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jueves, 23 de abril de 2020

MINIATURE TIGERS_FORTRESS_2010: BAILAR O LLORAR, TÚ DIRÁS





Un espasmo breakdancero me ha catapultado de mi cama a las seis de la mañana. Consecuencia de un retortijón tan largo y agudo, como un acorde de Brian May y al grito de: -Mamaaaaaaaa!! Ooh I don’t want to die!!
He visto su estampa – la de Brian May – ahí, con su pelazo en el blanco de la pared; como una cara de Bélmez (ayer tarde vi la película, no sin antes resistirme) Y todavía creo que sufro las consecuencias mezcladas con frutos secos, cafeína, licores y repostería varia.
Un estreñimiento seguramente, fruto de esta inactividad y ponzoñosa vaguería que se apodera de todos nosotros. Y que ni contoneando grácilmente mis glúteos cual Valentín Massana cada mañana que me dispongo hacia la panadería. He podido evitar postrarme en la taza del water con la mirada perdida en las juntas de los azulejos y sus voradas, por infinitas horas.


Allí. Me ha dado tiempo cerrando los ojos, a pensar largamente en el sentido de la vida.
No en un hipotético futuro ni en un destino cualquiera.
Sino en un pasado anecdótico por el cual paseamos distraídamente silbando alegremente o a la carrera cochinera como el que pierde el autobús de la efeméride; según se mire.
Acordándonos solamente de los difuntos, cuando fallecen. De los héroes, cuando ganan. Y de los amigos, cuando nos sentimos solos.
Y es con la música: Ese maravilloso elemento inerte y etéreo que sin embargo, funciona maravillosamente como diluyente de todo lo anterior.
Cuando la tristeza químicamente indescifrable, al mezclarse con las melodías y agitarlo todo, puede convertirse en felicidad.
O por lo menos, en ese raro combustible capaz de erizarte el bello y así…



El pie derecho sigue el copás y la cabeza asiente.
Le siguen las caderas y tronco empieza a balancearse en una elasticidad y torsión inédita en cualquier otra actividad física que se precie.
Para que el siguiente efecto suceda. El elemento diluyente en cuestión debe entrar – no se sabe cómo – en el riego sanguíneo y de ahí, al corazón.
Es imprescindible que el corazón lo bombee, sino, se corre el riesgo de muerte lenta e inexorable o al efecto, la muerte espiritual:
Una en la que aparentemente todo sucede con normalidad, pues los órganos vitales siguen funcionando y hasta ejecutando eso que llaman “vida normal”. Pero lo cierto, es que es una muerte en vida o vida aburrida (mal humor, indisposición constante, apatía, amargura, hipersensibilidad a la infelicidad); y un montón de síntomas aceptados de buen grado por muchos, e incluso no diagnosticados como tales.

Por eso, yo cada sábado noche. Pese a que mi dilema más trascendental pudiera ser: - Que narices voy a cenar esta noche?
Conjuro las luciérnagas de colores, atenúo la fría luz blanca, alzo las persianas para exivicionar todas mis vergüenzas en público
cámaras!! acción!!
Y bailo sin ese terror, igual que el de:
- Señor Crespo!! salga al encerado!!
Y el miedo escénico, se va volando al carajo!!.


En una semana de incesante lluvia; como si hasta los elementos se hubieran conjurado para jodernos la existencia. O quien sabe si un rapapolvo de la naturaleza para reordenar los ciclos, y dar hasta sentido a los refranes.
He acunado una crema de acelgas, calabaza y trigueros, con la chispa de la lima y el jengibre. Y un chupete de Miso y vino rancio (mis nuevos aliados); para darle ese ritmo que todo guiso precisa. Aventado por una copa de Oporto Dry White de Nieeport, y un cacho de cremoso queso de cabra del Moianès. Intentando conjurar un rayo de sol con las melodías de MINIATURE TIGERS.

No la de los últimos cuatro discos de este cuarteto de Brooklyn (aunque Vampires in the Daylight/Oct2019 es otra maravilla). Sino con la de aquella anomalía de psicodelia popera que invocaba a Beach Boys, Beatles, Of Montreal , o incluso el espíritu abstracto de los Beulah. Como si su artístico y poroso líder Charlie Brand, en esta presunta fortaleza, intentara dejar constancia de su Phoenix originario como otra de sus pinturas. Y la infalible mano de su coleguilla, Christopher Chu (The Morning Benders, Pop ETC) a los mandos de la nave.


Sin ir más lejos, “Masion of Misery”, invita a adoptar una postura gorilesca y bailar en una especie de rito a la fertilidad. Y es, sin duda, uno de los mejores arranques discográficos que conozco en lo que a pescozón contagioso se refiere:
Esa parte intrínseca de cacharrería, su malavarista batería y como no. La infinidad de cachibaches, ruiditos y esos deliciosos cantos corales que te llevan en volandas y el subidón final.
FORTRESS tiene ese ingrediente con parte de feria ambulante, teatro callejero, trovadores y bufonada que te pone de buen humor. Sino… como se entienden mis desavenencias con el Parklife de Blur. Cuando aquí, “Rock & Roll Mountain Troll”, cumple a rajatabla esa vertiente cómica y costumbrista del mejor pop británico. Que sin embargo sí me empuja a descalzarse y hacer pallasadas frente a la ventana de mi comedor.
O salir a destiempo y hora, a aplaudir al balcón con “Japanese Woman”, pa ver que dicen los vecinos y echarnos unas risas; un poco surrealistas y bizarras, si se quiere.

