Y
digo me llevan. Porque pese a que me agarro con la fuerza de un mono araña a la
pata del pedazo de mesa maciza forrada de fórmica de casa de mis padres...
Fue
más o menos igual que cuando mi madre se empeñó en que debía aprender a nadar
con 8 años y yo solo quería cantar y bailar:
La
podía arrastrar perfectamente, pese a que necesitábamos a cinco y el vecino,
para moverla al empapelar.
A
donde me lleven da un poco igual porque yo solo quiero oír a los chiquillos
gritar calle abajo, mirando desde arriba sin juicio ni reproche.
Así
que cuando salgo de allí donde esté, magullado por las obligaciones laborales.
No hay más megáfono que el del corazón ecualizando la piel erizada cuando suena
y sueno aquello que me sacude.
Al
escribirlo, lo saboreo como el metal de la sangre en el paladar al morderte y
sentirte vivo. Y me gusta, vaya si me gusta. Me gusta incluso más todavía.
Te
hablo de los galeses THE BUG CLUB; por si no lo adelanté:
Son
la quinta esencia de la naturaleza musical más libre y desencorsetada que
puedas inhalar por tus poros en la actualidad, por fanfarrón que pueda parecer
mi afirmación. O la suficiencia de Sam Willmet, Tilly Harris, y Dan Mathew para
proclamar a acorde pelao igual que si por guitarras asiesen un
tirachinas:
-- Subámonos sobre un promontorio y con una
mano sobre la cadera y la otra en alto con medio giro -¿visualizas la
solemnidad de la pose?- alzando el dedo corazón chupándolo
con pasión y vehemencia; a la vez que se cuestiona laintelectualidad en el arte y la ociosidad.
GREEN
DREAM IN F# es uno de esos perdigonazos que se publicó justamente cuando mirando
al techo en blanco, estabas ordenando todo aquello que conformaba el maravilloso
universo musical del 2022; en octubre concretamente.
Y
claro, pasa que babia y el corre que se me churrascan las tostadas. Hace que
(por fortuna), nuestra minúscula neurona y ese saquito estomacal, no den para
tanta pantagruélica información (otra cosa que también pasa por suerte); no
vaya a ser que como hacen algunos, tengamos que provocarnos el vómito y solo
nos quede la bilis en el paladar.
Así
pues, con la misma velocidad que suceden sus canciones; al primer toque y con
la verticalidad de antaño.
Sam
y Tilly me contaron una tarde de descifrar el TRUCHÓN de Gonzalo
(Fábregas). Lo que para ellos es verdaderamente el ARTE, cuando se trata de cantar
y tocar en 2/3 minutos una melodía bailable ¿Por qué recuerdan que es para eso
para lo que se inventó la música?
Y
sonaba “It`s Art” con ese tono de pánfilo que pone San cuando te
dice que no le busques tanto sentido a las cosas que realmente te hacen pasarlo
bien; que bien podría ser la vida. Y volvía a dar otro sorbo, previo olisqueo a
esta Moristel (Graciano) centenaria de Barbastro. Y mientras me convencía de la
magia de la esencia: movía las caderas, marcaba el ritmo con la bola de los
ojos, y salía disparado como un cohete.
Y
volvía otra vez sobre mis pasos one steep beyond.
Observando
que “Only in Love” cumplía perfectamente con las premisas de lo
funcional, útil, y brillante por eso. De aquellas canciones de Jonathan
Ritchman, Buddy Holly o si me apuran, Ramones.
Y
el resto del disco -a ver si me explico- Es como si They Might be giants,
Pavement, Hefner como alumnos aplicados de esa conjunción de la cadencia, el
instante, y la armonía que la Velvet engrandecieron con esas canciones de
apariencia sencilla. Tuvieran en The Bug Club, unos dignos herederos que juegan
entre lo simple, lo brillante, y lo contagioso; dando lo mismo si son 2, como 7
minutos de canción. Cuando el objetivo es pasarlo bien, y hacerlo lo propio por
los demás.
Hey!!
Y con auténticas maravillas musicales; ahí, ni lo duden un instante.
