Vale
despertarse a principios de la semana, con la explanada de la Mar
Bella ante las bruces, y una mala broma de mueca sarcástica dibujada
en el horizonte.
David se ha
ido, si, en silencio como quien todavía no lo ha digerido. O a lo
grande, como lo ha de hacer alguien que torció líneas toda su vida
para redibujar lo banal, anodino y soporífero, en algo reluciente y
rupturista. Esa sensación de sacudida, la avalancha siguiente, y el
silencio después: Tan abrumador el revuelo de los medios, como el
hacerte a la idea de su significado en tu más íntimo cardiograma
musical.
Sabemos que
la semana del 11 del 2016 no volverá a ser otro día cualquiera;
sino la que David Bowie nos volvió por enésima vez, a consternar.
Pero por paradójico que resulte, y resumiendo cuentas sobre otro más
que se nos fue, de esa ilustre simbología musical que nos enseñó a
amar la música. Si tiramos del hilo que separa lo trascendente de lo
puramente invisible, nos encontraremos de frente con otro testigo
directo de lo injusto de pérdidas tempranas, de porqués sin
respuesta y del peso de esa falta.
ROBERT
FORSTER (exGO BETWEENS). Nos vino el jueves a curar en parte, esta
herida todavía sangrante con la que abrimos de obligado obituario la
crónica de su reciente visita.
Arrancar la
ronda de directos del 2016 con Peter Forster como plato principal, es
como esa buena ventura que te prometes de propósitos y esperanzas
mejores. Además en una tarde amenazante, de futuros temporales e
inviernos que se presentan por sorpresa y sin invitación. Justo
cuando el clamor general vive desde quien sabe, en unas sempiternas e
imaginarias vacaciones Caribeñas.
Y ademas con
la calle Blai ante nosotros. Con pinchos, montaditos, vinos y ganas
de celebrar la provisional bonanza del tiempo a discreción.
Fotos by Mi_Ri
En serio,
todo es cuestión de tirar con fuerza y echar el resto para que todo
suceda según los elementos: sin presiones, tiempos ni condiciones.
La primera parada en La Tasqueta de Blai, un rinconcito regentado por
tres jóvenes Vizcaínos donde lo mismo puedes beberte un chispeante
Txacolí, un pincho de fundente tortilla, o escuchar ritmos surferos
sin excusas vanas.
Allí a los
cinco minutos apareció Robert Forster acompañado de un amigo; hora
de cargar con estampas: Ese porte de atractivo dandy donde no valen
aquellas cosas por las que creemos qué debería ser “un dandy”.
Fue algo así como una sorpresa mayúscula de casi escaparse la
carcajada.
Le dijimos
que habíamos venido a verlo claro, era eso o hacernos una foto; que
quedaba bastante de grupie ridículo. Además, estábamos todavía
bajo los efectos de los pinchos, el “estoy muy agustico”.
Es más, él parecía más un intruso corta rollos por lo inesperado
de su presencia, que la propia estrella de la función; quitando
hierro al asunto por supuesto.
De camino a
la sala, sin horarios, sentido de la responsabilidad alguna, ni
precisión británica. Nos/Me tomamos un Palo Cortado, que ya es
dicha poner en nuestro camino un sitio que se llame Palo Cortado;
esto de las modas está entre lo asqueroso y lo “pues vemga!!”
Conocimos a una Nepalí, un Sevillano y a una Belga; como los
chistes; reímos y mucho. Y al final al filo de las... no sé que
hora era; para que mentir. Entramos en la sala Apolo 2 (La 2) con la
flojera todavía y el evento bien comenzado.
Así, como
lo cuento. Porque de noches memorables donde el artista emerge como
la Virgen María ante el pastor, hay muchas e inolvidables. Pero.. ¿y
de lo que acompaña al momento? Ya sabéis: la compañía, las
conversaciones, el ángulo de de visión, y hasta las interconexiones
invisibles que se crean entre el público anónimo, cuando el
artistazo libera las ferómonas; sí!!, las que nos ponen!!