La solidaridad anímica es infinitamente más crucial que cualquier debate lógico (según lo miren los estadistas, claro). Y no hay nada más solícito que abrir ventanales, ahora que el Haba Cadabra a abierto las nubes, igual que las aguas Moisés, y despunta el sol.
No os lo dije?
El contrapunto sosegado de canciones como “Dark Tower”, tienen en mi el mismo efecto: Con la diferencia de que ya abro los brazos intentando cazar abrazos invisibles, pero bien presentes en esta delicia de soleada canción.
Un susurro como el licoroso Oporto deslizándose por el paladar. Casi las mismas evocaciones a resinas y nuez. La invasión total en el final ácido y complejo.
Con la animosa y juguetona “Gold Skull”. Sostienes la copa, delimitas el horizonte con su esbeltez, te echas a la boca un cremoso pedazo de queso… Y te suspendes desde las alturas.
No hay vértigo ni nubarrones y Sant Jordi ha subido en nuestra busca,
Todo acompaña ¿será el alcohol? O es amor.



FORTRESS tiene esa parte de tobogán que estimula, como las relaciones y el cariño: Que unas veces te eriza hasta el estómago, y otras en cambio, te escuecen como el desuelle.
Te podrías incluso subir al terrado con la eufórica “Bullfighter Jacket”. A ver si te encuentras a la vecina de al lado tendiendo la ropa, para bailar bien cogidos un swim con el firme propósito de la ilegalidad del roce, que hace el cariño.

La cosa realmente, es que es segundo disco publicado por la banda de Phoenix es un bendita maravilla; sin más encuadres o disertaciones. Mi salvador.
No entiendo como el resto de su carrera ha sido tan hedonista y simple, la verdad; supongo que duplicarían su éxito, o es mi falta de predisposición. Sobretodo cuando son canciones tan jugosas como “Egyptian Robe”. Donde podrían haber ido de la mano con el despatarrante y único disco de THE OLMS; que se publicó tres años después. A los que tampoco les acompañó el éxito, salvo en reductos muy reductos.
¿Se figuran a donde nos empujan los miserables?


Te podrías permitir hasta sacar a bailar a tu madre, con los aires de pasodoble y slow calypso que se nos trae “Tropical Birds”. Menudo ingenio melódico la de estos me supongo, por entonces veinteañeros!!

Lolita” tiene esa misma proyección artística y contemplativa que posee Charlie Brand; el ideólogo. El encanto de serenata de esta canción, obedece más a un instinto mucho más radial que el simple Pop de la época. E intuyo y descifro, que esa otra pasión que tiene Charlie por la pintura y arte en general. Es el otro inadvertido detalle que me falta, para unificar toda su obra. Aunque éste, el segundo, sea el que haya aparecido de repente. Como ese amigo que necesita ahora, a tu vera.

Parece tonto, puede. Pero es infinitamente más versátil que otros moldes usados, con más éxito y pegada comercial, aunque muchísimo menos inspiradores y didácticos.
Coyote Enchantman” se zambulle en el tropicalismo de herencia Byrne para cerrar. Y para mi gusto, con más riqueza y sensibilidad que los exitosos Vampire Weekend del mismo año; salvando escandalosamente las diferencias, claro. Por eso de dar esquinazo a los éxitos populares, y tener desde siempre más apego a las cosas que ocurren, cuando tienen que ocurrir.
Buscar y encontrar es excitante, pero tropezarse y reír a carcajadas, mucho mejor. De verdad.

jueves, 22 de agosto de 2013

CANCIONES QUE NOS SALVARON LA VIDA #4: TRIÁNGULOS AMOROSOS_ Blue Flower





Eran noches de Verano, las mismas noches con sus mismos abrasadores días luminosos y despejados. En las que bien caída la noche el amparo de los mantos estelares y el perfil difuminado de la hermosa Luna llena por la calima, nos empujaba a salir como licántropos hambrientos de carne humana.
Era una enorme casona modernista a las afueras de la ciudad; de apariencia abandonada por las trepadoras que desdibujaban los detalles de la fachada, sus ventanales enormes, las viejas vidrieras con aguas que deformaban las figuras humanas como fantasmales espectros. Y un jardín trasero, donde cada noche de Agosto nos reuníamos las almas más desorientadas de la enorme ciudad. Desolada por la fuga migratoria de sus habitantes hacia playas prometidas.
La mayoría éramos asiduos, pero pese a eso no nos conocíamos: La relación aséptica con los camareros, la mano anónima que seleccionaba la suave música que sonaba cada noche, y las conversaciones apagadas como un susurro, mejor así; lo más parecido a un oasis de ficción. Abstracción y frescor vegetal como antídoto al tumulto que el resto del año reinaba en la urbe.