“My
Guy”, la misma canción que da título y cierra este disco, o “Chrismas
Lullaby”. El disco apedazado de los registros en directo que
perpetraron bajo el pseudónimo de Mr. Anyway’s Holey Spirits el pasado año, con
material totalmente inédito. E incluso los dos temas nuevos que publicaron este
pasado abril, triplicando el minutaje de cada canción, y resultando tan frescos
e inmediatos como siempre.
¡¡Son
-cojo aire y bebo un sorbo- joder que maravilla de extinta Moristel ha parido
el bueno de Gonzalo!! Con el mismo arrojo de estos galeses de prescindir de
levaduras añadidas o sulfuroso, para que la auténtica identidad sobresalga
apartando maderazas, sobremaduraciones, o extracciones cansinas.
Solo
Moristel con perfume a regaliz, frutillas maduras y crujientes. Y la sensación
de patear suelo y levantar polvo para que las cosas sean y sepan como la
expresión sincera de una sonrisa, de verdad.
Y
sin desviarme, ahora sí.
En
esta simbiosis de música y vino que a menudo hace que pierda las llaves de esta
bitácora. Y pasen los meses si ponerme al volante.
Debo
decir en mi defensa:
Que
los instantes de magia suelen ser tan concretos e ipso factos, que plasmar esas
sensaciones por si mismas en un texto. Se me antojan pueriles y hasta no sé… Como
cuando a algo o a alguien se le da la importancia que no se merece.
Variedades: Garnacha
tinta, Syrah, Tempranillo, fermentadas por separado
Precio aprox. 9 euros
A veces,
cuando la punta del dedo gordo asoma al precipicio. Y con el vértigo
se engarrotan nudillos, falanges y tendones a la baranda, para así
asir lo físico y tangible. Son los recuerdos, los que a menudo te
conectan mejor con el presente.
Cruzo los
pies, apoyo los codos y mientras la ligereza de la brisa nocturna,
tan solo rota por: Petardos, cohetes, y el plomizo olor a pólvora me
erizan el bello. Sigo sin poder parar de inventariar recuerdos del
pasado.
Algunos me
cuesta datarlos: El día que descubrí la música, que escuché mi
primera canción de The Smiths, o cuando de verdad sentí por
primera vez el enamoramiento; por ejemplo. A otros sin embargo, les
podría poner fecha y hora: Esa primera botella de vino, la segunda
copa, volver a repetir... Recuerdo esa noche casi como si hubiera
sucedido ayer. Veintipocos años mal cumplidos, una cena en el Vía
di Parma de Badalona, los canelones de espinacas gratinados con queso
azul que devorábamos como plato único . Y un camarero centinela sin
parar de llenar las copas de un clarete Navarrico. Suficientes para
un presupuesto tan escaso, como bien invertido.
Son esas
pequeñeces las que nos enseñaron a amar, a dar por bueno lo
sencillo e inmediato. Baluartes de nuestra esencia inquebrantable a
monas vestidas de seda, a carmines corridos ni caretas sin goma que
valgan. Expediciones sin mapas, brújula o cursillos acelerados de
espabilado; pura intuición sin miedo al fracaso. De allí salieron
algunos pioneros, o por lo menos ignorantes inconformistas con mucha
iniciativa. Un buscar con empeño en vertederos o rastros de desecho,
para abonar y fecundar el interés. El interés ¿hace falta
más para nutrirnos? No, no creo que uno necesite mucho más que eso
para cultivarse. Podré escuchar miles de canciones, observar con
disimulo lo inadvertido y sí, infiltrarse allí donde más detestas
para sopesar y escoger aquello que te subvierte.
No es
cuestión de gustos, de hábitos o de aceptación general. Solo hay
plegar las orejas y escuchar el estertor entre el rum rum interno.
Esa especie de crujido, pálpito con sudoración y excitación
espontánea que sucede, cuando el mucho observar da sus frutos. Un
grado mínimo de locura? Pues también; no digo que no. La locura
llevada a cabo con intención también tiene su qué.
Pongamos
como ejemplo una tarde cualquiera en un centro comercial; allí donde
solo vas por pura necesidad, o por vicio.