La primera
impresión, instantánea como un vaso de leche fría con Eko: Ver
sobre el escenario a ISLANDIA NUNCA QUEMA; pero casi. Y quedar ambos
noqueados, como la mirada cómplice del amante inalcanzable.
Sonido
perfecto en formación de a cuatro de Reus: Acústica solista,
tambores y escobillas, eléctricas de puntillas que entran casi
bailando en círculos. Y un bajo capaz de confundirse con una
guitarra grave y relevarse en esto de crear atmósferas entre lo FELT
y aquellos primeros LUCKISMITHS. Hacía años -muchos años- que no
tenía una primera impresión tan demoledora. Esa sensación de
pertenecer a un tiempo pasado y haber despertado en plena
adolescencia.
Fotos Mi_Ri
Creo que fue
esa primera canción al entrar que no sé muy bien ubicar, pues
admito que además de no estar al tanto de la existencia de
teloneros, tampoco controlo su trabajo.
Así tirando
de la imaginaintuición podrían ser “Reach You”, “Severed
Times” o casi. Su sonido en directo supera en matices y
sensaciones a su disco, aunque esté mal decirlo. Su último trabajo
“Applause/2014” ya tiene un sonido de lujo. Pero su puesta en
escena entre lo comedido y pulcro, es lo más parecido a volver a
revivir tiempos de Nudenin, Rough Trade o Creation. Una especie de
compresión, que reduce a la esencia lo que uno tiene por Pop con
estructura, eficiencia y mucha sustancia.
Vinieron
“Spillame”, “Airports are a Poor Choice” o
“Self-Pity Song”. Digo “O” porque ciertamente fue tal
la sorpresa, que ando todavía escudriñando su temario. No sé que
tocaron, lo admito, pero sonó todo tan de lujo. Que posiblemente la
noche de aquel 14 de Enero, no habría alcanzado tintes de
inolvidable, sin su participación.
Apareció
Robert Forster al tiempo justo de asaltar la barra a por una cerveza.
Y si la 2 de Apolo ya estaba llena con los artistas invitados. Con
Robert blandiendo acústica, se acabó de compactar al tiempo de
hacerse el silencio. Nos hicieron callar #lógico. Rompo una lanza
por aquellos -que igual que los que lo exteriorizamos con vehemencia-
lo viven al filo de la meditación. Comprensible era lo nuestro, que
veníamos alborotaos y se nos acabó de revelar la
anunciación con semejante espectáculo.
El primer
disparo, certero y directo “Rock'n'roll Friend”: el
reverso de aquel “Was There Anything I Could Do?” del 88. Le
sucedieron otras hasta el cierre en pleno éxtasis con Islandia No
Quema de acompañantes, sonaba “Surfing Magazine”. Y para
aquellos que como yo, pensaban que se centraría escrupulosamente en
su carrera en solitario, y en su último y mimbrado trabajo; volvió
a sonar “Darlinghurst Nights”, “German Farmhouse”
y hasta ocho temas de la banda Australiana. De quebradizos recuerdos
inundada la sala, subía la temperatura se sudaba, y se transpiraba
la languidez de tiempos remotos.
Llegados al
punto de “Head Full of Steam”, Robert Forster estaba ya
metido en su papel de músico gestual, misterioso y tan teatral, que
las letras se filtraban como el perfume destilado. Vernos desde el
escenario como el reflejo del paso del tiempo, metidos en vereda y
colgados definitivamente de los acordes de sus canciones.
Cerrar los
ojos y ver casi por una rendija, a Robert en aquel vídeo promocional
del tema en cuestión: Contoneándose espigado él, insinuándose,
ese balanceo entre lo salvaje y lo femenino.
Pusieron el
contrapunto algunas de su nuevo trabajo, que aun sin tener una banda
con la que igualar el sonido, sonaron a gloria: “Learn to Burn”
que apareció de las primeras. Se pasearon como en un desfile de
paños menores: “A poet Walks”, “Let Me Imagine You”,
“Turn on The Rain”, y mi esperada “I Love Myself and
I Always Have”: Pequeños extractos que muchos años después,
nos recuperan ese talento perenne y desgarbado para hacer Pop raído,
pero tan imperecedero como siempre.
