El mes
pasado volvieron a salir de sus moradas los angelitos negros. No los
del glorioso Machín, sino los irreductibles y fieles seguidores de
la banda de Bradford: NEW MODEL ARMY.
Para
certificar la existencia del otro frente desintoxicado de pasarelas
de chorreras, crepados y maquillaje. Hay que exhumar de tarde en
tanto -casi como los viajes del cometa halley- ese frente combativo
que diluía esa efímera frontera entre el Punk, lo oscuro y el gusto
por aquellas bandas militantes de los 80.
Pasados los
años, cuando poco queda ya de aquella escena olvidada y desligada de
todo secularismo. Cuando los años te hacen dudar de si había en
realidad un frente común gótico, o era el simple amor por aquellos
sonidos apartados de la modé. Los que unían a distintas razas
alrededor de la fogata en pos de lo atípico: The Chameleons, The
Cult, los mismísimos New Model Army, o un montón de bandas más que
se la traía bastante floja las sectas, los bandos o agrupaciones
generacionales.
Está claro
que los New Model Army han sobrevivido a todo eso. Y quizás sea esa
la razón por la cual, cada vez que se pegan una gira infernal por
toda europa. Hay unos cientos de incondicionales; empezando por los
Followers, y acabando por ese desarraigado seguidor entre lo
siniestro, lo rockero, y lo indeterminado. Que se acaban reuniendo
como una gran familia bien unida, amante de los románticos mensajes
de Justin Sullivan. Esas cosas de las que ya no está de moda hablar
en una sociedad materialista y terrenal. Pero que unos tantos no
siguen erizando el bello a grito pelado y brazos alzados.
Este tenaz
veterano de 60 años ya, sigue como tal cosa sobre el escenario. No
solo son creíbles sus mensajes, sino que las canciones recobran una
extraña vida tan brutal e incendiaria sobre un escenario, que solo
queda la reverencia final.
Los hay que
dicen que se repiten. Que quieren encontrar a un mesías nuevo que
les devuelva la juventud. O que esperan que el himno sea el que los
teletransporte a su revolucionaria adolescencia. Pero hay algo más
importante que todo eso. Y es que cuando los clásicos se solapan con
sus nuevas composiciones y no baja ni un ápice la intensidad. Tan
solo, creo yo en mi más sincera ignorancia, que hay que mirar
siempre hacia adelante y avanzar.
Los he visto
ya con esta cinco veces, y siempre me han dado razones de peso para
creer en sus nuevas canciones. Por mucho que las antiguas vayan de la
mano de alguno de mis más emotivos recuerdos de juventud; que ya son
26 años joder.
El del
pasado mes de Octubre en la inóspita periferia de Hospitalet me
pareció arriesgado y valiente. Teniendo en cuenta las carencias de
la sala, creo que fue el más bestia desde la gira del 93.
Han pasado
23 años y se dice rápido. Si en aquellos años éramos cuatro gatos
los que los seguíamos; tan pocos como para llenar la sala 2 de
Zeleste. Ahora, cada salida a la palestra con un nuevo puñado de
composiciones me parece hasta heróico. Seguramente sea la única
banda que persevera en ideario, y correspondidos plenamente por sus
seguidores en una militancia inquebrantable.
Vienen de
toda europa, del este y del oeste, de fuera y de dentro. Las grietas
que surcan sus caras y los torsos desnudos que se sacuden en
diabólicos pogos como las vibrantes colmenas, no pierden la
intensidad con los años. Han conseguido algo realmente difícil:
hacer que lo nuevo y lo viejo se haga todo en uno. Sin dudar ni un
instante en despegar con “Burn the Castle”, el tema
que dispara directo a la cabeza tras la apertura de “Beginning”,
mucho más épica y que no sonó; yendo directos al grano.
Su nuevo
trabajo WINTER, tiene un buen puñado de razones para reivindicarlo
como uno de sus discos más arriesgados en bastantes años. No es ese
típico disco que tira de piedra y roca, o de esas percusiones que
ahogaron la intensidad de antaño. En cambio, son los pequeños
detalles el que lo hacen grande en cada escucha sin abusar de ningún
tema insignia, salvo el que le da nombre. Diría que en estructura e
idea me recuerda al Thunder and Consolation o el The Love of Hopeless
Causes; que ya es mucho decir y alguno me quemará en la hoguera,
cierto!!.
De ahí que
sonara prácticamente en su integridad, sobretodo la de su primera
parte que es la más intensa de largo: “Part the Waters”,
“Eyes get used to the Darkness”, “Devil”,
“Winter”, “Born Feral”... y así
hasta 8 de sus 13. Esta última tremenda y a la altura de alguno de
sus clásicos, se ensartó con una versión sosegada de “Purity”
que la hace más eterna si cabe que su otrora machacada Vagabons. Una
de mis preferidas “Fate”, que junto a “White
Light” dirigieron el repertorio hacia canciones más
melódicas.
Hubo como es
habitual algunos sectores que se quejaron de la falta de algunos
clásicos simbólicos, que por tener tienen muchos. Basta con repasar
la quincena de discos que tiene entre oficiales y caras B.
Yo nunca he
esperado y ahora menos, que cualquier banda me toque aquello que
quiero oír. Y prefiero que me sorprendan con una idea global de
aquellas que te hacen amar canciones que ni te esperabas. Que
convierten en grande la interpretación absoluta del instante
defendiendo lo imposible. Y que en definitiva arriesgan con una
propuesta que recorre un aspecto concreto de su discografía; en este
caso no fue la más fácil.
Sonaron en
un impresionante acústico “White Coats”; una de
las para mi, mejores canciones de su extensa carrera. “Poison
Street” arreció meteórica: aquella primera canción de
ellos que escuché en una cinta perdida de Chocolate. “51
State” cumplió con un solitario y mítico tema; que
podrían haber sido otros: Un Get me Out, Family, Young Gifted and
Skint, un Prison... o que se yo.
Escogieron
una línea más lógica por como suena su último trabajo, y menos
visceral. Cómoda si se quiere, pero intensa porque es al final el
público, el que la convierte en inolvidable sea cual sea el
repertorio. Es así, los sets en directo de la banda de Bradford que
ahora parece tener una alineación fija desde hace cinco años, no
nos hace añorar la más Punk de principio de los 80. Ni tampoco su
discreta reconversión hacia sonoridades de épica excelsa, cuando
alcanzaron el status de banda futurible con IMPURITY.
Tenemos a
unos New Model Army en ruta, han parido un disco ambicioso y que
rompe con ciertas ataduras, y que nos sigue arrastrando al mismísimo
infierno. Dudaba del lleno en Hospitalet fíjate. Pero esta claro que
la hermandad de los eslabones perdidos, todavía sigue testimoniando
esa imprecisión a la hora de separar churras de merinas.
Al fin y al
cabo la mayoría ya somos cabrones que peinan canas como escarpias.