Ella tímida y discreta, en su discreción desprendía un encanto resplandeciente e hipnótico que me impedía dejar de observarla. Hacía como si mirara distraído a cualquier detalle del jardín, pero en realidad eran meras excusas para observarla con detalle.
No sabría determinar con exactitud cuando crucemos las primeras palabras, solo que a partir de entonces nació una relación tan intensa como enfermiza por las ondulaciones melodiosas de su torso: La recorría una y otra vez sin llegar a empacharme jamás disfrutando de sus montañas y valles profundos, por los que vagaba encantado con el paisaje de su orografía cambiante.
Al cabo del año estrechado más aun nuestro idilio conocí a su hermana. Más joven que ella aunque no mucho, eso sí, radicalmente opuesta en carácter y atractivo. Si una era dulce, discreta, y ritual en la ceremonia del cortejo. Su hermana pequeña era directa y terriblemente erógena en su aparente y despreocupada forma de actuar, desconcertante diría más. Tan desordenada en las apariencias que irradiaba sexualidad por doquier, era esa otra forma de reivindicar su belleza abrumadora la que hacía que no necesitase de insinuaciones inútiles para seducirte, directamente te intimidaba.


Por muchos años tuve el corazón dividido, amaba sin titubeos a la delicada Circe por su fragilidad abrumadora, pero me sentía terriblemente perturbado por la insinuadora Persífae. Era una bondad y una maldad tan contradictoria, por la que me pasé años preguntándome el porqué de esa misteriosa y perversa atracción.
Descubrirla se convirtió en una especie de obsesión esencial, para entender los sentimientos que despertaban ambas en mi. Y no fue hasta pasados muchos, años en los que nuestra atracción sufrió de caricias y envites, de provocaciones y rechazos. En definitiva, una relación que se parecía más a un juego de forcejeo, que a un idilio amoroso; hasta que por fin acabé por descubrir de donde venía tan morbosa reacción.

Su madre, la de aquellas dos almas tan distintas, me abrió una tarde la puerta. Y allí en el umbral de su casa se me clavaron las palabras; un hola balbuceado y entrecortado que dio paso a una sonrisa forzosa de timidez total. Una pequeña y frágil señora de ojos rasgados y melancólicos, con el arte y mirada de una Mantis religiosa.
Aquel día no solo descubrí donde recaía mi verdadera atracción por aquellos encantos femeninos, si no que además me encontré con una DAGMAR KRAUSE longeva tanto en sus inicios de parte del Avant Pop transhumante de la Germano Británica banda SLAPP HAPPY, como en sus posteriores y portentosos proyectos artísticos.


Lo cierto es que fueron dos canciones como pudieron ser las tres mujeres que se escondían tras ellas. Las dos primeras conocidas por los asiduos a cadencias brumosas, la tercera surgida de los estratos rocosos de la música fosilizada en el brusco cambio climático que sacudió los 70. SLAPP HAPPY fue una curiosa banda formada por un trío de dimensiones contrastadas: Un gigantón Anthony Moore (Pink Floyd, Henry Cow), de origen Inglés. El estadounidense Peter Blegvad (Henry Cow, The Lodge) y mi adorada Dagmar Krause Alemana de nacimiento
Su trayectoria giratoria que los llevó de Hamburgo, donde el mercado era prácticamente inexistente; hasta el Reino Unido. Donde se disolvieron tal y como nacieron, sin hacer prácticamente ruido.
En sus cortos tres años de carrera dejaron a su paso tres discos tan distintos y enigmáticos, como el encontronazo de su existencia en mi rocambolesca historia de amor y desamor. “Sort of Slapp Happy/1972” su trabajo de debut al frente de Polydor Alemania y grabado en compañía de dos de los principales miembros de FAUST (Banda de Krautrock Alemana 1971/2011), contenía esa hermosa BLUE FLOWER que trianguló con maestría en esa ondonada desconocida de mi corazón..
Un tema y un disco curioso por su apariencia de Folk caleidoscópico que se descomponía en cristales de Art Rock, Psicodelia, Glam, y sobretodo de un POP sencillamente germinal para aquellos años. Como suele pasar en esos casos, Sort Of.. no tuvo éxito; sin acabar de averiguar si su fórmula intentaba investigar en tan diferentes aspectos de la música que se desvanecía en efectividad, o si fue su negativa de actuar en directo la que les hizo fracasar en ese lúcido comienzo. El caso es que de sus doce cortes se pueden extraer, además de la atemporalidad de “Blue Flower”, un repertorio bien amplio de incómodas y magnéticas joyas.