Los
acústicos igual que un striptease, nos enseñan tanto los encantos
como las cicatrices. Robert Forsters se maneja como un auténtico
divo sobre el escenario, sin velados ni artificios. Su guitarra y el
masticar de sus letras, suficientes para entrar en la hipérbole.
Que esto
ocurra en pleno 2016, todo un lujo que solo se alcanza a valorar
semanas más tarde. Lo que tienen los pequeños milagros de la vida.
Que igual que crisálidas fosilizadas, aparecen cada tanto para
recordarte cuan bárbaros eran aquellos años.
Corrían
años y días como hormiguitas laboriosas. Unas sacando pecho de
cabeza roja y afiladas fauces, otras diminutas cabizbajas agitando
sus antenas mientras mordisquean la carne más mórbida y derretida.
Cada bocado tocaba con un tono de campana de Shuválov el paso
infatigable del tiempo: la aproximación a la caída al vacío del
año, que se nos va.
Mientras
tanto y seguro como estoy de que nos precipitaremos catarata abajo,
sin más escalofrío que el de una despellejada mañana de Enero. Lo
veo pasar y hago cuentas de que justo por estas fechas hace dos años,
la vida me daba otro descuento.
Son esos
trayectos continuos al hospital, para ver a mi convaleciente madre;
durante semanas pasadas. Los que me han dejado anulado en práctica y
teórica, de todo aquello que lubrica mis engranajes: ejercicios
gimnásticos, piscinas, crónicas, escritos y papelotes...
En cambio sí
me ha devuelto otras que tenía casi olvidadas: Hacer un recorrido en
coche más largo que esos escasos 15 minutos hasta mi trabajo, para
escuchar más música de lo normal; remedios que también curan.
Volver a recorrer los pasillos de un hospital, la santidad inmaculada
de enfermeras y asistentes... Y pensar que ya es casualidad que justo
dos años más tarde, las circunstancias de la vida prestada, me
hayan puesto otra vez ahí. Para darle más empaque a una
conmemoración que no celebro, pero que siempre tengo presente.
Me han
vuelto de golpe y sin quererlo, las pasiones por devorar mandarinas a
tientas mientras conduzco hacia el hospital. Me gusta el tacto, el
olor que impregna uñas y toda la estancia del vehículo.
Nunca fui un
devoto por estos pequeños frutos cítricos , hasta tal extremo. Pero
allí a oscuras, en la habitación de la 9ª planta y de madrugada,
no hacia más que comer mandarinas como un poseso. Dicen que los
cítricos estimulan la absorción del hierro y debía ser eso; la
naturaleza humana y su sabiduría. Desde entonces, llegadas estas
fechas, se me abre un apetito voraz por las mandarinas, y sobretodo
por su olor adherente y penetrante. Las desgajo, me las como y
después, aprieto fuerte con las manos las peladuras para que
estallen cada uno de sus poros llenos de jugo. Instintos animales que
me despiertan en otoño, justo en el vestíbulo de este frío
invernal que por fin llegó.
No solo las
mandarinas, también las naranjas, uvas, los Kiwis duros y prietos, y
los tomates en cualquiera de sus formas. El oscuro de las uñas y el
filo del cuchillo troceando deliciosas alcachofas. El tacto
aterciopelado al hundir las uñas cuando desgranas una a una, las
vainas con sus habas. Los jugos en tus dedos y el perfume a sangre
vegetal.
Ritos
seculares de los que no sabes si es el destino o la mecánica del
hábito sonámbulo. Los que en el ejercicio de nutrir estómagos o
sentidos, hacen a la música y a los alimentos, perfectos e
intrínsecos compañeros de viaje.
Un lamento
agónico: el de morir con las botas puestas, antes de levantar acta.