Agarras el
carro con fuerza y te pones tus mejores galas de Hércules Poirot. -
Oh las ofertas!! - Uy los productos raros e innombrables!! la
gente!!, observas a la gente y hasta construyes tu propia historia;
que sin guión no hay película. Espartanos a la carga!!, a ver quien
mejor zizaguea entre carros, palets, estantes y niños barítonos.
Vaya por
delante, que no seré yo quien aconseje ahora hacer todas las compras
en una gran superficie. Pero supongo, que como hijo de toda madre,
pocos seremos los que estamos exentos de aprovechar los tentadores
precios de los productos de primera necesidad que allí se dan:
Leche, agua, bebidas refrescantes, productos de limpieza... etc etc
etc. Y el vino, por lo menos ese vino de diario en el que no queremos
dejarnos nuestro presupuesto. En ese caso tan peliagudo, yo soy de
los que tiene la suerte de vivir en un barrio donde hay prácticamente
de todo: Pequeños comercios donde se mima la calidad y el cliente,
mercados de barrio, y la tienda por excelencia donde compro el 99%
del vino que consumo; ya sean económicos o para una ocasión
especial. Pero... quien no se ha resistido a la tentación de
escudriñar los bastos pasillos de vino en busca del sorpresón,
ahora que tanto se ha popularizado. Y conste, que “popularizarse”,
nunca es sinónimo de apostar por pequeños productores (auténticos,
con terruño y transgresores). Por lo general, en la música, la
alimentación, gastronomía o cultura. El público mayoritario no se
complica y tira por lo conocido, estandarizado, y económico, sin
mirar demasiado si ese precio se corresponde con la verdadera
calidad. O por lo menos, si la relación calidad/precio nos
corresponde con algo de excitante descubrimiento.
Muchos son
los que dicen aquello de: - Es que ha mi lo que me gustan son los
vinos suavitos, o.. - Soy más de cerveza, el vino no me va,
incluso... - Yo solo escucho lo que ponen en la radio.
Diantres!! no es que te guste aquello o lo otro, es que te dejas
cebar sin más resistencia. ¿comodidad? pues no digo que no. Pero
aun por comodidad -que es muy respetable- experimentar aunque solo
sea una mijilla por aprovechar los sentidos que nos ha dado la madre
naturaleza, no está de más. Para sentirnos vivos sin más. Y
cuidao!! no me vale la excusa de: “no tengo tiempo o, es que no
entiendo”, que sin experimento no hay entendimiento.
Empezaré
por Alcampo que es donde voy más a menudo por variedad y precios. Ni
me llevo comisión ni le proceso demasiado amor, tan solo es que me
dan la oportunidad de elegir que ya es mucho, y es de los más
baratos. Lo de Mercadona ya es un caso perdido; su baza es el precio,
pero compras lo que ellos quieren. Carrefour tuvo mejores tiempos,
ahora manipulan productos por marcas que es un contento.
Eroski/Caprabo/Corte Inglés/Esclat/Lidl/ por este orden, tienen
algún tesoro escondido pero no suelen prodigarse más que lo justo.
En Alcampo
sin embargo, de un tiempo para acá la cosa ha mejorado
sensiblemente. Por lo menos lo que es en vino, hay una amplia oferta
y entre tanta botella clónica e industrializada se suelen encontrar
algunos tesoros imperdibles. Es el caso de este tinto reserva de
Calatayud. Resultado de una ampliación de estantería aprovechando
las arrolladoras tendencias. Algo por cierto, nos guste o no, siempre
se le puede sacar partido.
Yo soy de
los que mantienen la teoría, de que en estos sitios tan amplios y
poco controlados, existe la figura del INFILTRADO. Aquel tipo
vocacional relegado al anonimato, que filtra joyitas entre tanta
inmundidad. Ya sea en tiendas de discos, grandes almacenes o
supermercados; el top, os lo juro existe. Como si no, hemos dado con
grandes obras maestras de la música entre discos de la Pantoja, la
Década Prodigiosa o Rocío Jurado?? Pues con el vino u otras muchas
cosas pasa lo mismo, lo mantengo!!