Just a Conversation” podría haber corrido la misma suerte que “Blue Flower”, dos canciones que hacen grande la magia de la música en detrimento del tiempo. Los Wah wah de la guitarra que A. Moore colocó ahí como contrapunto a una todavía virginal voz de Dagmar, quien parecía querer cantar pulmón abierto a la libertad ideológica de la música. El Rock Glamuroso en homenaje decidido a Marc Bolan de “Paradise Express”; con el Saxofón de Gunter Wünsthoff dibujando abstracciones en ella misma, y así como de manera más balsámica en la preciosa “I all Alone”.
Sort Of... contiene pasajes que apuntan a un destino experimental, Avant-Rock o Pop futuro, como podrían ser los de “I got Evil”, “Tutankhamun” o “Mono Plane” en manos de las voces masculinas. Pero cuando Dagmar Krause entra a escena señores míos, el disco de debut de Slapp Happy es decididamente una tormenta cumulosa de auténtico POP sin caducidad posible.
Una obra que acabó sepultada como el recuerdo de tan infames bellezas. Hay noches que me solivianto y salto con convulsiones que me surgen del estómago y me rompen el espinazo, pero la mayoría cabalgo a lomos del recuerdo; es una sensación rara de excitación dolorosa que se muda de traje como las serpientes, pero que siempre siempre me recuerda lo ingrata que es la vida.

lunes, 12 de agosto de 2013

UN, DOS, TRES, HIP ERO HIP ERO HEY HO LET'S GO!! CANCIONES QUE NOS SALVARON LA VIDA _ RAMONES (Blitzkrieg bop) _ 1976




Perdonen ¿disponen de un minuto? Solo será un momento. Permítanme que les cuente una de primeros besos, de tambores y de cornetas. Sí, una de aquellas historias que todo carcamal acaba por contar con una copa de más, y de las que todo el mundo resopla mientras huye despavorido. Lo que es evidente es que no es esta vez una historia de amor; sí, hubo un beso, pero este no fue por amor, quizás más parecido al beso de la muerte. De echo es ésta una historia tan pleistocénica, que a muchos les ha de sonar por fuerza a chino mandarino.
Aaaay!! el servicio militar aquello de lo que decían algunos, te haría un hombre hecho y derecho.

Con todos mis respetos y sabiendo que para algunos La Mili pertenece a ese tipo de recuerdos generacionales; a los que yo personalmente achaco como un método de autodefensa del cerebro, para obviar los recuerdos traumáticos y quedarse tan solo con los felices. Para mi no es que el servicio militar obligatorio fuera exactamente un trauma juvenil pero desde luego no fue un motivo de satisfacción. Así que no se hagan ilusiones y esperen de esta anotación, un detallado cronológico de mis desventuras en Segovia; ciudad de destino en el cumplimiento de semejante pérdida de tiempo.
Que te roben en la flor de tu juventud veintañera un año de tu vida, no es precisamente motivo de celebración, más bien una enorme Putada. Y al margen de hacer amistades inquebrantables de las que años después no te acuerdas ni de su cara, dejarte llevar por los placeres de las borracheras en pos del olvido, o llorar en el hombro de tus compañeros la nostalgia de tu hogar. Solo me queda uno verdaderamente remarcable. El universo paralelo al margen de la realidad que se da en los intramuros de un cuartel: Una abducción temporal donde suceden cosas que solo entienden los que han pasado por semejante trance; la mayoría lo describen como una experiencia mística, pero no les hagan caso que la nostalgia hace un flaco favor a la realidad. Culpen al subconsciente si quieren y hagan como si les entienden, si no correrán un grave peligro.


En mi caso y atendiendo a los flashback que me vienen a la memoria, solo hay uno que ilustra de un solo trazo aquel 1990 de la era verdadera, pim pom fuera!! Britzkrieg Bop y el maravilloso monumento a la simpleza radiante que levantaron Ramones en su nacimiento del 76.
Éramos un porrón más de artilleros (así nos llamaban),pero como digo; la memoria con los años rige el destino del recuerdo. Así que me ceñiré a los que codo con codo pasé la mayor parte del tiempo y a los que me unía esa misma banda sonora. Eran de Cornellá, uno se ocupaba de nuestra logística alimenticia en Víveres, mi compañero de dependencia, y yo mismo. Pasábamos la mayor parte del tiempo en Ajuste, no quieran que les cuente cual era la misión de esa dependencia con semejante y ambiguo nombre; ajustar lo que se dice ajustar, no ajustábamos nada en absoluto. Pero si que confeccionemos apoyados por un Radio Cassette cochambroso, al que había que ajustar el musicassette con un gurruño de papel para que no temblequeara; nuestra personal y memorabílica banda sonora de aquel longevo 1990.

Por sus cabezales ferritizados pasaron numerosos artefactos, fruto de nuestros gustos variopintos y aparentemente incompatibles; ellos eran Heavys, yo raro a secas: Decibelios, The Smiths, Los Ilegales, Anthrax, y un vinilo del Bona Drag con el que me topé por sorpresa en una tiendezucha de la ciudad; allí revuelto entre discos de jotas Castellanas y singles de Julio Iglesias, y de quien supliqué una socorrida grabación en cassette mientras llegaba el próximo fin de semana que librar.
Pero, si hubo una canción que consensuó y confraternizó nuestro amor incontestable por la música, y por el Punk Rock en concreto. Ese fue BRITZKRIEG BOP y el primer disco de RAMONES en toda su extensión.