Reivindicable, por el simple hecho de ser uno de los más
satisfactorios y reconstituyentes. Será la evocación al deceso, al
ver pasar las luces a toda velocidad como en una autopista de
madrugada, o el renacer cuando está todo vendido.
El caso es
que no voy a dejar pasar la oportunidad de dar constancia de algunos
de mis caprichos. Tres, que podían ser más, pero que confío en
vuestra intuición, arresto y valentía para escarbar con uñas y
dientes, el resto. Empezando por esas capas profundas, inquietas y
móviles que agitan la comodidad de las avenidas asfaltadas. Y
acabando por las menciones obligadas.
Ahí abajo,
aunque algunos piensen que es el paso sincronizado del metro bajo
nuestros pies. Se esconden los auténticos machacas de todo este
circo. Aquellos que hacen del camino cómodo, de la doma y los
sabores estándar, algo menos condescendiente; romántico o suicida
si se quiere.
En
definitiva la esencia de ese término maldito que es el “indie” o
“alternativo”. Y que por mucho que algunos renieguen, fue el
meollo de todo el asunto hace un par de décadas; en serio, todavía
quedan de los que no se avergüenzan y lo practican con dignidad.
MAD
ROBOT_I DECLARE WAR
No es de
extrañar que ahora que todo se mide por popularidad, cabezas de
cartel o el puesto más alto en las estanterías del FNAC. Muchos se
jacten de no ser “indies”; de ser algo mucho más democrático,
amplio y complejo. Eso sí, por el camino se dejaron las melodías,
los cuatro acordes y la definición del delantero matador.
La cosa es
que a algunos todavía nos llama el grito de la selva, hartos un
poquito del existencialismo.
Si amigos,
la vida como los gustos son cíclicos, y quien no lo quiera entender,
es que ha picado en el anzuelo; los Albert Rivera de la música
también abundan como las moscas en un Ecoparc.
Los
Valencianos MAD ROBOT con Mike Grau a la cabeza, y superviviente de
los extintos Furious Planet, regresan dos años más tarde de su
puesta de largo con Blacklisted/2013: Un disco gestado, de la más
pura inconformidad por la escena musical actual. Paso al frente y de
cara, para facturar algunos de los textos más lúcidos y explícitos,
de ese mal ignorado e inspirado movimiento del Pop de guitarras
nacional, que opera en la retaguardia y que tantas gratas sorpresas
nos está proporcionando (Las Ruinas, Black Islands, Cuello,
Mourn...).
Para eso han
decidido hundirse un poco más en las angostas ruinas de los 90. Y
coger aquellos escombros llenos de polvo con los que otros no quieren
mancharse las manos; dar un paso más hacia el abismo como se dice.
Quien no arriesga ni gana ni pierde, se queda igual. Con todo eso les
ha quedado un disco laberíntico, lleno de aristas
(defectos/virtudes), y una extraña mala baba que se quiere igual que
jugar de chico a hacerse daño.
Canciones
que transpiran una fórmula menos familiar y más primaria. Mecánicas
que recuperan el invento del siglo. El mismo que hizo de Thermals,
unos Weezer más inconscientes y naturales, o ese truco/trato entre
los tiempos de los viejos Mustang y la era del hierro y la herrumbre,
cuando las guitarras ácidas igual te hacían sufrir que bailar; se
acuerdan del DIRTY de Sonic Youth? “Human Error”o “Death
of Criticism” lo consiguen de largo. Posicionados en el
incómodo territorio de la forja de los que la mayoría se alejan,
por miedo a parecer demasiado reales. Mad Robot se balancean igual
entre la amarga dulzura de “I am a Fake” o “Problematic”;
dos temazos que ensalzan la ambivalencia de los REM más combativos.
Y embestir con más fuerza si es menester, cuando se consigue que
textos y música queden en un mismo plano; ese difícil propósito de
no morderse la lengua y resultar poéticos. De rendir homenaje a
difuntos y olvidados en la cuneta (Pixies en el título y cierre del
disco “I Declare War” o a unos Dinosaur Jr con los
pantalones más planchados y mejor peinados).
