Mostrando entradas con la etiqueta Woods. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Woods. Mostrar todas las entradas

domingo, 16 de abril de 2017

WOODS_06/04/2017 (Sala Apolo)_MÁS MADERA!!




Ni me acordaba, juro y perjuro. Me levanté en un amanecer de humedad de turba, verdor y quebranta en medio del bosque, y poco más que tengo que hacer un seguimiento tenaz de lo ocurrido en los últimos días.
Ah!! sí!! ya casi medio recuerdo... Fue un jueves -he amanecido en Domingo de ramos, entiéndase- difícil o casi imposible tarea la de pasar las hojas del libro y volver al lugar de los hechos.

La banda cuarteto de Brooklyn nos pasó a ver el Jueves de la semana pasada; un poco antes de salir de procesión. Una visita ahora que por fin “With Like and With Love/2014” y el aun humeante “Love is Love/2017” parece haber premiado los doce años de carrera y la decena de discos.
Y no es por cantidad amigos, no. Es sencillamente porque de Woods, en tanto pasan las modas, tendencias y costumbres modernas, parecen no verse afectados por la corriente continua. Sus discos siempre suman, licencian y testimonian que lo suyo no solo es hacer música, cumplir y ya está. Cada uno aporta algo, te lleva de paseo por algún rincón todavía sin explorar; o por lo menos sí meterle mano de otra manera distinta. Y los cabrones se salen con la suya sabes?, es como el enterao que te explica el porqué de las cosas y por mucho asco que te de su sapiencia, al final, te ves asintiendo como un sumiso y predicando su dogma igual que un testigo de Jehová pasado de setas del amor.



Hace gracia ver que pese a ser una banda que siempre pasa del aprobado alto en sus discos. Sus conciertos siempre parecen no estar a la altura de su discos en cuanto a público; y para cuando un remix bailongo de alguno de sus temas. Ese día se hacen famosos del tirón.
Yo ya sabéis que siempre voy tarde, medio desatacado y despeinao. Soy ese amigo tontorrón y alucinado que siempre parece estar en la luna. Mismamente como Jeremy Earl, esa especie de chiquilicuatre que un buen día te propina un zas en toda la boca con su repertorio casi inacabable de juegos de cartas instrumentales; solo que con bastante menos talento.
Además el jodido parece haberse rodeado de las mejores compañías; las que tu madre quería: El asiático amable servicial y raro del barrio que toca el bajo como los ángeles. Ese chico elegante hasta dar rabia que siempre abre la puerta a tu madre y cede la tanda cuando el cajero es más torpe y que toca la batería con un groove diabólico. O ese otro tan guapo, salvaje y atractivo que sería capaz de tocar la guitarra y hacerte el amor sin descanso hasta el amanecer.


Todo cuadra amigos. Ahora mismo Woods están en una situación tan privilegiada, que si le pusieran más grasa y sofrito al asunto podrían estar tocando ante miles de personas un repertorio de más de hora y media; porque lo tienen y bien bueno. Sin embargo, no sé si porque los espabilados del Primavera Sound como promotores, hacen el mismo trato que mi amigo Herrero (matón de barrio). Pero a uno le queda un poco la cara de tonto al final del asunto: Esa rara sensación de haber vivido una noche de sexo desenfrenado, y ver que te dejan con un palmo de narices y hasta otra.
WOODS se marcaron un concierto de libro. Se centraron en su último disco y el maravilloso anterior; por este orden.
Arrancaron con “Love like a Glass”, extendieron la alfombra de hammonds sempiternos y se pusieron en marcha. A ratos vi a ese maldito demonio que me apuñalaba cual flato, y otras... Otras se me encendieron los ojos de amor suflé con ganas de morrearme con mi amigo de al lado; a él todo le era gloria y lo entiendo.

A mi sin embargo, aunque su clase y maestría a la hora de entenderse sobre el escenario, de tocar y pulsar el botón adecuado del momento casi mágico:
Politic of Free” y los crybabys saltarines de “Hollow Me” nos arrodillaron pidiendo ofrenda sin condición; y a mi me faltaba algo.


Sun City Creeps” llegó para abrirnos en canal las entrañas, pues esa mezcla de Reggea de libro, afrobeat y pscodelia entrelazada nos hace polvo a los que amamos y deseamos que los estilos bailen en una turmix sin reglas ni normas. Su último disco tiene esa gracia innata de tocar distintas teclas y quebrarlas como la gloria: lo altcountry, lo alucinógeno y lo mestizo. Pero, o falta alma y comunicación, o es el maestro de matemáticas incapaz de convencernos de la magia de la matemática en la vida.

Sus discos son tremendos y me atengo al espectacular “The Take” que nos ofrecieron. Faltaron las trompetas y alguno más que por los veintilargos euros que costó bien lo valía. A los que allí estábamos nos daba un poco igual, eso es cierto. La niña de los claveles nos bailó, y nos embobó cual prendaos sin facultad de reacción.
Todo encajaba y fluía porque en sus registros largos, enrevesados y espirales lucen igual de bien que en su versión más campestre. Saltaron los primeros ahullidos entre el público que ya es mucho. Como si alguno quisiera o le faltase más salvajismo, más comunicación entre el creador y sus acólitos; como lloro cada noche mis veinte años!!
Pero sigo creyendo con fiermeza por más que adoro sus discos y la dirección que toman, que a veces y en directo no acaban de homogeneizar su maravillosa libertad creativa, y sobretodo su perfección al ejecutarla.

Sheperd”, “New Light” y “Call in a Cup” juro que nos ablandaron igual que esa masa indeleble de nuestra madurez imparable.
Ver que sin saber bien si es el amor por los tonos dorados o el sol. O es el “agustamiento” natural de tu edad el que te los lleva a buscar el cielo y los ojos en blanco, con una de las escasas concesiones a su repertorio post_exKevin Morby, junto a “Be All Be Easy”.
Indiscutiblemente todo tan Jayhawks, Wilco y Big Star que no pude evitar morrearme con uno de los espectadores.
Al principio creí confundirlo con mi amigo perico David, pero al final lo cierto es que fue el amor reinante y el Ron con Cola que emanaba el mismo dulzor de la caña de azucaaaaaarr!!. Sí, para que disfrazarlo hombre.

Pero en fin, que quieren que les diga. Considero, afirmo, exijo y me reafirmo en mi creencia de que una banda con el bagaje, repertorio y maestría de Woods debería venir a este y cualquier otro país a dar el manotazo sobre la mesa. Y demostrar que lo grandes que son viene dado con un directo ambicioso, exigente y mastodóntico; su talento lo exige.
Dar y tomar esa hora y media de concierto que los Sadies superan sin apenas esfuerzo. Y hacer que el acabose con “Moving to the Left” y “Suffering the Season” nos consumiera de verdad.
Porque a ver, después de darnos almibar. No pueden concluir con el excelso subidón tan a lo Can de “With Light and With Love”, y dos bis y adiós. Hora y poco por 25 euros aproximados y la sensación de coitus interruptus.
Como hacer el amor, encender la luz, y descubrir que estas en la cama con Mariano Rajoy; que quieren que les diga. Mezcla de gusto y rabia. Un merchandaising sin discos ni cd's, y una camiseta más fea que el Fary comiendo limones. Y no se, esperar que algún día las bandas estén a la altura de sus canciones; las jefas a fin de cuentas.