Un disco subestimado con el paso de los años, de la misma manera que lo ha sido el Punk y el cuarteto de Nueva York. Hablar en la actualidad de los méritos del Punk parece ser una aberración al buen gusto, al virtuosismo y en su defecto a la modernez.
Quizás no se equivoquen, si caemos en la cuenta de lo mucho que se han banalizado con el paso de los años las crestas, las chupas de cuero, y el logo diseñado por el recientemente desaparecido Arturo Vega (creador del vilipendiado escudo de Ramones) y quinto Ramone. Pero soy de los que sigue pensando, como espero que muchos otros; que el romanticismo aparentemente primitivo del Punk estaba muy por encima del nihilismo con el que se quiso estigmatizar a tal movimiento.
Hablo de actitud contestataria contra el orden establecido de las buenas formas, aquellas que en su día quisieron moldear a la sociedad al antojo de un sistema en el que la moral no hacia más que domesticar al ciudadano de bien. A lo largo de la historia nos han vendido un modo de hacer las cosas amable y educando, tanto, que hemos perdido de vista la transgresión a la hora de derribar para volver a construir.


Pero al margen de la brasa socio política que yo os pueda dar, que ya sois grandecitos. Y ciñéndome estrictamente en la cualidad sensacional de este resto arqueológico sentimental. Nos hallamos ante uno de los puntos de partida más emocionantes que la música halla dado en mi vida.
Cuatro acordes, una estrofa y un estribillo elevados por su simpleza, a la perfección funcional en la que la música como resorte instintivo atesora cuando llega directamente a nuestro alma, sin pasar necesariamente por cualquier órgano sensitivo de nuestro ser. Y donde Ramones todavía no estaban angustiados por la presión del éxito, si algún día lo estuvieron.
La naturaleza de ese sonido amateur en donde se dan cita todas las claves de la efectividad despreocupada y rabiosa de quien no tiene nada que perder: El Rock & Roll de los 50, la virtud orgánica de bandas como Beach Boys, y el descaro de un Punk impregnado de un Pop sesentero como arma arrojadiza; junto a uno de sus repertorios más lúcidos de su carrera. No es solo “Britzkrieg Bop”, de la que podríamos extraer una clara vestimenta de himno en toda regla (aunque su letra narre las aventuras de prostitución de Dee Dee); son uno a uno los perdigonazos que se van sucediendo hasta completar la catorcena de temas; concisos, breves y directos.


Beat on the brat”, “Judy is a Punk” que incluía como fija cada una de las introducciones a sus conciertos Morrissey. Hasta llegar a “I wanna be your boyfriend”; todo un alegato a la fragilidad adolescente que sabe como ninguna conectar generacionalmente década a década. Lo que hoy entendemos como el Rock de baja intensidad, casi toda la obra inspirativa del Indie Rock Americano de los 90... todo lo que fue apareciendo tras ellos.
Tuvieron a la casualidad como su principal atributo y pasados los años, es fácil observar como su música y su estilo han sido mucho más relevantes en influencia que otros iconos del Punk.


"Havanna Affair”, “Liaten to my Herat” , “53rd & 3rd”, “Now i wanna sniff a glue” trotan sobre una línea de bajo básica a cargo del más salvaje Dee Dee; baterías que se repiten en un continuo desenfreno, las de un visionario Tommy aka Tomas Erdelyi quien co-produció junto a un suicida Craig Leon es avanzadilla de rebeldes.
Movimientos de cabeza al ritmo que marcaban los downstroke de su mítico guitarra Johnny, y la ¿voz? de Joey. Esa voz casi ahogada en su propio gemido que agitó la rebelión de los suburbios Neoyorkinos en el CBGB junto a Iggy Pop, Los Stooges, Patti Smith, Johnny Thunders, Talking Heads, o Blondie. Tiempos en los que la creatividad brotaba de entre cloacas de la ciudad para marcar la dirección de otros tantos movimientos rupturistas que fueron aconteciendo a lo largo de los 60 y los 70. Algo que a día de hoy a desaparecido por completo, tanto se ha buscado la excelencia y la originalidad que hemos perdido la actitud por completo; todo suena a truco, a pose, y a fachada vacía.


En ese interminable y largo año de servicio a la patria, convertimos nuestro secreto taller de ajuste en un Bunker. Allí pasábamos los fines de semana de plegarias encerrados a cal y canto, mientras consumíamos nuestras vidas a la par que el tabaco (como moneda en curso), el alcohol, el hachís, y la música; la mayor droga dura en la pudiésemos confiar nuestra juventud.
El mes de Octubre de 1990 fuimos por fin libres, aunque en el fondo ya gozásemos de un libertad que va más allá de la real y palpable. El uno de Diciembre de ese mismo año nos volvimos a citar: Manolo “Txitano”, Juan “Walace”, y un menda “Technotronic” y como no podía ser de otra forma, fue viendo a RAMONES en el Palau D'esports de Barcelona, donde regresaban tras largos años de ausencia y en honor a su exitoso BRAIN DRAIN/1989.
Sin Tommy Ramone ni Dee Dee, pero con un palacio de deportes repleto; donde solo los más valientes se atrevieron a bajar las gradas y bailar el POGO más multitudinario jamás visto.