Girando un
poco más la tuerca, apurando más si cabe la frenada en las curvas
que vienen mal dadas: “Ready for Love”, “Go Extinct”
o “Kill the Mainstream”, tienen ese mismo efecto de
gancho en el mentón cuando golpea la vida y se tiene poco o nada que
perder. Su, Mike Grau, Carolina Otero, Borja Boscà y Robero Timón
por fin como una banda con piernas y brazos, hacen de la unión la
fuerza. “Solo no puedes, con amigos sí” !!
PRESIDENTE_ILUSTRE
VENTANAL DE ESTRATEGIAS
Sin dejar de
lado el efecto lírico de las melodías cantadas. Hace un par de años
dimos con el pequeño sello discográfico ENTORNO DOMÉSTICO. Allí
descubrimos la efervescente escena musical de un país tan lejano y
desconocido como Venezuela. Y fue por entonces el debutante Roy
Valentín (uno de nuestros favoritos de aquel año), el que nos
pusiera tras la pista de Heberto Añez Ochoa aka. PRESIDENTE.
Por entonces
tenía recién publicado Chuca Chuca II: un ensayo sobre este
desencorsetado proyecto, donde se juntan géneros tan dispares como
la electrónica, el funk, el pop, o los ritmos latinos desde una
perspectiva romántica, baladista y ciertamente glamurosa. Un sonido
que vive, ejerce y reinterpreta algunos de los sonidos más
sesenteros y cañís de épocas pretéritas. Un ejercicio que se
remonta a tiempos y enfoques muchos más libertinos que los de ahora:
La influencia vital de la Fania en Nueva York durante los 60, su
mestizaje con el crisol cultural de la ciudad, estilos que en parte
también aportaron Italianos y su explosión en Studio 54. En el
fondo, Funk, sonidos disco, música latina y la música negra, están
mucho más presentes en lo que conocemos hoy en día de lo que
podemos imaginar; si no, que se lo digan a Daft Punk y a los LSD
Soundsystem.
En cualquier
caso y sin perder el norte. PRESIDENTE es más fácil que nos remonte
a la elegancia lírica y sonora de Carlos Berlanga, a los devaneos de
Golpes Bajos y Germán Coppini con los tropicalismos, o porqué no, a
la poética surrealista de Battiato. Sintetizando influencias: todo
lo que engloba a los solistas pop de los 60, su proyección a los 80,
y como sonaría todo eso 30 años más tarde desde un punto de vista
regionalista venezolano.
Algo que
podría parecer un galimatías, pero que se resume con facilidad al
escuchar “Blanco sobre Blanco” o “La Sociedad (de la
tierra plana)”: Declaraciones de amor incondicional en toda
regla, a la música y a su elaboración desde un enclave doméstico;
como bien define su sello.
La delicada
y cálida prosa que pone reflejos de atardecer a temas que beben más
del latin jazz -“¡Oh Belghi!” o “Neoclásico”-
Cuando son las historias de niñez, de aprendizaje, y aquellas
lecciones fraternales que nos da la vida; y que aquí se expanden
caleidoscópicas. O igualmente si son las palmeras del paseo las que
se flexionan hacia la electrónica, como lo harían “Los Países”
y “Bonsái”; que cierran este enternecedor álbum de ocho
canciones. En cualquiera de sus formas, Presidente, se mece entre lo
clásico y contemporáneo. Rompiendo un poco con los moldes que
imponen las barreras temporales y estilísticas, en esto de delimitar
y cercar las edades musicales de Lulú.
***********************
Ha tenido
que ser ahí, al final de la calle. Cuando asaltados por la urgencia
del final del año, acorralados de espaldas al precipicio, y
liberados del peso de la conciencia, las canciones han salido por fin
a mi paso. Zancadilleando un embelesamiento tan profundo como el
empeño por soltar lastre que me ha acompañado todo este 2015.
