los Currys de diferentes tonalidades, el perfume del coco, y la intensidad de la cúrcuma. Tan solo basta con echar un vistazo a sus diez años de carrera y a la progresión en los seis discos que llevan hasta el momento. Vaya que no son primerizos y sobre el escenario no solo es lo primero que se aprecia, si no que además lo transmiten como aquellos que giran por el mundo, sabiendo que cada concierto es una oportunidad inmejorable para impregnarse de otras culturas, mientras explican su historia en forma de impulsos musicales.


Así que temeroso por la decisión de acudir a uno de esos espectáculos en los uno no sabe muy bien a que se va enfrentar, me envalentoné. No solo me envalentoné, si no que además me vendí como una vil perra en la labor de buscar cómplices para la aventura: Un compañero de trabajo y mi pareja, quienes tan solo había oído un par de temas; los que suelen conectar más directamente con propios y extraños: “Cement Sleepers” con ese inconfundible aire a B52's, y “10000 Tears of Tarántula”, que con una espiral entre lo Psicodélico y lo Marciano hace caer en una espiral sin fin al más pintado. Porque sepan que aunque tengan un par o tres de temas que conectan de inmediato con un público variado, la auténtica prueba de fuego a la que se enfrenta el espectador; es esa arrebatadora e inquebrantable personalidad de la Asia profunda, con la que hechiza su pequeña solista de escaso metro cuarenta.


Así que lo normal es rajarse y ser incapaz de trasladar nuestras mentes de oyente al contexto cultural de donde Dengue Fever extraen su receta secreta. No es la primera vez que pasa, y la verdad es que nunca he llegado a entender porque hay ciertos públicos que chirrían cuando se le pide extrapolar, formar parábolas, y liberar ese encorsetamiento que sufre el Occidental. Cuando se le pide empaparse con el crisol de culturas tan contrastadas de las que bebemos, y con las que tan mal interactuamos.


Sin este detalle final, seguramente no tendría sentido este extenso y peñazo de preámbulo. Puesto que así fue como se enfrentó el escaso centenar de personas que nos dimos cita en Apolo 2; un espacio que se maneja con soltura en este tipo de caprichos que se da la sala, y que nos pone en bandeja cada mes en Barcelona. Pasadas las nueve y media salieron a escena un quinteto, del que se añoró ese rugoso Saxo tenor de David Ralicke y las tintineantes percusiones de Gordon “Nappy G” Clay; al cabo de diez minutos ya nadie se acordaba. Los hermanos Holzman armados con ese personal timbre Western/Surfero que emana su guitarra, tirando de mástil, “Cry babys”. Y su NORD STAGE 2, del que Ethan exprime los tonos y efectos más inverosímiles (Moogs, Farfisas, Hammonds, Korgs etc...).

La parte del ritmo: Paul Dreux Smith, pura faz de pasmado y concentración portentosa a la hora de manejar palillos y platillos; junto al Swing del gigantón de Senon Gaius Williams, con su bajo cargado de Groove. Tuvieron más que suficiente para desplegar un manto vibrante sobre el que Chhom Nimol se mueve como una diva en un Karaoke de su Camboya natal; en el papel de rutilante estrella y dueña del tempo del espectáculo. Un voz con un catálogo de agudos monumental y con un manejo de registros inverosímil, para una simple mortal de nuestros lares. Creo que hasta la fecha solo he visto a Björk manejar las cuerdas vocales con la misma destreza de un instrumento tan superdotado.


Su repertorio lo confiaron sobretodo en su último y más exitoso trabajo “Carnibal Courship/2011”, del que extraían su faceta más accesible y plural en temas como la seductora canción que abre y da título al disco, o el as guardado para el final de “Cement Slippers”. Pero fueron la contagiosa y kischThak You Goodbye” que inflamó los aledaños del escenario con fulgor disco digno de los mejores Saint Ettienne, y que junto otras más antiguas: “New Years Ever”, “Today in learnt to Drink”, “A-Go-Go”, o “Pow Pow”; revalorizan el paradigma que existe entre el Folclore de los 60, la pista de baile y la infección contagiosa que invade a quien se precie, cuando confluyen algunos elementos bizarros de nuestra memoria con la efectividad de los 60; y claro ya no hay quien pare.


No es que vayamos ahora a obviar esa faceta más llamativa de Dengue Fever porque es parte innegable de su personalidad, pero es imposible dar la espalda al influyente aroma que desprende Chhol en su personal homenaje a la hora de interpretar a algunas de las mayores féminas que florecieron en los 60: Petula Clarck, Shandie Shaw, Conei Francis, The Ronettes... Como también es indiscutible el exótico colorido de la cultura musical Camboyana que ejerce su vocal en casi todas las canciones como es el ejemplo de “Uku”; lo que hace difícilmente etiquetable en un género concreto su estilo, no, no es tan fácil como decir que hacen Khmer Rock, Surf, o Pop de los 60. Dengue Rever añaden nuevos ingredientes a su repertorio sin ni tan siquiera afectar a su marcada personalidad, y en definitiva son únicos en su espécimen.


En el variado abanico con el que nos sacudieron el pasado Miércoles, se pasearon por la Psicodelia más Marciana, por el Rock & Blues Americano, el Surf y el Western, los pasajes más espirituales de sus raíces musicales, el Easy Lestining, el Pop de salón o porque no, el Punk de Dead Kennedys , donde pueden verse reflejadas algunas reminiscencias de aquel “Holidays in Cambodia” del 80. Basta con escuchar su descomunal reinterpretación de "1000 tears of a Tarántula”con el que cerraron la noche, que cobra un aspecto más fiero en su versión del 2013, para dar cuenta de lo que les divierte deambular y sacarle punta a estilos tan aparentemente antagónicos . 

Seeing Hands”, “Hold my Hips”, junto a “Durian Dowry” que se balancean entre el Jazz étnico, y el Beat de los 60, o los jugosos duetos que nos ofrecieron dos de las canciones que más te atrapan por ese aire sesentero que inunda todo su repertorio: “Tune Phonecard” o “2012 (Buy our heads)”; hasta el equilibrista Dub de “Only a Friends”. En definitiva más de hora y media de lo más productiva e infecciosa donde repsaron algo más que sus tres últimos trabajos, un verdadero baño fresco de simpatía y entrega sobre un escenario; de una banda que argumenta su particular imaginario sobre la música global, con una efectividad sin igual.
Al acabar y como suele ser habitual cuando tienen oportunidad de girar allí donde los llaman, bajaron a charlar con el público y compartir unas cervezas. Algo que los honra y los hace así de directos en su mensaje y en su forma de interactuar con el público asistente, al que hicieron en todo momento partícipe de su forma única de vivir la música.


Son estas oportunidades que nos brinda la vida para abrir orejas y mente como aletas de Lagarto de Komodo y captar lo que viene del más allá. De ese sitio donde no hay tendencias ni paripés y donde tan solo, la música en vivo y nuestro instinto, consigue eso que solo se da en pequeños espacios: Romper la barrera que separa el artista/creador, del receptor o masa corpórea que recubre a un ente que a menudo solo busca sacudir su espíritu.