jueves, 25 de julio de 2013

CANCIONES QUE NOS SALVARON LA VIDA #2. Cause of Love _ ERNAN ROCH CON LAS VOCES FRESCAS (1971)





Se cuentan por decenas y centenas las victorias y los campeones; las estrellas, condecoraciones y corazones grabados en puertas de letrinas. Muchísimo más interesantes los corazones que hemos roto que los que nos rompieron a nosotros, donde va a parar!! Hasta mi hijo de once años recién cumplidos tiene ya una amiga especial: Derrotas convertidas en lecciones aprendidas, amores que eran solo amigas, y amigos voluntariosos de amigas distraídas.
Esta para no cambiar de temática, la de una persecución errática de uno que no fue tal. Una amor tan fuertemente imaginado que de lo real que pareció, hasta dejé de sentirme un tímido congénito para convertirme por unos días en un paladín momentáneo de versos despechados. Creo incluso que puedo datar ahí, el año cero en el que me aficioné a escribir idioteces.

Tanto lo perseguí, el amor, que al cabo de unos años me acabó hechizando; no se si por amor sincero y verdadero, por pasión, o por simple curiosidad. Jamás llegaré a entender como llegué a obsesionarme por esa compañera de clase, de echo si mal no recuerdo nunca en toda mi vida he sido tan explícito en mi muestra de sentimientos. Ni su pavoneo, ni esa seguridad en ella misma por sentirse atractiva hacia el resto de mortales se ajustaban o se ajustan a mis gustos actuales. Era una feminidad extraña, bien formada para su edad, alta, desafiante y peligrosamente atraída por los más fanfarrones y gamberrotes de ese 5º de EGB.

Pero no me importaba, a mi me fascinaba y no me dejé intimidar por mi inopia acusada. La perseguí sí lo admito, la perseguí furtivamente a una distancia prudencial hasta su casa y no contento por tal atrevimiento; entré en su portería para fisgar en los buzones y averiguar en que piso vivía.
Sabido ésto, me dediqué a escribirle cartas de amor; creo que una por semana. Suena irrisorio, lo admito, pero fue todo tan natural e inocente, que ahora con el paso de los años no me avergüenzo en absoluto de ese arrebato de romanticismo pasado de moda; al contrario, lo echo en falta: Ese sentimiento sincero desprovisto de inconvenientes o de complejos que se disipan de un plumazo cuando el amor te aguijonea; todos aquellos miedos que a uno lo muestran ante el espejo como un crío inseguro y falto de prestancia. Un éxtasis eufórico que te eleva hasta lo más alto y te legitima para llevar a cabo la locura más descabellada e inimaginable.
Lo cruel de estas acciones suicidas, es que a menudo acaban de la misma manera que se germinaron; de forma súbita y repentina.


Una mañana cualquiera dispuesto a formar las filas de entrada a clase, me salió al paso su hermana mayor: Una alumna de octavo, fornida y carente de las gráciles curvas que contorneaban la figura de mi amada distraída (su hermana!!).
Con aquella edad en la que desaparece la niñez, y eclosiona la adolescencia cruel y realista que todo lo calcula... Me amenazó:
- Deja de mandarle más cartas a mi hermana!! Porque mi padre se está empezando ya ha mosquear!!
La advertencia fue tan tajante y violenta que no se yo si fue miedo, prudencia, o directamente un corte de digestión sentimental. Tan inquisitoria su mirada e indigesta la recepción del mensaje, que en ese mismo instante mi pasión se contrajo para siempre como un músculo que se atrofia sin cura a corto plazo. Desde entonces no volví a mostrar mis sentimientos a mujer alguna, hasta pasada la veintena; mientras tanto me abracé a mis experimentos en la mezcla de sustancias, alcohol, y a la vehemencia por divertimentos poco instructivos.

El amor evidentemente volvió a llegar en pequeñas dosis, incluso pasada la treintena de años volví a reencontrarme con viejos alumnos de ese periodo escolar; ella no estaba por supuesto. Pero aunque no hubiera sido así, sería incapaz de verla con esa misma luminosidad incandescente; ni a ella ni a ninguna otra de mis compañeras.
Con los años, no son la vejez, las arrugas, o los cambios cíclicos del estado conyugal de cada uno; ni tan siquiera esa mutación del físico que te hace dudar si son ellas realmente, o un mero espejismo de aquel recuerdo de tu niñez. Es algo más etéreo e indescriptible, es el fulgor radiante de la inconsciencia infantil; aquella que ilumina las caras ruborizadas y desenmascara cualquier plan precocinado, para que las cosas se hagan solo por que sí, y ya está.

CAUSE OF LOVE
La misma causa del amor, como relata ERNAN ROCH en ese pedazo de aquel disco perdido en el tiempo, que se llamaba LA ONDA PESADA. Si se le pudieran incorporar, que no solo se puede si no que se debe adherir una banda sonora a éste y a cualquier otro recuerdo atormentado que se precie; “Cause of Love” sería para el mio, como un lamento despechado a las ocasiones perdidas. Muy lejos en tiempo a cualquiera de mis aflicciones amorosas. Si cabe y me apuran, como un cántico quizás en la pila bautismal que me vio nacer, y ya metido en una maleta de cartón que mi padre debió enviar junto a mi madre y mis hermanas hacia las tierras prometidas de la emigración, aquel mismo año.