Y he de
admitir. Que después de ver pasar estos dos años, dejando que todo
fluya según su curso, de manera natural. Los frutos caen por su peso
cuando están bien maduros, y no cuando los tiempos lo exigen. Así
que llegado a este punto, es ahora cuando de verdad estoy disfrutando
de la música cuando toca, sin darle demasiada importancia a lo
novedoso o los plazos que nos marcan los demás.
Van a ser
muchas las que al final entren en esta última lista; más de las que
imaginaba. Ahí van bastantes de mis discos preferidos de este año y
volveré a comentarlas en breve, en el examen de fin de curso; no me
importa, creo que se lo merecen. Otras muchas reseñas que se
quedaran en el tintero, quien sabe si a lo largo del año venidero
les daré su rinconcito en el blog.
De momento
estos tres, puede que no los más deslumbranates. Pero de derrotados
también se hicieron grandes héroes. Para darle un final digno, y
sin más interés que el de alabar uno de los regresos más
meridianos y necesitados:
ROBERT
FORSTER_SONGS TO PLAY
Con tanta
naturalidad con la que suena su título; el de su sexto álbum en
solitario. Y el segundo en un espacio demasiado largo, desde que
falleciera su compañero de viaje; el ex Go Betweens, Grant McLennan.
Recuerdo
como si hubiera pasado anteayer, la vuelta a los estudios de The Go
Betweens doce años después de su disolución con “The
Friends of Rachel Worth/2000”, justo en la entrada del
nuevo milenio. Como si quisieran dejar constancia de la impronta
indispensable, de una de las bandas más discretas. Y tan
omnipresentes como fueron en tantas y tantas generaciones de
melómanos.
Me gusta
cambiar el cuadro de la entradita cada mes. Ponerle un nombre y sus
apellidos a un momento concreto del año; aunque no consten en ningún
rincón de la cómoda. El de este mes pasado fue el Songs To Play del
amigo Robert. Y llegó casi de inmediato a raíz de una entrevista
que nos brindó nuestro dispensador Jorge Obón; él tiene un buen
ojo, con el que casi siempre coincido (lástima que queden tan
pocos).
Songs To
Play es la antítesis de la estrategia comercial con la que en estos
días -por ejemplo- nos torpedearan. Haciéndonos sentir un deseo
irrefrenable por tener aquello que no necesitamos. Como el caer en la
tentación del turrón de pastel de cerezas, cuando todos sabemos que
el blando de almendras es el único e insustituible. El tragar en vez
de saborear, cuando en esto de comer para subsistir, nos olvidamos de
estimular nuestros sentidos y que en la buena materia prima está la
clave de la exquisitez:
Diez temas
hechos de la esencia, separando grano y paja para quedarse esta vez
con la carcasa. De gallina vieja es buen caldo, de lo esencial y
estrictamente necesario. Bocetos en definitiva, que capturan el
mensaje al vuelo, con una lucidez apabullante. Las canciones de
Robert Forster necesitan bien poco para envolverte y conectarte
directamente con la época más huesuda de su antigua banda cuando
suena la eléctrica “Learn To Burn”. Es un aviso para
caminantes despistados, porque realmente son “Let Me Imagine
You” o “Songwriters on the Run”, las canciones de
Pop quebradizo y desnutrido que de golpe resucitan a The Go
Betweens. Y no crean que se trata de buscar entre las fisuras y en
los gestos , la necesidad de involucionar hacia épocas de Pop
verdadero; ya saben, nostalgia del pasado con sucedáneos con los que
contar batallitas.
Ni mucho
menos. Song to Play, sin intentar lo más mínimo alargar la agonía,
consigue transmitir esa misma sensación de suspiro largo con las que
nos erizaban aquellas canciones del pasado. Es y no lo es, alargar un
poquito más la leyenda de la discreción hecha virtud. The Go
Betweens consiguieron que la timidez de una canción te quebrara el
corazón, sin recurrir al escándalo. Pasaron como un ángel sin
apenas trascender, y treinta años después siguen aquí con
nosotros.