Este vino de
9 euros aprox. es un claro ejemplo. Últimas existencias rezaba en
un cartelito de amarillo a sus pies; le estaban dando ya la
extremaunción vamos. Primero analizamos el contra etiquetaje de la
botella en cuestión, no sea que sea de una bodega industrial, un
embotellado para la superficie, o sus típicas descripciones placebo
digan mucho y signifiquen poco; como es de costumbre. Que sea un D.O
Calatayud en un sitio como Alcampo ya es buena señal, ya que las D.O
pequeñas son casi inexistentes para las grandes cadenas (Calatayud,
Conca de Barberá, Terra Alta, Ribera de Guadiana, Cigalés etc.).
Que en ella se hable de meloláctica, de la evolución del vino en
sus 8 años de botella, o que sea de una Cooperativa local ya es
suficiente para jugársela y probar. Al fin y al cabo por ese precio
no perdemos demasiado, más barato ya es peligroso.
La verdad es
que compré una primera, y la experiencia fue tan gratificante, que
compré una segunda y una tercera; aunque este última bajara el
listón y su acidez fuera indomable. Muy buena extracción pese a
estar algo cerrado, alcohólico y excesivamente ácido al principio.
Cuando se agita en la copa y coge aire la verdad es que destaca muy
buenas maneras: Caramelo y fruta negra madura, algo de barniz, un
resquicio final de brasas, mineral, tinta... una nariz muy rica y
disfrutable si señor. En boca se vuelve amable poco a poco cuando se
oxigena, con lo que no le viene de más abrirlo con bastante
antelación o decantarlo; que el vino coja aire y se abra. La
temperatura, insisto, en estos días de 30 o 35 grados. Jamás
beberlo a temperatura ambiente, usar una cubitera o jugar con una
funda de estas de gel para que no se alcoholice. Refrescarlo un pelo
en la nevera, que se yo, que el vino esté fresco al tacto sin que
sea frío exagerado.
Boca con
buen recorrido algo árida pero muy deliciosa, se bebe fácil: Cacaos
amargos, algo de tabaco fresco y todo con un tono largo y balsámico.
La verdad es que teniendo en cuenta que está en su hipotético
declive según marca la bodega. Su atractivo precio por debajo de su
media, que suele ser de 10 a 12 euros, lo hace toda una tentación
con más vida que la que se pronostica.
No son
muchos los tesoros que se encuentran por sus estanterías, teniendo
en cuenta lo basto e inabarcable de Riojas resultones, Ribera de
Duero, Somontanos y Penedés, que tanto saturan y poco arriesgan.
Pero si es verdad que en un rango de precios accesibles, puedes
encontrar un buen puñado con una verdadera garantía de calidad,
terruño y buen oficio. Yo por ejemplo (opinión 100% personal),
suelo ser fiel comprador de Condado de Haza Crianza. Un tinto
de Ribera de Duero extensión de Pesquera, que desde la primera añada
que probara hace diez años no hace más que evolucionar a mejor: Muy
buena extracción, mineral, ligeramente herbáceo, con buena fruta, y
con un frescor la mar de crujiente y versátil. Es un vino que
combina con casi todo, adictivo en el día a día y la mar de
resultón en una buena comida. Además sus 9 euros lo hacen
imbatible.
También
tenemos al delfín de Emilio Moro, Finca Resalso, por escasos
6 euros. Con una juventud nerviosa, pinzante y jugetona, menos
imponente que C. de Haza pero perfectamente complementarios. Los
vinos básicos de Borsao de Campo de Borja, hipereconómicos
pero sin rival en su rango de precios; Tres Picos es otra historia.