Sin embargo y aunque el tiempo separe este precioso disco, de toda conexión aparente. Las diez canciones que escribió este Mejicano venido también a tierras extrañas, tienen ese ingrediente secreto que hace de las obras desechadas antaño; hallazgos salvadores que ayudan a cicatrizar nuestras heridas del modo más natural: Asumiendo con la edad, que todo aquello que nos hizo daño de forma tan inofensiva, son al fin y al cabo los rasguños que nos han acabado por forjar. 


Ernàn Rocha fue uno de tantos, no fue una excepción, no señor. El paso de sus melodías perezosas, el colchón de guitarras acústicas desvencijadas, el bajo grueso, y ese trote rockanrolero y psicodélico. Que definen la línea argumental, que da a todo el disco “La Onda Pesada/1971” un carácter atemporal, y que no hace para nada justicia a la total desinformación que existe sobre este Mejicano, en aquello que yo llamo: Los páramos abandonados por la precipitada huida hacia adelante.

Publicó este único trabajo y desapareció por siempre jamás. Esa historia mil veces contada, y que en la actualidad ejerce un morbo inusual sobre la juvenada hambrienta de descubrimientos clarividentes. Su historia quizás sin tanto contenido melodramático como la de Sixto Rodrigez o Bill Fay, pero igualmente reveladora. De la Onda Pesada se podrían extraer otras tantas; de echo puede que la historia sea una mera excusa para zambullirnos en otra igualmente escondida bajo el colchón melancólico.
Diez canciones como diez metales preciosos sin acabar de pulir, que resplandecen por su estructura a medio hacer:


El paso socarrón de “The Train” a lomos de guitarras bluseras. La placidez de dulce de psicodelia campechana que destellan en casi todas sus canciones; ese parece que... pero no, que impregna su autor de rasgos sureños y soleados a cada uno de sus quiebros vocales en “I can't”, “Cause of Love”, “Round round”, “A life of Love”... o incluso ese amago final de Soul negro en “Give a me Peace”. Hacen que este disco en toda su sencilla y oculta grandeza, vertebre el corazón de quien lo escucha, hacia territorios donde el amor eclosiona con todo su carácter juvenil.
La forma definitiva para morir de amor tanto si lo que desea tiene forma humana, como si los cánticos nos llevan hasta el lecho/nicho de un perdedor cantador de melodías eternas.

miércoles, 10 de julio de 2013

CANCIONES QUE NOS SALVARON LA VIDA. # y va una: Que nos va a pasar_ LA BUENA VIDA(2001)



El camino a casa al salir del cole era corto, pero suficiente para seguir con la mirada y en la distancia sus gestos al mínimo detalle: El calzado que usaba, sus ojos, la timidez que creía compartir, su largo pelo, el blanco inmaculado de su piel, y hasta podía contar sus pasos hasta el primer cruce. Allí se perdía calle arriba hacia un punto indeterminado del barrio, no sabía donde vivía tan solo lo imaginaba; el mejor ejercicio posible cuando ni tan siquiera me había atrevido en todo ese tiempo a cruzar palabra con ella, dulce opiáceo la imaginación para tímidos y cobardes.

Dicen que siempre hay una mujer en la vida de todo hombre y no necesariamente la Madre, o la pareja con la que acabamos compartiendo la vida. Las mías fueron en la mayoría de los casos imaginadas, no por la ausencia de la persona si no por la ausencia de relación física, contacto casual; a veces ni tan siquiera por la sospecha de mi existencia. La ignorancia es en muchos casos la condena más dolorosa a la que se puede someter a un ser, por vil que parezca. Pero la mía era ya cultivada desde bien pequeño, vivía con cuatro bajo mi techo pero me asustaba relacionarme, por eso quizás, llegué hasta los once años con tan solo tres amigos contados.
Recuerdo que pasaba las horas muertas mirando tras la ventana del comedor, el otro extremo de la ancha avenida que dividía el bloque de pisos donde vivía, de un imponente rascacielos de quince plantas que emergía recién construido al otro lado; en aquellos años, todo lo que superaba cinco y ocho plantas era bautizado como “un rascacielos”: Una gran construcción para hacinar gentes venidas de todos lados en las ciudades dormitorio de la periferia Barcelonesa.
Por ella miraba absorto a dos niñas con faldas plisadas a cuadros y calcetines altos como los de aquellos uniformes de colegio privado, por donde se descubrían sus rodillas. Seguías subiendo hacia arriba, y veías girar sus cinturas al ritmo del Hulahop todos los días durante interminables horas: Sus largos cabellos se agitaban a ritmo acompasado, y yo a una distancia prudencial de doscientos metros, donde la imaginación acaba de completar lo que el ojo no ve; podía estar horas y horas contemplando la hermosura de aquellas niñas. Una de pelo ondulado castaño y de estatura mediana, la otra de la que estaba perdidamente enamorado, alta con una deslumbrante melena rubia de aspecto nórdico.