Lo fácil
sería decir que este disco es indispensable por mantener viva la
llama de aquella banda única. Pero lo cierto es que Song To Play son
muchas cosas más:
Notar la
presencia de Lou Reed, de sus tics, sus vicios y sus obsesiones en
temas como “And I Knew” o “I Love Myself And I Always
Have”; dos de las más grandes del disco. Podría ser también
un sincero homenaje a dos figuras trascendentes como fueron Lou o
Grant; con los siete años que separan ambas muertes. Se respeta
escrupulosamente esa misma forma de concebir la canción dándole a
cada instrumento el protagonismo: Violines espigados, bajos y congas
que entran con discreción, apenas algún riff eléctrico y las
cuerdas acústicas aterciopeladas. Los sonidos de un hogar que se
despereza por la mañana, el olor a café, su musa Karin Baümler
poniendo las voces y las cuerdas, su hijo ayudando y en definitiva.
Un disco que destila por cada poro, comisura y arruga, cariño y
familiaridad por los cuatro costados.
Cada canción
podría ser una pequeño capítulo de una pequeña gran historia, sin
embargo difieren en pequeños y sutiles detalles. Desde la desnudez
de “And I Knew”, hasta la preciosidad de grávida
ascendencia que es “Turn On the Rain”; una joya de Pop
tremenda. Hay momentos en los que comparte la misma forma con la que
Robyn Hitchcock concibió Love From London del 2013. La misma
delicadeza, sensibilidad al tratar las canciones, el vacío
existencial de sus canciones de instrumentaciones escuálidas. Solo
que Robert Forster explora con mayor certeza esa retrotracción, para
soltar lastre emocional. Y dotar de ese sentido ecuánime de cuerpo
y alma, que antaño albergaban los grandes discos.
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En este
montón de canciones de grandes trabajos, esta la mejor cosecha de
este año. Desde las bandas emergentes como los Australianos DMA'S,
ABLEBODY, DEAD PARTIES, NAP EYES, TINY FINGERS, SEA CAVES. Hasta
otros más consagrados como el determinante disco de JOHN GRANT, GUN
OUTFIT, el fundador de The Coral BILL-RYDER JONES, el regreso de los
Canadienses THE DEARS o el mimbrado ejercicio de orfebrería folk del
Británico BOBBY LONG.
En la casi
treintena de canciones que lo nutren, hay mucho donde ahondar.
Sumergirse a pulmón y dar este último estertor agónico del difunto
2015, con la envergadura que se merece. Aun están a tiempo de
llevarse buenas y nutritivas sorpresas, con las que cocinar un buen
plato de fin de fiesta.
00_TINY FINGERS - Eyes of Gold 01_HALF MOON RUN - Trust 02_DAMAGED BUG - The Mirror 03_BEAT CONNECTION - So Good 04_YACHT - Chrismas Alone 05_DEAD PARTIES - Disappear 06_SILENT FILM - Lightning strike 07_MAD ROBOT - Death of criticism 08_HEY COLOSSUS - Hey, dead eyes, up! 09_SONGHOY BLUES - Soubour 10_THE LEGENDARY SHACK SHAKERS - Cold 11_NAP EYES - No man needs to care 12_COOL GHOULS - Creature that i am 13_DMA'S - Your low 14_BILL RYDER-JONES - You can't hide a light with the dark 15_EZTV - Calling out 16_ROBERT FORSTER - A poet walks 17_WILD RACOON - Next Summer 18_GUN OUTFIT - Gotta Wanna 19_ABLEBODY - After Hours 20_HATCHAM SOCIAL - Hanging rock 21_JOHN GRANT - Global warning 22_NEV COTEE - Follow the Sun 23_PRESIDENTE - Blanco sobre blanco 24_ALONDRA BENTLEY - Mid September 25_DOMINIQUE A - Central Otago 26_SEA CAVES - Spanning the River 27_THE DEARS - Hell hath frozen in your eyes 28_BOBBY LONG - I'm not going out tonight