De Palacios
Remondo se suele encontrar La Montesa ligeramente más caro, y
es una pena que no se hayan decantado por La Vendimia;
bastante más económico. Pero este, es un Rioja diferente como el
Remelluri, más concentrado, mineral y especiado; toda la idea de
Priorat llevada a cabo con Riojas jóvenes. Un Montsant como Bruberry
con nervio, personalidad austera y mucha fruta roja crocante por 12
euretes. En fin, haberlos haylos, no es fácil lo admito. Hay que
desarrollar un instinto detectivesco para escudriñar y separar grano
de paja, pero que hay cosas ricas, auténticas y diferentes por
precios que dejarían a los Faustinos, Paternina, Raimat, o Marqués
de Cáceres por los suelos. Ahí van unos cuantos: Los Juan Gil,
Monopole Viura, Atrium de Torres, Pintia, Coto de Hayas, Laus
sobretodo en Gewutztraminer, o el Azpilicueta.
Lo dicho, yo
siempre recomendaré hacer las compras de vino en tiendas
especializadas. Básicamente porque creo firmemente en el criterio
seleccionador de un pequeño comerciante. En su apuesta de riesgo por
pequeñas bodegas y D.O poco conocidas con mejores RCP. Porque soy
romántico y sinceramente un barrio no tiene vida sin sus pequeñas
tiendas, colmados y fruterías. Porque es ahí donde se da el
verdadero status quo comerciante del pueblo Mediterráneo. Y sin él,
perdemos nuestra identidad y el trato humano, cercano y franco con
nuestros semejantes.
Las grandes
superficies las inventaron los Franceses; que entre todas las más
grandes de la historia que inventaron, esta la peor de largo. Y si
bien es cierto que en su territorio se respeta más el terroir y las
D.O de sus vinos. La mayoría son elaborados y etiquetados en
exclusiva por bodegas de confianza, para grandes cadenas; algo que a
mi no me da demasiada confianza.
Lo dicho amig@s. Que la chispa de la vida se puede
encontrar en los resquicios más insignificantes de la misma. Que los
que crecimos en un lugar donde los medios eran inexistentes, y la
imaginación era la mejor herramienta. Sabemos que la abundancia y el
acceso no equivale ni sustituye el esfuerzo de conseguirlo. Y lo que
cuesta, siempre estimula y reconforta más aun.
Y sobretodo,
que el disfrutar de una saludable copa de vino no está peleada con
presupuestos, ajustados o manirrotos. Lo mejor, lo que a uno le gusta
y siempre avanzado e investigando, que retirarse es de cobardes.
Cada Sábado
, cuando visito a mi octogenaria madre , me como sus magníficas
lentejas y me echo la siesta en mi antigua cama de adolescente ,
sueño con años pasados.
Ese cuarto
que aún conserva colgado en sus paredes uno de aquellos dibujos al
pastel que hice cuando con 14 años estaba volcado en la pintura;
una de mis muchas aficiones difusas e inconstantes. Los mismos
muebles continúan allí: El armario , la mesita , la silla y la
cama; los recuerdos parecen haberse quedado impregnados en las
blancas paredes. Y cuando después de tomar café en el bar de
enfrente y charlar con algunos viejos amigos; que continúan
atrincherados en ese viejo barrio de la periferia , mi cuerpo solo
puede dejarse llevar por la narcosis: Que te empuja hacia la cama
como aquel Jean Marais que se disponía a atravesar el espejo hacia
el mundo del sueño y de lo irreal.
En ese mundo
viajo: Me acurruco entre las sábanas afelpadas y el bellú de la
almohada; y me dejo llevar por los recuerdos que me devuelven a cada
una de mis edades: Recuerdo como me escondía los veinte duros de
papel en el calcetín para que no me los robasen los gitanos de mi
barrio; cada vez que acudía al cine de mi barrio a ver películas de
Kárate y de Godzillas. Recuerdo las tardes del Sábado saltando la
valla del colegio de al lado , para pasar horas interminables jugando
al Baloncesto. Y recuerdo las tardes donde las horas se multiplicaban
por 10 , escuchando discos y el programa de Carlos Pina en Radio 3.
Los sueños y los recuerdos varían según el día , hay veces que
aún puedo escuchar la voz de mi padre despertándome para ir a
trabajar.
Son ese tipo
de sonidos que con el paso de los años han desaparecido: Lo que hace
25 años era bullicio se han convertido en silencio; tan solo
alterado por el jolgorio de mis hijos y mi sobrina.