Con los años descubrí que su belleza no era tal y cuando alcancé la edad para pisar una discoteca, resulto que la llamaban “La Schuster”. Puede parecer gracioso pero por tal que así fuera y su belleza tan solo residiera en mi imaginación, esos momentos de enamoramiento infantil seguirían ahí durante años; ocupando un espacio grato del recuerdo. Así es el amor y el desamor amigos, un sentimiento que brota sin previo aviso y que nada entiende de cordura ni de sensatez. Y por más que nos produzca angustia y desazón, esas mismas sensaciones de sudoración espontánea, de cosquilleo en la boca del estómago, de amargura al no ser correspondido o al desaparecer para siempre; aunque creas que esas mismas no las volverás a sentir del mismo modo en la vida, las añoras y las deseas fervientemente.
Lo cierto es que en el amor, en el deseo y en todos esos sentimientos que se nos manifiestan a lo largo de la vida; aquellos que por su intensidad jamás creímos que existieran y que nos suben hasta el cielo o nos descienden hasta la mismísima mierda, todos ellos; tienen algo que los ensalza con creces: El recuerdo aletargado en nuestra memoria, que se vuelve a revivir con la melodía de una canción.




No se si sería del todo correcto hablar de canciones que nos salvaron la vida. Pero creo con casi total certeza, que si bien es uno mismo el que debe asirse al salvavidas con decisión; las canciones ejercen un efecto de conmutador único.
Así lo hacían sobre mi, las canciones de LA BUENA VIDA; por paradójico que parezca el nombre de la banda Donostierra en cuestión. La primera canción que me asaltó fue a los 25 años. Por supuesto en esas fechas mi corazón ya no sufría de enamoramientos imaginarios y no correspondidos. Magnesia además, no era desde luego su canción más emotiva; puede que inocente y malévolamente romántica, pero no su canción más emotiva.
Sin embargo, la discografía de esta delicada banda junto al recuerdo de la trágica desaparición hace unos años de su primer bajista (Pedro San Martín) si que puede presumir de ser de las pocas, por no decir la única, que me a hecho revivir a lo largo de mi madurez los recuerdos más íntimos y celosamente guardados ahí abajo, en lo mas profundo. Aquellos que nos hicieron descubrir por primera vez como se siente el amor o el sufrimiento que tantos aspectos comparten. Y no hablo evidentemente del amor pasional y desmedido que tanto se acerca a la felicidad demente, no. Los tímidos no sabemos amar así, tenemos demasiado terror al ridículo y preferimos guardarnos nuestras locuras para nuestros adentros, no sea que por el camino perdamos la compostura.
No quieran saber lo que es no saber articular un sentimiento y tener que guardarlo hasta que se acaba pudriendo ahí adentro. Pero bueno tampoco es cuestión de revolcarnos con nuestras amarguras personales y centrémonos en la canción en cuestión.


La Buena Vida es de aquellas bandas que vistas en la lejanía y sin el más mínimo interés por profundizar en el hilo argumental de prácticamente toda su carrera, pueden parecer ñoños, cursis, terriblemente lastimeros, y aburridos muuy aburridos. Supongo que eso se debe a que son letras y música, dos aspectos los suyos que van ligados a una sensación general de desencanto, frustración, y recreación de aquello que llamamos Romanticismo; ya se que generalmente renegamos de ese tipo de atributos pero... no me jodan ¿jamás se han sentido así? Imposible!!

Enamoramientos, rupturas no solo de parejas, también de amistades e incluso añoranza por los recuerdos nos asaltan en los momentos más bajos o que incluso recreamos a posta para llorar por dentro sin más. La fragilidad de sus hilos argumentales casi siempre unidos a nuestros amores más verdaderos, puros y virginales, los de nuestra infancia y juventud. Aquellos que añoramos por fugaces e intrascendentes que parecieran , pero que en el fondo estamos deseando revivir a la vuelta de la esquina.
Que nos va a pasar” es una canción tremendamente triste, pero a su vez necesaria para pellizcar algo que con el tiempo va desapareciendo; la sensación del dulce sufrimiento, por peligroso que resulte dependiendo del momento de nuestra vida. Como podría haber escogido “HH:MM:SS” total , Hayeluah!/2001 y Álbum/2003 fueron dos discos que resultaron tan vitales para el Pop de corte frágil que abanderaron bandas como La Buena Vida, Le Mans, Family etc.
Pero de la misma manera que una pérdida te induce a recrear el momento una y otra vez; ese recuerdo que se visiona en la cadencia de algunas canciones. Igual que tras la muerte de mi padre no pude dejar de escuchar durante semanas aquel “Hurt” que versionaba Johhny Cash...
De esa misma forma, uno es incapaz de evitar dejar los recuerdos y los sentimientos en manos de las caprichosas melodías que se soldaron en nuestra cabeza en forma de caja de zapatos.

Las canciones surgen de la naturaleza humana como algo metafísico al que no se le puede atribuir en cualquier caso ningún aspecto técnico, por lo menos así lo creo yo; las puedes analizar, diseccionar, catalogar, e incluso ensalzar pero jamás las puedes explicar como un producto fabricado para fin alguno.