Cuando
desaparecemos y regresamos a casa me imagino que todo se vuelve a
quedar en silencio , y es esa la sensación que de verdad me aterra.
Mi madre dice que cuando se queda sola habla con mi padre: Le cuenta
lo que a hecho , como están creciendo sus nietos y la media lengua
que tiene mi hijo pequeño.
Esa especie
de esoterismo que tan arraigado estaba en los cortijos y en los
pueblos donde mi familia se crió , y que se ha transmitido
generacionalmente en mi casa. El abono perfecto para superar las
limitaciones que a uno lo estigmatizan , y que al final se convierte
en el alimento de nuestras raíces .
Como lo son
las lentejas de mi madre , sus cocidos , los potajes o las palabrejas
que uno cree que no figuran en los diccionarios. Sus lentejas son una
mezcla de tradición y sofisticación que en alguna ocasión he
intentado emular sin éxito. El pasado Sábado , para darle más
empaque al encuentro me llevé una botella de vino. Algo que
normalmente no hago y aún no se porqué , siendo como es el del
guiso , uno de los maridajes más sublimes que se le puedan dar a un
vino.
En mi último
viaje a las tierras de Huesca , a las que estoy adscrito muy de tarde
en tarde por motivos laborales; decidí en esta última ocasión ,
hurgar por entre las estrechas calles de Barbastro en busca de uno de
esos vinos de Somontano que no figuran en las estanterías de las
tiendas fuera de sus fronteras. Y es curioso y sorprendente a la vez
, observar como con la expansión que ha tenido en estos últimos
años una zona como Somontano , son pocos los vinos que nos llegan
aquí: Si acaso Enate , Pirineos , Viñas del Vero , Laus o Marboré
son los únicos que se han dejado ver , limitando mucho las
posibilidades de esta denominación.
Es incluso
sorprendente escuchar a los lugareños hablar de sus vinos , a los
que parece no importarles mucho su expansión fuera de las fronteras;
quizás por una falta de cultura real sobre el vino y sus variedades
, y que pese a la riqueza que atesora nuestro país se ve mermada por
una falta de interés general.
Encontré
una pequeña tienda remontando por el paseo del Coso , al final de la
misma se encuentra Vinos Murillo. Una pequeña tienda medio bodega ,
donde se pueden encontrar por exclusividad casi cada una de las
bodegas de Somontano: En sus estanterías solo hay vinos de Somontano
, como si de una reivindicación legítima se tratase , intentando
dar la importancia que se merece a tan excelsa variedad de vinos.
La idea era
adquirir un 12 LUNAS MÁS UNA , un vino con una excelente relación
calidad precio , como viene siendo habitual en esta zona , y que ha
recibido alguna de las mejores puntuaciones en las guías de rigor
(aunque esto no siempre sea garantía de éxito). Por desgracia se le
había acabado , lo que me obligó a improvisar y arriesgar en mi
decisión , lo cual todo sea dicho de paso me encanta: Los riesgos en
las decisiones acertadas o equivocadas , son las que te llevan por lo
general a descubrir y a experimentar , puesto que no siempre es lo
más acertado escoger el camino fácil que nos suele llevar a beber
siempre los mismos vinos , a comer siempre lo mismo... vamos a
acomodarnos. Aceptando las recomendaciones del señor tendero me
decanté por dos vinos elaborados con uvas desaparecidas en Somontano
desde hace bastantes años , y que ahora en una visión más creativa
de la zona se están empezando a recuperar: Una es el COJÓN DE GATO
y la otra LA PARRALETA.
Estas , son
dos uvas que en mayor o menor medida se están integrando en vinos
que por lo general se alejan bastante de lo más común en Somontano
, son uvas que nos dan vinos con una textura más mineral de lo que
estamos habituados sobretodo en esa zona de Aragón.
Vinos
incómodos y exigentes , que en lo que a mi confiere , supone una
dura prueba para mi mal criado paladar; y que me ayudan experimentar
nuevas sensaciones. El vino de echo tiene esas dos grandes virtudes:
La del placer que puede suponer degustarlo , y el de las experiencias
gustativas y olfativas que nos puede descubrir y evocar. En el fondo
es así como deberíamos abrazarlo , puesto que en la evocación se
esconden a menudo muchos de nuestros recuerdos de infancia , que el
cerebro se encarga mecánicamente de almacenar y que aparecen así ,
por arte de magia.
Abrí la
puerta de la vidriera del sinfonier y saqué una de esas copas que
las madres guardan para las grandes ocasiones; aunque esas grandes
ocasiones jamás lleguen y las perpetúen como un simple adorno
donde se recosta el polvo.
Mientras ,
en la pequeña mesa de la salita de estar; pues los fastos ya no son
tales como para llenar el comedor; permanecían la botella de
PARRALETA y el PLATO DE LENTEJAS , uno al lado del otro: Mientras la
botella pizpireta se oxigenaba altanera , el plato de lentejas
desprendía el calor de la comida recién hecha , intentando seducir
a la altiva botella.
Ella lo
evitaba esperando quizás sobre la mesa un Magret de Pato o una
pierna de lechal; hasta que por fin cruzaron sus miradas , lo que en
un inicio pareció un desacuerdo , acabó siendo un flechazo a
primera vista.
La textura
de la cebolleta , el aceite y el vinagre , todos ellos crudos sobre
el manto adoquinado del plato hondo , se fundieron en un abrazo en
el que la copa mostró sus perfumes; no de Chanel , ni de Christian
Dior o Dolce Gabanna , si no: De guindas licoradas , de bosque
fresco y de repostería , tan intenso fue su primer abrazo que su
alcohol subido se desvaneció súbitamente para dejar a las Lentejas
hipnotizadas con el profundo rojo picota del PARRALETA. Una historia
de amor en toda regla señores: Violines de fondo , mi madre con los
ojos en blanco; y sobre la mesa que *un día lijó el Manolo , un
auténtico baile de mundos separados.
Esta
Parraleta mono varietal pertenece a una nueva serie de las Bodegas
ALODIA , donde se han producido una serie de vinos con una sola uva:
Syrah , Moristel y este Parraleta , que curiosamente no aparece
detallado en la web.
Son vinos
todos ellos que no superan los 8 Euros y que sin ser unos vinos
sorprendentes , suponen una apuesta diferente de la zona sobre
aquellas antiguas uvas que acabaron olvidadas en detrimento de: El
Cavernet Sauvignon , El Tempranillo o el Merlot . Y donde las
pequeñas bodegas están teniendo un protagonismo definitivo.
Parraleta es
un tinto que requiere de un guiso que lo acompañe (por poner un
ejemplo) , si lo que queremos es que su entrada nos sea
verdaderamente expresiva. A mi con la primera botella y sin comida me
pareció quizás un vino demasiado cerrado y con el alcohol un pelo
subido; sin embargo es un vino que se deja querer cuanto más se
bebe. En boca los taninos están muy bien integrados pese a su alta
graduación , con madera ligeramente marcada y un fondo panorámico
donde los frutos rojos se integran ligeramente , dando una entrada
agradable de fresas , romero y un final bastante especiado.
La verdad es
que esperaba algo más de él , no obstante sigo prefiriendo este
tipo de vinos experimentales a los acomodados Cavernet y Merlots que
parecen querer buscar un vino sinónimo en vez de ahondar en el
pasado por farragoso que resulte. De esta Parraleta se conoce de su
dificultad para cultivarla dependiendo del clima del año y como
responde ésta en su madurez , de la graduación que se necesita para
extraer un vino de calidad; incluso casta de la misma.
Recientemente
se ha descubierto en estudios , su parentesco con dos uvas
relativamente distintas: La Graciano de Rioja y la Tintilla de Rota
(Jerez) , un hallazgo sorprendente que amplía de esta manera el
árbol genealógico de nuestras uvas autóctonas , y que nos ayuda a
conocer con más exactitud los parecidos razonables de distintas uvas
y de nuevos vinos.
*Efectivamente
, si se mira bajo la mesa se puede leer: Esta mesa la ha lijao el
Manolo.